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y lingüística latinas
Pere J. Quetglas
ELEMENTOS BÁSICOS DE FILOLOGÍA
Y LINGÜÍSTICA LATINAS
Pere J. Quetglas
2 x? o ' £ > ■
P ublications i Edicions
©
UNIVERSITÄT DE BARCELONA
UNIVERSITÄT DE BARCELONA. Dades catalogràfiques
Quetglas, Pere J.
Elementos básicos de filología y lingüística latinas. - (Universität ; 21)
Notes. Bibliografía. Index
ISBN 84-475-3032-9
I. Títol II. CoMecció: Universität (Universität de Barcelona) ; 21
l.LIatí II. Lingüística III. Filologiallatina
ISBN: 84-475-3032-9
Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra. Ninguna parte de esta publicación,
incluido el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, transmitida o utilizada mediante ningún
tipo de medio o sistema, sin autorización previa por escrito del editor.
Prólogo
P. Q.
* * *
Agotada ya hace unos años la primera edición de esta obra y con la perspectiva que da
la distancia, podemos constatar con satisfacción que este librito ha hecho su camino y ha
prestado útiles servicios a la comunidad universitaria. Por ello, y a la espera de que vea
la luz una segunda edición puesta al día, nos acogemos gustosamente a la oportunidad
que nos brinda Publicacions i Edicions de la Universität de Barcelona de publicar una
reedición en la que simplemente se han corregido errores ortográficos y se han
introducido pequeñas adiciones, siempre con el deseo y la confianza de que todavía siga
siendo útil.
Barcelona 2006
P. Q.
1 Introducción
En el año 1546 el hum anista francés E tienne Dolet fue condenado a la ho
guera p o r publicar una versión del H iparco y del Axioco de Platón (el últim o,
apócrifo), en el que se atribuía a este filósofo falta de fe en la inm ortalidad
del alm a.1
A proxim adam ente en la m ism a época, el h u m an ista español F rancisco
Sánchez de las Brozas se veía enfrentado a dos procesos inquisitoriales.23Y cu
riosam ente, com o en el caso de Dolet, m uchas de las acusaciones que se le
im putaban tenían naturaleza filológica. Veamos un p a r de ejem plos: H abía
osado sostener el Brócense que los Magos, los Reyes Magos, eran tal vez
grandes señores, pero no necesariam ente reyes, según se desprende del texto
evangélico:
Y que las 11.000 vírgenes no eran tantas, sino once, pues el texto de refe
rencia contenía la expresión undecim seguida de u na M, grafía ésta que se
habría in te rp retad o como signo del num eral mille, cuando realm ente se tra
taría de la ab rev iatu ra de m artyres, lo que ju n to al uirgenes subsiguiente
daría 11 vírgenes m ártires* No viene al caso seguir aquí los avatares inquisi
toriales del B rócense, de los que, dicho sea de paso, salió b astan te bien libra
do, ni tam poco h ac er cuestión del hecho de que tuviera o no razón en sus
especulaciones filológicas. Si hem os sacado a colación estos dos ejem plos ha
sido porque constituyen dos m uestras muy representativas, p or una p arte del
peligro que acecha ál filólogo, y por o tra de lo que debe ser la actitu d cientí
fica de este m ism o filólogo. C iertam ente que los tiem pos han cam biado y,
afortunadam ente, no hem os de preocuparnos ya p o r acusaciones que hoy
nos parecen pueriles, como las que fueron dirigidas co n tra el Brócense. En
tonces, ¿cuál es el peligro que nos am enaza hoy en día? A no dudarlo, el de la
incom prensión. R ealm ente es difícil en la actualid ad no ya ser filólogo, sino
incluso h acer profesión de fe de filólogo, sin top arse con la sonrisa com pren
siva del desatino o con la mueca delatora del asom bro. Y a todo eso, la res
puesta del filólogo, del filólogo clásico especialm ente, es la de refugiarse en
la torre de m arfil de su superioridad, sin atrevernos m uchas veces a lib rar
una batalla, que, sin duda, debem os de cre er perd id a de antem ano, y de esta
form a vemos retro ce d er lenta e inexorablem ente n u estras posiciones.45
No m enos in teresante, creem os, es el otro aspecto que se puede en tresa
car de los ejem plos anteriores. Si en las circunstancias actuales tuviéram os
que b u scar el denom inador o factor com ún que caracterizara a todas las
ciencias del esp íritu , se podría responder con poco m argen de erro r que es
su voluntad im plícita y explícita de alcanzar la denom inación de disciplinas
científicas. S iem pre hem os m irado con recelo la en tid ad científica de discipli
nas, cuyos m anuales dedican una breve —que luego resu lta ser larguísim a—
introducción a d em o strar que la m ateria de que tra ta n es una disciplina cien
tífica. Aplicando el aforism o tradicional de excusatio non petita, accusatio
manifestó., se puede pensar, justificadam ente, que cuando hay que dedicar tan
to espació y esfuerzo a p ro b ar estos extrem os, en una especie de p ráctica de
que la aparición de las lenguas rom ánicas no debió se r sim ultánea en toda
la R om anía.17 Pero es que todavía hay más; pues la fijación de estos límites
nos m arca el térm ino ante quem de la desaparición en u n a zona determ inada,
no del latín sino de un tipo de latín, el latín hablado vulgar de la Galia, si
se nos perm ite una expresión que no perm anece al m argen de objeciones.
Y al lado de este latín que desaparece tenem os un latín arcaico, uno literario,
uno clásico, uno postclásico, uno tardío, otro coloquial, o tro medieval, otro
hum anista, e incluso un neolatín. Y ante esta situación surge la pregunta de
si es lícito poner lím ites cronológicos al ám bito latino. Es cosa sabida que
las diferencias en tre el latín de un M ommsen y el de cualquier hum anista
no son grandes. Mas, aun suponiendo que el lím ite del interés para un filó
logo tenga que detenerse con el latín de los hum anistas, cosa que es mucho
suponer, está claro que el neolatín no m erece ser olvidado, si no como objeto
de estudio, sí com o producción, reflejo de la com petencia lingüística adqui
rida p o r el filólogo.
Pasando al plano de la literatu ra latina, topam os, en principio, con pro
blem as de la m ism a índole de los que encontrábam os en el cam po de la len
gua. Nos encontram os, p o r de pronto, con unos lím ites que en ocasiones van
a venir fijados por ideas previas. En la Facultad de Filología de la Universi
dad de B arcelona, en la que profeso, existe un a asig n atu ra de p rim er curso
titulada, «Introducción a las literatu ra s hispánicas», en cuyo enunciado, al
m argen de lo aleatorio de la titulación, se pone de m anifiesto u n a concepción
geográfica de la lite ra tu ra : son literatu ra s hispánicas, las producidas en His-
pania; o quizás, con m ayor exactitud, si consideram os que R obert Graves
puede haber escrito excelente lite ra tu ra inglesa en H ispania, literatu ra s pro
ducidas en cualquiera de las lenguas habladas en H ispania. En el caso de la
lite ra tu ra latina, no suele ser éste el enfoque dom inante, pues h ab lar de lite
ra tu ra latina, o tal vez m ejor, en este supuesto, rom ana, sería com o h ablar
de la literatu ra producida en cualquiera de las lenguas habladas en el Im perio
Rom ano, es decir, griego, bereber, egipcio, latín, etc. Lo más general es que
uno se refiera a lite ra tu ra latin a com o la literatu ra escrita en latín, con un
lím ite final que podría ser el Renacim iento. De todas form as de vez en cuando
se hacen excepciones. Así, cuando se habla de la analística rom ana, se hace
referencia a los p rim eros analistas que escribieron en griego conform e a una
tradición; en cam bio, al h ab lar de la h isto ria se prescinde de au to res tan im
p o rtan tes com o un Polibio.
E n el aspecto cualitativo, la decisión viene, en cierta form a, im puesta
por u na serie de condicionantes: la única m anera de su p e ra r el riesgo que
conlleva el diferente concepto de creación literaria que tenían los rom anos
del que se tiene en la actualidad, consiste precisam ente en conside ra r litera
rio todo texto o docum ento que nos haya llegado, pues de esta form a evita
m os al m ism o tiem po el peligro de ir cercenándole elem entos a una litera
tu ra de tipo «residual» com o es la latina. Y creem os, sin ningún género de du
das, que ésta es la única po stu ra operativa que nos puede p e rm itir acercarnos
con cierta objetividad, sin ideas previas, a una literatu ra que parece ser que
(Cic. De Rep. 1,20,33) se concebía como un arte ú til al estado, y que tenía
com o finalidad principal educar a las generaciones m ás jóvenes y celebrar el
m os m aiorum . Concepción que perduró, pese a los intentos de creación de
una nueva poética, cifrada en la delectado sola, que in ten taro n los poetae
noui, y de la que p erd u ró casi exclusivam ente su aspecto form al, dando lugar
a la polém ica de la que se hace eco Cicerón en el Pro Archia y tam bién H ora
cio en los com entadísim os pasajes de su Ars Poética:
o tam bién
El núm ero de ciencias que tengan relación con la filología dependerá directa
m ente del concepto que tengam os de esta disciplina. Si partim os de la defi
nición de filología m ás am plia existente: «conocim iento de todo cuanto es
necesario para alcanzar la co rrecta interpretación de un texto», serán m uchí
sim as las disciplinas que tienen un a relación más o m enos extensa con la filo
logía. Y adem ás, conform e va pasando el tiem po y va progresando la ciencia,
o lo que es lo m ism o, parcelándose el cam po del saber con nuevas especiali
dades, o al m enos con nuevos nom bres, son más num erosas todavía. Así, para
p oner un ejem plo, el alcance que pudiera tener la relación existente en tre
filología y paleografía se ha visto m erm ada en p arte p or la aparición de la
ciencia codicológica, a p a rtir de los postulados de D ain.18
Las disciplinas relacionadas con la filología las podem os dividir en dos
grupos, según se relacionen con la llam ada filología form al o con la real.
1.2.1.1. P a l e o g r a f ía
1.2.1.2. E p ig r a f ía
Puesto que no todos los textos se han tran sm itid o a través de m anuscritos
se im pone asim ism o el conocim iento de las ciencias que nos perm itan des
velar estos otros textos; entre ellas está, ocupando un lugar destacado, la
epigrafía, o ciencia que se ocupa del descifram iento e in terpretación de las
inscripciones sobre m aterial duro. Así pues, tiene tam bién con respecto a la
filología un papel de soporte necesario. Salvo excepciones que sí existen, los
textos sum inistrados po r la epigrafía suelen ser breves y su im portancia
docum ental alcanza un nivel sim ilar p ara la investigación histórica y p ara la
investigación lingüística.
1.2.1.3. C o d ic o l o g ía
1.2.1.4. P a p ir o l o g ìa
1.2.1.5. L in g ü ís t ic a
Al h ab lar aquí de lingüística nos referim os esencialm ente a los conocim ientos
gram aticales cuya posesión perm ite alcanzar una intelección p rim aria del
texto. Lo obvio de su necesidad nos exime de cualquier o tro com entario, pues
es im posible en ten d er un texto si no se entiende la lengua en que está es
crito. E n ten d er la lengua, por otra parte, significa nada más y nada menos
que ten er un conocim iento de todas sus m odalidades, tanto cronológicas (la
tín arcaico, postclásico, tardío, etc.) como de nivel (latín literario, vulgar, etc.).
Por o tro lado, dadas las orientaciones que ha tom ado la lingüística teó
rica en los últim os años, ha resurgido el eterno problem a: ¿form a p a rte la
lingüística de la filología o es algo totalm ente ajeno? No creem os que la
cuestión pueda resolverse de un plum azo, p o r lo cual no estará de m ás hacer
unas breves consideraciones. La elaboración de m odelos que expliquen la
com petencia del hablante-oyente ideal, considerada stricto sensii, carece to tal
m ente de sentido si se aplica a lenguas com o el latín, cuya apoyatura básica
la constituyen textos escritos. Ello no obstante, creem os perfectam ente lícita
la creación de m odelos que expliquen la com petencia de un hablante imagi
nario que ha sido capaz de p roducir el corpus que poseem os. Y si a ello añ a
dim os que estos m odelos nos proporcionan, y seguram ente lo contin u arán
haciendo en el futuro, argum entos nuevos que p erm iten llegar a la refo rm u
lación de los valores de los diversos sistem as de la lengua (casual, aspectual,
m odal, deíctico, etc.), cosa que en últim o extrem o red u n d a en una m ejo r com
prensión del texto, nos encontrarem os con la consecuencia lógica de que la
filología, abarque o no la lingüística, no puede d e ja r de p re sta r atención a
las nuevas corrientes que en el seno de ésta se producen.
E ntendem os p o r tales aquellos conocim ientos que nos van a p erm itir contex-
tualizar y relativizar, o, lo que es lo m ism o, com p reh en d er p o r com pleto y de
la form a m ás perfecta posible el texto asum ido ya a un nivel prim ario. Cree-
10 INTRODUCCIÓN li
m
m os necesario in sistir en esta distinción en tre dos niveles de com prensión. US
Supongam os que nos encontram os con un texto com o puede ser: ir
Caes. B.G. V,XLVI,1. Caesar acceptis litteris hora circiter undécim a
diei statim nuntium in Bellouacos ad M. Crassum quaestorem
m ittit, cuius hiberna aberant ab eo m ilia passum XXV.
Veamos lo que podría ser una com prensión de p rim e r nivel reflejada en la
traducción de José Coya y M uniain (M adrid, E spasa Calpe, 1969 8):
«Recibida esta carta a las once del d ía, despacha luego aviso al
cuestor M arco Craso, qúe tenía sus cuarteles en los bellovacos, a
distancia de veinticuatro millas».
Sin duda, undécim a tiene que ver con once y p o r tanto undécim a hora equi
vale a undécim a hora, o sea, «a las once»; pero, una traducción como la p re
sente sólo refleja una com prensión p rim a ria pues ignora o prescinde del sis-
tem a horario que tenían los rom anos. Es cosa sabida que los rom anos p ara
el cóm puto horario dividían el día y la noche en doce horas cada uno, pero
contados a p a rtir de la salida y la puesta del sol. E llo se refleja en un a
desigual duración de las horas del día y de las horas de la noche (duración,
p or lo dem ás, variable), de acuerdo con las estaciones. Teniendo esto en
cuenta, resulta que la undécim a hora corresponde aproxim adam ente a las
/ cinco de la tarde, lo que da una diferencia notable con respecto a la prim era
interpretación.
Pasem os a o tro caso:
Se aplica el nom bre de tradición textual a los diferen tes m odos a través de
los que han llegado h asta nosotros los textos antiguos. Básicam ente son dos
los procedim ientos de tradición textual, los conocidos con los nom bres de
tradición textual directa y de tradición textual indirecta.
La tradición textual directa, sin duda la m ás im p o rtan te cu an titativ a
m ente, no consiste sino en las sucesivas copias y ediciones, m an u scritas o
im presas, de que ha sido objeto una obra hasta llegar al establecim iento cien
tífico del texto m ediante las ediciones críticas. H asta cierto punto puede
decirse que se confunden tradición textual d irecta e h isto ria del texto. El
conocim iento de la h isto ria y avatares de un texto es en m uchas ocasiones
elem ento im portan tísim o para llevar a cabo un a buena edición crítica del
m ism o, pues, p ara p o n er un ejem plo, el conocim iento de las diferentes tran sli
teraciones que h a sufrido el texto perm ite explicar m uchos de los erro res
contenidos en él. Cf. 2.2.3.1.
La tradición textual indirecta, m ucho m enos im p o rtan te, consiste en las
citas de pasajes de u n a u to r po r p arte de otro , con fines ilustrativos. Aun
teniendo unas m iras m ucho m ás lim itadas, tiene en ocasiones una influencia
decisiva p ara el establecim iento del texto. Un ejem plo muy característico lo
encontram os en las citas de gram áticos, cuando el o b jeto del com entario es
precisam ente la p a la b ra som etida a‘ discusión. Un caso tópico lo encontram os
en el texto de las Bucólicas de Virgilio, 4,62. Los m anuscritos ofrecen la
lectura:
m ientras en la cita reproducida por Q uintiliano In st. Orcit. (9,3,8), tenem os:
item ineo inis et inito dicim us, ut Pacuuius in Antiopa ‘loca hórrida
in ita s\
los antiguos de citar de m em oria, cosa que naturalm ente rep ercu tía en la
transm isión de citas incorrectas.
Relacionado Con la tradición textual indirecta, y de asunción m ucho más
com prom etida p o r los problem as intrínsecos que presenta, está lo que po
dríam os llam ar tradición in directa a través de rem iniscencias verbales. Es
cosa sabida que en la antigüedad, dada la diferente concepción y valoración
de la originalidad, era usual re c u rrir a pasajes, versos, o p artes de pasajes
o versos de diferentes autores utilizándolos en la elaboración de o tras obras
en u na técnica casi centonaría. A la vista de ello, el uso que un au to r pueda
h acer de un p asaje determ inado puede d ar m ucha luz sobre algún punto
com prom etido de este pasaje. Es ilustrativo al respecto el verso I, V, 42 del
Corpus Tibullianum :
R esulta verdaderam ente difícil p ara el hom bre del siglo xx hacerse una idea
aju sta d a de la dificultad aneja a la transm isión de textos an terio r a la im
plantación de la im prenta en el m undo occidental. En efecto, acostum brados
com o estam os a leer en la prensa que de cualquier best-seller se han editado
m illones de ejem plares, que se pueden ad q u irir acudiendo sim plem ente a la
lib rería de la esquina, previo pago de determ inada cantidad, tenem os necesi
dad de un soberano esfuerzo im aginativo p ara pensar en ediciones un itarias
que no pueden adquirirse y ni siquiera fotocopiarse, porque no se encuentran.
C ronológicam ente podem os dividir en dos fases la etapa de transm isión 3
an terio r a la im prenta. En la prim era, hasta el siglo vi, las copias de libros
están a cargo de libreros especializados con scriptorium propio en el que
se realizan copias p o r encargo; tam bién se efectúan en los scriptoria p articu
lares para atender las dem andas de su dueño. E n am bos casos el trabajo,
corre a cargo de esclavos seleccionados. En la segunda época, p o sterio r a la
caída del Im perio de Occidente, los scriptoria se vieron tran sferid o s a los mo
nasterios, que cuidaron celosam ente de co n tin u ar el proceso de transm isión.
Desde el punto de vista m aterial no puede decirse que haya ninguna diferen
cia entre estas dos etapas; la única distinción reside en el trasp aso de la
misión de un grupo social predom inante a otro grupo social que será el
que detente la prim acía en la nueva época. De las repercusiones cualitativas
que ello va a ten er en la transm isión nos ocuparem os en el capítulo siguiente.
Veamos el proceso que seguía u n libro a p a rtir del m om ento en que
salía de manos del autor. Lo m ás seguro es suponer que el a u to r hubiera
hecho, ya antes de finalizar p o r com pleto su trab ajo , lecturas públicas entre
grupos de amigos. A algunos de éstos les h ab ría agradado la lectu ra y en
consecuencia le habrían pedido al a u to r el autógrafo para realizar un a copia
en su scriptorium . De esta form a el libro ad q u iriría una cierta difusión en
los círculos eruditos de la ciudad, lo que podía provocar un interés creciente
por la obra, que se traduciría en repetidas peticiones a un librero, quien ante
la dem anda se esforzaría en ad q u irir un ejem p lar a fin de po d er satisfacer
los encargos. E ste librero, lina vez conseguida la copia, podía u sa r de ella
a su antojo sin necesidad de pedir perm iso ni darle ninguna explicación al
autor; en realidad, éste, desde el m ism o m om ento en que facilitaba el autó
grafo a un amigo, puede decirse que dejab a de ser dueño de la o bra de form a
autom ática, en lo que al aspecto intelectual se refiere. El derecho a la p ro
piedad intelectual estaba muy alejado de las m entes rom anas. No es ocioso
pensar que tras la sucesión creciente de copias algún que o tro e rro r (más
bien m uchos) se introduciría en el texto y que el núm ero de erro res iría
aum entando en form a progresiva. Si a esto añadim os las ediciones hechas
bajo la dirección del propio autor, quien podía, natu ralm en te, m an ten er o al
te ra r el texto, habrem os trazado un panoram a suficientem ente ilustrativo de
las com plejas vicisitudes que enm ascaran el llam ado «original».
Con el fin de la cultura antigua que se pro d u cirá a raíz de la caída defr
nitiva de Roma, la transm isión pasará a depender de los m onasterios al pro
ducirse un proceso de ruralización, consecuencia de la inseguridad general
y de la incapacidad dé las ciudades p ara defender con garantía a sus m orado
res. Dos factores van a intervenir decisivam ente en este trasvase cultural: la
labor de los personajes-puente y el decidido apoyo que al trab ajo de tran s
misión van a conceder los redactores de las reglas m onásticas.
E n tre los llam ados personajes-puente destaca la figura de M. Aurelio
Casiodoro (485-580); nacido de noble fam ilia, tras seguir el cursus honorum
político en la corte ostrogoda de Ravena bajo Teodorico, A m m asunta y Witi-
ges, sufrió destierro en C onstantinopla; el desengaño político que ello le su
puso unido al inicio de la expansión m editerrán ea del em perador de O riente,
Justiniano, y a la voluntad del Papa Agapito de fu n d ar una escuela superior
LA TRADICIÓN TEXTUAL 17
O tiositas inim ica est animae, et ideo cerlis tem poribus occupari
debení fratres in labore m anuum .
aut forte qui uoluerit legere sibi, sic legat ut alium non in q u ietet...
In quibus diebus Quadragesimae accipiant om nes singulos codices
de bibliotheca, quos p er ordinem de integro legant.
A la p regunta de cuáles han sido las obras que la tradición nos h a legado
se puede co n testar de dos m aneras; atendiendo a la in terp retació n su p erfi
2.1.2.1. C au sa s e s t é t ic o - p e r s o n a l e s
a. La calidad de la obra
La propia calidad m ala o m ediocre de la obra en com paración con o tras del
mismo género. E n tra ría aquí la inm ensa cantidad de poesía satírica o epigra
mática que ha sucum bido ante las obras más destacadas de Horacio, Juve
nal, Persio y M arcial.
b. El género literario
Que la obra, aún siendo de notable calidad, esté inserta en un género literario
sin trad ició n y con poco arraigo. E sta falta de prestigio del género redunda
en su incapacidad p o r m antener vivo.el interés del público y en el inm ediato
olvido de las obras que a él se han acogido. El caso de la palliata rom ana es
muy ilu strativo a este respecto.
c. La época de la obra
O bra digna y género prestigioso no son a veces condiciones suficientes p ara
la perd u ración de u n a obra, si el autor desarrolla su labor en una época
dom inada p o r condicionam ientos de m oda adversos. ¿C uántas veces no he
mos oído h ablar en literatu ra de autores que se adelantaron a su época y de
otros que ya nacieron fuera de ella? Las tragedias de Séneca, p or citar un
caso inverso, de calidad nada destacable y claram ente anacrónicas, se han
conservado debido a que o tro s factores se han superpuesto a las causas nega
tivas que las h abrían condenado al olvido. El carácter pseudo-cristiano del
perso n aje que fluía de sus diálogos m orales y de sus cartas no fue en abso
luto un fac to r desdeñable.
2.1.2.3. C a u sa s id e o l ó g ic a s
a. De carácter político
El desacuerdo exteriorizado por el escritor en contra de los regím enes gober
nan tes suele acarrearle, y todavía hoy en día, la consecuencia del anihilamien-
20 LA FILOLOGÌA LATINA
b. De carácter religioso
La irrupción del cristianism o y, más concretam ente, el paso a m anos cris
tianas de la responsabilidad de la copia de m anuscritos determ inó de form a
tajante un repudio y un serio obstáculo p ara todas aquellas obras que pu
dieran contener algo contrario a la nueva fe, o, en m enor grado, p ara las
que, sin contenerlo en absoluto, tuvieran autores paganos. E stas obras de
ja ro n de copiarse o se copiaron poco y a escondidas, lo que sin duda las co
locó en una situación de m anifiesta inferioridad en cuanto a su conserva
ción con respecto a las demás, y no digam os con respecto a las obras confe
sionalm ente cristianas. Ante esta perspectiva casi cabe decir que se debe a la
casualidad que podam os leer hoy en día un n u trid o núm ero de poem as de
Catulo. El enlace entre Catufo y nosotros pasa p o r un único códice redescu
bierto en Verona en el siglo xiv, sin el cual no existiría la tradición p o sterio r
y nosotros nos habríam os visto privados de uno de los m ejores líricos la
tinos.10
9. Con todo, no se puede pasar por alto el hecho de que cuando Marcia, la hija de
Cremucio Cordo, publicó de nuevo, previo consentimiento de Caligula, la obra de su padre,
lo hizo expurgando los pasajes que habían procipiado su muerte. V. L. Gil, Censura en el
mundo antiguo. Madrid 1961, pp. 232-234.
10. El libro de Catulo aparece citado por un notable número de autores paganos y
cristianos, mas su pista parece perderse con S. Isidoro de Sevilla. En el siglo x, alrede
dor del 965, el obispo de Verona, Raterio, informa en una homilía que está leyendo por
primera vez Catulo. Se pierde de nuevo su pista, hasta que en el siglo xiv tienen conoci
miento de él, seguramente a través del mismo texto que conoció Raterio, dos Veroneses,
el anónimo autor de las Flores moralium auctoritatum (1329) y Giovanni di Matociis, autor
de la Breuis annotatio de duobus Pliniis. De forma inmediata empezaron a hacerse co
pias de este manuscrito, algunas de las cuales se conservaron afortunadamente, pues en
el siglo xv se pierde definitivamente la pista del Veronensis. Véase R. S abbadini, Storia
e critica di testi latini. Catania 1914, pp. 355 y ss.
LA TRADICIÓN TEXTUAL 21
2 .1.2.4. C a usas m a t e r ia l e s
a. Carencia de m ateriales
Dado que las copias se hacían en papiro y pergam ino, cuya producción era
ciertam ente lim itada, la posibilidad de increm en tar el núm ero de copias has
ta la universalización del papel y de la im pren ta fue nula; incluso se puede
decir que en determ inadas épocas de recesión las copias tuvieron necesaria
m ente que dism inuir. En estas condiciones se explica la necesidad de b o rra r
pergam inos y reescribirlos. E sta práctica, de todas form as, ha tenido indirec
tam ente algún efecto beneficioso al m an ten er escondido bajo al aspecto de
un texto cristiano obras que de otra m anera hubiesen resultado sospechosas.
Un ejem plo típico es el del palim psesto am brosiano de Plauto escondido bajo
una copia de los Libri regum, o el De República de Cicerón al que se sobre
puso la Enarratio in psalm um CX I X de san Agustín.n
d. D eterioro físico
Aunque el pergam ino tiene una consistencia m ayor que el papel, la hum edad
y los insectos no dejan de afectarlo. E stos elem entos acom pañados de un pe
ríodo de descuido u olvido pueden acab ar con notables bibliotecas. 1
11. La recuperación de esta obra, tan apasionada como infructuosamente buscada por
humanistas como Petrarca o Bacon, se debe a la labor incansable y, también, a la for
tuna del cardenal Angelo Mai (1782-1854). En su calidad de bibliotecario de la Biblioteca
Ambrosiana de Milán y luego de la Vaticana de Roma fue el primer investigador en usar
reactivos para la localización y lectura de palimpsestos, lo que le permitió alcanzar el
muy notable éxito de recuperar este texto de Cicerón, nada más llegar a Roma en 1819.
22 LA FILOLOGÍA LATINA
2.1.2.5. C ausas a c c id e n t a l e s
2.1.2.6. El a za r
2.1.3.1. El s o p o r t e d e la e s c r it u r a
Dado el nivel alcanzado hoy en día por las in d u strias ed ito ras y la cantidad
ingente de bibliografía que invade el m ercado —y que no siem pre alcanza los
niveles m ínim os de calidad exigibles— asusta un poco pen sar en cuáles fueron
los comienzos de este desarrollo. Por de pronto, hay que co n sid erar un fac
to r esencial, un elem ento básico tan usual y prosaico hoy en día, que a fuer
de com ún, nos parece que haya tenido que existir siem pre: el papel. Y no ha
sido ciertam ente así; el p rim e r soporte de la escritu ra en esta civilización
occidental n uestra no h a sido el papel, m aterial que va a ap arecer muy ta rd ía
m ente entre nosotros, com o tendrem os ocasión de ob serv ar en su m om ento.
¿Cuál es, entonces, este prim er soporte? Evidentem ente, el prim er soporte
tiene que ser un elem ento natural, y en este sentido no hay duda de que la
piedra ocupa la prim acía. Mas, para no e n tra r en discusiones bizantinas,
ju n to a la p iedra hay que situ ar todo tipo de m ateriales duros, es decir, los
m etales e incluso los ladrillos y las pizarras. Sin em bargo, hemos de convenir
en el hecho de que con m ucha frecuencia no se ha sentido la necesidad de
d ifundir ni de p erp e tu ar, o sea copiar, los textos grabados sobre soporte
duro; y esto po r razones de índole diversa: p o r una parte, la propia p ersis
tencia del soporte y de la grabación la hacían resistente al paso del tiem po
y le daban la apariencia de im perecedera; p o r o tra parte, la naturaleza de
los textos grabados sobre soporte duro era poco propicia a favorecer la nece
sidad de su difusión, pues son, p o r lo general, textos breves al m argen de la
tradición literaria —el m o n u m en tu m Ancyranum sería una de las excepcio
nes—, y con referencia a acontecim ientos locales y puntuales. Todo esto nos
sirve p ara ju stific a r que dejem os un poco de lado su tratam iento. Se ocupa
de ellos la epigrafía.
D ejando po r ta n to ap arte los soportes duros y las tablillas de cera, de
escasa incidencia, vam os a referirnos a los dos m ateriales que en un p rin ci
pio sirvieron de soporte a la transm isión de los textos literarios: el papiro y
el pergam ino, y en este orden precisam ente, y luego al papel.
a. E l papiro
El nom bre de papiro (lat. papyrus, del gr. náitupo^), se aplica p or m etonim ia
a las lám inas u h ojas para la escritu ra que se obtenían de la planta denom i
nada con ese m ism o nom bre de papiro (Cyperus Papyrus).
La in d u stria del papiro, si es que puede hablarse de in d u stria en una
época tan p reté rita, la inventara quien la inventara, tiene una historia ligada
muy estrecham ente con Egipto, en donde la planta crecía en abundancia a
lo largo del cauce del Nilo y en especial en la zona del delta. La docum enta
ción esencial sobre la elaboración del papiro se encuentra en Plinio el Viejo,
N aturalis H istoria X III, caps. X XI-XXVIII, a quien prácticam ente se re tro
trae toda n u estra inform ación.
La p la n ta del p apiro tiene form a de caña acabada p o r una especie de
som brilla floreada. E n la caña, sim ilar a la de un junco, hay que distinguir
la corteza y el tuétan o o pulpa. El procedim iento de elaboración exigía ex
trae r en p rim e r lugar el tuétano de la corteza, para lo cual se co rtab a longi
tu dinalm ente la caña con un instrum ento co rtan te o puntiagudo. Una vez
hecho esto, se co rta b a el tuétano en delgadas bandas o tiras longitudinales
que se p ro cu rab a que fuesen lo m ás anchas posible. El paso siguiente consis
tía en ad o sar verticalm ente estas tiras unas a o tras sobre una tabla hum ede
cida con agua del Nilo, cuyo limo debía ac tu a r como cola. Los intentos pos
teriores de restitu ció n del procedim iento han venido a dem o strar que no es
indispensable que el agua sea del Nilo; p o r o tra parte, es cosa d em ostrada
que no se usaba ningún tipo de cola ni pegam ento. Inm ediatam ente encim a
de esta p rim era capa se situaba otra, pero ahora con las tiras dispuestas
24 LA FILOLOGÍA LATINA
horizontalm ente. E sta colocación no es en absoluto arb itra ria , pues si se con
sidera el desarrollo horizontal de la escritu ra, está claro que ésta ha de ser
más fácil si se desarrolla paralelam ente a las fibras y no p erpendicularm ente
a ellas, con lo que ya nos adelantam os a señalar que el recto de la hoja era
norm alm ente la única p arte utilizada para la escritu ra. Seguidam ente, p ara
lograr la uniform idad deseada, se cortaban las tiras que sobresalían de la
tabla. Las hojas de papiro así constituidas se pren sab an y luego se secaban
al sol. A renglón seguido se form aban tiras de papiro a base de u n ir h ori
zontalm ente una veintena de hojas con una cola hecha con harina y agua
hirviendo, con el aditam ento de unas gotas de vinagre. T ras el encolado se
aplanaba la superficie con un mazo y se volvía a p ren sar. Una últim a ope
ración consistía en p u lir las asperezas o rugosidades con un in stru m en to
adecuado hecho de m arfil o con una concha. Las tiras de papiro así for
m adas constituían el rotulus o rollo, que se «enrollaba» alred ed o r de una
pieza de m adera de form a cilindrica, conocida con el nom bre de u m b ilicu s;
el conjunto resu ltan te era el volum en.
Existían diversas clases de papiros, cuya calidad venía definida p o r dife
rentes factores: la delgadez de las tira s que se obtenían del tuétano, la p arte
del tuétano que se tom aba, ya fuera la central o las laterales, y la anchura
de la hoja. Plinio cita las siguientes variedades p o r orden decreciente de cali
dad: charta hieratica o augustea de 24,03 cm de anchura, charla liuiana,
charla am phitheatritica de 16,63, charla saitica de 12,95 a 14,78, y en últim o
lugar entre las calidades aptas p ara la escritu ra de la charta taeneotica. De
la liuiana y la taeneotica no da indicaciones de an ch u ra.13bis
b. El pergamino
El papiro se m antuvo duran te m uchos años como el soporte base de la es
critu ra, y el com ienzo de su decadencia fue en cierta m anera consecuencia del
hecho de h ab e r alcanzado su indu stria una im portancia tan ex trao rd in aria
que se la quiso u s a r como arm a política convirtiéndola en m onopolio. En
efecto, quiere la leyenda que, como fruto de un en frentam iento en tre A lejan
dría y Pérgamo, sedes de dos escuelas enfrentadas en la antigüedad, Ptolom eo
Epifanes (205-182 a. d. C.) rey de Egipto decretara un em bargo en las exporta
ciones de papiro, lo que propició la invención del pergam ino en la corte de
Eum enes II, rey de Pérgam o (197-159 a. d. C.). E sta anécdota la conocem os a
través de Plinio, quien cita com o fuente suya a V arrón.14
c. E l papel
El papel es un p roducto de origen chino, cuya invención atrib u id a a un oficial
del em perador llam ado Tsaí-Louen, se fija en el año 105 d.C.17 Su llegada
a O ccidente se realiza a través de los árabes. La h isto ria no deja de se r inte
resante: los árabes, vencedores en una batalla co n tra los chinos en los alre
dedores de S am arcanda (T urkestán oriental), ca p tu raro n en tre los prisione
ros a algunos artesan o s papeleros de los que ap ren d iero n la técnica de su
elaboi ación. É sta consiste esencialm ente en d esfib rar la m adera, p ara luego
ablandarla y com p actar a base de agua las fibras, reduciendo la m asa com
pacta resu ltan te a lám inas de las que se elim ina u lterio rm en te el agua. El
papel sigue a los árabes en sus conquistas, introduciéndose en E uropa a tr a
vés de E spaña, donde ya se fabricaba en el siglo xii, en las papeleras de
Játiva. El papel acabará im poniendo su suprem acía tanto p o r la m ayor ab u n
dancia de su m a teria prim a, como, posteriorm en te, p or las posibilidades de
reutilización; en todo caso, su perfecto acoplam iento a la im prenta resolvería
decisivam ente a favor suyo. Con ello ya enlazam os con los tiem pos m odernos.
a. El graphium
Es un punzón de m etal, m arfil o hueso que se usaba p ara im presionar las
tablillas de cera. La p arte opuesta a la p u n ta acababa en form a de espátula
o paleta, que servía para b orrar, en form a p areja a los lapiceros que llevan
incorporado en un extrem o la goma de b o rra r.
b. La plum a
La im presión sobre papiro o pergam ino se realizaba con una plum a que en
sus orígenes era fundam entalm ente de caña (calam us). Los rom anos siguie
ron utilizando este m aterial pero tam bién fo rjaro n plum as de bronce. En el
siglo v tenem os el p rim er testim onio 18 de utilización de una plum a de ave,
aunque cabe sup o n er que el com ienzo de su utilización no sea exactam ente
coetáneo con el testim onio. Las plum as usadas norm alm ente eran las de los
ánades. En la constitución de la plum a era elem ento esencial el corte de la
m ism a en su extrem idad, tanto p ara facilitar el deslizam iento sobre el so
porte, como p ara p erm itir la captación de una m ayor cantidad de tinta. La
im plantación definitiva de la plum a m etálica no tiene lugar h asta el si
glo XVII.
El tipo de plum a tenia cierta relación con la escritu ra; p or ejem plo, la
uncial se trazaba con plum as de ave, en tanto que la cursiva antigua lo era
con plum a vegetal. P or o tra p arte, el desgaste de las plum as, las de ave espe
cialm ente, y su diferente calidad repercutían directam ente en la escritu ra
llegando a c re ar un inconveniente notable para las identificaciones paleográ-
ficas.
c. La tinta
El atram entum , atram entu m librarium o atram entum scriptorium es la tin ta
negra, de una textura muy sim ilar a la tinta china. Por el testim onio de Pli-
nio el Viejo,19 quien tra ta de ella de modo accidental al h ab lar de los colores
de las p in tu ras y de su elaboración, sabem os que se hacía a base de m ezclar
negro de hum o, producido en hornos especiales, aunque en el caso de tinta
p ara escrib ir se ad u lterab a con sim ple hollín, y goma, en una proporción
aproxim ada de un 75 % de negro de hum o y un 25 % de goma. La tin ta así
obtenida se b o rra b a fácilm ente; p o r ello, si se le quería d ar una m ayor con
sistencia, la disolución en lugar de hacerla con agua se tenía que h acer con
vinagre.
P osteriorm ente, a p a rtir del siglo i i i d. C. em piezan a u sarse tintas de
base m ineral, cuya utilización a ltern ará durante toda la E dad Media con las
de origen vegetal. É stas se elaboraban m acerando la corteza de espino y so
m etiendo el jugo resu ltan te a sucesivas cocciones hasta fo rm a r una pasta
a la que se añadía vino; tras nuevas cocciones la p asta p roducida se secaba
al sol. Cuando se tenía que escrib ir se tom aba la cantidad necesaria de pasta
seca y se disolvía en vino.20
En lo que se refiere a las tin tas de base m ineral, uno de los procedim ien
tos de elaboración consistía en picar agallas de encina o roble, m ezclar el
polvillo resultante con agua, y a ñ a d ir finalm ente sulfato de cobre o de hierro.
Existía, tam bién, por supuesto, la tinta roja, usada en las iniciales y
títulos (llam ados estos últim os rubrica, precisam ente por el color); esta tinta
llam ada m inium se fabricaba a base de cinabrio, cuyo principal centro de
producción era E spaña.21
19. Naturalis historia XXXV,25. Atramentum fit enim e fuligine pluribus modis, re
sina uel pice exustis, propter quod edam officinas aedificauere fumum eum non emittentes.
laudatissimum eodem modo fit e taedis. adulteratur fornacium balinearumque fuligine
quo ad uolumina scribenda utuntur...omne atramentum sole perficitur, librarium cumme,
tectorium glutino admixto. quod aceto liquefactum est, aegre eluitur.
20. Cf. C. R. D odwell, Theophilus. De diuersis artibus. London 1961 cp. XXXVIII,
pp. 34-35.
21. C. P linivs S ecundus, Naturalis historia, XXXIII,118. / uba minium nasci et in Car-
mania tradii, Timagenes et in Aethiopia, sed neutro ex loco inuehitur ad nos nec fere
aliunde quam ex Hispania.
XXXIII,122. minium in uoluminum quoque scriptura usurpatur.
28 LA FILOLOGÍA LATINA
2.2.1. Concepto
2.2.2. Historia
22. En la p. 389 del segundo tomo de su Ars Critica (Amsterdam 1697) se encuentra
este principio, sencillamente formulado: si una ex iis [uariis lectionibus] obscurior sit,
ceterae clariores, tum uero credibile est obscuriorem esse ueram, alias glossemata.
Véase al respecto S. T impanaro , La genesi del metodo del Lachmann. Firenze 1963,
pp. 18-19. Acerca de la importancia de J. Le Clerc en la historia de la crítica textual es
ilustrativo el libro de E. J. K enney , The classical text. Berkeley-Los Angeles-London 1974,
pp. 4044.
23. Aunque el p r o y e cto no llegó a prosperar, es importante tenerlo en cuenta, siquiera
sólo sea para situar ía figura de Bentley en su punto exacto, contrarrestando de esta
manera la fama que le dio la célebre edición de Horacio (Cambridge, 1711), en que con
vierte la conjetura e n el principal apoyo de la crítica textual. Véase S. T impanaro , op.
cit. pp. 16-17.
24. Véase S. T im panaro , op. cit. p. 21.
25. V éa se G. P asquali, Storia della tradizione e critica del testo. Firenze, 1952, p. 9;
y G. R. G regory, Textkritik des neun Testamentes. II. Lipsiae 1901, pp. 90 y ss.
26. J. J. Wettsteiiì, Prolegomena ad Noui Testamenti Graeci editionem accuratissimam.
Amsterdam 1730, p. 184.
41%
/ LA LABOR FILOLÓGICA 29
2.2.3. E tapas
En los casos l.° y 3.° la propia exam inatio finaliza el proceso; en los casos
2.° y 5.° la exam inatio da paso a la em endatio cuyo papel consiste en san ar las
lecturas corru p tas, o bien, si ello no es posible, ya sea p or su notable grado
de corrupción o porque la inaceptabilidad derive de la presencia de una laguna,
intervendría un tipo especial de em endatio, la diuinatio, a cuyo cargo está el
establecim iento de co n jetu ras aju sta d as al contexto. En el 4.° caso, el filólogo
ed ito r ten d rá que o p ta r p o r una u o tra de las lectu ras fundándose en ele
m entos externos al texto y en las norm as generales de crítica textual. En estas
situaciones, se debe te n e r muy p resente la tipología del erro r, ya que su
conocim iento puede se r de inm ensa utilidad en el diagnóstico del e rro r come
LA LABOR FILOLÓGICA 31
2.2.3.1. E rrores no v o l u n t a r io s
A 5 C D E F G H l i M N O P Q R S I V X y
VIRCEAPRAEltrU N CAElEI V l L l S Q S V m E *
A R 5 V 1 E A E C R M tSEIMYST I C A y A N N V S I \ C C t i I
Alfabeto y ejemplo de escritura capital cuadrada.
F í X i V Ó ü C f l S U S C A l L K T t
M i ^ R e s i s i e N j b t s e c u
R I T X T e n o F R O F O S I T X C u
c i t o U iL m n o j=> c j r ^ r ^ u
meìfcoM iu r o - u r b o c i r a q u a l n c r
u o b if f i e r i N io N u a ln r e m e N d c c n
lu b eaxif* q a a T F N u f N e c p e r c a l
A lfabeto y ejem p lo de escritu ra sem iuncial.
LA LABOR FILOLÓGICA 33
copista tiene un hum ano afán de que el texto sea, aunque erróneam ente, com
prensible. Así se explica:
4) D efectos del m odelo. Los defectos físicos del m odelo, ya sean aguje
ros, desgarram ientos de hojas, etc., repercuten en las copias posteriores dan
do lugar a om isiones sustanciales en el texto; esto no suele suceder en las
copias inm ediatas, ya que es corriente que el copista señale la ausencia de
letras o palabras dejando un intervalo en blanco aju stad o a la m agnitud del
texto desaparecido; sin em bargo, en las sucesivas copias de esta p rim era co
pia, los nuevos copistas, al ignorar las causas a las que se debe el espacio
en blanco o bien p o r considerarlo insanable, deciden p rescin d ir de su deli
m itación con lo que toda la tradición p o sterio r va a ignorar necesariam ente
su existencia.
33. Véase W. M. L indsay , Introduction à la critique des textes latins basée sur le
texte de Plaute. Paris 1898.
LA LABOR FILOLÓGICA 35
tura; es decir, puede darse el caso de una buena lectura del modelo y m ala
reproducción m ecánica, así como el de una m ala lectura y buena reproduc
ción de la m ala lectura, lo que da, en últim a instancia, una reproducción
errónea. E stos erro re s los podem os clasificar a su vez en:
Pero es el caso que todos los m anuscritos presentan la form a bibo. Uno, el
A m brosianus E 153; del siglo xi, nos da sin más esta lectura gram aticalm ente
insostenible:
Pero otros, y esto es lo más curioso, tom ando como base esta form a errónea
in ten tan reorganizar la sintaxis de la frase ofreciéndonos:
Quizás el caso m ás usual de erro res de este tipo sea el que afecta a las
confusiones en tre ae y e, al punto de ser corrientes incluso las ultracorrec-
ciones. Así,
Pl. Ep. 288. nam telo non eque opus factost. E sta lectu ra la ofre
cen todos los m anuscritos. Una acertad a co n jetu ra de Ussing in
terp retó telo non como una inversión de te nolo, lo que perm itió
llegar a una lectura m ucho más cabal:
Verg. Aen. 11,56. Troiaque nunc staret, Priam ique arx alta maneres.
A esta le ctu ra el ms. M7 ofrece una v arian te m aneret, atraíd o sin
duda p o r la form ulación en tercera p erso n a del prim er hem is
tiquio.
2.2.3.2. A l t e r a c io n e s v o l u n t a r ia s d el t e x t o
Pl. Truc. 278. cum que ea noctem in stra m en tis pernoctare p erpetim
[ [ to ta m ].
El palim psesto am brosiano da perp etim y totam . En cam bio la
fam ilia p alatin a da el texto correcto sin la glosa totam .
Una vez resueltos todos los inconvenientes del texto, el filólogo p asará
a la fijación definitiva del m ism o, recurriendo a alguna de las teorías de
crítica textual.
38 LA FILOLOGÍA LATINA
2.2.4.1. T e o r ía s t e m m á t ic a o g e n e a l ó g ic a
La te o ría stem m ática tal como la vem os conform ada actualm ente en su ver
sión canónica es el resultado de la confluencia de los trab a jo s de tres auto
res: Lachm ann, de quien ya hem os hablado, P. Maas,35 que perfeccionó, siste
m atizó y difundió la teoría inicial de Lachm ann, y G. Pasquali,36 a quien se
debe la form ulación de unas norm as de buen sentido que han lim ado los
excesos a que la form ulación cuasi m atem ática de P. Maas p odría h ab er
conducido.
La innovación m ás im p o rtan te de la teoría stem m ática reside en h ab e r
construido todo un sistem a sobre la base del erro r; es decir, que las relacio
nes en tre m anuscritos no se establecen en base a las coincidencias en las
buenas lecciones, sino a las coincidencias en los errores. Los erro res o varian
tes que aparecen en los m anuscritos pueden ser de dos clases: significativos
y no significativos. P ara que un e rro r sea significativo tiene que se r de n atu
raleza tal que dos am anuenses p o r separado no puedan com eterlo a la vez.
P or supuesto que al m étodo sólo le im p o rta rá n los erro res significativos;
éstos, p o r su p arte, pueden ser tam bién de dos tipos: los conjuntivos, los
que establecen la existencia de u n a relación en tre dos m anuscritos en fren te
de terceros, y los separativos, los que establecen la no existencia de relación
en tre dos m anuscritos, al contener un m anuscrito erro res de los que está
exento el o tro y que no pueden se r debidos a la inadvertencia del copista.
E sta ú ltim a no es una división su stantiva sino funcional, dado que un e rro r
en sí m ism o no es ni una cosa ni la otra; dependerá p o r tan to de la circuns
tancia la valoración en uno u o tro sentido. Así, p o r ejem plo, la presencia de
una laguna idéntica en dos o tre s m anuscrito s podem os decir que constituye
un e rro r conjuntivo que relaciona a los tres; en cam bio, la presencia de la
m ism a laguna en estos m anuscritos co n stitu irá un erro r separativo si la po
nem os, en relación con otros m anuscritos que no la posean o que posean o tras
diferentes.
Supongam os que para un texto de determ inado a u to r tenem os una tra
dición com puesta p o r tres m anuscritos: A, B, C. La presencia en los tres
m anuscritos de una serie de errores conjuntivos nos llevará a afirm a r la exis
tencia de una relación estrecha en tre los tres. Ahora bien, esta relación pu e
de te n e r orientaciones diferentes,37 tal com o se puede ver en los esquem as
que siguen.
6.
P B
A C
7.
r a
X Y Z A
B
A C
E ste ejem plar w sería el modelo m ás antiguo que se p odría rec o n stru ir a p a r
tir de la tradición existente, o, dicho de o tra form a, el ejem p lar m ás cercano
al original; a este ejem plar se le da el nom bre de arq u etip o ; los otros ejem
plares reconstruidos y ubicados en tre el arquetip o y los ejem plares conser
vados recibirán el nom bre de subarquetipos.
H asta aquí hem os ofrecido una exposición sum aria de la teoría stemmá-
tica en su versión más pura. Sin em bargo, esta teoría, tal com o ha puesto de
m anifiesto Pasquali, no logra su stra erse a ciertas dificultades. La principal
de ellas es que parte de la idea de una transm isión de los textos exclusiva
m ente vertical sin considerar la posibilidad de que se den casos de contam i
nación o lo que es lo m ism o de transm isión horizontal o transversal. Con
estas denom inaciones nos referim os a aquellas situaciones en que el am a
nuense, al copiar un texto, incluye variantes procedentes de o tro s modelos
que tiene al lado. Cuando se p resentan estos condicionantes, tal como esque
m atizam os seguidam ente:
8. 9.
Y p a P
X Y Z A
10.
T a
X Y B
42 LA FILOLOGÍA LATINA
los resultados de la aplicación estricta del m étodo stem m ático serán, como
mínimo, cuestionables. Cuando aparecen casos de códices m ixti, ejem plares
en cuya fabricación se han com parado diversos modelos, nos encontram os
con la llam ada tradición abierta.
2.2.4.2. La t e o r ía ec d ó tica de D o m Q u e n t in 38
La teoría ecdótica, pese a las reticencias con que ha sido acogida p o r p arte
de algunos investigadores,39 no deja de ser una innovación en el cam po de la
crítica textual, a p esar de que no llega a alterar ninguno de sus fundam entos.
La teoría de Dom Q uentin se refiere exclusivam ente a la recensio, ya que su
pretensión se centra en el establecim iento de la tradición de la form a más
m ecánica posible.
P ara entender perfectam ente el alcance de esta teoría se im pone una acla
ración de principio: D. Q uentin distingue drásticam ente «m anuscrito» y «for
m a del texto». P artiendo de esta división, poco im p o rta rá la h istoria y la cro
nología de un m anuscrito frente a la historia y a la cronología de un texto
en él conservado. E n consecuencia, se podrá llegar, y de hecho se llega, al
trazado de stem m as en que un ms. m ás reciente se considere la fuente de
otro de datación anterior. E n sum a, lo que im p o rta es la cronología lógica
y no la real. Sentado este principio, D. Quentin procede a realizar com para
ciones en tre grupos de tres m ss., intentando ver si alguno de ellos ocupa
la posición de interm ediario entre los otros dos. E sta circunstancia se d ará
siem pre que aparezca el «cero característico». La noción de cero caracterís
tico descansa sobre una idea muy sim ple: si un ms. es interm ediario en tre
otros dos tendrá sem ejanzas con cada uno de ellos, pero éstos nunca conver
gerán en contra de aquél. T anto si la posición interm edia viene rep resen ta
da por
A como p o r B
/ \
/ \
B C A
Al establecer la com paración entre los tres mss. del grupo se pueden
obtener los siguientes resultados:
B ------------ A ------------ C
pero sin ninguna orientación de sentido, ya que el modelo prim ero puede ser
lo m ism o B que C; por ello la cadena an terio r se puede rep resen tar perfec
tam ente como
C ------------A ------------- B
AB/C = nt
AC/B = n}
BC/A = nk
tal ausencia significará que ningún ms. es interm ediario entre los dem ás y,
por tanto, que los tres necesitan de un cuarto como interm ediario, cuya
identidad revelarán las dem ás com paraciones:
C
44 LA FILOLOGÍA LATINA
A bierta (recensio): Es aquella recensio en que las lectu ras del arq u etip o no
se pueden fija r m ecánicam ente m ediante la constatación de la coinciden
cia de lecciones en ciertos apógrafos, sino que se determ ina solam ente p or
el iudicium, escogiendo sobre la base de criterios, especialm ente internos,
entre varias lecturas cuya dependencia m utua no haya sido posible fija r
en base al criterio genealógico externo.
Antígrafo: M anuscrito utilizado como modelo p ara la copia.
Apógrafo: Copia del autógrafo realizada en vida del a u to r y bajo su dirección.
También se le da esta denom inación al m anuscrito resu ltan te de un
proceso de copia, en contraposición al copiado (antígrafo).
A rquetipo: Térm ino acuñado por E rasm o de R o tterd am y resucitado por
Lachmann en su sentido actual. El arquetipo es el m anuscrito h ip o téti
cam ente considerado como fuente com ún de toda la tradición m an u s
crita llegada h asta nosotros. Caso de h ab er varias tradiciones h ab rá
tam bién varios arquetipos. La época de los arq u etip o s se sitúa, p ara los
autores clásicos de obras muy divulgadas, en tre los años 100 y 450 d. C.
40. Una variante del método quentiniano aparece expuesta en el libro de A. 'Dearing,
A manual of textual Analysis. Berkeley 1959.
El método ecdótico tiene la ventaja sobre otros de adaptarse con cierta facilidad a los
procesos de automatización de la crítica textual. Puede verse al respecto: J. F roger, La
critique des textes et son automatisation. Paris 1968; G. P. Za r r i ,* «L’automazione delle
procedure di critica testuale, problemi e prospettive». Lingua e stile 6, 1971, pp. 397-414;
G. P. Zarri, «Une étude quentinienne sur tradition manuscrite de la Copan. Revue 1,
1974, 1-16; G. P. Za rri , «Une méthode de dérivation quentinienne pour la constitution
semi-automatique de généalogies de manuscrits: premier bilan». En La pratique des
ordinateurs dans la critique des textes. Colloques du CNRS n.° 579, Paris 1979, pp. 121-141.
LA LABOR FILOLÓGICA 45
Autógrafo: V. original.
Breuior Iectio potior: N orm a de crítica textual que, dadas dos lecturas d e'
diferente m agnitud, opta por la m ás breve al considerar la o tra sospe
chosa de interpolación.
Cerrada (recensio): Es la recensio que perm ite fijar de m anera au to m ática
las lecturas del arquetipo m ediante la constatación de las coincidencias
de los m anuscritos y sin intervención del iudicium .
Codex míxtus: Es aquel códice en cuya elaboración el escriba se ha servido
de varios modelos; es decir, es un ejem p lar contam inado respecto a la
transm isión vertical.
Codex optimus: Tam bién conocida com o la norm a del m ejor m anuscrito. Es
una norm a de crítica textual precientífica, todavía no caída to talm en te
en desuso, consistente en valorar un m anuscrito p or encim a de los de
más, tom ándolo como base de lecturas, en p articu lar, y de ediciones,
en general. E ste sistem a es de frecuente uso en tre los rom anistas. En
favor del m ism o se esgrim e al argum ento de que así se reproduce un
texto tal como alguna vez fue leído y ejerció una influencia, y no un tex
to producto de una depuración que en trañ a el riesgo de ser una ente-
lequia.
Codicología: Ciencia hum anística cuyo objeto es el estudio de los códices en
sí m ism os; se excluye expresam ente de su cam po de atención la escri
tu ra, cuyo estudio com pete a la paleografía.
Collatio: Técnica de crítica textual integrada en la etapa de la recensio, con
sistente en la com paración de m anuscritos y en el registro de las va
riantes.
Coniunctiui (errores): Son errores significativos que a priori no pueden d a r
se de form a independiente en dos o m ás m anuscritos. Por tanto, su
existencia en u na serie de m anuscritos im plica la existencia de un p a
rentesco en tre los mismos.
Conjetura: Es la pro p u esta de alteración del texto transm itido p o r los m a
nuscritos que hace un ed ito r en base a la incoherencia o corrupción de
dicho texto, sirviéndose, únicam ente, de su buen sentido filológico. Se
conoce tam bién como em endatio ope ingenii, diuinatio o inuentio.
Contaminación: V. horizontal ( transm isión).
Difficilior: V. Iectio.
Difficilior Iectio potior: Dado el supuesto de que el editor se en cuentre con
dos lecturas igualm ente aceptables p o r su sentido y p o r co n co rd ar p e r
fectam ente con el uso lingüístico de su autor, esta norm a establece que
debe o p ta r p o r la que conlleve una m ayor dificultad in terp retativ a. Su
46 LA FILOLOGÍA LATINA
B D
Inuentio: V. conjetura.
Iudicium : Criterio del editor, debidam ente fundado en razones internas ( usus
scribendi, difjicilior lectio potior), que lo lleva a escoger en tre varias lec
turas posibles.
Lectio: Lección o lectura. Cada una de las variantes que ofrecen los m anus
critos a juicio de los editores.
Lectio facilior, difficilior: Térm inos usados en crítica textual para distinguir
las lecturas de más fácil inserción en el contexto de aquellas o tras cuya
inserción ocasiona mayores dificultades de interpretación.
M étodo ecdótico: V. ecdótica.
M étodo stem m ático: Es el m étodo clásico de crítica textual. Tam bién llam ado
m étodo Lachm anniano (a p a rtir del nom bre de su form ulador) ha sido
objeto de reform ulaciones y m ejoras p o r p arte de P. Maas y G. Pasquali.
V. p. 38.
O riginal: Se conoce con este nom bre el ejem p lar m anuscrito salido de la
m ano del autor.
Paleografía: Ciencia hum anística que tiene por o b jeto el estudio de las es
critu ras antiguas.
P rearquetipo: Térm ino relativo, como su nom bre indica, usado p ara referirse
a los m anuscritos anteriores al arquetipo, al texto de los cuales ha sido
posible rem ontarse a p a rtir de testim onios indirectos o del hallazgo de
papiros.
P rototipo: Térm ino de uso muy restringido cuya im plantación se debe a Dain.
Designa los m anuscritos, norm alm ente existentes, salidos directa o indi
rectam ente de ejem plares transliterad o s, y que constituyen el modelo de
cada uno de los ram ales de n u estra tradición, tanto si han tenido des
cendencia como si no la han tenido. Constituyen la base de los estudios
y de las ediciones, ya que los ejem plares an terio res a ellos son escasos.
Pueden d atarse entre 800 y 1250.
Recensio: Es la prim era fase del proceso de crítica textual. Su finalidad es,
en prim er lugar, la recolección y lectura del m aterial textual transm itido,
y, a través de ello, la confrontación de m anuscritos (colla d o ), fijación de
sus relaciones de parentesco, con el consiguiente trazado del stem m a
codicum y la elim inatio codicum descriptorum . V. abierta, cerrada.
Tam bién se utiliza el térm ino p ara referirse al trab a jo de revisión
de una obra realizado p o r un antiguo gram ático o erudito.
Recentiores non deteriores: N orm a de crítica textual que tiene com o finali-
lidad salir al paso de una tendencia, usual h asta el siglo xx en crítica
textual, consistente en in fravalorar los m anuscritos m ás m odernos y
LA LABOR FILOLÓGICA 49
sobrevalorar los antiguos. El lím ite exacto de esta norm a viene dado por
la aplicación de o tra: la elim inatio codicum descriptorum .
S eparatiui (errores): Son erro re s significativos, cuya presencia en unos m a
nuscritos y ausencia en otro s determ ina, o bien la existencia de algún
m anuscrito interm edio en tre ellos, o bien la pertenencia a ram as d istin
tas de la tradición.
Significatiui (errores): Son aquellos que a priori no pueden darse de form a
independiente en dos o m ás m anu scrito s.’ Y, consecuentem ente, deben
tom arse en consideración p ara establecer las relaciones de parentesco
entre m anuscritos. Pueden ser coniunctiui y separatiui. V. estos térm inos.
Stem m a codicum : Una de las m isiones de la crítica textual es el estableci
m iento de las relaciones que tienen entre sí los m anuscritos conservados,
con la vista p uesta en la reconstrucción del texto del m anuscrito perdi
do que está, supuestam ente, en la base de todos ellos. E stas relaciones
se represen tan gráficam ente en la form a de un árbol genealógico inver
tido al que se le da el nom bre de stem m a codicum .
S ubarquetipo: La caracterización del arquetipo, com o el m anuscrito del que
depende la p rim era ram ificación, lleva im plícita en sí la posibilidad de
que esta ram ificación se m ultiplique, lo que hace necesaria la presencia
de un térm ino adecuado p ara denom inar a los m anuscritos que, depen
dientes m ediata o inm ediatam ente del arquetipo, han dado lugar a la
form ación de fam ilias; este térm ino es el de su b arq u etip o o hiparque-
tipo. Así, dado el stem m a
A B C D E
A B C
2.3.1. Definición
Al h ab lar del resultado de toda la labor de fijación textual, que debe ser la
edición crítica, conviene p rec isar de antem ano un concepto nuevo e im por
tante, pues, de lo contrario, se pueden propiciar confusiones lam entables; nos
estam os refiriendo al concepto de editor. D entro del contexto de la crítica
textual, h ab lar de ed ito r equivale a hablar del erudito que ha p reparado o
dispuesto la edición o lo que es lo mismo del responsable del contenido.
S entada esta prem isa, podem os definir la edición crítica como aquella
que, en opinión de su editor, ofrezca el texto más cercano posible al original,
con indicación de las variantes sustancialm ente im portantes.
2.3.2. Características
Desde o tra perspectiva, es tam bién posible decir que la definición de lo que
es una edición crítica pasa a través de la descripción de las características
que debe reu n ir una edición p ara hacerse acreedora a este nom bre. Son tres
los elem entos que deben e sta r presentes en toda edición crítica: la introduc
ción o Praefatio, el texto, el ap a rato crítico.
2.3.2.I. La in t r o d u c c ió n
tes y un estudio de las secuelas literarias de la o bra (en ocasiones, este as
pecto se reduce al influjo en la zona cu ltu ral a la que pertenece el editor).
Ü ltim am ente se va imponiendo la tendencia a acab ar esta parte, o bien la
introducción en general, con una relación de las ediciones anteriores de cierta
im portancia, acom pañada de una reseña bibliográfica que abarque los p rin
cipales estudios acerca del autor y, p articu larm en te, acerca del texto de la
obra, así como también, en ocasiones, de una lista de las m ejores trad u c
ciones, especialm ente a la lengua en que está redactada la introducción.
E sta prim era parte, aun siendo muy im portante, es la menos necesaria,
por lo menos en el aspecto form al, para la com prensión de la obra, lo que
explica que m uchísim as de las ediciones menos m odernas carezcan de ella.
Desde el punto de vista literario, estas introducciones frecuentem ente consti
tuyen auténticas piezas m aestras de in terp retació n ; podría decirse que la
sum a de estas prim eras partes de la introducción, en la línea de las que ofre
ce, por.ejem plo, la Collection des U niversités de Franee (Budé), podría cons
titu ir la base de un excelente m anual un iversitario de literatu ra.
La segunda parte de la introducción es, sin duda, la m ás in teresan te des
de el punto de vista filológico; contiene, an te todo, lo que se ha dado en
llam ar la historia del texto; es decir, un a relación de los m anuscritos que
contienen el texto objeto de la edición, con indicación de los avatares por los
que ha pasado cada uno de ellos: datación, características físicas del m a
nuscrito, tipo de letra, estado de conservación, correcciones sufridas, propie
tarios que ha tenido, traslados que haya experim entado, etc., y, por supuesto,
su código de identificación, que, caso de h ab er sufrido el m anuscrito un cam
bio de ubicación en época reciente, puede ser doble, al indicarse el código
de identificación anterior y el actual. Hay que incluir tam bién las noticias
que se tengan de m anuscritos perdidos, de las recensiones o ediciones an ti
guas y de los lugares donde eran leídos en la E dad Media. Es im portantísim o
el estudio de las relaciones de los m anuscritos en tre sí; relación en la que el
editor pone siem pre especial cuidado, p o r las repercusiones que tiene en
la fijación del texto. E sta relación en tre m anuscritos suele representarse,
cuando ha lugar a ello, en form a de stem m a codicum o diagram a arbóreo de
la relación dependencial entre los códices. Veamos un ejem plo b astan te com
plejo, el stem m a de T. Livio según R. M. Ogilvie en la edición de Oxford
de 1974, que reproducim os en la página siguiente.
Vamos a tra ta r de explicarlo: toda la tradición de Livio depende de m a
nera muy principal de la revisión y corrección realizada alrededor del año 400
de n u estra era por el círculo de Símaco. El resultado de esta recensio es N
(consensus codicum Sym m achianorum ), de quien depende toda la tradición
posterior. Independientes de esta revisión tenem os dos testim onios: $ (Papy-
rus O xyrhynchus XI, 1379, siglo iv), que contiene fragm entos del libro I, y V
(Codex Veronensis, del siglo v) con fragm entos de los libros III y IV. De la
recensio sim aquiana derivarían dos fam ilias la p y la A, dividida ésta a su
vez en dos, la tu y la X. La prim era, la p, integrada por M (Codex M ediceus,
del siglo x) y Vorm (Codex Vorm atensis, siglo ix), códice perdido, que cono
cemos por los extractos que hizo de él Beato Renano en la segunda edición
EL RESULTADO 53
2.3.2.2. El texto
texto se p resen ta num erado por versos (cada cinco) si se trata de una obra
en verso, y en capítulos y parágrafos, si la ob ra es en prosa. Para los ca
pítulos suele utilizarse num eración rom ana, y árabe para los parágrafos;
aunque en este aspecto la norm ativa es más bien elástica, pues no son ex
trañas las ediciones que utilizan num eración árabe tanto en capítulos como
en parágrafos. Asimismo, en las obras en prosa las líneas (partiendo del
inicio de página, de capítulo o de párrafo) se enum eran de cinco en cinco.
C entrándonos en el verso hay que considerar algunos aspectos im por
tantes. Es norm a general que la num eración usada se corresponda con la de
alguna edición a n te rio r im portante, por referencia a la cual se puedan esta
blecer las variaciones en el orden de los versos. Por otra p arte, hay que
p re sta r m ucha atención al hecho de que se pueden d ar notables diferencias
en la num eración de una edición a otra; cosa que se puede deber y se debe,
p articu larm ente en el caso de las com edias de Plauto o Terencio, al hecho
de que hay au tores que num eran prescindiendo del prólogo, en tanto que
otros lo tienen en cuenta. Considerem os otro caso: un editor cree aconseja
ble in tro d u cir una serie de cam bios de orden respecto a la edición cuya nu
m eración se tom a po r referencia. Su form a de proceder será la siguiente:
colocará los versos en el orden que él crea que deben estar, pero a su iz
quierda situ ará el núm ero que tenían en la edición referenciada y no el
núm ero que lógicam ente les correspondería por su nueva situación. Por
ejem plo, en la edición del Curculio de Plauto a cargo de Lindsay, publicada
en la colección de Oxford, leemos:
Caso de que no sea uno solo el verso reintroducido, sino varios, entonces se
recu rre a sucesivos exponentes alfabéticos, b, c, etc.
T am bién se da el caso contrario, que el editor piense que es necesario
u n ir dos versos en uno solo; en tal caso, se unen los dos versos y a su izquier
da se señala la doble num eración, con independencia de que se corresponda
56 LA FILOLOGÍA LATINA
con la num eración de cada cinco. Por ejem plo, en la m ism a edición ya citada
de Bacchides encontram os:
724-725 CH. euax, nim i ’ bellus atque ut esse m axtim e optabam
[locas.
41. Cf. A. B lecua, Manual de crítica textual. Madrid 1983, pp. 144-145.
EL RESULTADO 57
2.3.2.3. El a pa r a t o c r ít ic o
piración para una p a rte del texto (forites), y la indicación de los pasajes de
la obra de otros auto res inspirados en el texto de referencia, así como las
citas que se han hecho de éste ( testim o n ia ).
[ 101]
E j e m p l o d e e d ic ió n c o n a p a r a to c r í t i c o n e g a t i v o : u n a p á g in a d e C u e s tio n e s N a t u
r a le s d e S é n e c a , a c a r g o d e C. C o d o ñ e r ( M a d r id , 197 9 ).
60 LA FILOLOGÍA LATINA
L1BER P R IM V S 7
E j e m p l o d e e d ic ió n c o n a p a r a t o c r í t i c o p o s i t i v o : u n a p á g in a d e P ú n ic a d e S ilic
I tá lic o , a c a r g o d e P. M in ic o n i y G . D e v a lle t ( P a r ís , 1979).
EL RESULTADO 61
2, 7 SATIRICON 3, 3
1 eloquentiae regula codd. recte : regula eloquentia Haase Bii * 3 carmen quidem
Blpst : quidem carmen P carmen quod RSm * 6 tam] turn A
3 7 cst Xlpt : om. cett. • me diutius] diutius me / • 7-8 porticu] portico BR -
9 quod] quia 8 • 11 nimirum codd. def. Burriss : nil mirum si Leo nihil ni
mirum Bii • 12 nisi BRylpt : ni P qui cett. • 13 relinquentur] relinquuntur
l • 14 cenas Z.9 5 : ccna B cenam RP • 16 nec enim] non enim / nam nec 9
[ 10]
E j e m p l o d e e d ic ió n c o n a p a r a l o c r í t i c o «i n t e r m e d i o »: u n a p à g in a d e S a tir ic o n d e
P e tr o n io , a c a r g o d e M . C. D ía z y D ia z ( M a d r id , 1968-69).
64 LA FILOLOGÍA LATINA
dubit. dubitanter.
e. corr. ex correctione.
e. g. exem pli gratia.
ed. edilio, editor, edidit, etc.
ed. pr. editio princeps,
edd. editores, editiones.
ego el editor.
em. em endauit, em endauerunt.
eras. erasit.
excl. exclusit.
exp. expunxit, expunxerunt. Üsase p ara indicar la supresión de
un signo de puntuación por p arte de un editor.
fort. fortasse.
gl- glosa.
h. I. hoc loco.
hab. habet, habent.
i. e. id est.
i.m. in margine
i.r. in rasura.
i.t. in te x tu .
in ras. in rasura.
in scrib. in scribendo.
in u. in uersu.
inc. incipit. Üsase para m arcar el comienzo de un m anuscrito.
ind. indicaui, indicauit. (Cf. add.).
ins. inseruit.
interp. interpunxit. Üsase p ara señalar la opción de un ed ito r por
una puntuación diferente.
it. iterauit.
iter. iterauit.
l.c. loco citato.
11
. . loco laudato.
lac. lacuna.
lect. lectio, lectionem .
leg. legit.
legend. legendum .
lit. litura.
litt. litterae.
manus.
m.r. m anus recentior.
m 1. I m anus prim a (Cf. A1)-
med. medio.
mg. in margine.
ms. codex m anuscriptus.
mss. códices m anuscripti.
m ut. m utauit.
66 LA f i l o l o g ì a l a t i n a
■fi
INSTRUMENTA PH ILO LO G IC A 67
SUppl. suppléait.
susp. sus picatas est, suspicatur.
tem pt. tem ptauit.
tert. tertiu m . Se usa para referirse al tercero de los vocablos
repetidos en una línea o verso.
transp. transposuit.
tran sí. transtulit.
u. uersus, uersum .
u. uide.
u.c. uerbi causa.
u.l. uaria lectio.
ud. uide.
uett. ueteres editores, ueteres editiones.
uid. uidetur.
ut uid. ut uidetur. Sirve para señalar una lectura poco segura.
uu. uersus.
uulg. uulgata.
Incluim os a continuación una sum aria relación com entada de aquellos ins
tru m en to s bibliográficos de los que debe tener noticia todo aquel que quiera
aproxim arse al m undo de la filología latina. Dicha relación no es ni p retende
ser exhaustiva, sino m eram ente orientativa. F ruto de este enfoque es, por
ejem plo, la falta de referencia a todo tipo de m anuales. E ste hueco se puede
llenar, con ventaja, acudiendo a cualquiera de las introducciones al uso y, de
m anera muy especial, al apéndice bibliográfico com entado que acom paña el
artículo, ya citado, de V . B e j a r a n o , «La filología latina: objetivos y m étodos».42
2.4.1.1. De c a r á c t e r c r o n o l ó g ic o
42. Durius 3/1, 1975, pp. 53-144. El apéndice comprende las pp. 77-144.
68 LA f i l o l o g ì a l a t i n a
bibliográfica que perm itan al estudioso o rie n ta r con rapidez sus pasos en
una investigación, sea del tipo que sea. En este sentido, podem os decir que
la filología latina, en particular, y la filología clásica, en general, están inm e
jorablem ente dotadas gracias a una publicación m agnífica que m erece un
tratam iento p rio ritario y aparte: L ’Année Philologique. Es éste un rep erto rio
bibliográfico anual en el que se recogen todas las publicaciones que sobre
filología clásica se hayan producido d u ran te el año, tan to libros como revis
tas o actas de congresos. Además está regido p o r u n a concepción muy am
plia de la filología latina, pues abarca todo lo referen te a latín medieval y
hum anístico. Sin em bargo, a p a rtir del tom o XLV (1974) se han introducido
algunas restricciones que afectan sobre todo a las obras de exégesis del An
tiguo y Nuevo Testam ento, para cuyo conocim iento se rem ite al E lenchus
bibliographicus B iblicus de P. N o r b e r . S í siguen figurando, en cam bio, las
ediciones de textos, grandes instrum entos de trab ajo y los estudios relativos
a la lengua de autores bíblicos.
Asimismo, cuando ha lugar a ello, las citas de los libros se repiten en
las publicaciones de los años sucesivos con el fin de d a r cuenta de las diver
sas recensiones de que hayan podido ser objeto. T am bién a p a rtir del
tomo XLV se ha introducido la lim itación de no h acer referencia a las re
censiones posteriores en más de cinco años a la fecha de aparición del libro.
El cuerpo de la obra consta esquem áticam ente de tres partes. Una p ri
m era, en la que se recogen los títulos de revistas vaciadas, tanto si siguen
vivas como si han dejado de publicarse, acom pañados de las siglas corres
pondientes, que son, al fin y al cabo, las que acaban p or im ponerse entre
los filólogos; de ahí lo im portante que es el te n er conocim iento, sino de
ellas, sí del lugar al que uno puede acu d ir p ara solucionar los problem as
de identificación.
La segunda p arte consiste en una ordenación alfabética de autores an ti
guos en form a de epígrafes, debajo de los cuales se incluyen las publicacio
nes referentes a cada autor, lo m ism o ediciones que traducciones o estudios.
Y, finalm ente, u n a tercera p arte en que las publicaciones aparecen cla
sificadas por disciplinas filológicas: h isto ria literaria, lingüística, historia
de los textos, antigüedades, historia, derecho, filosofía, ciencias y técnicas,
etcétera.
Desde el tom o XLVII (1976) cada en tra d a bibliográfica va num erada,
facilitando así su pro n ta localización a p a rtir de las referencias de los índi
ces o de las rem isiones de en trad a a entrad a.
L’Année Philologique abarca la bibliografía aparecid a desde el año 1924,
con un prim er volum en que engloba los años 1924-1926 y adquiriendo vo
luntad anual a p a rtir de 1927. Su fundad o r y p rim e r d irecto r fue J. Marou-
zeau; tras su m uerte, acaecida en 1944, asum ió y sigue detentando la direc
ción Mlle. J. E rn st.
La aparición de L ’Année vino precedida p o r u n a publicación del propio
J . M a r o u z e a u , Dix années de bibliogm phie classique 1914-1924. I , I I . Paris
1927-1928, en la que se fijaron definitivam ente las p au tas de lo que acabaría
siendo L ’Année. E stas directrices se fueron fo rjan d o en un ím probo e ingra-
INSTRUMENTA PH IL O LO G IC A 69
Tam bién de carácter cronológico, pero lim itadas al ám bito nacional te
nem os en E spaña dos publicaciones bibliográficas interesantes de la Socie
dad E spañola de E studios Clásicos:
E sta publicación parecía, por el tiem po tran sc u rrid o desde su últim a ap ari
ción, que no iba a tener continuidad; sin em bargo, una reciente circu lar de
la S.E.E.C. inform a de que se han iniciado los trab ajo s de recogida de m ate
riales para proseguir con ella.
Incluimos aquí aquellos repertorios que, aun teniendo, com o es natu ral, unas
lim itaciones cronológicas, tienen una orientación prim ordialm ente tem ática.
a. R eferentes a la literatura
J. H e r e s c u , Bibliographie de la littérature latine. Paris 1943.
J. A. N a ir n , A Hand-list of B ooks relating to the classics and Classical Anti-
quity. Oxford 1931, 19533.
Aufstieg und Niedergang der röm ischen W elt. En curso de publicación des
de 1972. C onstituye en realidad una enciclopedia tem ática del m undo rom a
no a cargo de destacados especialistas, bajo la form a de artículos indepen
dientes. E n tre los volúm enes publicados acerca de tem as literarios hay que
citar el 31.1. Berlin-New York, 1980, dedicado a Virgilio, que incluye 355 p á
ginas dedicadas a la bibliografía virgiliana de los últim os 100 años. O tros
volúmenes, com o el 31.3. dedicado a H oracio, el 31.4. a Ovidio y el 31.5. a la
poesía elegiaca, m antienen el m ism o plan de ofrecer am plias referencias bi
bliográficas.
b. R eferentes a la lingüística
Hay que m encionar en p rim er lugar la Bibliographie linguistique de Vannée.
Esta publicación, ed itad a bajo el patrocinio de la UNESCO, se propone reco
ger toda la bibliografía sobre lingüística que se publique en el m undo, sin
ceñirse a ninguna lengua determ inada. Tiene la v en taja de estar o rdenada
siguiendo una clasificación tem ática para cada lengua; así, distingue ap a rta
dos de fonética, m orfología, sintaxis, histo ria de la lengua, onom ástica, etc.
La publicación es anual a p a rtir de 1948, si bien existe un p rim er tom o que
com prende los nueve años anteriores: Bibliographie linguistique des années
1939-1947, I, II. U trecht-B ruxelles 1949-1950. En lo que se refiere al latín, hay
que observar que la publicación p resenta notables lagunas, pues ni siquiera
en el cam po lingüístico tiene el alcance de L ’Année. Tam bién rep resen ta un
problem a el notable desfase entre año referenciado y año de publicación que
llega a sobrepasar los tres años.
En segundo lugar hay que citar el clásico rep e rto rio de J. C o u s i n , Biblio
graphie de la langue latine 1880-1948, París 1951.
La etapa a n te rio r a 1880 la cubre la obra de E. H ü b n e r , G rundriss zu¡
Vorlesungen über lateinischen G ram m atik. B erlin 18812.
INSTRUMENTA PH IL O LO G IC A 71
2.4.2. E nciclopedias
Nos referirem os a las más im p o rtan tes y a las más asequibles. Asimismo, dis
tinguirem os en tre colecciones científicas y colecciones escolares, entendiendo
por científicas las que disponen de ap arato crítico.
2.4.3.1. C o l e c c io n e s c ie n t íf ic a s
b. Bilingües
D enom inam os así a aquellas colecciones que ju n to al texto latino p resen tan
co n fro n tada página a página una traducción. Por lo dem ás, tienen las m is
74 LA FILOLOGÍA LATINA
2 .4 .3 .2 . C o l e c c io n e s esco la res
a. Clásicos E m érita
Colección publicada por el CSIC y tam bién, desgraciadam ente, truncada. Los
volúm enes constan de introducción en castellano, texto latino con abun d an
INSTRUMENTA PHIL OLO GICA 75
cia de notas críticas, gram aticales y de interpretación, más una serie de ín
dices de nom bres, conceptos y expresiones gram aticales y procedim ientos
estilísticos.
b. Colecciones de editorial B osch
La editorial Bosch de B arcelona publica cuatro tipos de colecciones escolares:
1) La Crestom atía latina. Consiste esta serie en la m era publicación del
texto latino sin^anotaciones de ninguna clase. Su sim plicidad y economía las
hace muy asequibles para el tra b a jo en clase, en p articu lar en el nivel de
bachillerato.
2) Textos latinos, con introducción, notas predom inantem ente gram ati
cales y vocabulario. Los textos se corresponden con los de la crestom atía.
3) Textos latinos con construcción directa y versión literal.
4) La colección Erasm o, de reciente aparición; sus ediciones constan de
introducción en castellano, texto latino y traducción castellana enfrentada,
adem ás de notas explicativas. Podríam os decir que es una colección que está
a m edio cam ino en tre las ediciones críticas y las ediciones escolares.
c. E ditorial Gredos
La editorial Gredos ofrece a nivel escolar tres colecciones:
1) La colección de textos clásicos anotados que contienen el texto latino
con abundancia de notas, prep o n d eran tem en te de tipo gram atical.
2) La colección Gredos bilingüe, que al lado del texto latino presen ta
una traducción línea a línea y o tra libre.
3) La B iblioteca Clásica Gredos, que escapa un poco al epígrafe de co
lección de textos, pues se tr a ta de una colección de traducciones; sin em b ar
go, es preciso tenerla en cu e n ta p o r la am plitud de m iras que se propone
y por las excelentes introducciones que la acom pañan.
por o tra parte, tenemos los artículos de contenido, que, ap arte de cum plir
con la m isión de anunciar los trab a jo s en curso y de ser la avanzadilla de
futuros libros, se van convirtiendo cada vez más en el medio de tran sm isió n
científico m ás im portante, más im p o rtan te incluso que el libro.
N aturalm ente, esta doble función se plasm a en la estru c tu ra de las re
vistas científicas de nuestra disciplina, que, norm alm ente, com binan artículos
científicos con recensiones. Quizás el modelo de esta form a de a c tu a r lo cons
tituya el B ulletin de la Sociéié de Linguistique de París, que aparece an u al
m ente en dos fascículos claram ente diferenciados, uno p ara artículos de con
tenido y otro para recensiones. Existen, sin em bargo, revistas que se dedican
exclusivam ente a la publicación de recensiones o reseñas; tal es el caso de
The Classical R eview o de G nom on. No obstante, como decíam os, lo co rrien te
es a ltern ar dentro de cada revista las dos cosas.
Respecto a las recensiones hay que observar que pueden ser de varios
tipos. Siguiendo a D. R om ano43 podem os distinguir recensión (extensa) de
reseña (breve); y, a su vez, tanto las recensiones como las reseñas pueden
tener un ca rácter objetivo o crítico, según se lim iten m eram ente a d a r la no
ticia del contenido o añadan a esta noticia una valoración crítica.
Vamos a d ar a continuación dos relaciones, una de las revistas de filo
logía clásica que se publican en E spaña, en tre las que incluirem os alguna que
o tra revista que sin tener com o objetivo p referen te la filología clásica suela
publicar con cierta frecuencia artículos que en tren de lleno en n u estro campo
de atención, y o tra de las revistas ex tran jeras m ás im portantes sobre el tema.
Al lado del nom bre de cada revista señalarem os las siglas p o r las que se la
suele citar y el lugar de edición:
43. D. R omano , Elementos y técnica del trabajo científico. Barcelona 19836, p. 131.
INSTRUMENTA PHIL O LO G IC A 77
2.4.4.2. R e v is t a s e x t r a n je r a s
2.4.5.1. D ic c io n a r io s m anuales
2A.5.2. D ic c io n a r io s e t im o l ó g ic o s
Hay que c itar aquí dos obras que se com plem entan una a o tra: la de A. E r -
nout y A. M e i l l e t , Dictionnaire étym ologique de la langue latine. P aris 1932
(con abun d an tes reediciones y reim presiones), y la de A. W alde y J. B. H o f -
m a n n , Lateinisches etym ologisches W örterbuch. I, II, III. H eidelberg 19654.
Es tam bién interesan te por in se rta r el cam po de la etim ología latin a en
el contexto de la indoeuropea en general el libro de J. P o k o r n y , Indogerm a
nisches etym ologisches W örterbuch. Bern-M ünchen 1959.
Son una m u e stra m agnífica del papel pionero desem peñado p o r la lexicogra
fía latina. Como abanderado y guía, hasta el p u n to de ser la base de todos
los léxicos latinos posteriores, tenem os la ob ra de E. F o r c e l l i n i , T otius lati-
nitatis Lexicón, consilio et cura J. Facciolati, opera et studio Aegidii Forcel
lini, alum ni sem inarii Patavini lucubratum . 4 vols. Padova 1771 (las ediciones
posteriores son de 18052, de 1827-313 a cargo de G. F urlanetto, y 1864-87 a
cargo de F. Corradini. E n tre 1858 y 1875 V. De-Vit publica en 6 volúm enes
una edición aum entada y corregida de la 3.a edición corregida p or F u rlan etto ,
que ha acabado po r erigirse en el texto canónico.
Sin em bargo, la obra reina de la lexicografía latin a es el inconm ensurable
Thesaurus linguae latinae editus auctoritate et consilio Academ iarum q u inqué
G erm anicarum B erolinensis, G ottingensis, Lipsiensis, Monacensis, V indobonen-
sis. Lipsiae, desde 1900. H a alcanzado h asta el m om ento el fascículo I I I /2
del volum en X, que acaba con la en tra d a praecipuus; sin em bargo hay que
ten er p resen te la falta del volum en IX-1 correspondiente a la le tra N. E sta
situación supone un retraso considerable ya que el plan inicial preveía su
conclusión en diez años. La idea del Thesaurus es recoger todas las p alab ras
latinas usadas desde los com ienzos de la lengua h asta el siglo vi d. C. Isid o ro
de Sevilla, m uerto en 636, es el últim o de los au to res que se tom a en consi
deración, si exceptuam os algunas colecciones de scholia, que son po sterio res.
P ara d a r una idea aproxim ada de la riqueza de inform ación que contienen
sus artículos reproducim os el texto correspondiente a la en tra d a del verbo
flam m o.
El artículo se p resen ta dividido en tres partes: la p rim era de ellas com
p rende las líneas 1-8 de la p rim era colum na; en ella encontram os indicacio
nes de diferente signo: etim ológicas (derivado de flam m a), m orfológicas (la
declinación a que pertenece el verbo, form as poco usuales del paradigm a com o
flam m asti, flam m astis, flam m arant, etc.), lo que los gram áticos u o tro s a u to
res atestiguan sobre el significado de la palab ra (in fla m m a tu m tiene u n a sig
nificación m ás intensa que accensum , en los glosarios se establece su equiva
lencia con el griego <pXéYto), indicaciones del p rim er au to r que lo h a usad o
(Cicerón), del p rim e ro que lo usa intransitivam en te (Lucrecio), y de algunos
autores im p o rtan tes que no lo han usado (H oracio, Ovidio, Livio), y acab a
“ flaimno, -avi, -àtum, -aro [a fiamma. T h.\ formae nutabilcs:
a h i par i, prues. a d . -anti: SiiN. Mcd. 241 A vien . Arat. 35. 272. 7-12
Màrt. Cap. 1,28. gen.plur.i -antuui: I'ayl. Nol. cnrm. 6,78. -asti:
PAN HO. 11 (3), 23,4. -astia: D rac. Romiti 8,649. -arant: SlL. 11,226.
6 de notione: Clavd. Dox. Aon. 1,24,3 plus est -atum quam acoen-
sum. Gloss. -o (pliytù. -or incomlor. -ato corde, irato animo. leg>-
tur verbum inde a Cic., intransitive primitm apud Lvcit., deest ex. gr.
Ror. Ov. Liv . [ iì. Garamaro, francog. flammer. M.-L.].
I tra n sitive'. A p r o p r i e : i. q. a c c e n d e r e: Ciò. carrn. frg.
10 3 (de consul ), 1 aotherio -atu» luppitor igni. 21 Phoebi fa r . . . -a o
ardoro volabat. 45 -ato fulmini» ictu. Catyll. 64, 291 -ati Phae-
thontia. Lveu. 2, O ri quaecuraquo igni -ala crcmnntur. Val. F l. I,
668 -antem nubita . . . lacera. SlL. 14,209 Castor cquus hinnìtibus
aera -at. Al*vi«, munii. 56 igne». . . immortale» ilei vivacitate -antur.
16 C«KH. 3,2 Itimi ilo sole -utur. SiI)ON. opiat. 7, 1,3 igne» saepo (sul-
puro Jyuctjohmin) -ali. Duac. Montai. 8,649 -astia . . . faceta, lami,
dei 3,181 non vesti* -nta viri», uou criuis adu*tus. ». q. p e r c a n d c -
f a c e r e : Val. Kl. 6,177 Sol propiu» -bat »qua». Milito», carili. 2,3
tecla . . . Pltocbi -ala roti». E vstatil Bus. iter. C, 2 p. \)22l> so l... ilio
SO . . . fulgore -ata» elucet. i. q. c a l e f a c e r e i Crac. Uud. del 1,160
paradisus non »oli» ... -atur r:ulii». ltomul.8.195 tona -atur «ole.
». q. flammeo, ìrufo colore in du ere : Orac. iloraul. 8, 483 albani
chlamr/da purpura fulgen* -bat. cf. sub flamraatu» c. li tran a
la te : ». q. infiam m are, in d ia r e : 1 aliquem: spedai ad
15 iram i Sii * 14,287 -bant vulgura . . . fratre». Stàt. silv. 4, 4, 37 t e . ..
-b it. . . desidia et solido» novua czultabi» in actua. Tac. bist. 2,74
oram» exercitu» -verafc arrogatilia venientium a Vitcllio inilitum.
4,24 hi» inter ne vocibu» instincto» -vere. . . litterac. Sil . 9,110 »ub
ila -atu» ab ira (cf. I. Sff). spectat ad amorent: Clayd. 10,16
30 virgo -bat Àchillcm. Drac. Romiti. 2,18 -«tur. 2,19 ipsurn -are To-
nantem. 10,147 Amoria spiculo. qnibas . . . Luna ... -ata. aliquem
infiammare a l i q u a re: Colvm. 10,208 patitur nera* -ata cupi-
dino tellus. SlL. 10,136 irà -bat Martcra. Val. Fl. 4,666 -ata pudore
iuventua. 8,800 sponsao -atu» amore. SlL. 16, 502 doni* vuìgu m ...
33 -at. A mdil N oe29,112 pleriquc iuvcuali acccnsi caloro aut luxuria...
•ati aut avaritiae rapti cupiditnte. Clavd. 28,407 -atu» virtute. ¿ìkrod.
poct. 143 tenero»...gaudebat studi!» -ore...anno». Avo.cpist. 169,13
»cripturarum ardore -atu». Sacr. Leon. p. 384 Stefanus filli tui confea-
»ione -atu» (inflammatui edd.pars). p.461 ineptratione -ato*. Evstath.
40 Ba*. hex. 7,8 p. 939* divitiarum amore -atu». Alo. Avrr. carro. 6,623
publica via odio tantum -ata. Cassiod. in psalm. 126, 7 apostolus...
desiderio -batur. Iobd. Get. 10,63 repulaus dolore -atu» eit. de
besliiei S il. 4,195 cuspide -at equum. nota (ace. q. d. graee.): Stat.
silv. 6,1,197 at iuveni» magno -atu» peetora luotu nunc iraplet taevo
43 video» clamore penate». nb v. I. IO. per aliquid: Sidon. cp iit
6,1,6 per carnalium vittorara incentiva -ati. ad aliquid: Sil. 1,65
iuvenem facta ad Mavortia -at. Avo. epi»t.l27,38 ad studia ven
tati» Àugustini »piritu et ore -atura Paulinum. in aliquid: Stat.
Tlteb. 8,390 -aatar in boatem cornipede». 12,714 miles iu*taa belli
60 -atur in ira», »ilv. 1,2, 204 Alplieu» amai» in externo» longe -atua
amore». 2 a liq u id (al¡qua re): pcctua, animimi tini.: Sen .
Tro. 303 -atura . . . amore . . . pectu». Sil . Il, 226 pcricula mentem
-arant. 12. 680 aie peetora -at. àpvl. met. 6, 21 vorborum incendio
-ata viBccra. Clavd. 20,180 pectu» -bat- egestaa. Drac. Orcat, 104
05 sentii -ari corda Diana«. Fvlq. R-vsp. ad Tbras. 1,2 regi» animnm
. . . cognoacendae sapicntiae delectatione -ari. Coripp . Ioh. 1, 460
senain -are. v a r ie s res: Stat. Tbcb. 11, 605 -are (-ate vel firmate
b. 1.) nefaa. P anko II (3), 23,4 tu extiucta iam studia -awti. Ava.
«crea. ed. Mai 2, l -batur invidia (opp. u t ... extingueretur invidia).
*n a r ie m edica : Sirox. epist. 4, 13,2 non vcua -atur.
I I I in tr a n s itiv e : i. q. a r d e r e , f l a g r a r e (primo tantum
part, praes. pro adì.)-. A sensu p r o p r io : 1 de a e th e r e, s t e l -
LA FILOLOGÌA LATINA
l a r u m l u c e , i g n i sim.i L v c r . 1, 73 -antia moenia muudi (cf.
Arrrir. 483, 1 -antem . . . per actbram). Manil . 1,870 Titanìus ìn-
v o l/it. . . suo -antia igne cometa*. P lin . nat. 2,230 montes taeda
-anta ( c f Ay ien . Arat. 35 face -anti) tacti. àyien . Arat. 742 Si-
riut -unti . . . vibrat ab ortu. Clavd. Don’. Aen. 0. 072 nostrum est,
quicquid ardet et -r.t. 7,81 cuius Laoiuiae. caput repente -verat.
Itala Jer. 20, 0 (Ambr. Isaac 8, 77. cf. in paaìm. 118 acrm. 11,4, 4 et
14,20, 3 ignis ardena -nns) ignis -ans in ossibus meis (LXX et Vvl0,
v.p. ti73,46. cf. Avo. civ. 12,4 p. 617, 21 D. quid ... est igne -ante vi
gente lucente pnlchriua? Pallad . hist. mon. I I 16 p, 376* ignis -batl.
Clavd. cariti, min. 53,83 -antia pondera cadi. Mart. Cap . 1 .13 Solfa
caput radiis perfusum circumactuinque -antibus. 1, 28 Sol -anti
mundum lumine conveuustat. 2,165 circulum eolis ac -antia aaenta
traussiliunt animac puriorcs. 8. 808 -antia cornua lunao. Vict. ViT.
3,36 -antem gohennam. 2 de v a r iis rebus ardcntibus: P rop. 4,
4,77 facni -antia acervoa. S en . Mcd. 241 ore-anti. A rxob. nat. 4,10
p. 163, 8 aria -antibus. Ci.avd. Don’. Acn. 3,149 medio Troiae -antia
incendio. Avo. c. Faust. 22,70 in rubo -ante ot non ardcuU. Mart .
Cat . t,6C -antem coronata. 2,160 ignitac substantiae -antisque sunt
dei. Mvtian . Clirjsofit. bom. 21,3 in camino -ante. Ven . F ort, vita
Itadeg. 22, 01 spiritu -ante membra fuciebat arderò. I l . sensu
tr a n s la to : de oculis: V ero , georg. 3,433 -antia lumina. de
colore: Av ien . Arat. 272 -anti . . . ruborc. de variis rebus: ÀMM.
31,12,G u t opprimeretur levius tumor barbaricus -ans. Clavd. Don.
Aen. 6, 407 diremptum est, quod magno incendio irasccntia et fu
rore -verat. P rvd . psych. 633 -ante cupidino. Avo. pece. tncr. 3,0,12
studio. G reg . M in Kzcch. 1,3, 6 verba -anlia. de b e stiis: Pavl .
Nol. carni. 6, 78 ctirrus -antum rapido nisu glomcratus equorura.
. part. perf. p a s s . pro odi. x llummiUii8, -a. -uni. ». q. fln m -
m e u s, a r d e u s : 1 scusi* p r o p rio (cf. sub IJammo I A ) i N emks.
cyli. 140 -o ducatur linea longe circuitu signetque . . . vapor igucus
orbcra. F vlo. act. mund. p. 1 7 6 ,l'J -o fulgore. 2 sensu tr a n s -
la to : a ». q. a r d e u s , i r a t u s : de (mimo si ut.: V ero . Acn. 1,60
talia -o sccum dea cordo voluta im (Sil . 15, 500 Stat . Tbeb. 1, 249).
Sil . 10,420 -a . . . meute (Cassidi), iust. div. praef. p 1107U piar.).
14,120 -o poeto re (cf. N kmks. e d . 2, 14). de ho minibus. Stat .
Tlieb. 7,600 -uà Aeontous. I) i. q. ardens, accr (de siti, vmrbo):
Stat. Thob. 0, 472 corni pud mn -a silis (cf. 4,733 perfurit o rv is ...
-un» pceus). Mart . Cap . u, 889 -ac cupiditatia. Cael . A vr . acuì. 2,
31,16-1 in l'ebribua continuiti vcl ardentibua vel -is. c ». q. fla m -
mCjist (tavolino colore flagrane (cf. sub flummo supra l. 3): S f.k.
Med. 387 -a facioa. C l a v d . 20,613 talia gratulaevum -a fronte ìo-
quontem.
ad flarmno: sy n .: ad I I A: ardere, ad 11 A 3 : ignitui. opp.i
extinguere. dìslinguitur ab nidore (Avo. c. Faust. 22,70), lucere, vi-
gere (Avo.civ. 12,4 p .617,21 D.). ad flnmmatus: syn.: ardene 2b.
derio.i flatnmabundus, flammatrix, ilammatua. c o t t t y con-,
de-, in-, re-, sufflamuio.
INSTRUMENTA PHIL OLO GICA 83
este ap artad o con la indicación de algunas form as rom ánicas derivadas (fia m -
m are, fla m m er).
La segunda parte, la más extensa, com prende las restantes líneas de la
p rim era colum na y las 50 prim eras de la segunda. E sta parte com bina la
construcción con los diferentes significados que puede asum ir la palabra. En
p rim e r lugar clasifica los usos de flam m o en transitivos e intransitivos. Den
tro de los transitivos, separa aquellos en que el verbo tiene un valor propio
(es decir, se predica de cosas que se pueden incendiar físicamente) de aquellos
en que lo tiene figurado. E n tre los prim eros distingue lo;s usos que respon
den al valor de accendere, percandefacere y calefacere. En los casos en que
el valor es figurado, equivalente a inflam are o incitare, especifica el carácter
[ ± hum ano] del objeto directo (aliquem, aliquid), y todavía, en aquellos ca
sos en que el objeto directo es [ ± hum ano] señala la causa (ira, am or), etc.
Por lo que se refiere a los intransitivos, da para todos ellos el sentido de
ardere o flagrare, sin d ejar de señalar que los prim eros usos son del participio
p resen te con valor adjetival. D istingue luego los usos propios de los figura
dos y, den tro de cada uno de estos dos apartados, clasifica los ejem plos se
gún el tipo de en tid ad afectada.
Una ú ltim a sección de esta segunda p arte se refiere al significado y usos
del p articip io fla m m a tu s como adjetivo'.
La tercera y últim a p arte com prende las cinco líneas finales. Allí encon
tram os señalados los sinónim os, p ara cada uno de sus diferentes significados,
antónim os y verbos de significado parecido, pero no exactam ente coincidente.
P ara acabar, se especifican las form as derivadas.
Una referencia especial debe hacerse al asterisco (*) que aparece delante de al
gunos lemas, caso precisamente de flam m o; significa que el artículo no contiene to
dos los testimonios de la palabra en cuestión.
E l hueco que dejaba el Thesaurus, al im ponerse u ro s voluntarios lím ites
en el siglo vi, lo intentó solucionar la Unión Académica Internacional fom en
tan d o la form ación de equipos de trab a jo y la publicación de glosarios me
dievales de tipo nacional o regional, concebidos bajo directrices com unes, los
cuales serían la base del N ouum Glossarium Mediae Latinitatis, al fren te de
cuya redacción estaba F. B latt. De esta form a em pezaron a su rg ir toda una
serie de glosarios regionales com o el Latinitatis Italicae m edii aeuii lexicón
im p erfectu m de F. Arnaldi-M. Turriani, Glossarium Mediae Latinitatis Cata-
loniae de M. B assols y J. Bastardas o el Glossarium Mediae L atinitatis Sue-
ciae, etc. Sin em bargo, en una m u estra genial de desconexión, el N ouum Glos
sarium em pezó a editarse por la le tra L, de form a que tiene un desarrollo
to talm en te diferenciado de las obras de apoyo.
En tan to se consigue la necesaria unificación general, no queda m ás re
m edio que acu d ir al clásico tra b a jo de Ch. Du Fresne, Sieur Du Cange, Glossa
rium ad scriptores mediae et infim ae latinitatis. I, II, III. Paris 1678 (la edi
ción m ás usual es la de 1883-1887 en cinco volúmenes de la que se han hecho
diversas reproducciones anastáticás).
Voz flammo del Thesaurus linguae latinae, edición inconclusa iniciada en Lipsiae,
en 1900.
84 LA FILOLOGÍA LATINA
E ntrem os, ahora ya, en las aportaciones estru ctu ralistas aju sta d as espe
cíficam ente al estudio de la lengua latina. Em pezarem os por lo que han sido
los reflejos en la lingüística latina de la que fue cronológicam ente la p rim era
de las escuelas estru ctu rales de aplicación definida, la escuela de Praga, dedi
cada a los estudios de fonología fundam entalm ente.
3.1.1. La fonología
1. Bratislava 1949.
2. Frankfurt am Main 1951, pp. 481-498.
3. Madrid 1962, pp. 247-271.
4. Bucuresti 1965, pp, 509-605.
5. Barcelona 19693
6. R. J akobson , C. F ant y M. H alle, Preliminaries to Speech Analysis. Cambridge
(Mass.) 1952.
EL ESTRUCTURALISM O 87
10. En R. A. Z i r in , op. cit. puede verse una amplia discusión de estos argumentos.
11. El argumento más débil, sin duda, ya que por el hecho de que las estructuras
spl-, spr-, etc. sean las más usuales, no pueae deducirse que squ- no es parte integrante
del sistema.
12. S. M ariner , op. cit. pp. 256-257.
13. H. H. J anssen , «Qu et gu en latin», Hommages à Max Niedermann, Bruxelles 1956,
pp. 184-190.
14. A. A. H ill , «Juncture and syllabe división». Language 30, 1954, pp. 439-447.
15. M. Leum ann , «Lateinische Laut- und Formenlehre 1940-1955». Ciotta 36, 1957, p. 131,
n. 1.
16. Op. cit. en n. 9.
17. Fonologia latinciny. Bratislava 1949.
18. Op. cit.
19. Op. cit.
20. E. A larcos, «Esbozo de una fonología diacrònica del español». Estudios dedica
dos a Menéndez Pidal. II. Madrid 1951, pp. 9-39. Sin embargo, el propio Alarcos se muestra
dubitativo ante el problema en su Fonología española, Madrid 19684, pp. 228-229.
21. Chr. T ouratier , «Statut phonologique de «qu» et de «gu» en latin». BSL 66/1,
1971, pp. 229-266.
90 LA LINGÜÍSTICA LATINA
22. Cf. n. 9.
23. «Valor fonemàtico de los diptongos del latín clásico». Helmantica 25, 1957, pp.
17-30.
24. «La valeur phonologique des diphtongues latines». Eos 44, 1950, pp. 123-130.
25. «Caracterización funcional de los fonemas del latín clásico». Emerita 26, 1958,
pp. 227-233.
26. Langages 50, junio de 1978, pp. 38-44.
27. París 1949. La edición original alemana es de Praga 1939.
EL ESTRUCTURALISM 0 91
fy
seruiilis (m arcando con doble grafía las vocales largas p ara señalar la gem ina
ción vocálica), hem os de tener nuübilus y no núübilus. En consecuencia, pa
rece que se tenga que seguir prefiriendo la form ulación de R. Jakobson tal
como aparece recogida en «Ueber die B erchaffenheit d er prosodischen Gegen
sätze» 28 y que se co ncreta en que «el acento cae sobre la sílaba que contiene
la segunda m ora a co n tar desde la sílaba final, pero no sobre la m ora m is
ma». De todas form as, debe p restarse atención al hecho de que dicha form u
lación no es lo sim ple que aparenta, ya que tras la sim plicidad se esconden
dos reglas; por una, se deshace la unidad de la sílaba al co n tar en m oras,
y por la otra, se tiene que rec o n stru ir su unidad p ara colocar el acento, con
lo que estam os ante una especie de círculo vicioso.29
Aunque podría o cupar con derecho propio un lugar aparte, dadas las
íntim as conexiones con la fonología, hemos preferido incluir dentro del ap a r
tado de fonología la aportación del estructuralism o a la m étrica. Los logros
en esta faceta, no p o r poco aparatosos dejan de ser im portantes. La oposición
estru c tu ral leng u a/h ab la se transpone a p a rtir de Ja k o b so n 30 al cam po de
la m étrica en los térm inos de estructu ra/realizació n , lo que constituye un
ataque frontal co n tra el fisicismo dom inante en m étrica h asta el m om ento.
Lo que se quiere ex p resar con la citada oposición es sim plem ente que existe
una convencionalidad total en los esquem as m étricos que se traduce en un a
realización diferente según las lenguas. Conforme a ello, a la igualdad estru c
tu ral — — o o no le corresponde una realidad entendida en térm inos de
duración física, sino en térm inos de convencionalidad cultural.
Como logro m enos teórico debe adjudicarse tam bién al estructuralism o
el establecim iento del ca rácter rítm ico de la cesura, cuya finalidad se concreta
en señalar el lím ite final de una palabra, en co ntra de o tras posturas tra d i
cionales que querían ver en la cesura la m anifestación de una pausa. Con el
enfoque estru c tu ral h an quedado satisfactoriam ente explicados los puntos
oscuros para la visión tradicional representados por la existencia de cesuras
en ecthlipsis, tras preverbios y delante de enclíticas.31
La e stru c tu ra de la sílaba latina ha atraído tam bién la atención de los
investigadores, este interés ha tom ado especial auge a p a rtir del m om ento
en que se han usado p ara su definición elem entos m étricos, prosódicos y
fonológicos, con lo que los resultados alcanzados h an tenido repercusiones
en los tres cam pos. Así, p o r ejem plo, R. A. Z ir in en The phonological basis
of latin prosody,32 arran can d o de la insuficiencia de los intentos tradicionales
28. Mélanges de linguistique offerts à J. van Ginneken. Paris 1937, pp. 25-33.
29. En la misma línea habría que situar la teoría sustentada por W. S. A llen en
Accent and Rhythm. Prosodie Features of latin and greek: a Study in theory and Recons
truction. Cambridge 1973, pp. 151-191.
30. R. J akobson , «lieber den Versbau der serbokroatischen Volksepen». Archives Néer
landaises de la phonétique experimentale, 8-9, 1933, pp. 135 y ss.
31. Un tratamiento más extenso y documentado de la cuestión se encontrará en
S. Mariner , «Hacia una métrica estructural». RSEL 1/2, 1971, pp. 299-333; y en E. R odón,
«La métrica latina ante la lingüística actual». RSEL 4/2, 1974, pp. 488-503.
32. The Hague-Paris 1970.
92 LA LINGÜÍSTICA LATINA
33. Essai pour une histoire structural du phonétisme française. Paris 1949 (The Hague-
Paris 19702).
34. Parece ser que la primera formulación de esta teoría se debe a L. N ovAk, «De
la phonologie historique romane: la quantité et l’accent». Charisteria Gulielmo Matthesio...
oblata. Praha 1932, pp. 4547. Cf. al respecto A. R oncaglia, «L’effondrement de la quantité
phonologique latine». Actes del XVI Congrès internacional de Lingüística i Filología romà-
niques. I. Palma de Mallorca 1982, pp. 109-122.
35. Debe tenerse en cuenta que la ê era cerrada y la é era abierta.
EL ESTRUCTURALISMO 93
O tra explicación, tam bién estru ctu ral, se debe a H. Weinrich ,36 quien
pensando que el paso de [ae] a [é] es de poco peso p ara p ropiciar tan g ran
des resultados, propone p a rtir de las posibilidades de silabación del latín.
Hace no tar que en el caso del latín no se puede p rescin d ir del hecho de que,
ju n to a la existencia de vocales largas y breves, se da tam bién la de conso
nantes largas y breves. Estos cuatro elem entos se pueden com binar en tre sí,
lo que da un total de cuatro posibilidades diferentes:
Es decir, que la can tid ad de las vocales y de las consonantes era libre. E n
este sistem a se p ro d u jo un deterioro progresivo, consistente en la supresión
del prim er tipo p o r reducción de éste a los tipos segundo y tercero. El esque
ma resultante era necesariam ente inestable, ya que an te consonante breve
era posible tanto vocal larga como vocal breve, m ientras que ante consonante
larga sólo era posible vocal breve. El resultado de esta ecuación im posible
fue la supresión del elem ento p ertu rb ad o r, el cu arto tipo: vocal breve an te
consonante breve, por reducción al segundo tipo. En esta situación, la can ti
dad, ya fuera de las vocales ya fuera de las consonantes, vendría fijada au to
m áticam ente por el o tro elem ento, consonántico o vocálico. Y com o sea que
en esta época ya ta rd ía del latín el elem ento p red o m in an te era el consonán
tico, la asignación de cantidad a las vocales sería p u ram en te m e cá n ica37 y,
por tanto, dejaría de ser fonológicam ente distintiva; de ahí la necesidad de
acudir al establecim iento de oposiciones de tim bre.
N aturalm ente estas explicaciones resultan totalm ente inútiles si se acepta
la reciente, pero ya antigua, tesis de E. Pulgram,38 de que ya en época p re
clásica, es decir en el siglo m a. d. C., el latín hablado p or el pueblo no se
servía de oposiciones de cantidad, sino que distinguía las vocales p o r el
tim bre.
La teoría de W einrich ha sido contestada p or K. T ogeby39 con un arg u
m ento que puede extenderse tam bién a la tesis de H audricourt-Juilland. Dice
Togeby que la referencia a una tendencia general no puede servir de explica
ción a un fenóm eno particular. De este modo, su p u esta la tendencia de las
lenguas a rechazar sistem as vocálicos asim étricos, esto no explica cómo en
E ste sistem a sería percibido sin diferencias por h ablantes y oyentes. Sin em
bargo, la situación real de las vocales en el espacio acústico es diferente:
V
— larga
"-f alta
v 1|
-» J CV.
— posterio r
Con lo cual se nota una lim itación del alcance de esta reducción vocálica a
las vocales no posteriores. La novedad que apo rta Janson reside en la ju stifi
42. S. Rix, «Die lateinische Synkope». Kratylos 11, 1966, pp. 156-165.
43. «Apunte sobre el problema de la apofonía vocálica en latín». Actas del III Con
greso español de Estudios Clásicos. III. Madrid 1968, pp. 59-67.
44. Op. cit. pp. 46-59.
96 LA LINGÜÍSTICA LATINA
3.1.2. Morfología
45. «S sonora en latín, ¿variante o fonema? Estudio diacrònico». Actas del III Con
greso español de Estudios Clásicos. III. Madrid 1968, pp. 59-67.
46. Économie des changements phonétiques. Berne 19642, pp. 326-332.
47. «Lo statuto fonologico del fonema / s / in latino». RAL 28, 1974, pp. 1-12.
48. Institut io oratoria I, 7, 20.
49. V. p 93.
EL ESTRUCTURALISM O 97
raíz 4- vocal tem ática -f rasgos foném icos predesinenciales -f- de
sinencia.
La vocal tem ática y la desinencia pueden ser 0 . Y lo m ism o sucede con los
rasgos foném icos predesinenciales, cuya m agnitud se fija exclusivam ente p o r
los lím ites de la vocal tem ática y la desinencia. De esta form a, el ablativo p lu
ral de todas las declinaciones constaría de una desinencia -s; a ésta, en el
caso de la 1.a y 2.a declinaciones, se antepondrían, com o elem entos predesinen
ciales, la sustitución de la vocal tem ática, a / o , p o r i y la caracterización de
ésta com o larga:
d o m in + o + : -f s —> d o m i n - \ - i + : -fs —» d o m i n i s .
En los tem as consonánticos, que p ara Hall tienen una vocal tem ática 0 , ésta
se vería su stituida p o r -i-.
/ î
consonante, i, u, e -bus
a, o -is
v. j
Lo que produciría: auribus, rebus, pero tam bién * consulbus, * m ensais, * do-
m inois. En rl caso de * consulbus, una regla fonológica estab lecerá la inser
ción de .Tna vocal -i- entre un tem a acabado en consonante y una desinencia
encabezada por una consonante sonora. En consecuencia:
* consulbus —» consulibus.
3.1.3. Sintaxis
53. «Latin». Lingua 17, 1967, pp. 153-181, esp. pp. 168 y 175.
54. «Dérivation lexicale et dérivation syntaxique (Contribution à la théorie des parties
du discours)». BSL 37, 1936, pp. 79-92; y Esquisses linguistiques. Wroclav 1960, pp. 164-171.
55. «Les formations dites adverbials en -tim, -atim, et -im du latin républicain». Sym-
bolae Osloenses 20, 1940, pp. 52-85.
56. Chicago 1965.
57. Ann Arbor 1957.
100 LA LINGÜÍSTICA LATINA
visión muy aju sta d a desde el punto de vista e stru c tu ral de la relación entre
casos y preposiciones, al d eterm in ar que la relación existente en tre una p re
posición y una form a casual, com o por ejem plo en extra urbem , no puede
explicarse diciendo que extra determ ina a urbem , o que urbem determ in a a
extra, sino que es el conjunto integrado por extra y -em el que determ in a a
urb-. E ste postulado tiene clara orientación generativa, y de hecho, será usado
posteriorm ente en esta dirección. Es igualm ente notable la distinción que
en estos artículos establece J. K urylowicz entre funciones sintácticas y funcio
nes sem ánticas de los casos, y en tre casos gram aticales y casos concretos.
Casos gram aticales son aquellos que tienen com o p rim arias las funciones sin
tácticas y concretos los que tienen como funciones p rim arias las sem ánticas.
Nominativo, acusativo y genitivo serían los casos gram aticales, en tanto que
serían concretos el ablativo y el locativo (no se olvide que habla con orien
tación indoeuropeística), en tanto que el dativo ten d ría una atrib u ció n in
cierta.
Es tam bién digna de m ención la teoría su sten tad a poi W. Diver, <'The
system of Agency of the L atín noun»,6970a pesar de que el sistem a está m on
tado con unas lim itaciones in ternas que le resta n valor, ya que al tra ta r del
sistem a de la agentividad, el genitivo y el ablativo caen fu, ra dei mismo. Se
gún D h'er, la estru ctu ració n de les casos latinos opera sobre la base de dos
oposiciones Agente (nom inativo) / Paciente (acusativo) y Agente-Paciente / No
agente-No paciente = residual (dativo).
A com pletar el vacío dejado por Diver parece que se orien ta L. Rubio
en el prim er velam en de su Introducción a la sintaxis estructurai de: latín.10
Sin duda, uno d~ los tratam ie n to s de conjunto m ás am biciosos que se han
hecho sobre los casos latinos, no tan to por el esquem a taxonóm ico inicial,
cuino po r las consecuencias que se derivan del m antenim iento riguroso del
esquem a. El sistem a de oposiciones casuales p ro p u esto noi Rubio, tal como
se puede visualizar en el cuadro de la página siguiente, se basa en una oposi
ción en tre casos nom inales (son sintáctica y sem ánticam ente nom bres) y casos
no nom inales (no son sintácticam ente nom bres), y d en tro de los prim eros, en
una oposición en tre nom inativo (caso activo) y acusativo (caso pasivo).
Algunos de los im portantes y graves corolarios que exige este esquem a son:
negación de la existencia de la voz pasiva, pues difícilm ente encajaría que el
nom inativo, caso activo, pudiera ser tam bién pasivo, o que el ablativo, que
no es un caso nom inal, fuera caso activo, y, p or tanto, nom inal. Y lo mismo
cabe decir de la negación de la existencia evidente de construcciones de ge
nitivo adverbal, que se ven relegadas por una oscura acusación de ser cons
trucciones de sintaxis fosilizada, o de las oraciones de infinitivo, cuyo impo-
EL ESTRUCTURALISM0 103
sible sujeto en acusativo (el acusativo es caso pasivo, no activo) hay que
--------------- -------------------------------:—
es decir, con una form a de perfectum con valor de infectum , cosa im posi
ble en la orientación opositiva de B ergsland; lo que viene a co n stitu ir un
argum ento indirecto a favor de la consideración del p retérito perfecto como
un tiem po de pasado.
91. «En torno a los conceptos de persona y sujeto a propósito del latín». Habis 8,
1977, pp. 77-88.
92. Esquisse d ’une histoire de la langue latine. Paris 1928. Existe traducción espa
ñola de AA.VV., Reus 1972.
93. Véase G. S erbat, «Les temps du verbe en latin». III. «Le parfait de l'indicatif
latin». REL 54, 1976, pp. 308-352. Este artículo propició la celebración del interesante Colo
quio de Morigny (2 de diciembre de 1978), publicado en Civilisations 1, 1980, donde una
parte importante de la discusión giró en torno à lo que quiso decir realmente Varrón en
De Lingua Latina 9,96, pues el texto se presta, como pudo verse, a interpretaciones
opuestas.
94. «Remarques sur la valeur des temps latins». Serta Eitremiana. Oslo 1943, pp. 25-31.
95. «La oposición infectum/perjectum ante un análisis estructural». Actas del I Con
greso español de Estudios Clásicos. Madrid 1958, pp. 529-533.
96. II verbo latino. Firenze 1948.
EL ESTRUCTURALISM O 107
irreal / potencial
indicativo
97. «Les temps du verbe en latin». I. «Le présent de l'indicatif». REL 53, 1975, pp. 367-
405; II. «Le futur de l’indicatif». REL 53, 1975, pp. 390-405; III. «Le parfait de l’indicatif
latin». REL 54, 1976, pp. 308-352.
98. «Estructura de la categoría verbal “modo” en latín clásico». Emerita 25, 1957,
pp. 449-486.
108 LA LINGÜÍSTICA LATINA
Por su parte, A. García Calvo publica en 1960 un artícu lo ," que, si bien
dedicado al verbo griego, contiene unas conclusiones que pueden extenderse
perfectam ente al verbo latino. En esencia, García Calvo viene a decir que
la confusión que se ha producido en la consideración de los m odos deriva
fundam entalm ente de la m eta equivocada que ha guiado a los investigadores:
in te n ta r hallar la significación fundam ental de cada m odo, descuidando lo
que él cree que es esencial, el estudio de la correspondencia en tre m odos
y funciones. Introduciendo, por tanto, los análisis de las funciones del len
guaje de K. Bühler 100 y de R. Jakobson 101 establece que las variaciones m oda
les en el verbo cum plen fundam entalm ente con la misión de expresar la opo
sición entre la función lógica o declarativa (indicativo) y la im presiva (impe
rativo, subjuntivo y optativo). Sucede adem ás que el subjuntivo y el optativo
se usan tam bién como representantes de la función predicativa, pero con una
graduación (prospectiva, potencial, irreal) de la predicación; ap arte, por su
puesto, del uso de am bos modos com o indicadores de la subordinación, cir
cunstancia que no interesa en este punto.
En tercer lugar, L. Rubio,9 91002 quizás siguiendo una sugerencia an terio r de
F. Rodríguez Adrados,103 ha realizado una síntesis de los dos estudios an te
riores, que no se ha lim itado al m ero trab ajo mecánico de integración, sino
que ha derivado en innovaciones en algunos puntos. Si bien es cierto que
tanto en el artículo de M ariner como en el de García Calvo encontram os en
uno u otro m om ento un cruce de puntos de vista diferentes —determ inación
de funciones y graduación dentro de una función, en el caso de García Calvo;
oposiciones por función y por significado, en el caso de M ariner—, lo cierto
es que el corte definitivo lo ha realizado Rubio estableciendo la existencia
de dos ejes de coordenadas diferentes como medios necesarios p ara la carac
terización de los modos en oración independiente. E stos ejes actúan a nivel
de la form a verbal, el I, y a nivel de la m odalidad de la frase, el II. El eje I re
presenta los valores modales de M ariner, excluido el im perativo, y el eje II
representa las funciones m odales de G arcía Calvo, tal com o se ve en el es
quem a de la página siguiente.
Hemos añadido entre claudátors la posición en el esquem a de las form as
de im perativo, la intersección im presivo-potencial; en esta form a concurre la
circunstancia de estar doblem ente m arcada en cuanto a la m odalidad: form a
característica y entonación.
99. «Preparación a un estudio orgánico de los modos verbales sobre el ejemplo del
griego antiguo». Emérita 28, 1960, pp. 1-47.
100. Teoría del lenguaje [Traducción española de J. Marías del original alemán, Jena
1934]. Madrid 19612, pp. 51-56.
101. Essaies de linguistique. París 1963.
102. «Los modos verbales latinos en oración independiente». Emérita 35, 1968, pp. 77-96.
Reproducido en las pp. 234-256 de la Introducción citada en n. 70.
103. Evolución y estructura del verbo indoeuropeo. II. Madrid 1974\ pp. 545-546. Con
sidérese que la primera edición es de 1963.
EL ESTRUCTURALISM 0 109
E je I
N ivel de la form a verbal
j 1.a pers.
2.a pers.
( dntransitivizante») («acabado») (< < no-pers. v
voluntad 4.a pers.
^ no p e rs .,
Estos m orfem as no coinciden, por supuesto, con las categorías gram aticales
que tradicionalm ente se han venido identificando en el verbo latino, entre
otras cosas porque pueden ser expresados por otros elem entos ajenos al p ara
digma verbal, si bien, como es evidente, puede establecerse una relación, a
nivel de sugerencia aclaratoria, en tre m orfem as y categorías. Así el m orfem a
«intransitivizante» se relaciona con la voz pasiva, el de «acabado» con la opo
sición aspectual in fe c tu m /p e rfe c tu m , los alternativos de «posibilidad» y «vo
luntad» con el m odo subjuntivo, y los «no actual» y «proyectado» con los
tiem pos de pasado y fu tu ro respectivam ente. Cada uno de estos m orfem as,
según indica la convención de incluirlos en tre paréntesis, son de expresión 106
106. «Analyse d ’un système verbal (Les morphèmes grammaticaux du verbe latin)».
En H. P inkster (ed .), Latin linguistics and linguistic theory. Amsterdam-Philadelphia 1983,
pp. 261-281.
EL ESTRUCTURALISM O 111
107. Actas del II Congreso español de Estudios Clásicos. III. Madrid 1968, pp. 131-134.
108. Emérita 36, 1968, pp. 7-24.
109. On latín adverbs. Amsterdam-London 1972.
11 2 LA LINGÜÍSTICA LATINA
Sem per sería un adjunto periférico, ruri y parce ac duriter serían nucleares.
E n sintaxis oracional, son m ás m enguados los logros alcanzados. Suges
tiva y digna de consideración es la teo ría estru c tu ral de la oración sim ple
latina de M. P. Cunningham .110 P ara él un a oración es un segm ento de dis
curso que, apareciendo entre distm etiones, contiene necesariam ente una pre
dicación, que puede tener form a de verbo finito (o de alguna de las form as
equivalentes), o bien form a de predicación sim ple, m arcada norm alm ente me
diante concordancia.
Sobre la coordinación y la subordinación, prácticam ente todo se reduce
a los capítulos que sobre el tem a ha incluido L. R ubio en su Introducción a la
sintaxis estructural del latín. Sirviéndose de una práctica netam ente estruc-
turalista, el recurso a la form a, Rubio sistem atiza toda la subordinación lati
na como una «respuesta relativa» (hay que enten d er en form a de oración de
relativo) a determ inadas interrogaciones, reales o posibles. El procedim iento
le da como resultado la existencia de cinco tipos de subordinación: subordi
nación pronom inal relativa, adjetival relativa, adverbial relativa de lugar, ad
verbial general (de índole modal) y subordinación interrogativa (= interro g a
tivas indirectas). El cuadro que insertam o s a continuación ejem plifica los
cuatro prim eros casos; el últim o no sería sino la form ulación del proceso
perform ativo de las interrogaciones clasificadoras.
110. «A theory of the latín sentence*. CPh 9/1, 1965, pp. 24-28.
EL ESTRUCTURALISM O 113
Responde a la
Tipo de subordinación p regunta E jem plo
No parece que haya nada que o b je ta r a los tres prim eros tipos, antes bien
hay que resa lta r el acierto que supone el tratam ien to individualizado de las
adjetivas como una form a de explicar las difíciles atracciones en tre relativo
y antecedente; igualm ente positiva es la sistem atización de las oraciones p ro
nom inales relativas, donde encontram os como grupo ap arte las subordinadas
de relativo nom inalizadas, a las que se les niega la existencia de todo an te
cedente.
El punto débil reside evidentem ente en el cuarto tipo, donde Rubio tiene
que realizar auténticos juegos m alabares p ara llevar el agua a su molino, al
servirse de un procedim iento que recuerda el juego infantil de la adivinanza
de parecido en tre objetos totalm ente distintos. A p a rtir de la existencia, hoy
unánim em ente adm itida, de una relación m orfológica en tre ut y el pron o m b re
relativo, se puede ac ep tar en principio (no sin algún reparo) que todos los
usos de ut su bordinante con indicativo, así como los usos m odales e inde
finidos, se reduzcan al ut adverbial de m odo y que, p or tanto, sean un a res
puesta a un ut interrogativo adverbial modal. Ahora bien, de eso a ac ep tar
que las oraciones de ut con subjuntivo (finales, consecutivas, concesivas, com
pletivas, etc.) supongan una respuesta a la m ism a pregunta, apoyándolo en
el argum ento de la identidad form al del ut y, sobre todo y a fortiori, en el
origen paratáctico de estas expresiones, m edia un profundo abism o; en tre
o tras cosas, p orque la identidad form al no puede superponerse a la identidad
funcional, y p o rq u e una explicación histo ricista puede reforzar, pero nunca
ser la base de una pro p u esta sincrónica. Menos adm isible es aún que se p re
tenda luego incluir en el m ism o ap a rtad o todas las dem ás oraciones in tro
ducidas p o r conjunciones de tipo diferente, cualquiera que sea el origen de
éstas, debido a la identidad significativa con las oraciones de ut.
Con todo, d en tro de este ap a rtad o de la subordinación con ut, no pode
mos d e ja r de señalar algunas atin ad as observaciones como la referid a a la
relación en tre com pletivas con ut y com pletivas de infinitivo. O bserva Rubio
que al tiem po que se da en la m ayoría de ocasiones una coincidencia signi
ficativa en tre las dos construcciones, en ocasiones el significado varía de una
a o tra. Así, p o r ejem plo:
Dicam ut reuertantur dom um — les diré que regresen a casa.
Dicam eos reuerti dom um — d iré que regresan a casa.
114 LA LINGÜÍSTICA LATINA
Esta disim ilitud la explica Rubio por la existencia de tres tipos de verbos su-
praordinados de tales construcciones: verbos de sem ántica estrictam en te im-
presiva (iubeo, nolo, uolo, etc.), verbos de sem ántica estrictam en te declarativa
(uerum est, m irum est, oporíet, etc.) y verbos sem ánticam ente neutros. En los
dos prim eros casos el valor im presivo o declarativo lo m arca con cualquiera
de los dos tipos de construcción el verbo regente; en cam bio, en el tercer
caso al tener el verbo regente una débil fuerza sem ántica necesitará de una
polarización opositiva de las construcciones: la de infinitivo reflejará un
contenido declarativo y la de ut un contenido expresivo.111
De la coordinación, o m ejor, de las conjunciones coordinantes, tra ta el
último capítulo del vol. II de la Introducción a la sintaxis estructural del
latín de L. Rubio. En él encontram os una sutil sistem atización de las con
junciones copulativas y disyuntivas —m ás factible en la teoría que en la p rác
tica—; tom ando como guía una com unicación an terio r de E. C o s e r iu ,112
L. Rubio niega la existencia de una plena identidad significativa en tre las con
junciones copulativas et, atque y -que, puesto que se puede establecer una
oposición entre ellas, tal como lo representam os en el cuadro siguiente:
et + — —
ac + + —
-que + + +
aut + — —
uel + ~b —
-ue + + +
filología latina, trab a jo s de conjunto dedicados a estos tem as; sin em bargo
no hay que p asar p o r alto el hecho de que las obras clásicas de sem ántica
tradicional, y el estructuralism o ha seguido la m ism a tendencia, han encon
trad o siem pre en el latín una fuente inagotable de ejem plos; recordem os sin
ir m ás lejos el libro de S. U l l m a n n , Sem antics.ui Con el tiempo, no obstante,
tras unos prim eros in tentos lexicológicos de E. C o s e r i u ,113114 la concepción de
cam po sem ántico se ha m ostrado muy productiva en el ám bito de la filología
latina; no podem os d e ja r de m encionar las obras de A. Hus, Docere et les
m o ts de la fam ille de docere. É tu d e de sém antique latine,11516789 de P. G u ir a u d ,
Les verbs signifiant «voír» en latín; 1,6 de P. G e r n ia , L'uso di m etuo, uereor,
form ido, paueo e dei term i correlati nel latino arcaico e classico.nl Como viene
sucediendo en todas y cada una de las facetas del estructuralism o, en España
no nos hem os m antenido al m argen de estas tendencias, prueba de ello son
los trab ajo s del p rofesor B. G arcía H e r n á n d e z , El cam po sem ántico de «ver»
en la lengua latina. E studio estructural}™ Sem ántica estructural y lexemática
del verbo; 119 libro en el que entre otros tem as se ofrece un sistem a sem asio
lógico de los preverbios en latín y un estudio de los niveles y form as de ex
presión de las clases aspectuales en esta m ism a lengua. Y asim ism o J. C o st a s
R o d r íg ue z , Aspectos del vocabulario de Q. Curiius R ufus. E studio sem ántico
lexicológico. C ontribución al problem a de su datación ,120 donde el enfoque lexi
cológico su p era el m ero establecim iento de estru c tu ras y se orienta hacia
la solución de problem as cronológicos.
113. Semántica [Traducción española de J. M artín del original inglés, New York 1962].
Madrid 1965.
114. «Pour une sémantique diachronique structural». Tra.Li.Li. 2/1, 1964, pp. 139-186.
115. Paris 1965.
116. Paris 1964.
117. Torino 1970.
118. Salamanca 1976.
119. Reus 1980.
120. Salamanca 1980.
1 16 LA LINGÜÍSTICA LATINA
existir éste, es de todo punto im posible definir los hilos que mueven las re
glas de su com petencia. Diría poco en favor de la filología latina si ella se
hubiera rendido ante tal obstáculo, y afo rtu n ad am en te no ha sido así, sino
que lo ha abordado y superado sirviéndose p ara ello de dos orientaciones:
aprovechar las obras, m uchas y muy buenas, descriptivas que se han hecho en
torno a la lengua latina, léxicos, c o r p a s , t h e s a u r u s , y p erm itir que los filó
logos se irrogaran en determ inados puntos una com petencia lingüística sufi
ciente para suplir los huecos de la docum entación, en aquellos casos en que
ello no fuera dem asiado aventurado. La utilización co n ju n ta de estos dos
instrum entos en proporciones adecuadas ha producido una com binación p er
fectam ente asim ilable y teóricam ente válida.
Dada la concepción de la gram ática generativo-transform acional, a su ver
tiente están d ar nos estam os refiriendo, consistente en p o stu lar la existencia
de un com ponente de base, que es el sintáctico, y dos com ponentes in te rp re
tativos, que son el fonológico y el sem ántico, es lógico suponer que la inm ensa
m ayoría de las pesquisas hayan tenido que o rien tarse hacia la fijación del
com ponente sintáctico, dado el papel subsidiario de los otros dos com ponen
tes, y quedando estos dos, en principio, relegados a un segundo plano, y m ás
el sem ántico que el fonológico.
y
(2) Volo ut Marcus eat.
---------------------------------
D e sc rip c ió n ) E (structural) X — id — F — Y
1 2 3 4
DE X — quod — SN — SV — Y
1 2 * 3 4 5
CE 1— 0 — 3 — C + 4— 5
[+Ac]
(donde C — -se + no-finito),
o bien,
DE X — quod — SN — SV — Y
1 2 3 4 5
CE 1 — ut — 3 — subj. + 4 — 5
LA GRAMÁTICA GENER ATI V O-TRANSFO RM ACIO NAL 119
E stas dos reglas generarían respectivam ente los dos IISS siguientes:
(5) F
i
120 LA LINGÜÍSTICA LATINA
A estas estru c tu ras se les aplicaría u na regla de «Deleción» de id, que, acom
pañada del 'acoplam iento de la m arca de acusativo e infinitivo o subjuntivo
a sus adjuntos correspondientes, daría como resultado las dos frases indica
das al comienzo.
De este esbozo del sistem a tran sfo rm ato rio de R. T. Lakoff nos interesa
sobre todo lo qiie hace referencia a la generación de las oraciones de infi
nitivo, tem a que ha suscitado toda una línea de controversia en la gram ática
generativa, en general, y en la lingüística latina, en p articu lar. La explica
ción de R. T. Lakoff no encontró una oposición abierta, en el sentido de p ro
piciar hipótesis alternativas. É stas han aparecido, es cierto, pero p o sterio r
m ente y como adaptación al latín de hipótesis de intención m ás generaliza-
dora y de inspiración directa en el inglés. La p rim era de estas alternativas,
propuesta por C. y P. K iparsky,122 es la conocida con el nom bre de Subject-
to-Object-R.aising o «Elevación de sujeto a objeto». E sta R(egla) transform a-
cional tiene como misión convertir el sujeto de una frase in cru stad a en o b
jeto de la frase m atriz, de form a que una estru c tu ra como la que sigue:
(7) F,
F 2
N V
no era o tra cosa que un com plem ento surgido como fru to de un proceso de
expansión de un verbo que originariam ente no podía regir m ás que un objeto
sim ple. La solución- prop u esta p o r B olkestein es sim ple y, si se nos perm ite
la expresión, poco generativa. Sencillam ente, adm ite como una realidad la
existencia de oraciones con el verbo en infinitivo que lleven como constituyen
te propio un sujeto en acusativo. La m anera de o b ten er este resultado es
tam bién simple: una regla asignará el caso acusativo en lugar del nom inativo
a los sujetos de los verbos no finitos. En consecuencia, el IS correspondiente
a la frase an terio r sería:
(10) F
125. «A.c.Ir and ut- clauses with verba dicendi in latin». Glotta 54, 1976, pp. 263-291.
126. Cf. A. E r n o u t - F . T h o m a s , Syntaxe latine. París 1953\ pp. 320-321; y J. B. H of
mann - A. S zantyr, Syntax und Stilistik. München 1965, pp. 353-354.
LA GRAMATICA GENERATIVO-TRANSFORM ACION AL 123
IS que co n trasta claram ente con el que Bolkestein propone p ara explicar las
frases de o bjeto y com plem ento como:
doceo te scribere
Donde te y scribere están en clara dependencia del verbo m atriz, en tanto que
en el caso an terio r te no tenía ninguna relación sintáctica ni sem ántica con
el verbo uideo.
Con todo, quizá lo m ás llam ativo de estos artículos de Bolkestein sea el
hecho de p o stu lar una diferencia significativa, en lo que a verbos de percep
ción se refiere, entre la construcción de A.c.I.:
Como se puede ver hay tres tipos de frase: frases que incluyen el tiem po
(F0), frases b a rra (F), que se reescriben siem pre en COM PL(ementador) -f F,
y frases sin tiem po (Fj). La distinción en tre frases finitas (con tiem po) y
no-finitas (sin tiem po) resulta esencial, como verem os luego.
(15) F
(17) F0
M arcum V SN3
[ + ac.]
uincere hostes
[ + ac.]
DE Xy — V — u t - - F — x 2
1 2 3 4 5
CE 1 — 2 — 0 — i1— 5
134. Cf. M. B reva Claramonte, «La teoría gramatical del Brócense en los siglos xvii
y xvm». RSEL 10/2, 1980, pp. 351-371.
135. L'infinitivo storico latino. Bologna 1977.
128 LA LINGÜÍSTICA LATINA
sostiene que no cuadra en absoluto con la idea de lo que debe ser un verbo
perform ativo el que éste pueda esta r en im perfecto de indicativo o subjun
tivo, pues los perform ativos tienen que esta r necesariam ente en presente. En
consecuencia, aboga tam bién por la existencia de un predicado abstracto,
VERUM, que al no ser perform ativo pod ría asu m ir un tiem po no presente, en
relación al cual se o rdenaría el tiem po del verbo real de él dependiente, tal
como podem os ver en el siguiente IS:
VERUM F2
[PASADO] /
P red SN SN
II I
I
i
1
PERD ERE DI TE
[FUTURO]
136. Una crítica de los verbos abstractos de R. T. Lakoff puede verse en M. B. K ac,
«Clauses of Saying and the Interpretation of "Because”». Lg 48, 1972, p. 626.
137. «Tense in the latin independent optative». Glotta 50, 1972, pp. 121-125.
LA GRAMÁTICA GENERATIVO-TRANSFORMACIONAL 129
correspondiente a la frase:
138. «The relation between form and meaning of latin subordinate clauses governed
by verba dicendi». Mnemosyne 29, 1976, pp. 155-175, y 268-300.
139. Estas conclusiones coinciden parcialmente con las de Rubio (Cf. p. 114). Sin
embargo, sería muy aventurado establecer dependencias mutuas.
140. Latein m it abstrakten Strukturen. München 1973.
141. «Abstract Verbs and the Development of the Greek Mood System». En L. H eil
mann (ed.), Proceedings of the Eleventh International Congress of Linguistics. Bologna-
Florence, Aug. 28 - sept. 2, 1972. II. Bologna 1974, pp. 449-556.
13 0 LA LINGÜÍSTICA LATINA
PON INDIC
x p x y CAUS
x = ego.
p = ad d icendum im pedim ento est aetas et pudor.
q = causam m ihi tradidit.
LA GRAMÁTICA GENERATIVO-TRANSFORMACIONAL 131
PON INDIC
x p
suponer la solución del problem a de los tiem pos y m odos en los tipos de
oración im plicados.142
Tiene tam bién su punto de arran q u e en R. T. Lakoff la polém ica acerca
de las variaciones de significado que presentan las form as verbales usadas p ara
expresar la obligación. En efecto, R. T. Lakoff habla de la existencia de una
sim ilitud e stru c tu ral de las construcciones con debeo y oportet, sim ilitud
deducible de su identidad significativa. El IS subyacente a am bos tipos de
construcciones sería el siguiente:
(32) F
142. La modalidad factitiva en latín. Barcelona 1981; «Hacia una concepción unitaria de
las proposiciones subordinadas». Actas del VI Congreso español de Estudios Clásicos. Ma
drid 1983, pp. 263-270.
Sobre el tema concreto de las condicionales tenemos un estudio prolijo y, a nuestro
entender, poco claro y convincente, como es el de H. V airel-Carron , «Un modéle d'analyse
linguistique des conditionnelles: Latin si di sunt, si di sint, si di essenty>. BSL 61, 1981,
pp. 272-326.
143. «Strukturale und traditionelle Syntax, dargestellt am Beispiel von Gerundium
und Gerundivum». Glotta, 52, 1974, pp. 237-273.
LA GRAMÁTICA GENERATIVO-TRANSFORMACIONAL 133
y
(34) Ea scribi opo rtet.
co m p arten EP, pues son sem ánticam ente equivalentes. E sta EP sería la
siguiente:
(35) F
E ste artículo m ereció una resp u esta inm ediata por p a rte de K. S trunk ,144
arg u m entando que esta identidad no es en absoluto real, pues sólo atiende
a alguno de los rasgos significativos del verbo. Según S tru n k , todos los verbos
m odales del tipo considerado, oportet, opus est, necesse est, -nd- + esse, pue
den, atendiendo a la sem ántica com ponencial, consid erarse integrados por
varios rasgos sem ánticos, de los cuales sólo uno es com ún a todos ellos, el
144. «Lateinisches Gerundium und Gerundivum und die TG». Glotta 52, 1974, pp.
273-287.
134 LA LINGÜÍSTICA LATINA
rasgo [*f necesario]. E ste rasgo sería el único p resen te en las form as -nd.- + esse,
en tanto que los o tros verbos m odales tend rían o tro s rasgos adicionales, de
m anera que estas construcciones p erifrásticas co n stitu irían el térm ino m ar
cado frente a los dem ás verbos. El resultado se puede observar en el siguiente
cuadro:
Rasgos
-nd-A-esse + —- — —
oportet *F + — —
opus est + — — +
necesse est + — + —
(36) Consiliis pare, quae m ine pulcherrim a Nautes dat. (Verg. Aen.
5,728).
(37) F
E n donde se observa la existencia de dos nom bres corre fe renciales (i), cir
cunstancia que posibilita la aplicación de la T de relativización, que tendría
p o r objeto, en principio, su stitu ir el N correferenciado en la frase inserta
p or el relativo correspondiente. Sin em bargo, no es ésta la función que 14950
D E : X — SN ¡— [SN — V — SN¡ ] F— Y
a caso
3 género
y núm ero
1 2 3 4
1^—2 — 3 — 4 — qu-
“a caso
3 género
Y núm ero
La aplicación de esta T al IS (37) nos pro porcionaría una estru c tu ra que re
producim os linealm ente en cuanto a sus nudos term inales.151
Dentro de esta teoría encuentran tam bién explicación las oraciones que
contienen un an tecedente supuestam ente atra íd o al género, núm ero y caso
del relativo, cual es el caso de
155. En algunos trabajos, ya antiguos, hemos intentado dar forma a estas reglas; su
estructura no podía ser otra que la asignación de caso en función del grado jerárquico
de dependencia de cada N con respecto al resto de los componentes de la frase. Así,
por ejemplo, la asignación del acusativo al OD podría tener esta forma:
LA GRAMÁTICA GENERAT1V0-TRAXSF0RMACIONAL 139
Con estas reglas es posible in tro d u cir los tres tipos de casos existentes
en latín: los casos funcionales (casos gram aticales de la gram ática tradicio
nal: nom inativo sujeto, acusativo OD, genitivo com plem ento del nom bre)
asignados por las cuatro prim eras reglas, los casos som etidos a rección (en
el sentido tradicional del térm ino) asignados por la últim a regla, que sitúa
en el léxico su capacidad operativa, y los casos generados, en un principio,
p or transform aciones; a este tercer tipo ya nos hem os referido al h ab lar
de las oraciones de infinitivo, ap a rtad o en el que se ponía de m anifiesto que
su explicación quedaba asim ilada a la que se da en estas reglas p ara los
casos funcionales.
Por lo que se reñere a los casos funcionales y a los casos sujetos a
rección es m en ester aludir a dos modelos teóricos que han intentado resol
ver su problem ática. Nos referim os a la G ram ática de los Casos de Ch. Fii .l-
more,158 y a las nuevas aproxim aciones localistas a la teoría casual, en tre las
que hay que citar el interesante libro de J. M. Anderson, The gram m ar o f
Case. Towards a Localistic T heory ,159 y la tesis de aplicación concreta al
latín de P. J. B inkert, Case and preposiíional constructions in a transform a-
tional gram m ar of classical latín ,1601
6en la que se com binan concepciones localis
tas y fillm orianas con aportaciones procedentes de la sem ántica generativa.
Pese a las diferencias de enfoque, los dos modelos tienen en com ún la consi
deración del verbo como núcleo cen tral alrededor del cual gira u n núm ero
determ inado de elem entos definibles a priori p o r procedim ientos sem ánticos.
E stos actantes o argum entos —que siem pre se reescriben en form a de pre-
posición(optátiva) -f N, tienen diferentes form as de realizarse, en la m ism a
m edida en que un m orfem a puede tener varios m orios; las posibilidades de
realización de cada actante están en u n a relación de equilibrio y dependen
cia con las posibilidades de los dem ás actantes, de modo que no siem pre
se pueden variar librem ente. Digamos que la elección está, h asta cierto
punto, dirigida por la selección previa —por voluntad estilística o focaliza-
dora del hablante— del actante que tiene que desem peñar el papel de suje
to, lo que en el caso del latín se traduce en la adopción del caso nom inativo.
Una vez que se ha establecido cuál va a ser el actan te sujeto, los dem ás se
distribuyen las posibilidades subsistentes; esta distribución puede presen
ta rse jerarquizada en cuanto a prioridad es de elección.
Una aplicación concreta al latín de las teorías de Fillm ore puede verse
en nuestros artículos «El locativo y las oraciones co p u lativ as» 161 y «Casos
y actuantes»,162 así como en el de F. Murru, «E ntre philologie classique et
linguistique théorique et appliquée: L 'accusatif de qualification et la gram-
m aire des cas».163 E ste m ism o a u to r ha estudiado en o tro a rtíc u lo 164 las
posibilidades de un desarrollo m ás am plio de la gram ática de los casos, con
m iras a conseguir una derivación directa de las oraciones subordinadas
latinas a p a rtir de los actantes; ello requiere considerar la posibilidad de
que el elem ento (caso morfológico) pueda reescribirse en la form a conjun
tiva usual p ara nosotros.
158. «Toward a Modern Theory of Case». Project on Linguistic Analysis Report n.° 13.
Columbus, Ohio: The Ohio State University Research Foundation, August 1966. Existe
traducción española incluida en H. C o.ntreras (comp.), Los fundamentos de la gramá
tica transformacional. México 1971, pp. 45-65; «The Case for Case». En E. B ach y
Th. H arms (eds.), JJniversals in linguistic theory. New York 1968, pp. 1-88; «Some Pro
blems for Case Grammar». Monograph Series on Languages and Linguistics 24, 1971, pp.
35-56. Existe versión española en V. S ánchez de Zavala (comp.), Semántica y sintaxis en
la lingüística transformatoria. II. Madrid 1976, pp. 171-200; «The Case for Case Reopened».
En P. C ole y J. S adock (eds.), Syntax and Semantics. 8. New York 1977, pp. 59-82.
159. Cambridge 1972.
160. Michigan, mimeo, 1970.
161. AFFB 2, 1976, pp. 113-119.
162. Actas del V Congreso español de Estudios Clásicos. Madrid 1978, pp. 557-563.
163. Revue Roumaine de Linguistique 24, 1979, pp. 591-604.
164. «El latino e la grammatica dei casi. Un excursus ed alcune proposte in relazione
al problema della subordinazione». 1F 82, 1977, pp. 142-154.
LA GRAMÁTICA GENERATIVO-TRANSFORM ACION AL 141
Todavía dentro del com ponente sintáctico hay que hacer referencia a
algunos estudios que han abordado aspectos parciales de la gram ática latin a
desde una óptica generativa. Así, a la m ultiplicidad de valores que pueden
ad o p tar las transform aciones de nom inalización y a la p ro p u esta de nuevas
bases descriptivas está dedicado el libro de H. Helander, O n th e f u n c t i o n
o f a b s t r a c t N o u n s in L a t i n é
En co ntra de la explicación tradicional —elipsis de s u m y atracción del
segundo térm ino al caso acusativo del prim ero— de frases com parativas
del tipo
(44) certe e q u i d e m p u e r u m p e io r e m q u a m te n o u i n e m in e m .
(Pl. Per. 209).
RUMPO
perfecto, p retérito , indicativo, I a pers. singular, etc.
i: /P e rf #
b
1.a pers.
0
o :/V #
m
Tomamos p restado este título del trab a jo pionero que R. D. King 180 dedicó
a la cuestión. Es cierto que a priori am bas concepciones, historicism o y gene-
rativism o, están reñidas entre sí. Y ello no podría ser de o tra m anera si
atendem os a su metodología. Una corrien te p reten d e explicar un fenóm eno
determ inado como resultado de un proceso histórico; la o tra p reten d e ex
plicar los m ecanism os existentes en la m ente del h ablante que posibilitan
la producción del mismo fenóm eno en un m om ento determ inado. Ahora bien,
pese a esta radical oposición, no deja de ser cierto que se h an producido
intentos de aplicación del generativism o a cuestiones p u ram en te diacróni-
cas. Y esto ha sido posible gracias a u n aspecto p u ram en te m aterial: la
form alización, que introduce la G ram ática G enerativa, se adecúa p erfecta
177. «The latin consonant clusters». En Two studies in latin phonology. Saratoga
1977, pp. 107-237.
178. «Latin degemination: An autosegmental approach». En H. P inkster (ed.), Latin
linguistics and linguistic theory. Amsterdam-Philadelphia 1983, pp. 243-260.
179. Tübingen 1979.
180. Historical linguistics and generative grammar. Englewood Cliffs 1969.
LA GRAMÁTICA GENER ATIVO-TRANSFORM ACION AL 145
A grandes rasgos podem os decir que son tres las form as de pronunciación
usuales que puede t<mer el latín, a saber: las nacionales, la eclesiástica y la
clásica o restituida.
Pronunciación nacional es aquella que traduce los elem entos del alfa
beto latino a los térm inos propios de una lengua actual. P er tanto, puede
h ab e r ta n tas pronunciaciones nacionales del latín como lenguas. Ello d eter
m ina que una m ism a palabra pueda llegar a sonar de mil y una m aneras
d istin tas. Veamos un ejem plo típico: la palabra Cicero suena en p ronuncia
ción nacional castellana como ['0i0ero], en nacional francesa como [sise'R o],
etcétera.
La pronunciación eclesiástica es la adoptada por la Iglesia católica, y
coincide a grandes rasgos con la pronunciación nacional italiana. Tiene cier
to interés p ara el filólogo latino, pues es el tipo de pronunciación a aplicar
en los textos latinos medievales. Veamos algunas de sus norm as m ás carac
terísticas:
1. Usar el término ideal supone, de manera indirecta, aceptar que en Roma y en sus
dominios existía una pronunciación deseable por encima de otras, o dicho de otra forma,
que existía una normativa única. Y no era ciertamente así, entendiendo la normativa en
el sentido académico. Existía, eso sí, una normativa de clase aristocrática, lo que no deja
de ser un criterio normativo. Recordemos, al respecto, la célebre anécdota referida al
emperador Vespasiana, de la que nos da cuenta Suetonio. Sin embargo, no era éste el
único criterio existente; se daba también un criterio geográfico que oponía el latín ha
blado en Roma al latín hablado en provincias e, incluso, en la propia Italia. Cf. 4.3.
2. «Correcta» desde el punto de vista de su normativa. No hace falta insistir en el
escaso interés que el concepto de corrección tiene en la lingüística actual. Véase lo dicho
en la nota 1.
3. GLK V,825.
ALFABETO Y PRONUNCIACIÓN 149
Y es tam bién Virgilio quien nos ilu stra sobre la pronunciación de la grafía
c en los versos siguientes:
Verg. Aen. II, 360. Vrbis iter. N ox atra caua circum uolat umbra.
Verg. G. III, 328. Vbi cantu querulae rum pent arbusta cicadae.
4. De diuinatione. 11,84.
5. Es aventurado conjeturar si se trataría de [k] o de [c].
6. Véase L. Mich elena, «El elemento latino-románico en la lengua vasca». Forties lin
guae vasconum studia et documenta. 17, 1974, pp. 193-209; esp. pp. 194-195.
150 CUESTIONES LINGÜÍSTICAS
6) La fonética com parada de las lenguas rom ánicas. Las form as rom á
nicas derivadas del num eral q uinqué: [ 'k wir)kwe] (pronunciación labiovelar
atestiguada por las indicaciones del A ppendix Probi, 40: coqui, no c o c í ) cast.
cinco: ['0ÍT]ko], cat. cinc: [sirjk], etc., exigen un estadio interm edio producto
de la disim ilación de labiovelares: ['ki-qk^e]. Como consecuencia in d irecta de
ello, es preciso ad m itir la existencia de una pronunciación idéntica, [k ], en
las palabras latinas como cinctum , que han dado en rom ánico el m ism o resul
tado que la [k ] < [k w], cast. cinto: [*0ínto], cat. cint: [sin t], etc.
Grafías
sim ples Pronunciación
a [a]
b [b ]
c [k ] Ante cualquier vocal. No se p ronunciará nunca [0] a la es
pañola, ni [J] a la italiana.
d [d ]
e [e] En aras de la sim plificación, p rescindirem os de la tendencia
de las vocales breves a una pronunciación abierta v de las
largas a una cerrada.8
f [f]
g f.gl Ante cualquier vocal. N unca [x j como en castellano, ni [3]
com o en catalán.
h [h ] Signo de aspiración; sin em bargo, hay que tener en cuenta
que la aspiración se daba p referen tem en te en tre las clases
aristocráticas como un signo de distinción.
i [i] Como vocal: filias [’filius].
w Como semivocal: N um asioi: [n u 'm asio i].
ni Como sem iconsonante, al ir seguida de vocal; iacio: [‘jak io ].
En casos muy delim itados constituidos n orm alm ente p or pa-
[ji]
labras com puestas de prefijos preposicionales y form as del
verbo iacio; conicio: [k o n 'jik io ].
i:;., 1
ALFABETO Y PRONUNCIACIÓN 151
Grafías
sim ples Pronunciación
Grafías
dobles Pronunciación
9. Obsérvese, como tendremos ocasión de señalar más adelante al hablar de las nor
mas de acentuación, que la presencia de la enclítica determina el tratamiento unitario del
conjunto, lo que se traduce en un cambio en la posición normal del acento; éste, en
el caso de domi, debería recaer sobre la o, en tanto que en el grupo aducido recae sobre
la i, es decir, sobre la sílaba que precede inmediatamente a la enclítica.
10. Un apoyo de esta tesis lo tenemos en la consideración de estos grupos como pala
bras métricas en poesía, de forma que los poetas evitan la colocación de las cesuras entre
los dos elementos. Cf. L. N ougaret, Traité de Métrique latine classique. París 19633, p. 5.
15 4 CUESTIONES LINGÜÍSTICAS
Finalm ente, tenem os la función delim itativa, que tiene com o m isión fijar
el com ienzo o final de la palabra. E jem plo típico de lengua con acento de
función delim itativa es el francés, en donde el acento recae siem pre sobre la
sílaba final de la palabra: ferm é [feR ’m e], je parle [¿o'paR l]. N ótese, y a
este propósito aducim os el segundo ejem plo, que estam os hablando de acen
to fónico y de palabra fonética, que no tiene que confundirse con tilde o rto
gráfica y palabra escrita, respectivam ente; así, en este últim o ejem plo, la
sílaba final acentuada es la m arcada con el correspondiente signo en la tran s
cripción fonética, con total independencia de que en el arcaísm o ortográfico
tengam os una sílaba más.
E sta función delim itativa tam bién la posee el latín, en una form a que
podríam os llam ar menos rígida que en el caso del francés. Por las reglas de
acentuación que se dan en latín, sabem os que en las p alabras latinas sólo
puede hab er un máximo de dos sílabas tras el acento, de form a que la pre
sencia de éste fija tam bién el final del grupo fónico.
E n resum en, el acento latino tiene esencialm ente dos funciones, la culmi-
naliva y la deiim itativa.
4 . 1. 3 .2 . Reglas de acentuación
a. Ley de la baritonesis
En latín no hay palabras agudas. E n consecuencia las oalabras de dos sílabas
serán llanas:
b. Ley de la penúltim a
En los polisílabos la posición del acento depende de la cantidad de la penúlti
m a sílaba:
1) Si la penúltim a sílaba es larga, sobre ella m ism a recaerá el acento:
am icus [ahnikus], am auissem [am a1w issem j.
2) Si la penúltim a sílaba es breve, el acento recaerá sobre la antepenúl
tim a sílaba:
am aueram [ a ^ a w é r a m ] , amanero [a'm aw éfo j,
am aueram us [am aw e’fám u s].
O bsérvese asim ism o las variaciones: Corpus ['k o fp u s) :: corporis pkorpÓ ris];
tim a r [ ’tim or] :: tim oris [ti'm ó ris] y confróntense con el castellano «cuerpo •
y «temor».
c. E xcepciones
m antenim iento del acento sobre la m ism a sílaba que lo poseía originariam en
te. Lo mismo sucede en el caso de los pretérito s com o audiuit > audit [a u 'd it],
ca n ta u it> cantal [k a n 'ta t].11
3.°) Mención aparte m erecen los casos de relativo + cum , que llevan el
acento sobre la preposición en posición anastrófica: quocum [k w o'kum ], qiá-
buscum [kw ibus’k u m j.
2) A la ley de la penúltim a.
1. °) La acentuación de los grupos fónicos en los que p articip a alguna
partícula enclítica constituye uno de los pro to tip o s de estas excepciones. En
estos casos la sílaba acentuada es la penúltim a del grupo fónico con indepen
dencia de que sea larga o breve: uirum que [w i'ru q k w e] (la u es larga por
posición), aliaue [ali’áwe].
E sta situación se m antiene m ientras hay conciencia en los hablantes de
la existencia del grupo fónico, o lo que es lo m ism o, del valor gram atical in
dependiente de la enclítica, lo que explica esta tendencia a una acentuación
diferente. Sin em bargo, cuando el grupo fónico adquiere como con ju n to la
posibilidad de ser p o rtador de una nueva significación, o bien cuando deja
de considerarse en la conciencia de los h ablantes como tal grupo, o bien es to
m ado por una unidad gram atical de tipo m orfém ico, entonces, la acentuación
pasa a regirse autom áticam ente por la ley de la penúltim a. Así tenem os los
casos de utinam , denique, vindique acentuados todos en la antepenúltim a ante
la cantidad breve de la i. T am bién se puede aducir o p o rtunam ente aquí el
ejem plo de itaque que adm ite dos posibilidades de pronunciación en depen
dencia de su significado: [ 'itákw e] «así pues», en co n traste con [i'ták w e]
«y así».
2. °) Los verbos de com posición preverbial siguen norm alm ente la ley
de la penúltim a, incluso .en el caso de que el acento tenga que recaer sobre
el prefijo. Así tenem os form as com o recitat, perficit, conficit, collocat, que
se acentúan todas ellas en la antepenúltim a, es decir sobre el preverbio. Exis
ten, sin em bargo, unos com puestos de fació como arefacio, calefacio, tepefa-
cio, etc., en los que al origen m uy discutido del p rim er elem ento se une una
deficiente unión de los com ponentes, lo que determ ina que el acento no se
retro traig a m ás allá de la vocal radical de ja cio : calefacit [k ale'fák it].
e -f A > e, á , e + O > ó
o -f A > o , o -f O > o
Dichos coeficientes^ estarían tam bién en el origen de las llam adas sonantes
largas: i, u, n, m , /, r sobre la base de que
14. R ecen sió n al lib ro de F. K luge, Beiträge zur Geschichte der germanischen Conju
gation. 1879. En Englische Studien 3, 1879, pp. 148-164.
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1892. En Zeitschrift für deutsche Philologie 25, Î893, pp. 366-394.
16. Vergleichendes idg.-semitisches Wörterbuch. Göttingen 1911.
17. «Indo-européen et sémitique». Revue de phonétique 2, 1912, pp. 101-132.
LA CUESTIÓN D E ,LAS LARINGALES 159
J. Kurylowicz rep resen ta, antes que nada, la confirm ación de la teoría. En
efecto, si no por o tras cosas, Kurylowicz tendría que figurar en la h istoria
de la lingüística por h ab e r sido quien descubrió que el fonem a h del h etita
era la continuación de la laringal indoeuropea H2, a la que Saussure había
llam ado coeficiente sonántico.18 Pero, adem ás, son de destacar algunas de sus
aportaciones al cam po concreto de la teoría. Así, cabe citar el establecim iento
definitivo, hasta hoy, de los diversos tratam ientos de las laringales,19 a saber:
22. Esta formulación es original de Benvcniste. Cf. la dada por Cuny, a la que he
mos hecho referencia en p. 158.
23. «Non-apophonic o-vocalism in Indo-Eurcpean». Word 9, 1953, pp. 253-267. V. tam
bién Économie des changements phonétiques. Berne 19642, pp. 212-213.
24. De hecho Martinet no usa esta simbologia, sino que representa H3 como Aw.
LA CUESTIÓN DE LAS LARINGALES 161
E ste últim o ejem plo p resentaría una o analógica de gndtus y los tres ú l
tim os en lugar de la vocal fundam ental é, p rese n taría n una vocal de apoyo °,
cuyo tratam ie n to en contacto con las laringales es idéntico al de é.
Luego, el residuo labiovelar -w- se h ab ría extendido p or analogía a los
tem as acabados en -¿T< eH u con lo que se explicarían perfectos com o
pleui < * pleH r ai.
Y, finalm ente, el elem ento -w-, que como hem os visto era un elem ento in
tegrante del tem a, se tom a como sufijo desjnencial del perfecto y se añade de
form a sistem ática a los verbos en -are e -iré.
b) P erfectos con vocal larga.2526En dependencia de la tesis de que en el
prim itivo indoeuropeo no habrían existido p alabras em pezadas p o r vocal y
de su consecuencia inm ediata, que las palabras em pezadas p o r vocal en latín
lo son de form a secundaria a través de la caída de la laringal (consonante,
recordém oslo) inicial, casos de es < * H xes, o de édo < en cu en tran ex
plicación los perfectos latinos de radical alargado en contraposición al p re
sente de radical breve, como emi, edi, ódi, a base de hacerlo p rovenir de
form as reduplicadas:
* H ve-Hxm-ai > emi, * H xe-Hxd-ai > edi, * H ze-Hyd-ai > odi.
Sería a p a rtir de estas form as reduplicadas que el alargam iento vocálico,
entendido com o m arca de perfecto, se h abría extendido a radicales con inicial
consonántico com o es el caso de lég-, sed-, uéh-, scáb-, fod-, etcétera.
c) Los p resentes con infijo nasal tipo sternc. C. W atkins 26 ha dado u n a
explicación p u ram en te fonológica de este tipo de presentes a base de supo
nerlos originados p o r el sufijo en grado cero -nH- > n&, que se h ab ría gene
ralizado extendiéndose a todo el paradigm a. Así tendríam os:
J)e l m ism o m odo se explicarían cerno, lino, pono, sino, sperno, tollo, los
acabados en -cello y -tem no y, quizá tam bién, pello.
d) N om inativos tipo senex. Su explicación se debe tam bién a M artinet.29
P ara él, la laringal H 2 ha tenido un tratam ien to especial en contacto con -5
que la convierte en oclusiva velar sorda -k-. De esta form a de un tem a * sen-eH2
pueden derivar, en función del contexto, senatus < * sen-eH2-tus (tratam ien to
norm al de la laringal ante consonante), o bien senex < * senek-s < * sen-eH2-s
(tratam iento la laringal ante -s). Idéntico origen cabida suponerles al nu-
tneroso grupo de. adjetivos en -ax (audax, dicax, fugax, etc.); sin em bargo, en
esioc casos hay que pen sar en un influjo analógico que haya alterado el tim
bre de la vocal, pues de * fug-eH2-s '.e esperaría * fugex y no fugax; la expli
cación del cam bio de tim bre podría estar en el influjo analógico de fuga <
* :ug-ell2.
e) Las alternancias 6 / a en las form aciones de un mismo tem a. Las varia
ciones del *:?o o c tó /o cta u u s tam bién encuentran fácil expMcación si se con
sidera ia posibilidad de un tratam ien to com oinatorio diferente p ara H y
29. «La couple senex-senatus et le “suffixe” k». BSL 51, 1955, pp. 42-56.
MODALIDADES DEL LATÍN 163
Son las que, en principio, presen tan una m enor problem ática, al menos en
cuanto se refiere a la posibilidad de alcanzar una aceptación generalizada. En
cuanto a !a problem ática inserta en toda clasificación cronológica de ias len
guas, p o r insalvable, se hace preciso obviarla. Sentados estos precedentes po
dríam os d e ja r establecida una clasificación tal como sigue:
a. Latín preliterario
Es decir, el latín conservado en los testim onios anteriores a la fijación de la
lite ra tu ra latina. Como p rim er testim onio se habla de la Fíbula de P reneste
(quizás de alred ed o r de 600 a. d. C .)30 y su lím ite final h ab ría que situarlo
alrededor de la tom a de T arento po r Rom a (272 a. d. C.) con la definitiva pe
netración de las ideas culturales y literarias de Grecia.
30. V. P isan i en las páginas X y XI de la tercera edición de sus Testi latini arcaici e
volgari, Torino 1975, se hace eco de los problemas de autenticidad que enyuelven la fíbu
la prenestina, separando tajantemente la cuestión de la autenticidad de la joya de la de la
inscripción; sobre ésta se acumulan cada vez más las dudas al punto que el propio
V. Pisani llega a disculparse por haber incluido en su Grammatica Latina la forma
fhefhaked.
164 CUESTIONES LINGÜÍSTICAS
Abarca desde el final de la gran tradición rom ana (116 d. C., m uerte de Tá
cito) h asta el m om ento en que el latín deja de ser una lengua hablada, cir
cunstancia que no se m anifiesta coincidentem ente en todas las regiones, sino
que tiene unos lím ites de aparición oscilantes de dos siglos (600-800), en el
caso de la Galla, y más am plios en el caso de o tras regiones. Es característica
específica de este período la aparición de la literatu ra cristian a a p a rtir de
la figura señera de T ertuliano. Como autores representativos del período se
pueden citar: Apuleyo, Gelio, Floro, Amiano M arcelino, Símaco, etc., entre los
paganos; y Minucio Félix, Ausonio, Lactancio, Ambrosio, Prudencio, Claudiano,
Agustín, Jerónim o, Hilario, etc., en tre los cristianos.
Algunos autores introducen den tro del latín tard ío un sub ap artad o de bajo
latín, que abarcaría los dos últim os siglos del latín tardío. Sin em bargo, el
concepto de bajo latín se usa con m ás frecuencia p ara referirse al latín espe
cialm ente incorrecto en que se escriben los docum entos privados, crónicas,
anales y leyes d u ran te toda la alta edad m edia.
4.3.1.7. N eolatín
Clara consecuencia del latín hum anístico, cuyo relanzam iento se está inten
tando en estos m om entos por m edio de diferentes asociaciones como lengua
viva de conversación y com unicación entre pueblos.32
32. Baluarte de este movimiento es la revista Latinitas. A ello hay que añadir la pe
riódica celebración de Feriae Latinae, que si bien tienen una orientación primordialmente
confesional —se celebran bajo el patrocinio del instituto vaticano opus fundatum latinitas—
pretenden últimamente superar estas limitaciones.
33. Die lokalen Verschiedenheiten der lateinischen Sprache m it besonderer Berück
sichtigung des afrikanischen Lateins. Erlangen 1882.
16 6 CUESTIONES LINGÜÍSTICAS
galo, un latín africano, u n latín hispánico, etc. Los fundam entos de esta teo
ría residen en las p articularidades sintácticas de algunos autores tard ío s como
Apuleyo, F rontón o T ertuliano, las cuales, en opinión de S ittl, encuentran
explicación en el origen africano de los autores m encionados; esto, traducido
al cam po de la controversia, sería la p rueba concluyente de que existen varia
ciones dialectales, en este caso africanas, den tro del latín vulgar.
Aunque el propio S ittl llegó a hacer una especie de retractació n pública,34
su tesis fue duram ente criticada p o r W. K roll,35 y en últim o extrem o propició
la aparición de la tesis co n traria, debida a H. F. M uller,36 que sostiene que
el latín vulgar se m antuvo como lengua hablada prácticam en te u n ita ria en
la Rom anía occidental h asta finales del siglo v m , m om ento en que dejó de
existir. A p a rtir de ahí se va a p ro d u cir la bipolarización: H. M eier, J. Briich,
A. Tovar, R. Politzer, B. E. Vidos, F. G. Mohl, M. B artoli, C. B attisti, J. Jud,
E. R ichter, G. S traka, e n tre otros, son los rep resen tan tes de la tesis variacio-
nista; K. S chuchardt, A. B urger, A. Meillet, W. Meyer-Lübke, H. Pirenne, F. Lot,
H. Schm ek, C. M. G randgent, etc., lo son de la u n itarista.37
La tesis variacionista ha tenido un p articu lar reflejo en n u estro país m er
ced al apoyo encontrado en M enéndez P id a l38 por las ideas de M o h l39 sobre
las influencias de los dialectos itálicos en la conform ación de los diferentes
latines regionales en H^spania. El ilustre rom an ista español concede u n a gran
im portancia al su strato oseo en la explicación del desarrollo experim entado
por el latín de H ispania.40
De todas form as, sin necesidad de inclinarse de antem ano p o r un a u otra
teoría, bey fenóm enos cuya evidencia escapa a toda duda. Así, p e r lo que se
refiere al léxico, es incuestionable que las lenguas y dialectos hispánicos, ex
cepción hecha del catalán, discu rren por una latinidad d istin ta de la de la
G alia. D ictam inar cuál sea el grado de diferenciación necesario p ara que se
pueda hablar de distintos latines o latinidades es ya un problem a m ayor. Una
prueba de ello reside en la d isputa tradicional sobre el carácter ibero-rom á
nico o galo-románico del catalán.41
34. «Jahresbericht über Vulgar- und Spätlatein 1884-1890». Jahresbericht über die Forts
chritte der klassischen Alterthumswissenschaft LXVII, 1892, pp. 226-286.
35. «Das afrikanische Latein». Rheinisches Museum für Philologie LII, 1897, pp. 569-590.
36. «A Chronology of vulgar Latin». Zeitschrift für romanische Philologie. Beiheft 78,
Halle 1929.
37. Véase A. T ovar , «A Research Report on Latin vulgar and its local variations».
Kratylos IX/2, 1964, pp. 113-134; P. A. Gaeng, An inquiry into local variations in vulgar
latin. Chapel Hill 1968, especialmente pp. 290-299; y G. R eic h en k r o n , Historische latein
alt-romanische Grammatik. I. Wiesbaden 1965, pp. 62-82.
38. R. M enéndez P idal, «A propósito d e ll y l latinas. Colonización suditálica en
España». BRAE XXXIV, 1954, pp. 200 y ss.
39. F. G. M o h l , I n t r o d u c t i o n á la C h r o n o lo g ie d u la tin vulgaire. Paris 1899.
40. Véase también M. C. D íaz y D íaz , «El latín de la península ibérica. Dialectalismos».
Encliclopedia lingüística hispánica. I. Madrid 1960, pp. 237-250.
41. Véase una discusión d e la cuestión en K. B aldinger, La formación de los dominios
lingüísticos en la península ibérica. [Traducción esp a ñ o la de E. L ledó y M. M acau del ori
ginal alemán, Berlín 1958]. Madrid 19722, pp. 125-160.
MODALIDADES DEL LATÍN 167
C onsiderando la realidad social de que las com unidades no son totalm ente
hom ogéneas, sino que existen gradaciones diversas, y la sociedad rom ana, por
cierto, no era una excepción, forzoso será adm itir como realidad la existencia
de diversos estrato s de lengua. Y si a ello añadim os que los individuos lin
güísticos tam poco son m onolíticos, sino que suelen tener suficiente capacidad
lingüística para adap tarse a una diversidad de estrato s y condiciones, apli
cando de form a tácita la teoría de los niveles de lengua, tendrem os trazado
a grandes rasgos el esquem a de las variaciones de este tipo. M anteniendo la
reserva que im pone la existencia de conexiones en tre grupos diferentes po
dem os establecer los siguientes tipos:
Con estos térm inos se distingue el latín de la ciudad por antonom asia, Roma,
del latín del cam po y del latín, m ejor, de los latines provinciales. E stas varia
ciones eran fundam entalm ente de tipo fonético y prosódico, pero sin que
faltaran variaciones de o tro tipo, según se desprende, por ejemplo, de la
im putación de patauinitas que acostum bra a hacérsele a Tito Livio.42
El concepto de serm o urbanus o urbanitas io hallam os definido en Y arrón
com o la incorrupta loquendi obseruatio secundum rom anam linguam .434Y es
en Cicerón donde se encuentra la distinción expresa de los tres conceptos:
qua re, cum sit quaedam certa uux Rom ani generis urhisque pro-
pria, in qua nihil offendi, nihil displicere, nihil anim aduerti possit,
nihil sonare aut olere peregrinum , hanc sequam ur ñeque selum
rusticam asperitatem , sed etiam peregrinam insolentiam fugere
discam us
E videntem ente, se puede arg u m en tar que Cicerón está hablando del lenguaje
propio del orador; pero no es m enos cierto que son frecuentes en la litera
tu ra las anécdotas que nos dan cuenta de la actitud burlona del pueblo de
Rom a ante los diferentes hablares no urbanos. Y estas anécdotas llegan a
afe cta r a los propios em peradores; el episodio que nos relata S u eto n io 45 refe
rido al em perador V espasiano —quien al ser reprendido por N utrió Floro por
p ro n u n ciar plostrum en vez de plaustrum , saludó al día siguiente a su in ter
lo cu to r llam ándole Flaurus— ap a rte de dem ostrarnos la sutileza y el inge
nio de Vespasiano, nos revela la existencia de una preocupación p u rista en
frente de las hablas provinciales y seguram ente del serm o castrensis (no
hem os de olvidar que Vespasiano era ilirio y que an tes que em p erad o r era
soldado). Idéntico esp íritu anim a la anécdota relatad a en la H istoria A u g u sta 46
con respecto a A driano, cuando, no siendo todavía em perador, en el ejercicio
de las labores propias de la cuestura, que d eten tab a en aquel m om ento, al
pronunciar en el senado el discurso de T rajano, fue acogido con notables
m uestras de hilaridad porque articulaba agrestius.
43.3.2. L a tín de l o s c r is t ia n o s / L a t ín c r i s t i a n o / L a t ín de la I g l e s ia /
L a tín e c l e s iá s t ic o / L a t ín l it ú r g ic o
La am pliación del cam po de estudio de la filología latina a fines del siglo xix,
al p resta r atención al latín tardío, hasta entonces negligido, tuvo secundaria
m ente el efecto de su scitar in terés por el latín usado en las com unidades
cristianas. La pauta de estos estudios la m arca la U niversidad de Nimega,
representada p o r dos figuras señeras: J. S chrijnen y Chr. M o h rm an n ;47 a
p a rtir de ahí a rran c an los estudios sobre el latín cristiano o, como otros p re
fieren, latín de los cristianos.
Los cristianos de los prim eros tiem pos se vieron abocados a un problem a
de tipo léxico cual es la necesidad de un a nueva term inología p ara designar
los nuevos conceptos que su religión im ponía. Es.te problem a lo solventaron
de m aneras diferentes: 1. m ediante préstam o s griegos {ángelus, euangelium,
m aríyr, etc.); 2. préstam os hebraicos (sabbatum , pascha, etc.); 3. neologism os
(carnalis, spiritalis, Saluator, sanctificare, etc.); 4. desplazam ientos sem án
ticos {fieles, sacram entum , conjessio, etc.). El ca rácter de las innovaciones, esen
cialm ente léxico,48 constituye la causa fundam ental de que se considere el
latín de los cristianos como una lengua de grupo, opinión su sten tad a en p ri
m er lugar por la m encionada escuela de Nimega. En la adopción de esta
term inología influyó tanto la conform ación popular de las prim eras com uni
dades, como el an cestral respeto po r la p alab ra que movía a los prim eros tra
ductores latinos de la Biblia.
Una vez m arcado difusam ente el cam po de estudio abarcado p o r la ex
presión latín de los cristianos y, ya en la propia escuela de Nimega, surgen
los intentos de clarificar, delim itar y subdividir; la consecuencia fue la apa
46. Scriptores Historiae Augustae. Aelii Spartiani, De uita Hadriani. 3,1: quaesturam
gessit Traiano quater et Articúlelo consulibus, in qua cum orationem imperatoria in senatu
agrestius pronuntians risus esset, usque ad summam peritiam et facundiam Latinis ope-
ram dedit.
47. Chr. M o h r m a n n . Études sur le latin des chrétiens. I, II, III, IV. Roma 19612, 1961,
1965, 1977. En el cuarto volumen se publica como apéndice el trabajo de J. S c h r ijn e n ,
«Charakteristik des altchristlichen Latein», aparecido por primera vez en la colección
Latinitas Christianorum primaeva, Nimega 1932, considerado como el acta de la escuela
de Nimega.
48. Véase J. B astardas, «El latín de los cristianos. Estado actual de su problemática».
BÏEH VII/2, 1973, pp. 5-17.
MODALIDADES DEL LATÍN 169
rición de nuevos térm inos com o latín de la Iglesia, latín litúrgico, latín ecle
siástico, todos los cuales, a p esar de responder originariam ente a un afán
clarificador, han conseguido, a la postre, em brollar una cuestión, que, consi
d erad a de m odo analítico, no se p rese n ta en exceso confusa.
La com unidad cristiana, dado su creciente e im parable increm ento, tuvo
que hacer frente a toda una serie de problem as de nuevo cuño. Se vio preci
sada a responder de una form a eru d ita a los ataques paganos p ara defender,
d em o strar e im poner sus verdades dogm áticas, y esto había que hacerlo es
cribiendo, y escribiendo bien, con conciencia plena de que no se escribía tan to
p ara los fieles com o p ara los infieles. Y es este afán el que conform a las
características esenciales del latín de los autores cristianos y de los padres
de la Iglesia, que se pueden co n c reta r en: 1) uso de un latín lo m ás depurado
posible (sin sustraerse, por lo dem ás, a su época), y 2) uso de los térm inos
cristian o s adecuados.
Igualm ente, la necesidad de una norm alización cultual indujo, a p a rtir
del siglo iv, a la je ra rq u ía a fija r pautas que rigieran las prácticas de relación
en tre Dios y los fieles. La lengua litúrgica, o de las celebraciones, responde
básicam ente a un condicionante: alcanzar la dignidad precisa p ara establecer
la relación con la divinidad. E sto se logra, por una parte, m ediante un estilo
preciso, que, en el caso del latín de la liturgia, sufrió el influjo del estilo de
la antigua plegaria rom ana, y, p o r o tra, con el uso de expresiones alejadas
de la plática habitual; es lo que se llam a hieratism o. Pero, por supuesto,
tam poco este latín puede su stra erse a las especiales características term ino
lógicas del latín cristiano.
Concretando y resum iendo, hem os visto que el latín de los prim eros cris
tianos se configuró con unas características especiales, y que este latín, aten
diendo a nuevas necesidades, desem bocó en el latín de los autores cristianos
y en el latín de la liturgia.
Con posterioridad, tanto el latín de los autores cristianos com o el latín
de la liturgia influyeron notablem ente en la conform ación del latín medieval,
pues a los ojos de los escritores de este período eran los m odelos a los que
hab ía que im itar. En esta época, el latín y el latín de un au to r eclesiástico
no se distinguen esencialm ente, pues todo el latín de la época tiene la im pron
ta cristiana.
com unidades m ilitares, con diferencias de aspecto léxico con respecto al ha
bla ordinaria, pero que no era el reflejo de ningún cam bio de conciencia ni
de m entalidad, lo que se traduce en una trascendencia m ucho m enor que la
que tuvo el latín cristiano.
Los estudios sobre el serm o castrensis, o lengua de los soldados, se re
m ontan a la obra de J. G. Kempf,49 quien, a raíz de un a serie de trab ajo s
sobre la lengua de los estudiantes y soldados alem anes, se propuso el estudio
de la lengua de la soldadesca rom ana. La denom inación de serm o castrensis,
p ara referirse al latín de los soldados, se ha im puesto respondiendo a una
lógica aplastante, inusual, por lo dem ás, en lingüística: el caldo de cultivo
apropiado para el desarrollo de e x p re sio n es. propias, b u rlo n as y populares,
no es de ningún modo el cam po de batalla, sino el ocio de la vida del cam
pam ento.
Por lo que se refiere a la expresión latín m ilitar o latín del ejército, nos
referim os con ellas a la term inología técnica p ro p ia del ejército, como es el
caso del m aterial m ilitar, cargos castrenses, voces de m ando, etc. Es de ob
servar que la distinción en tre latín castrense y latín m ilitar, clara en teoría,
resulta a veces difícil de realizar en la práctica, pues no siem pre es fácil dis-
‘inguir ios dos usos. Tenem os, adem ás, el caso de p alab ras acuñadas por los
soldados qu • llegan a convertirse en térm inos oficiales.
Las fuentes m ás com unes en que se recogen los térm inos propios del
ser, rio castrensis son las obras ár les h isto riad o res y cronistas de guerra,
cuando al referirse a un térm ino técnico hacen un inciso p ara indicar la
diferente denom inación que el objeto tom a en el habla de los soldados, y las
glosas o escolios que se preocupan de aclarar las p reten d id as oscuridades del
texto.
Sobre ]a base de la distinción antes establecida, corresponderían al len
guaje m ilitar expresiones como m axim is itineribus «a m archas forzadas»,
signum petere «pedir la contraseña», signa tollere «ponerse en marcha», legio,
cohor /, cenlurio, decurio, ala, etc. E n cam bio, serían propias del serm o cas
trensis la expresión aquila p ara referirse a legio, caput porci «form ación en
cuña», papilio «un tipo de tienda», nouerca «irregularidad del terreno del
cam pam ento», conterraneus, «paisano», y toda un a gam a de palabras cons
tru id as con el prefijo c o n -: com m ilito «com pañero de arm as», com par «ca
m arada», contubernalis «com pañero de tienda», etc. Un térm ino muy curioso
es turturilla, que en ocasiones aparece como purpurilla, «prostíbulo anejo al
cam pam ento»; es un a expresión de origen ex tran jero a la que en sus dos ver
siones se le han buscado explicaciones etim ológicas. Así una glosa explica
turturilla: ita dicitur locus in quo corruptelae fiebant, quod ibi turturi opera
daretur, id est p e n i50 P or su p arte, o tra glosa explica purpurilla, como locus
extra portam ubi scorta prostant: dictum est a utem uocabulum , quod matro-
nae stola, libertinae toga, p rostitutae purpurea ueste uterentur.51
49. J. G. K empf , «Romanorum sermonis castrensis reliquiae collectae et illustratae».
Jahrbuch für klassische Philologie. Suppl. XXVI, pp. 340-400. Puede verse también W. He-
raeus, «Die romische Soldatensprache». ALL XII, pp. 255-280; y el reciente M. G. Mosci
S a ssi , II sermo castrensis. Bologna 1983.
50. Glossaria Latina. III, p. 177.
51. Corpus glossariorum. IV, 153-8.
MODALIDADES DEL LATÍN 171
4 3 3 A. L a t ín v u lg a r / P r o to r r o m a n c e / R omance com ún
latín x
latín x
el latín literario y la p arte líquida el latín (latín vulgar). En esté río, de trecho
en trecho, cualquier incidencia del terren o (revoluciones, invasiones, crisis)
puede p ro p iciar que aflore el agua a la superficie, lo que dependerá tam bién
del grosor de la capa de hielo (form ación literaria). La com paración, cierta
m ente exacta, la podríam os rep rese n tar esquem áticam ente así:
'O
<3
'O
£«o ^
sí**
ai
174 CUESTIONES LINGÜÍSTICAS
Capítulos 1 y 2
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B lecua, A., Manual de crítica textual. Madrid 1983.
C o u s in , J., L o s estudios latines. [Traducción española de L. B ani del original francar, I'a
ris 19441. Buenos Aires 1963.
D ain , A., Les manuscrits. Paris 1964*.
G ercke, A . - N orden, E., Einleitung in die Altertumswissenschaft. I, TI, HT. Leipzig-3í.¿nn
19273.
F lores , E., La critica testuale greco-latina, oggi. Metodi e problemi. Roma 1981.
H avet, L., Manuel de critique verbale appliquée aux textes latins. Paris 1911.
H errero , V. J., Introducción al estudio de la fitología latina. Madrid 1965.
I r m s c h e r , J., Praktische Einführung in das Studium der Altertumswissenschaft. B erlin
1954.
J äger, G., Einführung in die klassische Philologie. München 1975.
K enney , E. J., The classical text. Berkeley-Los Angeles-London 1974.
L indsay , W. M., Introduction à la critique des textes latins. Paris 1898.
M aas, P., Textkritik, Leipzig-Berlin 1927.
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índice analítico
A.c.I., 129; construcción de, adjunto, 111, 112, 120; nu A lbina, 145, 146
123 clear, 112; periférico 112 alta, vocal, 95
abierta, rccensio, 44; tradi adnominal, flexión, 99; ge A í t h e im , 86
ción, 42; vocal, 92 nitivo, 101 Altertumswissenschafl, 4
ablativo, 97, 1Q2, 103 Adriano , 168
A m bro sio , San, 164
abreviación, 34 adverbal, flexión, 99; ge
abstracto(s), predicado, nitivo, 102 Amían o M arcelino , 164
128; verbos, VI, 128, 129, adverbial, caso, 103; mor A rr.Masunta, 16
130 fema, 99 anafóricos, pronombres,
«acabado», morfema de, adverbial general, subordi 138
110 nación, 112, 113 anaiiisíica romana, 6
acción irreal, 109; poten adverbial relativa de lugar, analysis, matching, 135
cial, 109; real, 109 subordinación, 112, 113 A nderson (J. M.), 140
acento latino, 90-92, 148, adverbio, 99, 111, 112 Anderson (R. D.), 22
153-156; de intensidad, 95 adversativas, conjunciones, antecedente, 113, 137, 138
acentuación, normas de, 114
aféresis, 145, 146 antigrafo, 44
153-156
actancial, sistema, 111 afirmativas, proposiciones, aorístico, valor, 106
actantes, 103-140 111 aparato crítico, 51, 54, 57-
activa, morfema de, 98; africano, latín, 163, 166 63; positivo, 58, 61; nega
voz, 111 Agapito , 16 tivo, 58, 61
activo(s), caso(s), 102, 103; agente, 102 apertura, 92
nombre(s), 103 agentividad, 102 A pio Claudio , 151
actuación, 107 agreement, 139 apócope, 155
actuativa, función, 107 Agud, 101 apofonía, 95
acusativo, 102-104, 121, 122, Agustín , San, 21, 164 apógrafo, 44
125, 126, 138, 139, 141; ajuste perceptivo, 94 aposición, 104
marca de, 120 Akmajian , 137 A puleyo , 164, 166
adición, 36, 114, 130 Alarcos, 89 arcaico, latín, 6, 9, 163
adjetival, caso, 103 A lejandro V il, 31 archifonema, 89
adjetival relativa, subordi alfabeto, 147, 150-153; tipos argumento, 130, 140
nación, 112, 113 de, 31 A rnaldi, 83
adjetivas, oraciones. 113 Allen , 91 arquetipo. 34, 41, 44. 45.
adjetivo, 99, 103. 104, 125, alófono, 96 49
126; epíteto, 104; grados, alolexema, 98 aserción, 130, 131
104, 105 alomorfo, 96 , 98, 109 aseverativa, modalidad, 109
180 ÍNDICE ANALÍTICO
c o m p le tiv id a d , 126 vas, 132; p erifrá stica s, cro n o ló g ic o (s), p rob lem as,
c o m p o n en cia l, sem á n tica , 134; p r e d ic a tiv a s, 133 115; p roceso, 116
133 c o n str u c to , 124; p r e su p o si c ro n o te sis, 105
c o m p o n en te; d e b a se, 116; tivo, 129 cualid ad vocálica, 95
fo n o ló g ic o , 116; in terp re co n ta m in a c ió n , 41, 45 cu a n tita tiv a s, o p o sic io n e s,
tativo, 116; m o r fo ló g ico , c o n te x to , 30; gráfico, 37; 92-94
142; sem á n tic o , 116; sin id e o ló g ic o , 37 C ulicover , 137
tá c tic o , 116, 141; trans- C o n tin o , 127 cu lm in ativo, valor, 90
fo r m a c io n a l, 141 co n tra cció n d e v o c a le s en CUNNINGU AM, 112
c o m p r e n sió n p rim aria, 10 co n ta c to , 98 CUNY, 158, 160
c o m p r e h e n sió n del te x to , 9 CON'TRERAS, 140 C upaiolo , 69
c ó m p u to ho ra rio , 10 c o n v en cio n a lid a d cu ltu ra l, cu rsiva, 31, 33
c o m u n ica c ió n , 114 91 C u rt ius , 4
co n cep to ; de filo lo g ía , 4, C onway , 56
5, 7; d e lengua la tin a , 5; co o rd en a d a , relación , 109 D a in , 7, 35, 42, 48
de litera tu ra la tin a , 5, 6 co o rd in a ció n , 112, 114 D aremberg, 71
c o n c esió n , p ro p o sició n de, co o rd in a d a s, estru ctu r a s, d ativo, 102, 103
130; su b ju n tiv o de, 110 137 d ativo-ab lativo, 97, 98
co n c esiv a s, o r a cio n e s o fra c o o rd in a n tes, c o n ju n c io D e-vit , 81
ses, 113, 130, 131 n es, 114 D eaño , 3
C oncilio de T o u r s , 5 co p ia (s), 16; de m a n u scri D earing , 44
con cord an cia , 15, 112; tra n s tos, 17; de m arcas (tra n s decir, verb os de, 121
fo r m a c io n e s de, 141 fo rm a ció n de), 136 d ecla ra tiv a (s), frases, 129;
c o n c re to s, c a so s, 102 co p u la tiv a s, co n ju n c io n e s, fu n ción , 108; sem án tica,
co n d ició n , p ro p o sició n de, 114 114; sin ta x is, 103; valor,
130 c o r p u s T i b u llia m im , 15 114; verb os, 129, 130
c o n d ic io n a les, fr a ses o p ro CORRADINI, 81 d eclin a cio n es, 97, 98
p o sic io n e s, 111, 130 C orrea , 96, 104 d e fe c to s del m o d elo s, 34
c o n fu sió n de letra s, 33 c o rr eferen cia les, nom b res, d efin ición (V. c o n c ep to )
c o n iu n c tiu i, errores, 45 135 d eíctica , fu n ción , 111
co n je tu ra , 30, 45, 46 co rr e fe re n tes, 136 d e íc tic o , valor, 111
c o n ju n c io n e s, 113, 127; a d c o rr e la c io n e s, 92 d eleción , reglas de, 136; de
v e rsa tiv a s, 114; c o o rd i CORSSEN, 4 su je to , (reglas de), 126;
n a n te s, 114; co p u la tiv a s, corte d ia crò n ico , 144; fal del SN , 137; de u t, 127
114; d isy u n tiv a s, 114 so, 34; silá b ic o , 144 d elim ita tiv o , valor, 90
co n ju n tiv a , form a, 140 C o ser iu , 114, 115 d e m o str a tiv o s, 111, 137
c o n ju n tiv o , error, 38, 39 C ostas R odríguez, 115 d e ó n tico s, v alores, 134
c o n m u ta c ió n , 90, 98, 101, d ep en d en cia, 138, 140
COURCELLE, 17
110 \/¡ 1 d epend en cial; gram ática,
C o u sin , 70
c o n sec u tiv a s, o r a cio n e s, 103; persp ectiva, 104; teo
C raso , 11, 149
113, 131 ría, 103
C remucio C ordo , 20
d e p en d ien tes, sistem a s, 111
c o n s o n a n te (s ) b rev e, 93; Cr isip o , 99
d erivación , 99
larga, 93; líq u id a s, 89; s o c ristia n o , la tín , 168, 169
d e scr ip c ió n (e s), 145; e stru c
nora, 96, 98; so rd a , 96 c ristia n o s, la tín de los, 168,
tural, 117, 118, 127, 136;
c o n so n á n tic o s, g ru p o s, 89; 169, 171
su b y a cen tes, 129
so n id o , 89 c riterio s cla sifica to rio s de
d eseo , p ro p o sició n de, 130;
c o n sta ta c io n e s, 131 las a p o sic io n e s, 104
su b ju n tiv o de, 109
c o n stitu y e n te s n o m in a les, crítica tex tu a l, 14, 15, 28, d esid erativo, 307; valor, 127
99; p r o n o m in a le s, 99;; ver 29; c o n c ep to , 28; etapas, d esin en cia s, 97, 98; p erso
b a les, 99; in m ed ia to s 29-37; h isto r ia , 28-29; teo nales, 96
(a n á lisis de), 138 rías, 38-44; vocabulario d eterm in ación , 111
c o n str u c cio n a l de la sin ta b á sico de, 44-51 D evallet, 56, 61
x is, c o n c ep ció n , 138 c ro n o g én esis, 105 D evine , 88, 90, 144
c o n str u c cio n es, 113, 114; de cro n o g en étic o , tiem p o, 105; d iacrítico, pap el, 95
in fin itiv o , 114; de ut, 114; e je , 105 d iacron ía, 85
e n d o c é n tr ic a s, 138; exo- cro n o lo g ía lógica, 42; real, d iacrón icas, c u e stio n e s,
c én tr ic a s, 138; gerundi- 42 144; v ariacion es, 163
182 ÍNDICE ANALÍTICO
diacrònico, corte, 144; cam edición crítica, 10, 13, 51- estilo directo, 129; indirec
bio, 127 63; concepto, 51; carac to, 106, 129, 141
diafásicas, variaciones, 163- terísticas, 51 estructura(s), 115, 136, 138,
165 editio, 3, 46 139; morfemática, (reglas
dialectales, variaciones, 166 editio princeps, 46 de), 144; profunda, 117,
dialectos latinos, 163 editio uulgata, 46, 50 127, 133; propositiva aser
diastráticas, variaciones, editor, 30, 45, 46, 51-55, 58, tiva dependiente, 130; /
163, 167 61 realización (oposición),
diatópicas, variaciones, 165- egipcio, 6 91; subyacente, 135, 137;
166 E h r enk ra nz , 135-137 superficial, 139
D íaz y D íaz, 56, 62, 166 eje cronogenético, 105; de estructural, corriente, 103,
diccionarios, 80-81 coordenadas, 108 105; cambio, 117, 118, 127,
dicendi, uerba, 129 ejército, latín del, 169-171 136; descripción, 117, 118,
dicotomía saussuriana, 105 elemento(s) consonántico, 127, 136; explicación, 93;
dictado interior, 35 93; fonológicos, 91; mé oposición, 104; traduc
difficilior, 45 tricos, 91; prosódicos, 91; ción, 106
difficilior lectio poíior, 45, vocálico, 93 estructuralismo, 4, 85. 90,
48 «elevación de sujeto a ob 91, 95, 99, 100, 103, 105,
jeto», regla de, 120 115
difoncmático, estatuto, 88, eliminatio codicum des
90 ecimologia, 145
criptorum, 40, 46, 48, etrusco, 5
difonematismo, 88, 89 49
D jomedes , 14 E umenes II, 24
eliminatio lectionum singu- evolución, 145
diptongos, 88, 90, 92; de íarium, 40, 46
p-imer elemento largo, examinatio, 30, 46
elipse, 141; teoría de la,
159 127 exclamativas, construccio
directa, percepción, 123; elisión de vocal temática, nes, 141; frases, 105
tradición textual, 13, 14 98 exclamativo, genitivo, 101
directo, estilo, 129 emendado, 3, 30, 46, 47 exhortativo, subjuntivo, 110
discontinuo, morfo, 1.10 emendado ope ingenii, 45 exocéntricas, construccio
disjunto, i l i , 112 enálage, Í04 nes, 138
distinctiones, d i enciclopedias, 71-72 expandido, objeto, 123
distintivas, marcas, 114 enclíticas, 91 expansión, 123, 13S; de un
distribución complementa endocéntricas, construccio SN, 138; nominal. 138
ria, 90 nes, 138 extraposición, 138
disyunción, 130 enfática, función, 111
disyuntivas, conjunciones, E ngelmann, 69 F( A.c.I.), 122
114 E n n io , 164 F abricius , 69
diuinatio, 30, 46 E nríquez , 95 factores estilísticos, 95; ex
diuissio, 96 entonación, 108; de la fra ternos, 92; fonológicos,
D iv er , 101, 102 se, 109 95; morfológicos, 95; so
Dodwell, 27 epigrafía, 8, 23 ciales, 95; semánticos, 95
D olet, 1 equilibrio del sistema, 92' F aider, 84
D om Q uen tin , 42, 46 equivalencia, 114; métrico- falisco, 163
D om itivs A fer , 35 prosódica, 92 familia, 47
D ressler , 104 E rasm o de R otterdam, 44 familiar, latín, 163
Du Cange, 83 E r no ut , 81 F ant, 86
D uarte, 145-146 E rnst , 68 F ernandez G aliano , 22
duración física, 91; silábi error, 16, 31-38, 46; de trans F errer , 80
ca, 92; vocálica, 94 misión, 14 ficción, 107
escritura; evolución, 33; so ficticio, 107
E beling , 103 porte, 22; tipos, 8, 31 fiktiv, 130
ecdòtica, teoría, 42-44 , 46 eslavismo, 103 F illmore , 103, 139
eclesiástico, latín, 168-169 espacio acústico, 94 filología, 1, 3-9, 11, 13, 115,
economía lingüística, 92-95 estándar, gramática gene 116; aparición, 4; concep
ecthlipsis, 91 rativa, 116 to, 4, 5; formal, 7; hin
edición(es), 15; primitivas, estatuto difonemático, 88, dú, 4; objetivos, 5, 29;
15, 16 90; monofonemático, 89 posibilista, 5; real, 7, 9
ÍNDICE ANALÍTICO 183
mm
L eüm ann , 72, 89 M arcia, 20 M o h l , 166
L evi , 135 M arcial, 19, 164 M o h r m a n n , 168
M arías, 108 M olina Y évenes, 86, 88
L eviso n , 2
M ariner , 86, 88, 89, 90, 91, M oller, 157, 158, 159
L ew is (C. T.), 80
106, 107, 108, 111 M omigliano , 17
Lew is (N.), 24 marrismo, 3 M om m sen , 6, 11
lexemas, 98, 99, 142 M artín , 115 m on em as, 98
léxicas, unidades, 130 M artinet, 96, 160, 162 m o n o fo n e m á tico , e sta tu to ,
léxicos, 15, 80-84, 116, 139; Marouzeau , 69 89
elementos, 142 m a tc h in g a n a ly s is , 135 m o n o fo n e m a tism o , 88-90
lexicología, 114 Mateo C orredor , 84 m on op ton gación , 92
lexicológico, enfoque, 115 materiales de la impresión, M onteil , 161
ley de la baritonesis, 155; 26 m ora, 90, 91
de Lachmann, 144; de la materiales de la transmi m o rfem a (s) «acabado», 110;
penúltima, 155, 156 sión, 22 ad verb iales, 99; a u x ilia
matriz, frase, 118, 120, 137; res, 142; c a su a les, 99; de
L ig h tfo o t , 129
verbo, 125, 127, 129; — de activa, 98; de c o m p a r a ti
L inacer , 127 rasgos distintivos, 143 vo, 99; de fu tu ro, 98; de
L indsay , 34, 55, 57 M atthew s , 99, 142 im p erfecto, 98; de in d ic a
lingüística, 4, 9, 103; his M aurel, 135, 137 tivo, 98; de i n f e c tu m , 98;
tórica, 144; latina, 85, 103, mayor, categoría, 125, 126 de person a, 105, 111; de
120; latina (escuela de), medieval, latín, 6, 163, 165 presen te, 98; de p o s ib ili
141; y filología, 9 M eier , 166 dad, 109, 110; de s u b ju n
líquidas, consonantes, 89 M eillet, 4, 81, 106, 166 tivo, 98; de su b ord in a-
186 ÍNDICE ANALÍTICO
P asquali, 28, 38, 40, 41, 48 POMPEYO, 148 profu nda, estru ctu ra, 117,
P auly, 71 P on , 130, 131 127, 133
pau sa, 91 P o nc h o nt , 15 p roh ib itivos, su b ju n tiv o s,
P enco , 17 Port-R oyal, 127 110
p e n sa m ie n to , v e rb o s de, p o r tm a n te a u , m o rfo , 110 pron om b res, 100, 111, 122,
121 P orzio G ernia , 96 123; a n afóricos, 138; re
P epicello , 121, 122 p o sib ilid a d , m o rfem a s de, lativos, 113
P eranteau, 135 109, 110; su b ju n tiv o de, p ron om in al(es), c o n stitu
p ercep ció n d irecta , 123; in 109; v a lo res de, 127 yentes, 99; fu n cio n es, 111;
directa , 123; v erb o s de, p o sib les, in terro g a cio n es, oracion es, 113; su b o rd i
121, 123 112 nación, 112
p e r e g r in u s , s e r m o , 167 p o sitiv o , grado, 104 pronu nciación del latín , 35,
p e r fe cto , 142, 145; con v o p o stc lá sic o , la tín , 6, 9, 163, 99, 147-152
cal larga, 161; en — u —, 164 P ropercio , 164
160; tie m p o s de, 106, 107 p o ste r io r, vocal, 95, 96 propiedad in telectu a l, 16
p e r f e c t u m , 106 p o ten cia l, a cción , 109; m o p rop osicion es, 130; afirm a
p erfo rm a tiv o , p r o c eso , 112; do, 107; p red icación , 108; tivas, 111; co n d icio n a les,
verb o, 128, 130 valor, 109 111, 130; de cau sa, 130;
pergam in o , 21, 23-25 P otter, 71 de con cesión , 130; de de
p eriférico , a d ju n to , 112 P uTTie r , 104 seo, 130; de orden, 130;
p e r ifr á stic a s, c o n str u c c io p r a e f a tio , 51 de relativo, 104; in terro
n es, 134 Praga, e sc u e la de, 86 gativas, 111; negativas,
P erret , 14 p ra g m á tica , 129 111
P errot , 103 p rea rq u etip o , 48 prop ositiva asertiva depen
P e r sio , 19, 164 p reclá sico , la tín , 164 d iente, estru ctu ra, 130
p erson a , 142; m o r fe m a de, pred esin en cia l, e lem en to , p rosodia latina, 92
105, 110, 111; n o p erso n a , 97, 98 prosód icos, rasgos, 87, 88
105; prim era , 105, 142, p red ica ció n , 112; irreal, prospectiva, pred icación ,
143; seg u n d a , 105, 106; 108; p o ten cia l, 108; p ro s 108
tercera, 105 p ectiv a , 108; sim p le , 112 p rototip o, 48
p erso n a je s-p u e n te , 16 p red ica d o , 111, 122, 123, Ú0, p rotorrom ance, 171-173
P etrarca, 21 131; a b str a c to , 128 proyectado, m orfem a, 110
P etronio , 56, 62, 164 p red ica tiv a , c o n stru cció n , P rudencio , 164
P feikfer , 4, 25 133; fu n ció n , 108 P tolomeo E pifanes , 24
P itares , 135 p red ica tiv o , p a rticip io , 123 pu b licacion es p eriód icas,
P IERRE DE LA RAMÉE, 151 p relitera rio , la tín , 163 75-76
P illinger , 144 p r e n estin o , 163 P ulcra m , 93
PlNKSTER, 111, 112, 126, 135, p rep o sicio n es, 100, 102, 125,
144 126, 139, 140 qu-, 136
P inta L lórente, 1 p rep o sicio n a l, sin ta g m a , Q uellet, 84
P in er o , 100 125 Q uentin , 42, 46
P ir enne , 166 p resen te, 128, 133; co n infi Q uintiliano , 14, 35, 164, 167
PlSANI, 163 jo n a sa l, 161; del p e r f e c
P latón, 1 tu m , 106; in fin itivo de, racionalista, gram ática, 127
P lauto , 21, 55, 57, 164 106; m o rfem a de, 98; rad ical(es), 96, 142; prim a
P lenat, 143 tie m p o s de, 106, 107, 111 rio, 142; vocal, 142
P u n i ó el J oven , 164 p r e su p o sicio n es, 130, 131 raíz, 96, 97, 142; teoría de,
P linto el V iejo , 23 , 24, 27, p resu p o sitiv a , estru ctu ra , 158-159
164 141 rasgos d istin tiv o s, 143; fo
p lu m a, 26 p r e su p o sitiv o s, co n stru c- n éticos p red esin en ciales,
p lu ral, 143 to s, 129 97; o p o sitiv o s, 87, 88
pod a de n u d o s in term e p r etérito , 142, 143; p e r fe c R aterio , 20
d io s, tr a n sfo r m a c ió n , 121 to, 106 real(es), acción , 109; in te
p o esía e le g ia ca , 70 P reuss , 69 rrogacion es, 112; verb os,
polariza ció n o p o s itiv a , 114 p rev erb io s, 91, 115 127, 128
P okorny , 81 p rim era p erson a, 105, 142, rección, 124, 125, 139
P olibio , 6 143 r e c e n s io , 3, 29, 30, 42, 45,
P olitzer , 166 p rim ario, radical, 142 46, 48
18 8 ÍNDICE ANALÍTICO
recentiores non deteriores, restr ic tiv a de relativo, ora relación , 123; trad icion al,
40. 46, 48 ció n , 137 115
rec o m p o sic ió n , 33 r ev ista s, 75-80 sem á n tic o , cam p o, 100, 115;
recu p erab ilid ad de estru c R eynolds, 29 c o m p o n en te , 116; rasgos,
tu ra s, 141 Ríe h ter , 166 130, 133; valores, 101
recu rsiva, capacidad, 134 R ix, 95 sem a sio ló g ico , sistem a , 115
red u cció n , 144; vocálica, 95, R odón, 91 sem ico n so n á n tic o , son id o,
96 R odríguez A drados, 108 90
reescritu ra , 143; reglas de, r o m á n ica s, len g u a s, 92, 145 sem iu n c ia l, escritu ra, 31,
124, 136, 139 R omano , 76 32, 33
reg en te, verbo, 139 ro m a n ce co m ú n , 171-173 sem iv o ca l, 92
reg la (s), 91, 95, 115, 116, 118, R oncaglia, 92, 93 S éneca, 19, 58, 164
119, 121, 122, 127, 132, 138, R o nconi , 106 sep arab ilid ad , criterio de,
139, 142, 143, 144; de asig R o setti, 86 104
n a ció n de ca so , 125, 126; ro ta c ism o , 95, 96, 144, 145; sep arativo, error, 38, 39, 49
de b a se, 134; d e «cam bio sin c ró n ic o , 143 S erbat, 101, 106, 107
de co m p lem en ta d o r» , 118; rotulas, 24 sermo peregrinas, 167; rus-
d e d eleció n , 136; de dele- R owald, 84 ticus, 167; urbanus, 167
ció n de id, 120; de d e R ubio , 100, 101, 102, 107, S h o r t , 80
le c ió n de su je to , 126; de 108, 109, 112, 113, 114, 129 sigla, 54
d ele c ió n de ut, 127; de rubrica, 27 sign ificad o, 108, 113; m od o,
elev a ció n de su je to a o b ru so , 101 109
je to , 120; de estru ctu ra r ú stic o , la tín , 163 sign ifican tes, 107, 138, 143;
m o rfem á tica , 144; de in rustí cus, sermo, 167 m o d o s, 109
tro d u cció n de c o m p le sign ificativo, error, 38, 49;
m en ta d o r, 116, 117; de S abbadini, 20 m orfem a, 104; rasgo, 133
p o d a de n u dos in term e S adock, 140 sig n o s del alfa b eto , 150-
d io s, 121; de reesci'itura, S afarewicz, 90 152; c rític o s intratextua-
124, 127, 134, 136, 139; S aglio, 71 les, 56-57
d e reordenación , 137; de S aint D e n is , 14 sílab a, 91, 92, 95, 144
Wh-movement, 138; fo n o S altarelli, 145-146 sila b a ció n , 93, 144
ló g ica s, 98, 142, 143, 144; sa lto de igual a igual, 35 siláb ica, du ración, 92
m o rfo ló g ica s, 142; trans- S alustio , 164 silá b ic o , corte, 146; grupo,
fo rm a cio n a les, 116, 120, S ánchez, 3 92
138 S ánchez de las B rozas (V. sile p sis, 14
reglas m o n á stica s, 16 Brócense) S ilio I tálico, 61
Regula, 17 S ánchez de Z avala, 140 S ímaco , 52, 164
regular, genitivo, 101 S andys, l, 4 s ím b o lo co m p lejo , 139
R eic h en k r o n , 166, 171 S a n t in i , 2 sín c o p a , 95, 96, 155
rela cio n es d eriv a tiv a s, 99; S aussure , 157, 158, 159 sin c ro n ía , 85
fo rm a les, 99 S c h a n z , 72 sin crón ica, m orfología, 98
rela tiv iza ció n , tra n sfo rm a sin cró n ico , rotacism o, 143
S c h m e k , 166
c ió n de, 135 sin gu lar, 142, 143
S c h rader, 14 sin tá c tic a , con cep ción , 103;
rela tiv o , 113, 135-138; o p e S c h r ij n e n , 168 fu n ción , 100, 102; rela
ra cio n es de, 135; o ra cio S c h u c h a r d t , 166
n es de, 112, 134, 136-138; ción , 123; relajación, 103;
S ch w eig er , 69 su b co m p o n en te, 134
p ro n o m b res, 113; p ro p o
sicio n e s, 104; su b o rd in a
script orium, 16 sin tá c tic o , co m p on en te,
S cullard, 71 116, 141; valor, 101
d as, 138; tra n sfo rm a ció n
seg u n d a p erso n a , 105, 106 sin ta g m a n om inal, 104-141;
de, 136, 137
S egura R am o s , 106 p rep osicion al, 125; ver
rela to res, 99 sem a n te m a , 99; verbal, 99 bal, 117-126, 132, 133, 135,
rem in iscen cia s verb a les, 15 sem á n tic a , 101, 114; carac 139 •
reo rd en a ció n , regla de, 137 te r ístic a s, 107; com p on en - sin ta x is, 99, 101, 138, 145;
rep erto rio s b ib liográficos, cial, 133; d eclarativa, 114; c asu al, 104; declarativa,
67-71 fu n cio n a l, 102; gen erati 103; estru ctu ral, 100; fo
restriccio n es, 129, 132, 134; va, 129, 140; identifica silizad a, 102; fr aseológi
de, u so , 116 ció n , 110; im p resiva, 114; ca, 100; genera ti vo-trans-
ÍNDICE ANALÍTICO 1 89
Prólogo v
1. INTRODUCCIÓN i
2. LA FILOLOGÍA LATINA 13
2.2.1. Concepto 28
2.2.2. H istoria 28
2.2.3. E tapas 29
22.3.1. Errores no voluntarios 31
2.2.3.2. Alteraciones voluntarias del texto 37
2.2.4. Teorías de crítica textual 38
2.2.4.1. Teoría stem m ática o genealógica 38
2.2.4.2. Teoría ecdótíca de Dom Quentin 42
2.2.5. Vocabulario básico de crítica textual 44
2.3.1. Definición 51
2.3.2. C aracterísticas 51
2.3.2.1. La introducción 51
2.3.2.2. El texto 54
2.3.2.3. El' aparato crítico 57
3. LA LINGÜISTICA LATINA 85
3 .1 . E l e st r u c t u r a l is m o 85
3.1.1. Fonología 86
3.1.2. Morfología 96
3.1.3. Sintaxis 99
3.1.4. Semántica y lexicología 114
3 .2 . L a gramática g en e r a t iv o -t r a n s f o r m a c io n a l 115
B ib l io g r a fía 175
ÍNDICE ANALÍTICO 179
Los Elementos básicos de filología y lingüística latinas constituyen una introducción breve, clara
y muy útil para los alumnos de las diferentes especialidades filológicas que tengan que enfrentarse
en un momento u otro al estudio del latín. Obra especialmente aconsejada para los estudiantes de
Filología Clásica, consta básicamente de dos partes. En la primera se hace un repaso del concepto
de filología, de las implicaciones inherentes a la condición de filólogo y de las actividades
características de la filología, especialmente de la crítica textual, y de lo que constituye su resultado
natural, la edición crítica. En la segunda parte se analizan y debaten de forma crítica las aportaciones
del estructural ism o y la gramática generativa al estudio de la sintaxis latina. Y, finalmente, se
completa el conjunto con tres estudios sobre puntos controvertidos de lingüística latina: el alfabeto
y la pronunciación del latín, la cuestión de las laringales y el siempre candente tema de las
variaciones de la lengua latina.
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U N I V E R S I T Ä T 21
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ISBN 8 4 - 4 7 5 - 3 0 3 2 -9
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