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ta ifiu s i ; c r e y r fc

Oos aproximaciones
al proble :
de la dialétiea
c (le una auto-elección originaria,
l¡d, y ésta tiene lugar siempre en
ii' la vuelve posible, en un marco
V y acontecimientos naturales, tanto
La forma social natural implica
sujeto consigo mismo, en el que
: autoafirmación como garantía de
< un compromiso de mantener y
en que logró su trans-naturaliza-
nicial que hizo de aquello que del
asumido y potenciado y de aquello
reprimido. Desde su versión mis

!L¡SKt ZhZ S“tíad,t I«IT“n de, r


: siones más complejas y reelabora- la reahdad ^ apllCaC)on u™jersal para el conocimiento dé
>il atraviesa por una historia que
les y traiciones a este compromiso
heoder las peculiaridades de lo cosa m im a allí donde laP¡6
gica formal fracasa de modo irremisible por su aceptación del
. do en que la trans-naturalización principio de no contradicción. La id e n tifica cS ' heTelian !
de concreción a la “ forma natu- j ‘ !?1Ca y oncología se encuentra presente en buena parte de
iCción social, examinar lo que acón- M stórT cT ^ r Í nn' 6n ' i PersPectiva del materialismo
. ismno, tanto práctica como semió- nstonco, por lo que se pasa de sostener una hipótesis onto
i no es solamente libre en abstracto opea como la de q„c •'toda, las cosas ,¡e„c„ c o E S t a S
con un proyecto peculiar de hu- internas que provocan su movimiento y desarrollo” a soste ¡
11ro conjunto de notas, complemeu- ner que asumir esa hipótesis obliga a compremeterse con una
lógica excluyeme del principio de no contradicción S i t e «
conclusión que permiten sacar es- mar f . ^ i d a s , habría que empezar por afir
. ámente que, según ellas, el concep- • n l que !a ^alectica no es en manera alguna una lógica v !
no hay método general de aplicación universal” * ¡
¡ discurso de Marx en E l Capital no
INo solo los panegiristas han dado lugar a numerosos mal
i o paradisíaco de existencia del ser
biesc sido expulsado por su caída detractóles Así n T ™ “ "l ]apdialéctica’ sino también sus
uetractores. Asi por ejemplo, Popper responde la pre-unta
la vida mercantil y capitalista. La
u existencia humana que el comu-
' í de su sujeción a la “ tiranía de!
q” ™ i
i conflictiva, desgarrada; tanto Is
1 1 son posibles en ella. Su liberación sentido6^ dí Hi e Ul l ^ n o ) ^ ’ fj
unido angelical, sino la entrada en
I ser humano viviría él mismo su no— a u e T ad ~ mUn esPecÍa,mente el Pensamiento 'huma-
q e se desarrollan de una manera caracterizada por
ahora, un drama ajeno que lo sa- lo 3« se llama la triad, dialcc.ic: „s is , a J S ‘ Z
( amina, sin que él pueda interve-
icción. í |I
Identificar la dialéctica con la tríada hegeliana conduce a
m tiirlichen Ursachen <Icr Wirlschajtsgt- peí der de vista los aspectos fundamentales del conjunto de
¡ulwissenschaft und Sozialpolitik, Tüb¡>

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S: la?í b¿SÚ! r
la

madamente ambiguo y confuso” .4 Ambigüedad y confusión sea una oposic’ón “ no contradictoria''


tesis habitualmente englobadas bajo ese rubro. Ln la mayoi léctica.®
provienen del hecho de que se emplea en forma recurren»
parte de los desarrollos contemporáneos se está muy lejos de el mismo vocablo ( “ contradicción” ) inclusive cuando debie­
reducir la dialéctica a la afirmación de que el desarrollo del La “ oposición real” no es contradict
ra echarse mano de otros términos: conflicto, oposicion. Si se,
pensamiento (o de cualquier otra entidad) se caracteriza por utiliza el vocablo “ contradicción” en el sentido estricto de ¡a ^adicciones aparecen
. en el ámbito del„
un proceso triàdico. lógica las contradicciones pertenecen de manera exclusiva ¿ «¡mentó, no en la realidad factica. H
ámbito del juicio y ocurren sólo en el pensamiento y el las- eos sin embargo, en una pura ".uestiói
euaie El lugar de la contradicción — podría decirse par»- impide, es obvio, utilizar el término “ (
frase-indo a Aristóteles— es el juicio. En este sentido, pues, ntido diferente al definido en lógica,
Para tener una idea de la dialéctica capaz de deseinpeñai en el mundo fáctico no hay contradicciones. Por ello escribe «instituir una fuente de: equívocos, nad¡
algún papel en la tarea cognoscitiva es preciso, ante todo, so de un mismo vocablo con sentidos
despejar los equívocos que resultan de suponer que conduce Adjukiewicz:
ks contextos teóricos. Si se emplea ese
a una nueva teoría lógica. ¿Cuál es el motivo en c u y a virtud I cierta forma de oposición real, ello -i
muchos han creído que la aceptación de las tesis basteas de el principio de no contradicción excluye la posibilidad «fe;
que dos proposiciones opuestas y contradictorias puedasj alguna en lógica; en particular, ello
la dialéctica obliga a rechazar teorías de la lógica iorm al. ¿abandono del principio de no contr c
'lodo parece girar en torno al asunto de la contradicción, como simultáneamente ser verdaderas. .De esta manera el pna-
cioio excluye la posibilidad de que puedan existir en rea* FJ propio
_ Collctti. distingue- la opbsici
-
si el reconocimiento de contradicciones en el mundo fuera
íidad datos tácticos contradictorios y, por tanto, de q * ^ c o n t r a d ic t o r .« i « r el hecho de que
incompatible con el principio de no contradicción de la lógi­ *lo
ca tradicional. Este principio, sin embargo, simplemente pos­ algo pueda ser de cierto modo y al mismo tiempo no Mi­
á unidad de los opuestos y es só’o en c
tula que dos enunciados contradictorios no pueden ser ambos de ese modo.
Jad
verdaderos y no hay incompatibilidad alguna entre la acep­ n, en cambio, ca la polo subsiste por sí
tación de este principio y el reconocimiento de las contradic­ Esto no significa, por supuesto, que el principio de W
le ser referido ai otro. Tal vez se puede
ciones en el mundo. No se requiere una lógica sui generis contradicción niega las oposiciones, conflictos, tendencias coiK
*~~o--------- x ; ___ 1 ioc rll5,; áón con mayor claridad introduciendo!
para desarrollar teorías que den cabida a las contradicciones trapuestas, etcetera, q u e puec e ía er en , u; ' «¡ación intrínseca y relación extrínseca,
existentes en el mundo. les — para evitar ambigüedad y confusion— no debieran >
nominarse “ contradicciones” . Una relación e: trínseca entre dos e: ti
La lógica propiamente dicha, o sea, el conjunto de las teo­ De ahí que Colletti se haya esforzado en aclarar cada una de ellas puede y en ciertas
rías lógicas, 110 tiene asunto o materia aparte de los con­ usan correlaciones, por ejemplo— deot
ceptos, las proposiciones y las teorías en general La lógica el problema de la diferencia entre “ oposición real” y “coa-i independiente de la otra i . . . ] [en u
es una armazón a priori que sirve tanto para la matema- tradicción dialéctica” . Ambas son casos de oposición, pm : ca, por el conbario, los miembros c e
tica como para la física o la sociología.’ son de índole radicalmente distinta. La “ oposición real” (•: una unidad] nó ! f’funcionan” ni “ e ;;i
“ contrariedad” de opuestos incompatibles) es una oposs mente, sino sólo eh relación con el otn
Esta descripción puede prolongarse señalando que esa ar­ ción “ sin contradicción” . No viola los principios de id »
mazón sirve tanto para teorías que admiten la_ presencia de tidad y no contradicción y, por tanto, es compatible cw
No resulta difícil encontrar en las cíe
las contradicciones en el mundo como para teorías que recha­ la lógica formal. La segunda forma de oposición, por «i
de oposición real contradictoria,
zan dicha presencia. Si se recoge la indispensable distinción contrario, es “ contradictoria” y da lugar a una oposi"
que mantienen lina relación intrín- •*
entre lógica y ciencias fácticas, entonces no hay motivo para dialéctica. Los marxistas nunca han abrigado ideas d| oposición real nO contradictoria, o í
suponer que la obligación de éstas de lidiar con las al respecto. En la abrumadora mayoría de los casos ni guardan una relación extrínseca.
dicciones conlleva la necesidad de abandonar principios tra­ quiera han sospechado que se trata de dos oposiciones
Despejada la confusión entre contiadi
dicionales de la lógica y abrir paso a una supuesta lógica día- que son de naturaleza radicalmente diferente. En los rsr
in real de carácter contradictorio, j
lcctira • • i casos en que este hecho ha sido advertido, su significa' ti en que todas ¡as oposiciones traba j
Ahora bien, ¿se puede hablar de contradicciones en el fue malentendida y la “ oposición real” ha sido considei
mundo? No hay duda de que “ el termino contradicción se también como ejemplo e instancia de la dialéctica, au
* L Colletti, “ Marsism and the liialect
usa habitualmente en la literatura marxista de modo extre- IÎ5, octubre de 1975, pp. 3-4.
[•Joachim Israel, The Laftguage of fíich -í
a Mario ltungc, Materialismo y ciencia, cd. Ariel, Barcelona, 1981,
i Galvano delln Volpe. “ Clave de la dialéctica histórica” en Prm
mus actuales de la dialéctica, ed. Comunicación, Madrid, 1971, p. 1
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P(üe^,-]'1 0 7 0, pp. 13
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p. 76.
} iluso” .'1 Ambigüedad y confusión sea una oposición “ no contradictoria” y, por tanto, no dia­ lismo histórico son de carácter no contradictorio? El motivo
ic se emplea en forma recurrente léctica.5 se encuentra, al parecer, en la voluntad de enfrentar la pro­
dicción” ) inclusive cuando debic- longada y lamentable tradición marxista según la cual una
i -i minos: conflicto, oposición. Si se La “ oposición real” no es contradictoria porque las con- concepción dialéctica de la realidad social obliga al abandono
: cción” en el sentido estricto de la sücciones aparecen en el ámbito del lenguaje y el pensa­ del principio de no contradicción. Por ello escribe: “ el mar­
pertenecen de manera exclusiva a! miento, no en la realidad fáctica. Hasta aquí nos move­ xismo puede ciertamente seguir hablando de conflicto*- y de
i sólo en el pensamiento y el leu- os sin embargo, en una pura cuestión de palabras. Nadie oposiciones objetivas, sin verse forzado a declarar la guerra
i tradicción — podría decirse para :pide, es obvio, utilizar el término “ contradicción” en un al principio de no contradicción y romper así con la ciencia” .
■s el juicio. En este sentido, pues. itido diferente al definido en lógica. Si bien esto puede En la medida, sin embargo, en que reconocer opuestos ei
\ contradicciones. Por ello escribe astituir una fuente de equívocos, nada tiene de extraño el una relación intrínseca (a diferencia de las oposiciones entre
í de un mismo vocablo con sentidos distintos en diferen- entidades envueltas en una relación de exterioridad) no imi- !
i contextos teóricos. Si se emplea ese vocablo para referir plica tal declaración de guerra ni tal ruptura, no queda clara
adicción excluye la posibilidad de áerta forma de oposición real, ello no tendría consecuen- la argumentación orientada a descalificar la oposición real
¿puestas y contradictorias puedan ¡alguna en lógica; en particular, ello no desembocaría en de carácter contradictorio. El justificado esfuerzo para elimi­
■ (laderas. De esta manera el prin- abandono del principio de no contradicción. nar la confusión de lógica y dialéctica no debiera llegar ? !
ciad de que puedan existir en rea- El propio Colletti distingue la oposición contradictoria de extremo de anular la posibilidad de distinguir opuestos en una
itradictorios y, por tanto, de que no contradictoria por el hecho de que en la primera cada relación intrínseca y en una relación extrínseca.
* modo y al mismo tiempo no ser lo de la oposición implica la relación con el otro, esto es,
unidad de los opuestos y es sólo en el interior de la uni- m
J que los polos se oponen. En la oposición no contradicto-
i,en cambio, cada polo subsiste por sí mismo, sin necesidad Además de rechazar la idea de que la dialéctica es una
supuesto, que el principio de no teoría lógica, deben denunciarse también los frecuentes abu- j
iser referido al otro. Tal vez se puede describir esta distin-
isiciones, conflictos, tendencias con- sos cometidos en nombre de un supuesto materialismo dialéc­
á con mayor claridad introduciendo la diferencia entre
uede haber en el mundo, las cua- tico. En efecto, la idea de que los principios de la dialéctica
dad y confusión— no debieran de- ación intrínseca y relación extrínseca.
son de aplicación universal, lejos de contribuir a la mejor
Una relación extrínseca entre dos entidades existe cuando^ comprensión del proceso de producción de conocimientos, ha
iaya esforzado en aclarar servido para introducir mayores dificultades en el esclarecí- '
:ada una de ellas puede y en ciertos casos —-cuando se
asan correlaciones, por ejemplo— debe ser concebida como miento de las peculiaridades del método dialéctico tal como ¡
ncia entre “ oposición real” y “ con- independiente de la otra- [ . . . ] [en una relación intrínse­ éste opera en el campo de las ciencias sociales. No se trata !
wnbas son casos de oposición, pero ca, por el contrario, los miembros de la relación forman de un método de análisis cuya eficacia pueda postularse para
. nte distinta. La “ oposición real” (o ana unidad] no “ funcionan” ni “ existen” independiente­ toda investigación posible sin importar cuál es el horizonte
‘síos incompatibles) es una oposi- mente, sino sólo en relación con el otro.® de estudio. La dialéctica materialista no ha tenido jamás otro
” . No viola los principios de iden- objeto de análisis que el proceso histórico-social. La preten­
>ri y, ]>or tanto, es compatible con sión de que las famosas leyes de la dialéctica son válidas para
No resulta difícil encontrar en las ciencias sociales ejem-
»runda forma de oposición, por el cualquier objeto en el universo proviene más de la obsesión
55 de oposición real contradictoria, es decir, entre entida-
toria” y da lugar a una oposición por convertir el materialismo histórico en una “ concepción:
<que mantienen una relación intrínseca y, también, casos
i< nunca han abrigado ideas claras del mundo” que del ejercicio efectivo del método dialéctico j
oposición real no contradictoria, o sea, entre entidades
niadora mayoría de los casos ni si- en la actividad científica. Si se recuerda la formulación de
:e guardan una relación extrínseca.
(|uc se trata de dos oposiciones y Engels según la cual “ el método dialéctico no es otra cosa
Despejada la confusión entre contradicción lógica y opo-
i adicnlmcntc diferente, I'.ti los raros más que el método histórico” , o la afirmación lukacsjana dei ^
ión real de carácter contradictorio, /.por qué insiste Col-
i lia sido advertido, su significación (pie el método de Marx “ es histórico en su esencia mfis pro­
ji en que todas las oposiciones trabajadas por el materia-
oposición real” ha sido considerada funda” , entonces la llamada dialéctica de la naturaleza se¡ !
i- instancia de la dialéctica, aunque muestra sin sentido. Sobre todo después de la oficializacicjn
: L Colletti, “ Marxism and the Dialectic” , en New L ejt Review,
del marxismo como filosofía de Estado en la Unión SciyiéticáJ ¡
93, octubre de 1975, pp. 3-4.
ave de ]a dialéctica histórica” en Proble- 1Joachim Israel, The l^inguage o/ Dúilectics and the Dialectics o)
se impuso la tendencia a ver en la dialéctica un conjunto de
c<i. Omiunicación, Madrid, 1971, p. 133. nguage, The Harvester Press, 1979, pp. 83-84. tesis generales cuyo objeto son “ todas las cosas” .
entidades que intervienen en esa rea!: d. La determinación polico? Los ejemplos pueden multiplicara- c
M aspecto esencial de esta tendencia consiste, primera­ de si esos conceptos son susceptibles de aplicación en otra* apuntalar la idea central del método hist¡:>r
mente, en pretender constituir la dialéctica materialista en realidades es una cuestión empírica que se resuelve a partir de que las uniformidades de la vida social
una ciencia cuyas “ leyes” generales, o bien fundamentan la de los análisis correspondientes. Así pues, restringir la efi­ ciertos periodos culturales o históricos.
explicación materialista de la historia L••■J °_ 1(i11 sf cacia explicativa de la teoría a cierto periodo histórico a
pueden aplicar, entre otros campos de aplicación. La idea El discurso del materialismo histórico el*1j:
una peculiaridad del método dialéctico. Popper capta esta pe­ «ste principio metodológico y el abandono ic
y la enumeración de las “ leyes de la dialéctica , son esen­
culiaridad del método histórico y señala que este jecuencias para la teoría. Así, por ejempL
ciales a esta tendencia.7
reces repetida de que es el desarrollo de Sai
sostiene que el método de generalización es inaplicable a tívas lo que conduce a situaciones donde i n
Sin embargo, si el método dialéctico es pertinente para el
la ciencia social y que no debemos suponer que las unifor­ íe las relaciones de producciói. se vuelve i
conocimiento de la historia, ello no se debe a que también midades de la vida social sean invariablemente válidas i &ye un ejemplo de teoría sociológica que í:
pueda ser aplicado en el análisis del proceso histonco sino,
través del espacio y del tiempo, ya que normalmente st 'importante para todos los periodos sooii.lt
por el contrario, al hecho de que encuentra aquí su lugar es­
aplican sólo a ciertos periodos culturales o históricos,’ m>puede ser mas deplorable, pues si bien js
pecífico de realización. Por ello el método dialéctico es el
método histórico. Ahora bien, en manera alguna es compren­ » rrecta para explicar h transición del f<u
Su objeción a este principio metodológico resulta liarte Slismo, en cambio aparece con valor incie;
sible de suyo qué es el método histórico. Popper, por ejem- e n d e b le : “ no parece haber ninguna razón por la que seamos
p!o, describe este método en términos insostenibles: Hegel jpiere emplear, por ejemplo, para dar cuenít
incapaces de formular teorías sociológicas que sean impor­ id capitalismo a otras formas de organiza d
fue uno de los inventores del método histórico, fundador e
tantes para todos los periodos sociales .10 Sin embargo, mst «mera, es sólo parcialmente aceptable la á
la escuela de pensadores que creen que al describir histórica­
allá de vagas generalizaciones, casi siempre apoyadas en d Innge:
mente un proceso se lo ha explicado causalmente [_•••J a supuesto de una naturaleza humana inmutable, poco o nads
sociología de Marx no sólo adoptó de Hegel la idea de que puede aparecer en una teoría sociológica ^con pretensión ex­
su método debe ser histórico y que tanto la sociología como los principios de la dialéctica no constituí
plicativa “ para todos los periodos sociales” . ficiente para una teoría general del cambii
la historia deben ser teorías del desarrollo social, sino tam­ Lo que Hegel llamó “ metafísica” en oposición a la 'dia­ ría moderna del cambio tendría que ser n
bién la idea de que es menester explicar este desarrollo en
léctica” , denominaciones que después recogió el materialista sa, explícita y completa que la dialéctica 1
términos dialécticos” .8 No puede atribuirse al método histó­
histórico, sólo es un sistema conceptual que no tiene en cuentt f
rico la idea de que la descripción histórica de un proceso es
las transformaciones y el desarrollo y, por eso, concibe If
en sí misma su explicación causal y líneas mas adelante alu­ Tiene razón eñ el señalamiento de que los
realidad como algo estable y estático. No hace falta a
dir al principio metodológico según el cual es menester ex­ léctica consagrados por el marxismo ofic s
a la filosofía hegeliana de la identidad, es decir, no es w
plicar el desarrollo social en términos dialécticos pues esta
nester postular la identidad de razón y realidad para conr \ ^ s e suficiente para una teoría general <
explicación es una forma de la explicación causal. Describir muestra ilusoria la expectativa de una tix
que las teorías sociológicas, políticas, económicas, etcél
históricamente un proceso no es, en efecto, explicarlo causal­ la del cambio, pues lo que el método II
son válidas — cuando lo son— para una determinada v
mente pero explicarlo en términos dialécticos si lo es. ja es la posibilidad misma de tal teoría 1
guración de la realidad social y que la aspiración a fo:
Una exigencia del método histérico-dialéctico es subsumir énsable una teoría geneial del rambio, por j
lar teorías sociológicas importantes para todos los pen
los conceptos e hipótesis del aparato teórico en las circuns­
sociales” se inscribe en esa perspectiva caracterizada con ioompleta que sea, susceptible de aplicatso'
tancias específicas de la situación histórica. No hay apropia­ lino que para un m¡smo periodo histói u
nombre de “ metafísica” . En efecto, ¿por qué una teoría
ción dialéctica de la realidad social sin esa refuncionalizacion usable una teoría general del cambio 'ope
las clases sociales pertinente para dar cuenta de la estrati
de los conceptos e hipótesis a partir de la apropiación de los tanto revoluciones políticas como cien i
cación en la configuración capitalista del mundo, habría
datos empíricos en una coyuntura histórica dada. Ln caso , o transformaciones Radicales en el qubha
ser igualmente útil para aprehender tipos de estratificad
contrario, fórmulas tales como “ la clase obrera es revolucio­ . formas de la religiosidad popular, et<vt r
propios de otras formaciones sociales? ¿P or qué una fe»
naria” , “ la religión es el opio del pueblo” , etcetera, devienen Así pues, conceptos e hipótesis de las
de los precios eficaz en el ámbito de la libre competencia
simples clichés falsos, frases hechas, sin valor cognoscitivo. Los í eternos y transhistóricos, sino que estíirt
dría que ser igualmente explicativa de lo que ocurre con
conceptos mediante los cuales se produce el conocimiento dia­
precios en un ordenamiento de la producción de tipo mi fciones históricamente determinadas y, per t
léctico de una realidad específica resultan del analisis de las fe históricamente limitados. No se trata :
historicidad de* la teoría, es decir, las o]
o K. R. Popper, La miseria del historicismo, ed. Taurus, Msí
^ E. íialibar, “ De nuevo sobre la contradicción” , en Teoría de la
1961, p. 60.
historia, ed. Terra Nova, México, 1981, p. 124. 10 Ibid., p. 128. I a M. Bunge, op.
8 K. K. Popper, op cit., p. 389.
a esa realidad. La determinación ólico? Los ejemplos pueden multiplicarse con facilidad para ciones observables a través del desarrollo del conocimiento,
sceptibles de aplicación en otras juntalar la idea central del método histórico en el sentido sino también la historicidad de la cosa misma.
mpírica que se resuelve a partir *que las uniformidades de la vida social se aplican sólo a
ntes. Así pues, restringir la efi- :ertos periodos culturales o históricos. Categorías y conceptos tienen que ser analizados en térmi­
ía a cierto periodo histórico es El discurso del materialismo histórico deja a veces de lado nos de su anclaje histórico, de sus relaciones con 1&3 con­
. dialéctico. Popper capta esta pe- <teprincipio metodológico y el abandono acarrea graves con- diciones “ materiales” existentes [ . . . ] además, las teorías
ico y señala que éste suencias para la teoría. Así, por ejemplo, la idea tantas de los sistemas sociales no pueden ser formuladas indepen­
ices repetida de que es el desarrollo de las fuerzas produc­ dientemente y /o antes de cierto nivel de desarrollo de la
e generalización es inaplicable a ías lo que conduce a situaciones donde una transformación sociedad misma. El análisis marxiano del sistema fcapita-
debemos suponer que las unifor- ; las relaciones de producción se vuelve inevitable, consti- lista no podía haberse elaborado antes de que el propio !
1 sean invariablemente válidas a ¡ye un ejemplo de teoría sociológica que ha pretendido ser capitalismo estuviese suficientemente desarrollado las
! tiempo, ya que normalmente se aportante para todos los periodos sociales” . El resultado cosas parecen ser diferentes en las ciencias naturalep. Así.
i iodos culturales o históricos.9 ) puede ser más deplorable, pues si bien esa idea es tal vez la ley newtoniana de la gravedad podía, en principio, ha­
irrecta para explicar la transición del feudalismo al capi- ber sido formulada antes. . . la teoría inarxiana dei capi­
í cipio metodológico resulta harto jismo, en cambio aparece con valor incierto cuando se la talismo no podía, en principio, haber sido formulada ínucho
íinguna razón por la que seamos liere emplear, por ejemplo, para dar cuenta de la transición antes ni en un contexto cultural distinto.12
¡ ías sociológicas que sean impor- ti capitalismo a otras formas de organización social. De tal
i os sociales” .10 Sin embargo, más añera, es sólo parcialmente aceptable la argumentación de Esta tesis requiere, tal vez, mayor precisión: el principio j
. íes, casi siempre apoyadas en el ange: de la gravitación universal formulado por Newton no podría I
humana inmutable, poco o nada haberse concebido antes de los trabajos teóricos de Cdpérhi- |
ía sociológica con pretensión ex- los principios de la dialéctica no constituyen una base su­ co, Galileo, Kepler y Descartes, pero aquí sólo el desarrollo
s riodos sociales” , ficiente para una teoría general del cambio [ . . . ] una teo­ del conocimiento aparece como condición de posibilidad de
tafísica” en oposición a la “ dia- ría moderna del cambio tendría que ser mucho más preci­ nuevos conocimientos; en las ciencias sociales, en cambio,
jí después recogió el materialismo sa, explícita y completa que la dialéctica.11 hacen falta no sólo las formulaciones teóricas de Adam Smith !
i conceptual que no tiene en cuenta y David Ricardo para que el concepto “ plusvalor” sea pensa-
¡esarrollo y, por eso, concibe la ble, sino que también el despliegue de las relaciones Capita­
Tiene razón en el señalamiento de que los principios de la
y estático. No hace falta adherir listas de producción es condición de posibilidad de la cons­
ialéctica consagrados por el marxismo oficial no constituyen
ía identidad, es decir, no es me- trucción de ese concepto. El método dialéctico es método
ja base suficiente para una teoría general del cambio, pero
de razón y realidad para concluir histórico precisamente porque asume la historicidad de l^t cosa
¡muestra ilusoria la expectativa de una teoría general mo­
, políticas, económicas, etcétera, misma, atiende al hecho de que ésta se presenta bajo la forma
na del cambio, pues lo que el método histórico-dialéctico
i— para una determinada confi- de proceso.
iega es la posibilidad misma de tal teoría. No sólo es im-
al y que la aspiración a “ formu- La crítica metodológica de Marx a la economía política
rnable una teoría general del cambio, por precisa, explícita
i ortantes para todos los periodos clásica descansa en la objeción de que si bien su “ método
completa que sea, susceptible de aplicarse a todas las épo-
■j perspectiva caracterizada con el analítico” , como él lo denomina, arroja conocimientos ¡indis-;
s, sino que para un mismo periodo histórico es igualmente
’ i efecto, ¿por qué una teoría de pensables para la captación del proceso real, no obstantj? car­
ipensable una teoría general del cambio operativa para ana-
: r : para dar cuenta de la estratifi- ga con una insuficiencia metodológica fundamental^ por
ar tanto revoluciones políticas como científicas, por ejem-
capitalista del mundo, habría de cuanto acepta los resultados del proceso histórico como algo
í, o transformaciones radicales en el quehacer artístico, en
¡ irehender tipos de estratificación naturalmente dado y procura dar una explicación de sik sen­
¡:s sociales? ¿P or qué una teoría
sformas de la religiosidad popular, etcétera.
Así pues, conceptos e hipótesis de las ciencias sociales no
3
tido pero no de su carácter histórico. Para ir más allá <e esa;
nbito de la libre competencia ten- deficiencia es menester una elaboración teórica capaz de ex­
5 eternos y transhistóricos, sino que están referidos a con­ poner la génesis y las diferentes fases del proceso de forma­
licativa de lo que ocurre con los
dones históricamente determinadas y, por tanto, están tam-
de la producción de tipo mono- ción de la cosa. No se trata de sustituir la explicación causal
ín históricamente limitados. No se trata sólo de afirmar
por la descripción histórica sino de integrar esa explicación ¡
historicidad de la teoría, es decir, las obvias transforma-
rlel historicismo, ed. Taurus, Madrid, en una visión procesal de la realidad social. Por trivial que

!1 M. Bunge, op. cit., p. 80. 12 J. Israel, op. cit., pp. 77-78.


nes de ese aspecto en la estructura compleja de la cual forma luz de alguna generalización (tácita o t
esta propuesta metodológica pueda parecer, lo cierto es que
con frecuencia las teorías sociales y los estudios de caso parte. _ I de los sucesos de este tipo [ . . . ] los histo
En otras palabras, la dialéctica asume que la realidad social den abordar tal suceso como un todo úni o
dejan de lado la dimensión histórica.
se presenta no sólo bajo la forma de proceso, sino tambiér primero analizarlo en una serie de “ /»a, t(
bajo la forma de sistema. El objeto teórico de la historiogra­ constituyentes. Frecuentemente se emprendí
IV
fía no es, desde la perspectiva dialéctica, el agregado o suma poner de relieve características “ globaler*’
La dialéctica es, ante todo, una opción metodológica sus­ de las acciones humanas, sino la serie de transformación« como resultado de la particular combina
tentada en el punto de vista de la totalidad, es decir, lyia del sistema social. Concebir la realidad social como totalidad nentes que el análisis trata de especificar.'
opción opuesta a la derivada del atomismo ontológico, frente significa concebirla como conjunto de entidades interrelado- mario de la tarea aei historiador, sin en ib
al cual se postula la mayor fertilidad explicativa de los su­ nadas e interdependientes. Los filósofos dialécticos formula» por qué esos componerfea estuvieron prest !
puestos Mitológicos de carácter bolista. El punto de vista de a veces la idea de totalidad “ como idea de la interrelatícs y sólo puede lograr este objetivo a la luz
la totalidad nada tiene que ver, por supuesto, con la extrava­ de todos los acontecimientos del universo” .14 Tal universaliza­ generales (habitualmente tácitas) concerní
gante exigencia de que la investigación debe abordar todas ción del punto de vista de la totalidad — ocurre otro tan!» de las condiciones c i las cuales esos comriq!
las entidades involucradas en el objeto de estudio. Tal vez no con la universalización del principio de contradicción— ter­ blemente aparecen.1®
sería necesaria esta aclaración, si no fuera por la extraña mina por disolver la propuesta metodológica en la más com­
objeción popperiana al holismo: pleta indeterminación. En efecto, no se avanza un solo pase En efecto, la explicación de un “ seceso :ceí
en el conocimiento de la realidad si se parte del supuesto de le la reforma protestante (es el ejemplo alud
los holistas historicistas — escribe Popper— afirman a me­
que “ todo está relacionado con todo” . La propuesta tiene aa- josa por la descomposición dé tal suceso en ¡
nudo, por implicación, que el método histórico es adecua­
tido sólo si es formulada para “ totalidades” determinada, jectos constituyentes y los enunciados general
do para el tratamiento de totalidades [ . . . ] pero esto no
donde pueda mostrarse que el estudio de factores aislada* an en la explicación están referidos precis
es posible porque la historia, como cualquier otra clase de
impide el tratamiento analítico adecuado. El método dial«* prtes y aspectos, pues no hay enunciados gei
investigación, sólo puede tratar de aspectos seleccionados
tico está expresamente pensado para el examen de los fenó­ Menta del suceso en cuanto tal como Un “ toi
del objeto por el cual se interesa. Es una equivocación creer
menos sociohistóricos y convertir sus postulados en princi­ área analítica no agota, sin embargo, el tril
que puede haber una historia en el sentido holista que re­
pios ontológicos generales lleva a fórmulas vacías. “La i<k® jno excluye la necesidad del enfoque dialécl
presente “ la totalidad del organismo social” o “ todos los
de un esquema general independiente del contenido especi­ ida vez que esas partes y aspectos tienten í
acontecimientos históricos y sociales de una época [ . .. ] ’
fico, esto es de las áreas específicas de estudio o de ‘total* pr sus peculiaridades intrínsecas sinb p>y Ja
una historia de esa clase no puede ser escrita. Toda historia
______ ^____ _No____
dades’ específicas, es un sin sentido en términos de Marx .* h de su combinación. .v , dar
es posible
escrita es la historia de un cierto aspecto estrecho de este
Así pues, el punto de vista de la totalidad sostiene que e eentos que
Bpntnc m ío Pconstituyen
r t n e t í t n v o « Jel
l “ suceso colecth o!.»'j v
desarrollo “ total” , y es de todas formas una historia muy
sistema social es una estructura compleja y que es un errar ¡determinación de los artecedemes causa e; i
incompleta incluso de ese particular aspecto incompleto que
considerar las entidades componentes de la estructura rom cada uno de ellos por separado, s ifo qtie t
se ha escogido.13 del sistema de relaciones en el que se inscriben. La Ínter® ás, establecer las conexiones1 mpdiante las, c
Sin embargo, debiera ser evidente que el punto de vista de ción de fenómenos en un sistema específico dado, constituy* aentos constituyentes se integran en el “ todo
el objeto de la construcción conceptual dialéctica, la cual pre­ Ifinitiva, es, por ejemplo, lu reforma fr¿|c
la totalidad nada tiene que ver con la creencia pueril de que
la investigación ha de incorporar “ todos los acontecimientos tende explicar los fenómenos por la vía de determinar m *do, si bien Nagel tiene razón al subrayar ■
históricos o sociales de una época” . Es trivial afirmar que lugar y papel en el sistema correspondiente. sunciados generales para esclarecer fas cortil
cualquier investigación historiográfica específica se refiere a El punto de vista de la totalidad se vuelve indispensaNf ¿ion de los componente^, ello no cancela la
un aspecto seleccionado del desarrollo total y que, aun así, el para la explicación de fenómenos sociohistóricos, a pesar áf ¡jar los vínculos entre ellos. No es lo mis/no
resultado es incompleto. A ningún holista se le ocurriría su­ que — como señala Nagel— partes constituyentes de un f suceso.colei ti
gerir «pie la explicación historiográfica pasa por el examen raramente es posible dar cuenta de un suceso colectivo es* nómenos considerados al margen de: un ris e
de todas las circunstancias, muchas de ellas irrelevantes, que un erado apreciable de complejidad considerándolo como W as. En la. historia . las conexiones caúsale? jio
configuran el aspecto estudiado. El holista afirma algo ente­ caso de un tipo repetido de sucesos y mostrando, luego,» fflntecimientos y situaciones tQUt court, sinó
ramente distinto a lo que Popper establece; la tesis del holismo dependencia de condiciones anteriormente existentes a h|-*ntos y situaciones que forman, liarte de í n
es en el sentido de que no puede explicarse un aspecto del Bvimiento (sistema en procesé). Tal es el f
proceso histórico sin tener en cuenta la serie de articulacio- 14 L. Geymonat, Ciencia y realismo, ed. Península, Barcelona, 19®,
p. 45. * E. Nagel, La estructura de la ciencia, ed. P:ú> ó
i t -, x . R. Popper, La miseria del historicismo, cit., p. 105. S. Meikle. op. cit. S4, p. 511.
I uI ■ -i.-
tructura compleja de la cual forma luz de alguna generalización (tácita o explícita) acerca que la narración historiográfica atienda tanto a la relación
de los sucesos de este tipo [. . . ] los historiadores no pue­ que se establece entre antecedentes y consecuentes como a lá
; léctica asume que la realidad social den abordar tal suceso como un todo único, sino que deben que se identifica entre la parte y el todo. De ahí la impor
a forma de proceso, sino tambicu primero analizarlo en una serie de “ partes” o “ aspectos” tancia decisiva del enfoque dialéctico para la explicación de
El objeto teórico de la historiogra- constituyentes. Frecuentemente se emprende el análisis para la historia.
; tiva dialéctica, el agregado o suma poner de relieve características “ globales” del suceso total Tal vez es la despreocupación de Nagel por el olivo mo | ¡
sino Ja serie de transformaciones como resultado de la particular combinación de compo­ mentó del trabajo explicativo, lo que lo lleva a una identifi­
i r la realidad social como totalidad nentes que el análisis trata de especificar. El objetivo pri­ cación demasiado apresurada de causas desencadenantes. En
conjunto de entidades interrelacio- mario de la tarea del historiador, sin embargo es mostrar oposición a un historiador (Gottschalk) quien sostiene la te­
, Los filósofos dialécticos formulan por qué esos componentes estuvieron presentes en realidad; sis de que “ la ‘causa inmediata’ no es realmente una causa;
I n) “ como idea de la interrelaciór» y sólo puede lograr este objetivo a la luz de suposiciones es simplemente el punto de una cadena de sucesos, tenden­
t is del universo” .14 Tal unlversaliza- generales (habitualmente tácitas) concernientes a algunas cias, influencias y fuerzas en el cual el efecto comienza a
¡ c la totalidad — ocurre otro tanto de las condiciones en las cuales esos componentes presumi­ hacerse visible” , Nagel establece una analogía entre el asesi­
principio de contradicción— ter- blemente aparecen.1® nato del archiduque Francisco Femando en Sarajevo en las
¿ icsta metodológica en la más cora* circunstancias prevalecientes en Europa en el segundp dece­
( efecto, no se avanza un solo paso En efecto, la explicación de un “ suceso colectivo” del tipo nio de este siglo, y los efectos de un fósforo encendido arro­
ealidad si se parte del supuesto de ; la reforma protestante (es el ejemplo aludido por Nagel) jado a un montón de combustible, para concluir que si la
( con todo” . La propuesta tiene sen- isa por la descomposición de tal suceso en sus partes o as- tesis de Gottschalk “ fuera correcta, sería un desatinó impe­
para “ totalidades” determinadas, dos constituyentes y los enunciados generales que se invo- dir a un individuo con un fósforo encendido que lo arroje
!ic el estudio de factores aislados 10 en la explicación están referidos precisamente a tales a un montón de combustible, ya que de acuerdo con el ra­
tilico adecuado. El método dialéc- ¡rtes y aspectos, pues no hay enunciados generales que den zonamiento sobre el cual se basa la afirmación se producirá
isado para el examen de los fenó- lenta del suceso en cuanto tal como un “ todo único” . Esta de cualquier forma una combustión” . Hay una diferencia
mvertir sus postulados en princi* rea analítica no agota, sin embargo, el trabajo explicativo fundamental, sin embargo, entre el montón de combustible
lleva a fórmulas vacías. “ La idea no excluye la necesidad del enfoque dialéctico totalizador, a que se refiere Nagel y el montón de combustible que era
idependiente del contenido especi- da vez que esas partes y aspectos tienen sentido no sólo Europa en 1914 . El primero no se inserta en una totalidad
específicas de estudio o de ‘totali- ir sus peculiaridades intrínsecas sino por la forma particu- ‘ donde intervengan también fósforos encendidos, cortocircui­
n sentido en términos de Marx” .15 ¡r de su combinación. No es posible dar cuenta de los d e ­ tos u otros factores capaces de producir una combustión, pero
ta de la totalidad sostiene que el tritos que constituyen el “ suceso colectivo” sólo en base a en el segundo caso sí estamos frente a una totalidad en mo­
ctura compleja y que es un error ¡determinación de los antecedentes causales que produjeron vimiento respecto a la cual el asesinato del archiduque no
imponentes de la estructura fuera cada uno de ellos por separado, sino que es preciso, ade- desempeña ningún papel causal y opera, en efecto, como su­
•n el que se inscriben. La interac* is, establecer las conexiones mediante las cuales esos ele­ ceso desencadenante. Entre un montón de combustible y el
sistema específico dado, constituye ctos constituyentes se integran en el “ todo único” que, en fósforo hay una relación de exterioridad que es precisamente
i conceptual dialéctica, la cual pre* ■íinitiva, es, por ejemplo, la reforma protestante. De tal lo opuesto a las relaciones intrínsecas existentes entre la con­
nos por la vía de determinar su odo, si bien Nagel tiene razón al subrayar el papel de los flagración bélica y las circunstancias dadas en la Europa do
i correspondiente. ¡lindados generales para esclarecer las condiciones de apa- principios de siglo. El papel causal desempeñado por el fós­
totalidad se vuelve indispensable ción de los componentes, ello no cancela la obligación de foro no puede ser equiparado al pretexto ofrecido por tí ase­
órnenos sociohistóricos, a pesar de iar los vínculos entre ellos. No es lo mismo dar cuenta de sinato del archiduque. Así pues, el análisis de antecedentes y
i partes constituyentes de un “ suceso colectivo” que explicar consecuentes no puede desvincularse en la explicación de la
jómenos considerados al margen de un sistema de relacio- historia del examen sobre la forma en que la parte se inserí: ¡
cuenta de un suceso colectivo con
omplejidad considerándolo como un s. En la historia las conexiones causales no se dan entre be en el todo. “ Abundan ejemplos en las ciencias sociales de
de sucesos y mostrando, luego, su sntecimientos y situaciones toul court, sino entre acontcci- teorías unilaterales basadas en la idea de que pueden postu­
larse conexiones entre elementos simples donde ninguna totar |
mes anteriormente existentes a la ientos y situaciones que forman parte de una totalidad en
ovimiento (sistema en proceso). Tal es el fundamento de lidad es contemplada para sustentar tales conexiones.” 17
ealismo, ed. Península, Barcelona, 1980,
18 E. Nagel, La estructura de la ciencia, ed. Paidós, Buenos Aires, 37 M. Fisk “ Dialectic and Ontology” . en Issues in Marxist Philc-
•74, p. 51Í . sophy, cit., p. 12.
El método dialéctico niega la idea de que los enunciada ‘'si no queremos que ¡a dialéctica Tuelv
legaliformes puedan tener validez en cualquier momento hi» | ana fatalidad metafísica, tiene que p o
La posibilidad misma así como las características de los tórico posible. Por el contrario, cada periodo histórico tiene ! y no de no sé qué conjuntos suprain Jim
enunciados generales en la explicación de la historia han sido sus propias leyes. No siempre se tiene en cuenta esta restric­ para entender por qué los marxistes j
motivo de prolongados debates. Si bien el método del mate­ ción, lo que conduce a formulaciones erróneas como la tesis de subjetivismo onservable en la conue
rialismo histórico no rechaza la posibilidad de formular enun­ inicial del Manifiesto Comunista (“ la historia de todas la» de la dialéctica. Así pues, si una tend
ciados generales legaliformes a partir de regularidades iden­ sociedades hasta nuestros días es la historia de la lucha di tendida en la tradición marxista incurrí
tificadas en la experiencia histórica, la dialéctica se compro­ clases” ), la cual debió ser corregida más tarde. Nada hay maneras de caer en el idealismo se»ale
mete ante todo con otro camino para la elaboración de enun­ más ajeno al método dialéctico que la pretensión de valide* afirmarse que él mismo tropieza con ¡4 ]
ciados legaliformes. Se trata de enunciados cuyo origen no necesaria y universal de las hipótesis científicas. La teorá hay de extraño en ello pues la historu;
se encuentra en la generalización inductiva de experiencias ubica conexiones y desarrollos necesarios en el plano ideal áf d enfrentamiento de filosofías homogá:
particulares, sino que su elaboración es resultado de la pre­ la abstracción, traducibles sólo bajo la forma de tendencias anas y homogéneamente idealistas Otrí
via construcción de un modelo teórico donde se examina el en el plano real concreto y con pretensiones de validez sólo «a las tensiones entre materialismo e ideal'
comportamiento y la relación de ciertas variables fundamen­ condiciones históricas específicas. cada filosofía. Así como Sartre tiene j
tales haciendo abstracción de las numerosas circunstancias
que en la realidad concreta modifican, contrarrestan o anu­ [2 ] “considerándola superficialmente, a ía í
podría llamar con el nombre de pat.- h
lan ese comportamiento. En el espacio de significación con­ parece que al marxista dialéctico le i
figurado por el modelo ideal, los enunciados legaliformes son „ , . , . ,,/>*.• j 1 ' a- « . i realidad objetiva y, en efecto, cierto.1? tí
válidos, cuando lo son, con estricta necesidad. Ello no quiere En las primeras paginas de la Critica de la razón dudé* L , ma] interpretados en esIe sentido’ 1.'»
decir, por supuesto, que tales enunciados conservan esa es­ tica, Sartre formula una tesis que puede ser utilizada para f de { o r m u l a r s e c o n s e r v a n d o los 1
tricta necesidad cuando su espacio de significación es la rea­ describir el fondo de sus desavenencias con los marx.stas J j m ■ w n tíñ a inveiSa. . . considerándola
lidad histórica misma. En este espacio, donde sí operan las el recelo con que estos reciben casi siempre el discurso «►|||osofía sartreana se Ia podría Uamar J
circunstancias abstraídas del modelo teorico ideal, tales enun­ treano. Según la tesis en cuestión hay dos maneras de cao f {ubjetivismo> p aJ.ec2 ' a Sflrtre [e •
ciados dan cuenta de fenómenos que aparecen con carácter en el idealismo: una consiste en disolver lo real en la subjft I reaI;dad subjetiva en e ft, t0 ciertos te
tendencud. Así, por ejemplo, si es correcta la idealización se­ tividad, a otra en negar toda subjetividad real en benef.c*§ a, int etados en este sentido.
gún la cual el factor esencial para determinar el comporta­ de la objetividad” (CRD, I, 38
). En efecto si se admite « i No sc en de una cues; •
miento de la tasa de ganancia es la composición orgánica lo característico de la concepción matenalis a (en e « n t K b f j ^ través dd e3f dienle fácy ,
del capital, entonces la hipótesis de que el aumento de esta especifico en que esta concepción se desarrolla bajo la m(úm ilUerprclacifíms r Ia lect, r
composición conlleva la disminución de aquella tasa tiene de materialismo histórica) radica en su afirmación de que k | fl subjetivista de ;03 de M ír
validez necesaria, pero en las economías realmente existentes materialidad constituida en la historia esta formada por k i ^ “ parece ser el destino de M<
esa hipótesis refiere a una tendencia que se cumple en mayor unidad inescindible de subjetividad y objetividad puede c * * a media3 Q e;n tlaveg objetivistaf;, - dl
o menor medida conforme a la eficacia perturbadora de las venirse entonces con Sartre en que la disolución de cualq» * ^ sujetas a interpretaciones evolúci,
circunstancias abstraídas de la idealización. ra de los dos momentos conduce a posiciones idealistas, & j claveg £ub]-etivistas historicistas” , ’
Hay que tener en cuenta, pues, que la necesidad sostenida justo, pues, el reproche de Sartre a la tentación objetivt^ f ?uede afirmarse — sobre todo en lo qu
por el método dialéctico no remite a un espacio real^ de sig­ presente siempre en el pensamiento marxista y que ese I sabjetivista— de la lectura de Sart'-peC;!
nificación sino ideal. No se afirma la caída necesaria de la ca en lo que él denomina marxismo idealista. Baste record».] ^ HVDW 0
supuesto, a limitaciones del ¡cciu¡ lector sl(1
sin ,
tasa de ganancia en la economía real sino sólo su tendencia la aceptación generalizada^ de la tesis — desmentidapor el ‘ di“ cmM ‘ d^'
a caer; tal afirmación se apoya en la relación necesaria que experiencia histórica— según la cual el desarrollo de las fu* contradag y a H j aun £
hay entre aumento de la composición orgánica del capital y zas productivas alcanza un punto a partir del cual entra ® * - 1- - — 1-
de sujeto y objeto, es difícil evitar el ;i.
disminución de la tasa de ganancia en el modelo abstracto. _ contradicción con las relaciones de producción y ello absrj
Para Marx [ . . . ] una buena explicación consiste en relacio­ un periodo revolucionario de transformación social, para esítt 18 J.-P. Sartre, “ Subjetividad y marxismo"
nar las tendencias de una cosa con su naturaleza o estructura obligado a admitir que el marxismo idealista tiene una visiát: iw>. Cuadernos de PasuJo y Presente, Méx: o
esencial, antes que en derivar enunciados sobre tendencias objetivista de la dialéctica de la historia. ¡«citas de e^te texto serán identificadas ¿en
de generalizaciones, como sugeriría una versión empirista de Parece incuestionable, al mismo tiempo, la validez & *??. la CrítHa
«conocerán con las siglas CRD.)
la explicación.1® acusación que ve en la filosofía sartreana la inclinación 1 20 R. Rossanda, “ Sartre y la práctica p ill ii
18 D. H. Rubén, “ Marxism and Dialectics” , en I s s u e s ..., cit, p. 76.
ta, de corte subjetivista. Baste tener presente su idea de 1 ssmo, cit., p. 39.
; ;ga la idea de que los enunciado» si no queremos que la dialéctica vuelva a ser una ley divina, términos. Se tiene un ejemplo de ello en la claridad con que
validez en cualquier momento his- aa fatalidad metafísica, tiene que provenir de los individuos Sartre advierte la necesidad de abandonar el esquema analí­
rario, cada periodo histórico tiene no de no sé qué conjuntos supraindividuales” (CRD, I, ) 183
tico que escinde la exterioridad de las circunstancias y Ja
pre se tiene en cuenta esta restric- ira entender por qué los marxistas han objetado la carga interioridad de la praxis, a pesar de lo cual vuelve una y otra
rmulaciones erróneas como la tesis iesubjetivismo observable en la concepción que Sartre tiene vez a la dicotomía exterior/interior, compañera inseparable
iu n ista ( “ la historia de todas las * de la
la dialéctica. Así pues, si una dicotomía
tendencia subjetividad/objetividad.
ampliamente ex-
días es la historia de la lucha de radida en la tradición marxista incurre en la segunda de las En efecto, de manera inequívoca Sartre sostiene que
r corregida más tarde. Nada hay ¡añeras de caer en el idealismo señaladas por Sartre, puede
en el pensamiento marxista se encuentran inseparablemen­
'ctico que la pretensión de valide* firmarse que él mismo tropieza con la primera de ellas. Nada
te unidos los caracteres de la determinación externa y los
las hipótesis científicas. La teoría ay de extraño en ello pues la historia de la filosofía no es
de esta unidad sintética y progresiva que es la praxis hu­
>llos necesarios en el plano ideal de i enfrentamiento de filosofías homogéneamente materialistas
mana. Tal vez haya que considerar a esta voluntad de tras­
sólo bajo la forma de tendencias aas y homogéneamente idealistas otras, sino la historia de
cender las oposiciones de la exterioridad y de la interiori­
con pretensiones de validez solo en as tensiones entre materialismo e idealismo en el interior de
dad. . . como el aporte teórico más profundo del marxismo”
icíficas. ada filosofía. Así como Sartre tiene razón cuando escribe:
'»nsiderándola superficialmente, a la filosofía marxista se la
CRD, I, ) 82
[2 ] odría llamar con el nombre de pan-objetivismo. En realidad
No obstante esta declaración explícita, pueden multiplicar­
srece que al marxista dialéctico le interesa sobre todo la
se las referencias a pasajes en los que Sartre parece oponerse
,. ., calidad objetiva y, en efecto, ciertos textos de Marx pueden
a lo que él mismo califica como “ aporte teórico más profun­
de la Crítica de la razón dialec- ,r ma] interpretados en este sentido” ,19 con igual legitimidad
tesis que puede ser utilizada para jede formularse — conservando los mismos términos— la do del marxismo” . Baste como único ejemplo su fórmula
desavenencias con los marxistas } .everación in v ersa ... considerándola superficialmente, a la según la cual “ entre el estado de inercia de un sistema y la
•ciben casi siempre el discurso sar- ¿sofía^ ___ i____________________________________ praxis
_ _______ propiamente
_____ r dicha, existe esta condición de completa
sartreana se la podría llamar con el nombre de pan-
interioridad.21 Quizá el reproche más radical que se le puede
cuestión “ hay dos maneras de caer ¡Jjjetivismo. Parece que a Sartre le interesa sobre todo la
iste en disolver lo real en la subje- alidad
- - - subjetiva
- - - - hacer a Sartre consiste en denunciar hasta qué grade fleque?
y, en efecto, ciertos textos suyos pueden ser
toda subjetividad real en beneficio al interpretados en este sentido. su voluntad de trascender la oposición ds e 1
1 38
.,, — ). En efecto, si se admite que
. No se trata, en rigor, de una cuestión que pueda ser re terioridad. De ahí la ús h ©att6la§i§8 a Ift s íiih t
icepción materialista (en el sentido ,e](a a trav¿s (jej expediente fácil de responsabilizar a cier- Chiodi;
icepción se desarrolla bajo la forma B maias interpretaciones por la lectura en clave objetivista
la rotura de la realidad humana en physis y aati-physis y
) radica en su afirmación de que a subjetivista de los discursos de Marx o de Sartre. Si es la desarticulación de su estructura en dos realidad o mo­
en la historia está formada por la ;erj0 que “ parece ser el destino de Marx el ser leído siem- dos de ser diversos y contrapuestos, reintroduca [ . ] todc
bjetividad y objetividad, puede con- ,.e a me(]ias o en claves objetivistas, deterministas,
el bagaje conceptual de El ser y ylapor lo así, la conírapo
nada;
re en que la d isolu ció n de cualquie- ,ct0 sllj etas a interpretaciones evolucionistas [ . . . ] o bien
sición de ‘ interior’ y ‘exterior’, de ‘interioridad* y 'exterio­
conduce a posiciones idealistas. Es a c]aveg subjetivistas, historicistas” ,20 y si algo semejante
ridad’, de ‘subjetivación’ y ‘objetivación’ . Pero, sobre todo
de Sartre a la tentación objetivista ,je(je afirrnarse — sobre todo en lo que respecta a la clave
reintroducen el presupuesto tácito de todo idealismo ariti
■nsamiento marxista y que desembo* ¿jetivista— de la lectura de Sartre, ello no se debe, por rrelacionista y sustancialista — de Descartes a nuestros
i marxismo idealista. Baste recordar :Jpuest0( a limitaciones del lector sino a las tensiones exis­ días— , esto es, el privilegio ontològico de la interioridac
la de la tesis desmentida por la ateg en e] discurso de ambos que posibilitan lecturas en- respecto a la exterioridad.22
>gún la cual el desarrollo de las iuor- ,ntra(]as Ya Hegel sabía que, aun si se sostiene la unidad
un punto a partir del cual entra ea| sujet0 y objeto, es difícil evitar el aislamiento de los dos Sartre no admitía que pudiera ubicarse su discurro en el
la cio n e s d e producción y ello abre
campo teórico del subjetivismo:
i de tra n sfo r m a c ió n s o c ia l, p a r a estar u j . p Sartre, “ Subjetividad y marxismo” en Sartre y el marxis-
1 m a rx ism o id ealista tien e u n a Vision». Cuadernos de Pasado y Presente, México, 1976. (En lo sucesivo he hablado de la subjetividad, pero no concibo la realidad
de la h istoria 55 c’tas este ,e x ,° serán identificadas con las siglas S y M. De la
ni como subjetivismo ni como objetivismo. En mi opinión
al mismo tiempo, la validez de la:isma manera* las ‘ ?s referencias
re.le,renr/!.ans aa la Crítica de la razón dialéctica se
. # 1« l/ conocerán con Ido
Clll lAÍII las siglas t K U .)/
loso fía sartreana la in c lin a c ió n opues-¡o p Rossanda, “ Sartre y la práctica política” en Sartre y el mar- 2 ' S y M , p. ICO.
l ’ nstc tener presen te su id ea de r¡t., p. 39. 22 P. Chiodi.
práctica humana, impide su apropiación ©
pecificación de la dialéctica n a tu ra l- o efecto de la dinámica
estas dos concepciones tomadas por separado no tienen te un tratamiento analítico que intente h
interna de la estructura económica. Lo que esta en juego,
ningún sentido. . creo por tanto que hablando de sub­ realidad histórica aislando cada una de
pues en la reacción antiobjetivista de Sartre, es la pregunta
jetivismo se nos refiere a una teoría que en todo caso jamas desentendiéndose de sus articulaciones coi
por el portador de la negatividad c a p a c id a d transformado.
he sostenido (S y M, 171) . ra El objetivismo localiza la negatividad en la constituc os
dio totalidad es la categoría cent ral del <
dialéctico.
misma de lo real, ya sea subordinando la historia social »
Hay en el pensamiento de Sartre, pues, el propósito expre- Ahora bien, postular la praxis como finí
una dialéctica natural trascendente o subordinándola a cu
so de escapar al subjetivismo, es decir a una conceptual«* ¡éctica no tiene por qué conducir a la ci
léctica inmanente de los modos de producción. _
rión aue k confiere a la interioridad del sujeto, a la subje- de que ésta “ tiene que provenir de los in
No es en manera alguna comprensible de suyo que debe
tividad, un estatuto ontológico privilegiado y, sin embargo, en sepción de la historia com o; totalización «
entenderse por dialéctica. El término se emplea en este era-
S d S » . a ,.,« .» o .»do hay la sistemáuc. del i comprometerse con la idèa de quei el prc
texto para describir una concepción según la cual la historia
momento de la subjetividad y de la conciencia junto a l areí el fundamento concreto de la dialéctica. *
sólo es explicable si se la piensa como totalidad arti<;ula<k
terada incomprensión del papel que desempena la ^ n o Z ^ ver — escribe Sartre— el movimiento cií
del campo práctico-inerte en la d.alectica de la historia, teto d individuo y en su empresa de produi U
contradicción entre los objetivos que se Propone Sar re ( para tívarse, habrá que renunciar a la dialètti
chazar la dialéctica de la naturaleza significa, en breve,
mi el verdadero proWema era - b e r cual es h ley inmanente de la historia” (CRD, f
nerse a la tesis de que la historia es apenas un momento ¿e
vínculo sintético sujeto-objeto , a y ívi, i ' J., i miento según el cual las acciones individui
una totalidad natural más amplia y, a la vez, reclmzar e
observables en su discurso, confirma que rarse en sí mismas movimiento dialéctico
principio metafísico de que la negatividad es un rasgo «ü»
no de la práctica teórica ocurre lo que describiera “ >8 no resta sino .'er a la dialéctica cómo una
rente a las cosas en cuanto tales. Rechazar el econonucisa»
refiriéndose en general al movimiento de la sociedad. 1 confunde más de lo que aclara. Es ra_j n
significa oponerse a la tesis de que la historm es expresm
fines (í ue sé persiguen con los actos son obra de la voluntad, escapar al esquema del Diamat que pietei
de una totalidad restringida la estructura economica y ah
[.ero ¡ T . S u ü o ? que se derivan de cüos » 1 . » - • cado leyes generales del movimiento v;,li
vez, rechazar el principio reduccionista de que la negat \ i
postre encierran consecuencias muy distin a {emprender el proceso histórico. Sin ernba
tiene como fuente exclusiva las contradicciones de tal esta»
tender la dialettica como ley o conjunto d
cidas” .23 tura económica. La reacción antiobjetivista de Sartre y s
fener que renunciar al pensar..iento diale í
crítica a las interpretaciones metafísicas y economicistas d<L
i[ pone como opción única endosar la dialé t
materialismo histórico adoptan una forma discursiva defini­
aisma del acto individual. Si la historia
An por
da nnr el afán de responder dos interrogantes decisivo^. qbum -------- j ----- ,
i E n qué consiste la reacción antiobjetivista de Sari r e ? 1 ________ *
¿cualT
K
es eli rfundamento de Ila

dialéctica?, y¿ f»i f i C,u
/ lin lp r tlP il
é < *,
IU C S l l l b i ! ®
Hay, por lo menos, dos cuestiones en las que esta
se muestra del todo justificada: a] la reducción de la díale®
iVa histórica a simple capítulo de la dialéctica de la natu­ “ T e ' . “« « “ “.» respuesta sartreana ¡£
r a le z a ; b ] la reducción del proceso histórico a mero desarro­ 1« dialéctica; el t a g .t j i t a . totalización .
llo lineal determinado en forma unidimensional por lo
nómico. En efecto, la concepción que ve el curso de la hist S £ G 2 w dialéctica es 1, S S l 3 5 T S
regido por las leyes generales del movimiento por un lado > la pena volver a discutir si la razón daiectica es mi sa]¡r J
el e c o n o m ic ism o , por otra parte, han sido dos modalidades en el conocimiento de la naturaeza . pues ^ y n d e p e n d j ^ dg ,a dialéctlca>
del objetivismo que en mayor o menor medida impregnaron cia de la opinion que se eng =tPnidas por Eneels ir ?raxis individual de un sujeto ya constilu
el discurso del materialismo histórico y lastraron ^ eficacia al respecto y más a a de las tesis sostemdas por LngeM ^ fu n (W | lto d(; {a h¿ Qria> Se (, , s ,
exnlieativa Ambos enfoques comparten el supuesto de que la cierto es que en la literatura contem por^ea se,1o s e o o r i corroborar empíricamente de q a,
tran discursos que reivindican la dialéctica en el campo t
realidad social se modifica en virtud de procesos objetivos
míe se imponen a los hombres desde fuera, e s decir, el su­ las ciencias sociales. Parece correcta, pues, la idea sartrea» . . . . ...
de aue la razón dialéctica opera sólo en esa región de h , lo social no es un p ro d u jo de los indm c
puesto de que la praxis no constituye el_ motor de los cambios
observables en la sociedad sino que estos son consecuenci realidad la historia social, constituida por la práctica h » ;• d contrario los indm duos son un prod. c
ñ a v donde, en consecuencia, puede hablarse de totalidad« ¡ «dualidad - d e s d e el punto de vista h S|
del modo de ser de las cosas - l a historia solo seria una es-
movimiento El hecho, precisamente, de que todas las din» es punto de partida. la individual d,u
23 F. E ngeK L. Feuerbach y el fin de Ia filosofía clásica alemana, Piones de la vida social tienen como fundamento cornual relacionarse ios individuos se hallan c u
p. 47. '
a natural— o efecto de la dinámica práctica humana, impide su apropiación cognoscitiva medían­ rica y socialmente.2*
económica. Lo que está en juego, le un tratamiento analítico que intente la explicación de la
. bjetivista de Sartre, es la pregunta realidad histórica aislando cada una de esas dimensiones y Los argumentos ofrecidos contra esta tesis suelen desvane­
< atividad o capacidad transformado- lesentendiéndose de sus articulaciones con las restantes. Por cerse en el más melifluo humanismo. Se tiene un ejemplo de
/ 1 la negatividad en la constitución ¡lio totalidad es la categoría central del esquema conceptual ello en la defensa que hace Gorz del planteamiento sartreano:
subordinando la historia social a |iialéctico.
i cendente o subordinándola a la dia- Ahora bien, postular la praxis como fundamento de la dia- si el individuo es explicable a través de la sociedad, pero
nodos de producción, éctica no tiene por qué conducir a la conclusión sartreana la sociedad no es inteligible a través de los individuos -fes
na comprensible de suyo qué debe Je que ésta “ tiene que provenir de los individuos” . La con- decir, si las “ fuerzas” que actúan en la historia son imper­
El término se emplea en este con- cpción de la historia como totalización en curso no obliga meables y radicalmente heterogéneas a la práctica orgáni­
•oncepción según la cual la historia i comprometerse con la idea de que el proyecto individual es ca— , entonces el socialismo como socialización del hombre
a piensa como totalidad articulada i fundamento concreto de la dialéctica. “ Si nos negamos a no puede coincidir nunca con el socialismo como humani­
la que el cambio es resultado de la ;er —escribe Sartre— el movimiento dialéctico original en zación de lo social. . . sólo puede ir hacia los individuos por
za negadora o transformadora. Re­ J individuo y en su empresa de producir su vida, de obje­ medio de la evolución de su sociedad según la lógica inter­
naturaleza significa, en breve, opo- tarse, habrá que renunciar a la dialéctica o hacer de ella na de ésta.25
¡ i historia es apenas un momento de ¿ley inmanente de la historia” (CRD, I, 139 ). Este plantea­
ís amplia y, a la vez, rechazar el miento según el cual las acciones individuales deben conside­ Este pasaje de Gorz es insostenible de principio a fin : <-]
ue la negatividad es un rasgo inhe- rarse en sí mismas movimiento dialéctico o, de lo contrario, la sociedad no es inteligible, en efecto, a través de los indi­
ato tales. Rechazar el economicismo » resta sino ver a la dialéctica como una ley de la historia, viduos y ello nada tiene que ver con una pretendida hetero­
esis de que la historia es expresión anfuride más de lo que aclara. Es razonable el intento de geneidad radical de la praxis social y las fuerzas que actúan
ida, la estructura económica, y, a la scapar al esquema del Diarnat que pretende haber identifi­ en la historia — como quiera que se entienda el téiu^no
reduccionista de que la negatividad c o leyes generales del movimiento válidas también para fuerzas; b] el socialismo no es nunca la socialización del hom­
va las contradicciones de tal estruc- omprender el proceso histórico. Sin embargo, negarse a en- bre porque no existen formaciones sociohistóricas previas a
;ción antiobjetivista de Sartre y su índer la dialéctica como ley o conjunto de leyes no implica tal socialización; c ] el socialismo tampoco es jamás humani­
mes metafísicas y economicistas del íner que renunciar al pensamiento dialéctico ni tampoco su- zación de lo social porque no existe lo social deskumanv ado ;
loptan una forma discursiva defini- xrne como opción única endosar la dialéctica a la estructura d] el socialismo va hacia los individuos, si se quiere decir
ponder dos interrogantes decisivos: aisma del acto individual. Si la historia es totalización en así, en virtud de la dinámica interna de la sociedad pues en
de la dialéctica?, ¿en qué ámbito mo, ello no se debe a que sea la suma o resultado global ningún caso aparece como obra de la voluntad abstracta |de
? le supuestas totalizaciones singulares contenidas en los nume- los individuos al margen de esa lógica interna. El socialismo
sartreana a estas dos preguntas: el ío s o s proyectos individuales. Ni siquiera es claro qué quiere supone la voluntad de los miembros de la sociedad, pero lina
ncia, es decir, su estructura de pra- Jecir la afirmación de que la praxis individual es en sí voluntad construida en el desarrollo de la lógica social. Igual­ !¡
mentó de la dialéctica; el lugar de aisma totalización. mente infundada es la otra argumentación que ofrece Gorz
es la sociedad. Quizá ya no vale La idea de que la historia se comprende a partir de las ac­ para defender el mismo punto:
r si la razón dialéctica es utilizable iones individuales y de sus relaciones recíprocas lleva, en el
la naturaleza, pues con independen- ¡fán de salir al paso de la dialéctica objetivista, a una con- si, como sostienen ciertos sociólogos -—-tanto marxístas
-e tenga sobre la posición hegeliana «pción subjetivista de la dialéctica, es decir, a postular la como no marxistas— , el individuo ha de ser explicado,por
le las tesis sostenidas por Engels, lo raxis individual de un sujeto ya constituido en cuanto tal medio de complejos sociales, sin que éstos sean inteligibles
atura contemporánea sólo se encuen- jumo fundamento de la historia. Se desconoce así el hecho a través de los individuos, entonces la sociedad sólo puede j
ndican la dialéctica en el campo de acil de corroborar empíricamente de que ser conocida como un objeto exterior y desde un punto de
rece correcta, pues, la idea sartreana vista exterior (no dialéctico). Asimismo, los individuos $óIo
ica opera sólo en esa región de la lo social no es un producto de los individuos, sino que por pueden ser conocidos desde afuera, como un producto 'pu
al, constituida por la práctica huma- el contrario los individuos son un producto social. La indi­ ramente pasivo.2® J
inda, puede hablarse de totalidad en vidualidad — desde el punto de vista histórico social— no
24 A. Sànchez Vâzquez, Filoso/ia de la praxis, p. 391.
irecisamente, de que todas las dimen- es punto de p a rtid a ... la individualidad y las formas de
25 A . Gorz, “ Sartre y Marx”, en Sartre y el marxismti, cit., pj Bl
tienen como fundamento común la relacionarse los individuos se hallan condicionadas histó­ 2« Ibid., p. 83. Il '1 ;
5 «o

Pero no se trata sólo del economicismo. El propósito de futuro no está determinado de ma: e
Se vuelve aquí a la confusa distinción entre lo exterior y por el movimiento anterior y actual i
Sartre es combatir la idea fija en muchos marxistas de que
lo interior tan cara a los entusiastas de la comprensión. Sin configuración depende de las posibiíi«
la historia sigue un curso dado, determinado por las leja
embargo, si bien se puede precisar con detalle cuáles son las mana decide realizar, pero el catuj
determinaciones sociales del comportamiento individual, creei, de la historia. En lugar de privilegiar el supuesto movimien­
to objetivo de la estructura, subraya el papel decisivo de is incluye un número indefinido de opc
en cambio, que también, de manera recíproca, la totalidad don, sino sólo aquéllas que resultan c
praxis subjetiva. Si la praxis-proyecto es fundamento de los
social es inteligible a través de los individuos, obliga a supo­ locial. Sartre se opone a una visión e
ner la constitución de éstos como algo ajeno al desenvolvi­ acontecimientos históricos, éstos no pueden ser explicados me­
diante una metodología inintencional. Hay cambio histórico h inevitabilidad histórica excluye la
miento de esa totalidad. Negarse a admitir tal supuesto nada ílades, pero no para sustituirla por o r;
tiene que ver con una mirada pretendidamente exterior', ¿d ón ­ porque los hombres proyectan un orden social distinto dd
ede ocurrir cualquier cosa las ¡o
de estaría colocado un punto de vista exterior a la sociedad?
Hay más base para decir, por el contrario, que la exterio­
existente, no poique haya una dinámica propia de la objeti-
vidad en cuanto tal. Según la crítica sartreana, la concepción
objetivista de la razón analítica busca en el orden social exis­
r existencia (económico-políticas e d
cnnscriben en cualquier situación el <
ridad está implicada en el propio planteamiento de Gorz, toda
vez que se apoya en la idea de que el individuo es una uni­ tente — y en la dinámica de su pasado— las causas del cam­
bio y se desentiende de los fines inherentes a la praxis ta­ Por muy reducido que sea, el cara
dad inteligible en sí misma, al margen del sistema de rela­ siempre (pero) 110 debemos iinrg
maña; la razón dialéctica, por su parte, se niega a ver d i
ciones sociales en el cual se inscribe. de indeterminación sino, por el coat
proyecto como un reflejo condicionado por dicho orden. Este I
diferencia conlleva ideas distintas de la temporalidad: pasado f fuertemente estructurada que dept ri
ni y que envuelve a sus propia •» contra*
y presente determinan el futuro para la razón analítica y, es |
Sartre se inserta — aunque no de manera explícita— en cambio, la razón dialéctica vincula el futuro más al proyecto !
una prolongada tradición reacia a utilizar en la investigación humano. La estructura se :ial define no sólo I,
histórico-social instrumentos cognoscitivos operantes en el aná­ rial sino también los fine*, que el toro'
lisis científico de la naturaleza. La argumentación orientada En la lógica deí mecanicismo, el tiempo tiene la siguiente ,; sis. Más aún, la realización del proyt»
a sustituir en aquel campo de investigación la razón analítica estructura: el estadio futuro de un proceso está ya conte-5 ajenas al control de quienes actúan p
por la razón dialéctica es, en buena medida, una argumen­ nido todo en su estudio presente y en sus estadios pasa-1 fiiben en una red infinita de relacio
tación tendente a mostrar la insuficiencia de una racionali­ d o s .... el análisis fenomenológico de la temporalidad en 4| codificando la significación de los sc¡
dad que excluye el proyecto intencional y, por tanto, a mos­ hombre nosL. dice que su futuro existe ya ahora, en el previ
trar la necesidad de disponer de otra racionalidad en la que s sente, como un destino negativo que las condiciones «ÍM El individuo se objetiva y contril
la categoría proyecto ocupe un lugar fundamental. La expre­ tentes quieren crearle y, por consiguiente, como un futu» superando el dáto hacia el campo c!
sión razón analítica describe, pues, una manera de abordai que debe negar a través de su praxis, y ésta, por lo tanto, - do una posibilidad entre todas; su
el mundo histórico social con base en la creencia de que la no está determinada por el pasado y por las condicione^: tonces una realidad que tal vez igt c
identificación de mecanismos causales permite explicar los existentes como una reacción inmediata a todo ello, sin* ! ios conflictos qiiie mánifiesta y que
cambios y transformaciones de la realidad; la expresión razón que nace de la necesidad que tiene el hombre de negar as| curso dtp los acontecimientos (GKI),
dialéctica, en cambio, describe otra manera de abordar dicho futuro posible visto como destino negativo. La teoría me-;
mundo con base en la creencia de que la comprensión resul­ canicista de la praxis como reflejo condicionado no recoge Se comprende, en virtud de lo alitt r
ta de la identificación de los proyectos en juego. El discurso esta estructura temporal apodíctica de la praxis individué! a una concepción de la oistoria ¡der
sartreano está dirigido a combatir, sobre todo, la idea de que introduciendo así implícitamente en su lugar una estnid* ■ ¡átjjsta qUe acompaña a buena pairl;e
el desenvolvimiento histórico es efecto de un proceso auto­ ra temporal mecanicista.-8 cáas donde el advenimiento del so
mático de transformación de las estructuras sociales y encuen­
.... ., j«secuen<íia inevitable de la lógica <Ie
tra, por supuesto, en la vertiente economic.ista del materialis­ No sería justo, sin embargo, atribuirle a la versión sartra- j¡nna específica de organizar las xela
mo histórico un blanco propicio para su crítica. Sartre ha na de la razón dialéctica la creencia simpluta de que el prt* IaS relaciones basadas en la pros
reivindicado la rivalidad de su lógica intencional-proyectual yecto es obra, sin más, de la voluntad subjetiva. Si fuera e**. e|socialismo esvisto por Sjirt r
contra la racionalidad objetiva de las estructuras, sosteniendo ía tesis de la Crítica de la razón dialéctica nos encontrarían»* ^ ¡ió n y construcción humana que c
que el carácter desubjetivado de la historia es más aparente ante una concepción plenamente idealista de la historia. B ¡¿érente al desarrollo del proceso hi s
que real.” 27 ■■ j 1 ,. , ^ ;# 9 uest0» de una elección y constrtcí i
=8 M. Macció “ La dialéct.ca sartreana y la cnt.ca de la d i a l « « p ropon erse er( cuaJ u ¡e r d r c u i s!¡i
27 Q. Cera, “ Sobro la teoría sartreana de las vías nacionales al so­
objetivista en Sartre y el marxismo, cit., p. 107.
cialismo” en Sartre y el marxismo, cit., p. 57.
.¡turo no está determinado de manera inevitable y unívoca cuando constituyen una posibilidad abierta por el curso mis­
I eeonomicismo. El propósito de
:or el movimiento anterior y actual de la sociedad pues su mo de los acontecimientos pero, en todo caso, es posibilidad
fija en muchos marxistas de que
»figuración depende de las posibilidades que la praxis hu- abierta y no necesidad ineluctable. Sin embargo, pará defen­
> dado, determinado por las leyes
ana decide realizar, pero el campo de posibilidades no der esta tesis justa sepultada por el objetivismo imperante en
: privilegiar el supuesto movimien-
;cluye un número indefinido de opciones, ni cualquier op- la doctrina oficial soviética, impuesta por esta ortodoxia cor'o
í , subraya el papel decisivo de la
ión, sino sólo aquéllas que resultan del propio ordenamiento verdad incuestionable, Sartre termina por romper, desde el
i is-proyecto es fundamento de los
acial. Sartre se opone a una visión en la que la doctrina de otro lado, la unidad sujeto/objeto.
stos 110 pueden ser explicados me-
i inevitabilidad histórica excluye la diversidad de posibili­ Su polémica con la dialéctica objetivista encuentra un obs
i ntencional. Hay cambio histórico
tes, pero no para sustituirla por otra doctrina según la cual táculo imposible de superar en el problema de precisar la
tan un orden social distinto del
’iede ocurrir cualquier cosa: las condiciones materiales de relación existente entre la praxis individual y el proceso his
ma dinámica propia de la objeti-
¡existencia (económico-políticas e ideológico-culturales) cir- tórico en el cual ésta se realiza. El discurso sartreario maa- j
la crítica sartreana, la concepción
jnscriben en cualquier situación el campo de posibilidades. tiene hasta el final el convencimiento adquirido en las pri­
í tica busca en el orden social exis-
1; su pasado— las causas del cara- meros años de su formulación en el sentido de que el mundo
m fines inherentes a la praxis hu- Por muy reducido que sea, el campo de lo posible existe histórico-social no puede ser concebido como trama dé accio­
, por su parte, se niega a ver ej siempre (pero) no debemos imaginarlo como una zona nes y relaciones causalmente determinadas. La dimensión
indicionado por dicho orden. Esta de indeterminación sino, por el contrario, como una región dialéctica de la historia tiene en la praxis-proyecto su funda­
fuertemente estructurada que depende de la historia entera mento y, a pesar de ciertos pasajes aislados — sobre todo en
i ¡tintas de la temporalidad: pasado
t turo para la razón analítica y, en y que envuelve a sus propias contradicciones (CRD, I, ). 87 la Crítica de la razón dialéctica— , se rechaza la tesis de
vincula el futuro más al proyecto que la praxis emerge en una estructura histórica que, la de­
La estructura social define no sólo la situación objetiva ini- termina. En efecto, pueden encontrarse en esa obra textos
:al sino también los fines que el proyecto confiere a la pra- como el siguiente:
i ismo, el tiempo tiene la siguiente is, Más aún, la realización del proyecto genera consecuencias
t uro de un proceso está ya conte- enas al control de quienes actúan pues las acciones se ins- afirmamos la especificidad del acto humano, que atraviesa
presente y en sus estadios pasa- "iben en una red infinita de relaciones que acaba siempre al medio social aun conservando las determinaciones, y que
; nológico de la temporalidad en el edificando la significación de los actos. transforma al mundo sobre la base de condiciones da­
futuro existe ya ahora, en el pre- das [ . . . ] la más rudimentaria de las conductas se tiene
legativo que las condiciones exis- El individuo se objetiva y contribuye a hacer Ja historia que determinar a la vez en relación con los factores reales
por consiguiente, como un futuro superando el dato hacia el campo de lo posible y realizan­ y presentes que la condicionan y en relación con cierto ob­
de su praxis, y ésta, por lo tanto, do una posibilidad entre todas; su proyecto adquiere en­ jeto que [ . . . ] trata de hacer que nazca. Es lo que llama­
el pasado y por las condiciones^ tonces una realidad que tal vez ignore el agente y que, por mos el proyecto [ . . . ] en relación con lo dado, la praxis es
i ;dón inmediata a todo ello, sino los conflictos que manifiesta y que engendra, influye en el negatividad (CRD, I, 8 6 ).
] que tiene el hombre de negar un curso de los acontecimientos (CRD, I, 8 8 ).
i.i3 destino negativo. La teoría me- Sin embargo, no obstante aseveraciones como ésta, !p cier­
* no reflejo condicionado no recoge Se comprende, en virtud de lo anterior, el énfasis de Sartre to es que el planteamiento decisivo deriva de la visión pre­
ipodíctica de la praxis individual, 3una concepción de la historia depurada de la convicción sentada de las determinaciones sociohistóricas •—pasadas y
tamente en su lugar una estructu- ¡(alista que acompaña a buena parte de los discursos mar- actuales— como reino de 1o práctico inerte, es decir,: como
*8 slas donde el advenimiento del socialismo aparece como negatividad muerta a diferencia de la negatividad viva y di­
«secuencia inevitable de la lógica del capitalismo. En tanto námica de la praxis. De esta manera, la materialidad consti­
t go, atribuirle a la versión sartrea- >rma específica de organizar las relaciones sociales y supri- tuida en la historia se escinde en dos lados cuya vinculación
creencia simplista de que el pro- ár las relaciones basadas en la propiedad y en la domina- se desvanece. La materialidad del campo práctico-inerte
5
a voluntad subjetiva. Si fuera ésta : n, el socialismo es visto por Sartre más como asunto de
rizón dialéctica nos encontraríamos lección y construcción humana que como necesidad objetiva no es la portadora de la dialéctica, el motor activo de la
mente idealista de la historia. El herente al desarrollo del proceso histórico. No se trata, por historia, sino simplemente el “ motor pasivo” [ . . . ] la estru-
:puesto, de una elección y construcción arbitrarias que pue- tura relacional del proyecto existencial tiende así A divi­
sartreana y la crítica de la dialéctica
üi proponerse en cualquier circunstancia, sino sólo donde y dirse en dos troncos: de un lado, el espíritu como libertad
cismo, cit., p. 107.
la acción está en el hombre, que la acción es comprensible comunión, va a misa , se confiesa, etcéte.a;
interior y, de otro, la materia como necesidad objetiva,
solamente a partir de eso que el hombre es y quiere ser creta y social no es la teoría sino la persón,
relacionada con el espíritu por un simple constreñimiento
y no sólo a partir de eso que el hombre soporta, es decir, recibe un saber acumulado, se gradúa y p,.b
de hecho. La necesidad pierde entonces su significado crí­
la condición dada. Entre la condición y la acción, enton­ ¡era. La lista podría prolongarse ca¿i inJéil
tico de condición interna limitadora del proyecto, como
proyecto de un ser finito que hace su historia en condi­ ces, se yergue el hombre, dotado de una tensión inten­ b cierto es que la persona en cuanto tal es ú
ciones dadas, para recuperar el significado romántico de cional.30 iracta. Adquiere carácter concreto pre cisarne
obstáculo externo, de límite, 110 en sentido relacional, sino íorma en que es constituida por la maquine
No hay duda, en efecto, de que es el hombre quien realiza
en el de contraposición y como metafísicamente negativo. religión, la teoría, etcetera. Aquí se encuen r<
la acción, no las condiciones dadas; es incuestionable, asi­
Si la existencia es proyecto dialéctico y finalidad, lo prác­ mismo, que el responsable de la intencionalidad del proyecto t material de la personalidad o, si se prefiere,
tico-inerte es el campo de la antidialéctica.20 dad o de la interioridad.
es el hombre. No parece tan indudable, sin embargo, que la
acción es comprensible en virtud de lo que el hombre es y Tal es, en rigor, el sentido de la tesis altíü
Se ve, pues, dónde tiene su origen la tesis de que la dia­ k historia es un procr ;o sin sujeto, la cual q
quiere ser, como si este ser — actual y proyectado— fuera
léctica “ tiene que provenir de los individuos". Si la materia­ aular, para despejar equívocos, subrayando j
derivable de una interioridad distinta a la que resulta de la
lidad construida en la historia no es, a su v e z, determinante ¿1 más de un sujeto, sino la imposibilidad
eficacia constituyente de las propias condiciones. La compren­
de la praxis individual y sólo opera como inercia /rente a la midad sujeto/objeto. i,sta reformulacim: pei'ii
sión de lo que el hombre es y quiere ser proviene del análi­
cual se levanta el proyecto, entonces no es la totalidad de ar con más claridad en favor cíe la idea de
sis de las condiciones, no de una reflexión adicional sobre
relaciones sociales la que vuelve posible e inteligible la acción aes-subjetivado de la historia no es, cojíoi c
el hombre en cuanto tal. La interioridad no es algo sobre lo
individual: ésta obedece a una imaginaria interioridad (sub­ jparente que re?' y, por el contrario, a pe?a¡
cual inciden las determinaciones provenientes del exterior,
jetividad) constituida de suyo. El empeño en sostener la irre- áa inmediata de que hay un sujeto constiii' re
sino el modo específico en que esas determinaciones se anu­
duetibilidad de la praxis por el temor de que, en caso con­ a verdad se trata de la constitución tanto de
dan en cada individuo.
trario, ésta quede reducida a mero reflejo condicionado lleva tomo de la objetividad en un único y mis
“ Habría que mostrar — escribe Sartre— la necesidad con­
a desconocer la presencia de la materialidad históricamente Jorrarían así mrlos enterdidos, tantas vece.:;
junta de ‘la interiorización de lo exterior’ y de ‘la exteriori-
constituida en la gestación misma de la piaxis. La propia ca­
racterización de esa materialidad como lo práctico-inerte (rei­
90
zación de lo interior’ [ . . . ] ” (CRD, I, ) .Se puede aceptar á que figura en el texto antes mencionado d
esta fórmula para describir la praxis sólo si se entiende, a anda: ¡
no de la antidialéctica) introduce una quiebra que le confie­
la manera heideggeriana, que el ser-ahí es siempre ya ser-en-
re a la subjetividad existencia sustancial. Las condiciones
el-mundo y, en consecuencia, interioridad y exterioridad no Sartre reprocha a Lafort casi las mismas
históricas en las que el hombre actúa quedan en relación de actualmente por AltLusser: ¡esto es, creer qu
refieren a dos estructuras que primero son en sí mismas y
exterioridad respecto al sujeto que formula el proyecto. Si
después se relacionan, sino a dos facetas de la propia socia- tiene necesidad de un sujetó actuante, y qu
para el objetivismo el hombre es un medio inerte a través
lidad. De la serie infinita de determinaciones que conformas de la lucha de clases es el generador por' si
del cual la historia realiza sus propios fines, para Sartre, en
la objetividad exterior, cada interioridad subjetiva asume ub transformaciones fundamentales.31
cambio, la historia es ese medio inerte dado que el proyecto
número finito y limitado; se crea así la apariencia ilusorij
y los fines que éste implica nacen de la interioridad del in­
de que la interioridad tiene fundamento en sí misma como Althusser no sostiene, sin embargo, que
dividuo. algo ajeno y distinto a la exterioridad. Al acentuar Sartre d ’¿ene necesidad de un su je n actuante” . Eá if
Las condiciones dadas no deciden por su cuenta el rumbo
momento de la subjetividad, deja continuamente de lado ti toria sí tiene necesidad de agentes (para t
de la historia sin la mediación de la praxis-proyecto, pero
fundamento material sin el cual ese momento carece de con­ lario adecuado). No se trata, pues, de neg
ésta tampoco puede verse como si tuviera fundamento en sí
sistencia alguna. “ La realidad concreta y social, afirma Sar­ áecir, la presencia de “ agentes actuantes” , .« n
misma pues se configura siempre de una manera específica
tre, no es la máquina sino la persona que trabaja en estí ae la historia no es obra de un sujeto ya !a
precisamente por las condiciones en que se desenvuelve. Vale
máquina, recibe un salario, se casa y tiene niños, etcétera” ¡S sido. El mecanismo generador de las trán T<
la pena considerar esto a la luz del resumen presentado por
Macció de la tesis sartreana al respecto:
y M, 168 ). De la misma manera podría afirmar: la realidad ericas es, en efecto, la lucha de clases o, r;.a
concreta y social no es el partido sino la persona que mili» i sistema de relaciones socialés, pero est 11
Condiciones y acciones no son realidades homogéneas sino en ese partido, recibe una consigna, vota y asiste a una ma­ sene sólo a través de la actuación de jos age ¡t
opuestas; esto significa que la realidad de la acción no está nifestación, etcétera; la realidad concreta y social no es Ja re­ le prescindir de éstos, quienes, por lo d<?m i»
ya en la realidad de la condición, sino que la realidad de ligión sino la persona que admite ciertas creencias, recibe U j función de sus modos de inserción en t al 1

20 P. Chiodi, op. cit., p. 85.


30 M . Macció, op. G ¡t., p. 108.
i nbre, que la acción es comprensible
omumon, va a nnsa y se confiesa, etcétera; la realidad con-
eso que el hombre es y quiere ser
:so que el hombre soporta, es decir, j y soclaI no es ,a ‘ eoría sino la persona que investiga,
i re la condición y la acción, enton- •cibe un saber acumulado, se gradúa y publica textos, etcé-
i ibre, dotado de una tensión inten- .' lsta P°drla prolongarse casi indefinidamente, pero Si bien el examen crítico de la razón dialéctica realizado
«cierto es que la persona en cuanto tal es una realidad abs- por Sartre tiene el inconveniente de presuponer a la Dráxís-
racta. Adquiere carador concreto precisamente mediante la proyecto individual como fundamento de la totalización his­
! o, de que es el hombre quien realiza ¡ma en que es constituida por la máquina, el partido la tórica, lo que desemboca en una suerte de h u m a n iz o subíe-
iones dadas; es incuestionable, asi­ ’Jigion, la teoría, etcétera. Aquí se encuentra el fundamento • inadecuado para vencer las insuficiencias del objeti­
le de la intencionalidad del proyecto atería! de la personalidad o, si se prefiere, de la subjetivi- vismo, hay un aspecto de su pensamiento, sin embargo, que
i tan indudable, sin embargo, que la ad o de Ja interioridad. a pesar de no estar casi desarrollado apunta en una direc­
:n virtud de lo que el hombre es y Tal es, en rigor, el sentido de la tesis althusseriana de que ción hacia la cual es indispensable que avance la historio-ra-
í ser — actual y proyectado— - fuera ; historia es un proceso sin sujeto, la cual convendría refor­ m m a r e ta si ésta ha de apoyarse en algo más oue nn í n -
ridad distinta a la que resulta de la mar, para despejar equívocos, subrayando no la ausencia jimto de principios heurísticos de carácter general. Se trata
las propias condiciones. La compren- ¡.i mas de un sujeto, sino la imposibilidad de escindir la de los llamados de atención formulados por Sartre contra la
>e es y quiere ser _proviene_ del análi- Jldad suJet°/ob jeto. Esta reformulación permitiría argumen- entaaon de pasar muy rápidamente del nivel universal abs-
no de una reflexión adicional sobre a con mas claridad en favor de la idea de que el carácter acto al plano singular concreto, y viceversa, con lo que se
. La interioridad no es algo sobre lo s-subjetivado de la historia 110 es, como cree Sartre más
f T ™ P° r U,GntI.ñ carlos- Dos ^reves señalamientos suyos
i linaciones provenientes del exterior, trente que real y, por el contrario, a pesar de la aparien- ilustran con precisión este problema: “ hay que defenderse
, en que esas determinaciones se ami- -i inmediata de que hay un sujeto constituyente del proceso
c , ., , ’ verdad se trata de la constitución tanto de la subjetividad definidos fia S T í “ ^ g,ruPos/ eales 7 Perfectamente
etmidos (la Gironda) por colectividades insuficientemen -
■ — escribe Sartre— la necesidad con- »o de Ja objetividad en un único y mismo proceso Se
determinadas (la burguesía)” (CRD, I, 48) ; “ los análisis de
,ÍÓn,-w r°r,^Xt?rÍ^ yCde ‘la ,exteri0ri- rrarí“ así maIo,s entendidos, tantas veces repetidos, como
. . ] (CRD, I,90 ) .Se puede aceptar que figura en el texto antes mencionado de Rossana Ros-
Guerin han sido deformados por la voluntad de llevar a cabo
la reducción de lo político a lo social” (CRD, I, 4 4 ). Más allá
ribir la praxis sólo si se entiende, a iua:
ra, que el ser-ahí es siempre ya ser-en- de la referencia circunstancial a momentos específicos de la
. encia, interioridad y exterioridad no Sartre reprocha a Lafort casi las mismas tesis sostenidas dón de S7 I3 hlSt0rl° F aíía f^ncesas, es clara la preocupa­
ción de Sartre por salir al paso de la inclinación ampliamente
ras que primero son en si mismas y actualmente por Althusser: esto es, creer que la historia no
extendida entre los marxistas a desentenderse de la abi-a-
■sino a dos facetas de la propia socia- nene necesidad de un’ sujeto actuante, y que el mecanismo
jn ta de determmaciones que conforman Je la lucha de clases es el generador por sí mismo de sus r q Í d á r a n e n a s e n i lnaí ° neS-de •* concreta
cada interioridad subjetiva asume un transformaciones fundamentales.31 esto ñor eiemn! T deteIrm,naclor>es abstractas: ocurre
d o ; se crea así la apariencia ilusoria esto, por ejemplo, cuando en los agentes políticos se ve sin
1 tiene fundamento en sí misma como Musser ,lr> i. . mas a las fuerzas sociales como si la dimensión política fuera
7
la exterioridad Al acentuar Sartre el
A ,
, j sostiene, sin embargo, que “ la historia no
acentuar Sartre el , e neCesidad de un sujeto actuante” . Es evidente que la
vidad, deja continuamente de lado el jnria «í tipnf a , 116 ;iue la
la reproducción puntual y exacta de lo social.
Jamas serán suficientes las advertencias contra esa reduc­
n el cual ese momento carece de con- jar¡0 adecuado ) iVr e ugen es (para emplear el voca- ción apresurada de lo ideológico y lo político a lo social; es-
ealidad concreta y social, afirma Sar- ^ t lo ohyio, es c n justificadas, por ello, las frecuentes observaciones’ de
i sino la persona que trabaja en esta e]’a ]nSior¡T 1<s i bC,1|lS ac uantes , sino de insistir en Sartre (otro ejemplo: “ igualmente absurdo resulfa reducir
♦* •- . /c Historia no es obra de un sujeto va dado o nreron^tJ
ario, se casa y tiene ninos, etcetera (S ri , J, y , u u Preconsu- demasiado
na manera podríai afirmar: la »realidad
r .uaci vi j ij* mecanismo
. i , , cenerador de las transforintirionp«
“ ‘“ ^urinaciones His- íií« de prisa la generosidad de la ideología a los inte-
, el partido sino la persona que milita jsistcma’ de ^ 3 ™ v
político T - '■no
y lo ideológico 4 7son
1 *■” “ la
automáticamente q “ í »a
reducibles

iT a E T o ñ V r e ta * / sod a f no T s h Z ^ S i J T é Í aC‘ UaCÍÓn ^ !° S ? gCntCS * Íaraás Puc’ d e T u e lo° ? Í T ’ COm° a. VCCeS SUgÍere Sartre’ de la ’ dea
Iprescindir de estos, quienes, por lo demás, son y actúan Í A ndlVldü° f SOn la única realidad concreta. Es
función de sus modos de inserción en tal mecanismo. factiblt, en efecto, rechazar esta idea y sostener aquella tesis;
J l,azar. I,or ejemplo, la afirmación sartreana según la cual
: R. Rossanda, op. cit., p. 38. no existen mas que los hombres (no existen grandes formas
colectivas como Durkheim y otros idealistas socid es pensa-
ro n )” (S y M, 167 ). Además de los hombres existen relacio­ En suma, la disputa entre las versiones objetivistas y sub-
nes e instituciones sociales junto a otras formas colectivas sin jetivistas de la dialéctica gira alrededor de un supuesto com­
las cuales hablar de hombres no pasa de ser una mala abs­ partido: concebir como inerte, de modo explícito o implícito,
tracción. Las formas colectivas que se presentan en la di­ a uno de los dos lados de la unidad sujeto/objeto, escindien­
mensión política, así como las formas discursivas que se pre­ do tal unidad y confiriéndole a cualquiera de los dos polos
sentan en la dimensión ideológica, sin embargo, no son la un estatuto ontológico privilegiado. Ambas versiones desem­
traducción directa e inmediata de las formas colectivas pro­ bocan en modalidades idealistas del materialismo histórico y
pias de la dimensión social. su oposición apenas oculta el sustrato común de ambas.

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