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El 26 de diciembre de 2004 un terremoto de magnitud 9,1 fracturó el lecho marino de la costa

oeste de Sumatra. El resultado fue un tsunami que mató a casi 230.000 personas en catorce
países, lo que lo convirtió en uno de los desastres naturales más mortíferos de la historia. Y
ocurrió durante una luna llena.

El sismo de Sumatra no es el único gran terremoto que haya ocurrido bajo el brillo
resplandeciente de la luna. Tanto el sismo que azotó Chile en 2010 como el gran terremoto de
Alaska en 1964 también tuvieron lugar en una fecha lunar llamativa. Por lo tanto, es tentador
argumentar que ocurren más sismos de gran magnitud cuando hay luna llena.

Pero un nuevo estudio publicado en Seismological Research Letters menciona que esta relación
no tiene fundamentos científicos.

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Una grieta en la mitad de una calle en Anchorage, Alaska, en 1964, después del gran terremoto
de Alaska, el cual sucedió en luna llena. Credit Associated Press

Para analizar la supuesta conexión entre la luna y los grandes sismos, Susan Hough, una
sismóloga del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por su sigla en inglés), estudió 204
terremotos de magnitud ocho o más durante los últimos cuatro siglos. Después los relacionó
con el calendario lunar y encontró que no ocurrían más durante una luna llena o nueva que en
cualquier otro día del ciclo lunar.

“La creencia popular que relaciona los grandes terremotos con la luna llena no tiene cabida en
lo descubierto por la ciencia”, mencionó Hough.

Hay ciencia sólida que establece una relación entre los temblores de la Tierra y la Luna, debido
a que durante las lunas llenas y nuevas, la Tierra, el Sol y la Luna quedan prácticamente
colocados en línea recta. Esta alineación celestial jala a nuestro planeta y provoca que crezcan
las mareas en los océanos y la tierra firme.

Ese efecto es demasiado débil para causar un terremoto por sí solo. No obstante, si la fuerza
gravitacional de la Luna jala en una falla que está peligrosamente cerca de una fisura, no es
imposible que ocurra un temblor.

“No es una idea descabellada”, afirmó Hough.


Sin embargo, el efecto gravitacional es casi nulo y solo sucede bajo ciertas circunstancias, así
que nunca se podría traducir en una fuerza notable y, ciertamente, no en una que se pueda ver
en un calendario o utilizar para realizar predicciones.

En 2004, por ejemplo, Elizabeth Cochran, una geofísica del USGS que no estuvo involucrada en
esta investigación, publicó un estudio junto a sus colegas que sí mostraba un ligero incremento
en la cantidad de terremotos que sucedieron durante mareas bajas, pero solo en las de
cuencas oceánicas profundas.

Hace dos años, un estudio que llevaron a cabo Satoshi Ide, un sismólogo de la Universidad de
Tokio, y sus colegas, llegó a los titulares de los periódicos porque sugería que el número de
terremotos de magnitudes altas (como el que ocurrió en Sumatra) también incrementa
ligeramente cuando aumenta la fuerza de la marea.

Pero, de nuevo, este efecto es tan pequeño que la probabilidad de que ocurra un terremoto
durante una luna llena sigue siendo la misma que la de cualquier otro día del ciclo lunar.

Un cambio tan diminuto no sirve para que los científicos predigan cuándo podrían darse
terremotos de grandes magnitudes ni tampoco ayuda a los ciudadanos promedio ni a los
servicios de emergencia. Simplemente, las mareas lunares son demasiado débiles.

En resumen, el estudio de Hough “desmiente la superstición prevalente de algunas personas


respecto de que la Luna nos advierte sobre el peligro”, señaló John Vidale, un sismólogo de la
Universidad del Sur de California, quien dirige el Centro Sismológico del Sur de California y no
participó en el nuevo estudio.

Por desgracia, Hough no cree que la superstición vaya a desaparecer pronto. Aun así, espera
que estudios como este puedan eliminar poco a poco las ideas equivocadas y ayudar a la gente
a que con el tiempo se percate de que no, la próxima luna llena no engendrará una serie de
terremotos apocalípticos.

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