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Oos aproximaciones
al proble :
de la dialétiea
c (le una auto-elección originaria,
l¡d, y ésta tiene lugar siempre en
ii' la vuelve posible, en un marco
V y acontecimientos naturales, tanto
La forma social natural implica
sujeto consigo mismo, en el que
: autoafirmación como garantía de
< un compromiso de mantener y
en que logró su trans-naturaliza-
nicial que hizo de aquello que del
asumido y potenciado y de aquello
reprimido. Desde su versión mis
a]979N r í o ty” 1
S: la?í b¿SÚ! r
la
Pero no se trata sólo del economicismo. El propósito de futuro no está determinado de ma: e
Se vuelve aquí a la confusa distinción entre lo exterior y por el movimiento anterior y actual i
Sartre es combatir la idea fija en muchos marxistas de que
lo interior tan cara a los entusiastas de la comprensión. Sin configuración depende de las posibiíi«
la historia sigue un curso dado, determinado por las leja
embargo, si bien se puede precisar con detalle cuáles son las mana decide realizar, pero el catuj
determinaciones sociales del comportamiento individual, creei, de la historia. En lugar de privilegiar el supuesto movimien
to objetivo de la estructura, subraya el papel decisivo de is incluye un número indefinido de opc
en cambio, que también, de manera recíproca, la totalidad don, sino sólo aquéllas que resultan c
praxis subjetiva. Si la praxis-proyecto es fundamento de los
social es inteligible a través de los individuos, obliga a supo locial. Sartre se opone a una visión e
ner la constitución de éstos como algo ajeno al desenvolvi acontecimientos históricos, éstos no pueden ser explicados me
diante una metodología inintencional. Hay cambio histórico h inevitabilidad histórica excluye la
miento de esa totalidad. Negarse a admitir tal supuesto nada ílades, pero no para sustituirla por o r;
tiene que ver con una mirada pretendidamente exterior', ¿d ón porque los hombres proyectan un orden social distinto dd
ede ocurrir cualquier cosa las ¡o
de estaría colocado un punto de vista exterior a la sociedad?
Hay más base para decir, por el contrario, que la exterio
existente, no poique haya una dinámica propia de la objeti-
vidad en cuanto tal. Según la crítica sartreana, la concepción
objetivista de la razón analítica busca en el orden social exis
r existencia (económico-políticas e d
cnnscriben en cualquier situación el <
ridad está implicada en el propio planteamiento de Gorz, toda
vez que se apoya en la idea de que el individuo es una uni tente — y en la dinámica de su pasado— las causas del cam
bio y se desentiende de los fines inherentes a la praxis ta Por muy reducido que sea, el cara
dad inteligible en sí misma, al margen del sistema de rela siempre (pero) 110 debemos iinrg
maña; la razón dialéctica, por su parte, se niega a ver d i
ciones sociales en el cual se inscribe. de indeterminación sino, por el coat
proyecto como un reflejo condicionado por dicho orden. Este I
diferencia conlleva ideas distintas de la temporalidad: pasado f fuertemente estructurada que dept ri
ni y que envuelve a sus propia •» contra*
y presente determinan el futuro para la razón analítica y, es |
Sartre se inserta — aunque no de manera explícita— en cambio, la razón dialéctica vincula el futuro más al proyecto !
una prolongada tradición reacia a utilizar en la investigación humano. La estructura se :ial define no sólo I,
histórico-social instrumentos cognoscitivos operantes en el aná rial sino también los fine*, que el toro'
lisis científico de la naturaleza. La argumentación orientada En la lógica deí mecanicismo, el tiempo tiene la siguiente ,; sis. Más aún, la realización del proyt»
a sustituir en aquel campo de investigación la razón analítica estructura: el estadio futuro de un proceso está ya conte-5 ajenas al control de quienes actúan p
por la razón dialéctica es, en buena medida, una argumen nido todo en su estudio presente y en sus estadios pasa-1 fiiben en una red infinita de relacio
tación tendente a mostrar la insuficiencia de una racionali d o s .... el análisis fenomenológico de la temporalidad en 4| codificando la significación de los sc¡
dad que excluye el proyecto intencional y, por tanto, a mos hombre nosL. dice que su futuro existe ya ahora, en el previ
trar la necesidad de disponer de otra racionalidad en la que s sente, como un destino negativo que las condiciones «ÍM El individuo se objetiva y contril
la categoría proyecto ocupe un lugar fundamental. La expre tentes quieren crearle y, por consiguiente, como un futu» superando el dáto hacia el campo c!
sión razón analítica describe, pues, una manera de abordai que debe negar a través de su praxis, y ésta, por lo tanto, - do una posibilidad entre todas; su
el mundo histórico social con base en la creencia de que la no está determinada por el pasado y por las condicione^: tonces una realidad que tal vez igt c
identificación de mecanismos causales permite explicar los existentes como una reacción inmediata a todo ello, sin* ! ios conflictos qiiie mánifiesta y que
cambios y transformaciones de la realidad; la expresión razón que nace de la necesidad que tiene el hombre de negar as| curso dtp los acontecimientos (GKI),
dialéctica, en cambio, describe otra manera de abordar dicho futuro posible visto como destino negativo. La teoría me-;
mundo con base en la creencia de que la comprensión resul canicista de la praxis como reflejo condicionado no recoge Se comprende, en virtud de lo alitt r
ta de la identificación de los proyectos en juego. El discurso esta estructura temporal apodíctica de la praxis individué! a una concepción de la oistoria ¡der
sartreano está dirigido a combatir, sobre todo, la idea de que introduciendo así implícitamente en su lugar una estnid* ■ ¡átjjsta qUe acompaña a buena pairl;e
el desenvolvimiento histórico es efecto de un proceso auto ra temporal mecanicista.-8 cáas donde el advenimiento del so
mático de transformación de las estructuras sociales y encuen
.... ., j«secuen<íia inevitable de la lógica <Ie
tra, por supuesto, en la vertiente economic.ista del materialis No sería justo, sin embargo, atribuirle a la versión sartra- j¡nna específica de organizar las xela
mo histórico un blanco propicio para su crítica. Sartre ha na de la razón dialéctica la creencia simpluta de que el prt* IaS relaciones basadas en la pros
reivindicado la rivalidad de su lógica intencional-proyectual yecto es obra, sin más, de la voluntad subjetiva. Si fuera e**. e|socialismo esvisto por Sjirt r
contra la racionalidad objetiva de las estructuras, sosteniendo ía tesis de la Crítica de la razón dialéctica nos encontrarían»* ^ ¡ió n y construcción humana que c
que el carácter desubjetivado de la historia es más aparente ante una concepción plenamente idealista de la historia. B ¡¿érente al desarrollo del proceso hi s
que real.” 27 ■■ j 1 ,. , ^ ;# 9 uest0» de una elección y constrtcí i
=8 M. Macció “ La dialéct.ca sartreana y la cnt.ca de la d i a l « « p ropon erse er( cuaJ u ¡e r d r c u i s!¡i
27 Q. Cera, “ Sobro la teoría sartreana de las vías nacionales al so
objetivista en Sartre y el marxismo, cit., p. 107.
cialismo” en Sartre y el marxismo, cit., p. 57.
.¡turo no está determinado de manera inevitable y unívoca cuando constituyen una posibilidad abierta por el curso mis
I eeonomicismo. El propósito de
:or el movimiento anterior y actual de la sociedad pues su mo de los acontecimientos pero, en todo caso, es posibilidad
fija en muchos marxistas de que
»figuración depende de las posibilidades que la praxis hu- abierta y no necesidad ineluctable. Sin embargo, pará defen
> dado, determinado por las leyes
ana decide realizar, pero el campo de posibilidades no der esta tesis justa sepultada por el objetivismo imperante en
: privilegiar el supuesto movimien-
;cluye un número indefinido de opciones, ni cualquier op- la doctrina oficial soviética, impuesta por esta ortodoxia cor'o
í , subraya el papel decisivo de la
ión, sino sólo aquéllas que resultan del propio ordenamiento verdad incuestionable, Sartre termina por romper, desde el
i is-proyecto es fundamento de los
acial. Sartre se opone a una visión en la que la doctrina de otro lado, la unidad sujeto/objeto.
stos 110 pueden ser explicados me-
i inevitabilidad histórica excluye la diversidad de posibili Su polémica con la dialéctica objetivista encuentra un obs
i ntencional. Hay cambio histórico
tes, pero no para sustituirla por otra doctrina según la cual táculo imposible de superar en el problema de precisar la
tan un orden social distinto del
’iede ocurrir cualquier cosa: las condiciones materiales de relación existente entre la praxis individual y el proceso his
ma dinámica propia de la objeti-
¡existencia (económico-políticas e ideológico-culturales) cir- tórico en el cual ésta se realiza. El discurso sartreario maa- j
la crítica sartreana, la concepción
jnscriben en cualquier situación el campo de posibilidades. tiene hasta el final el convencimiento adquirido en las pri
í tica busca en el orden social exis-
1; su pasado— las causas del cara- meros años de su formulación en el sentido de que el mundo
m fines inherentes a la praxis hu- Por muy reducido que sea, el campo de lo posible existe histórico-social no puede ser concebido como trama dé accio
, por su parte, se niega a ver ej siempre (pero) no debemos imaginarlo como una zona nes y relaciones causalmente determinadas. La dimensión
indicionado por dicho orden. Esta de indeterminación sino, por el contrario, como una región dialéctica de la historia tiene en la praxis-proyecto su funda
fuertemente estructurada que depende de la historia entera mento y, a pesar de ciertos pasajes aislados — sobre todo en
i ¡tintas de la temporalidad: pasado
t turo para la razón analítica y, en y que envuelve a sus propias contradicciones (CRD, I, ). 87 la Crítica de la razón dialéctica— , se rechaza la tesis de
vincula el futuro más al proyecto que la praxis emerge en una estructura histórica que, la de
La estructura social define no sólo la situación objetiva ini- termina. En efecto, pueden encontrarse en esa obra textos
:al sino también los fines que el proyecto confiere a la pra- como el siguiente:
i ismo, el tiempo tiene la siguiente is, Más aún, la realización del proyecto genera consecuencias
t uro de un proceso está ya conte- enas al control de quienes actúan pues las acciones se ins- afirmamos la especificidad del acto humano, que atraviesa
presente y en sus estadios pasa- "iben en una red infinita de relaciones que acaba siempre al medio social aun conservando las determinaciones, y que
; nológico de la temporalidad en el edificando la significación de los actos. transforma al mundo sobre la base de condiciones da
futuro existe ya ahora, en el pre- das [ . . . ] la más rudimentaria de las conductas se tiene
legativo que las condiciones exis- El individuo se objetiva y contribuye a hacer Ja historia que determinar a la vez en relación con los factores reales
por consiguiente, como un futuro superando el dato hacia el campo de lo posible y realizan y presentes que la condicionan y en relación con cierto ob
de su praxis, y ésta, por lo tanto, do una posibilidad entre todas; su proyecto adquiere en jeto que [ . . . ] trata de hacer que nazca. Es lo que llama
el pasado y por las condiciones^ tonces una realidad que tal vez ignore el agente y que, por mos el proyecto [ . . . ] en relación con lo dado, la praxis es
i ;dón inmediata a todo ello, sino los conflictos que manifiesta y que engendra, influye en el negatividad (CRD, I, 8 6 ).
] que tiene el hombre de negar un curso de los acontecimientos (CRD, I, 8 8 ).
i.i3 destino negativo. La teoría me- Sin embargo, no obstante aseveraciones como ésta, !p cier
* no reflejo condicionado no recoge Se comprende, en virtud de lo anterior, el énfasis de Sartre to es que el planteamiento decisivo deriva de la visión pre
ipodíctica de la praxis individual, 3una concepción de la historia depurada de la convicción sentada de las determinaciones sociohistóricas •—pasadas y
tamente en su lugar una estructu- ¡(alista que acompaña a buena parte de los discursos mar- actuales— como reino de 1o práctico inerte, es decir,: como
*8 slas donde el advenimiento del socialismo aparece como negatividad muerta a diferencia de la negatividad viva y di
«secuencia inevitable de la lógica del capitalismo. En tanto námica de la praxis. De esta manera, la materialidad consti
t go, atribuirle a la versión sartrea- >rma específica de organizar las relaciones sociales y supri- tuida en la historia se escinde en dos lados cuya vinculación
creencia simplista de que el pro- ár las relaciones basadas en la propiedad y en la domina- se desvanece. La materialidad del campo práctico-inerte
5
a voluntad subjetiva. Si fuera ésta : n, el socialismo es visto por Sartre más como asunto de
rizón dialéctica nos encontraríamos lección y construcción humana que como necesidad objetiva no es la portadora de la dialéctica, el motor activo de la
mente idealista de la historia. El herente al desarrollo del proceso histórico. No se trata, por historia, sino simplemente el “ motor pasivo” [ . . . ] la estru-
:puesto, de una elección y construcción arbitrarias que pue- tura relacional del proyecto existencial tiende así A divi
sartreana y la crítica de la dialéctica
üi proponerse en cualquier circunstancia, sino sólo donde y dirse en dos troncos: de un lado, el espíritu como libertad
cismo, cit., p. 107.
la acción está en el hombre, que la acción es comprensible comunión, va a misa , se confiesa, etcéte.a;
interior y, de otro, la materia como necesidad objetiva,
solamente a partir de eso que el hombre es y quiere ser creta y social no es la teoría sino la persón,
relacionada con el espíritu por un simple constreñimiento
y no sólo a partir de eso que el hombre soporta, es decir, recibe un saber acumulado, se gradúa y p,.b
de hecho. La necesidad pierde entonces su significado crí
la condición dada. Entre la condición y la acción, enton ¡era. La lista podría prolongarse ca¿i inJéil
tico de condición interna limitadora del proyecto, como
proyecto de un ser finito que hace su historia en condi ces, se yergue el hombre, dotado de una tensión inten b cierto es que la persona en cuanto tal es ú
ciones dadas, para recuperar el significado romántico de cional.30 iracta. Adquiere carácter concreto pre cisarne
obstáculo externo, de límite, 110 en sentido relacional, sino íorma en que es constituida por la maquine
No hay duda, en efecto, de que es el hombre quien realiza
en el de contraposición y como metafísicamente negativo. religión, la teoría, etcetera. Aquí se encuen r<
la acción, no las condiciones dadas; es incuestionable, asi
Si la existencia es proyecto dialéctico y finalidad, lo prác mismo, que el responsable de la intencionalidad del proyecto t material de la personalidad o, si se prefiere,
tico-inerte es el campo de la antidialéctica.20 dad o de la interioridad.
es el hombre. No parece tan indudable, sin embargo, que la
acción es comprensible en virtud de lo que el hombre es y Tal es, en rigor, el sentido de la tesis altíü
Se ve, pues, dónde tiene su origen la tesis de que la dia k historia es un procr ;o sin sujeto, la cual q
quiere ser, como si este ser — actual y proyectado— fuera
léctica “ tiene que provenir de los individuos". Si la materia aular, para despejar equívocos, subrayando j
derivable de una interioridad distinta a la que resulta de la
lidad construida en la historia no es, a su v e z, determinante ¿1 más de un sujeto, sino la imposibilidad
eficacia constituyente de las propias condiciones. La compren
de la praxis individual y sólo opera como inercia /rente a la midad sujeto/objeto. i,sta reformulacim: pei'ii
sión de lo que el hombre es y quiere ser proviene del análi
cual se levanta el proyecto, entonces no es la totalidad de ar con más claridad en favor cíe la idea de
sis de las condiciones, no de una reflexión adicional sobre
relaciones sociales la que vuelve posible e inteligible la acción aes-subjetivado de la historia no es, cojíoi c
el hombre en cuanto tal. La interioridad no es algo sobre lo
individual: ésta obedece a una imaginaria interioridad (sub jparente que re?' y, por el contrario, a pe?a¡
cual inciden las determinaciones provenientes del exterior,
jetividad) constituida de suyo. El empeño en sostener la irre- áa inmediata de que hay un sujeto constiii' re
sino el modo específico en que esas determinaciones se anu
duetibilidad de la praxis por el temor de que, en caso con a verdad se trata de la constitución tanto de
dan en cada individuo.
trario, ésta quede reducida a mero reflejo condicionado lleva tomo de la objetividad en un único y mis
“ Habría que mostrar — escribe Sartre— la necesidad con
a desconocer la presencia de la materialidad históricamente Jorrarían así mrlos enterdidos, tantas vece.:;
junta de ‘la interiorización de lo exterior’ y de ‘la exteriori-
constituida en la gestación misma de la piaxis. La propia ca
racterización de esa materialidad como lo práctico-inerte (rei
90
zación de lo interior’ [ . . . ] ” (CRD, I, ) .Se puede aceptar á que figura en el texto antes mencionado d
esta fórmula para describir la praxis sólo si se entiende, a anda: ¡
no de la antidialéctica) introduce una quiebra que le confie
la manera heideggeriana, que el ser-ahí es siempre ya ser-en-
re a la subjetividad existencia sustancial. Las condiciones
el-mundo y, en consecuencia, interioridad y exterioridad no Sartre reprocha a Lafort casi las mismas
históricas en las que el hombre actúa quedan en relación de actualmente por AltLusser: ¡esto es, creer qu
refieren a dos estructuras que primero son en sí mismas y
exterioridad respecto al sujeto que formula el proyecto. Si
después se relacionan, sino a dos facetas de la propia socia- tiene necesidad de un sujetó actuante, y qu
para el objetivismo el hombre es un medio inerte a través
lidad. De la serie infinita de determinaciones que conformas de la lucha de clases es el generador por' si
del cual la historia realiza sus propios fines, para Sartre, en
la objetividad exterior, cada interioridad subjetiva asume ub transformaciones fundamentales.31
cambio, la historia es ese medio inerte dado que el proyecto
número finito y limitado; se crea así la apariencia ilusorij
y los fines que éste implica nacen de la interioridad del in
de que la interioridad tiene fundamento en sí misma como Althusser no sostiene, sin embargo, que
dividuo. algo ajeno y distinto a la exterioridad. Al acentuar Sartre d ’¿ene necesidad de un su je n actuante” . Eá if
Las condiciones dadas no deciden por su cuenta el rumbo
momento de la subjetividad, deja continuamente de lado ti toria sí tiene necesidad de agentes (para t
de la historia sin la mediación de la praxis-proyecto, pero
fundamento material sin el cual ese momento carece de con lario adecuado). No se trata, pues, de neg
ésta tampoco puede verse como si tuviera fundamento en sí
sistencia alguna. “ La realidad concreta y social, afirma Sar áecir, la presencia de “ agentes actuantes” , .« n
misma pues se configura siempre de una manera específica
tre, no es la máquina sino la persona que trabaja en estí ae la historia no es obra de un sujeto ya !a
precisamente por las condiciones en que se desenvuelve. Vale
máquina, recibe un salario, se casa y tiene niños, etcétera” ¡S sido. El mecanismo generador de las trán T<
la pena considerar esto a la luz del resumen presentado por
Macció de la tesis sartreana al respecto:
y M, 168 ). De la misma manera podría afirmar: la realidad ericas es, en efecto, la lucha de clases o, r;.a
concreta y social no es el partido sino la persona que mili» i sistema de relaciones socialés, pero est 11
Condiciones y acciones no son realidades homogéneas sino en ese partido, recibe una consigna, vota y asiste a una ma sene sólo a través de la actuación de jos age ¡t
opuestas; esto significa que la realidad de la acción no está nifestación, etcétera; la realidad concreta y social no es Ja re le prescindir de éstos, quienes, por lo d<?m i»
ya en la realidad de la condición, sino que la realidad de ligión sino la persona que admite ciertas creencias, recibe U j función de sus modos de inserción en t al 1
iT a E T o ñ V r e ta * / sod a f no T s h Z ^ S i J T é Í aC‘ UaCÍÓn ^ !° S ? gCntCS * Íaraás Puc’ d e T u e lo° ? Í T ’ COm° a. VCCeS SUgÍere Sartre’ de la ’ dea
Iprescindir de estos, quienes, por lo demás, son y actúan Í A ndlVldü° f SOn la única realidad concreta. Es
función de sus modos de inserción en tal mecanismo. factiblt, en efecto, rechazar esta idea y sostener aquella tesis;
J l,azar. I,or ejemplo, la afirmación sartreana según la cual
: R. Rossanda, op. cit., p. 38. no existen mas que los hombres (no existen grandes formas
colectivas como Durkheim y otros idealistas socid es pensa-
ro n )” (S y M, 167 ). Además de los hombres existen relacio En suma, la disputa entre las versiones objetivistas y sub-
nes e instituciones sociales junto a otras formas colectivas sin jetivistas de la dialéctica gira alrededor de un supuesto com
las cuales hablar de hombres no pasa de ser una mala abs partido: concebir como inerte, de modo explícito o implícito,
tracción. Las formas colectivas que se presentan en la di a uno de los dos lados de la unidad sujeto/objeto, escindien
mensión política, así como las formas discursivas que se pre do tal unidad y confiriéndole a cualquiera de los dos polos
sentan en la dimensión ideológica, sin embargo, no son la un estatuto ontológico privilegiado. Ambas versiones desem
traducción directa e inmediata de las formas colectivas pro bocan en modalidades idealistas del materialismo histórico y
pias de la dimensión social. su oposición apenas oculta el sustrato común de ambas.