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ortillas Ya hmëë
Tortillas
Ceremonial
Ceremoniales xa nsunda

número  4
T
ortillas
Ceremoniales

número  4
Diseño de colección: Tonatiuh Mendoza
De las imágenes:
© Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato
Fotografías de Tere Galindo, Karina Jazmín Juárez Ramírez,
Eva Morán, Miguel Morán y Mauricio Moreno
Del texto:
© Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato
Investigación de Karina Jazmín Juárez Ramírez
De las traducciones:
© Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato
Traducciones de Yolanda de León de Santiago y Paige Mitchell
T
ortillas
Ceremoniales
Tortillas ceremoniales. Investigación: Karina Jazmín Juárez Ramírez.
Traducción español-otomí: Yolanda de León de Santiago, y español-inglés:
Paige Mitchell. Ediciones La Rana/Guanajuato/2010. 280 pp.; 19 × 25 cm;
196 ilustraciones (Colección Arte y Culturas Populares de Guanajuato)
ISBN 978-607-8069-03-3
1. Arte popular. 2. Arte culinario. Etnografía. Otomíes. 3. Arte popular de Guanajuato.
Historiadoras de Guanajuato. Karina Jazmín Juárez Ramírez

LC NK801.O86I52010 Dewey M745.976 Ins59

De esta edición:
D.R. © Ediciones La Rana
Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato
Paseo de la Presa núm. 89-B
36000 Guanajuato, Gto.

Primera edición en la colección Arte y Culturas Populares de Guanajuato, 2010

Impreso en México
Printed in Mexico

isbn 978-607-8069-03-3

Ediciones La Rana hace una atenta invitación a sus lectores para fomentar
el respeto por el trabajo intelectual, es por ello que les informa que la Ley
de Derechos de Autor no permite la reproducción de las obras artísticas
y científicas, ya sea total o parcial –por cualquier medio o procedimiento–,
a menos que se tenga la autorización por escrito de los titulares del copyright
o derechos de explotación de la obra.
Presentación

E
stampar una imagen festiva en una tortilla es entablar un diálogo entre
el presente familiar y la historia comunitaria conservada en la memoria
colectiva. Su principal valor se encuentra en la práctica de compartir
el aprendizaje adquirido en la intimidad de los hogares en los ámbitos festivos
que se extienden en toda la comunidad. Al pintar una tortilla, se hace vigente
la memoria y sus valores tradicionales, que se reproducen y logran conservarse
a través del tiempo. Esta forma de renovar los conocimientos es uno de los
elementos de identidad de las comunidades otomíes ubicadas en los municipios
de Comonfort y San Miguel de Allende.
La práctica de pintar las tortillas con un símbolo religioso, una imagen
zoomorfa o fitomorfa, o un motivo indígena, es una forma de expresar que
existe un motivo de festejo familiar o comunitario. Desde los cumpleaños hasta
la práctica hogareña de levantar el niño el 2 de febrero, las tortillas pintadas
constituyen uno de los elementos que indican un hecho relevante, motivo de
festejo y reunión familiar. Las imágenes plasmadas en las tortillas comunican
el porqué del evento.
En el ámbito de las celebraciones comunitarias –que van desde las bodas
y bautizos hasta la práctica religiosa de veneración de los santos patronos–, las
tortillas pintadas, además de expresar el festejo, simbolizan la participación
de una familia en las celebraciones masivas. Cada familia otomí que posee un
molde lo utiliza como un sello familiar a través del cual hace de conocimiento

7
público su integración a los festejos, lo cual les permite un reconocimiento
social como herederos de una tradición centenaria.
Pintar una tortilla es, además, una forma de expresar emociones. Desde
el proceso de enseñanza y aprendizaje de la técnica familiar para estampar una
imagen en una tortilla, durante el que se construye una relación de complicidad
entre las mujeres del hogar, hasta la forma en que una madre aprende a expre-
sar un feliz cumpleaños a los suyos a través de una tortilla, como una forma de
expresar afecto, de comunicar la importancia de pertenecer a una familia.
Por todos los valores personales, familiares y comunitarios que encierra
la elaboración de las tortillas pintadas –una de las expresiones más importantes
de las comunidades otomíes–, el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato
ha documentado esta práctica, pues dedicados al reconocimiento, conservación
y fortalecimiento de las tradiciones en las comunidades indígenas del estado,
resulta de vital importancia para nosotros y para los integrantes de las comu-
nidades compartir con los lectores este texto.

Dr. Juan Alcocer Flores


Director general
Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato

  Pintadera y tortilla de la comunidad Don Francisco (San Miguel de Allende)

9
Tú eres la tierra,
te voy a dar un guajolote con flores,
cincuenta platos grandes;
tú das salud a la gente
para que no se muera.

Canto popular otomí


“La fiesta de los venados”, pintadera de Graciela Santoyo, comunidad La Palma (Comonfort)
Introducción

A
l amanecer del primer día del año, los otomíes se reúnen en familia para
  escuchar los sonidos con los que inicia un nuevo ciclo. En silencio,
   esperan un aúllo, un bramido o cualquier voz animal que signifique
la renovación de una relación de acompañamiento entre la naturaleza y el ser
humano. El sigilo y la contemplación continúan hasta que el sol se ha puesto
por completo, entonces hombres y mujeres buscan debajo de la tierra cualquier
piedra escondida entre ella y al encontrarla, la ven, la tocan y sienten su hume-
dad. Si la superficie de la piedra está mojada o goteada, es porque conserva la
humedad de la tierra y es augurio de buenas cosechas, pues la tierra ha guardado
agua suficiente para alimentar a sus habitantes.1
La estrecha relación con el entorno que habitan es una de las particulari-
dades de la cosmovisión otomí. El respeto y devoción por la tierra, las plantas y
el agua proviene de la concepción del ser humano como parte de la naturaleza y

1
Yolanda de León de Santiago, entrevista realizada en Comonfort (municipio de Comonfort),
el 4 de enero de 2010.
[Todas las entrevistas fueron realizadas por Karina Jazmín Juárez Ramírez, excepto las
que se indiquen.]

13
de su necesidad de ella para sobrevivir. Por ello, al tiempo que la habita, la utiliza
y la transforma, también la cuida, la atiende y la respeta; a cambio, el entorno
ofrece al ser humano todo lo que éste necesita para vivir. De esta relación con
el espacio que se habita surge la ritualidad, expresada en prácticas y ceremonias
religiosas, ya individuales, familiares o colectivas, que constituyen uno de los
elementos de la identidad otomí que se conservan desde hace siglos.
Platicar con la tierra antes de iniciar las actividades agrícolas cotidianas,
así como hablar con las nubes o los ríos, son costumbres que aún se conservan
en comunidades otomíes de Guanajuato, especialmente entre las personas
mayores. La comunicación con los elementos que integran el entorno es una
forma de estar bien con la naturaleza, de establecer vínculos que aseguren una
relación perdurable con la entidad proveedora de recursos. Así pues, la tierra
habitada por los otomíes es considerada como un ser animado, con vida, ne-
cesidades y emociones. Por ello el culto y el respeto, la importancia de «pedir
permiso a la tierra todos los días para sembrarla».2
Esta concepción de la naturaleza le otorga significados extraordinarios
a los elementos que la integran, particularmente a aquellos con los que la
convivencia es más cercana, como es el caso del maíz, con el que los otomíes
entablan una relación que va desde el espacio cotidiano dedicado a las activida-
des agrícolas –en el que el maíz es considerado semilla sabia–, hasta el ámbito
de lo sagrado, en el cual cumple con funciones rituales relacionadas con las
ofrendas y, en la mayoría de las comunidades, el maíz y su ciclo agrícola son
el motivo del ritual más importante. En este sentido, las actividades agrícolas
constituyen un elemento a partir del cual se organiza la vida comunitaria, sus
relaciones cotidianas y su vida ritual.

2
Alicia Sánchez Capulín, entrevista realizada en Delgado de Abajo (municipio de Comonfort),
el 4 de enero de 2010.

14
Impresión de tortilla

En las actividades de cultivo, producción y obtención del maíz participa


toda la familia. La convivencia con el maíz inicia desde la infancia, cuando las
mujeres llevan a la milpa a sus hijos cargados sobre la espalda, amarrados entre
un rebozo, así «los niños se van acostumbrando a la tierra y la van queriendo,
y cuando ya tienen edad, empiezan a trabajarla».3 De esta manera, la infancia
de los otomíes transcurre entre las plantas del maíz, y cuando son adolescentes,

Hortensia González Torres, entrevista realizada en Salamanca (municipio de Salamanca), el


3

22 de diciembre de 2009 (primera parte); y Yolanda de León de Santiago, entrevista citada.

15
Entintado de pintadera con pigmento de muicle

ya conocen su ciclo y poseen los conocimientos necesarios para dedicarse a las


actividades agrícolas. Al tiempo que los niños aprenden del padre la cosecha
del maíz, las niñas, de la madre, a hacerlo tortilla, tamal o atole.
La producción del maíz es de autoconsumo, únicamente el que la familia
requiere para su mantenimiento, y por ser un sistema de cultivo tradicional o
de temporal, está siempre sujeto a las condiciones climáticas. Las familias son
grupos numerosos integrados por los abuelos, hermanos, cuñados, sobrinos
y nietos; cada pareja procrea entre cinco y diez hijos, entre ellos organizan y
llevan a cabo las actividades relacionadas con la producción agrícola. En al-
gunos casos, la comercialización del maíz cosechado es a través de productos

16
como tortillas o gorditas, sin embargo, el grano no se comercializa.4 Otros
productos de autoconsumo familiar son las calabazas, los chiles y los jitomates.
Las mujeres acostumbran tener en los corrales de sus casas un espacio para
cultivarlos, y son el alimento cotidiano.
En torno al proceso de producción del maíz se organiza gran parte del
calendario de festividades en las comunidades otomíes de los municipios de
Comonfort y San Miguel de Allende, cuyo ciclo inicia con ceremonias de
petición de las condiciones climáticas propicias para la agricultura y culmina
con festejos en los que se agradece por la buena cosecha a los santos patronos,
a quienes se les ofrendan los primeros elotes, alimentos de maíz, danzas, rezos
y flores. Entre los alimentos que se entregan como ofrenda, la elaboración de
tortillas de maíz con imágenes relativas a la ceremonia es una práctica que
distingue a las comunidades otomíes de dichos municipios.
En esta práctica, como lo describen las personas de la comunidad «se
pintan las tortillas», es decir, se le imprimen diversas imágenes religiosas, figuras
fitomorfas, zoomorfas, escenas de festejos locales, símbolos indígenas, etc. Para
elaborar esta ofrenda, las tortillas, a media cocción, se colocan sobre un molde
de mezquite con una imagen grabada en relieves, previamente impregnado
con un pigmento natural que se obtiene del muicle o cochinilla. En la tortilla
se pinta la imagen del molde y vuelve a colocarse en el comal para terminar su
cocimiento. La tortilla se convierte en el soporte de la imagen sagrada; entonces,
las tortillas, alimento de consumo diario, trascienden al plano ritual.
La práctica de pintar tortillas –consideradas éstas como un símbolo de la
religiosidad otomí– como una ofrenda en las ceremonias religiosas o cívicas es
el tema central de este texto. Para entender su significado es necesario conocer

4
Hortensia González Torres, entrevista realizada en San Lucas (municipio de San Miguel de
Allende), el 30 de diciembre de 2009 (segunda parte).

17
Tortilla pintada con antiguo
ritual otomí de adoración
a la Santa Cruz

el contexto específico en el que la práctica se lleva a cabo, es decir, la vida ritual


de los otomíes de la región, conformada por una serie de comportamientos
que se traducen en una forma de entender la realidad, ordenarla, darle sentido
y expresarla en actos simbólicos que comunican modelos de pensamiento de
una colectividad.
La intención de este estudio es, en principio, coadyuvar con la pre-
servación de las tradiciones indígenas del estado de Guanajuato, a través del

18
reconocimiento de su trascendencia en la conformación de la identidad regional,
por ello la publicación incluye la traducción al hñähñu,* con la finalidad de
que este documento se convierta en un testimonio en el que los integrantes
de la comunidades indígenas se reflejen a sí mismos. Por otra parte, el pre-
sente acercamiento busca sentar un precedente para futuras investigaciones
especializadas.
En la búsqueda de espacios para el reconocimiento y valoración de las
comunidades otomíes de Guanajuato permea la idea de que las protagonistas
de esta historia son las propias mujeres las que permiten la preservación de la
tradición, por ello el texto es en esencia una compilación de las experiencias
que las otomíes compartieron de manera generosa, confiadas en la generación
de un testimonio de una práctica importante para su vida comunitaria. En
este sentido, el Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato presenta este
documento, mediante el cual extiende la voz de las comunidades otomíes a
los lectores.
En el camino recorrido para conocer la tradición y a sus portadoras, dos
mujeres fueron guía, Yolanda de León de Santiago, profesora de primaria en
Comonfort, amplia conocedora de las prácticas otomíes, y Hortensia González
Torres, de la comunidad de San Lucas en San Miguel de Allende, quien se ha
dedicado en los últimos meses a documentar las tradiciones de la comunidad
otomí con la recopilación de historias de las personas mayores. Ambas fueron
medulares para el acercamiento a la cultura otomí. Para ellas, y todas las mujeres
que contribuyeron, es especialmente dedicado este documento, y la gratitud
sincera del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato.

* Para hacer referencia a su lengua materna, los otomíes utilizan la palabra hñähñu, que de
acuerdo a la región y el desarrollo histórico de cada grupo presenta variaciones en su escritura
y pronunciación. En este documento se empleará hñähñu, como lo escribe Yolanda de León
de Santiago, hablante de la lengua. En español la pronunciación aproximada es ñañú.

19
I

Yo aprendí a ser otomí de mi abuelito;


él me enseñó muchas cosas, a hablar en lengua.
Sabía muchas cosas.
De él aprendí a tener el privilegio de ser descendiente de otomí.

Hortensia González Torres


Pintadera perteneciente a la familia de Hortensia González Torres desde hace más de ciento veinte años
Antecedentes

El río Laja y los otomíes

Los otomíes siempre fueron buenos negociadores,


tenían el buen don de la palabra,
por eso pudieron ocupar muchas tierras

Yolanda de León de Santiago5

P
     ara salvaguardarse de los efectos de la colonización española, los oto-
    míes de la provincia de Jilotepec migraron hacia los territorios del nor-
   te de Mesoamérica, habitados por grupos chichimecas.6 La ocupación de
las tierras fue un suceso pacífico, lo que refiere la clara facilidad de negociación
de los otomíes, quienes aprovecharon sus previas relaciones de intercambio

5
Yolanda de León de Santiago, entrevista citada.
6
David Charles Wright Carr, La conquista del Bajío y los orígenes de San Miguel de Allende.
México, FCE, p. 36.

23
de productos con los chichimecas. A partir de 1520 los ocupantes fundaron
nuevos poblados, en donde reprodujeron sus actividades agrícolas, su forma
de organización social, sus tradiciones comunitarias y sus prácticas religiosas
fundamentadas en mitos cosmogónicos.
Entre los territorios ocupados por los otomíes, los aledaños al río Laja,
que posteriormente se convirtieron en San Miguel de Allende y Comon-
fort, interesan en este acercamiento por la práctica de las tortillas de molde
o pintadas. En Querétaro, El Pueblito, un municipio de origen otomí, con
las mismas particularidades en su asentamiento, también se practica esta
tradición. La cercanía de los tres municipios, sus orígenes, la religiosidad y
la organización de la vida comunitaria permite pensar en la posibilidad de
que en un pasado remoto conformaron una micro región en el territorio del
actual Bajío.7
El poblamiento de los otomíes en territorio de los chichimecas y la
inevitable convivencia entre ambos grupos permitió la conformación de nuevas
formas de vida y organización social en un espacio territorial en el que se evi-
dencia la apropiación y asimilación del otro, producto del mestizaje interétnico.
La notoria preferencia de los otomíes por establecerse en territorio aledaños
al río Laja, seguramente por la importancia de la actividad agrícola practicada
desde sus territorios de procedencia, provocó que las formas de organización
colectiva fuesen determinadas por la misma, particularmente con la siembra
de maíz, rasgo que se conserva hasta la actualidad.
La cosmovisión y prácticas religiosas también se transformaron a través
de los años de convivencia, con una clara supervivencia de la religiosidad oto-
mí en las tierras ocupadas. La percepción de la naturaleza como una entidad
animada, la edificación de espacios para la adoración de dioses y la ritualidad

7
Este acercamiento se acota a los municipios del estado de Guanajuato.

24   Tortillas ceremoniales


en torno a ellos, fueron prácticas que los otomíes trajeron consigo como una
legado de sus ancestros y que conservaron como parte de su identidad. El río
Laja se convirtió en el señalamiento natural que marcó la micro región con-
formada por diversos asentamientos que compartieron sus formas culturales,
lo cual le asignó una connotación especial al río como elemento de unión entre
ellos, además de su significación divina.
Después de varias décadas de coexistencia territorial y convivencia
pacífica, de conformación de los señoríos como formas de gobierno de los
territorios ocupados por los otomíes, y de una aparente alianza entre ambos
grupos para respetar espacios acordados para el establecimiento de los grupos
migrantes, el mestizaje interétnico se transformó de nueva cuenta con la pre-
sencia de los colonizadores españoles a partir de 1550. La invasión del espacio
y las consecuencias de ésta resultaron entonces inevitables para los otomíes
salvaguardados por algún tiempo en el territorio. El encuentro de otomíes,
chichimecas y españoles modificó las relaciones entre los dos primeros grupos,
que entraron en conflicto.
La forma como se llevó a cabo el proceso de sometimiento de los oto-
míes y chichimecas por los españoles fue distinta al resto de Mesoamérica,
más compleja para los colonizadores. Por una parte, algunos asentamientos
otomíes fueron colonizados de manera pacífica, a través de las negociaciones
entre españoles y gobernantes otomíes. Con la finalidad de que les permitieran
continuar con la posesión de las tierras, a cambio los otomíes se convirtieron
al catolicismo y pagaron tributos en especie. Con el paso del tiempo, no se
evitó la esclavitud ni la ocupación de territorios.
Por otra parte, el encuentro entre los grupos chichimecas de la región
norte fue violento y largo; la resistencia de los nativos gastó las fuerzas de los
españoles. Su conversión al catolicismo fue la más compleja de la historia no-
vohispana. En una guerra de las más largas de la historia de México, la Guerra
Chichimeca (1550-1600), los españoles buscaron diversas estrategias para vencer
a los chichimecas, más allá de las ofensivas militares y los esfuerzos de los evan-
gelizadores. Entre ellas, la alianza con los otomíes para participar en la guerra

Antecedentes   25
fue determinante. A cambio de
la conservación de los territorios
ocupados y el respeto a sus
gobiernos, los otomíes se inte-
graron a la guerra en contra de
los chichimecas, venciéndolos
en 1600 definitivamente.8
El mestizaje de chichi-
mecas, otomíes y españoles pro-
dujo una nueva conformación de
las formas de vida y organización so-
cial, así como un reordenamiento de las
creencias religiosas, pues no sucedió un
desplazamiento absoluto de las ideas religiosas
otomíes, tampoco de sus prácticas religiosas. Este
Imagen de antiguo
ritual dedicado
reordenamiento de creencias provocó, con el paso de
a las cosechas y a la caza, los siglos, una religiosidad particular entre las comunidades
municipio de Comonfort
otomíes de Guanajuato, que puede ser entendida como un catolicismo de
fondo, en tanto que la ritualidad es evidentemente indígena.
En la vida religiosa de los otomíes evangelizados, también resultó deter-
minante la actividad agrícola, por tanto, el río, la tierra, el sol y el maíz conser-
varon su importancia en la vida ritual, misma que permitió la resignificación
de estos elementos en la religiosidad católica. Las comunidades cercanas al río
Laja comparten un sistema de rituales fundamentados en los ciclos agrícolas
del maíz. Las celebraciones correspondientes a la Santa Cruz, que coinciden

8
David Charles Wright Carr, Conquistadores otomíes en la Guerra Chichimeca. Querétaro,
Gobierno del Estado de Querétaro-Secretaría de Cultura y Bienestar Social, 1998, p. 21.

26   Tortillas ceremoniales


con los ciclos de producción agrícola, son un elemento de unidad entre las
comunidades que ocupan los territorios aledaños al río.
El río Laja es el elemento que permite a las personas de las comunidades
otomíes identificarse como parte de una región dentro de la que reconocen las
diferencias entre sí, la región del río, que corresponde a las comunidades de San
Miguel de Allende y Comonfort. La identificación de sí mismos como otra
comunidad otomí tiene relación, además, con la ritualidad religiosa, como lo
narra Hortensia González Torres, de la comunidad de San Lucas en San Miguel
de Allende, y Abraham Sánchez Gudiño, del municipio de Comonfort:

los hñähñus de la Cieneguilla no son como nosotros, hacen cosas dis-


tintas, yo me di cuenta cuando hacían la bendición de los alimentos,
además, hablan distinto, se nota que no somos de la misma parte pero
también somos hñähñus y nos parecemos en muchas cosas, pero nosotros
somos de la parte del río.9

O sea que los que vivimos de lado de Comonfort y de San Miguel y


todavía hasta Dolores venimos de otra parte que de donde vienen los
del norte. De acá del río somos los que llegamos desde Querétaro.
Somos otra región pues.10

La identificación de los otomíes de San Miguel de Allende y Co-


monfort como parte de una región se relaciona, también, con la historia de
la fundación de los poblados durante la etapa de la colonización. Comonfort,

9
Hortensia González Torres, entrevista citada (22 de diciembre de 2009, primera parte).
10
Abraham Sánchez Gudiño, entrevista realizada en León (municipio de León), el 19 de enero
de 2010.

Antecedentes   27
anteriormente llamado Chamacuero, formó parte de la jurisdicción de San
Miguel el Grande, actualmente de Allende. Establecidas las nuevas formas de
comunicación y relación entre los españoles y sus aliados otomíes, los caciques
indígenas evangelizados definieron la posesión de sus territorios, todo con el
consenso de los españoles. Esta acción muestra nuevamente la capacidad de
negociación de los otomíes.
Los españoles concedieron a los caciques otomíes evangelizados el
privilegio de la explotación de la tierra y de otros indígenas. El estanciero
Gaspar Salvago y el cabildo de San Miguel entraron en conflicto por el derecho
de explotación de la mano de obra de los indígenas habitantes del valle de
Chamacuero. El virrey Velasco concedió los derechos al cabildo.11 Es posible
que este hecho fortaleciera el sentido de pertenencia a una micro región que,
hasta la actualidad, se percibe entre los residentes de estos espacios.
Las comunidades que integran esta micro región actualmente son Peña
Blanca, San Lucas, La Tinaja, Ejido Peña Blanca, Don Francisco, La Palmilla,
Saucillo, El Salitre, La Guadiana, Tlaxcalilla, San Antonio de la Joya, Puerto
de Calderón y Cruz del Palmar, en el municipio de San Miguel de Allende, y
en el de Comonfort, en las comunidades de Los Morales, Orduña, La Palma,
Delgado de Arriba, Delgado de Abajo, La Borunda, Rinconcillo, San Pablo y
el barrio de San Agustín. Los habitantes de estos lugares comparten elementos
culturales que les permiten saber que son parte de una región determinada
cuyo eje de unidad es el río.12
Asentadas en la rivera del Laja, llamado río Xoconostle en Comonfort
y Cieneguita en San Miguel de Allende, los habitantes de las comunidades

11
David Charles Wright Carr, La conquista del Bajío y los orígenes de San Miguel de Allende,
op. cit., p. 56.
12
En esta región existen otras comunidades rurales, conformadas durante la segunda mitad
del siglo pasado, sin embargo, no guardan relación con las comunidades otomíes.

28   Tortillas ceremoniales


Río Laja en San Miguel de Allende

se consideran vecinos y entre ellos existen relaciones que van desde el com-
partir espacios para llevar a cabo prácticas rituales y festejos cívicos, hasta
lazos familiares, lo cual permite una constante migración de personas de una
comunidad a otra, la permanente comunicación y fortalecimiento del sentido
de pertenencia a una región específica delimitada por las prácticas comuni-
tarias y la geografía.
El río es un elemento primordial entre los otomíes de la región, dada
la importancia de sus actividades agrícolas. Es el proveedor del recurso nece-
sario para asegurar la subsistencia de las comunidades. El río les pertenece a

Antecedentes   29
todos, y en torno a él se han construido una serie de historias y prácticas que
le aportan una significación de entidad animada y voluntariosa. La convivencia
continúa con el río, provoca que éste sea parte de la vida de las comunidades
como un integrante más,

Dicen que en el río vive el Chan, que según es muy travieso y condenado.
Se aparece cuando el río está crecido y hace sus travesuras.13

El agua también se muere y si no le hablamos al río, se seca. Si le ha-


blamos al agua, siempre nos acompaña y siempre está. Antes cuando
estábamos allí el agua iba crecidita, crecidita. Pero nos fuimos y se secó,
ya nadie le hablaba.14

Antes sí llevaba agua, pero luego los del gobierno hicieron el drenaje
y se secó. Ya tenemos agua en las casas pero ora no hay para el maíz.
Estaba mejor ir al pozo.15

La vida de los otomíes de la región está determinada por el río y su


cauce, tal como en la época de su establecimiento. El río fue el elemento que
los hizo llegar hasta su actual territorio; les permitió establecerse y conformarse
como comunidad. Es el río el que les permite subsistir y ser comunidad hasta
la fecha actual.

13
María Mulato, entrevista realizada en Don Francisco (municipio de San Miguel de Allende),
el 30 de diciembre de 2009.
14
Domingo Mendoza, entrevista realizada por Yolanda de León de Santiago, en Los Morales
(municipio de Comonfort), s. f.
15
Hortensia González Torres, entrevista citada (30 de diciembre de 2009, segunda parte).

30   Tortillas ceremoniales


Ser otomí

Las personas que habitan en las comunidades del río Laja tienen una clara
conciencia de su origen y procedencia. La mayoría de ellas se considera des-
cendiente de otomíes. Es posible que esto suceda porque, al no hablar ya la
lengua materna, el sentido de ser otomí se diluyó. Es posible que, en relación
a esta pérdida, sólo les quede la percepción de sí mismos como descendientes,
es decir de aquellos que hablaron en lengua hñähñu, de aquellos que fundaron
poblaciones aledañas al río Laja.
Durante los últimos años, los grupos otomíes y algunos expertos estu-
diosos de su lengua han contribuido para que los integrantes de estos grupos
indígenas se reconozcan a sí mismos como hñähñus, sin embargo, también
se reconocen como otomíes, u otomites.

Yo con la gente que hablo no me dicen que son hñähñus ni otomís, me


dicen que son otomites, otomites, así como suena.16

Hay que resignificar el hecho de que se es hñähñu sin necesidad de


ser hablante. Porque el hñähñu se lleva en las venas. Porque el hñähñu
es una forma de ser y es una forma de vida. Es un estilo de vida. Son
valores, son organizaciones. Es más que sólo hablar la lengua.17

El origen de los otomíes es incierto. No existe algún registro docu-


mental que permita asegurar su espacio de procedencia, de quiénes fueron

16
Abraham Sánchez Gudiño, entrevista citada.
17
Yolanda de León de Santiago, entrevista citada.

Antecedentes   31
Tortilla con imagen
de antepasado otomí,
municipio de Comonfort

descendientes y cuál fue su origen. Lo que es posible conocer a través de las


fuentes documentales es que los otomíes estuvieron presentes en la mayor parte
del territorio mesoamericano. Se establecieron en diversos lugares, cercanos
siempre a los ríos y las montañas. Conocían más de la diplomacia que de la
guerra, pues la ocupación de gran parte de los territorios que habitaron sólo
necesitó el acuerdo entre gobernantes.
Más allá del origen y los relatos de los cronistas novohispanos, es im-
portante el significado de ser otomí en la actualidad. El espacio geográfico e
imaginario y las prácticas rituales son los elementos que definen a los otomíes
de Guanajuato. Ser consciente del espacio que se habita y apropiárselo, com-

32   Tortillas ceremoniales


partirlo con las personas que viven en éste, integrarse activamente a la vida
ritual de la comunidad.
En la conformación de la memoria histórica de los otomíes no es tras-
cendental el origen de la etnia ni el espacio de procedencia, lo fundamental
es conocer y transmitir las historias familiares y colectivas, lo cual les permite
reconocerse como parte del grupo al que pertenecen. Los referentes de su
memoria histórica son sucesos que trascienden por los cambios que provocan
en la organización de la vida cotidiana, a partir de la cual se conceptualiza el
tiempo.
Espacio y tiempo se conceptualizan desde la vida cotidiana y se confir-
man en la vida ritual. El espacio está delimitado por el territorio que habitan
y por su movilidad dentro de él a partir de las relaciones entre los integrantes
de las comunidades. El tiempo es determinado de acuerdo a las actividades,
particularmente las agrícolas. El calendario tiene relación con los festejos y el
trabajo en el campo, y la forma de medir los días es a partir de las jornadas o
del lapso ocupado para desarrollar un trabajo.
Ser otomí en las comunidades de Comonfort y San Miguel de Allende
significa pertenecer a las familias de la comunidad, estar en el territorio, ser
parte de la colectividad a través de la conservación de sus prácticas rituales y
de la participación en las labores que permiten el sustento cotidiano. Al ser
poblaciones pequeñas, todos sus habitantes se reconocen, no existe el anoni-
mato. En muchas ocasiones se identifican por sus relaciones familiares, como
pertenecientes a alguna familia, es decir, la hija de, el esposo de, etc.
Por otra parte, en las comunidades del río Laja, el significado actual
de ser otomí gira en torno a la idea de ser portadores de una descendencia, es
decir, son los descendientes de los fundadores del poblado, una idea en la que
permea más el sentido de continuidad que de supervivencia en el territorio.
Por ello, la vida ritual goza de particular importancia, pues a través de ésta se
fortalece el sentido de pertenecía a la comunidad y se alude al origen remoto
del cual son descendientes.

Antecedentes   33
II

El maíz es una planta humana, cultural en el más profundo término,


porque no existe sin la intervención inteligente y oportuna de la mano.
Más que domesticada, la planta del maíz fue creada por el trabajo humano.
Al cultivar el maíz, el hombre también se cultivó.

Guillermo Bonfil Batalla


Pintadera con imagen de san Isidro Labrador
La importancia del maíz
en los pueblos indígenas

El maíz en las prácticas religiosas

E
l maíz y el hombre tienen una historia compartida de más de cinco
mil quinientos años durante los que han construido una relación in-
separable, ambos se necesitan para sobrevivir. La vida cotidiana y ri-
tual de los mexicanos se ha ordenado a partir del maíz, y éste se ha preservado
gracias a la voluntad y el conocimiento del hombre. Es una relación simbiótica
en la que el maíz fue domesticado y domesticador, pues su cultivo obligó a
la sedentarización del humano. El maíz no crece por sí mismo, necesita del
trabajo del hombre, y en México, el maíz constituye cerca de la mitad del
consumo alimenticio en la mayoría de los hogares.18
Nombrado por los españoles maíz, en Mesoamérica la planta se conoció
de acuerdo al ciclo de su crecimiento, xilot, cuando la mazorca es tierna, elotl,
cuando los granos están formados, centli, cuando la mazorca está seca, y a sus
granos se les conocía como tlaolli. Asimismo, la palabra milpa, que significa

18
El maíz. México, Conaculta-Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, 1987,
p. 7.

37
Tortilla con imagen de san Isidro Labrador
sembradío, corresponde al espacio vital de convivencia entre el maíz y el hom-
bre.19 De acuerdo a la región de cultivo, la planta es de diversos tamaños, colores
y consistencia, sin embargo, con sabores similares que permiten identificarlo
como una sola planta independientemente de sus variedades.
Fue el cultivo y consumo del maíz uno de los elementos que permitió la
integración de un complejo territorial llamado Mesoamérica, donde todas las
agrupaciones étnicas tuvieron como actividad esencial el cultivo de la planta.
Así, el maíz se convirtió en un símbolo de identificación con un territorio, y
las actividades en torno a su producción en un elemento de apropiación del
espacio desde la época prehispánica hasta la actualidad. La presencia del maíz
en la organización comunitaria le asignó significados cosmogónicos que per-
mitieron la construcción de una vasta mitología mesoamericana en la cual la
planta es el origen de la humanidad, el obsequio de los dioses a los hombres
y el ordenador de la vida cotidiana.
En las sociedades prehispánicas cuya forma de sustento básico fue la
agricultura, la vida religiosa estuvo determinada por la vida agrícola, que también
definió la conformación de la vida ritual, siempre en torno al aseguramiento
de los elementos de la naturaleza que les permitieran la continuidad de la
actividad básica de subsistencia: agua, lluvia y sol. Por ello no resulta extraño
que el maíz se ofreciera en gratitud de su obtención y que el calendario de
festividades se ordenara a partir del ciclo agrícola de cultivo y producción de
dicho alimento; tampoco extraña que las principales divinidades guardasen
estrecha relación con las actividades agrícolas.
En la mitología mesoamericana, integrada por un sistema de cosmo-
visiones religiosas de diversos grupos étnicos que habitaron el territorio, los

19
Cristina Barros y Marco Buenrostro, “El maíz, nuestro sustento”, Arqueología Mexicana (El
maíz), México, vol. 25, pp. 7 y 8. [Las palabras en letras cursivas son textuales.]

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  39


dioses y las historias relacionadas con la vida agrícola y el consumo del maíz
es un elemento que compartieron entre sí, apropiándoselo de manera especí-
fica de acuerdo a sus mitos de origen y a las características del contexto que
habitaron. La organización de la vida ritual giraba en torno a los ciclos de
siembra y producción agrícola, así, el calendario ritual se ordenó para adorar
a la divinidad correspondiente de acuerdo a las necesidades de la actividad
campesina: lluvia, sol, limpieza de la tierra, siembra de granos, etc.
Los diversos mitos de origen del maíz dan cuenta de éste como un
símbolo sagrado. La función de los símbolos sagrados en los sistemas religiosos
es la de ser el vehículo de una concepción. Desde esta perspectiva, el símbolo
desempeña un papel importante en las acciones de los seres humanos; es el
elemento trascendental que al ser puesto en acción se compone como signifi-
cativo, revela una concepción del mundo.20 En las religiones mesoamericanas
se rendía culto a la naturaleza a través de símbolos sagrados como la lluvia, la
tierra, el agua, el sol, representados por los dioses. Es decir, los dioses fueron
los intermediaros en el culto que el hombre rendía al entorno, cada divinidad
fue símbolo de una concepción de la naturaleza.
El maíz adquirió su carácter de símbolo sagrado cuando se convirtió
en el ordenador de la vida comunitaria de los grupos mesoamericanos. Los
mitos de origen del maíz relatan que antes de su presencia se vivía una cir-
cunstancia de caos, de falta de orden y sentido en el mundo que habitaron los
grupos étnicos. El origen del maíz, vinculado siempre a los dioses, permitió
a los hombres hacer habitable el mundo, entenderlo, domesticarlo y convivir
con él. En algunos relatos, el hombre desciende del grano del maíz, en otros,
los dioses regalaron a los humanos el maíz, y en algunos más, los dioses se
ofrecieron en sacrificio para regalar el maíz a los hombres. La carga simbólica

20
Clifford Geertz, La interpretación de las culturas. Barcelona, Gedisa, 2003, pp. 27-38.

40   Tortillas ceremoniales


desde los mitos de origen de maíz lo convierte
en el ordenador de la vida religiosa de las
comunidades mesoamericanas.
Al aprender la agricultura,
el hombre le dio orden y sentido
a su vida, organizó las activida-
des cotidianas de su vida co-
lectiva, inventó ritos y dioses
para expresar la importancia
de su actividad agrícola, ima-
ginó un origen del mundo y
creyó en éste como prueba de
su existencia. Al domesticar
el maíz, el hombre se convirtió
en un conocedor del mundo,
construyó marcos de referencia
para su propia existencia, que
fueron siempre los elementos de
la naturaleza: los cerros, los ríos,
la tierra, etc., con los que estableció
Tortilla pintada
una estrecha relación. Así, al conocer la con rituales en torno
agricultura, el hombre se descubrió a sí mismo, al consumo del maíz
interpretó la realidad en su mente y la expresó en su
comportamiento.
Desde la época prehispánica las comunidades indígenas organizaron
su vida religiosa en torno al cultivo del maíz, lo cual permitía un sistema de
festejos que abarcaba la totalidad del año. Existieron dos tipos de culto, en el
primero contamos los rituales de la gente común, en torno a las actividades
agrícolas, practicados por la mayoría de los habitantes de las comunidades y
llevados a cabo en espacios abiertos, como las montañas, los sembradíos o las
cuevas. Por otra parte, el de elite, en el que intervenían los guerreros, los nobles

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  41


y los sacerdotes, practicado en centros ceremoniales,
asociados a las actividades guerreras, aunque también
de carácter público.21
Con la llegada de los españoles, la eliminación
de los poderes del Estado indígena y el proceso de
evangelización, las prácticas rituales de los nobles y
guerreros no sobrevivieron, pues fueron destruidos los
centros ceremoniales en los que se realizaban los cultos
y los nobles y guerreros quedaron subordinados a nuevas
prácticas religiosas. Sin embargo, se mantuvieron los
cultos ligados a los ciclos agrícolas, que continuaron
Niña otomí fuera de las ciudades, como en los cerros, las cuevas o
las milpas, que se convirtieron en refugio para preservar
su religiosidad.22 La vida religiosa asociada a las ac-
tividades agrícolas tuvo una continuidad, que actualmente es posible percibir
en comunidades rurales dedicadas al cultivo de temporal, especialmente en
las comunidades de fuerte arraigo indígena.
En este sentido, la esencia de la vida ritual mesoamericana se conservó.
Entre las comunidades indígenas dedicadas a la actividad agrícola, la evan-
gelización, más que un proceso de aceptación de la religión católica, significó
un suceso de reelaboración de las prácticas religiosas y de reordenamiento de
las creencias y modelos de pensamiento establecidos. Así, los antiguos encar-
gados de la organización de las ceremonias se convirtieron en mayordomos, y

21
Johanna Broda, La ritualidad mesoamericana y los procesos de sincretismo y reelaboración sim-
bólica después de la conquista. México UNAM-Instituto de Investigaciones Históricas, 2001,
pp. 15-16.
22
Ibidem, p. 15.

42   Tortillas ceremoniales


el calendario de festejos prehis-
pánicos se reelaboró en una
serie de celebraciones de
fiestas patronales de las
comunidades,cuyos santos
patronos son una resig-
nificación del panteón
indígena, y permeó hasta
la actualidad el estrecho
vínculo de la comunidad
con la naturaleza.
Los símbolos sagra-
dos tuvieron un papel trascen-
dental en la continuidad de las
prácticas religiosas mesoamerica-
nas.Los indígenas preservaron la tra-
dición de rendir culto a la naturaleza a
Tortilla
través de nuevas imágenes religiosas, que con imagen
con el paso de los años se convirtieron en los de la Santa Cruz

nuevos símbolos sagrados, portadores de la esen-


cia de las antiguas creencias. El símbolo sagrado conser-
vó la sustancia de rito en un proceso de sustitución de imágenes religiosas, y
en los actuales ritos se preservan las devociones ancestrales de Mesoamérica.
El maíz es un símbolo sagrado que se adora a través de diversas advocaciones
religiosas católicas como la Santa Cruz, san Isidro Labrador, san Juan, etc.
Entre las comunidades otomíes, cuya actividad básica de manutención
es la actividad agrícola con sistema de cultivo tradicional, los cultos religiosos
vinculados a los ciclos agrícolas tuvieron continuidad, particularmente en
dos celebraciones: las dedicadas a la Santa Cruz y a san Isidro Labrador. La
primera se lleva a cabo el 3 de mayo en la mayor parte del país y marca el
próximo inicio de la época de lluvias; la segunda se celebra el 15 de mayo,

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  43


también asociada a la lluvia, cuyo símbolo religioso establece un elemento de
identificación con los campesinos.
En las comunidades otomíes asentadas en la rivera del río Laja, la prin-
cipal fiesta es la dedicada a la Santa Cruz que se lleva a cabo en la comunidad
Puerto de Calderón, en San Miguel de Allende. La celebración se realiza
dos veces al año, la primera en mayo, que coincide con rituales de petición
de lluvias para iniciar las actividades de siembra, y la segunda en septiembre,
que corresponde al final del ciclo de obtención del maíz. Durante estas dos
fechas se reúnen los habitantes de las comunidades de Comonfort y San
Miguel de Allende, que peregrinan entre los cerros hasta llegar al espacio
de la celebración.
Para estas comunidades otomíes, la Santa Cruz es una imagen distinta a
la cruz, y sus connotaciones también difieren. La cruz es una imagen asociada
a los pasajes de la Pasión narrados en la Biblia, cuyo significado se despliega
en los rituales de la Semana Santa, siempre asociados a la vida de Jesús, y su
forma de representación es sólo la cruz o bien la cruz con la imagen de Jesús
crucificado. La Santa Cruz es únicamente la forma de la cruz, sin Jesús. En la
Santa Cruz se encuentran grabadas formas diversas, desde fitomorfas, como el
maíz, chile, etcétera, hasta los iconos que simbolizan la Pasión, como el gallo,
la escalera, etc. Generalmente las imágenes de la Santa Cruz se encuentran
al aire libre en los atrios de las capillas otomíes. La devoción y los rituales en
torno a la Santa Cruz guardan mayor relación con los ciclos agrícolas.
El proceso de reelaboración simbólica en las prácticas religiosas que ligan
la adoración de la naturaleza con las imágenes religiosas es aún notorio. La Santa
Cruz es el símbolo que identifica e integra a las comunidades de la región del
río Laja. En este símbolo se condensaron diversas creencias indígenas:

cuando la gente ve la cruz se persigna, pero no le rinde devoción a la


Santa Cruz, le rinde culto a los ancestros, como una costumbre de
devoción a las raíces de los prehispánicos. Aunque se persignen en la
cruz, no es la devoción a la cruz.23

44   Tortillas ceremoniales


En Comonfort, frente a cada templo hay
una cruz de cantera. Esa cruz, algunos lo
adjudican a que lo trajeron los españoles,
algunos más, estaba antes que llegaran ellos.
Habla sobre los cuatro elementos, sobre los
cuatro vientos, sobre las ánimas. Frente a
esta cruz se hacían limpias, pero a veces la
religión católica, por así decirlo, ha sido un
poco radical porque ha ido erradicando estas
creencias. Alguien dijo que eran algo pagano
y del diablo y pusieron rejas en el templo y
ya no se hicieron las limpias.24

La Santa Cruz es el símbolo sagrado que


concentró las prácticas rituales correspondientes a
la vida agrícola de los otomíes, específicamente las
relacionadas con el cultivo del maíz, como se evidencia
en las prácticas rituales que se llevan a cabo en torno
a los festejos de la Santa Cruz, en septiembre. Con
la imagen de por medio, se realiza la llamada misa de
los elotes, un ritual en el que se ofrendan los primeros
productos de las cosechas, al tiempo que se pide por
un nuevo buen ciclo agrícola:
Santa Cruz del atrio de Puerto de Calderón,
municipio de San Miguel de Allende

23
Abraham Sánchez Gudiño, entrevista citada.
24
Yolanda de León de Santiago, entrevista citada.

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  45


En mi comunidad la gente pone de ofrenda lo primero que se obtiene,
por ejemplo, cuando empieza a haber elotes se ponen unos cuantos
ante la imagen que tenemos en casa o se llevan a misa para que sean
bendecidos y la cosecha sea abundante, sin plagas.25

El festejo mayor de la Santa Cruz en las comunidades otomíes es


durante el mes de mayo, y el ritual más importante se realiza el día 3. Las
fechas del festejo coinciden con el ciclo de la naturaleza en el que cambia
el clima y se hace propicio para sembrar las primeras semillas. Dos semanas
posteriores inician las primeras lluvias, lo cual ayuda al crecimiento de las
plantas. Durante mayo, el ciclo climático cambia se seco a húmedo, también
conocido como el paso cenital del sol. Por otra parte, corresponden a un anti-
guo festejo otomí dedicado a la lluvia y al agua, una práctica ritual asociada
también con la fertilidad de la tierra y de la humanidad.
Los antiguos ritos mesoamericanos destinados a agradecer y solicitar
las condiciones climáticas propicias para el buen fin de la producción agrícola,
a través de la devoción a diversos dioses y diosas representantes del agua y la
fertilidad, tuvieron una resignificación durante el proceso de evangelización,
mediante la cual las comunidades indígenas continuaron sus ritos fundamen-
tales. La Santa Cruz adquirió una connotación propia entre las comunidades
otomíes al concentrar los antiguos ritos agrícolas.
Los otomíes de Comonfort y San Miguel de Allende,cuya forma de sustento
es la agricultura, le asignaron a la Santa Cruz significados diversos, además de los
enseñados por los evangelizadores. Para ellos, el festejo dedicado a esta imagen re-
presenta el inicio de las actividades de siembra, y la imagen simboliza el víncu-
lo con la naturaleza, que propiciará las mejores condiciones para dichas activi-

Hortensia González Torres, Costumbres y tradiciones de la cultura hñähñu (texto inédito), p. 9.


25

46   Tortillas ceremoniales


dades. El valor de la Santa Cruz en las co-
munidades otomíes va más allá de su
significación católica, pues constituye un
símbolo sagrado a través del cual se ofrece
devoción a la naturaleza y los pone en
contacto con ésta.
Durante sus festejos es posible ob-
servar costumbres de origen prehispánico
que reivindican a la Santa Cruz como un
símbolo sagrado a través de cual se dio la
continuidad de los ritos mesoamericanos.
En los atrios de las capillas se realizan
limpias a los agricultores para que lleven a
cabo su trabajo sin conflictos anímicos o de
salud. La antigua costumbre prehispánica
de peregrinar entre los cerros para llegar
hasta el espacio sagrado continúa en este
Capilla familiar dedicada al Señor de los Trabajos,
rito, pues cientos de peregrinos proceden- comunidad San Lucas (San Miguel de Allende)
tes de las comunidades del río Laja y de
otros lugares llegan hasta el Puerto de
Calderón constantemente durante el mes de mayo. Las danzas, ritos de origen
prehispánico tienen lugar durante las celebraciones; cada comunidad o grupo
de peregrinos dedica una danza a la Santa Cruz. Los grupos de alabanceros
que llegan hasta el lugar para realizar velaciones forman también parte de un
rito prehispánico que aún se conserva durante esta celebración.
Por otra parte, la ritualidad de las comunidades otomíes del río Laja
es un sistema de festejos que se llevan a cabo durante todo el año, la mayoría
vinculados con la vida agrícola. En cada una de las comunidades existe una
capilla en la que se guarda al patrono o patrona de la comunidad, que son
imágenes religiosas asociadas a la fundación de cada una de las comunidades.
Durante el año, los festejos se realizan para solicitar que el proceso de pro-

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  47


ducción agrícola continúe, se desarrolle de acuerdo a su ciclo y llegue a buen
término. Cuando esto ha sucedido, los habitantes de las comunidades regresan
al Puerto de Calderón a agradecer a la Santa Cruz.
Durante este ciclo de festejos en torno a las actividades agrícolas, la
convivencia cotidiana con el maíz permite que se le considere como un ser
animado, como un integrante más de la comunidad, y se le asignen significados
extraordinarios:

decía una señora, es tan sabio el maíz que se brinca de un lado a otro. Si
yo siembro en este surco maíz blanco y en este maíz negro y en este rojo,
no entiendo cómo es que sale pinto, pero me sale bonito. Y lo guardan
y platican con el grano y para la próxima temporada lo siembran.26

La relación entre los otomíes y el maíz es estrecha, de total depen-


dencia. La siembra del maíz fue el elemento que los motivó a establecerse
en el territorio, y es el maíz el elemento que les ha permitido su subsistencia
durante cientos de años. El maíz, en muchos sentidos, fue el ordenador de
la vida de los otomíes, por ello la franca relación de respeto y cuidado, de
devoción y ofrecimiento. Por el significado del maíz entre las comunidades
otomíes del río Laja, no resulta ajeno que éste, una vez convertido en torti-
lla, sea pintado con el símbolo sagrado para dedicarlo como ofrenda en las
prácticas rituales.

El maíz y el ordenamiento de la vida cotidiana


de los otomíes

Los usos del maíz en la vida prehispánica fueron múltiples y trascendieron


la mera necesidad alimenticia. Así como la vida religiosa fue determinada
por las actividades agrícolas, la organización de la vida cotidiana también
fue definida a partir de los procesos productivos agrícolas. En el caso de los

48   Tortillas ceremoniales


otomíes, desde la época prehispánica, la
relación con el maíz conformó uno de los
elementos que los identificaba, como lo
relata Bernardino de Sahagún, «los oto-
míes tenían afición por el maíz tierno que
consumían en tortillas o tamales, y fueron
buenos y fuertes labradores».27
Esta característica aún se encuentra
en las comunidades otomíes del río Laja. La
vida colectiva y familiar en estas comunidades
gira en torno a la producción del maíz. Toda
la familia participa en el proceso productivo,
sin distinción de edad o género, dado que
la producción del maíz es una práctica de
autoconsumo en la cual se requiere la par-
ticipación de toda persona que desee ali-
mentarse. Así, la milpa se convierte en un
espacio de convivencia familiar en la que Señora Alicia Sánchez Capulín, en labores de campo
se comparte y reparte la responsabilidad
de obtener el maíz.
Los hogares otomíes también son
determinados por la actividad agrícola. La mayoría de las familias es propietaria
de terrenos grandes en los que la casa ocupa menos de tres cuartas partes del
total del espacio. En las casas se ubican los dormitorios y en algunas ocasio-

26
Yolanda de León de Santiago, entrevista citada.
27
Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de la Nueva España. México, Porrúa,
2006, p. 413.

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  49


nes una sala. Las cocinas están en los patios, pues la mayoría cocina con leña
en los fogones. También en el patio se dejan paquetes de rastrojo, mazorcas
cosechadas que se guardan en costales, y otras mazorcas que se colocan al sol,
en los techos de las casas o tendidas en el patio. En un hogar otomí no faltan
los elotes, el nixtamal, los objetos con los que se realiza la actividad agrícola
o cualquier indicio de la permanente relación con el maíz.
El significado del maíz determina también las formas de cocinar. Antes
de cocinar en los fogones tradicionales otomíes, la mujer cocinera se persigna
y persigna también al comal y al fuego, «para que le salgan bien las tortillas
y la comida», y como parte del ritual, hacen con la masa del maíz una figura
a la que llaman cruz de comal, que colocan en uno de los extremos del comal
antes de guisar. La cruz de comal, cuya forma es parecida a dos círculos que
se encuentran, queda durante el tiempo de preparación de los alimentos. Al
terminar la preparación de los guisos, la cruz de comal también sirve como
alimento.
Por otra parte, la producción del maíz determina el tiempo y cons-
tituye un marco para remitirse al pasado, que se recuerda por su escasez o
abundancia:

hace como diez años estuvimos muy mal. No tuvimos maíz. Es que no
llegó la lluvia y tuvimos que comprarlo para poder comer y lo puercos no
tenían que comer, ¿pues qué les daba uno? Ya no hallábamos qué hacer
y lo compramos de unos que venían de México, pero muy caro28

Asimismo, las formas de preparación de los alimentos constituyen un


indicador del tiempo entre las diversas generaciones:

28
María Mulato Corrales, entrevista citada.

50   Tortillas ceremoniales


Cruz de comal

Yo ya no sé tortear, así como la señora María, yo ya no. Y las que vienen


menos. Ya todas usamos prensa para aplastar la masa […] El metate
ahí anda, ya no lo uso desde que mi suegra me compró el molinito de
electricidad.29

sí torteaba harto, pero ya no puedo, ya estoy vieja. Antes todas tor-


teábamos el maíz, ya con las prensas no hay dificultad […] y en puro

29
Florina Silva Ramírez, entrevista realizada en Don Francisco (municipio de San Miguel de
Allende), el 30 de diciembre de 2009.

La importancia del maíz en los pueblos indígenas  51


Señora Florina Silva Ramírez, en su cocina, elaborando tortillas

metate todos los días y hartas tortillas sacábamos, era muy tareoso por
eso se acababan los huesos de las manos.30

30
María Mulato Corrales, entrevista citada.

52   Tortillas ceremoniales


Índice / Nu huts´i ha
nuna nfixhemi / Contents

Tortillas ceremoniales

Presentación  …  …  7
Introducción  …  …  13

I
Antecedentes  …  …  23
El río Laja y los otomíes  …  …  23
Ser otomí  …  …  31

II
La importancia del maíz en los pueblos indígenas  …  …  37
El maíz en las prácticas religiosas  …  …  37
El maíz y el ordenamiento
de la vida cotidiana de los otomíes  …  …  48

III
Tortillas ceremoniales  …  …  57
Los panes de maíz en Mesoamérica  …  …  57
Las deidades otomíes
y el origen de la práctica de pintar la tortillas  …  …  62
Pintar las tortillas para las ceremonias  …  …  64
Las pintaderas de tortillas  …  …  78
El muicle y la cochinilla  …  …  89

Catálogo / Ha huxi
ya thuhu / Catalogue  …  …  95

Ya hmëë xa nsunda

Yo´a bi nt´oti nu na nfixhemi   …  …  143


Nu ma r´a m´udi  …  …  147

I
Hanja bi thogi  …  …  153
Hä hñë Xindo ne ya hñähñu  …  …  153
Da hñähñu  …  …  159

II
Nu dethö ha ya nt´ëme ya tsidada  …  …  163
Nu dethö ne nu r´a m´ui ya hñähñu  …  …  170

III
Ya hmëë xa nsunda  …  …  175
Ya thuhmëë dethö ha Mesoamérica  …  …  175
Nu ta tsi dada ya hñähñu
ne hanja bi m´udi da göti ya hmëë  …  …  179
Da njöti ya hmëë pa ya ngö  …  …  181
Ya njöti ya hmëë  …  …  188
Nu paxi di jupa pa njöti
ne nu t´ulo zu´we ge fotse ha ya xöto  …  …  193
Ceremonial Tortillas

Foreword  …  …  203
Introduction  …  …  207

I
The Beginnings  …  …  215
The Laja River and the Otomí  …  …  215
To Be Otomí  …  …  221

II
Corn in Religious Practices  …  …  227
Corn and the Way of Life of the Otomí  …  …  236

III
Ceremonial Tortillas  …  …  241
The Corn Breads of Meso-America  …  …  241
Otomí Deities and the Origin of Tortilla Painting  …  …  245
Painting Tortillas for Ceremonies  …  …  246
Tortilla Molds  …  …  254
Honeysuckle and Cochineal  …  …  260

Entrevistas citadas / Ko nu jöi ban hñ´ö´wi


/ Interviews Cited…  …  265
Bibliografía citada / R´a ya nfixhemi ha bi
nk´otsi nu moo nuna hemi / Works cited  …  …  273
Para la elaboración de este libro se utilizó el tipo Adobe Caslon Pro;
el papel fue cuché de 130 g.

La impresión y encuadernación de Tortillas ceremoniales fueron realizadas por Jesús Aceves Hinojosa,
José Ramón Ayala Tierrafría, José Román López, Michel Daniel Rea Quintero
y Miguel Ángel Solano Cuéllar en el Taller del IEC, en julio de 2010.

Formación: Tonatiuh Mendoza


Cuidado de la edición: Karina Jazmín Juárez Ramírez, Yolanda de León de Santiago,
Luz Verónica Mata González y Paige Mitchell
El tiraje fue de 1000 ejemplares.

Pa bi thoki nuna nfixhemi bi jupa nu Adobe Caslon Pro;


nu hemi ge´ä cuche ha nu 130 g.

Nu r´a k´oi ne r´a ndoy´o nu Ya Hmëë xa nsunda


bi ja nu jöi r´a thuhu Jesús Aceves Hinojosa, José Ramón Ayala Tierrafría,
José Román López, Michael Daniel Rea Quintero ne Miguel Ángel Solano Cuéllar
ha nu m´efi IEC, nu r´a yoto zönö ha nu yoho m´oo r´eta jehya.

Bi thoki ya nt´oti: Tonatiuh Mendoza


Bi nföxte pa da gohi xa nhyo: Karina Jazmín Juárez Ramírez, Yolanda de León de Santiago,
Luz Verónica Mata González ne Paige Mitchell.
Bi thoki n´a m´oo ya k´oi.

Adobe Caslon Pro and 130 g coated paper were used for this publication.

Ceremonial Tortillas was printed and bound by Jesús Aceves Hinojosa, José Ramón Ayala Tierrafría,
José Román López, Michel Daniel Rea Quintero and Miguel Ángel Solano Cuéllar
in the print shop of the Cultural Institute of the State of Guanajuato in July of 2010.

Typesetter: Tonatiuh Mendoza


Editors: Karina Jazmín Juárez Ramírez, Yolanda de León de Santiago,
Luz Verónica Mata González y Paige Mitchell
1000 copies printed
ISBN  978-607-8069-03-3

9 786078 069033

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