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Ensayar la polémica: de Heriberto Yépez para el mundo

Hablar de la literatura del norte, la supuesta” literatura fronteriza", así como así equivale a
hundirnos, a sabiendas, en arenas movedizas. En cambio, si con nuestra poca o mucha
preparación literaria nos acercamos a estos términos con cuidado, los observamos y
comprendemos antes de atrevernos a hablar de ellos sería, sí, hundirnos también, sólo que
provistos de una liana fuerte con la cual escapar de su poderosa succión sin perecer en el
intento. Justo de esta forma es como Heriberto Yépez teoriza sobre nociones como
frontera, literatura fronteriza e hibridación en su libro Made in Tijuana. Para fines de este
trabajo se abordarán dos apartados de su libro, a saber: “Adiós Happy Híbrido: Variaciones
hacia una definición estética de la frontera [más allá del mítico personaje mixto]” y
“Muertos del bordo”.
Heriberto Yépez nació en Tijuana un 2 de septiembre de 1974 y desde aquella
ciudad escribe y publica. Siguiendo a Jaime Mesa [2016], podemos ubicarlo en la
Generación Inexistente de la que nos habla en su artículo de Literal Magazine y del cual me
gustaría recuperar la siguiente cita: los escritores miembros de esta generación “comienzan
a escribir obras que sin ser nacionalistas tienen a México y sus problemas como eje central.
Esto ocurría con una frecuencia corta y ahora parece iniciar una onda expansiva que
contagia a muchos”. Efectivamente, el panorama de la Literatura ¿o Literaturas? Mexicanas
Contemporáneas se preocupa no sólo por su papel en el mundo posmoderno, sino también
por el telón de fondo: lo que acontece en el país, la problemática socio-económica, lo
político.
De esta forma los temas abordados por Yépez a lo largo de Made in Tijuana no sólo
se quedan en meras precisiones sobre la frontera, sino que trascienden más allá de lo
puramente teórico hasta la praxis: al ejercicio de la escritura, y hacia la realidad del país,
siempre con miras a la experimentación y a la reflexión individual.
Yépez aborda la hibridez de la frontera como tema central en Made in Tijuana. Sin
embargo, éste no es un libro cualquiera. No es una novela a pesar de lo sugerente de su
título y tampoco se trata de una antología de cuentos, es un libro de ensayos. De entrada
esto representa un problema porque ¿qué es el ensayo?, ¿es un género?, ¿cuáles son sus
características? Lo que quiero decir con esto es que todo aquello que se sale de los moldes,
que no encaja con nuestro elaborado sistema de etiquetas, representa un problema. Ocupar
un género complejo para hablar de una problemática compleja es el primer acierto de
Yépez cuando escribe su propia teoría de la frontera. A esto me refería con “trascender más
allá de lo puramente teórico”, pues el autor nos habla de la frontera desde un texto
fragmentario, complejo y sí, sin aparato crítico también.
Me gustaría comenzar hablando un poco de quién es Yépez como escritor y cómo se
le ubica en el paradigma de la literatura mexicana contemporánea porque, sin lugar a dudas,
es necesario conocer la configuración de Yépez en el mundo literario para entender su obra.

Heriberto Yépez: un escritor polémico

Basta con teclear su nombre en cualquier buscador web para encontrarnos con una amplia
gama de opiniones acerca de este autor. Se ha caracterizado por ser un escritor al que le
gusta desatar controversia ¿intencionadamente?, probablemente sí, lo cual le ha funcionado
muy bien. Yépez ha sabido ser el centro de atención. Cuando decía algo polémico, como
solía hacerlo en su columna de Laberinto y en su blog, arremetía con todo y contra todos,
provocando que los ofendidos replicaran inconformes ante la crítica de Yépez, muchas
veces tan severa y mordaz que la cosa iba más allá de lo puramente literario y se trasladaba
al ámbito personal.
En este sentido me gustaría recuperar algunas de dichas polémicas. Tenemos una de
Geney Beltrán Félix quien en 2013, escribe una entrada en su blog personal a la que titula
“Un viejo incidente con Heriberto Yépez” donde dice lo siguiente:

Uno de los errores de Yépez, considero, es buscar la desacreditación moral


de la persona del escritor para así desacreditar los valores estrictamente
literarios de sus textos. […] está acostumbrado a no aceptar
recomendaciones ni a respetar el criterio de los editores, y a considerar
cualquier señalamiento que un editor le haga sobre un texto, como censura.
Así hizo hace pocos años con la editora de la revista Tierra Adentro. Está
equivocado. Como también está equivocado, según pienso, al rebajar la
crítica literaria a la descalificación moral. Y en esas trampas que su ceguera
ante sus fallas le está poniendo a su inteligencia, acaso perderemos lo que a
la literatura mexicana del futuro le podría haber dado su inteligencia.

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Días antes de que Beltrán escriba esto podemos localizar otra crítica de Roberto Wong,
quien dice al respecto en sus “Notas sobre Heriberto Yépez” lo siguiente:

Mucha crítica. Mucha inventiva. Mucho “no estoy de acuerdo”. Pero basta
un análisis un poco más profundo para entender que el ego lo es todo.
Criticar a un autor para éste le responda y crear alguna polémica. No ventilar
nuevas fisuras sociales, históricas, artísticas: usar a una polémica alejada de
sus nexos sociales, sus indagaciones históricas, sus capacidades artísticas,
para catapultar al reconocimiento a los polemistas. Buscar aparecer en el
mapa literario, en vez de desaparecer con elegancia. [WONG: 2013].

Pero esto no es todo, más adelante continúa diciendo: “Como siempre, los argumentos de
Yépez son pobres. Preocupado más por la polémica que por la calidad de sus
pensamientos”.
Y, finalmente, remato con una última cita de “La gente versus Yépez” de Ramiro
Padilla [2014]: “En las letras del norte, no hay personaje a la vez tan odiado o tan amado
según sea el punto de vista, como el ave de las tempestades literarias, Heriberto Yépez”.
Tenemos, entonces, que nuestro autor ha construido su imagen como escritor, su imagen
literaria, con base en la polémica. Sin embargo, el asunto no sólo se queda ahí, sino que lo
traslada hasta su propia escritura.
De esta forma Yépez construye su imagen desatando polémica con otros autores y
generándola él mismo en sus propios textos al contradecirse constantemente en ellos.
Motivo que ha dado mucho de qué hablar, pues la crítica no ha pasado por alto esto. Sin
embargo, ésta no ha sabido ver más allá, no se ha preguntado, por ejemplo ¿por qué se
contradice a sí mismo?, o ¿qué implica que le guste generar controversia?
Intentaré dar respuesta a estas preguntas en el siguiente apartado, mientras tanto,
quedémonos con lo siguiente: que Yépez sea un escritor controvertido no es gratuito, es una
cuestión que está íntimamente relacionada con su estilo y con los temas que aborda en sus
obras: “[…] en Platón, por ejemplo, la dialéctica no conducía a una solución tríadica o
plena sino, primordialmente, a un enfrentamiento polémico. Es esta dialéctica no-hegeliana,
esta dialéctica polémica, la que me interesa. La que sostiene las contradicciones en lugar de
obscurecerlas”. [YÉPEZ: 2005, 24].

La dialéctica sobre el ensayo

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Larga y tendida ha sido la discusión sobre el ensayo. Opiniones van y vienen al respecto
desde hace años, tal vez, desde siempre. Incluso se ha aventurado a decir que los inicios del
¿género? se remontan a la misma antigüedad griega. Para comenzar me gustaría recuperar
la famosa frase de Alfonso Reyes que se ha convertido en un parteaguas para hablar del
ensayo:

La literatura se va concentrando en el sustento verbal: la poesía más pura o


desasida de narración, y la comunicación de especies intelectuales. Es decir,
la lírica, la literatura científica y el ensayo: este centauro de los géneros,
donde hay de todo y cabe todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no
puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos, sino a la curva
abierta, al proceso en marcha, al "Etcétera" cantado ya por un poeta
contemporáneo preocupado de filosofía. [REYES: 1959, 403].

Consideraré a Reyes mi punto de partida, esto con el fin de hacer un breve recorrido por la
concepción de cinco autores fundamentales, incluido entre ellos Yépez, para hablar del
tema. Se tratará de un breve estado de la cuestión que servirá después para hacer dialogar a
los diferentes autores entre ellos.
Tenemos entonces que Reyes con su ensayo-centauro representa a la tradición, a la
“vieja escuela”, desde la que se estudia y produce al ensayo entendido como un género
serio, objetivo en el que lo dominante debe ser el pensamiento abrupto, razonado, intuitivo
o escalonado. (Lo que me parece irónico ya que más adelante, con la imagen del centauro
como estandarte, se inaugurará el debate sobre la supuesta hibridez del ensayo). Esta
concepción comprende al ensayo como un texto de carácter filosófico, principalmente,
donde no caben los tratados científicos y que a pesar de su apertura y su holgura, tan amplia
como se quiera, no debe olvidar que ha de tener un eje eminentemente intelectual. Se lo
concibe, entonces, como un género que permite la comunicación de especies intelectuales.
“Esto quiere decir que por narrativa, poématica, dramática o informativa que pueda ser su
vestidura, la médula del ensayo tendrá que ser intelectiva o no será ensayo”.
[ESCALANTE: 2009, 16, 18].
Frente a esta concepción tradicionalista se perfila Evodio Escalante, quien cuestiona
el presupuesto del ensayo como especie textual identificable (y aquí es donde empieza el
meollo del asunto). Al respecto dice lo siguiente: “cabría preguntarse si el ensayo es un
género textual determinado, identificable a partir de cierto número de rasgos constitutivos,

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en los que nos podemos poner de acuerdo, o bien, una expectativa de lectura que en mucho
depende de las circunstancias y del contexto”1. [ESCALANTE: 2009, 18].
Para ilustrar su razonamiento nos habla de la impresión que tuvo luego de leer el
ensayo de Lukács, El alma y las formas, en donde éste señala que los primeros ensayos
escritos de Occidente fueron los diálogos de Platón. Dicha sorpresa se debió,
principalmente, a la idea que tenía del ensayo como producto de la Modernidad. De esta
forma, sus expectativas se movieron de la Ilustración y la Modernidad hasta la Antigüedad
para luego ser ajustadas nuevamente con otro matiz ya no temporal sino estilístico al
conocer que, en un determinado momento de la historia, los diálogos fueron juzgados como
poesía dramática. Ante este desplazamiento es cuando se pregunta: ¿Quiere decir esto que
la ubicación genérica no tiene nada de firme, como se da por sentado, y que depende más
bien de una cierta expectativa de lectura?
Quise empezar con esta díada porque en ella podemos apreciar el tránsito del ensayo
entre dos campos importantísimos: la forma textual del ensayo y su recepción. Dos
diferentes enfoques que pretenden hacer lo mismo: teorizar sobre el ensayo. A pesar de que
el diálogo se da en una sola dirección (porque, obviamente, Reyes no puede replicar a la
crítica de Escalante), éste logra desmenuzar muy bien los postulados de Reyes y con base
en ellos formular su propuesta.
Ahora bien, quisiera abordar la dialéctica en la que, durante los últimos cinco años,
han participado más activamente una gran variedad de autores. No obstante el gran número
de escritores implicados, me gustaría ceñirme únicamente al diálogo que han tenido dos
personajes sobresalientes en el panorama de la literatura mexicana contemporánea: Vivian
Abenshushan y Luigi Amara, con Heriberto Yépez. Ésta tríada se enfrasca, alrededor del
año 2012, en una abierta discusión sobre la hibridez del ensayo en donde se vierten
diferentes puntos de vista.
Luigi Amara publica, en febrero de ese mismo año, un ensayo en Letras Libres
titulado “El ensayo ensayo”, el cual me parece más bien una proclama donde plasma lo que
para él debería ser un ensayo. Resumiendo, podría decirse que los puntos principales de su
ensayo son los siguientes: el ensayo como forma literaria, de carácter subjetivo y
experimental, carente de un fin definido cuyo objetivo no es demostrar nada ni abarcarlo

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Las cursivas son mías.

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todo sino discurrir: invención; el ensayo como digresión de un ente individual (un yo) cuyo
deseo es autodescubrirse; el ensayo como autoconocimiento. Un propuesta interesante que
tiene tanto sus pros como sus contras y que no escapó a la crítica mordaz de Yépez, quien
escribió, sólo un día después de publicado el ensayo de Amara (24 febrero), una réplica al
respecto en su columna de Laberinto.
En “Ilusiones del ensayo-ensayo”, Yépez critica, con su forma tan
característicamente incisiva, la preocupación de Amara por mantener el carácter literario
del ensayo y saca a colación los desaciertos de su escrito. Amara hace una crítica velada a
Reyes cuando atenta contra la prosa como vehículo de transmisión, lo que Reyes llamaba la
función “ancilar” de la literatura. Sin embargo, Amara termina por caer en el mismo atasco
dictatorial que Reyes al querer reubicar de tajo al ensayo como una mera forma de la
ficción. Sus punto a favor, no obstante sus desaciertos, se ven conectados tanto con
Abenshushan como con Yépez.
Ahora bien, el ensayito de Yépez (diminutivo de extensión, más no de calidad) abrió
el debate pues ocasionó que Amara le contestara con otro ¿ensayo?, en el que se nota
claramente su disgusto ante la crítica de Yépez y que continúa consolidando la figura
controvertida que lo caracteriza ante la literatura mexicana contemporánea:

Además de las simplificaciones, a Yépez le encantan las metáforas sobre la


petrificación y la máscara. Es natural: usa la rancia estrategia de convertir
en guiñol lo que lee, para luego darle de palos. Cuando conoció la idea de
Bacon de atentar contra los ídolos de la tribu, la entendió en clave de piñata.
El problema es que, tras su sesión acaso terapéutica de dale y dale, no se da
cuenta de que el espantajo que creó está hueco y que así no gana un
cacahuate2. [AMARA: 2012].

Esta cita resume exactamente, de manera irónica y también divertida, lo que hace Yépez:
entender todo “en clave de piñata”. Pareciera que escribe sin tomarse nada en serio y, a
manera de juego, criticar todo por todo. Esto podría creerse con una lectura simple, poco
profunda de los ensayos de Yépez, probablemente eso es lo que pretende, que digamos
como Amara: “Seguro le molesta que, ocupado en sí mismo, el ensayista no tenga por tema
a Heriberto Yépez, único eje del ego válido”. [AMARA: 2012b]. Tal vez sólo le apetece

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Las cursivas son mías.

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platicar con los que puedan leer más allá de su aparente egolatrismo y falta de seriedad para
hablar de cosas más interesantes. Volveré sobre este punto más adelante.
Abenshushan entra en la discusión proponiendo el término contraensayo, con el que
pretende darle la vuelta tanto a la non fiction prose como a la discusión sobre la hibridez
del ensayo. En su prólogo a Contraensayo concilia, a mi modo de ver, varios puntos que
tanto Yépez como Amara utilizan para hablar del ensayo, de tal suerte que ambos están
incluidos en dicha antología.
Me limitaré a mencionar tales puntos ya que, por motivos de extensión es imposible
verlos uno a uno con detenimiento. Tenemos entonces que el texto de Abenshushan aborda
1) la distinción entre non finction prose y ensayo o la confusión entre escritura y yugo
laboral. Es decir, retoma lo que según ella debería dar constancia de la presencia auténtica
de un ensayo: “una escritura asociada al pensamiento autónomo y la práctica de un
lenguaje sin servidumbres” [ABENSHUSHAN: 2012, 9]; 2) el enfrentamiento entre el
productor de artículos y el ensayista, en el que uno produce “botana para aliviar el
aburrimiento de las horas muertas” [ABENSHUSHAN: 2012, 11], mientras que el otro
intenta conocerse a sí mismo; 3) el mercado y la academia como “las tecnocracias del
conocimientos que lo han puesto (al ensayo) desde hace tiempo de rodillas”
[ABENSHUSHAN: 2012, 11], es decir, como los principales opresores y fósilizadores del
ensayo. El mercado haciendo del ensayo mera publicidad o propaganda, la academia
subordinándolo a la información, convirtiéndolo en prosa mecanizada: ¡Sigue estos diez
pasos para hacer un buen trabajo!; y en estrecha relación con este último punto 4) hay que
desescolarizar al ensayo abogando por una escritura nómada y libre, por la digresión en
lugar de la estructura, por la brevedad frente al fárrago teórico, por la imaginación contra la
objetividad, por el humor versus la solemnidad, por la experiencia personal frente al
conocimiento de segunda mano y finalmente por la escritura en lugar del “lenguaje
esotérico del especialista”; 5) el ensayo como género experimental por definición y por fin
6) la autocrítica del ensayo que nos encamina, tal vez, hacia un reinvención del ensayo.
Este recuento nos da un total de seis puntos clave que pueden ser resumidos a cinco,
(son los que se encuentran resaltados en negritas), y que pueden ser rastreados, también, en
la reflexión que cada uno de los tres autores ha hecho sobre el ensayo. De esta forma,

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incluso me aventuraría a decir que son los tópicos en torno a los que gira la discusión sobre
el ensayo en general. Por tanto, están presentes en Yépez.

Heriberto Yépez, el ensayista.

He abordado hasta aquí una suerte de metaensayos, como me gusta nombrarlos porque lo
que han hecho es abordar al ensayo desde el ensayo. El último que comentaré en este
trabajo será el ensayema, como lo llama él mismo Yépez, titulado “Yo acuso! (al ensayo)
(y lo hago)” que cierra la antología de Abenshushan. En él podemos encontrar nuevamente
los cinco puntos anteriormente mencionados aunque no todos de forma explícita. En él
habla de dos de los cinco puntos con todas sus letras. Primero sobre la autocrítica del ensayo:

Si la poesía está en crisis desde hace décadas y la novela ni se diga —desde


la realista hasta la metadiscursiva— ¿cómo se ha salvado el ensayo de la
crisis? Creo que lo ha hecho convirtiéndose en juez del resto de los géneros.
Se ha salvado, ha disimulado, volviéndose la parte analítica, la parte
acusadora.
El ensayo es el dedo que señala o desmenuza. Ese es su primer truco.
Volverse el ojo que no se mira. ¿Otro problema del ensayo? Ya lo he
(medio) dicho al principio: el ensayo es policíaco. [YÉPEZ: 2012b, 98].

Más adelante sobre el mercado y la academia:

¿Qué hacen los poetas cuando han perdido la comunicación con los dioses?
¡Manufacturan ese género ensayístico llamado poéticas! Y las poéticas no
son más que autopromoción. Y todas las revistas no son más que
propaganda. Así que entre los ensayos de las revistas y los anuncios de
cigarros hay plena continuidad. El ensayo es publicidad. [YÉPEZ: 2012b,
99].

Ahora bien, implícitamente podemos ver la ruta de su pensamiento autónomo en su


digresión, en su crítica al ensayo; a la experimentación en el lenguaje que emplea para
plasmar sus ideas; y finalmente, al conocerse así mismo en la elaboración de su estilo
característico, esa filosofía en “clave de piñata”, que es lo que me interesa particularmente
de Yépez. Con respecto a esto retomaré lo que había dejado pendiente cuartillas atrás.
Cuando dije que parecía que Yépez escribía sin tomar nada en serio y que, a manera
de juego, criticaba todo por todo, estaba apuntando hacia este último punto general, el

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conocerse así mismo. Como ya lo había mencionado muy al inicio de estas líneas, nuestro
autor construye su imagen generando polémica al replicar los escritos de otros autores y
consigo mismo al contradecirse en sus propios textos/ideas.
Por ejemplo, critica la academicidad del ensayo: “A esa casta de frustrados
profesionales que son los profesores universitarios y los lectores, les fascinan los ensayos.
Si no fuera por dicha paragustia no existirían los journals, las mesas redondas y los
asistentes mismos”. [YÉPEZ: 2012b, 99], sin embargo ¿no él mismo pertenece a este
paradigma?
Otra. Dice: “El ensayo literario agoniza. La literatura ya es definida por la prosa de
redes sociales, academia, periodismo y crítica. La literatura ya no define a la literatura”
[YÉPEZ, 2012a, párraf. 8]. Pero, otra vez pregunto, ¿acaso él no usa las redes sociales y
escribe desde ahí?, ¿no pertenece él mismo a la academia?, ¿no está haciendo crítica en el
mismo instante en que escribe esas palabras?
Yépez se sirve de las contradicciones que produce consigo mismo para restituir la
autenticidad del ensayo, recuperar su sentido primario: la experiencia personal, es decir, el
pensamiento autónomo aunado al conocerse a sí mismo (y al mundo) a través de la
reflexión. No busca “la verdad” del ensayo, por decirlo de alguna manera, sino andar el
camino (recordando a Amara).
Hasta aquí podemos sintetizar a los cinco autores vistos de la siguiente forma:
Reyes instaura al ensayo como forma textual definida objetiva e intelectual. Por su parte,
Escalante rescata la recepción del ensayo, el cual dependerá de la expectativa de lectura
para ser definido como tal, o sea, dependerá del lector ser considerado o no un ensayo.
Luego Amara interviene con su preocupación por mantener el carácter literario del ensayo.
Después Abenshushan aporta su concepto de contraensayo con la intención de diferenciar
al ensayo de la non fiction prose. Finalmente Yépez cierra el desfile contribuyendo con la
imagen que ha ido construyendo de él mismo, es decir: reivindicando la figura del
ensayista, al yo.
Como lo he venido repitiendo, Yépez construye su imagen con base en la polémica
generada por sus ensayos. En otras palabras, Yépez se configura como ensayista a través de
la controversia que producen sus ensayos, o mejor dicho, de su recepción.

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Esto nos remite directamente a la noción de discurso en su sentido lingüístico como
“una forma de acción entre las personas que se articula a partir del uso lingüístico
contextualizado”. [CALSAMIGLIA Y TUSÓN: 2007, 15]. Así, el ensayo es un discurso en
el sentido de que “no depende únicamente de la mediación del lenguaje sino de una
instancia que se lo apropia, lo estructura y lo organiza: el ensayista” [VENTURA: 2009,
10]. De este modo, lo controversial de sus ensayos viene en función de Yépez como
ensayista; proviene de un yo porque “el sentido de un texto no sólo está en función de lo
que se dice, sino de quien lo dice y cómo lo dice”. [VENTURA: 2009, 10],
Después de todo este fárrago no me extraña que tú, querido lector-profesor, te
preguntes ¿qué tiene que ver todo esto con Made in Tijuana? Pues bien, comenzaré por
explicar por qué ocupé tanto espacio para contextualizar la situación del ensayo. Para poder
evidenciar el contraste que ofrecía Yépez necesitaba tener un paradigma más o menos
establecido, por ello hablé de Reyes, Escalante, Abenshushan y Amara.
Luego, ya con estos autores como contexto, puedo decir que Yépez entra a la
discusión sobre el ensayo de una manera distinta. Si bien aborda los mismos puntos, lo que
verdaderamente lo distingue de los demás es que él recupera el carácter subjetivo del
ensayo, es decir retoma la individualidad que es inherente a él y la pone de manifiesto en su
propia escritura. ¿Cómo lo hace? Generando polémica, siendo contradictorio. Por eso me
serví de su discusión con Amara y de algunas críticas sobre él que encontré en internet.
Ahora sí, ya con todo esto puesto sobre la mesa puedo abordar Made in Tijuana.

Made in Tijuana: el proyecto literario

Asumiendo que el ensayo persigue y mantiene un diálogo con el mundo en el que se


inserta, entonces éste no sólo es representación del mundo sino, también, representación en
él [VENTURA: 2009, 9]. De esta forma, Yépez nos hablará de la realidad social del país a
través del ensayo, esta forma textual tan controvertida, y lo hará desde un lugar igual o más
polémico: Tijuana, el centro del mundo. Desde ésta ciudad específica, Yépez representará
la problemática social de la frontera y, de igual forma, se representará en ella, es decir,
explicará lo que es la frontera en Tijuana y ésta, a su vez, lo explicará a él. Por tanto, desde
Made in Tijuana va a problematizar el fenómeno social que representa la frontera sin
intenciones de llegar o proponer una solución al respecto, sólo hablar de ello.

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Ahora bien, así como existe la polémica en torno a la hibridez del ensayo, también
existe otra para la hibridez de la frontera. En “Adiós Happy Híbrido: Variaciones hacia una
definición estética de la frontera [más allá del mítico personaje mixto]”, Yépez se
manifiesta en contra de la teoría de la hibridación de García Canclini que reduce la realidad
de la frontera a una mera mezcla pues, según él, el concepto de hibridación deja de lado sus
diferencias y desencuentros ya que lo híbrido naturaliza su realidad bipartita.
Aquí, Yépez se manifiesta en contra de la Tijuana híbrida y posmoderna porque
para él “Tijuana no se define por sus fusiones sino por sus desencuentros”. Además plantea
los conceptos de fisión, colusión irónica, canibalización, carnaval y antropofagia cultural
para hablar de la frontera como fenómeno social. Ahora bien, también utiliza los términos:
polaridad, tensión, contrarios, diferencias, conflictos, desencuentros, contradicciones, ironía
y heterogeneidad para referirse a ella. Dichos términos los derivará, más adelante, de la
teoría sobre la hibridez de la frontera hacia su estilo ensayístico. Me gustaría recuperar
algunas citas para ilustrar esto.
Empezaré con la siguiente: “La ‘fusión’ como metáfora sólo escondería las
desigualdades y lo que define la frontera son exactamente sus desigualdades. […] La fusión
es una metáfora que empobrece, esconde, la alteridad. La fusión elude lo más relevante y
energético de lo fronterizo: sus contradicciones”. [YEPEZ: 2005, 18]. Si algo me he
propuesto en este trabajo es caracterizar a Yépez por contradictorio y en esta cita podemos
ver cómo en Made in Tijuana, que es anterior a sus metaensayos, ya va esbozando el
camino hacia la imagen que hoy lo caracteriza: la del escritor polémico. Si para él “la
contradicción es la riqueza de la frontera” y el centro de su mundo es ésta misma, resulta
natural que refleje este principio en su escritura.
En la siguiente cita vemos otro guiño que nos hace al respecto: “No olvidemos que
en Platón, por ejemplo, la dialéctica no conducía a una solución tríadica o plena, sino,
primordialmente, a un enfrentamiento polémico. Es esta dialéctica no-hegeliana, esta
dialéctica polémica, la que me interesa. La que sostiene las contradicciones en lugar de
obscurecerlas”. [YÉPEZ: 2005, 24]. Todo esto nos lleva a la conclusión que da Yépez hacia
el final de “Happy híbrido…” y que dice de la siguiente manera:

“La frontera y su estética no se definen por sus síntesis sino por sus
contradicciones. […] Yo añadiría la frontera como sitio de contraste, juntura,

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contacto y conflicto Lugares que hacen evidentes las polaridades y en los
que cualquier hibridación sólo existe en el grado en que no fusiona sino
fisiona a sus integrantes y a la posibilidad ilusoria de una síntesis hegeliana
enmascarada. [YÉPEZ: 2005, 34].

Yépez, como ensayista, se sitúa en Tijuana y desde ahí comienza la discusión de un


punto que se conecta tanto con la realidad social del país como con la literaria: la hibridez.
El fondo de sus ensayos y, particularmente el de “Happy Híbrido…] es la supuesta hibridez
de la frontera alentada por Canclini y sus receptores, a la cual hace una crítica desde su
lugar como habitante de Tijuana y como letrado. A la par que critica la teoría de Canclini,
plantea la suya, basándose en los conceptos mencionados anteriormente: polaridad, tensión,
contrarios, diferencias, conflictos, desencuentros, contradicciones, ironía, heterogeneidad,
fisión, colusión irónica, canibalización, carnaval y antropofagia cultural haciendo una
conexión directa con su realidad como habitante de la frontera y su experiencia personal. Es
decir, a través del discurso ensayístico le es posible desplegar su subjetividad [VENTURA:
2009, 9].
De esta suerte, Yépez critica la hibridez de la frontera desde un género considerado
híbrido: el ensayo, ¿será esto gratuito? Evidentemente no. El ensayo, además de permitirle
poner de manifiesto su subjetividad, le permite, también, experimentar tanto a nivel
lenguaje como a nivel género. Esto podemos verlo más claramente en “Los muertos del
bordo” donde es claro el juego entre, por un lado, el lenguaje académico y el literario y, por
el otro, entre las fronteras del ensayo y la crónica.
“Muertos del bordo” inicia en un tono muy académico, proporcionando datos
verídicos de un conflicto social real, es objetivo: “A partir de de la kafkiana Operación
Gatekeeper fue instaurada en 1994 por el gobierno estadounidense murieron, en su primer
decenio, un promedio de trescientos migrantes al año en la frontera entre México y Estados
Unicos…”. Luego de unos siete párrafos cambia el estilo, ya no nos habla de algo, sino que
ahora nos habla de él, de su experiencia; empieza lo anecdótico, cambia de la objetividad
con la que empezó a la subjetividad, y con lo subjetivo pasa de lo académico a lo literario:

“Siempre me llamó particularmente la atención un juego de pequeños


letreros en la zona de cruce. Un par de ellos están colocados en el regreso de
San Ysidro a Tijuana, antes de entrar en el edificio de la Garita
estadounidense […] Cada vez que pasaba la frontera, cuando volvía de San

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Diego de algún viaje […] trataba de memorizar esa indicación en español e
inglés… [YÉPEZ: 2005, 139].

Ambos lenguajes conviven en el texto, dándole, de esta forma, su particularidad.


En “Los muertos del bordo”, Tijuana se vuelve una metáfora para hablar, por una
parte, de la problemática social que representan las muertes de los migrantes, y por otra, la
de la incapacidad de la literatura para retratar la realidad de la frontera:

Las palabras (por sí solas) no logran hacernos ver (realmente) lo que


buscan describir. […] las palabras no pueden ser un medio para retratar o re-
presentar efectivamente la realidad. No sólo no la representan fielmente sino
que además la hacen perder credibilidad en sí misma. Somos inmunes a
ellas. Ellas nos hacen inmunes a la realidad. Lo verbal se invalida a sí
mismo. Invalida al mundo.
Somos insensibles al texto. El texto es desconfiable y, según Rumsfeld poco
impresionante. No nos impresiona leer descripciones de torturas. Sólo no
podría impresionar ver fotografías3 [YÉPEZ: 2005, 145].

Lo que Yépez intenta decirnos es que se ha escrito tanto sobre la frontera que la literatura
ya no es suficiente para hablar de ella: “Se escribe tanto sobre la frontera que cada vez es
menos verosímil, La frontera tiende a enloquecernos. Por eso se requiere usar estadísticas,
pies de página, cuadros, ¡algo!” [YÉPEZ: 2005, 141]. Y es precisamente este desgaste el
que le abre camino a la hibridación:

Cada vez se cuentan cosas más terribles sobre la frontera; cada vez se
requieren, como temía Walter Benjamin, shocks más fuertes en los textos,
porque los shocks precedentes pierden casi inmediatamente su efecto. Este
género, la crónica fronteriza, cada vez es más difícil de componer porque ya
todo ha sido contado y lo único que puede seguir son descripciones más
crueles, más apegadas. Más palabras. Nuevos narco o migracorridos4
[YÉPEZ: 2005, 141]

Yépez, con “Los muertos del Bordo”, busca problematizar la representación de los
muertos del Bordo, lo cual hace desde la hibridación de dos géneros literarios: la crónica y
el ensayo. En ellos van a converger los siguientes puntos: los espacios de interacción entre
la realidad y la ficción; la experimentación estructural; las fronteras entre un género y otro;

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Las cursivas son mías.
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Las cursivas son mías.

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el juego entre lo objetivo y lo subjetivo; y, finalmente, la mezcla armónica del dato verídico
y lo ficcional.
Recapitulando, tenemos entonces que Yépez, con Tijuana como metáfora y la
hibridación como bandera, Yépez busca visibilizar un conflicto: la muerte desapercibida de
más de dos mil setecientos migrantes producto de las operaciones “Gatekeeper”
estadounidenses, cuyo propósito era hacerlos cruzar por terrenos más recónditos e
inhóspitos con el fin de que el sólo intentarlo les ocasionara la muerte:

Fueron tres los operativos que se encargaron de matar a los migrantes sin
tener que matarlos […] desviaron las rutas tradicionales de entrada ilegal en
Estados Unidos, reforzando la vigilancia en éstas y obligando a los
migrantes a cruzar por zonas más peligrosas: las montañas y los desiertos.
Cruzar por las zonas típicas era arriesgarse a ser fácilmente arrestado: cruzar
por la larga marcha era arriesgarse a nunca ser detenidos por nadie,
especialmente cuando se hubiera conseguido extraviarse entre las tierras
baldías norteamericanas.
[…] Con cincuenta grados centígrados. Dos o tres días de caminata. Sólo los
sensores en la frontera y los satélites de vigilancia sabían de estos
caminantes. Ellos nunca aparecieron en los medios [YÉPEZ: 2005. 137-
138].

Yépez problematiza la representación de los muertos del Bordo poniendo el acento en que
sólo se habla de ellos en términos numéricos. Como no hay imágenes de ellos, sus muertes
no impactan a la sociedad. Entonces, lo único que puede hacerse al respecto es hablar,
escribir de ellos pero, como ya nos lo ha querido decir, las palabras no alcanzan, tampoco
impresionan. Por ello Yépez escoge el ensayo-crónica como lugar para observar el
conflicto, es su modo de acercarse a la problemática e intentar que la lectura vaya más allá
de lo literario. Su crónica-ensayo es, por tanto una apología en su honor, un intento por
visibilizarlos y sacarlos de su destierro numérico. De esta forma Yépez consolida a Made in
Tijuana como un proyecto literario que invita a reflexionar sobre la frontera y que busca
llevar a esa reflexión más allá de sus propios límites textuales: hacia los terrenos mismos de
la realidad social del país

Conclusión

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Me gustaría terminar este trabajo retomando a la Generación Inexistente. Jaime Mesa dice
respecto a ella que: “Ya hay una cercanía con una literatura, si no crítica, preocupada por
sucesos políticos, sociales o económicos, y ya hay referencias expresas hacia lo mexicano”.
Sin duda en Made in Tijuana vemos reflejada esta cita cabalmente. Sin embargo, en Yépez
el país en general nunca aparecerá como tema central. Este es un rasgo que empieza a
perfilarse como característico de la Generación Inexistente. Se escribe de México, sí, pero
siempre desde el individualismo del autor, en este caso Heriberto Yépez. Lo cual tiene
sentido si recordamos que lo que él aporta con su polémica es la figura del ensayista. Si los
demás autores abundan en la forma textual del ensayo, Yépez abunda en el yo desde el que
se enuncia al ensayo como discurso. Yépez por tanto, está siendo sintomático de esta
generación: el compromiso de Yépez es consigo mismo, no con el pasado ni con el futuro.
De ahí que aborde la problemática de la frontera, pues lo afecta a él de forma directa, en el
“aquí y ahora”.

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