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Los hombres –ahora y desde el principio– comenzaron a filosofar al quedarse maravillados ante algo,

maravillándose en un primer momento ante lo que comúnmente causa extrañeza y, después, al


progresar poco a poco, sintiéndose perplejos también ante las cosas de mayor importancia, por
ejemplo, ante las peculiaridades de la luna, y las del sol y los astros, y ante el origen del Todo. Ahora
bien, el que se siente perplejo y maravillado reconoce que no sabe.

ARISTOTELES.

Conviene destruir el prejuicio, muy difundido, de que la filosofía es algo muy difícil por el hecho de
ser la actividad intelectual propia de una determinada categoría de científicos especializados o de
filósofos profesionales y sistemáticos. Conviene, por tanto, demostrar de entrada que todos los
hombres son «filósofos», definiendo los límites y los caracteres de esa «filosofía espontánea», propia
de «todo el mundo», a saber, de la filosofía contenida: 1) en el lenguaje mismo, que es un conjunto
de nociones y de conceptos determinados, y no sólo de palabras gramaticalmente vacías de contenido,
2) en el sentido común y en el buen sentido; 3) en la religión popular y también, por consiguiente, en
todo el sistema de creencias, supersticiones, opiniones, maneras de ver y de actuar que asoman en eso
que generalmente se llama «folklore».

¿es preferible «pensar» sin tener conciencia crítica de ello, de manera dispersa y ocasional, esto es,
«participar» de una concepción del mundo «impuesta» mecánicamente por el ambiente externo, o
sea, por uno de tantos grupos sociales en los que uno queda automáticamente integrado desde el
momento de su entrada en el mundo consciente (y que puede ser el pueblo o la provincia de uno,
puede tener su origen en la parroquia o en la «actividad intelectual» del cura o del viejo patriarca cuya
«sabiduría» pasa por ley, en la mujer que ha heredado la sabiduría de las brujas o en el intelectualillo
avinagrado por su propia estolidez e impotencia para actuar), o es preferible el abordar la propia
concepción del mundo de manera consciente y crítica y, por ende, en función de ese esfuerzo del
propio cerebro, escoger la propia esfera de actividad, participar activamente en la producción de la
historia del mundo, ser guía de uno mismo y no aceptar ya pasiva e inadvertidamente el moldeamiento
externo de la propia personalidad?

Antonio Gramsci. Introducción al Estudio de la Filosofía

La filosofía es, por de pronto, algo que el hombre hace, que el hombre ha hecho… Es absolutamente
imposible decir de antemano qué es filosofía. No se puede definir la filosofía antes de hacerla; como
no se puede definir en general ninguna ciencia, ni ninguna disciplina, antes de entrar directamente en
el trabajo de hacerla ¿Qué quiere esto decir? Esto quiere decir que la filosofía, más que ninguna otra
disciplina, necesita ser vivida. Necesitamos tener de ella una «vivencia» … Vivencia significa lo que
tenemos realmente en nuestro ser psíquico; lo que real y verdaderamente estamos sintiendo, teniendo,
en la plenitud de la palabra «tener»1.

Manuel Gracía Morente. Lecciones preliminares de filosofía

Habiendo llegado al final de nuestro breve resumen de los problemas de la filosofía, bueno será
considerar, para concluir, cuál es el valor de la filosofía y por qué debe ser estudiada. Es tanto más
necesario considerar esta cuestión, ante el hecho de que muchos, bajo la influencia de la ciencia o de
los negocios prácticos, se inclinan a dudar, que la filosofía sea algo más que una ocupación inocente,
pero frívola e inútil, con distinciones que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias
cuyo conocimiento es imposible. Esta opinión sobre la filosofía parece resultar, en parte, de una falsa
concepción de los fines de la vida, y en parte de una falsa concepción de la especie de bienes que la
filosofía se esfuerza en obtener. Las ciencias físicas, mediante sus invenciones, son útiles a
innumerables personas que las ignoran totalmente: así, el estudio de las ciencias físicas no es sólo o
principalmente recomendable por su efecto sobre el que las estudia, sino más bien por su efecto sobre
los hombres en general. Esta utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene
algún valor para los que no se dedican a ella, es sólo un efecto indirecto, por sus efectos sobre la vida
de los que la estudian. Por consiguiente, en estos efectos hay que buscar primordialmente el valor de
la filosofía, si es que en efecto lo tiene. Pero ante todo, si no queremos fracasar en nuestro empeño,
debemos liberar nuestro espíritu de los prejuicios de lo que se denomina equivocadamente “el hombre
práctico”. El hombre “práctico”, en el uso corriente de la palabra, es el que sólo reconoce necesidades
materiales, que comprende que el hombre necesita el alimento del cuerpo, pero olvida la necesidad
de procurar un alimento al espíritu. Si todos los hombres vivieran bien, si la pobreza y la enfermedad
hubiesen sido reducidas al mínimo posible, quedaría todavía mucho que hacer para producir una
sociedad estimable; y aun en el mundo actual los bienes del espíritu son por lo menos tan importantes
como los del cuerpo. El valor de la filosofía debe hallarse exclusivamente entre los bienes del espíritu,
y sólo los que no son indiferentes a estos bienes pueden llegar a la persuasión de que estudiar filosofía
no es perder el tiempo. La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al
conocimiento. El conocimiento a que aspira es aquella clase de conocimiento que nos da la unidad y
el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que resulta del examen crítico del fundamento de nuestras
convicciones, prejuicios y creencias.

Bertrand Russell. Los problemas de la Filosofía

1
Ejemplo del Plano y la visita a París. La una es una mera idea, una representación, un concepto, una
elaboración intelectual; mientras que la otra es ponerse uno realmente en presencia del objeto, esto es:
vivirlo, vivir con él; tenerlo propia y realmente en la vida

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