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Una de las primeras cosas que debemos identificar al emprender una labor dentro de
cualquier ministerio en la obra de Dios (y esto también aplica para otras facetas de la
vida), es identificar a quiénes queremos llegar, a qué personas buscamos
alcanzar.Entonces, de acuerdo a ello, enfocaremos nuestro plan de acción.
No podemos ministrar de idéntica forma al tratar con adultos, que al tratar con un
grupo de jóvenes; o bien, con niños. Todo ello va de acuerdo a la edad. Y nos
ocuparemos en este artículo del caso específico de cómo preparar y desarrollar una
ministración musical dirigida hacia los niños.
Este es un tipo de audiencia muy especial y única. Sin importar el lugar, la raza, el
idioma, religión, condición social o el grado de educación, los niños son
siempre y sencillamente... ¡niños!
Los niños son sencillos de corazón y no temen expresar sus emociones (sean éstas
positivas o negativas).Son expresivos, desinhibidos y espontáneos por
naturaleza.
Todos recordamos esos juguetes de cajas sorpresas en los que, al levantar la tapa,
aparece de pronto un muñequito unido a un resorte, el cual salta de la caja.
Bueno, así como a ese muñequito, hay que permitirle a los niños la oportunidad
de exteriorizar toda esa energía y pasión que llevan dentro. Y el tiempo de
alabanza a Dios con música es ideal para ello, si sabemos canalizarlo de la
manera adecuada.
Algo muy importante: el introducir a los niños en la esfera de alabar a Dios no
se trata solamente de entretenerles y dejar que se diviertan a través de la
música (aunque esto también debe cumplirse cuando se trata de niños).
Más que lo anterior, es una oportunidad para guiarlos a que igualmente aprendan
a alabar al Señor. Es una ocasión para enseñarles que no solo la “gente grande”
puede hacerlo, sino que a Dios mismo le interesa y le gusta que los niños le
alaben. Es un tiempo para mostrarles que Dios recibe la alabanza de los niños
con muchísimo placer y agrado. Es un grandioso momento para cultivar en ellos,
desde pequeños, un espíritu de alabanza y sentar las bases para que se
conviertan en verdaderos adoradores para Dios.
Es más, nosotros mismos, al exaltar a Dios deberíamos recordar lo que dijo el Señor
Jesús: "...De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la
alabanza." (Mateo 21:16). Ojalá todos fuésemos siempre un poquito más como
niños cuando alabamos y adoramos al Señor. Pero bueno, de eso hablaremos en otro
momento, en otro artículo de este blog. Por ahora, prosigamos con el tema que nos
ocupa.
La música puede influir para bien o para mal en ellos. Puede incitarles a hacer cosas,
estimularles, instruirlos y puede mover y conmover sus emociones.
Lastimosamente, hoy por hoy los niños están expuestos a toda clase de música que
afecta e influye para mal sobre ellos. Nos toca a nosotros romper con eso y
aprender a utilizar sabiamente la música para beneficio y bendición de
nuestros niños, tanto en casa como en la iglesia.
Los niños son como una "esponjita" que, sin ninguna especie de filtro,
absorben todo aquello que entre en contacto con ellos. Por eso es crucial que
velemos celosamente por ellos en todo momento, lugar y circunstancia
en que se encuentren. Y entre todas esas cosas, examinemos y
supervisemos también la música que escuchan.
3. LA MÚSICA EN LA ENSEÑANZA Y
MEMORIZACIÓN INFANTIL:
La música y los cantos son también una manera importante de afianzar en los
niños una lección aprendida o un mensaje específico.
Aunque pase el tiempo y los niños después no recuerden con exactitud cierto mensaje
o enseñanza que les impartió algún maestro o predicador en la iglesia, es muy seguro
que sí recordarán la canción que se les enseñó, y por ende, el mensaje
intrínseco en ella (que es lo principal que queremos inculcar).
Tal vez usted recordará todavía alguno o varios cantos infantiles que le
enseñaron cuando era un niño pequeño, independientemente de si esto fue en
la iglesia, en la escuela o en su casa.
Yo, por mi parte, todavía puedo recordar perfectamente algunos de los cantos que
aprendí en mi temprana niñez y, sin importar las décadas que pasen, puedo cantar con
exactitud toda la letra y recordar la música de éstos, pues quedaron grabados
indeleblemente en mi memoria; y con ello, también el buen mensaje que traían
consigo.
Es más, recuerdo que cuando recién llegué a los pies del Señor, me enseñaron en la
iglesia dos canciones específicas: una, para aprender todos los libros del Antiguo
Testamento; y la otra, para aprender los del Nuevo Testamento. En ese entonces yo
era una adolescente de 14 años; y ambos cantos se los enseñaban también a todos los
nuevos que llegaban a la iglesia, sin importar si fuesen jóvenes, adultos o ancianos. Y
curiosamente, la música de dichas canciones era de un corte bastante infantil. Sin
embargo, nos sirvieron para memorizar, en su correcto orden y clasificación, las
decenas de libros que contiene la Biblia.
Todo esto, para que los niños puedan aprenderla y memorizarla con
facilidad; pues hay que tener en cuenta que cuando se trata de niños pequeños, éstos
aún no saben leer; o si ya leen, todavía no pueden hacerlo con suficiente fluidez. Así
que, en estos casos, un respaldo escrito en papel o una ayuda visual en un proyector
no sirven de mucho. Recordemos que los niños aprenden con muchísima más
facilidad a través de la repetición, que leyendo.
Por otro lado, EL MENSAJE, moraleja o enseñanza de las canciones infantiles debe ser
bien explícito, llevando un mensaje claramente entendible para ellos, porque los
niños todavía no tienen bien desarrollada la capacidad de entender mensajes
abstractos ni profundos.
También hay cantos que hablan de conceptos abstractos, pero que aún así pueden ser
fáciles de comprender para los niños, siempre y cuando se los enseñemos no como
una mera teoría, sino a través de cosas simples de la vida que ellos pueden ver y
hacer a diario. Por ejemplo, valores como el amor, la obediencia, el perdón, el
compartir, el ser agradecidos, la constancia, la verdad, la honestidad, la
humildad, el compañerismo, la ayuda mutua, el respeto, etc. son temas que los
niños pueden captar con más facilidad si les son explicados a través de ejemplos
prácticos.
Son también muy apropiados para los niños los cantos que hablan de cierto
pasaje peculiar de la Biblia o de algún personaje bíblico, que ellos puedan
tomar como ejemplo. O cuánto mejor, canciones que hablen del propio Señor Jesús.
Los niños siempre buscan y necesitan una figura (ya sea real o ficticia) con
la cual se puedan identificar.
Así, podemos proporcionarles (no solo a través de la música, sino también mediante
enseñanzas en clases) el ejemplo de muchas personas reales que aparecen en las
Sagradas Escrituras.
No en vano se cuentan entre las historias favoritas de los niños, aquellas que
hablan de hechos portentosos o casi "fantásticos" (pero que sabemos fueron
totalmente reales). Tal es el caso de cómo David vence Goliat; de la super fuerza
Sansón; de los animales en el arca de Noé; de José, convirtiéndose en gobernante de
Egipto; del derrumbe de los muros de Jericó; de Jonás, tragado por un enorme animal
marino, sin hacerle el menor daño; o de Moisés, cruzando el Mar Rojo. Y las niñas,
románticas por naturaleza, se deleitan también en cómo una obediente jovencita llegó
a convertirse en la hermosa princesa Ester; o cómo Rut, una sencilla y pobre mujer
encontró el esposo rico y bueno de sus sueños. Otras niñas, de espíritu más aguerrido,
toman como ejemplo a mujeres como la valiente Débora, que ayudó a derrotar a un
enemigo de su pueblo.
Pero sobre todo, debemos compartirles a los niños acerca de todas aquellas hazañas,
milagros y maravillas que realizó el mismo Señor Jesucristo, quien es el mayor
Héroe del Universo.
No sin razón las caricaturas de súper héroes y heroínas han sido y siguen siendo tan
populares entre los niños, porque ellos siempre necesitan un modelo que puedan
admirar, seguir y hasta imitar. Lastimosamente, muchos de los héroes que el
mercado de hoy nos vende para los niños no son siempre buenos ejemplos. Ojalá y
fuese el Señor Jesucristo Quien ocupase para nuestros niños la posición de
Súper Héroe. Pero eso nos corresponde a nosotros mismos inculcárselos.
Al respecto, hay algo curioso que podemos notar respecto a las caricaturas o películas
de dibujos animados que han sido exitosas contando una historia dirigida a niños (ya
sea real o ficticia). Solo haga memoria de aquellas que haya visto y se dará cuenta de
que, acompañando al personaje humano principal, casi siempre suele haber
implicado algún niño, algún animal o alguna figura de ficción, ya sea como
espectador, como narrador, como personaje de relleno o incluso, como parte de la
trama (aunque dicho personaje sea una añadidura, ajena a la historia original).
La presencia de un personaje así suele resultar crucial para que, psicológicamente, los
niños puedan identificarse con él y así sentirse parte de la historia, y no ajenos
a ésta. Esto es debido a que a veces el héroe o heroína de la historia, precisamente
por esas características tan "fantásticas" o inalcanzables que tiene, no siempre resulta
un personaje con el cual todos lo niños o niñas se puedan identificar. Quizás sí
admirarlo, pero no identificarse con él. Y es allí cuando aparece este otro personaje
peculiar y añadido.
Eso es algo que los productores de Disney (para bien o para mal) han sabido
aprovechar y utilizar, al llevar a la pantalla sus películas infantiles, introduciendo en
ellas personajes ficticios (que a veces ni siquiera figuraban en la historia original), pero
que por alguna característica peculiar que le imprimen, se convierten en el personaje
que le da ese "toque" atrayente a los niños.
Por ejemplo, Pocahontas tenía al mapache Meeko y al colibrí Flit que le acompañaban;
la sirenita tenía como amigo inseparable al cangrejo Sebastián; Winnie the Pooh tiene
a su amigo Christopher Robin; Mulan tenía un pequeño dragón; Pinochio tenía como
consejero a Pepe Grillo; Peter Pan tenía a su amiga Tinkerbell; Aladino tenía a Abu, su
mono; en el jorobado de Notre Dame habían gárgolas; en La Bella y la Bestia había
tazones, relojes y otros objetos que hablaban y tomaban parte en la historia. Y esos
son solo algunos ejemplos. Lo que quiero con esto es ilustrar la idea de lo importante
que es para los niños identificarse con algún personaje, para poder así
asimilar mejor la historia que le queremos enseñar (sea ésta narrada o
cantada).
Es que así funciona la mente infantil, y si somos sabios, podemos y debemos usar los
recursos necesarios para ser de bendición a nuestros niños.
1. EL RITMO:
A ellos les gusta gritar, cantar, reír, saltar, aplaudir, agitar sus brazos, hacer
muecas, bailar, etc. Eso es algo inherente al comportamiento infantil, lo cual
no podemos limitar ni restringir, si es que queremos que nuestros niños se
sientan en libertad.
Hay que fomentar esa expresividad natural en los niños; y cuánto más, si
es para expresarle a Dios su alabanza.
Más bien somos nosotros, los adultos, los que deberíamos aprender y acostumbrarnos,
como algo natural, a expresar de esa forma nuestra alabanza a Dios. Pero por simple
inhibición o por "guardar la compostura y el orden" nos abstenemos muchas veces de
esas cosas y nos privamos de bellas bendiciones.
Así, la música de los cantos para los niños debe brindar el marco para que ellos
puedan hacer todas esas cosas en libertad. Si solo les ministramos canciones lentas,
los niños pequeños no le hallan mucha gracia y no mantienen la atención, pues se
aburren.
Ahora bien, eso no quiere decir que no podamos ministrarles a los niños con
cantos de un ritmo más suave, por ejemplo, para adorar a Dios. Claro que sí
podemos; y es más, debemos. Solo hay que saber ir llevando progresivamente esa
ministración musical hasta alcanzar ese punto en que ellos puedan conectarse con
Dios y adorarle. No hay nada más bello que ver a un niño o niña adorando al
Señor.
2. LA ESTRUCTURA MUSICAL:
La música infantil debe ser fácilmente
asimilable al oído de los niños.
Aquellos que son músicos seguramente comprenden más claramente a qué me estoy
refiriendo. Pero trataré de hacer una explicación, lo más simple y práctica posible, para
aquellos que no lo son.
El cerebro humano (aún sin que nos demos cuenta) necesita encontrar cierta
"estructura" o secuencia ordenada y "comprensible" dentro de la música que
escucha, para que pueda parecerle agradable. (Y me estoy refiriendo aquí
específicamente a la música per sé, separada de cualquier letra o mensaje
verbal).
No nos resulta nada agradable ponernos a leer un escrito así, en el cual debemos leer
cada párrafo dos o tres veces para entenderlo; o incluso, tenemos que tener a mano
un diccionario, pues nos topamos (más veces de lo que nuestra paciencia puede
soportar), con palabras cuyo significado desconocemos. Lo más seguro es que usted o
yo cerremos ese libro y lo pondremos a un lado. Bueno, algo parecido sucede cuando
oímos música que no nos resulta agradable al oído: simplemente nos bloqueamos y la
desechamos.
Esa es una de las razones por la cual no toda la gente encuentra deleite en sentarse a
escuchar un concierto completo de música clásica, o de jazz o una ópera. Es porque
generalmente esas son piezas musicales cuya estructura y patrones musicales son
complejos y elaborados (ya sea en su ritmo, melodía o armonía); y precisamente por
eso, no son fácilmente asimilables al oído común. En otras palabras, si es música que
no "entendemos", tampoco nos gustará.
Claro está, esto también se aprende. Cuando la persona tiene un oído entrenado
o, al menos, posee cierto oído musical innato, tendrá mayor capacidad de
"asimilar" piezas musicales más complejas. Mas no es así para la mayoría de
la gente. Y menos aún, cuando se trata de niños pequeños.
Por eso, es importante que las canciones netamente infantiles se ajusten a esa
necesidad del oído infantil, para que así el niño pueda asimilar la música que percibe.
Ahora bien, todo lo anterior no quiere decir que la música infantil ha de ser
simple, sosa o monótona. Claro que no. La música para niños puede tener
hermosos arreglos musicales, una elaborada instrumentación, buenos
arreglos vocales y todo lo demás, sin que ello vaya en detrimento de la asimilación
que el oído infantil pueda hacer de esa música. Puede cumplirse todo lo anterior en
una canción infantil, siempre y cuando se conserve una estructura y composición
musical inteligibles para el oído del niño.
Así, la estructura de una pieza musical puede incluir, por ejemplo, una
introducción, estrofas, coros, estribillos, intermedio, puente, cierre, etc.
Los anteriores son secciones o "bloques" dentro de la canción que guardan cierta
similitud interna, pero que difieren entre sí la una de la otra, y van apareciendo en
determinado orden (a veces repetitivo, a veces alternado), según prosiga el desarrollo
de la canción.
Son buenos para ese fin los cantos que estimulen al movimiento y expresión
corporal (cosa que les encanta a los niños). Por eso, es importante que quienes
trabajan directamente con los niños en una ministración musical, preparen algún tipo
de coreografía o mímica sencilla que vaya acorde a las canciones que se hayan de
interpretar.
Todo tiene sus límites. La mímica es solo un complemento, y no debe ser tan
complicada que termine produciendo un efecto contraproducente en el niño, al
no poder éste copiarla ni seguirla, porque le resulta difícil asimilarla e imitarla. En esos
casos, como dijimos, lo que produce en el niño es una sensación de confusión y
frustración. Y eso no es lo que queremos conseguir.
Los niños de hoy no son como los de antes. En la actualidad, aún desde muy
temprana edad, nuestros niños están expuestos a una multiplicidad de estímulos,
influencias y factores que inciden sobre ellos de manera positiva o negativa; estímulos
estos que los niños de antaño jamás tuvieron. Por eso, no podemos pretender
trabajar con los niños en nuestras iglesias de la misma manera en que lo
hacíamos hace treinta, veinte, quince, ni diez años atrás.
Recuerdo cómo era la música infantil cristiana hace más de treinta años, cuando llegué
a los pies del Señor. Era muy diferente a la que podemos escuchar hoy.
Aunque en el haber cristiano de ese tiempo existían diversos cantos que fueron
diseñados especialmente para los niños, no eran tan populares ni tan difundidos como
los cantos para la gente adulta en las iglesias de ese entonces. Tampoco eran tan
"atractivos", por así decirlo, en cuanto a su música se refiere. Eran pocos los
intérpretes que grababan profesionalmente música cristiana para niños. Uno de los
mayores exponentes en esa área en el pasado fue el hermano Manuel Bonilla, con su
discografía, videos y programas radiales y televisivos para niños.
En general, la música cristiana infantil en la iglesia de hace décadas era bonita, sencilla
y quizás algo simple, si es que la comparamos con la música para los niños de
ahora. Pero cumplía su propósito, de acuerdo a las necesidades de los niños de
ese entonces.
Hoy por hoy, los tiempos han ido cambiando y seguirán cambiando aún
más. Por eso, los sistemas y estructuras que fuero efectivos en épocas pasadas, no
necesariamente lo serán en el tiempo presente.
Incluso hay iglesias completas para niños, cosa que hace varias décadas no era común
encontrar. Gloria a Dios por el despertar que ha habido y hay en la iglesia del Señor
para atender las necesidades especiales de los niños, tanto de los que están dentro
como fuera de las iglesias.
Por eso es importante, si usted trabaja en la música dirigida a niños, que nutra
su repertorio con cantos de este tipo.
Además de lo anterior, al ministrar música para los niños en la iglesia,
también es importante incluir canciones que regularmente los niños ven y
escuchan cantar a los adultos, canciones éstas que eleven alabanza directa a
Dios; ya que los niños suelen amar el cantar para el Señor.
Para eso podemos echar mano de cantos más suaves o lentos, propios para
ello. Pero éstos tienen que ser sumamente sencillos, tanto en su letra, música
y mensaje; pues a los niños les costará mantener la atención en canciones que
contengan una letra que no comprenden o que es muy larga; igualmente sucederá, si
la música les resulta muy complicada o "aburrida".
Algo muy importante que debemos tener en cuenta al ministrar música para niños
estratar de ponernos en el lugar de ellos e intentar pensar como piensan ellos;
o incluso, tratar de sentir como sienten ellos. Y dije "intentar", ya que los niños
son únicos y especiales y no podemos ser exactamente como ellos lo son. ¡Ellos tienen
tanto, pero tanto que enseñarnos!
Ya que los niños buscan y emanan chispa y energía, tenemos también nosotros que
ser expresivos, interactivos y dejar las inhibiciones a la hora de ministrarles
con música, si es que queremos alcanzar su atención y conservar su interés en
lo que estamos haciendo.
A los niños no les importa mucho el qué dirán sus amiguitos si ellos cantan, gritan,
bailan, dan vueltas, se agachan, levantan las manos o saltan. Al fin y al cabo, son
niños y eso es lo que se espera de ellos, como algo natural; precisamente, porque
son niños.
Así que si usted va a trabajar con niños, entonces, por favor ¡sea un poco
más como niño!
No debemos reprimirnos por el qué dirán los demás. Hay que despojarse de
las limitaciones que quizás nosotros mismos nos hemos auto-impuesto. No
pretendamos que los niños hagan algo que nosotros mismos no estamos
dispuestos a manifestar.
Quien trabaja con niños sabe muy bien que hay que despojarse de la pena o
vergüenza. Si según la mecánica de lo que estamos haciendo, hay que saltar, gritar,
hacer muecas, actuar, reír, llorar, agacharse, arrodillarse, tirarse al suelo, danzar o lo
que sea, entonces, ¡hagámoslo! ¿Por qué no?
Tenemos que abrir nuestra mentalidad, si queremos trabajar con los niños en libertad
y fluidez. La espontaneidad, las deshinibiciones, y la expresividad son cosas
que los adultos vamos perdiendo mientras crecemos. Pero hay que
rescatarlas.
Aunque esta es una expresión que va más allá de lo literal, tengamos presente que el
Señor quiere hallar en nosotros, hacia él, esa sencillez, amor, candidez,
credulidad, fe, confianza y pasión que, de manera innata, tienen los niños. Así
que, un requisito fundamental para ministrar música ante los niños y trabajar
con ellos, es tratar, nosotros mismos, de ser un poco más como ellos son en
estas cosas.
No es lo mismo ministrar con música a los niños que a los adultos. Quizás la mayoría
de quienes ministran en la música se han acostumbrado a hacerlo en una iglesia, culto
o concierto, pero siempre ante una audiencia adulta. Por eso, no todo cantante o
director de alabanzas tiene la gracia de Dios para ministrar a los niños.
Trabajar con niños es todo un arte; y más que ello, es una vocación.
Trabajar con niños es todo un arte. Más que un arte, es una vocación. Y a la
vez, es una enorme responsabilidad.
A veces no tenemos ni idea de las repercusiones que tendrá nuestro trato con un niño.
Unas breves palabras o una sencilla acción pueden impactar tremendamente a un niño,
tanto para bien como para mal. Por eso ,necesitamos recibir de Dios mucha
sabiduría para tratar con los niños, así como paciencia, iniciativa, imaginación
y sobre todo, mucho pero mucho amor.