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No te enamores

No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe…
No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe
lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y
mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora
contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música.
No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y sienta un inmenso horror por
las injusticias. Una que no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las
características de su cara y de su cuerpo.

No te enamores de una mujer intensa, lúdica, lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así.
Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de
una mujer así, jamás se regresa…

Martha Rivera Garrido

Cogería más margaritas

Si pudiese volver a vivir mi vida,


procuraría equivocarme más a menudo.
No me esforzaría tanto. Sería más flexible.
Haría más insensateces de las que hice en este viaje.
Sería más alocada. Y menos escrupulosa.
Me arriesgaría más. Viajaría más.
Escalaría más montañas, nadaría en más ríos, contemplaría más puestas de sol.
Gastaría más gasolina. Comería más helados y menos frejoles. Tendría más preocupaciones reales y menos
imaginarias. Porque yo soy una de esas personas que viven de manera previsora, con cordura y sensatez,
a todas horas, día tras día.
Oh, desde luego, también he tenido mis momentos buenos
y, si volviera a nacer, tendría más.
En realidad, procuraría tener sólo eso, momentos buenos y nada más, uno tras otro.
En vez de vivir cada día con la mirada puesta en los años venideros.
Yo he sido una de esas personas que no van a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua caliente,
un producto para hacer gárgaras, un impermeable y un paracaídas.
Si tuviese que repetirlo todo de nuevo, iría a otros lugares y haría cosas
y viajaría más ligera de equipaje.
Si tuviera que volver a vivir mi vida, empezaría a andar descalza
desde los primeros días de la primavera y no me calzaría hasta bien entrado el otoño.
Faltaría a la escuela más a menudo. No sacaría tan buenas notas,
salvo por casualidad.
Me montaría en más carruseles.
¡Cogería más margaritas!
Nadine Stair
Advertencia

Cuando sea vieja vestiré de morado,


con un sombrero rojo que ni haga juego ni me quede bien.
Y gastaré el dinero de mi jubilación en coñac y guantes de verano
y sandalias de raso, y diré que no me llega para mantequilla.
Me sentaré en mitad de la acera cuando esté cansada
y engulliré muestras en las tiendas y apretaré los botones de alarma
y pasaré mi bastón por las barandillas.
Y compensaré la sobriedad de mi juventud.

Saldré a caminar bajo la lluvia en zapatillas


y cogeré flores de jardines ajenos.
Y aprenderé a escupir.

Podré llevar camisetas horribles y ponerme gorda,


y comer tres kilos de salchichas de golpe.
O sólo pan y pepinillos durante toda la semana.
Y almacenar bolígrafos, lápices, posavasos y cosas en cajas.

Pero ahora tengo que tener ropa que me mantenga seca,


y pagar la renta y no maldecir en la calle.
Y ser un buen ejemplo para los niños.
Debo invitar amigos a cenar y leer los periódicos.

Pero ¿tal vez debería practicar ahora un poco?


Así la gente que me conoce no se extrañará ni se escandalizará,
cuando de repente sea mayor y comience a vestir de morado.

Jenny Joseph

Mujer mutilada

Nos cortaron la cabeza


por ser insumisas.
Las manos, ya que armas
no sabíamos manejar.
Nos extirparon el clítoris
para que no pudiéramos gozar.
La lengua
para no poder denunciar.
A algunas nos quemaron con ácido
por no querer ser propiedad.
Nos cosieron los labios
para que mantuviéramos la virginidad.
Nos dejaron rajarnos hasta el ano
en el famoso parto natural.
Y así nos han ido mutilando poco a poco
¿y todavía hay algunos que osan decir
que existe la igualdad?
Silvia Cuevas Morales
Quise ser hombre

Una vez quise ser hombre


para casarme con mi hermana
que ya lleva tres divorcios.
Para amar a mis amigas
que en cada relación mueren un poco.
Quise ser hombre
para fecundar sus vientres,
no de hijos, sino de poesía,
vino tinto, relojes parados,
unicornios azules.
Para decirle a Josefina
cuanto admiro su forma de entregarse.
Para escribirle a Rosi
esas cartas que no llegan nunca.
Llamar por teléfono a Pilar
que espera tantas tardes.
Llenar de caricias prolongadas
el espacio de Beatriz,
que vive sola
y le tiene miedo a los temblores.
Quise ser hombre,
para amarlas a todas y no sentir más
el frío de sus lágrimas en mi playera,
ni mirarlas apagarse,
ni presenciar sus funerales
en sus ataúdes de treinta años.
Quise ser hombre
para invitarlas a volar el periférico,
a bailar descalzas porque el América
le ganó al Guadalajara,
para llevarlas del brazo hasta una cama
donde no tengan que fingir orgasmos.
Pero soy mujer y, aunque puedo
compartir con ellas la poesía,
escribirles cartas,
llamarlas por teléfono,
llenarlas de caricias prolongadas,
volar el periférico,
bailar descalzas,
secar su llanto,
tocar su alma…
No es suficiente.
No les alcanza.
Porque, desde niñas, aprendieron
que los hombres son un premio al que hay que amar,
sin importar si ellos las aman.
Rosa María Roffiel

Soy india
Soy india.
Morena, chata de la cara,
en un país
obsesivamente racista.
Soy lesbiana,
en una nación
que compulsivamente me persigue.
Insisto,
en la libertad de decidir sobre mi cuerpo,
en territorio
de quienes realizan leyes
que buscan doblegarme.
No creo en su dios,
aun cuando habito un Estado
opresivamente católico.
Invoco a las diosas,
dentro de un patriarcado
que hace miles de años intenta ocultarlas.
Participo en la lucha laboral,
de un pueblo
ya comerciado y en las manos del patrón.
Conozco la importancia
de la labor contestataria,
cuando en mi patria
se encarcela a quien disiente.
Soy antiimperialista,
viviendo al lado de Bush.
Soy gorda,
en la cuna
de la tortura estética,
de la anorexia y de la bulimia.
He dado a luz,
en una era
que acabó con la esperanza,
ya hace tiempo.
Le apuesto a la lucha libertaria,
en el reino del televisor.
Soy pobre,
en un planeta
en donde comen migajas
tantos millones de pobres.
Soy feminista,
en una tierra hostil
a la palabra mujer.
Soy mujer.
En un tiempo
en que el feminicidio
nos ha vuelto desechables.
Por supuesto,
dicen que estoy loca,
extremadamente loca.
Que soy rara, que me he vuelto extraña.
Que no tengo lugar en el mundo.
Entonces, no me queda de otra:
Tengo que darle nombre al racismo,
que señalar el desprecio,
que elegir sobre mi vida,
que armarme antipatriarcal,
que inventar la fe para dársela a mi hija,
que rebelarme contra el patrón,
que escribir por la libertad a las presas políticas.
que denunciar al imperio,
que amar mi cuerpo,
que apagar el televisor,
que mostrar mis bolsillos,
que actuar contra la misoginia,
que buscar justicia para las mías,
que demandar castigo a los asesinos.
Es por todo ello,
que no tengo más remedio
que darles la mala noticia
a las buenas y tranquilas conciencias:
Estoy aquí.
Exigiendo a gritos,
la parte que me corresponde del mundo.
Y no voy a callarme la boca, ni a desaparecer.
Patricia Karina Vergara Sánchez

Desafío a la vejez

Cuando yo llegue a vieja


-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-,
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
Gioconda Belli

Mamá quiso…

Una niña correcta


que sea bonita
y que supiera portarse como una señorita,
que caminara derecha y moviera coquetamente las caderas,
que se vistiera a la moda
y usara las cosas más finas y elegantes,
que se pinte el pelo de rubio
y que no lo corte mucho…
Que sepa ponerse ruleros y pintarse los ojos,
que hable de boutiques, peluquerías y rinoplastias,
que se siente a ver telenovelas y sepa cocinar,
que cuide su figura obsesivamente y busque conquistar
a un hombre guapo y adinerado.

Pero ella tiene


un niño sin órganos reproductores
que vuelve despeinado y zarrapastroso,
una mascota que rasca la puerta y
es agresiva al contestar,
una prosaica criatura que come con las manos,
que ríe vulgarmente
que derrama lisuras por doquier y desconoce las reglas del bien estar
que se hurga la nariz con los dedos y no se pinta las uñas,
que le jode bañarse y se anda sola de madrugada
como los meros machos y las mujeres de mal vivir.
Un chiquillo que salta y grita sin sentido, repartiendo golpes cuando se molesta.
Una niña que quiso ser siempre ella misma…
Josefina Jiménez

NO ERA YO EL PROBLEMA

El problema no era el golpe,


ni el insulto,
tampoco el dolor
o la sangre en el piso.

El problema no era la cicatriz en el cuerpo


ni la culpa que sentía,
mucho menos la vergüenza.

El problema no era mi cuerpo


no eran,
ni mis ojos,
ni mi color.

El problema era mi condición


ser mujer, ese era el problema.

No era por como vestía,


Ni por lo que decía.
Era porque así tenia que ser,
porque siempre había sido de esa manera,
porque la abuela le dijo a mi madre que el hombre era Dios
y eso me enseñó ella.

El problema era el mundo,


con sus códigos machistas,
desiguales y violentos,
con sus lenguajes sexistas
y sus morales dobles.

El problema no era mio,


era de todos,
de los que sabían y no hacían nada,
de los que se tapaban lo oídos y desviaban la mirada,
de los que justificaban al hijo,
de los que celebraban la paliza.

El problema no era yo
y tampoco era nuevo,
era falta de memoria,
injusticia,
abandono.

El problema era una historia contada por hombres


y padecida por mujeres;
eran niñas vestidas de rosa para que fueran más puras
y niños pintados de azul para que fueran más rudos,
el problema no era el golpe en la cara,
era el permiso de todos,
el creer que era natural,
el sentir que era bueno,
el tolerar por miedo.

El problema no era el puño


era la herida en el alma
y el silencio.
JHOANA PATIÑO

TACTICA Y ESTRATEGIA

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple

mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Mario Benedetti

Yo no lo sé de cierto

Yo no lo sé de cierto, pero supongo


que una mujer y un hombre
un día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)

JAIME SABINES

HAGAMOS UN TRATO

Compañera
usted sabe
puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar
conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato


yo quisiera contar
con usted

es tan lindo
saber que usted existe
uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

MARIO BENEDETTI

¿ CUÁNDO?

Patricia Karina Vergara Sánchez

¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?

Sobrevivir al desencanto de papá


cuando supo que no serías varón.
Sobrevivir al tío, al primo, al vecino
que te tocaba la vulva cuando tenías cuatro años.
Sobrevivir al pedófilo que te acechaba camino al colegio.
Sobrevivir al susto de ver al primero que se masturbó
en la calle frente a ti, cuando tenías 9 años.
Sobrevivir al que te violó y sigue impune
habitando en la misma calle que tú, desde siempre.
Sobrevivir al maestro de educación física
que miraba tus nalgas en la secundaria.
Sobrevivir a todos los que han hablado de tu cuerpo,
tocado tu cuerpo porque sí, porque pueden hacerlo.
Y no matarse por el dolor que causa algo de ello o por todo junto.
Y lograr no ser asesinada por alguno de ellos.

¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?

Del médico que te manoseo los senos.


Del otro médico que te manoseo toda y te quedaste quieta
porque iba a realizarte un aborto.
Del aborto clandestino.
Del acoso laboral.
De las regalonas del patriarcado
compitiendo por la aprobación de un macho.
Y no matarse por el dolor que causa algo de ello o por todo junto.
Y lograr no ser asesinada por alguno de ellos.
Y no dejar que te mate tanto peso.

¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?

De la violencia obstétrica que casi acaba contigo cuando pariste.


De las cicatrices que te dejaron por todo el cuerpo.
De la violencia obstétrica que casi mata a tu cría.
De la soledad a que te obliga la vida contemporánea.
De los salarios injustos y las triples jornadas de trabajo.
De los salarios desiguales y de las montañas de platos sucios
y de las montañas de ropa por lavar.
De los salarios miserables y del jefe que exige uses tacones
y te pintes los labios.
Del macho desleal
que usa la infidelidad como una forma más de herir.
Del macho poliamoroso,
que discursa bonito, pero sólo traiciona confianzas.
Del marido que vuelve borracho, del que pega,
del que no pega, pero insulta.
Del monstruo que te tomó por el cuello y no te dejaba respirar.
Del despecho convertido en ácido que te arrojaron al rostro.
Y no matarse por el dolor que causa algo de ello o por todo junto.
Y, de milagro, no ser asesinada por alguno de ellos.
Y no dejar que te mate tanto peso, que no te mate tanto.

¿Por qué las mujeres tenemos que sobrevivir a todo?


Sobrevivir a las pisadas que vienen detrás de ti
en las calles oscuras
Sobrevivir a los amigos borrachos,
que se olvidan de que eres su amiga.
Sobrevivir al novio que no se detuvo cuando dijiste no,
ni cuando lloraste.
Sobrevivir al asaltante y al secuestrador,
a sus armas, a sus gritos, al miedo.
Sobrevivir a la feminista soberbia que te acosa
porque no le rindes culto.
Sobrevivir a la droga vertida en tu copa
el día en que te sentías en confianza.
Sobrevivir a la lesbiana que te viola
y al silenciamiento cómplice de otras lesbianas.
Sobrevivir al desempleo
porque eres demasiado joven y no tienes experiencia.
Y no matarse por el dolor que causa algo de ello o por todo junto.
Y lograr no ser asesinada por algune de elles.
Y no dejar que te mate tanto peso, que no te mate tanto.

¿Por qué las mujeres tenemos que ser sobrevivientes de todo?

Del despido laboral


porque ya no eres la joven de cuerpo deseable.
Del abandono por ser la vieja bruja.
Del abandono por ser pobre o no ser blanca
o por ambas cosas.
De la imagen en el espejo arrugada, calva, desdentada.
De cambiarle los pañales al marido que volvió a casa
cuando necesitó niñera.
De la amiga que traiciona, por tres pesos o por nada.
De tener a los hijos secuestrados por el patriarcado
y que estén en otro lugar, lejos, a saber dónde.
Del hijo que repite sobre ti, o sobre otra, el lenguaje de golpes
que le enseñó el padre.
Del marido-exmarido que te prendió fuego mientras dormías.
De la hipoteca vencida y que te rematen la casa,
de quedarse sin nada.
De tener que usar andadera
porque los tacones que exigía el jefe destrozaron tu espalda.
De no poder respirar
porque los químicos del trabajo en fábrica acabaron con tus pulmones.
De los sueños que no fueron, del tiempo que se acaba.
Y no matarse por el dolor que causa algo de ello o por todo junto.
Y lograr no ser asesinada por alguno de ellos.
Y no dejar que te mate tanto peso, que no te mate tanto.

¿Por qué tenemos que estar siempre sobreviviendo?


¿Cuándo, en qué era, a qué hora te toca estar viva?
Preguntitas sobre Dios
Un día yo pregunté: Abuelo, dónde está Dios.
Mi abuelo se puso triste,
Y nada me respondió.
Mi Abuelo murió en los campos,
Sin rezo ni confesión.
Y lo enterraron los indios
Flauta de caña y tambor.
Al tiempo yo pregunté:
Padre, qué sabes de Dios ?
Mi Padre se puse serio,
Y nada me respondió.
Mi padre murió en la mina
Sin doctor ni protección.
|Color de sangre minera
Tiene el oro del patrón!
Mi hermano vive en los montes
Y no conoce una flor.
Sudor, malaria, serpientes,
La vida del leñador.
Y que nadie le pregunte
Si sabe donde esta Dios.
Por su casa no ha pasado
Tan importante señor
Yo canto por los caminos,
Y cuando estoy en prisión
Oigo las voces del pueblo
Que canta mejor que yo.
Hay un asunto en la Tierra
Más importante que Dios.
Y es que nadie escupa sangre
Pa que otro viva mejor.
Que Dios vela por los pobres?
Tal vez sí y tal vez no
Pero es seguro que almuerza
En la mesa del patrón.

Atahualpa Yupanqui

Me gritaron negra
Victoria Santa Cruz

Tenía siete años apenas,


apenas siete años,
¡Que siete años!
¡No llegaba a cinco siquiera!
De pronto unas voces en la calle,
me gritaron ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
“¿Soy acaso negra?”- me dije
¡SI!
“¿Qué cosa es ser negra?”
¡Negra!
Y yo no sabía la triste verdad que aquello escondía.
¡Negra!
Y me sentí negra.
¡Negra!
Como ellos decían.
¡Negra!
Y retrocedí.
¡Negra!
Como ellos querían.
¡Negra!
Y odie mis cabellos y mis labios gruesos
y mire apenada mi carne tostada.
Y retrocedí.
¡Negra!
Y retrocedí…
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Neeegra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
Y pasaba el tiempo,
y siempre amargada.
Seguía llevando a mi espalda,
mi pesada carga.
¡Y como pesaba!…
Me alacie el cabello,
me polve la cara,
y entre mis entrañas siempre resonaba la misma palabra.
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Neeegra!
Hasta que un día que retrocedía, retrocedía y que iba a caer.
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¿Y qué?
¿Y qué?
¡Negra!
¡Sí!
¡Negra!
¡Soy!
¡Negra!
¡Negra!
¡Negra!
¡Negra soy!
¡Negra!
¡Sí!
¡Negra!
¡Soy!
¡Negra!
¡Negra!
¡Negra!
¡Negra soy!
De hoy en adelante no quiero
laciar mi cabello.
¡No quiero!
Y voy a reírme de aquellos,
que por evitar -según ellos-
que por evitarnos algún sinsabor,
llaman a los negros gente de color.
¡Y de que color!
NEGRO
¡Y que lindo suena!
NEGRO
¡Y que ritmo tiene!
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO
Al fin…
Al fin comprendí.
AL FIN
Ya no retrocedo.
AL FIN
Y avanzo segura.
AL FIN
Avanzo y espero.
AL FIN
Y bendigo al cielo porque quiso Dios
que negro azabache fuese mi color.
Y ya comprendí.
AL FIN
¡Ya tengo la llave!
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO
¡Negra soy!

Pasaporte

¿Mujer de ideas? No, nunca he tenido una.


Jamás repetí otras (por pudor o por fallas nemotécnicas).
¿Mujer de acción? Tampoco.
Basta mirara la talla de mis pies y mis manos.

Mujer, pues, de palabra. No, de palabra no.


Pero sí de palabras,
muchas, contradictorias, ay, insignificantes,
sonido puro, vacuo cernido de arabescos,
juego de salón, chisme, espuma, olvido.

Pero si es necesaria una definición


para el papel de identidad, apunte
que soy una mujer de buenas intenciones
y que he pavimentado
un camino directo y fácil al infierno.

De: Poesía no eres tú


ROSARIO CASTELLANOS

Clase de religión
Soledad Álvarez

Dicen que Dios está en todas partes


que todo lo ve.
¿Estás en todas partes, Dios
todas las guerras el hambre viva los estómagos
embalsamados
el ojo inmenso
de cíclope insomne de Dios, lo ve?

La sangre en la cisura brutal del estupro


el puñal del asesino la ferocidad del malestar
¿y no se espanta Dios no llora no toma partido
la eternidad imperturbable?
Lo nimio también lo ve Dios.
La araña tejiendo el hilo de seda para la presa
la hormiga en busca del alimento

¿también a mí me mira cuando me miro desnuda


frente al espejo
cuando me peino fumo a escondidas quiero matar
y me avergüenzo?
Perdí la virginidad bajo la mirada de Dios.
El gran voyeur.

cántico

Me gustan las mujeres esdrújulas


sin brújula
sin mítica
con tónica.

las que aman con las vísceras


las células
las glándulas

las rítmicas
intrépidas
impúdicas

las pérfidas
ingrávidas
poéticas
las mágicas
las lésbicas
lunáticas

Me gustas tú, Andrómeda


erótica
magnífica
política
mujérica

Rosamaría Roffiel

LETY ELVIR LAZO. HONDURAS. (1966)

IMPERFECTA DAMA

Él quería tener
mujer con día y noche
mañanitas de aderezo
domingos de pastel.
Una cocina blanca
paredes sin agenda
mujer de azúcar
ovejita de algodón.

Sabihonda en medidas
exacta al caminar
puntual en la cita
precisa en el acierto
perfecta en el orgasmo sin amor.

Pero ella solía ser


metáfora al ajillo
ambiguedad al tiempo
agua entre las manos
punto de fuga en el retrato del despiste
sexo y amor
imperfecta dama
mujer entre perro y lobo"

DETESTO- Esther Vallbona

Detesto a la gente que me condena sin tomarse la molestia de conocerme.


No soporto a los que no miran de frente,
a los que miran por encima del hombro,
a los que hablan a la espalda.
Aborrezco a aquellos que te valoran por lo que tienes o,
peor,
por lo que no tienes.
Me repugnan los que creen que el dinero lo compra todo y a todos.
Maldigo a quienes no respetan la vida
y ponen en manos de críos máquinas de matar y no juguetes.
Me aburren quienes no tienen nada que decir
y se conforman con lo que dicen los demás.
No aguanto la envidia.
Censuro la maldad.
Reniego de la mentira.
Me apenan los que traicionan la palabra confianza.
Desapruebo las batallas,
si no son por amor.
Sin embargo,
valoro a quienes se toman la molestia de conocerme
antes de juzgarme.
Me seducen los que me miran cara a cara,
con mirada franca.
Aprecio a quienes me quieren por lo que tengo
y lo que perdí.
Me cautivan los que no venden su alma,
la regalan.
Admiro a quienes saben hacer felices a los demás,
a los que regalan a un niño un sueño, una esperanza, una ilusión.
Me interesan quienes miran hacia dentro
y descubren que necesitarían dos vidas para explicar todo lo que ven.
Me entusiasma la generosidad.
Alabo la bondad.
Bendigo la verdad.
Me alegra poder conjugar,
día tras día,
el verbo confiar.
Apruebo las batallas que se ganan con palabras,
con besos.
Y, por encima de todo,
te amo a ti,
por lo que eres,
por lo que haces de mí.
Cigarros y whiski y una salvaje, salvaje mujer –Anne Sexton
Quizá nací de rodillas,
Nací tosiendo en el largo invierno,
Nací esperando el beso de la misericordia,
Nací con una pasión por la rapidez
Y aún así, al ir progresando las cosas,
Aprendí temprano sobre la estocada
O sacarla, el vapor del enema.
A los dos o tres aprendí a no arrodillarme,
A no esperar, a plantar mis fuegos bajo tierra
Donde a nadie más que las muñecas, perfectas y terribles,
Se puede susurrar y dejar morir.
-
Ahora que he escrito tantas palabras,
Y dejado tantos amores, para tantos,
Y he sido completamente lo que siempre fui –
Una mujer de excesos, de celos y codicia,
El esfuerzo me parece inútil.
¿Acaso no me miro al espejo,
Estos días,
Y veo una rata borracha voltear la vista?
¿Acaso no siento un hambre tan aguda
Que preferiría morir antes
Que mirarla a la cara?
Me arrodillo nuevamente,
En caso de que la misericordia llegue
En el último minuto.

Perhaps I was born kneeling,


born coughing on the long winter,
born expecting the kiss of mercy,
born with a passion for quickness
and yet, as things progressed,
I learned early about the stockade
or taken out, the fume of the enema.
By two or three I learned not to kneel,
not to expect, to plant my fires underground
where none but the dolls, perfect and awful,
could be whispered to or laid down to die.

Now that I have written many words,


and let out so many loves, for so many,
and been altogether what I always was—
a woman of excess, of zeal and greed,
I find the effort useless.
Do I not look in the mirror,
these days,
and see a drunken rat avert her eyes?
Do I not feel the hunger so acutely
that I would rather die than look
into its face?
I kneel once more,
in case mercy should come
in the nick of time.

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