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El ‘punto para el marido’ no es solo un

horrible mito del parto


Cuando reparan episiotomías o rasgados vaginales producidos en durante el parto, algunos
médicos dan un punto extra “para papá”, con consecuencias dolorosas para las mujeres.

“Venga, vamos a poner un puntito más para asegurarnos de que queda bien prieto”. Es lo
que el médico de Sarah Harkins le dijo a su marido momentos después de haber dado a luz
a su hija en 2005.

“Yo estaba completamente ida física, emocional y mentalmente. El médico se lo dijo a él.
No a mí… Yo estaba ahí tumbada como un bulto”, recuerda Harkins, doula y asistente de
lactancia basada en Nueva Orleans.Tras una traumática inducción al parto, una epidural
puesta demasiado tarde como para que aliviara nada, y una extracción forzosa del bebé,
Harkins quedó horrorizada al darse cuenta de que el médico que tan cuidadosamente había
elegido para atender su parto le estaba dando un “punto para el marido”.

El punto para el marido, o el punto para papá, es un punto de sutura extra que se da durante
el proceso de “reparación” de una episiotomía o un desgarro producido en un parto vaginal,
supuestamente para estrechar la vagina y así aumentar el placer de una pareja sexual varón.

La idea del punto para el marido ha recibido algo de atención recientemente tras la
publicación de la historia de Carmen María Machado “The Husband Stitch” y las
respuestas que ha suscitado.

¿Es un mito? ¿Una broma ofensiva? ¿Una leyenda urbana? ¿La combinación del bocaoreja,
el malentendido y actitudes machistas? Para algunos, la sola idea de un punto para el
marido es una estupidez que no se basa en la realidad del cuidado médico.

No hay estudios científicos que muestren cuantas mujeres se han visto afectadas, ni hay un
método claro para evaluar cuán extendida está esta práctica en la obstetricia. Pero las
mujeres comparten sus historias como si fueran anécdotas, susurradas a modo de aviso.

La prueba está en las palabras de las mujeres. Y a veces también está cosida en sus cuerpos.
Angela Sanford, una madre de 36 años que vive en Fort Mill, Carolina del Sur, recibió un
punto para el marido cuando dio a luz a su primer bebé en 2008.

No se dio cuenta hasta pasados 5 años, tras años de dolores insoportables durante el sexo.

Durante una citología con una enfermera matrona que nunca la había atendido antes,
Sanford cuenta que lo primero que le preguntó la enfermera le preguntó al examinarla fue:
“¿Quién te cosió tras tu primer parto?”

“Se lo expliqué y me dijo, ‘Esto no está bien’. Empecé a llorar y le pregunté si podía
decirme lo que no estaba bien. Porque yo sabía que algo no estaba bien”, continuó Sanford.
“Y esa fue la primera vez que escuché el término del punto para el marido”.

La enfermera matrona de Sanford notó que la costura que le había hecho el médico que la
asistió en su primer parto era “demasiado prieta”. Fue un parto sin medicar con dos horas
de empujones dirigidos por el doctor y un rasgado de cuarto grado.

“Te hizo lo que alguna gente llama punto para el marido”, recuerda Sanford que dijo la
enfermera. “En mi cabeza no pude hilar el porqué del nombre. Mi enfermera dijo, ‘piensan
que algunos hombres lo encuentran más placentero'”, añade. “Mi marido ha estado muy
preocupado por mi todo este tiempo y con miedo de hacerme daño. Él nunca habría pedido
que me hicieran esto.”

“El simple hecho de que haya una práctica llamada el punto para el marido es un ejemplo
perfecto de la intersección entre la cosificación del cuerpo de las mujeres y el cuidado
sanitario”. -Stephanie Tillman, Enfermera Matrona.

La historia de la episiotomía: de popular a desaconsejada.

Para Stephanie Tillman, enfermera matrona de la Universidad de Illinois en Chicago, y


autora del blog The Feminist Midwife (La Matrona Feminista), la sola idea del punto para
el marido representa la constante misoginia inherente al cuidado médico.

“El hecho de que exista siquiera una práctica llamada el punto para el marido es un ejemplo
perfecto de la intersección entre la cosificación del cuerpo de las mujeres y el cuidado
sanitario. Por mucho que intentemos eliminar la sexualización de las mujeres del cuidado
obstétrico, el patriarcado va a encontrar la forma de colarse”, afirma Tillman.

¿Qué haces cuando eres confrontada por el patriarcado nada más dar a luz?

Harkins, de 37 años, recuerda cómo se rió de la frase de su doctor —y ante la imagen del
“viejo y rudo doctor del ejército” cosiéndola de más para dar más placer a su marido. “No
pude ni siquiera procesarlo, pero creo que me reí, porque en realidad ¿qué haces cuando
alguien te dice algo así? Acababa de tener un bebé, no lo pensé mucho porque toda la
experiencia del parto había sido muy traumática, pero ahora lo veo de otra manera, las
implicaciones que tiene son una locura”.

Puede que los puntos para el marido hayan sido más comunes cuando las episiotomías
todavía eran rutinarias durante los partos vaginales. Una episiotomía es un corte quirúrgico
hecho en el perineo —la zona entre la vagina y el ano— que normalmente sirve para
ensanchar la vagina y facilitar el parto.

Desde al rededor de los años 20 del siglo pasado en adelante, la popular creencia médica
era que una episiotomía hacía un corte más limpio y más fácil de reparar y de curar que un
desgarro. La lógica también era que la episiotomía evitaba el desgarro perineal. Los
rasgados durante los partos vaginales se clasifican en grados del primero al cuarto.”En los
50 y los 60 se enseñaba a la gente que las episiotomías rutinarias eran buenas para la
mujer”, afirma el Dr. Robert Barbieri, jefe de obstetricia y ginecología y biología
reproductiva del Brigham and Women’s Hospital de Boston.

“Lo que se pensaba era que si hacían una episiotomía rutinaria, tendrían la oportunidad de
repararla y de que durante la reparación podían crear un perineo mejor. La idea era que las
cosas se podían dejar “más prietas”.

Se estima que en 1983, más del 60% de las mujeres ya habían pasado por una episiotomía
en los Estados Unidos.

Pero a comienzos de los 80, se publicó una investigación de alto nivel sobre las
episiotomías, que demostraba que las episiotomías rutinarias causan justamente los
problemas que se pensaba que evitaban, dejando a muchas mujeres con más traumatismos
en los tejidos y otros problemas a largo plazo, incluyendo relaciones sexuales dolorosas.

En 2005, un análisis sistemático publicada por el Journal of the American Medical


Association no encontró ningún beneficio en el uso rutinario de episiotomías. Un análisis
realizado en 2017 por Cochrane “no pudo identificar ningún beneficio para la madre o el
bebé en las episiotomías rutinarias”. Hoy en día, el Colegio Americano de Obstetras y
Ginecólogos recomienda que los clínicos “prevengan y gestionen” las laceraciones propias
del parto con estrategias como los masajes y las compresas calientes, en lugar de hacer
cortes en el perineo.

Las nuevas directrices han impactado los partos en los Estados Unidos. En 2012, se
practicaron episiotomías sólo en el 12% de los nacimientos, comparado con el 33% en
2002. [Nota que añadimos y que no forma parte de la traducción: en España, en 2012 el
porcentaje de episiotomías estaba en un 72% en los hospitales privados y en un 57,7% en
los públicos. Conclusión: España sigue en los años 50 y 60 del siglo pasado en lo que a
obstetricia se refiere.]

Todavía se practican episiotomías y pueden estar indicadas clínicamente en algunas


situaciones, como cuando se necesitan ventosas o forceps. Sin embargo, a menudo la
decisión de si hacerlas o no se basa en la experiencia, la práctica, la preferencia y la
comodidad del obstetra.

“Todavía hay médicos que lo hacen rutinariamente y, por alguna razón, piensan que es más
limpio y mejor para la gente, a pesar de todos los estudios que dicen lo contrario. Lo hacen
como les da la gana”, afirma Tillman. “Es esencialmente una forma de poder que ejercen
sobre los cuerpos de las mujeres, como diciendo ‘Los médicos podemos hacer esto bien
pero tu cuerpo no puede'”.

Las investigaciones también apoyan esto. Un estudio de 2015 en el Journal of Maternal-


Fetal & Neonatal Medicine halló que ‘el médico que atiende añade un efecto independiente
significativo al modelo de riesgo de episiotomía”.
En los Estados Unidos, hay una variación sustancial en los índices de episiotomías
dependiendo de la localización geográfica, el hospital e incluso el tipo de seguro que tiene
la paciente. También se descubrió que las mujeres blancas tenían más posibilidades de que
les hicieran una episiotomía que las mujeres negras, según un estudio publicado en 2015 en
el Journal of the American Medical Association.

Otro estudio que investigaba el uso de las episiotomías rutinarias en Camboya, demostró
que la creencia de que “las mujeres pueden tener una vagina más prieta y más bonita” era la
razón dada por los médicos para practicarlas.

Para algunas mujeres no es su situación médica la que decidirá si su tejido genital será
cortado durante el parto, sino las variables sociales y culturales que se escapan de su control
e incluso de su conocimiento.

“Me sentí traicionada porque le hicieron a mi cuerpo algo innecesario y que yo no pedí” -
Angela Sanford, que recibió un “punto para el marido” tras dar a luz en 2008

El dolor del punto extra que no desaparece

Independientemente de si sucede un desgarro de manera natural o como resultado de una


episiotomía, nose puede hacer que una vagina sea más prieta con los puntos, según la
obstetra y ginecóloga Jesanna Cooper.

“Un ‘punto para el marido’ no afectaría el tono vaginal general, puesto que esto tiene más
que ver con la integridad y la fuerza del suelo pélvico que con el tamaño de la apertura”,
explica Cooper.

Sin embargo, sí que es posible crear una mayor estrechez en el perineo y en la parte exterior
de la vulva mediante los puntos, pero es debatible si una pareja sexual lo notaría o no.

Puede que el punto para el marido sea un vestigio de un tiempo en el que los médicos no
entendían el tono vaginal y pensaban que estaban devolviendo a las mujeres una
funcionalidad sexual excelente tras el parto.
A día de hoy, el objetivo de una reparación vaginal no es estrechar la vulva o la vagina,
sino volver a juntar la piel lo suficiente como para facilitar el proceso de curación del
propio cuerpo.

Con el barullo de después de un parto, no es raro que las mujeres se encuentren


completamente verdes en lo que respecta a lo que está sucediendo en las inmediaciones de
su vulva.

Aunque la responsabilidad del médico es obtener un consentimiento claro después de


explicar lo que ha de llevar a cabo para hacer la “reparación”, hay mujeres que en esos
momentos no prestan demasiada atención o no recuerdan cómo las cosieron hasta mucho
después, cuando aparecen el dolor y otros problemas.

“Estaba tan contenta de que el parto se hubiera terminado…” dice Harkins. “En ese
momento nunca habría usado la palabra “violada” porque mi cerebro no podría haber
procesado que aquello era una violación de mi integridad en aquel momento. Ahora que he
tenido tiempo para procesarlo, tengo una idea clara de lo que experimenté y de lo que me
hicieron —la injusticia, herirme en mis partes privadas, en un momento en el que era de lo
más vulnerable”.

Tamara Williams, de 27 años y residente en La Marque, Texas, se dio cuenta de que le


habían dado un punto para el marido tras parir en 2015 cuando su novio lo mencionó. Él
pensó que ella habría oído a la matrona de la maternidad diciendo que “haría un punto extra
para él”, mientras guiñaba un ojo. Él no supo qué decir o hacer cuando escuchó aquello, y
Williams estaba tan absorbida con su bebé que no lo recuerda. Pero saber que se lo hicieron
es doloroso, a pesar de la buena relación que todavía mantiene con su matrona. Williams
padece un dolor continuado durante el sexo, incluso después de haber dado a luz a otro
bebé.

Superando el punto para el marido

Aunque tanto Harkins como Stanford se sintieron violadas por los puntos que les dieron
para sus maridos, y a pesar de haber sufrido dolor y otros problemas como resultado, ambas
mujeres prefieren darles a sus médicos el beneficio de la duda en relación al cuidado
recibido, lo que puede ser una muestra de las profundas diferencias de poder en la sala de
partos, y el fuerte deseo de las pacientes de continuar confiando en sus doctores.

“Parte de mi se pregunta si el médico lo hizo a propósito o no. ¿Cómo de fácil o de difícil


es hacer una costura demasiado prieta? A lo mejor es un fallo fácil de cometer. No soy una
experta en vaginas. Soy optimista, así que intento pensar en que su intención era la mejor”,
dice Sanford.

Pero con el punto para el marido, es complicado saber qué era necesario o cuáles eran las
intenciones, y si un cuerpo después de un parto ha de ser sometido a los procedimientos
necesarios o a bromas pesadas.

Ni Cooper ni Tillman han visto a un compañero o compañera dar un punto innecesario,


pero Cooper asegura que ha escuchado a “maridos pedir un punto extra para ellos cuando el
perineo estaba siendo reparado”.

Considera que las implicaciones éticas de las decisiones de algunos médicos son de muy
mal gusto. “Un obstetra o ginecólogo debe estar ahí por su paciente y no por los intereses
de una tercera parte. Tenemos que servir única y exclusivamente a las mujeres. Un ‘punto
extra’ va en contra de los principios quirúrgicos de curación”, defiende Cooper.

Aunque ha pasado y sigue pasando de manera ocasional, la práctica del punto para el
marido no está muy extendida y esperamos que lo esté menos, en los centros de
nacimientos americanos. Es posible que la presión para que el cuidado médico se base más
en la evidencia acabe completamente con el punto para el marido.

Sea lo que sea —una leyenda urbana, el vestigio de una práctica médica desfasada, una
rareza en extinción— es una realidad traumática con la que todavía viven muchas mujeres
como Angela Sanford.

“Me siento traicionada porque le hicieron algo innecesario a mi cuerpo que yo no pedí que
hicieran”, dijo Angela. “Fue una decisión dañina hecha sin mi consentimiento. Esto no es lo
que se debe esperar cuando estás en el hospital para dar a luz a un bebé”.

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