Vous êtes sur la page 1sur 17

PONTIFICIA UNIVERSITAS ANTONIANUM

FACULTAS SCIENTIARUM BIBLICARUM ET ARCHAEOLOGIAE


STUDIUM THEOLOGICUM JEROSOLYMITANUM

Fr. Jesús Emmanuel Farías Rodríguez OFM.

Policarpo de Esmirna

GERUSALEMME,2017
INTRODUCCION

En este trabajo se pretende hacer un pequeño recorrido por la historia de Policarpo,


basándose en lo que los autores y discípulos hablan sobre él.

Posteriormente un análisis de la carta a los filipenses, basándose en lo que autores


modernos hablan sobre ella.

Para concluir con la humilde opinión de alguien que por primera vez tiene contacto con
Policarpo de Esmirna, pero que ha quedado fascinado con su figura.

Al final del trabajo existe un anexo con la carta de Policarpo, si bien es una versión
encontrada en una página de internet, corresponde con la traducción española de los
libros físicos.

Lamentablemente la bibliografía a disposición es repetitiva y aunque al alcance hay


varios libros no son grandes o sustanciales los aportes que hacen uno del otro.

Sin embargo no ha sido impedimento para lograr los objetivos de este trabajo.
BREVE BIOGRAFIA DE POLICARPO

Ireneo de león nos habla ya de Policarpo, un hombre al que él tenía en grande estima,
nos habla así:

“Policarpo no sólo fue adoctrinado por los apóstoles y vivió en compañía de muchos que
habían visto a nuestro Señor, sino también fue nombrado por los apóstoles obispo de la
iglesia de Esmirna en Asia, al cual le vimos también nosotros en nuestra juventud, porque
él vivió muchos años y en una vejez avanzada, después de haber dado un glorioso y
brillante testimonio, partió de esta vida” (Contra las herejías, III, 3,4).(ROPERO, 2004:57)

No pudiendo ser de otra forma, ya que Policarpo según la tradición fue el mismo Apóstol
Juan su maestro:

La tradición señala al apóstol Juan como maestro de Policarpo; Tertuliano llega a decir
que fue consagrado al episcopado por el mismo apóstol (De praescr. haer. 32), y que
Policarpo es “el ángel” de la iglesia de Esmirna. Es significativo que ésta sea la única
iglesia que se escapa sin reproches del vidente inspirado. (ROPERO, 2004:58)

Y si bien no se tienen datos precisos sobre la muerte de su maestro Juan Apóstol,


Policarpo como digno hijo de la iglesia y amante de Cristo el Señor, testimonió su fe
hasta las últimas consecuencias:

El final de sus días le llegó por instigación de judíos y paganos, a los que tanto había
intentado convencer de la superioridad del Evangelio. Cediendo al clamor popular armado
por éstos, el procónsul Quinto Estacio Cuadrado, mandó prender a Policarpo bajo la
acusación del mero nombre de “cristiano”. Después de unas pequeñas peripecias, el 22
de febrero de 155, Policarpo fue conducido al anfiteatro de Esmirna. (ROPERO, 2004:60)

Y movido de un amor ardiente que lo consumía por dentro, y animado con viril coraje
cuando pidieronle renegara de la fe que abrazaba con todas sus fuerzas no lo hizo, y con
dulzura y firmeza respondió como se le en lo siguiente:

El procónsul Estacio Cuadrado intimó a Policarpo en estos términos: “Jura por el genio
de César, maldice a Cristo y te pongo en libertad”. A lo que el mártir respondió aquellas
famosas palabras:
“Ochenta y seis años hace que le sirvo y ningún daño me ha hecho, ¿cómo puedo
maldecir a mi salvado?”(ROPERO, 2004:60)

Pero como la historia ya ha demostrado, los fanatismos religiosos de cualquier


denominación, son aberración y causa de numerosos mártires de la fe y del saber.

El beato Policarpo no solo enfrentó valientemente la horrenda muerte que le esperaba,


sino que siguiendo el ejemplo del dulce Maestro y Pastor de las almas nuestro Señor
Jesucristo, siguiendo los pasos de su compañero, si bien no en el grado del Orden pero
sin en el del martirio, el santo Esteban, elevó una oración al Padre de todos:

Entonces, los allí asistentes pidieron que fuera quemado vivo. Policarpo entró en la pira
como en un trono, con una oración en su labios, recogida por el narrador del Martirio:
“Señor Dios omnipotente, Padre de tu siervo amado y bendecido Jesucristo, por quien
hemos recibido el conocimiento de ti, Dios de los ángeles y de las potestades, de toda la
creación, y de toda la casta de los justos que viven en presencia tuya: yo te bendigo,
porque me hiciste digno de llegar a este día y a esta hora, en que he de tener parte,
contado en el número de tus mártires, en el cáliz de tu Cristo, para la resurrección de la
vida eterna, resurrección de alma y cuerpo, en la incorrupción del Espíritu Santo. ¡Sea yo
recibido entre ellos hoy, en presencia tuya, como sacrificio rico y agradable, conforme de
antemano me lo preparaste y manifestaste y ahora me lo cumples tú, Dios infalible y
verdadero. Por esta gracia y por todas las otras, yo te alabo, te bendigo, te glorifico, por
mediación del eterno y celeste sacerdote, Jesucristo, siervo tuyo amado, por el cual sea
a ti junto con Él y Espíritu Santo, gloria ahora y por los siglos venideros. Amén” (Mart. 14).
(ROPERO, 2004:61)
CARTA DE POLICARPO A LOS FILIPENSES1

La Carta de Policarpo fue escrita como respuesta a una comunicación de los filipenses.
(ROPERO, 2004:55).

“La carta, a diferencia de las de Ignacio y en línea de continuidad con las del Nuevo
Testamento, no se dirige al obispo o autoridades de la comunidad, sino a la totalidad de
ésta: “Policarpo y los presbíteros que están con él a la Iglesia de Dios que reside en
Filipos” (Pol. 1).” (ROPERO, 2004:56)

La distribución de la carta es la siguiente:

 El principio de todos los males es el amor al dinero. La reacción fuerte de Policarpo contra
la avaricia, como un vicio totalmente opuesto al espíritu del Evangelio, es uno de los
temas principales de la carta.
 Exhortaciones pastorales a las familias (mujeres y viudas)
 Después, enseñen a sus mujeres a caminar en la fe que les ha sido dada, en la caridad,
en la pureza, a amar a sus maridos con toda fidelidad, amar a todos los otros
igualmente con toda castidad y a educar a sus hijos en el conocimiento del temor de Dios.
 Que las viudas sean sabias en la fe del Señor, que intercedan sin cesar por todos, que
estén lejos de toda calumnia, murmuración, falso testimonio, amor al dinero y de todo
mal; sabiendo que son el altar de Dios, que al examinará todo y que nada se le oculta de
nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de los secretos de nuestro corazón
(ver 1 Co 14,25).
 Exhortaciones pastorales a los diaconos
 Exhortaciones de santidad a los jovenes
 Cultivar la esperanza y la paciencia
 Caridad fraterna
 Reflexion sobre el caso de Valente:(De este presbítero sólo conocemos aquello que nos
dice Policarpo: arrastrado por la avaricia, el amor al dinero, se vio envuelto en una falta
grave que le significó la destitución de su ministerio. Sobre la avaricia como una forma de
idolatría y una suerte de impureza, ver Ef 5,5; Col 3,5)Confío en que están bien ejercitados
en las santas Escrituras,

1
PARA LEER LA CARTA CONSULTAR EL ANEXO
 Exhortaciones generales de santidad a los discipulos cristianos
 Oren por todos los santos. Oren también por los reyes, por las autoridades y los príncipes,
por los que los persiguen y los odian, y por los enemigos de la cruz (ver Mt 5,44; 1 Tm
2,2; Jn 15,16; 1 Tm 4,15; St 1,4; Col 2,10; Flp 3,18.); de modo que su fruto sea manifiesto
para todos, y ustedes sean perfectos en él.
 Recomendacion de Crescente, a quien recientemente les recomendé y ahora (de nuevo)
les recomiendo. Se ha conducido entre nosotros de forma irreprochable;y de su
hermana.2

Tenía que ser así, una carta empapada por la doctrina apostólica que recibió de primera
mano, una carta escrita por alguien versado en la sagrada escritura. Según la biografía
3 nos dice:

presenta a Policarpo un consumado lector de las Sagradas Escrituras desde su niñez,


costumbre que aconsejaba a los demás, “diciendo que la lectura de la ley y los profetas
es la precursora de la gracia, enderezando los caminos del Señor, los corazones de los
oyentes, semejantes estos a las tablas en las que ciertos dogmas y sentencias difíciles,
escritos antes de ser bien conocidos, se van primero puliendo y alisando por medio de la
asiduidad del Antiguo Testamento y su recta interpretación, a fin de que, viniendo luego
el Espíritu Santo, como una especie de punzón, pueda inscribirse la gracia y júbilo de la
voz del Evangelio y de la inmortal y celeste doctrina de Cristo” (Vida Pol. 19). (ROPERO,
2004:59-60)

De la carta como se verá en el anexo se tienen dos versiones, una griega y una latina.
Me permito mostrar las referencias a continuación para conocimiento del letrado lector:

1) Manuscritos griegos. Estos manuscritos son nueve (Vaticanus 859, Ottobonianus 348,
Florentinus Laur. vii. 21, Parisiensis Graec. 937, Casanatensis G. v. 14, Theatinus,
Neapolitanus Mus. Nat. u. A. 17, Salmasianus, Andrius), y todos ellos pertenecen a la
misma familia, según se ve por el hecho de que la Epístola de Policarpo se continúa en
la Epístola de Bernabé sin solución de continuidad, el final mutilado de Policarpo 9, viene
seguido por el comienzo mutilado de Bernabé, 5.

2
https://lasteologias.wordpress.com/2010/05/23/analisis-de-la-carta-a-los-filipenses-de-policarpo/
3
Esta Vita Polycarpi, escrita por el pseudo-Pionio, mártir del año 250 bajo Decio (ROPERO, 2004:60)
2) Versión latina. En la primera parte de la epístola esta versión es a veces útil para
corregir el texto de los manuscritos griegos existentes; porque, aunque muy parafrástica,
fue hecha de una forma más antigua del griego que éstos. Pero las dos están íntimamente
unidas, según aparece por el hecho de que esta versión siempre se halla en conexión
con la latina de las cartas del pseudo-Ignacio, y parece que han sido traducidas del mismo
volumen que contiene las dos. Para la última parte de la epístola, desde el cap. 10 en
adelante, es la única autoridad; con la excepción de porciones del cap. 12, que se
preservan en sirio en pasajes de Timoteo y Severo o en otras partes, y casi todo el cap.
13, que se da en Eusebio en su Historia Eclesiástica. Los manuscritos de los que se han
hecho cotejos de esta parte, sea por Lightfoot o por otros, son nueve en número
(Reginensis 81, Trecensis 412, Parisiensis 1639, antes Colbertinus 103, Bruxellensis
5510, Oxon. Baliiolensis 229, Palatinus 150, Florentinus Laur. XXIII. 20, Vindobonensis
1068, Oxon. Magdalenensis 78). (ROPERO, 2004:62)

Con tanto dato no es de extrañar que parece tan ligada a la de Ignacio, sin embargo
existen referencias externas que atribuyen esta carta a la autoría de Policarpo:

Por lo que se refiere a la evidencia externa, no sólo alude Ireneo, un discípulo de


Policarpo, a “la muy adecuada epístola de Policarpo escrita a los filipenses”, sino las citas
de Eusebio, Timoteo y Severo, con los otros fragmentos sirios, son un testimonio de alta
importancia. Muestran que siempre que tenemos oportunidad de comprobar el texto de
las copias griegas y latinas, su integridad general es reivindicada.

Una cosa que llama mi atención antes de terminar este trabajo es que se haga una
advertencia sobre el docetismo, cosa que nos habla sobre la situación social del
momento en el que vivía y los errores a los que se enfrentaba y se cree prudente al
menos señalar en que consiste esta doctrina contra la cual previene Policarpo:

El docetismo corresponde a un sincretismo griego de base dualista. Se aspiraba a una


salvación puramente espiritual del alma inmortal. La doctrina de una resurrección de los
muertos resultaba un contrasentido (cf. Hech 17,32). Un Dios salvador encarnado en la
materialidad, con un cuerpo sujeto a pasión, muerte y corrupción, contradecía esa
perspectiva espiritualista. Si se aceptaba el mensaje cristiano de salvación era
depurándolo de los elementos chocantes con esa mentalidad. (TREVIJANO, 1994:35)
CONCLUSION

Me parece admirable la dedicación y ternura con la que Policarpo escribe a la comunidad


de los filipenses, pero una cosa que me admiró bastante es que a pesar de ser Policarpo
discípulo del Apóstol Juan, tiene un estilo bastante similar a la escritura paulina, incluso
en el recomendar el cuidado de ciertas personas.

En este trabajo si bien breve, tuve la oportunidad de aprender de esta gran figura de la
Madre Iglesia, y debo decir que me disgusta un poco que solo tengamos la carta a los
filipense, que si bien estructurada en su mayoría por citaciones de las cartas de Pablo
de la carta de Pedro y de los profetas, me ha ayudado a conocer un poco la forma de
pensar del autor.

Alguien que se desenvuelve en un ambiente donde los fieles de la joven comunidad


peligran como ovejas delante de los lobos de la herejía.

Y concorde con su fe, afrontó sin vacilar el martirio. En su carta exhorta a llevar una vida
digna de la fe que profesan, Policarpo no solo llevo una vida diga de la fe que profesaba,
sino que llevo también una digna muerte, coherente en su vida fuertemente coherente
en su muerte.

Y así se unió a los santos, el que predicaba sobre la limosna y que veía el principio de
los males en el amor al dinero, no vaciló en darse a sí mismo como limosna al rey que
había servido por 86 años.
BIBLIOGRAFIA

ROPERO A. Lo mejor de los padres apostólicos¸ CLIE, Barcelona, 2004

TREVIJANO R. Patrología, BAC, Madrid, 1994

DIGITAL:

https://lasteologias.wordpress.com/2010/05/23/analisis-de-la-carta-a-los-filipenses-de-policarpo/

http://es.catholic.net/op/articulos/7355/carta-de-san-policarpo-de-esmirna-a-los-filipenses.html
ANEXO

Saludo

Policarpo y los presbíteros que están con él, a la Iglesia de Dios que habita como
extranjera en Filipos: que la misericordia y la paz les sean dadas en plenitud por Dios
todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador.

La fe en Jesucristo

Me alegré mucho con ustedes, en nuestro Señor Jesucristo, cuando recibieron a las
imágenes de la verdadera caridad, y acompañaron, como debían hacerlo, a aquellos
que estaban encadenados por ataduras dignas de los santos, que son las diademas de
quienes han sido verdaderamente elegidos por Dios nuestro Señor.

Y me alegré de que la raíz vigorosa de su fe, de la que se habla desde tiempos


antiguos, permanece hasta ahora y da frutos en nuestro Señor Jesucristo, que aceptó
por nuestros pecados llegar hasta la muerte; y Dios lo resucitó librándolo de los
sufrimientos del infierno.

Sin verlo, ustedes creen en él, con un gozo inefable y glorioso (1 P 1,8) al cual muchos
desean llegar, y ustedes saben que han sido salvados por gracia, no por sus obras,
sino por la voluntad de Dios por Jesucristo (Ef 2,5.8-9).

Por tanto, cíñanse sus cinturas y sirvan a Dios en el temor y la verdad (1 P 1,13; ver
Sal 2,11) dejando a un lado las palabras falsas y el error de la multitud, creyendo en
Aquel que ha resucitado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y le ha dado
la gloria (1 P 1,21), y un trono a su derecha.

A él le está todo sometido, en el cielo y sobre la tierra (ver Flp 2,10; 3,21); a él le
obedece todo lo que respira, él vendrá a juzgar a vivos y muertos (Hch 10,42), y Dios
pedirá cuenta de su sangre a quienes no aceptan creer en él. Aquel que lo ha
resucitado de entre los muertos, también nos resucitará a nosotros (2 Co 4,14), si
hacemos su voluntad y caminamos en sus mandamientos, y si amamos lo que él amó,
absteniéndonos de toda injusticia, arrogancia, amor al dinero, murmuración, falso
testimonio, no devolviendo mal por mal, injuria por injuria (1 P 3,9), golpe por golpe,
maldición por maldición, acordándonos de lo que nos ha enseñado el Señor, que dice:
"No juzguen, para no ser juzgados; perdonen y se les perdonará; hagan misericordia
para recibir misericordia; la medida con que midan se usará también con ustedes, y
bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos
es el reino de Dios.

Fe, esperanza y caridad

No es por mí mismo, hermanos, que les escribo esto sobre la justicia, sino porque
ustedes primero me invitaron. Porque ni yo, ni otro como yo, podemos acercarnos a la
sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, que estando entre ustedes, hablándoles
cara a cara a los hombres de entonces (sobre el asunto de la predicación de Pablo en
Filipos, ver Hch 16,12-40), enseñó con exactitud y con fuerza la palabra de verdad, y
luego de su partida les escribió una carta; si la estudian atentamente podrán crecer en
la fe que les ha sido dada; ella es la madre de todos nosotros, seguida de la esperanza
y precedida del amor por Dios, por Cristo y por el prójimo. El que permanece en estas
virtudes ha cumplido los mandamientos de la justicia; pues el que tiene la caridad está
lejos de todo pecado.

Que todos lleven una vida digna de la fe que profesan

El principio de todos los males es el amor al dinero. Sabiendo, por tanto, que nada
hemos traído al mundo y que no nos podremos llevar nada (1 Tm 6,7), revistámonos
con las armas de la justicia (ver 2 Co 6,7), y aprendamos primero nosotros mismos a
caminar en los mandamientos del Señor.
Después, enseñen a sus mujeres a caminar en la fe que les ha sido dada, en la
caridad, en la pureza, a amar a sus maridos con toda fidelidad, a amar a todos los otros
igualmente con toda castidad y a educar a sus hijos en el conocimiento del temor de
Dios.

Que las viudas sean sabias en la fe del Señor, que intercedan sin cesar por todos, que
estén lejos de toda calumnia, murmuración, falso testimonio, amor al dinero y de todo
mal; sabiendo que son el altar de Dios, que Él examinará todo y que nada se le oculta
de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de los secretos de nuestro
corazón (ver 1 Co 14,25).

Sabiendo que de Dios nadie se burla (Ga 6,7), debemos caminar de una forma digna
de sus mandamientos y de su gloria.

Igualmente que los diáconos sean irreprochables delante de su justicia, como


servidores de Dios y de Cristo, y no de los hombres: ni calumnia, ni doblez, ni amor al
dinero; sino castos en todas las cosas, misericordiosos, solícitos, caminando según la
verdad del Señor que se ha hecho el servidor de todos. Si le somos agradables en el
tiempo presente, Él nos dará a cambio el tiempo venidero, puesto que nos ha
prometido resucitarnos de entre los muertos y que, si nuestra conducta es digna de Él,
también reinaremos con Él (2 Tm 2,12), si al menos tenemos fe.

Del mismo modo, que los jóvenes sean irreprochables en todo, velando ante todo por la
pureza, refrenando todo mal que esté en ellos. Porque es bueno cortar los deseos de
este mundo, pues todos los deseos combaten contra el espíritu (ver 1 P 2,11), y ni los
fornicadores, ni los afeminados, ni los sodomitas tendrán parte en el reino de Dios (ver
1 Co 6,9-10), ni aquellos que hacen el mal. Por eso deben abstenerse de todo esto y
estar sometidos a los presbíteros y a los diáconos como a Dios y a Cristo.

Las vírgenes deben caminar con una conciencia irreprensible y pura.


Los presbíteros

También los presbíteros deben ser misericordiosos, compasivos con todos; que
devuelvan al recto camino a los descarriados, que visiten a todos los enfermos, sin
olvidar a la viuda, al huérfano, al pobre, sino pensando siempre en hacer el bien
delante de Dios y de los hombres. Que se abstengan de toda cólera, acepción de
personas, juicio injusto; que estén alejados del amor al dinero, que no piensen mal
rápidamente de alguien, que no sean duros en sus juicios, sabiendo que todos somos
deudores del pecado.

Si pedimos al Señor que nos perdone, también nosotros debemos perdonar, pues
estamos ante los ojos de nuestro Señor y Dios, y todos deberemos comparecer ante el
tribunal de Cristo, y cada uno deberá dar cuenta de sí mismo (ver Rm 14,10-12).

Por tanto, sirvámosle con temor y mucha circunspección, conforme él nos lo ha


mandado, al igual que los apóstoles que nos han predicado el Evangelio y los profetas
que nos anunciaron la venida de nuestro Señor. Seamos celosos para lo bueno,
evitemos los escándalos, los falsos hermanos y los que llevan con hipocresía el
nombre del Señor, haciendo errar a los cabezas huecas [kenoys anthrópoys,
literalmente: hombres vacíos].

Advertencia contra el docetismo

Todo, en efecto, el que no confiesa que Jesucristo vino en la carne es un anticristo, y el


que no acepta el testimonio de la cruz es del diablo, y el que tergiversa las palabras del
Señor según sus propios deseos y niega la resurrección y el juicio, ése es el
primogénito de Satanás.

Por eso, abandonemos los vanos discursos de las multitudes y las falsas doctrinas, y
volvamos a la enseñanza que nos ha sido transmitida desde el principio.
Permaneciendo sobrios para la oración (ver 1 P 4,7), constantes en los ayunos,
suplicando en nuestras oraciones a Dios, que lo ve todo, que no nos introduzca en la
tentación (Mt 6,13), pues el Señor ha dicho: El espíritu está dispuesto, pero la carne es
débil (Mt 26,41).

Esperanza y paciencia

Perseveremos constantemente en nuestra esperanza y en las primicias de nuestra


justicia, que es Jesucristo, que llevó al madero nuestros pecados en su propio cuerpo
(ver 1 P 2,24), él, que no había cometido pecado, en quien no se había encontrado
falsedad en su boca (1 P 2,22). Pero por nosotros, para que nosotros viviéramos en él,
lo soportó todo.

Seamos, pues, los imitadores de su paciencia, y si sufrimos por su nombre,


glorifiquémoslo. Porque éste es el ejemplo que él nos ha dado en sí mismo, y esto es lo
que nosotros hemos creído (ver 1 P 4,16; 2,21).

Los exhorto a todos a obedecer a la palabra de justicia, y a perseverar con toda


paciencia, la que han visto con sus ojos no sólo en los bienaventurados Ignacio,
Zósimo y Rufo, sino también en otros de entre ustedes, en Pablo mismo y en los
demás apóstoles. Convencidos de que todos éstos no han corrido en vano (Ga 2,2; Flp
2,16), sino en la fe y la justicia, y que están en el lugar que les corresponde junto al
Señor con los que han sufrido. Ellos no amaron este siglo presente (ver 2 Tm 4,10),
sino a aquel que murió por nosotros y que Dios resucitó por nosotros.

Caridad fraterna (A partir de este capítulo no tenemos el texto griego de la carta, sino
una antigua versión latina)

Permanezcan, por tanto, en estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e
inconmovibles en la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la
verdad, teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no
despreciando a nadie.
Cuando puedan hacer el bien, no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte
(Tb. 12,9). Todos ustedes estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta
irreprensible entre los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la
alabanza y el Señor no sea blasfemado por causa de ustedes (ver 1 P 2,12). Pero
pobre de aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor (ver Is 52,5). Enseñen,
pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos.

El caso de Valente

Estoy muy apenado por Valente, que fue presbítero por algún tiempo entre ustedes, (al
ver) que ignora hasta tal punto el cargo que se le había dado. Por tanto, les advierto
que se abstengan de la avaricia y que sean castos y veraces. Absténganse de todo
mal. Quien no se puede gobernar a sí mismo en esto, ¿cómo puede enseñarlo a los
otros? Si alguno no se abstiene de la avaricia, se dejará manchar por la idolatría y será
contado entre los paganos que ignoran el juicio del Señor (ver Jr 5,4). ¿O acaso
ignoramos que los santos juzgarán al mundo, como lo enseña Pablo? (ver 1 Co 6,2).

Yo no oí ni vi nada semejante en ustedes, entre quienes trabajó el bienaventurado


Pablo, ustedes que están al comienzo de su epístola. De ustedes, en efecto, él se
gloría delante de todas las iglesias (ver 2 Ts 1,4), las únicas que entonces conocían a
Dios, puesto que nosotros todavía no lo conocíamos.

Así, pues, hermanos, estoy muy triste por él y por su esposa, a ellos les conceda el
Señor la penitencia verdadera (ver 2 Tm 2,25). Ustedes sean sobrios, también en esto,
y no los consideren como a enemigos (ver 2 Ts 3,15), sino que vuelvan a llamarlos
como a miembros sufrientes y extraviados. Haciendo esto se construyen a sí mismos.
Recomendaciones finales

Confío en que están bien ejercitados en las santas Escrituras, y que nada ignoran. Yo,
por mi parte, no tengo este don. Ahora (les digo), como está dicho en las Escrituras:
Enójense y no pequen, y que el sol no se ponga sobre su ira (Sal 4,5; Ef 4,26). Feliz
quien se acuerda. Creo que sucede así con ustedes.

Que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y él mismo, el pontífice eterno, el Hijo
de Dios, Jesucristo (ver Hb 6,20; 7,13), los edifiquen en la fe y en la verdad, en toda
mansedumbre, sin cólera, en paciencia y en magnanimidad, en tolerancia y en
castidad. Y les den parte en la herencia de sus santos21, y a nosotros con ustedes, y a
todos los que están bajo el cielo, que creen en nuestro Señor Jesucristo y en su Padre,
que lo resucitó de entre los muertos.

Oren por todos los santos. Oren también por los reyes, por las autoridades y los
príncipes, por los que los persiguen y los odian, y por los enemigos de la cruz (ver Mt
5,44; 1 Tm 2,2; Jn 15,16; 1 Tm 4,15; St 1,4; Col 2,10; Flp 3,18.); de modo que su fruto
sea manifiesto para todos, y ustedes sean perfectos en él.

Un trozo de la primera carta a los Filipenses (Del capítulo 13 se conserva el texto


griego merced a Eusebio de Cesárea, HE III,36,14-15. P. N. Harrison, Polycarp´s two
Epistles to the Philippians, Cambridge, 1936, separó todo este capítulo 13,
considerándolo una esquela de Policarpo respondiendo a una carta de los Filipenses.
El resto de la actual epístola [caps. 1-12.14] sería una carta de consejo y exhortación
escrita más tarde [según Harrison mucho más tarde]. Tendríamos, por tanto, dos
epístolas de Policarpo, las cuales habrían sido reunidas en una sola ya antes de
Eusebio de Cesárea. En la actualidad los especialistas aceptan la hipótesis de
Harrison, pero señalan que la segunda carta [la "larga"] debe colocarse en una fecha
muy próxima a la primera [la "breve"]).
Ustedes e Ignacio me han escrito, para que si alguien va a Siria también lleve la carta
de ustedes. Lo haré, si encuentro una ocasión favorable, sea yo mismo, sea aquel que
enviaré para que nos represente. (Ignacio de Antioquía le había pedido a Policarpo que
enviase un mensajero a Antioquía, a fin de llevarles a los cristianos sus felicitaciones y
animándolos [ver Ep. a Policarpo 7,2; 8,1]. La comunidad de Filipos, según parece, les
había escrito a los Antioquenos con idéntica finalidad. Policarpo responde con esta
primera carta.)

Conforme me lo pidieron, les mandamos las cartas de Ignacio, las que él nos envió y
todas las demás que tenemos entre nosotros. Ellas van unidas a la presente carta, y
ustedes podrán obtener gran provecho; porque ellas contienen fe, paciencia y toda
edificación relacionada con nuestro Señor. Hágannos saber lo que sepan con certeza
del mismo Ignacio y de sus compañeros. ("Les mandamos las cartas de Ignacio." Esta
frase parece indicar que, con mucha probabilidad, muy pronto se formó un corpus de
las cartas de Ignacio. Policarpo no tenía dificultad en reunir todas las epístolas de
Ignacio a las iglesias de Asia. Esto permite conjeturar que no formaba parte del corpus
la carta a los Romanos, que ha sido transmitida de forma independiente. - Desde
"Hágannos saber..." el texto sólo se conserva en latín. "Ignacio y sus compañeros" es la
traducción de "qui cum eo sunt").

Despedida (A partir de este capítulo se retoma el texto, en su versión latina, de la


segunda carta. Crescente no es el secretario de Policarpo, sino el portador de la carta
[ver Ignacio de Antioquía, Rom. 10,1; Filad. 11,2; Esmir. 12,1])

Les escribo esto por Crescente, a quien recientemente les recomendé y ahora (de
nuevo) les recomiendo. Se ha conducido entre nosotros de forma irreprochable; y creo
que lo hará entre ustedes de la misma manera. También les recomiendo su hermana,
cuando ella llegue entre ustedes. Sean perfectos en el Señor Jesucristo, y en su gracia
con todos los suyos. Amén. (También se podría traducir, esta última frase, por
"Compórtense bien en el Señor Jesucristo" [Incolumes estote in domino Iesu Christo]).4

4
http://es.catholic.net/op/articulos/7355/carta-de-san-policarpo-de-esmirna-a-los-filipenses.html

Vous aimerez peut-être aussi