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el común amor por la música y nada como

COMENTARIOS
la música para inspirar sentimientos nobles,
para estremecer esa humanidad que siempre
proyecta esperanza hacia el futuro. En nues-
tras despedidas nunca decimos «adiós»; siem-
pre decimos «hasta la próxima». n De Jesús Jáuregui,
El son mariachero
de La Negra, de gusto
regional independen-
tista a aire nacional
contemporáneo

Luis Díaz Santana Garza

Jesús Jáuregui: El son mariachero de La Ne-


gra, de gusto regional independentista a
aire nacional contemporáneo (disco-libro),
INAH/CONACULTA, México, 2012, 135 pp.
ISBN 978 607 484 329 3.

Ha despertado gran interés el disco-libro


número 55 de la serie Testimonio musical de
México, que publicó la Fonoteca del Instituto
Nacional de Antropología e Historia (INAH),
titulado El son mariachero de La Negra: de
gusto regional independentista a aire nacio-
nal contemporáneo, de Jesús Jáuregui. No
había pasado mucho tiempo desde que este
autor publicara El mariachi: símbolo musi-
cal de México,1 que puede ser considerado
como uno de los textos más significativos
en torno al ensamble musical del occidente
mexicano, que con el apoyo de la radio, del
cine nacional y de algunos eminentes políti-
cos mexicanos se transformó de una música
Tulio Peramo. Cuba. Compositor y pedagogo. marginada del ámbito rural en un símbolo,
Jurado del Premio de Composición Casa de las
tanto al interior como al exterior, casi tan
Américas en el año 2013. Su catálogo comprende
obras para guitarra, piano, corales, sinfónicas y de reconocido como nuestro escudo nacional.
cámara. Se desempeña como crítico musical en
diversas publicaciones y participa como jurado en 1
Véase Jesús Jáuregui: El mariachi. Símbolo musical
concursos nacionales e internacioales de interpre- de México, INAH-CONACULTA-Santillana Ediciones
tación y composición. Generales, México, 2007.

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Sorprende mucho encontrar dos obras tan nes del célebre Son de La Negra, que abarca
bien fundamentadas, y con relativamente desde las grabaciones antiguas de mariachis
poco tiempo entre ambas ediciones. En los tradicionales hasta interpretaciones que
dos libros es destacable el cuidado en la se- incluyen la guitarra eléctrica. Resultan de
lección de las fuentes, así como la clara expo- particular interés los materiales más añe-
sición y fundamentación de sus hipótesis. Por jos, pues si bien algunas versiones pudieran
supuesto que después de escribir un texto con parecer desafinadas para los oídos occiden-
la historia de largo aliento del mariachi, el si- tales, son un tesoro para el etnomusicólogo
guiente paso debería ser el investigar a fondo en tanto le dan la oportunidad de proponer
un instrumento musical, una forma musical o comprobar diferentes teorías. Por ejem-
o —como el caso del trabajo que ocupa este plo, la forma en la que tocan sus violines los
comentario— sobre un son en particular. Charros de Ameca, recuerda a la técnica que
El libro que acompaña a los discos ha sido emplean los músicos huicholes,2 he allí una
escrito con base en diversas entrevistas reali- línea de investigación. Esa forma de usar el
zadas a figuras eminentes del mariachi, algu- arco en el instrumento fue observada por
nos de ellos octogenarios, así como desde el autor en las notas que acompañan a la
aportes de una extensa bibliografía especia- grabación, pues menciona que «el violín en

lizada, materiales muy bien conocidos por general suena menos aguerrido, deslizando
el autor, que le permiten hacer adelantos en de una nota a otra muy delicadamente y ha-
una historia de la música regional del occi- ciendo pausas que suavizan el toque».
dente todavía en construcción. Vale destacar Las grabaciones del primer disco son un
que cuando las fuentes ya no le permiten homenaje a las investigaciones del destaca-
avanzar en cierta dirección, Jáuregui no do folclorista Vicente T. Mendoza, quien, al
teme hacer exploraciones empíricas, que en-
riquecen su trabajo abriendo nuevos cauces. 2
Se llaman ellos mismos wixárikas, y son un grupo
étnico conocidos en español como huicholes, habitan
Los discos que acompañan este libro son
el oeste central de México en la Sierra Madre Occiden-
de valor incalculable. El doctor Jáuregui se en- tal, principalmente en los estados de Jalisco, Nayarit y
cargó de recopilar una treintena de versio- zonas de Durango y Zacatecas.

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igual que el doctor Jáuregui, encontró que clusión de versiones tan distintas como los
una misma melodía popular tenía particulari- sones de mariachi de Blas Galindo, hasta las
dades de una región a otra, y en determinados grabaciones donde figura la guitarra o en-
casos, la pieza era casi irreconocible, como es samble de guitarras, el instrumento nacio-
posible constatar cuando se escucha esta obra. nal. Por cierto que a pesar de la modestia
A este respecto se impone una interrogante: de Galindo, sus sones de mariachi no son un
¿hasta qué punto nuestra música folclórica mero arreglo, sino una obra original basada
es resultado de un creador particular o hasta en temas regionales, como en su momento
dónde de una colectividad? Vicente T. Men- lo fue el huapango de José Pablo Moncayo.
doza menciona en su estudio en torno a la Por todo ello queda abierta la invitación
música con influencia mexicana en el estado a leer y escuchar este magnífico disco-libro,
norteamericano de Nuevo México: «Ni el rit- que ofrece una visión del desarrollo de las
mo, ni la forma, ni la melodía, ni la armonía interpretaciones de uno de los sones más
responden ya a los modelos trasmitidos del simbólicos del imaginario del occidente y
sur, quizás porque el aprendizaje fue fugaz, de todo México. Sin importar en qué lugar
o tal vez porque no tuvieron dichos mo- del mundo nos encontremos, allí se locali-
delos el prestigio ni la sobriedad del canto za nuestra nación, desde que resuenan las
castellano».3 Y podría agregarse que, dentro notas iniciales con su característicos tenu-
de este juego de intercambios recíprocos tos, pasando por el molto piu mosso, hasta
entre creador (o creadores) y receptores, se el sincopado «rebozo de seda que te traje
encuentra la base de la tradición, que es una de Tepic», que no de Pekín. Ya sea de forma
transmisión de noticias, ritos y costumbres instrumental, con solistas o coros, con arpa
hechas de padres a hijos al correr los tiem- o guitarra eléctrica, la alegría y los colores,
pos y sucederse las generaciones. Además, los lugares y los sabores y los olores, con ese
sería muy difícil afirmar que las discrepan- enorme poder de evocación, el Son de La
cias entre una versión y otra de cualquier Negra hace comprender por qué desplazó
melodía popular se deben a un aprendizaje al jarabe tapatío como el aire nacional más
fugaz, más bien podría tratarse de una crea- representativo de México.
ción colectiva en constante construcción
durante sus primeros años de divulgación BIBLIOGRAFÍA
en una determinada región. Jáuregui, Jesús: El mariachi. Símbolo musi-
Otro dato interesante es que, por lo gene- cal de México. México, INAH-CONACUL-
ral, se piensa que la industria del disco gene- TA-Santillana Ediciones Generales, 2007.
ró cierta homogeneización en las versiones Mendoza, Vicente T.: Estudio y clasificación
del son entre los años cuarenta y setenta del de la música tradicional hispánica de
siglo XX; sin embargo, si se pone atención, Nuevo México. México, UNAM, 1986. n
se cae en la cuenta de que esta apreciación
es bastante superficial, pues dentro de un
esquema impuesto desde la naciente indus-
tria discográfica hay bastante espacio para
desarrollar propuestas melódicas e ideas rít-
micas muy originales.
Por otro lado, constituye un acierto la in- Luis Díaz Santana Garza. México. Licenciado
en Música, Maestro en Humanidades y Doctor
3
Vicente T. Mendoza: Estudio y clasificación de la mú- en Historia. Docente-investigador en la Unidad
sica tradicional hispánica de Nuevo México, UNAM, Académica de Artes de la Universidad Autónoma
México, 1986, p. 23. de Zacatecas.

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