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1. Que el suelo sea muy joven y no transcurriera el tiempo necesario para que
se desarrollen estas estructuras macro-morfológicas y (….)
2. Que existan procesos que tiendan a homogeneizar el perfil impidiendo la
emergencia de estas capas. Si este es el caso hablamos de edafoturbación, por
cuanto existen diversos mecanismos que pueden ser responsables de mezclar los
materiales e impedir que se generen. Pero también puede ocurrir que los materiales
se remocen una y otra vez, mezclando y destruyendo una horizonación previa, si
ésta existía. ¿Qué mecanismos?: hielo, procesos mecánicos relacionados con la
propia naturaleza de los materiales edáficos (especialmente su contenido y tipo
dominante de arcilla), la actividad de los organismos del suelo, etc.
Pero vamos a entrar en detalles. El perfil del suelo, en el sentido amplio del
término puede dividirse en 6 capas y horizontes, sin que esto signifique que no
puedan faltar algunas de ellas. Estas serían según profundizamos desde la
superficie:
La mayor parte de los horizontes son más o menos paralelos a la superficie del
suelo, como se puede observar en la siguiente figura, sin que ello quiera decir que
no sean exactamente paralelos a la superficie del terreno, ya que las fronteras entre
unos y otros pueden ser muy sinuosas.
En estas descripciones básicas, suele
soslayarse la existencia de suelos casi
puramente orgánicos, es decir
prácticamente carentes de materia mineral.
Se trata de lo que en edafología se
denominan Histosoles y en el lenguaje
popular turberas. Como es lógico, el perfil de
estos suelos difiere mucho de los
mimerales. Estos también pueden (o no)
atesorar horizontes de otro tipo que suelen
ser clasificados en función del grado
creciente de descomposición de la materia
orgánica en fíbricos, hémicos y sápricos.