Vous êtes sur la page 1sur 7

Ciencia-ficción, entre Hegel, Dick, Asimov y los otros...

Con Logique de la science-fiction (Lógica de la ciencia-ficción), Jean-Clet Martin prosigue su obra


singular, múltiple, inventando cada vez agenciamientos con otros creadores que son otros tantos
mundos extraños que fuerzan a pensar. Trazando, esta vez, una línea entre Hegel y la ciencia-
ficción, Jean-Clet Martin atrae al filósofo alemán a zonas en las cuales se aventura a través de
mundos plurales, acosmicos, alternativos que alteran los contornos de su filosofía, rediseñando las
fronteras, redefiniendo las implicaciones. Paralelamente, leída a través de los ojos de un Hegel
explorador de nuevos espacios anormales, la ciencia-ficción se confronta con una tensión que la
transforma en un punto de vista sobre el mundo por el cual el mundo deviene otro. Con este libro,
Jean-Clet Martin traza las direcciones de una filosofía especulativa/especular que, contemplando
su rostro en el espejo de la CF (Ciencia-Ficcón), no se apercibe más que bajo los trazos de una
cosa nueva, extraña, deformada, obligada a pensar un mundo múltiple de accidentes, contingente,
un mundo de diferencias donde los posibles existen al mismo tiempo, habitado de un devenir a
escala del universo entero.

Entrevista con Jean-Clet Martin.

¿Cuándo y cómo te has empezado a interesar en la CF y cómo has tejido la relación con la
filosofía?

Mi interés por la ciencia-ficción está ligado a la lectura de Lovecraft, principalmente a La maison de la


sorcière (Los sueños en la casa de la bruja) que explora espacios en los cuales el número de dimensiones
alcanza el vértigo. Muy edificante pero angustiante –y el vértigo ha sido desde siempre un poco mi
asunto. Fue entonces justo después de mi libro sobre Deleuze, en 1993, en el que me enfrenté a un
problema semejante, el de las variedades de espacios que exigen de nosotros un sentido diferente de la
medida. Encontraba que Lovecraft hace referencia a Hegel para considerar este género de ritmo un poco
loco, contradictorio, en un texto sobre métrica poética. El estilo de Lovecraft me hace pensar a veces en
Borges por la brevedad de los textos y, después de un momento, estaba apresado por esta manera
singular de crear “ficciones especulativas”. El verdadero flechazo viene, sin embargo, de la película de

1
Stanley Kubrick que fue una revelación: 2001, Odisea del espacio. Tengo el sentimiento de que he
buscado marcar la estela del monolito sobre el que inicia la película, inscribiendo un cierto número de
nombres, de consignar conceptos que cuentan y que desposan el enigma de esa piedra negra. Hegel, su
concepción de la medida citada por Mitchell y otros grandes nombres de la CF de finales del siglo XIX,
se volvía, en consecuencia, inevitable para entrar un poco en la historia del genero de una manera que no
sea cronológica sino siguiendo un hilo lógico, dialéctico en ciertos aspectos, si se entiende por la palabra
dialéctico una forma de intervenir conflictual. En todo caso Space opera1 me parece que conviene
perfectamente con esta dialéctica diabólica.

En un libro precedente, ya habías llevado a Hegel a una “intriga criminal”. Aquí, en este libro, no
se trata, seguramente, de hacer un comentario o una explicación de Hegel. Me parece que
sumerges a Hegel en una especie de experimentación, que confrontas el texto hegeliano con una
experiencia inédita para él, que lo conduces hasta el límite por el cual se desborda a sí mismo. Es
un poco lo que dices respecto de la CF: es una experiencia de los límites y de más allá del límite. Y
esta experiencia llega hasta lo que dices de la filosofía de Hegel: es una filosofía donde el devenir
prima, donde cada ser se desarrolla a partir de una contradicción inmanente que lo arrastra en un
movimiento de transformación, un devenir otro. Yo diría que tú haces sufrir a los textos de Hegel,
y en particular los que conciernen a la lógica, una experiencia que es la de la CF, como si Hegel
deviniera una especie de nave espacial lanzada al cosmos, afrontando mundos desconocidos por los
cuales ella también cambia, se transforma. ¿Por qué has experimentado la necesidad de recuperar
a Hegel para zambullirlo en esta experiencia? ¿Por qué él y no otro filósofo, como por ejemplo
Deleuze, como habríamos podido de entrada esperar… quizá demasiado?

Partir de Deleuze habría sido una buena manera de proceder pero en una perspectiva quizá demasiado
ideal. Deleuze no conocía los grandes autores de los que yo trato, demasiado joven para interpelarlos.
Para la CF es lo mismo que para el cine que no conocía Deleuze. Deleuze ha tenido el cuidado, en
consecuencia, de tomar a un filósofo como Bergson para entrar en la experiencia del cine y hablar de un
mundo que la filosofía bergsoniana convoca verdaderamente; hablar de las tesis que habrían podido
producir efectos sobre esas imágenes nuevas, tesis que se exponían por completo en Materia y memoria,
el libro más extraño de Bergson, aunque de manera indirecta. Entonces Hegel, su Lógica tan poco lógica
era inevitable no sólo porque había escrito sobre él, sino porque su nombre es invocado en ciertas
novelas de CF, para mi sorpresa, debo decirlo. Hegel es, en efecto, el pensador del devenir y de la
contradicción que hacen salir al ser de su reserva, un ser aprisionado sin cesar en el margen por la
destrucción, la nada, la intrusión de un alien –alienación es su concepto- que sin cesar reclama un
problema por resolver, una salida por abrir, por encontrar. He leído muy joven a Hegel, quizá sin
comprenderlo, de suerte que la ciencia-ficción propone otro retrato muy diferente del retrato al que nos
hemos habituado, retrato tan horrible que se esfuerza en hacerlo el pensador totalitario de la totalidad.
Pero, de hecho, el sistema de Hegel nunca se cierra, a imagen del ciclo de Asimov que hace de la
fundación igualmente un derrumbamiento. El círculo se rompe. Pero sí, la confrontación de Hegel con
la ciencia-ficción modifica todo y me lleva a una reescritura de la Lógica, un poco como, en Borges,
Pierre Ménard reescribe el Quijote. Pero con la diferencia de esta replica, la tomo sobre una variación
que lleva a Hegel a renovarse por los ciclos de la CF. Entonces, lo que es deleuziano en esta historia es,
como dice Deleuze en alguna parte de una carta, que “la lectura de un autor sólo tiene interés a través de
la recreación”. Bergson es salvado por Deleuze del espiritualismo un poco polvoriento del siglo XIX
cuando entra en el cine… diría lo mismo para Hegel: la cantinela, la circularidad se descentran cuando

1
.- Subgenero de la CF. Se trata de novelas de aventuras en escenarios propios de la CF.

2
entran en los grandes ciclos de la CF: “ciclo de los robots”, “ciclo de la fundación”, etc. También,
haciéndose nave espacial, la Lógica conocerá extrañas metamorfosis. Un Hegel que no es solamente
filosóficamente barbudo, sino hologramático y espectral bajo esta iluminación del porvenir.

Si Hegel entra en tu libro en un agenciamiento con la CF que vuelve posible para el texto hegeliano
una experiencia inédita para él, al mismo tiempo los libros de CF que tú convocas son sometidos a
una experiencia inédita que extrae de ellos lo que contenían pero que la experiencia pone al día: un
punto de vista sobre el ser, el devenir, la pluralidad, etc. ¿En qué esos puntos de vista sobre el
mundo que tú extraes de la CF, son propios de la CF? Por mi cuenta, podría retomar respecto de
la poesía muchas cosas de las que dices respecto de la CF. Al inicio del libro, escribes que “la
ciencia-ficción realiza una prueba terrible cuando penetra de repente en la noche infernal,
sideral”. Para mí, esta experiencia de lo que llamas “la noche” es la de la poesía. ¿Piensas
consagrar algún día un libro a otras formas de literatura y que se relacionaría con lo que haces
con Hegel y la CF, aún si en un sentido ya lo has hecho con Borges?

Si, la poesía conoce una experiencia de los límites, que impera según un empirismo radical. Y creo que
lo has mostrado bellamente en tu libro a partir de Lovecraft, Théorie des Multirêves. Por mi parte hay
relaciones que intento tejer entre Igitur de Mallarmé y Prometheus de Ridley Scott. Pero los medios no
son los mismos. La poesía no es de la misma textura, ni del mismo formato, ni del mismo ritmo. Sería
como reducir, por ejemplo, el cine a la opera o aún al relato. Sabemos que algo pasa en el cine que le
pertenece en propiedad. Es la gran dificultad que debe afrontar aún Deleuze. Podríamos reprocharle en
efecto que si el salva el cine de la sumisión a la narración, a la historia contada insistiendo más bien
sobre el montaje como procedimiento especial, desconocido en la literatura, la filosofía interviene, sin
embargo, en su lectura a través de Peirce quien impone la signaléctica. Entonces la originalidad primera
parece sostenerse por la sumisión al concepto cuyo valor no es mejor… es la razón por la que Deleuze,
al final, está obligado a decir que no ha hecho una historia del cine y que el cine no entra en un concepto
sin perder, de entrada, su originalidad.

Igualmente en mi lectura de la CF esta no es una historia unificada por un tiempo, un lugar, una acción.
La space opera concierne a dimensiones infinitas. Me parece que la Lógica produce procedimientos y
signos que no se encadenan de la misma manera que el poema y según materias de las que Hegel permite
pensar el desarrollo, las series, los entrecruzados prácticos que están lejos de reducirse a la filosofía. Son
los cruzamientos, las vecindades, los agenciamientos que testimonian “la crisis de las fundaciones” pero
entre nosotros entrando en espacios de los que Hegel no tenía ninguna idea. En esos espacios de la
ficción especulativa, Borges aparece, en efecto, como un gran autor, y haces bien en recordarlo. Le he
consagrado un libro que quería desarrollar sus tesis sobre el relato y el poema, muy diferentes de lo que
Ricœur o aún Rancière podían decir de la ficción, del tiempo contado según la representación aristotélica
o agustiniana. Pero la intriga de la lógica de Aristóteles, su organum está destronado desde hace mucho
tiempo, y es de esta deconstrucción de la que da testimonio la nueva Lógica de Hegel, ella que juega con
la contradicción, el tercero-excluido y la identidad vuelta problemática. Borges y Hegel forman una
pareja maravillosa que sería necesario realizar por intermedio de un libro.

Si voy a lo que tú privilegias en Hegel y que lo hace un autor particularmente pertinente para
poner en relación con la CF, eso es una cierta lógica de la diferencia, puesto que tú ves también en
la CF una lógica de la diferencia. Encuentras en Hegel una lógica de la diferencia la cual es
interna, inmanente. Me parece que es esta lógica de la diferencia la que persigues a través de lo
que escribes. ¿En qué es Hegel un autor particularmente interesante para pensarla? ¿Qué es lo

3
que, en esta lógica de la diferencia, sería propio de Hegel respecto de otro de tus autores
predilectos como es Gilles Deleuze?

Deleuze y Hegel no son el mismo universo. Hegel no tenía, como Deleuze, una idea del Caos. Sigue
siendo un pensador del infinito. Creo que la CF declina su movimiento en el medio, si puedo decirlo, en
la punta de una vertiente donde infinito y caos se cruzan como en una curva, en una trayectoria que
puede arrancar al caos una figura. Tenemos ahí un límite que la ciencia-ficción afronta embarcando a
Hegel en una aventura de la que vuelve a salir irreconocible –y casi ya como bergsoniano o deleuziano.
De todas maneras en la obra de Deleuze hay una complicidad que él muestra por ejemplo en ¿Qué es la
filosofía? Principalmente en torno a la pregunta “¿Qué es pensar abstractamente?”. Pregunta para la cual
se refiere de manera explícita a Hegel –y en muchos pasajes, como cada quien podrá verlo si se toma el
trabajo. Lo propio de Hegel, en todo caso, era decir que el juicio, el silogismo está en las cosas y no en la
representación. Un imán muestra una oposición que no es la del entendimiento. Rompiéndolo en muchos
pedazos, los dos polos magnéticos se reconstituyen en cada pedazo. Y entonces, la diferencia no es ya la
del juicio, a menos que se diga que son las cosas mismas quienes juzgan a su manera. Vemos entonces
que hay una forma de espíritu en la materia. He aquí un vitalismo que Deleuze y Hegel comparten
indudablemente. Y esta materia-espíritu constituye realmente la fuente de las novelas de ciencia-ficción
como ninguna otra literatura lo ha experimentado. Es, me parece, lo que mi ensayo consigue mostrar en
detalle. Después, seguramente, se pueden escandalizar por la osadía de relacionar a Hegel/Asimov. Pero
hay que decir que son los mismos que se escandalizan cuando Deleuze compromete la pureza
bergsoniana con el carácter demasiado prosaico del cine. Para mí lo prosaico no es nunca demasiado y
Hegel sólo revive afrontando la contingencia que hace lo real. Bueno, para mí es una razón suficiente
para festejar por fuera de la Universidad el 200 aniversario de la aparición de la pequeña lógica en 1817.
Vamos alegremente por una exclusiva que se llamaría “Lógica de la enciclopedia, 2017”…

En tu libro expresas admiración por muchos autores de CF, en particular: Philip K. Dick,
seguramente, pero también Asimov y otros. ¿Podrías decirme lo que te interesa en cada uno de
ellos? ¿Podemos comenzar por Philip K. Dick ?…

Eh bien, con él, estamos de lleno en la cuestión del derrumbe. Derrumbe del espíritu que desciende a las
peores vilezas de lo real. Al punto de hacer la experiencia de un tiempo quebrado, de un mundo en
perpetuo estado de bifurcación, no sin hacernos tartamudear, el espíritu deviene indiscernible de la
materia. Decimos que espíritu y materia son los “dos atributos de una única sustancia”. Pero, en lugar de
aspirar a la gloria y la beatitud de quien asciende a los niveles ascensionales de la razón, en lugar de
escalar “los géneros de conocimiento” escalonados hacía lo alto, asistimos con él a un despropósito
mayor, a un agotamiento de las facultades que entran en el umbral del desvanecimiento. Derrumbe
central de donde surge una visión especial, estroboscópica, que es como la pulsación del mundo. Un
spinozismo invertido. Esta fórmula me place, porque Hegel también es un spinozista que práctica la
escalera en lo que tiene de más vertiginoso. Podríamos re-escribir Vértigo y filmar la escena antológica
de la escalera con un Dick de bolsillo, Ubik, para no nombrar más que uno. No es el más profundo de los
escritores sino el más contemplativo. Hoy en día es una figura tan importante, tan imprescindible como
Kafka o Joyce, guardadas las proporciones, por el reconocimiento de su diferencia.

Asimov ?

Es enorme. Él era amigo de un filósofo, Gotthard Günther, que hizo su tesis sobre Hegel e igualmente
había escrito textos sobre cibernética. Es el punto de paso entre La lógica y El ciclo de Fundación. Ahí
tenemos una obra colosal, escrita, traducida a veces en Francia por Michel Deutsch, que es un

4
hölderiniano patente, amigo de Lacoute-Labarthe y que ha sabido animar un sentido trágico. Pienso en
particular en Un guijarro en el cielo. Imposible entrar aquí en El ciclo de Fundación que habría que leer
en plural en tanto el fundamento pierde su razón. El libro más fuerte, filosóficamente hablando, tiene por
título El fin de la eternidad. Título paradójico en el cual Asimov, como haría un Borges en lo mejor de
su forma, rompe el círculo vicioso de la circularidad hegeliana. Es difícil dar cuenta de esto en unas
pocas palabras, pero he aquí una cita para encarrilar la curiosidad del lector: “Harlan escuchaba
intensamente, cogido por la visión de un poderoso círculo en el tiempo, encerrado sobre sí mismo y
atravesando la Eternidad sobre una parte de su recorrido (…). ¡Círculo completo! ¡Círculo completo! y
ningún medio para Harlan de romper el círculo en un único y último desafío (…). El círculo gira y gira
sin cesar”. Toda la cuestión del relato será enseguida “¿puede romperse el círculo?”. Un momento
particularmente fuerte, más impactante que la Dialéctica negativa de Adorno y que hace de Asimov un
potente lector de Hegel dotado de una imaginación de la que no tenemos realmente idea.

Poul Anderson

Quisiera decir que es una cima del género. Hay, principalmente, un texto que nos lleva fuera del círculo.
Se trata de Tau cero. Quizá el libro más acabado que intriga hasta a los astro-físicos, por ejemplo a
Roland Lehoucq quien intenta explicarnos en un postfacio el “factor de Lorentz”. Habría que preguntarle
a Aurélien Barrau que nos dice de ese libro, de hecho original, del cual James Blish dirá que se trata del
“relato de ciencia-ficción último”. En todo caso, descubrimos una nueva articulación de lo finito y lo
infinito. Ninguna necesidad de un tiempo infinito para atravesar el espacio intersideral. Basta una vida
finita para hacerlo. Entre 1 y 2, aún si podemos dividir al infinito las fracciones y las etapas del recorrido
tal como hace Zenón, podemos franquear la abertura, y esta manera de resolver la paradoja de Zenón, en
la práctica con una nave espacial capaz de acelerar sin cesar para alcanzar una velocidad que contrae el
tiempo. Entonces, usted o yo, entre el nacimiento y la muerte, podríamos ampliamente recorrer el
universo en su totalidad y quizá reunir otro, recomenzar una vida en otra parte, en un mundo cogido en
otros universos. Es esta persecución infernal de lo infinito en una nave finita lo que constituye una
puerta-cerrada capaz justamente de conducir el género hacia la puerta… se trata de la puerta-cerrada
como tal, la de la supresión de los muros… una versión del Misterio del cuarto amarillo llevado hasta
los confines del cosmos.

Van Vogt

Es muy diferente, evidentemente, pero El ciclo de los no-A traducido por Boris Vian en Francia ha sido
un temblor de tierra en la literatura. Es un libro sobre la identidad, sobre el principio de identidad que se
encuentra destrozado por un relato totalmente exterior a cualquier cronología. En el título que acabo de
evocar “no-A” significa “no aristotélico”. Pero aún en lógica –la escritura de la A precedida de un signo
de negación-, se asume la idea de que A no es igual a A. y, por encantamiento, vemos animarse la
Lógica de Hegel en un cartoon de hecho especial. He insistido sobre este libro, que es menos placentero
quizá que los que he evocado hace un momento, tan rudo, pero que se encuentra realmente inscrito en
una época: la de la crisis de las fundaciones que recorre de Hegel a Russell. El personaje principal de
este libro es un muerto-viviente o un espectro que es “el mismo” y “su otro” y que parte al encuentro de
su máscara mortuoria atravesando el sistema solar. Se trata de una forma de identidad que se conquista
migrando por muchos cuerpos, como lo hacemos todos a través de la replicación celular y el cambio
perpetuo de nuestros tejidos. Pero en el relato de Van Vogt, ese movimiento se exacerba locamente,
atenazado por la constante amenaza que nos empuja a preguntarnos sin cesar si, en efecto, ¿“yo es otro”?

Vernor Vinge ?

5
Es el más deleuziano de los autores de ciencia-ficción. Procede por mutas. Si queremos comprender lo
que es una multiplicidad, el libro que hay que leer es: Un fuego sobre el abismo, que es una increíble
novela que concierne a los agenciamientos entre cuerpos como un conjunto de bailarines que se
componen según lazos inorgánicos pero de una potencia de vida capaz de franquear las fallas del tiempo.
Es una morfogénesis aplicada pero en una forma novelesca raramente alcanzada. En Un abismo en el
cielo, encontramos esas mutas pero el relato tiende hacia otras multiplicidades, principalmente las de las
imágenes y sus asociaciones en el espíritu para formar encadenamientos, de mundos de los cuales desde
Hume no teníamos idea. Es un excelente viaje que conmociona completamente nuestro sentido de la
experiencia, de la unidad y de la diferencia…

Robert Charles Wilson ?

Wilson entra en la ciencia-ficción de un modo que me gusta particularmente. Da una visión de la historia
serial o en espiral como lo vemos en Vortex. Es el autor de los universos múltiples y compone
permanentemente relatos desmembrados por el pluriverso. Un texto magistral lo conduce a una reflexión
sobre lo viviente que se ubica en el pináculo de la CF. Se trata de Bios donde el nombre de Hegel
interviene por todas partes para describir la lucha entre el adentro y el afuera. En la coyuntura, se trata de
una estación espacial instalada en un planeta hostil. Pero nada resiste, el modelo de la resistencia al que
la técnica le da la preferencia no sabe nada de la resistencia viral, de los intrusos que vienen a romper el
aislamiento inmunitario. Para Wilson no hay mónada, ninguna cabina para encerrar una estación espacial
del juego vital de los intercambios parasitarios. Creo que en ese libro funciona una nueva lógica, la del
encuentro entre composiciones incompatibles que encuentran, de manera viral, la capacidad de entrar en
contacto, perforando cualquier muralla, la más radical, la más estéril. Ni el fuego ni el ácido podrán
nada. Me parece que es el autor de una lógica vitalista que persigue la relación conflictual de lo viviente
en la obra de Hegel. La vida sobrevive por todos los medios y compromete sacrificios a nombre del
mismo amor por lo que nos destruye. La manera en que Derrida concibe la hospitalidad no está lejos de
esta visión extremadamente atormentada que concierne a un mundo inhabitable.

Habría otros, pero para terminar esta pequeña lista, pienso en un autor que, como lo sabes,
también me interesa, aún si no es exactamente de CF, pero es un autor del cual hablas, es
Lovecraft.

Creo que Lovecraft ha entrado ya en el mito. Es el autor de una nueva mitología que podría rivalizar con
la de los griegos e inscribirse como su reverso en La filosofía de la mitología de Schelling. De todas
maneras ya ha entrado en nuestros sueños. Tú libro reciente en torno a él es el signo y hace constar la
fuerza de contagio de su mito. Por lo demás el embruja mis propios sueños, como si no fuésemos el sí
mismo autor de lo que se sueña, el sujeto del sueño, sino que se cayera dentro, que se fuera a buscar las
imágenes que no son de nosotros. Y es por todas partes ese tema del sueño que ha llegado a agitar mis
propias noches, principalmente en Enfer de la philosophie a propósito del sueño de Lovecraft que he
soñado a mi vez, bajo el nombre de Windgate que, en El abismo del tiempo, procede a una excavación
arqueológica y encuentra los trazos de lo que había visionado en sus recuerdos oníricos, venidos de otro
tiempo, antediluvianos, por así decirlo. Encontramos motivos de ese género en la CF que desarrolla
frecuentemente el tema de la arqueología extra-terrestre, un género bastante bien logrado que he tocado
superficialmente sobre la novela de Jack McDevitt, Las máquinas de Dios.

Si vuelvo a lo que decía hace un momento, a saber que me parece que, de manera central, lo que te
interesa es una lógica de la diferencia, con todas las implicaciones que entraña, lo que me asombra
en tu camino es que tú trabajo en general reposa siempre, casi siempre, sobre un pensamiento que

6
está asociado, que se desarrolla en asociación con otros, que avanza en el interior de
agenciamientos que inventas para cada uno de tus libros: el agenciamiento Borges, el
agenciamiento Deleuze, el agenciamiento Derrida, Foucault, el agenciamiento Van Gogh, el
agenciamiento CF, etc. Y sobre el agenciamiento Hegel. Este correspondería a lo que es central en
Hegel, a saber, la idea de que lo que es no se desarrolla más que en relación con otra cosa que no
está, o aún en la idea de encuentro o agenciamiento de Deleuze. Seguramente, aún si las cosas no
toman necesariamente en otros la forma que toman en tu caso, me parece que se crea siempre en
una relación con otra cosa que con sí mismo, incluyendo al otro en sí, lo que hace de la creación
literaria o filosófica esencialmente un devenir. ¿Por qué insistes en construir y exhibir tales
agenciamientos? ¿No piensas posible, o deseable, por tu cuenta hacer un libro donde tú filosofía
sea expuesta de manera más directa, como una especie de Ética o de Enciclopedia?

Digamos que la relación directa, no creo en ella para nada. Schopenhauer no hace otra cosa que
comentar a Kant, Kierkegaard, piensa continuamente en Hegel, Deleuze está en Spinoza en el momento
de Mil Mesetas. Los autores de los que yo desconfío más son aquellos que se apropian todo lo que no
han hecho como si acabaran de descubrirlo bajo su pluma, aquellos que inundan las exposiciones y que
compulsan sin decirlo todo lo que en otros ha tomado mucho tiempo en reunir. Es, en todo caso, de
manera artificial que un autor cree hablar a nombre propio. Un arte de suprimir las referencias y de
lustrar el cuadro para despejar el trazo del otro. Yo, el trazo, la huella, ese es mi método. Hago una
filosofía indirecta pero que toma un estilo extremadamente directo y percutiendo por la formula violenta
y la escritura inspirada. Al menos muy trabajada. El trazo de otro, el archi-trazo, la imposibilidad de
plantearse en sí, es verdaderamente lo que me interesa en filosofía, digamos que es mi exigencia vital. Y
esta exigencia es también la ocasión de un libro “central” que es una especie de evolución creadora de lo
visible: Le corps de l’empreinte, publicado en Kimé. He escrito ese libro, muy importante en mi trabajo,
antes de leer a Derrida, y Derrida es un encuentro que se impone a partir de ese texto extraño, libro doble
puesto que Francois Rouan lo ha ilustrado, él que se hace mi cómplice y me hará encontrar
indirectamente a Derrida, entonces la moda que consiste en hablar de sí mismo es finalmente el género
más común, que impone violentamente una opinión personal como verdadera: “yo sostengo que”, “me
parece crucial”, “mi tesis”, etc. Todo eso no tiene ningún interés. Huyamos de quien se toma por un
original que busca la adhesión de algunos discípulos. Sorprende que tales libros sean publicados.
Entonces sí, me gusta iniciar recorridos que buscan en otra parte a otro, comenzando por mí mismo: un
precursor por inventar para despersonalizarme de entrada y despersonalizarlo a su vez. Es El ciclo del
no-A recorrido por mi propia línea de vida. Es verdad que más joven soñamos mal. He soñado escribir
una ética para sentar un territorio. He terminado por escribir una lógica que entra en el archivo de la CF.
Y, en ese archivo, hay, evidentemente, otros textos anteriores que resuenan, por ejemplo La imagen
virtual, uno de mis primeros libros, todavía demasiado personal pero, sin embargo, eficaz en su género.
Y pues todo termina en el infierno, como otro de mis libros, de acarrear el riesgo: Enfer de la
philosophie, o aún, porque no, Le mal et autres passions obscures que hace de todo viaje el gesto de una
trasgresión. Yo no sé entonces de que estará hecho el siguiente, y más duramente, no sé de qué están
hechas mis dos novelas publicadas por Léo Scheer… ¿Habrá una tercera? ¿Cómo continuar? Creo que
habrá un segundo libro sobre la CF que no es una continuación sino que oscilará entre “lógica y sobre-
existencia”, sin duda más todavía en el cine. El azar es soberano, me parece, en este tipo de recorrido. Él
es la sacudida o el pródrome de la necesidad.

Entrevista realizada por Jean-Philippe Cazier publicada en la revista Diacritik

Publicado el 23 de diciembre de 2017 por J-C Martin

Vous aimerez peut-être aussi