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4/2/2018 Casa — BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower

CASA
La palabra “casa” según se usa en la Biblia (heb. bá·yith; gr. ói·kos u oi·kí·a) puede
significar entre otras cosas: 1) una familia que reside en la misma casa o toda la
prole de un hombre (Gé 12:1; 17:13, 23; Abd 17, 18; Miq 1:5); 2) una morada (Gé 19:2-
4); 3) una cárcel o, de manera figurada, un país de esclavitud (Gé 40:3, 14; Éx 13:3);
4) un lugar de habitación para los animales y los pájaros (Job 39:6; Sl 104:17); 5) una
telaraña (Job 8:14); 6) una residencia real o palacio (2Sa 5:11; 7:2); 7) un linaje
sacerdotal (1Sa 2:35); 8) una dinastía real (1Sa 25:28; 2Sa 7:11); 9) el tabernáculo o el
templo de Jehová, tanto literales como simbólicos (Éx 23:19; 34:26; 1Re 6:1; 1Pe 2:5);
10) el lugar de habitación de Jehová: el cielo mismo (Jn 14:2); 11) el santuario de un
dios falso (Jue 9:27; 1Sa 5:2; 1Re 16:32; 2Re 5:18); 12) el cuerpo físico y corruptible
de los humanos (Ec 12:3; 2Co 5:1-4); 13) el cuerpo celestial incorruptible (2Co 5:1);
14) la sepultura común (Job 17:13; Ec 12:5); 15) un colectivo de trabajadores
ocupados en la misma profesión (1Cr 4:21), y 16) un edificio para guardar registros
oficiales del Estado (Esd 6:1).

Una forma de la palabra hebrea para casa (bá·yith) suele usarse como parte
constitutiva de un nombre propio, como ocurre en Betel (que significa “Casa de
Dios”) y Belén (que significa “Casa de Pan”).

Materiales y métodos de construcción. Las viviendas y las técnicas de construcción


han variado según las épocas, las circunstancias económicas del constructor y los
materiales disponibles. Los edificadores de Babel, por ejemplo, usaron ladrillo en
lugar de piedra y “el betún les sirvió de argamasa”. (Gé 11:3.)

Muchos de los israelitas empezaron a morar en las casas de los cananeos que
habían expulsado y probablemente durante años siguieron los mismos métodos de
construcción. (Dt 6:10, 11.) Parece ser que se preferían las casas de piedra (Isa 9:10;
Am 5:11), pues eran más sólidas y seguras contra los intrusos que las que se hacían
con adobes. Los ladrones podían acceder con facilidad a las casas de adobe
simplemente horadando una pared. (Compárese con Job 24:16.) Sin embargo, en las
tierras bajas, donde no había mucha piedra caliza ni arenisca de calidad, se
construían las paredes bien con adobes o con ladrillos. También se usaban vigas y
cabrios de sicómoro, enebro y, sobre todo en las mejores casas, de cedro. (Can 1:17;
Isa 9:10.)

Los arqueólogos han excavado las ruinas de varias clases de moradas palestinas
antiguas. Por lo general había un horno en el patio y a veces también un pozo o
cisterna. (2Sa 17:18.) Las ruinas de las casas que se han hallado indican una
variación de tamaño considerable. Una solo tenía 5 m. en cuadro, mientras que otra
medía 32 por 30 m. Las habitaciones solían tener de 3,5 a 4,5 m. en cuadro.

Algunas casas se edificaban encima de los muros anchos de las ciudades. (Jos
2:15.) Sin embargo, se prefería construirlas sobre la roca (Mt 7:24), y no solía
empezarse el trabajo con los adobes hasta que primero se habían colocado dos o
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tres filas de piedra. Cuando una casa no se podía levantar sobre la roca, solía
colocarse un fundamento sólido, cuya profundidad bajo el nivel del suelo equivalía a
la altura de la pared de piedra que estaba sobre el suelo. Para algunos fundamentos
se utilizaban piedras grandes sin labrar, en tanto que los huecos se rellenaban de
piedras más pequeñas. En otras ocasiones, las edificaciones se hacían de piedras
labradas. En una excavación arqueológica, las piedras de las ruinas de una casa de
adobe alcanzaban una altura de unos 50 cm., mientras que en otro caso llegaban a
más o menos 1 m. de altura. Las paredes de algunas casas tenían alrededor de 1 m.
de grosor. A las paredes exteriores se les solía aplicar una especie de lechada de cal
(Eze 13:11, 15), y las paredes de adobe que daban a la calle a veces estaban
revestidas con piedrecitas para proteger su superficie.

Las piedras angulares, alisadas y encajadas con cuidado, sostenían y alineaban el


resto de las piedras del edificio. (Compárese con Sl 118:22; Isa 28:16.) Una mezcla de
arcilla y paja por lo general servía de mortero. En algunas ocasiones, a esta masa se
le añadía cal, cenizas, fragmentos de cerámica pulverizados, conchas machacadas o
piedra caliza. Esta mezcla se aplicaba a los ladrillos, adobes o piedras para unirlos, y
también se usaba como enlucido para las paredes interiores. (Le 14:41, 42.) Sin
embargo, en algunos casos, las piedras estaban labradas con tanta precisión que
no se necesitaba mortero.

Suelos. Los suelos, incluido el del patio, eran de tierra batida o estaban pavimentados
con piedra, ladrillo o yeso. A veces había un hoyo en el suelo que se usaba como
chimenea, si bien en las mejores casas se calentaban con braseros. (Jer 36:22, 23.) El
humo se iba por un agujero practicado en el techo. (Os 13:3.) Las habitaciones de las
casas palaciegas podían tener suelos de madera, como ocurría en el templo. (1Re
6:15.)

Ventanas. Las ventanas eran aberturas rectangulares practicadas en las paredes. Al


menos algunas de ellas eran lo suficientemente grandes como para que un hombre
pudiera pasar por ellas. (Jos 2:15; 1Sa 19:12; Hch 20:9.) Las ventanas que daban a la
calle solían tener celosías. (Jue 5:28; Pr 7:6.)

Puertas. Las puertas solían ser de madera y giraban sobre quicios encajados en
huecos que se practicaban en el dintel y en el umbral de madera o piedra. (Pr 26:14.)
Dos postes de madera verticales hacían de jambas. (Éx 12:22, 23.) Aunque algunas
casas tenían dos entradas, normalmente solo una de las puertas permitía el acceso
al patio, desde donde era posible acceder a todas las habitaciones de la casa.

Decoración interior y mobiliario. Las paredes de las habitaciones de las casas lujosas
estaban enmaderadas con cedro u otras maderas valiosas y cubiertas con bermellón.
(Jer 22:14; Ag 1:4.) Las “casas de marfil” de algunos ricos debieron tener
habitaciones revestidas de paneles de madera con incrustaciones de marfil. (1Re
22:39; Am 3:15.) Aparte de los diversos utensilios para cocinar, vasijas, cestas y otros
artículos de uso doméstico, el mobiliario de la casa podía incluir camas o divanes,
sillas, banquillos, mesas y candeleros. (Compárese con 2Sa 4:11; 2Re 4:10; Sl 41:3; Mt

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5:15.) En las casas de algunos adinerados, los muebles estaban adornados con
incrustaciones de marfil, oro y plata. (Compárese con Est 1:6; Am 3:12; 6:4.)

Techo y aposento de arriba. El pacto de la Ley requería que los israelitas protegiesen
los techos, que en su mayoría eran planos, cercándolos con un pretil para prevenir
accidentes. (Dt 22:8.) También se les solía dar una ligera inclinación a fin de que el
agua de lluvia corriese. El techo se apoyaba en fuertes vigas de madera colocadas
de pared a pared, atravesadas por cabrios que, a su vez, se cubrían con ramas,
cañas, etc. Después iba una capa de tierra de varios centímetros de grosor cubierta
con un enlucido grueso de arcilla o de arcilla mezclada con cal. De modo que era
fácil excavar una abertura en un techo de tierra, como hicieron los hombres que
intentaban llevar a un paralítico ante la presencia de Jesús para que pudiera ser
sanado. (Mr 2:4.) Las vigas del techo solían descansar sobre una fila de postes de
madera verticales que se apoyaban sobre bases de piedra. En estos techos podía
brotar hierba (Sl 129:6), y era difícil evitar que gotearan. (Pr 19:13; 27:15; Ec 10:18.)
Probablemente los techos se reparaban y se allanaban para permitir que corriese
mejor el agua antes de que empezase la estación lluviosa.

Los techos o azoteas eran lugares de considerable actividad tanto en tiempos


pacíficos como calamitosos. (Isa 22:1; Jer 48:38.) Desde allí se podían hacer
anuncios o poner rápidamente en conocimiento público determinados
acontecimientos. (2Sa 16:22; Mt 10:27.) El lino se secaba sobre los techos (Jos 2:6), y
las personas podían conversar allí (1Sa 9:25); pasear con el frescor del atardecer (2Sa
11:2); participar en adoración verdadera o falsa (Jer 19:13; Sof 1:5; Hch 10:9), o
incluso dormir (1Sa 9:26). Durante la fiesta de la recolección se levantaban cabañas
en las azoteas y en los patios de las casas. (Ne 8:16.)

En la azotea solía construirse una cámara en el techo o aposento de arriba. Esta era
una habitación agradable y fresca que se ofrecía a los invitados. (Jue 3:20; 1Re
17:19; 2Re 1:2; 4:10.) Por supuesto, algunos hogares eran edificios de dos plantas,
con un piso superior completo. Fue en un cuarto grande de arriba —bien una cámara
del techo o una habitación en un piso superior— donde Jesús celebró la última
Pascua con sus discípulos e instituyó la Cena del Señor. (Lu 22:11, 12, 19, 20.) En el
día del Pentecostés de 33 E.C., unos 120 discípulos al parecer estaban en un
aposento superior de una casa de Jerusalén cuando el espíritu de Dios se derramó
sobre ellos. (Hch 1:13-15; 2:1-4.)

Por lo general, una escalera exterior o, en los hogares más pobres, una escalera de
mano, permitía subir al techo desde el patio. Por lo tanto, en caso de necesidad, una
persona que estuviera en la azotea podría marcharse de la casa sin tener que entrar
en ella. A menudo era posible pasar de una azotea a otra debido a lo cerca que
estaban unas casas de otras. Puede que estos factores tengan alguna relación con
el significado del consejo de Jesús que se encuentra en Mateo 24:17 y Marcos 13:15.
Las casas mejor equipadas tenían una escalera interior que conducía al piso
superior.

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La Ley protegía los derechos de propiedad. El propósito de Jehová era que sus siervos
obedientes tuvieran el gozo de vivir en sus propias casas. (Compárese con Isa
65:21.) Solo los desobedientes experimentarían la calamidad de que otros ocuparan
las casas que ellos habían edificado. (Dt 28:30; Lam 5:2.) Además, el hombre que aún
no había estrenado su nueva casa estaba exento del servicio militar. (Dt 20:5, 6.)

Ciertas provisiones de la Ley que Jehová dio a Israel protegían los derechos de
propiedad. La Ley condenaba codiciar los bienes de otras personas, entre ellos su
casa (Éx 20:17), y Jehová denunció a través de sus profetas la apropiación indebida
de casas. (Miq 2:2; compárese con Ne 5:1-5, 11.) Un acreedor no podía entrar por la
fuerza en la casa del deudor para tomar la prenda convenida. (Dt 24:10, 11.) Un
israelita que hubiera santificado su casa a Jehová podía recomprarla pagando el
120% de su valor al santuario. (Le 27:14, 15.) También, los que se veían obligados a
vender su casa conservaban el derecho de recomprarla, al menos durante un tiempo.
El dueño original de una casa que estuviera en un poblado no amurallado podía
recomprarla, y si no lo hacía, se le devolvía en el año de Jubileo. Ahora bien, si la
casa estaba en una ciudad amurallada, se convertía en la propiedad permanente del
comprador si no se recompraba en el plazo de un año. El derecho de recompra era
permanente en el caso de casas ubicadas en ciudades levitas amuralladas. De
no haber sido recompradas antes, todas las casas que habían pertenecido a los
levitas tenían que devolverse a sus propietarios originales en el año de Jubileo. (Le
25:29-33.)

Lugar para instrucción espiritual. Desde los tiempos más antiguos, el hogar fue el
centro de instrucción de la adoración pura. La ley de Dios dada a Israel mandaba
específicamente a los padres que enseñasen a sus hijos cuando se sentasen en la
casa, así como en otras ocasiones. (Dt 6:6, 7; 11:19.) También, la ley de Dios tenía
que escribirse, obviamente de manera figurada, sobre los postes de las puertas de
las casas (Dt 6:9; 11:20), y la casa debía mantenerse libre de cualquier objeto usado
en la idolatría. (Dt 7:26.) En vista de que la casa se usaba para tal propósito sagrado,
debían derribarse las que estuvieran infectadas de “lepra maligna”. (Véase LEPRA.) La
ley concerniente a las casas infectadas de lepra debería recordar a los israelitas que
solo podían vivir en casas que fuesen limpias desde el punto de vista de Dios. (Le
14:33-57.)

Con el establecimiento del cristianismo, la predicación y la enseñanza de casa en


casa llegaron a ser una parte importante de la adoración verdadera. (Hch 20:20.) Los
seguidores de Jesús se valieron de la hospitalidad que les dispensaban los
‘merecedores’ o ‘amigos de la paz’, y se quedaban en las casas de tales personas
hasta finalizar su ministerio en una ciudad en particular. (Mt 10:11; Lu 10:6, 7; véase
PREDICADOR, PREDICAR [“De casa en casa”].) Grupos o congregaciones de
cristianos se solían reunir con regularidad en casas particulares para estudiar la
Palabra de Dios. (Ro 16:5; 1Co 16:19; Col 4:15; Flm 2.) No obstante, si alguien se
apartaba de la enseñanza del Cristo no era bienvenido en las casas privadas. (2Jn
10.)

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