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Alma de la toga, escrito por Ángel Ossorio y Gallardo (Abogado y político español).

La primera edición de este libro


fue publicada en 1919; la segunda, en 1922 y la tercera en 1929. El libro primeramente está dedicado a sus hijos y a
toda persona que aspira obtener una carrera de Derecho, fundamentándose en el hecho de no querer plantear unas
reglas o normas de comportamiento de un abogado sino que escribe subjetivamente un pequeño ensayo de cómo era
vista la carrera de derecho en aquellos tiempos, y de aclarar dudas de cuál era la Función Social de un Abogado que
ningún otro libro lo expresa sino simplemente lo que Ley estipula. Redacta este libro a sus veinticinco años de carrera
y donde expresamente explica que su emoción por la carrera no era la misma para cuando la comenzó, y expone sus
razones en sus 12 capítulos

El primer capítulo titulado “Quien es Abogado” se enfoca en determinar la distinción entre que es un “Licenciado en
Derecho” y un “Abogado”, debido a que en aquellos tiempos se notaba que cualquiera era llamado Abogado por lo
que el concepto de tal estaba bastante impreciso, si bien Licenciado en Derecho era todo aquel que no peleaba por la
justicia, que no honraba su carrera y que era simplemente el titulo otorgado por la universidad, siendo esta para él un
instituto que imparte una preparación limitado a la historia, la ley, y a toda una lista de conceptos para que el estudiante
salga con alto grado sabiduría pero como un “teórico pedante”, para él la cultura y la ciencia iban de la mano, ya que
esta última no es más que un ingrediente. Un verdadero abogado es aquel que actúa con conciencia, el hábito, la
educación, el que relacionaba la realidad con su carrera, quien tenía una disposición psicológica para desarrollarla.
“Fijémonos en un ejemplo característico. Habrá en Madrid 10 ó 12.000 Licenciados en Derecho; de ellos figuran
incorporados al Colegio unos 2.500; ejercen 600 ó 700; merecen de verdad el concepto de Abogados 200 ó 300; y
se ganan la vida exclusivamente como tales dos docenas. ¿Será justo llamar Abogados a los 12.000 y distribuir sus
glorias o sus crímenes entre los contados centenares que consagran su existencia al ejercicio diario de la profesión?

Su segundo capítulo llamado la “Fuerza del Interior” recalca la ideología de confiar en sí mismo, ya que según él, a
lo largo de los estudios y de la carrera siempre se encontrara con malos comentarios, agresiones psicológicas y grandes
críticas, que es común ya que vivimos en un sistema contradictorio, donde lo que tu defiendes no siempre será lo que
todos defendemos, sin embargo el planteo que la receta es única: fiar en sí, vivir la propia vida, seguir los dictados
que uno mismo se imponga..., y desatender lo demás, ya que el momento en que pierdes en un proceso judicial no
podemos excusarnos diciendo: «Me limite al juicio de A; me desconcertó la regaño de X; me dejé seducir por el
halago de H.» en ese simple momento toda la responsabilidad es sólo nuestra, así que en esta carrera actúa el alma
sola, es decir a tu propia conciencia, por tus actuaciones y tus decisiones.

Continuando con su tercera parte “La Sensación de la Justicia” da grandes explicaciones acerca de lo manejable
que pueden ser los asuntos legales bajo amenazas y represiones, y es por ello que un buen Abogado siempre debe
actuar bajo la realidad, él planteaba que al Abogado debe conocer la vida, si bien el Derecho positivo está
expresamente en los libros. Se buscan y se estudian. Pero lo que la vida pretende no está escrito. La persona que
posee creencia, serenidad, amplitud de miras y de sentimientos para advertirlo, será Abogado; quien no tenga más
inspiración ni más guía que la de las leyes, será simplemente un seguidor. Es aquí donde fundamenta el título de este
capítulo ya que escribía que la justicia no es fruto de un estudio, sino de una sensación. Y que el abogado debe pelear
por lo justo, por lo que el mismo detalla en la realidad, que está bien y que está mal.

Por cuarto esta “La Moral del Abogado” donde planteo que el principio más significativo de la carrera de derecho
era la Moral, un concepto que estaba bastante deteriorado incluso por los mismo abogado, se decía que un abogado
era aquel perspicaz ya que hacía ver “lo negro, blanco” porque cambiaba la realidad a su forma, por lo tanto se podía
igualar lo justo con la maldad. Sin embargo la verdad era otra; la Abogacía no se funda en la inteligencia del ingenio,
sino en la honradez de la conciencia, siendo esto la clave de la carrera, y lo demás, puede ser muy interesante, pero
presenta siempre caracteres subjetivos y secundarios. De aquí se desenlaza un momento crítico en relación a la ética
es el de aceptar u oponerse a un asunto que para nosotros sea malo, el planteaba que lo correcto a la hora de la toma
de decisiones era siempre estar comprometidos con la paz social, el prestigio personal y hasta la rendición de cuentas
en la Eternidad, así que hay que recordar que toda la responsabilidad siempre será nuestra, todas nuestras actuaciones
son a nuestro criterio y hemos de atenemos a ello y sólo por él nos hemos de guiar.

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