Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
LAS REVOLUCIONES
RUSAS: CREACIÓN,
DESARROLLO Y
CRISIS DE LA URSS.
REPERCUSIONES
INTERNACIONALES.
Esquema.
1. INTRODUCCIÓN.
5. PERSPECTIVAS.
6. BIBLIOGRAFÍA.
7. PLANTEAMIENTO DIDÁCTICO.
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
1. I N T R O D U C C I O N
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
Asimismo, nos ofrece la oportunidad de estudiar los factores que a través de los
diferentes períodos de la historia rusa, han permanecido iguales, y aquellos otros que, en
cambio, se modificaron.
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
2. C R E A C I O N D E L A U R S S ( 1880-1920)
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
2.1. Antecedentes (siglo XIX - febrero de 1917).
a) Causas estructurales.
En 1917 el imperio zarista, desarticulado por tres años de guerra, es sacudido por
un movimiento revolucionario que lo derriba. Pero no han de buscarse las raíces de la
revolución en ese año, ni siquiera en el período de la guerra. Era general la conciencia,
desde los primeros años del siglo, de que la autocracia de los zares se había convertido
en un lastre insoportable para el desarrollo de Rusia, y los acontecimientos políticos,
económicos o militares no hacen más que fortalecer a los grupos de oposición
antizaristas. Para reemplazar la autocracia se ofrecían, según René Girault y Marc Ferro, a
los rusos tres vías: a) una vía democrática occidental que condujera hacia un régimen
parlamentario, apoyado en el sufragio universal; b) una vía liberal que se satisfaría con
reformas limitadas, en la administración y la sociedad; c) una vía revolucionaria, para la
cual el cambio político no tenía sentido si no iba acompañado de una transformación
profunda de la sociedad. El descontento era tan general entre la población rural que la
crisis económica y la derrota militar no hicieron más que acelerar los procesos. En 1904
un despacho del embajador francés sobre la situación interior dice: "Todas las clases de la
sociedad rusa están en efervescencia".
Pero las causas profundas o estructurales se remontan al siglo XIX. El imperio ruso,
gobernado autocráticamente por los zares, permanece durante la primera mitad del siglo
XIX ajeno a los cambios económicos y sociales de la revolución industrial. Es un país de
base rural. A diferencia de los monarcas occidentales el zar no tiene limitaciones
parlamentarias o constitucionales. Los intentos liberalizadores iniciados bajo Alejandro I,
por sus consejeros La Harpe y Speransky, fueron interrumpidos por la invasión
napoleónica, que fortaleció la tendencia contraria, la de la concentración de la autoridad;
con Nicolás I estos intentos se olvidaron definitivamente; este zar simboliza de manera
perfecta el modelo de monarca despótico.
En Rusia los nobles no sólo poseen tierras sino también siervos. Es una sociedad
donde no queda sitio para la burguesía; sin industria y con algunas profesiones liberales
reservadas a los descendientes de nobles, no era posible la formación de una burguesía
sólida.
La derrota en la guerra de Crimea provoca una conmoción nacional; los rusos son
conscientes de que su inferioridad militar la ha provocado la no industrialización, carecen
de ferrocarriles para el traslado de tropas, y su estructura social, muchos siervos se
niegan a ir a combatir. El nuevo zar, Alejandro II (1855-1881), reconoce la necesidad
perentoria de dos medidas, la emancipación de los siervos y la industrialización; la
segunda no es posible sin la primera. El ukasse o decreto de 19 de febrero de 1861
establece la libertad personal de los colonos, que pueden trasladarse libremente y
disfrutar de su casa y de un lote de tierra equivalente al que tradicionalmente explotaban.
Por último, hay que decir que los procesos de emancipación de siervos y de
industrialización, no se ven acompañados de un proceso de modernización política. Es
esta la contradicción del zarismo. En la Rusia del siglo XIX no se puede hablar de
constituciones, partidos políticos, elecciones para un Parlamento, etc. Algunas medidas
de aperturismo político, de alejamiento del modelo autocrático, se adoptan, pero de
forma titubeante y precaria; a los períodos de reforma suceden otros de reacción. Es
cierto, por ejemplo, que Alejandro II inició una etapa liberal, introduciendo varios intentos
modernizadores como la reforma judicial o la creación de asambleas representativas
provinciales, pero un atentado en 1866 frena estos deseos reformistas.
A estas causas estructurales que como vemos se remontan al siglo XIX, hay que
añadir la crisis económica de 1901-1903 y la derrota en la guerra ruso-japonesa de 1904-
1905, como detonantes de la revolución de 1905.
En los años 1901-1903, tras varios años de rápido desarrollo de la industria, estalla
una crisis de superproducción o de subconsumo; es una crisis internacional que afecta
por vez primera de lleno a Rusia, ya que ha alcanzado un cierto nivel de industrialización.
A las perturbaciones en los centros fabriles se añade en el caso ruso la mala cosecha del
año 1901, que provoca movimientos campesinos, en los que se enarbola el slogan de "la
tierra para los que la trabajan". En las ciudades la inquietud obrera es evidente; en 1903
más de 200.000 huelguistas se enfrentan a las fuerzas del orden; en Baku los miserables
obreros del petróleo arrancan ciertas conquistas a las compañías. La movilización de las
masas ha comenzado.
La guerra contra Japón se convierte en otro detonante social. Iniciar una guerra
impopular en las graves condiciones económicas de 1904 sugiere el escaso sentido
político de los dirigentes zaristas. La derrota, una vez más, puso en evidencia los fallos de
organización del imperio: material anticuado y mal utilizado, masas desorganizadas y mal
mandadas, insuficiencia del transiberiano para el transporte de tropas a tan enorme
distancia. Lo más sorprendente para los observadores extranjeros fue comprobar la
indiferencia profunda del pueblo ruso por la derrota del ejército, por el contrario estimuló
a los que se oponían al régimen. La leva de nuevas tropas y la alta tributación para
afrontar los gastos de la guerra condujeron a las masas desde la indiferencia hasta la
hostilidad.
El segundo Congreso de los socialistas rusos, primero del siglo XX, se celebra en
1903 en Bruselas, desde donde se traslada a Londres. Lo preside Plejanov, el introductor
del marxismo en Rusia. En el programa se habla de objetivos políticos (sufragio, libertad
de prensa, etc.), económicos de los obreros (jornada de ocho horas, prohibición del
trabajo infantil) y económicos de los campesinos (devolución de los recortes de tierra
arrebatados con la emancipación). Las controversias doctrinales desembocaron en la
escisión de los discípulos rusos de Marx. Los mencheviques 1 acusaban a los bolcheviques
de preparar una revolución proletaria sin existir las condiciones para su realización, por lo
que debía esperarse a un mayor grado de desarrollo del capitalismo en Rusia y aceptar en
tanto una fase burguesa; para ellos la revolución democrático-burguesa debía preceder a
la revolución socialista-proletaria. Los bolcheviques, con Lenin, sienten menos interés por
la teoría que por la práctica revolucionaria y estiman que no es imprescindible la fase
burguesa; en Rusia es posible el "salto" a la revolución proletaria.
La revolución rusa del año 1917 hubiera sido imposible o hubiera sido
radicalmente diferente de no mediar la obra teórica de Lenin 2 sobre el pensamiento de
Marx. Durante la guerra escribe dos obras fundamentales: El imperialismo, estadio
supremo del capitalismo (1916) y El Estado y la Revolución (1917). Considera Lenin que
las ideas de Marx se han elaborado en otras circunstancias históricas: "No consideramos
las teorías de Marx como algo definitivo e intangible". Marx ha conocido el capitalismo en
el marco de la Europa de la primera revolución industrial, en la que los aspectos
financieros son poco decisorios frente a los técnicos.
- El papel del partido. Marx y Engels habían hablado del movimiento proletario, en
general. Lenin subraya la importancia del partido, "vanguardia del proletariado",
cohesionado con una fuerte disciplina.
3
Kerenski (1881-1970). Político y revolucionario ruso, miembro destacado de la Duma, se
enfrentó al decreto que la disolvía en marzo de 1917 y participó en el gobierno formado a la
caída del zar
Nicolás II abdica en el gran duque Miguel, pero éste, tras algunos titubeos
renuncia, a la expectativa de lo que decida la Asamblea constituyente. La noticia de la
doble abdicación provoca una explosión de alegría en toda Rusia. Oradores improvisados,
regreso de exiliados, entusiasmo popular, escenas que se conservan en imágenes en los
archivos cinematográficos. Millares de cartas, mensajes y telegramas son enviados al
soviet de Petrogrado, a Kerenski y a la Duma, escritos que constituyen auténticos
"cuadernos de quejas" de la revolución rusa. Los obreros piden el programa mínimo de la
socialdemocracia: jornada de ocho horas, seguridad en el empleo, formación de comités
de fábricas. Las reivindicaciones de los campesinos son más radicales: propiedad de la
tierra que trabajan, distribución gratuita de todas las grandes propiedades abandonadas;
su rencor contra la administración es mucho más fuerte que contra los grandes
propietarios. Los soldados solicitan unánimemente el final de la guerra, que se conceda
una pensión a sus esposas y una indemnización a los heridos y mutilados. La burguesía
que se había adueñado del poder no está en condiciones de atender esta lista de
reivindicaciones de los obreros, campesinos, soldados, pueblos alógenos (que pedían
autonomía o la instalación de una república federal).
En febrero se había establecido en Rusia un doble poder. Lenin decía que consistía
en dos gobiernos distintos; el gobierno provisional era el de la burguesía, los soviet era
del proletariado y campesinos con uniforme de soldados. Los meses siguientes serían
escenario de continuos signos de descontento: huelgas, actos de desobediencia, etc. El
nuevo régimen anuncia su deseo de poner fin al desorden y retornar a la vida normal. El
desorden era el argumento de los sectores conservadores para demostrar los peligros de
la revolución. Los patronos recurren a los cierres, los burgueses amenazan abandonar el
gobierno, la prensa derechista acusa a bolcheviques y anarquistas.
a) El alzamiento bolchevique.
El 9 de octubre llega Lenin a San Petersburgo y al día siguiente, en una reunión del
comité central bolchevique, se decide por diez votos contra dos (Kámenev y Zinóviev)
preparar la insurrección armada. Seis días después se crea en el seno del soviet de San
Petersburgo un comité militar revolucionario, dirigido por Trotski.
La noche del 24 de octubre Lenin se instala en el Instituto Smolny, sede del soviet
de San Petersburgo y del comité central bolchevique, para dirigir las operaciones. El 25 de
octubre las fuerzas bolcheviques entran en acción y ocupan los puestos estratégicos de la
capital, sin derramamiento de sangre. El acorazado "Aurora" apunta sus cañones sobre el
Palacio de Invierno, donde está reunido el gobierno, al que fallan sus resortes militares, no
llegan los refuerzos que Kerenski ha llamado, no obedecen las fuerzas de guarnición.
Kerenski huye y otros miembros del gobierno son detenidos. El soviet de Petrogrado y su
comité militar revolucionario han organizado una victoria casi incruenta y lanzan un
manifiesto la tarde del 25 de octubre (7 de noviembre).
La revolución se había hecho bajo la consigna de "todo el poder para los soviets",
pero realmente no van a ser los soviets los que controlen la situación, sino solamente uno
de los sectores, el más audaz y el más preparado: los bolcheviques. Todos los testimonios
de la época rinden tributo a la energía de Trotski en esos momentos decisivos, pero la
estrategia suprema de la revolución había sido dirigida por Lenin; figura indiscutible,
preside el primer gobierno de comisarios del pueblo, en el que son nombrados además,
entre otros, Trotski (Asuntos Exteriores), Rykof (Interior), Lunatcharski (Educación
Nacional) y Stalin (Comisariado de Nacionalidades).
El mismo día del triunfo de la revolución, Lenin esbozó una serie de decretos, que
dan satisfacción a los soldados, campesinos, obreros y pueblos alógenos.
El decreto sobre "una paz inmediata sin anexiones" se propone a todos los
beligerantes: "El gobierno obrero y campesino salido de la revolución del 25 de octubre,
apoyado en los soviets, invita a todas las naciones beligerantes y a sus gobiernos a abrir
sin dilación negociaciones para una paz justa y democrática". Termina haciendo un
llamamiento a los obreros de Inglaterra, Francia y Alemania, e invita a los soldados del
frente a concluir, donde sea posible, armisticios locales con los alemanes.
Cuatro días más tarde se publica un decreto sobre las empresas industriales; en
cada fábrica el control será ejercido por los trabajadores a través de sus instituciones
elegidas (comité de fábricas, consejo de ancianos, etc.). A escala de ciudad un Consejo de
control obrero constituirá una de las secciones del soviet. Este decreto implicaba la
absorción, sin que los obreros se apercibieran, de los comités por los soviets. Más tarde se
decretó la nacionalización de los bancos, último sector que todavía controlaba la
burguesía.
En julio de 1918 se aprueba una Constitución. Se afirma que los soviets, como la
Comuna de París, constituyen una nueva forma de Estado; ante la multiplicidad étnica se
acuerda una estructura federal (URSS). A diferencia de la Revolución Francesa, que había
proclamado la Declaración de derechos del hombre, los bolcheviques, estimando que las
libertades del siglo XVIII habían sido teóricas, enuncian, con un sentido restrictivo pero
más concreto, los "Derechos del Pueblo Trabajador y Explotado". Nota diferencial es
también la no separación de los poderes ejecutivo y legislativo, que en Occidente se
considera condición indispensable para la democracia, arguyendo que el Estado burgués
representa sólo a ciertas fuerzas y la república socialista lo abarca todo, es decir, el
proletariado ruso y las masas campesinas.
Para que el nuevo régimen surgido en Rusia en octubre de 1917 fuera reconocido
fuera de sus fronteras y se consolidase dentro, tuvo que superar una guerra civil y
continuas intervenciones extranjeras.
Como hemos visto una de las primeras iniciativas del nuevo régimen fue poner fin
a la guerra. Pero esta decisión tuvo su coste: en 1918 se firmó un tratado con Alemania
(Brest-Litousk), por el cual Rusia perdió extensos territorios a cambio de paz, y esto
significó una lección y una experiencia que aprovecharían los dirigentes bolcheviques, en
el sentido de que se dieron cuenta de la necesidad de forman un ejército fuerte para no
caer de nuevo en la impotencia militar. De esta forma, cuando estalló la guerra civil, el
que se llamó ejército rojo, organizado por Trotski, constituía ya una fuerza eficiente y
numerosa.
La guerra civil se inicia antes de la derrota alemana, durante el año 1918. Los
ejércitos blancos ocupan las zonas del sur, las más ricas, mientras los bolcheviques
organizan el ejército rojo. Las potencias aliadas intervinieron en la contienda, primero de
forma directa y luego indirectamente, enviando pertrechos a las tropas blancas. Uno de
los contingentes blancos más destacados fue el del antiguo almirante zarista, Kolchak,
que estaba instalado en Siberia y avanzaba sobre la Rusia europea. También eran
importantes los generales Denikin y Yudenich. Pero la descoordinación del ejército blanco
frente a la eficacia del ejército rojo hicieron que las fuerzas contrarrevolucionarias fueran
derrotadas, pese a los apoyos procedentes de los países occidentales, los cuales estaban
ya muy preocupados por los disturbios ocurridos en Francia e Italia y los movimientos
revolucionarios de Berlín, Baviera y Hungría.
El nuevo estado soviético que salía de la guerra civil (1918-1921) había perdido
una parte considerable de su territorio (700.000 km 2) surgiendo como estados
independientes Estonia, Lituania, Letonia, Finlandia y Polonia. Sin embargo, las peores
consecuencias de la guerra se dejaron sentir en la economía y sociedad soviética: la
producción quedó paralizada y el fin de la guerra supuso el hundimiento de una gran
parte de la industria que se nutría de las necesidades militares. Por otra parte, el hambre
era generalizada entre las masas campesinas, creando un amplio descontento que daría
lugar a una resistencia a colaborar con el nuevo régimen.
Cuando terminó la guerra, se abrió un debate ideológico entre los que pensaban
que el "Comunismo de guerra" había sido una respuesta obligada ante una situación
extrema, y los que pensaban que esta fase había lanzado al país hacia el Socialismo. Para
estos últimos, los malos índices económicos obtenidos eran transitorios. La primera
postura, en cambio, era la predominante y salió fortalecida después de que Lenin
planteara una "Nueva Política Económica" que evitase la confrontación con los
campesinos. La crisis de 1921 forzó este giro.
Desde octubre de 1917 había dos mundos opuestos cuya misma existencia era ya
foco de una tensión cada vez más patente. La histórica frase de Bismarck sobre la
importancia militar del centro de Europa era la pesadilla de los gobiernos de la época.
Pero las potencias occidentales fueron más allá en la defensa de sus intereses
internacionales y en sus deseos de cortar cuanto antes una mecha que amenazaba con
extenderse por Europa, pues comprendían que la primera tarea para ellos era acabar con
el Estado soviético y eliminar así el principal punto de referencia del movimiento obrero
internacional de la época.
La primera guerra mundial sirvió de acelerador al proceso según el cual las masas
aumentaron su participación en la vida política de los países. En toda Europa, los
desmovilizados regresaron con mayores reivindicaciones y rechazaron la dirección de los
"notables". La élite campesina y sobre todo obrera, formada y descubierta gracias a la
acción sindical, consideró que debía jugar un papel cada vez más importante. Querían
que se pasase del Estado liberal, que consentía, que concedía algunas reformas, al
Estado social, que debía preocuparse ante todo de los intereses populares. En todas
partes, los sindicatos y los partidos obreros chocaron con las líneas defensivas de la gran
burguesía capitalista, el "muro de plata".
No se sabe qué forma hubiera tomado esta lucha si en un país, el más vasto por
sus dimensiones, la facción revolucionaria de los bolcheviques, marxistas por excelencia,
no hubieran tomado el poder. La pura existencia de este Estado (pronto se hablaría del
"socialismo en un solo país") cambió completamente las perspectivas de la acción
proletaria. En efecto, después del fracaso de las revoluciones comunistas en Alemania y
en Hungría, los partidos socialistas de todos los países debieron elegir entre la adhesión a
la III Internacional, o la negativa. Algunas veces la mayoría optó por la adhesión (Francia).
La minoría volvió a crear entonces un "partido socialista" en general reformista. Más a
menudo, sólo una minoría se adhirió a la III Internacional (Italia, Alemania). La mayoría
conservó el nombre de "partido socialista". Unicamente los países anglosajones
escaparon a este dilema, ya que las tendencias pro-soviéticas eran en ellos muy débiles.
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
3. D E S A R R O L L O D E L A U R S S (1921-1982)
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
Junto al Estado, en todos los niveles y en todas las localidades, estaba el partido.
No se permitía más que un solo partido, el Comunista, aunque tanto para los soviets
como para otros puestos oficiales podían ser elegidos miembros que no perteneciesen al
partido. En éste la autoridad comenzaba en la cima e iba de arriba a abajo. En su cúspide
estaba el Comité Central, cuyos miembros aumentaron desde unos setenta en los años
1930 a más del doble en años posteriores. El Comité Central trabajaba mediante un
secretariado ejecutivo dirigido por un secretario general, y mediante un Ogburo y un
Politburo, subcomités encargados respectivamente, de las cuestiones de organización del
partido y de política del partido. Aunque se celebraban congresos del partido con
intervalos de pocos años antes de la segunda guerra mundial, por lo general se limitaban
a aprobar las decisiones ya adoptadas por el Comité Central.
5
Hay que recordar que el Estado socialista es el único que surge de un propósito teórico
En efecto, pronto se estableció el concepto de "legalidad revolucionaria", que
pretendía frenar la anarquía que siempre conlleva una revolución. También se estableció
una distinción entre los delitos contra el individuo y los delitos cometidos contra el
Estado. De los primeros se ocuparían los tribunales ordinarios y de los segundos, dos
organismos que se sucedieron cronológicamente y que tendieron a endurecer los castigos
impuestos a los considerados enemigos de la revolución. El primero de ellos fue la Checa.
Paralelamente, se fueron creando lugares de confinamiento; en estos campos de
concentración se introdujeron los trabajos forzados como el medio más adecuado para
combatir las actividades contrarrevolucionarias. Posteriormente, los campos de
concentración admitieron también a individuos simplemente molestos al régimen.
Finalmente, se abolió la Checa, siendo sustituido por la GPU (Administración Política del
Estado), un organismo que estaba al margen de cualquier revisión judicial y que siguió
practicando las mismas medidas punitivas que se habían hecho antes bajo el signo de la
urgencia, ahora con una ratificación formal.
concreto: las doctrinas de Marx, Engels y Lenin. Además, su existencia se considera dentro de
una fase provisional (dictadura del proletariado), posterior al Capitalismo, en tanto no sea
posible establecer una sociedad sin clases. El Estado Soviético contaba, por tanto, al menos en
un plano teórico inicial, con su desaparición como tal.
por la propiedad privada y el libre intercambio de productos. La N.E.P. (Nueva Política
Económica) sustituye a la severidad de la economía de guerra, en la que se había
extinguido el derecho privado de propiedad ante las urgencias colectivas.
Los kulaks eran los campesinos bien situados económicamente, siendo además el
modelo a que apuntaban las aspiraciones de los medianos y pequeños campesinos. El
partido no supo muy bien que hacer con este grupo social que representaba la fuerza
productiva más importante, por lo que destruirlos hubiera significado la ruina de la
economía sino se tenía culminada una alternativa, como llegarían a ser los sovjos y los
koljovs. De momento, con la N.E.P., los kulaks fueron los que más se beneficiaron de la
libertad económica concedida para comercializar los excedentes, puesto que ellos eran
los que disponían de mayor extensión de cultivos y de herramientas y animales
necesarios, algo de lo que carecía la masa campesina. El ascenso de los kulaks llegó a
preocupar seriamente al partido, y ello originaría su posterior "desmantelamiento" como
clase social.
Cada vez estaba más claro que era necesario un pacto con los llamados
especialistas (ingenieros y técnicos) y los intelectuales. Estos procedían en su mayoría
del antiguo régimen pero resultaron imprescindibles para dirigir el desarrollo económico.
Por otra parte, la ideología de esta burocracia no bolchevique no estaba muy definida,
predominando los apáticos con una postura no beligerante. La introducción de la N.E.P.
cayó bien entre los especialistas, tal vez porque pensaban que se trataba de una
evolución no confesada hacia el Capitalismo. El partido inició un proceso de renovación
de esta clase social con el paso de las generaciones, instruyendo a los nuevos
especialistas en la doctrina del régimen. Aun así, constituían un pilar básico del Estado
Comunista.
Como ya se ha dicho, Lenin hizo realidad la primera aplicación del marxismo a una
situación concreta. Y en el camino, fue abandonando poco a poco la idea de una
revolución mundial, sencillamente porque no existían posibilidades reales de producirse
en esos momentos. Había que construir, por tanto, el Socialismo en un solo país, y este
país era Rusia, que se encontraba en una situación anacrónica de retraso. Christopher
Hill6 analiza la crucial contribución de Lenin para que Rusia se convirtiera en el primer
6
"La Revolución Rusa", Christopher Hill. Barcelona 1983 (pp. 193-210).
Estado socialista del mundo, y lo hace desde varias perspectivas: en primer lugar como
símbolo del movimiento de los pobres alzado contra la opresión de los poderosos. Para los
campesinos, el partido comunista no era su partido pero la revolución que propició sí fue
del agrado de esta clase social, que quería deshacerse de la opresión de los grandes
terratenientes.
Después de todo lo dicho resulta fácil comprender que cuando murió en 1924, tras
una larga enfermedad, su sucesión se presentaba muy complicada. Se abría entonces un
proceso que culminaría con la defenestración de Trotski y el ascenso de Stalin. En el X
Congreso del partido se concluyó que las diferencias internas debían ser eliminadas en
pro de la disciplina; sin embargo, la lucha por el poder se prolongó hasta el XV Congreso
(1927). Las diferencias de fondo en conflicto fueron la "revolución permanente" de Trotski
y el "socialismo en un solo país" de Stalin. Mientras la primera estrategia consistía en la
necesidad de exportar la revolución a otros países, la segunda se centra en el
fortalecimiento de la revolución en Rusia.
Trotski volvió a la actividad ese mismo año (1924), cuando publicó Las lecciones
de octubre, que desata de nuevo la polémica y una nueva campaña de deslegitimación.
En todo este proceso, el testamento de Lenin fue un estorbo para Stalin y sus seguidores
puesto que en él se advertía sobre el peligro de la burocracia y sobre la no conveniencia
de que Stalin dirigiera los destinos del partido y del Estado. Sin embargo, Stalin también
supo sacar provecho del pasado inmediato y de esta forma, aprovechando un ensayo de
Bujarin que ponía de manifiesto las diferencias entre Lenin y Trotski acerca de la
revolución permanente, lanzó la consigna del "Socialismo en un solo país". Esta teoría
exacerbaba los ánimos patrióticos rusos y acusaba a los críticos de individuos carentes de
confianza en el pueblo ruso.
Las bases en que se apoyó Stalin para consolidar su poder una vez eliminados
todos los grupos "desviacionistas" 7, fueron las siguientes: en primer lugar, una gestión
rígida de la maquinaria del partido, desde donde controlar el Estado. Había, para ello,
reunido en torno suyo a sus más fieles partidarios. En el aspecto doctrinario, Stalin se
presentó como un fiel discípulo de Lenin y no como un innovador. Esto le valió algunas
simpatías y, lo que es más importante, suplantó el papel moderador que venía
desempeñando Lenin. En los casos en que su política chocaba con lo que defendió Lenin,
sencillamente trastocó o interpretó las palabras del "maestro" como quiso; de esta forma,
7
La oposición de Trotski no fue la única con la que tuvo que enfrentarse Stalin. A este le
apoyaron en un momento determinado Zinoviev y Kamenev ("oposición unificada"), en pro de
conseguir un impulso a la industrialización. Podríamos decir que esta era una oposición desde
la izquierda. Pero desde la derecha vendrían también problemas cuando Stalin adopta la
política que precisamente había defendido Trotski y sus seguidores. En efecto, la
colectivización del campo y el desarrollo de los planes quinquenales para desarrollar la
industria supuso el fin de una política de moderación y respeto de los intereses de los
campesinos. Bujarin, Rikov y Tomski fueron los que dirigieron esta nueva oposición que
criticaba la nueva política calificándola de precipitada. Bujarin se convirtió en el dirigente de
este grupo "desviacionista" de derecha. La derrota que le infligió Stalin fue aplastante.
Lenin no llegó a negar, según Stalin, que el socialismo se pudiera construir en un solo
país, sino solamente matizó que el socialismo "pleno" no podría llevarse a cabo sin una
extensión a otras partes del mundo. Pero el otro rasgo que define el stalinismo, además
de la doctrina del "socialismo en un solo país", es el culto a Lenin, lo que denominó Trotski
"el termidor de la revolución rusa"; es decir, la consolidación de la burocracia, el
centralismo y, sobre todo, una férrea disciplina y obediencia absoluta que aplastó toda
oposición. El partido -se entiende su cúpula- no se equivoca nunca (principio de
infalibilidad). El socialismo de Stalin no era la respuesta objetiva a una situación
económica concreta sino algo impuesto desde arriba, por la fuerza. En realidad, la base
de su doctrina es el nacionalismo ruso, siendo éste el que le valió muchas simpatías y la
clave para conectar con amplios sectores del partido y del ejército. El entusiasmo de
superar o igualar a occidente arrastró a casi todos.
Stalin salió reforzado de este proceso y el partido ya contaba con una nueva
intelligentsia y una burocracia en avance continuo que se iba situando como grupo
privilegiado.
* Concepto.
8
Un antecedentes claro fue la comisión para la electrificación de Rusia, Goeldro, creada en
1920. Lenin puso mucho empeño en ello, hasta el punto de definir al comunismo como "el
poder soviético más la electrificación de todo el país".
economía, aplicando o extendiendo las fórmulas de este sector a toda la economía. La
planificación, de esta forma, se convierte en general y centralizada. Hasta llegar a este
convencimiento se experimentaron antes métodos tibios que siempre tropezaban con las
estructuras tradicionales de la agricultura soviética. Por tanto, hasta que no se acometió
la colectivización del campo no se pudo llevar a cabo una auténtica planificación global.
Si por el contrario, definimos la planificación como el ejercicio de la autoridad estatal en la
regulación de la economía, puede decirse que hubo planificación desde los tiempos de la
N.E.P. Pero, este control estaba muy limitado por los mecanismos del mercado, todos
dirigidos a satisfacer al consumidor. Como veremos, el sentido de la planificación pasa por
la industrialización, por dirigir todos los recursos energéticos e industriales a un único fin:
transformar rápidamente la URSS para crear un orden socialista.
A partir del XIV Congreso del partido, que supuso la derrota de la oposición, se fue
abandonando poco a poco la NEP y se centró la atención, ya no en restaurar la economía
sino en modernizarla. Para ello había que embarcarse en grandes proyectos industriales
para asegurar así la independencia económica de la URSS. La estructura planificadora
quedó dividida en tres ramas: un plan general a largo plazo, que no se llegó a completar;
un plan quinquenal, que sí funcionó, y unos planes operativos anuales. Para terminar este
capítulo, diremos que en estos momentos previos se produjo la polémica entre dos
asociaciones de ideas: la planificación como una vía voluntarista para transformar la
realidad y la planificación como una vía objetiva de mejorar la economía basándose en
tendencias reales, que están ya presentes en la situación económica. La primera era
defendida por los "teleólogos" y la segunda por los "genetistas". Al final, puede decirse
que triunfaron los primeros y, por tanto, el voluntarismo.
Por otra parte, las ciudades, en continuo crecimiento por los progresos de la
industrialización que más adelante explicaremos, ayudaron a que el gobierno abandonase
su confianza en un aprovisionamiento mixto de éstas, de entregas al Estado y de venta
libre en el mercado. Además, las parcelas individuales eran un obstáculo para modernizar
los sistemas de cultivo.
Los problemas más inmediatos que se presentaron a este primer plan se derivaron
de la localización de las industrias, que provocaría rivalidades locales (cada ciudad
luchaba por atraer los centros industriales). También influía en la localización los intereses
estratégicos. Otro problema que ya hemos mencionado es el de como crear un suministro
seguro del campo hacia la ciudad; la solución a la que se llegó fue la de integrar a la
agricultura en pronósticos del plan. Aquí va implícito la renovación de los métodos de
cultivo, en los que irremediablemente tenía que introducirse la maquinaria.
Una consecuencia significativa del primer plan quinquenal fue el abandono del
patrón oro; esto denotaba que los planificadores habían ganado la batalla de los
tradicionalistas, que basaban su política económica en una restricción del crédito para
mantener una moneda estable. Ahora, en cambio, el crédito se expande para acelerar la
industrialización. El presupuesto del Estado quedó vinculado a las cifras del control del
Gosplan (Comisión de Planificación General del Estado). Aparte de los créditos adicionales
del Banco del Estado, los únicos ingresos con los que contaba ahora el presupuesto eran
los impuestos, que se duplicaron, y la autofinanciación conseguida gracias a las
ganancias obtenidas de la reducción de los costos de producción.
Los resultados del plan fueron asombrosos. Valga como ejemplo que la producción
de electricidad pasó de 5.000 a 20.000 kws. Pero lo más positivo fue que abrió una era de
planificación en la que se iba aprendiendo de los planes anteriores. Así, uno de los
defectos más importantes que se detectaron fue el de que hubo de recurrirse a técnicos
extranjeros por falta de preparación de los soviéticos. La apertura de escuelas nacionales
donde se proporciona esta enseñanza técnica solucionó el problema en gran medida y,
por eso, en el segundo plan y los siguientes la afluencia de técnicos extranjeros fue
menor.
Por último, los costes sociales de esta rápida industrialización fueron enormes. Se
impuso a todos que se aceptara un programa de austeridad y de abnegación,
prescindiendo de los mejores alimentos, viviendas y otros artículos de consumo que
podrían haberse producido, para poder crear la riqueza y la industria pesada del país. Un
tercio del ingreso nacional se reinvertía anualmente en la industria. No obstante, a finales
de los años 1930, la vida comenzaba a ser más fácil, se abolió el racionamiento
alimenticio, y empezaba a aparecer en las tiendas soviéticas de venta al por menor
algunos productos más de la industria ligera, como platos y estilográficas. Los niveles de
vida estaban, por lo menos, tan altos como los de 1927, y con perspectivas más brillantes
de sucesivos crecimientos. Pero la necesidad de los preparativos de la guerra cuando el
mundo se acercaba de nuevo al caos, otra vez aplazó la visión de la Tierra Prometida.
El socialismo tal como se llevó a cabo en los planes, puso fin a algunos de los
males de libre empresa ilimitada. No había paro. No había ciclo de prosperidad y de
depresión. No había abuso de la mujeres y de los niños, como en los primeros tiempos de
la industrialización en Occidente. No había miseria ni pauperización, excepto para los
indeseables políticos, y excepto en transitorias circunstancias de hambre. Existía un
mínimo, por debajo del cual se suponía que no podía caer nadie. Por otra parte, no había
igualdad económica. En realidad, el marxismo nunca había previsto una completa
igualdad de ingresos como principal objetivo. Aunque no había un puñado de gentes muy
ricas, como en Occidente (donde los ingresos de los ricos procedían de la propiedad), las
diferencias en los ingresos eran, de todos modos, muy grandes. Los altos funcionarios del
gobierno, los directores, los ingenieros y los intelectuales favorecidos recibían las más
elevadas retribuciones. Las personas que disponían de grandes ingresos podían reunir
pequeñas fortunas para sí mismas y para sus hijos, mediante la compra de bonos del
Estado o acumulando posesiones personales. Pero, bajo el socialismo, no podían ser
dueños de ningún capital industrial.
Hasta qué punto aquel sentimiento era real, hasta qué punto era espontáneo, y
hasta qué punto era inculcado por un gobierno vigilante y dictatorial, son cuestiones
sobre las que ha habido grandes diferencias de opinión. No hay duda de que la
solidaridad se logró al precio del totalitarismo. El gobierno lo supervisaba todo. Como en
los tiempos zaristas, nadie podía abandonar el país sin autorización especial, y ésta se
concedía mucho más raramente que antes de 1914. Sólo había un partido. No había
sindicatos libres, ni prensa libre, ni libertad de asociación, y, en el mejor de los casos, sólo
una irritable tolerancia para la religión. El arte, la literatura e incluso la ciencia se
convirtieron en vehículos de propaganda política. El materialismo dialéctico era la filosofía
oficial.
En octubre de 1952 se había reunido en Moscú con gran pompa el XIX Congreso
del PCUS. Era la primera vez desde 1939 que se celebraba un comicio semejante. Como
se sabe, Stalin gobernaba sin congresos y sin reuniones del Comité Central. Su
autoritarismo y su megalomanía habían alcanzado el cénit. Por eso mismo, el XIX
Congreso apareció como un acontecimiento y suscitó una enorme curiosidad en todo el
mundo. El optimismo delirante y el monolitismo de fachada que reflejó estaba en
contradicción flagrante con la realidad.
Pero esta lucha no impidió que se adoptaran una serie de reformas significativas:
decreto de amnistía y anuncio de la modificación del Código Penal, liberación de millares
de presos políticos, importante baja de los precios, rehabilitación de los médicos del
Kremlim implicados en un proceso infame, cese de los elogios a Stalin, publicación en
Pravda de un editorial denunciando a los jefes "que violan el principio de dirección
colectiva"...
Malenkov, nombrado jefe del gobierno, apareció las primeras semanas como el
primer personaje del régimen. Más no tardó en ser reemplazado por la troika Malenkov-
Molotov-Khruschev. Poco después (el 9 de julio) se produjo la detención de Beria acusado
de "querer apoderarse del poder". Casi al mismo tiempo, la troika convocó en Moscú una
conferencia secreta del Kominform en la que se explicó la eliminación de Beria e inició
prácticamente el proceso de Stalin y del stalinismo que condujo al XX Congreso y al
célebre informe secreto de Kruschev sobre los crímenes de Stalin. El 1º de septiembre de
1953 Kruschev fue elegido primer secretario del PCUS. Después de la muerte de Stalin y
la ejecución de Beria, comenzó una nueva época, en la que, entre otras muchas cosas, se
sentaron las bases de la perestroika y de las grandes transformaciones a las que hemos
asistido desde hace años en la Unión Soviética.
En 1964, también él fue derrocado, víctima de una rebelión dentro del Partido
contra su acumulación de poder, y del descontento suscitado por sus fracasos
económicos, sobre todo en agricultura; destituido, vivió silenciosamente en Moscú, hasta
su muerte en 1971. Para sustituirlo, el aparato del Partido separó la jefatura del gobierno
y los puestos del Partido, y nuevamente insitió en la dirección colectiva. Leonid I.
Brezhnev pasó a ser secretario del Partido, y Aleksei N. Kosygin, jefe del gobierno. Pero,
unos años después, Brezhnev eclipsó a todos los demás y dominó la escena política hasta
1982, presidiendo la introducción de una nueva Constitución en 1977, que alteró muy
poco la estructura del régimen. Ese mismo año, el Soviet Supremo le eligió presidente.
En el largo período que hemos tratado desde 1921 a 1982 el impacto de la URSS
en el mundo se hace notar con un peso fundamental, ya que es en este período que
hemos englobado dentro de "desarrollo de la URSS" cuando se forma, se consolida y
hasta inicia su declive la política de bloques que configura un mundo bipolarizado en
torno a dos grandes superpotencias.
Pero Hitler tenía puesto su más alto objetivo en la propia URSS. El pacto respondía
tan sólo a una situación estratégica transitoria favorable para las dos potencias. De esta
forma, en junio de 1941 el ejército alemán invade la Unión Soviética, y tras un duro
enfrentamiento de desgaste, la batalla de Stalingrado (enero-febrero de 1943), marca la
inflexión que llevará a la derrota y retroceso de las tropas alemanas, las cuales son
empujadas hacia centroeuropa por el ejército rojo. En el camino, todos los países fueron
cayendo bajo el nuevo poder soviético, que comienza a depurar a todos los elementos
sospechosos de haber sostenido a los regímenes caídos.
En 1945, terminada la segunda guerra mundial, Europa había sido dividida en dos
zonas de influencia. Nacía así la "Europa oriental", dominada por la URSS y compuesta
por la RDA, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumanía, Bulgaria, Yugoslavia y Albania.
Cuando en 1949 termina en China una sangrienta guerra civil de la que saldrían
como vencedores los comunistas, la URSS había prestado todo su apoyo por medio del
largo brazo de la Kominntern. Sin embargo, el líder de esta revolución, Mao Zedong, se
desviaría del modelo soviético, centrando su pensamiento y práctica política en los
problemas del mundo rural, ya que pensaba que el potencial revolucionario no estaba en
los centros industriales, sino en el campesinado.
Habría que esperar hasta los años 60 para que el mundo occidental tomara
conciencia con sorprendente brusquedad del hecho de que la República Popular China se
había convertido en un nuevo factor de poder en la política internacional. El elemento
externo que impulsó esta toma de conciencia fue la entrada de las tropas del Pacto de
Varsovia en Checoslovaquia en agosto de 1968. Por primera vez, desde la fundación de la
R.P. China, la reacción de ésta a un acontecimiento internacional coincidía con la de
occidente, en contra de la URSS. La coincidencia era casual, pues los dirigentes de Pekín
no sólo condenaron de forma enérgica el acto de violencia encabezado por la Unión
Soviética, sino también el curso reformista de la "primavera de Praga". Pero a pesar de
todo, la atención de occidente empezó a fijarse cada vez más en China, y la URSS tenderá
a respetar las diferencias en el marco de unas relaciones lo más cordiales posibles.
A partir de 1945 se hizo patente que la victoria sobre los fascismos sólo había
solucionado parte de los problemas. La lucha en común disfrazó una realidad muy
profunda: la heterogeneidad fundamental de la coalición en el plano de las ideologías
político-sociales. Los fines de la URSS seguían siendo los mismos de siempre, es decir, el
triunfo del comunismo en el mundo entero. Pronto se hizo evidente que la alianza dejaba
paso a una división en dos "campos", en dos "bloques", como ya hemos visto.
9
Los Estados Unidos eran desde comienzos del siglo XX, y sobre todo a partir de 1919, la
mayor potencia económica del mundo. Pero hasta 1949 -y con excepción de los años 1917-
1919- habían creído inútil obtener de sus inmensos recursos una fuerza militar considerable.
Era la tradición del aislacionismo. Considerándose protegidos por la flota británica y por el
ejército francés, se contentaron con reclamar la igualdad naval con Inglaterra y redujeron su
ejército a efectivos insignificantes. La segunda guerra mundial los convirtió no sólo en el
"arsenal de las democracias", sino también en una formidable potencia militar. Su industria
desarrolló sus posibilidades y en 1945, cuando el resto del mundo estaba en ruinas, se habían
convertido, por el momento, en la única gran potencia industrial del mundo. Sin duda, la
primera tendencia de los americanos fue desmovilizarse rápidamente, y llegaron muy lejos en
este sentido. El monopolio de la bomba atómica, del que disfrutaron los americanos hasta
1949, permitía garantizar la seguridad. La desagradable sorpresa de la guerra de Corea,
Mientras que los americanos dudaron mucho tiempo en convertir su potencial en fuerza
militar, la URSS, con un potencial de recursos más débil, y muy diezmado por las
destrucciones de la guerra, se convirtió en una gran potencia gracias a un esfuerzo
voluntarioso y encarnizado. El régimen totalitario, la fiscalización, la autoridad universal
del Estado le permitió determinar la parte de la renta nacional reservada a la defensa sin
necesidad de tener que contar con la oposición de un Parlamento elegido. Dicho de otro
modo, los soviéticos forjaron, durante la guerra, un gigantesco ejército aumentando la
parte de los recursos destinada a la defensa en detrimento de la parte destinada al
consumo de los ciudadanos. Gracias al mismo procedimiento pudieron retrasar la
desmovilización de sus fuerzas convencionales y alcanzar en breve tiempo a los Estados
Unidos en cuanto a la bomba A y la bomba H, e incluso adelantarles en materia de
proyectiles intercontinentales.
No había, pues, más que dos grandes potencias y dicha situación sólo corría el
peligro de transformarse si un día China conseguía fabricar toda la formidable panoplia de
los armamentos termonucleares, o si Europa lograba "integrarse" políticamente y decidía
dedicar una parte de sus recursos a la realización del mismo tipo de armamentos.
Sin embargo, las medidas adoptadas por Andropov no abordaban las deficiencias
estructurales del sistema económico ni, mucho menos, cuestionaba sus fundamentos
(propiedad social, planificación centralizada). El resultado fue la constante recesión
económica experimentada durante el quinquenio 1981-1985 y plasmada en un constante
desabastecimiento de bienes de consumo y la insuficiente producción de alimentos
básicos como pan, leche o carne.
En el seno del Partido se siguió una política de promoción de toda una nueva
generación de cuadros a los más importantes órganos colegiados aprovechando la
muerte de algunos de sus miembros o forzando la dimisión o retirada de otros.
A esta crisis institucional, se unió una crisis económica de una gravedad creciente,
ignorada en los medios occidentales. La productividad estaba bajo mínimos y la ausencia
de inversiones hacía previsible un deterioro futuro aún mayor. Un dato significativo de la
economía colectivizada soviética era el hecho de que el 3% de la tierra que pertenecía a
propietarios privados producía el 25% o incluso el 50% del total en determinados
alimentos básicos. El futuro socioeconómico se presentaba negro, teniendo en cuenta
además las innovaciones tecnológicas que apuntaban en el mundo. Un país con
poquísimos teléfonos y en donde las fotocopiadoras estaban sujetas a un estricto control,
no estaba en condiciones de enfrentarse con la revolución informática en curso. De ahí la
necesidad imperiosa con la que se acogieron las reformas de Gorbachov.
A pesar de tener sobre el papel más poder que nunca, Gorbachov, en otoño de
1990, empezaba a mostrar una debilidad extrema, provocada en parte por las renuncias
históricas a la que Moscú se había visto forzado por el sorprendente y rápido proceso de
hundimiento de las democracias populares del Este, y la desintegración acelerada del
imperio soviético por los sucesivos enfrentamientos interétnicos.
Sobre las ruinas de la antigua Unión Soviética, se levanta quince nuevos Estados:
la Federación Rusa, Ucrania, Bielorrusia, Armenia, Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán,
Tadzjikistán, Kazajstán, Kirguizistán, Moldavia, Estonia, Letonia y Lituania.
Pero uno ocupa una posición hegemónica: la Federación Rusa. En efecto, los
rusos no sólo son hegemónicos en la mayor parte del territorio, sino que igualmente son
mayoritarios en numerosas repúblicas y regiones en las cuales las poblaciones
autóctonas tienen muchas veces un peso reducido. A pesar del "polvorín caucásico" y de
la independencia declarada en el Tatarastán, la Federación Rusa en general no se ve
amenazada de explosión por razones étnicas o religiosas. Aquí el peligro es otro. A la hora
de las reivindicaciones de soberanía, el comportamiento territorialista predomina,
máxime teniendo en cuenta que los problemas institucionales y de propiedad se
encuentran aún en suspenso. La tentación para limitar la intervención del centro y ejercer
un control sobre las riquezas naturales del país es bastante fuerte. En un momento en
que en Rusia nada parece estar definitivamente establecido en el plano de la soberanía y
de las libertades, y mientras que el mercado sigue siendo incapaz de regular una
economía abiertamente en crisis, la existencia de soberanías particulares, su extensión, e
incluso su creación, son a ojos de más de una región la única garantía de supervivencia.
Así, a fin de evitar una total pérdida de autoridad del Estado central, la Federación Rusa
deberá idear un nuevo tipo de relaciones, respetando la diversidad nacional y la
complejidad institucional de sus 17 millones de kilómetros cuadrados.
Pero aparte de los problemas territoriales, los rusos, tras la defunción de la URSS,
se tuvieron que enfrentar a partir de febrero de 1992 a una reforma de colosales
ambiciones y de métodos mal definidos. Rodeado de consejeros occidentales deseosos de
experimentar in vivo las teorías aprendidas en Harvard, así como de jóvenes economistas
aún bajo el influjo del voluntarismo ideológico de la era soviética (la "economía de
mercado" en 500 días, el rublo como moneda exclusiva de referencia, etc.), el presidente
Boris Yeltsin, planteó el formidable desafío: romper definitivamente con un sistema
moribundo, tranquilizar a Occidente respecto a su voluntad democrática y poner en
marcha una política económica antipopular en sí misma, aparte de los irremediables
daños que implicara para su propia popularidad. La llamada "terapia de choque" que no
dudó ni un momento aplicar tuvo como primera consecuencia la transformación de
ciudades industriales enteras en zonas catastróficas y la agudización de los egoísmos en
regiones y repúblicas. Egor Gaidar, primer ministro en funciones durante 1992, pagó el
precio de la impopularidad. Boris Yeltsin parecía interrumpir la carrera del ultralibera lismo
económico... Hasta que, en otra de sus idas y venidas, el nuevo movimiento de Gaidar
como viceprimer ministro, el 18 de septiembre de 1993, resituaba las cosas en su sitio.
Elegido para un mandato corriente hasta junio de 1996, en 1992-1993 Boris Yeltsin
ha plantado los jalones para llegar a una "República presidencialista", de corte
marcadamente autoritario. Por lo demás, lo cierto es que la Federación Rusa, al no
haberse producido una explosión a lo yugoslavo, a pesar de sus vivas tensiones, por
ejemplo, con una Ucrania ferozmente independentista, lograría mantener en todo caso
una cierta coordinación entre los socios de la ex URSS.
En un espacio en que, tras siglos de vida común, los trazados de fronteras parecen
muchas veces simbólicos, cualquier separación puede resultar peligrosa. Para economías
integradas hasta un grado caricaturesco, la sincronización de las reformas y opciones
monetarias son realmente esenciales, aunque otras muchas cuestiones exijan soluciones
urgentes: problemas estratégicos y poder de decisión nuclear, futuro de las fuerzas
armadas, fronteras, minorías étnicas.
Todo este proceso, como ya hemos dicho, hubiera sido impensable sin los cambios
que Gorbachov estaba liderando en la URSS.
En todos estos países se inició una dura transición hacia la economía de mercado
que los sumirá en una profunda recesión económica con graves repercusiones sociales.
Como ejemplo claro de desenlace bélico, Yugoslavia, un país que ya contaba con
un modelo comunista propio pero que careció siempre de una articulación nacional
cohesionada: croatas, montenegrinos, albaneses, eslovenos y otros, habían cuestionado
en todo momento el futuro de un Estado unitario, recelosos de las aspiraciones
hegemónicas serbias. Al morir en 1980, Tito dejaba uno de los países más abiertos del
área, pero con un futuro incierto tanto en el plano económico como en el político.
Yugoslavia se convirtió en una federación de seis repúblicas y dos provincias autónomas
en las que se reconocían seis naciones (considerados los pueblos fundadores del país) y
una multitud de "nacionalidades" (equivalentes a minorías nacionales)10.
Cada república es prácticamente multirracial 11. Este frágil sistema no podía durar
10
Las nacionalidades más numerosas eran los albaneses, los húngaros, los gitanos, los
búlgaros, los rumanos, los turcos y los eslovacos.
11
Bosnia-Hercegovina, poblada esencialmente por musulmanes, serbios y croatas.
Croacia, donde los croatas son mayoritarios.
Macedonia, donde viven macedonios (67%) y albaneses (19%).
mucho. Los temores de las demás repúblicas al resurgimiento panaserbio eran cada vez
más grandes, hasta que el conflicto estalló el 27 de junio de 1991. Desde entonces ha
pasado por varias fases sin que Europa haya sido capaz de pararla.
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
5. P E R S P E C T I V A S
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
Cierto que hubo un cambio radical de régimen, puesto que una monocracia se
transformaba en democracia, concluyendo así un singular período histórico. Pero también
es verdad que no se ha dado un elemento que siempre acompaña a una revolución: una
clase social claramente beneficiaria y unos perdedores.
Los obreros de la antigua URSS y de la Europa central y oriental son hoy los
grandes perjudicados de las revoluciones de 1989, amontonados en bastiones de una
industria pesada ya obsoleta y muy difícil de reconvertir o privatizar. Pero, ¿quiénes serían
entonces los ganadores de esta revolución? ¿una mítica clase media? La falta de actor
central generaría dos fenómenos intrínsecamente unidos. Por una parte, la usurpación de
la ex nomenklatura del papel central de "beneficiario" durante un período de transición
iniciado antes de 1989, y su posible posicionamiento como uno de los grupos estructura-
les de una futura clase de propietarios; por otra parte, la demonización de esa misma ex
nomenklatura, en nombre de la misma realidad, la de que sólo ella se habría beneficiado
con la revolución efectuada. Así, la revolución anticomunista resulta ser una grava
paradoja: sus beneficiarios no son quienes teóricamente debieran serlo, mientras que
quienes teóricamente deberían haber perdido sus situaciones de privilegio, se colocan en
excelente posición. Este planteamiento lleva a la conclusión de que la revolución habría
sido simplemente manipulada.
Forjado a lo largo de años, el mito del Homo soviéticus tomaba por realidad lo que
era fachada: el éxito del bienestar en el Estado socialista. Pero la ruptura creó otro mito
que se superpone al primero: el de poder vivir, de la noche a la mañana, en un sistema
liberal y de abundancia. Lo que algunos autores denominan "enfermedad infantil del
postcomunismo", a saber, la confianza en el capitalismo utópico, la fe en que el mercado
libre arreglará todos los problemas. Pero las dificultades relativas al abandono del sistema
económico del tipo soviético reactivan la fuerza del primer mito. Así, cuanto más se aleja
la ruptura revolucionaria, más van oponiéndose las poblaciones a los proyectos de
privatización y, por tanto, a las reformas, es decir, a la salida del sovietismo. Porque una
de las contradicciones de la transición post-comunista es reforzar el mito del Estado
Providencia: anti-utopía que destruye la legitimidad revolucionaria de la utopía liberal.
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
6. B I B L I O G R A F I A
───────────────────────────────────────────────────────────────────────────
* Pierre Leon: Historia Económica y Social del Mundo. vol 5. Madrid, 1978.
* Colección Historia del Comunismo. Aventura y ocaso del gran mito del siglo
XX. Publicada en la edición dominical del periódico El Mundo.
* El Estado del Mundo. Anuario económico y geopolítico mundial. Ediciones de los
años 1989-1994. Akal.
12
Esta es sin duda la obra más completa, puesto que abarca el proceso revolucionario en
todas sus vertientes: economía, sociedad, política e instituciones. Casi todos los autores se
remiten a la obra de Carr.