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I

El sol negro del lenguaje: Michel Foucault

n mes después de su aparición, el libro de Michel Foucault, Las


palabras y Jas cosas' estaba agotado, o, en la mitología de la publici-
dad, debía estarlo. La obra, larga y difícil, cuenta, igual que los
libros de arte, entre esos signos exteriores de cultura que una mirada
aguda debe poder tomar del escaparate de una biblioteca privada.
¿Leíste tú éste? De la respuesta depende un status social e intelec-
tual. ¿Pero este éxito, incluso el ser parte de la moda, no serían en
este caso, como lo querrían algunos, sólo la prueba de una obra o
bien muy superficial o totalmente obsoleta?
Primero, muy lejos de ser "fastidioso", Foucault es brillante
(en demasía). Él destella fórmulas incisivas. Divierte. Estimula.
Cautiva: su erudición confunde; su destreza provoca la adhesión y
su arte la seducción. Sin embargo alguna cosa en nosotros le resiste.
O más bien, a ese primer encantamiento le sigue un asentimiento de
segundo grado, una suerte de complicidad que ha tomado sus
distancias con relación al hechizo inicial y sin embargo difícilmente
alcanzan a darse verdaderas razones. Una vez discutida la informa-
ción (que, por otro lado, debe tanto al libro de Jacques Roger, Les
Sciences de la vie dans la pensée française de xvuf siècle, Paris,
• Denuo del texto hemos puesto en espaftol lo» título» de nbra.« originale» en otro» idiomv pero que
yà le han publicado en versión e»p«ftola; »in embargo, en no»*< dcjanfvx» la.* referencia.» tai como la»
empleó el autor, n bien entre ctwchete» dämm U» ficha» de U« edicioiie» en e.^aAol, »egún tenemo»
cooocmiicRto. (N. del E ).
Armand Colin, 1963) y la virtuosidad de una dialéctica a la cual,
parece, nadie resistiría; una vez reconocido el lado prestidigitador
del historiador, nace una convicción de otra clase. La cuestión
planteada en la obra revela una interrogación hoy esencial a todo
intento de pensar. Una pregunta presentida más que explicitada. El
brillo y algunas veces la preciosidad del estilo, la minuciosa destre-
za del análisis abre una oscuridad donde se pierden conjuntamente
el autor y el lector: la obra parece presentar el contraste, tantas veces
subrayado por ella, entre los "efectos de superficie" y el "subsuelo"
latente que no cesa de significar ocultándose. Esta relación entre el
contenido y la forma del libro es la que suscita en el lector una
simpatía insegura de por sí y lleva a preguntarse paradójicamente:
¿qué es lo que ahí se dice de esencial?

Ei sol negro

¿Pero de qué se trata? Éste no es el primer libro de Foucault. En éste


amplía el método ya expuesto e ilustrado en dos obras en mi opinión
muy superiores: la Historia de la locura en la época clásica y El
nacimiento de la clínica. También retoma los temas abordados en
numerosos estudios —un Raymond Roussel, los artículos sobre
Blanchot, sobre Jules Verne, e t c é t e r a — L a inmensa cultura del
historiador, del filósofo y del crítico literario sirve a una curiosidad
insaciable, escrutadora, imperiosa. Con un paso presuroso, algunas
veces demasiado rápido, el viajero recorre las áreas culturales y los
periodos del espíritu, a la búsqueda de una razón que dé cuenta de
la multiplicidad inorgánica de lo constatable. Quita de su camino,
con un gesto irónico, las certezas inocentes del evolucionismo que
creen comprender finalmente una realidad desde siempre preparada
bajo las ilusiones del ayer. Para el postulado de un progreso conti- III
I ^^
nuo, piadosa autojustificación de una lucidez actual que toda la
historia debería profetizar, él sólo le tiene desprecio. Y no sin razones.

(
^Hútoin de la foUe á l'âge ckusique. Puis, Pion, 1961 ; [Historia de la locura en la /poca cULiica, a.
<le luu loaé UthlU, 7 ed, 2 vob.. México, KX, 1972|; Naissance de la c/mi^m«. Paru, H'F. 1963 |£J
tktcimietUo de la cUnica. Una arqueología de la mirada médica, tr. de Francisco Perujo, México, Sig lo
XXI. 1966]; Raymoml Roussel, Paris. GallimMrd, 1963; Us Mots et les Chotes, PȖ*. Gallimard. 1966
[Latpalabras y ku cotas, tr. <k EUa Cedlia Prott. México, Siglo xxi. 1968); "La pea<éc <hj dehivs".
CM Criáqfte, «ku. 229 lobre Maurice BUndwt, junio 1966, pp. 523-546; L ArcHé
Odiimwd, 1969 {La arqueotogia del saber, ir. de Aurelio Ganióa del Camino. México, Siglo xxi. I970|.
Bajo los pensamientos descubre una "base epistemológica"
que los vuelve posibles. Entre las múltiples instituciones, experien-
cias y doctrinas contemporáneas descubre una coherencia que, por
no ser explícita, no lo es menos la condición y el principio organi-
zador de una cultura. Hay por lo tanto orden. Pero esta "razón" es
un subsuelo que escapa a estas mismas en quienes funda las ideas
y los intercambios. Lo que da a cada uno el poder de hablar, nadie
lo habla. Hay orden, pero bajo la sola forma de lo que no se sabe,
sobre el modo de lo que es "diferente" por relación con la concien-
cia. Lo Mismo (la homogeneidad del orden) tiene la figura de la
alteridad (la heterogeneidad de lo inconsciente o, más bien, de lo
implícito).
A esta primera falla es necesario añadirle una segunda: de
este lenguaje que habla detrás de las voces que lo enuncian, el
análisis puede descubrir un comienzo y un fin. Después de haber
asegurado la "positividad" de un periodo, su "base" se voltea brusca-
mente para dejar aparecer otro subsuelo, un nuevo "sistema de posibi-
lidad" que reorganiza el universo flotante de las palabras y de los
conceptos, y que implica, por medio de sobrevivencias e invencio-
nes, un "campo epistemológico" (una episteme) totalmente diferen-
te. A través de la durabilidad y en el espesor de su propio tiempo,
cada episteme está hecha de lo heterogéneo: lo que ella no sabe de
sí misma (su propio subsuelo); lo que ella nunca puede saber de los
oü-os (después de la desaparición de la "base" que ellos implican);
lo que perecerá para siempre de sus objetos de conocimiento (cons-
tituidos por una "estructura de percepción"). Definidas por una red
de palabras, las cosas se hunden con ella. El orden emerge del
desorden sólo bajo la forma de lo equívoco. La razón, reencontrada
en estas coherencias subyacentes, no cesa de estar perdida pues ella
es siempre inseparable de un engaño. En los libros de Foucault, ella
muere al mismo tiempo que renace.
A través de un método, es una filosofía la que aquí se
expone. Aunque sea útil distinguirlos para presentarlos, los dos son
inseparables. Cierto, cuando emprende "un estudio estructural que
uaia de descifrar en el espesor de lo histórico las condiciones de la
historia misma",^ Foucault inaugura una nueva crítica ("discurso
exü-iiño, estoy de acuerdo")' que tiende a distinguir y aislar las alianzas

' iStmwncf dr Ut clim<fur, p. XV.


' Ibid . p. XI
sucesivamente anudadas entre las palabras y las cosas, las "estnxm^
ras" querecortancada vez en el tiempo los espacios de una percepción,
y por lo tanto, sobreenleiKÜdas por los procesos del peMamicino y de
la práctica, las combinaciones tácitas (pero determinantes) del (kcir
y del ver, del lenguaje y de lo real.
Semejante crítica se despliega en el campo y con el instni-
mental técnico de estas ciencias humanas que la crítica relativiza.
Pero, por muy nueva, capital y hasta discutible que sea, ella no tiene
en sí misma, al menos inmediatamente, su propia justificación. El
método permanece como el signiñcante de w significado imposi-
ble de enunciar. En el momento en que ella desmitifica un **pos¡li-
vismo" de la ciencia o una '^objetividad*' de las cosas por la demostra-
ción del deslizamiento cultural que Ies *'creó", se abre sobre una cara
nocturna de la realidad, como si el tejido de las palabras y las cosas
guardara en su red el secreto de su imperceptible negación. La
combinatoria del decir y del ver tiene por reverso, o por determina-
ción fundamental, "un vacío esencial",^ inasimilable verdad de estas
coherencias estructurales. Porque se mueve y porque también se esca-
pa, el suelo de las seguridades científicas o filosóficas notifica una falla
intema —una falla jamás localizable, solamente perceptible en este
engaño eternamente ocultado y confesado por la organización temporal
de lenguajes anteriores a todo pensamiento consciente—.
La Historia Je la locura recuerda que el sueño y la locura
habían devenido, para el romanticismo alemán, el horizonte de algo
"esencial". La sinrazón profetizaba entonces ese "esencial" por el
pathos lírico o en una literatura de lo absurdo. En la obra de
Foucault, la sinrazón no es más un límite de la razón; ella es la
verdad de la razón. Este sol negro encerrado en el lenguaje y que lo
quema sin que él lo sepa, he ahí lo que descubre, como a Roussel.
"el incansable recorrido del campo común del lenguaje y del ser, el
inventario del juego por el cual las cosas y las palabras se designan
y no se encuentran, se traicionan y se enmascaran".^ Pero hablar de
sinrazón, es además llamar extranjera a la negatividad; es hKalizar-
la en un "afuera". Desde este punto de vista, se sigue todavía en el
error. En realidad (etapa que representa El nacimiento de la clínica
y Las palabras y tas cosas), este otro es una verdad interna: la
muerte. Por esto la obra entera gira alrededor de la frase que, a manera

Ckosts
Raymcná HtmssH,
de un emblema, abre El nadmienU) de la clínica: 'Este libro trata del
espacio, del lenguaje y de la muerle."^ El lenguaje y los espacios
epistemológicos de la percepción reenvían reiteradamente a la ins-
cripción puesta a laentrada: "Aquí se trata de la muerte". Una ausencia,
que es qtiizás el sentido, es acorralada, descubierta, ahí donde no se le
e.speraba, en la misma racionalidad.
La seriedad de este pensamiento se encuentra en la imposi-
bilidad de separar en él el análisis espectral de la historia cultural y
la revelación de la luminosidad oscura que en ella se difracta. El
discurso filosófico anuncia, en el sentido más físico y mis funda-
mental, una "inquietud del lenguaje", una incertidumbre que sube
de las fluctuaciones subterráneas y que se insinúa en la cohesión de
nuestras evidencias. La afirmación fundamental de una cultura le es
devuelta como una interrogación abierta. Todo discurso tiene su ley en
la muerte, "la bella tierra inocente bajo la hierba de las palabras".^
Para situarla, primero debemos indicarci propósito general
de una obra que se presenta como la historia de las ideas desde hace
cuatro siglos en Europa occidental —y también como su renova-
ción—. El pensamiento es original, pero aún en búsqueda de sí mismo;
imperialista, pero sin llegar a definir con exactitud su ambición y sus
conquistas; y frecuentemente impreciso ahí mismo donde es más
incisivo.® Por otra parte es necesario constatarlo: las críticas avan/an
con prudencia sobre este terreno aún indeciso, aun cuando sea para
cubririo de elogios. Sin duda, eso tiene también que ver con la gravedad
de las preguntas que nos son planteadas y con la manera en que nos son
explicadas. Más que en los análisis históricos de Foucault, yo me
detendré en algunas de estas cuestiones de método y de fondo.

Del comentario al ^^análísis estructural

La obra de Foucault parece haber nacido de una irritación o del


hastío: la monotonía del comentario. El historiador de las ideas
parece no poder hacer otra cosa. El comentario "interroga el discur-
so en lo que dice y quiso decir".^ Siempre supone que existe "un
* A'üivtívirr de ¡a chni<¡ue, p. V.
^/tu/.p. m.
* iMrrhéolo^i^ du ,\avoir c ^ i i Uvi prohlenïA< J e
directamente cunsagradi) a mcti*Jo pUiitcadiv« pnr U
"wquc.oíojíía" (le ciencia.^ humanít« (Lr.v Mots et irx Ch<nes, p. 13. noia I).
* Sa i M atre de Ut cimiifue, p. XII.
rcsto necesaríamcntc no formulado del pensamiento que el lenguaje
dejó en la sombra", y también a lo inverso, que lo formulado lleva
en sí, como dormido, un contenido que todavía no ha sido pensa-
do.'® Jugando constantemente entre ese algo más del pensamiento
sobre su lenguaje y del lenguaje sobre el pensamiento, el comenta-
rio "traduce" en nuevas formulaciones el "resto" del significado o
el "residuo" latente en el significante. Tarea indefinida, pues, cada
vez, uno se da de antemano lo que pretende encontrar en esta
reserva ilimitada de "intenciones" enterradas bajo las palabras y en
este capital inagotable de palabras más ricas que los pensamientos
que las reúnen. ¿No es éste el postulado de una historia de las
ciencias, de una filosofía de la historia o de una exégesis teológica?
Ellas saben de antemano la realidad que "descubren", escondida en
un lenguaje mitológico o ingenuo del pasado. Se presta a las
expresiones o ideas de ayer una riqueza que rompe su articulación
mutua y que desata el nudo del significante y el significado. La
relación con el comentador es aquí esencial: el tesoro escondido en
el pasado se mide finalmente en los pensamientos del intérprete; io
implícito de uno es definido por lo explícito del otro.
Foucault propone sustituir el comentario por un trabajo de
otro tipo: "un análisis estructural del significado, que escaparía a la
fatalidad del comentario dejando en su adecuación de origen signi-
ficado y significante"." La comprehensión de una proposición no
enviará a una exégesis que reduce la relación entre el texto y el
comentador a una tautología. En función de una "adecuación" histórica
entre lenguaje y pensamiento (adecuación que define el texto), h
explicación destaca las relaciones que articulan esta proposición "sobre
los otros enunciados reales y posibles que le son contemporáneos*' y
que los oponen a otros "en la serie lineal del tiempo".'^
En lugar de identificar el pensamiento a otros pensamientos
—anteriores (las "influencias") o posteriores (los nuestros)—. en
lugar de suponer un continuum mental sobre el que se desplegarían ^
semejanzas y que autorizaría a pensar lo no-formulado o lo no-pen- J
sado, la interpretación hace de las diferencias el elemento de su
rigor y el principio de sus distinciones. De su rigor: es en término
de relaciones (y no más como oculto-mostrado) que un sentido debe
iJgB"
O
' -
" ¡bid.. p. XII
ser investigado; entre las proposiciones, los textos o las insiiiucio-
nes, así como enlrc las palabras de un lenguaje, las relaciones han
planteado y pueden solas explicar el valor dado a cada uno de sus
términos. Se trata de reencontrar una orf^anizoción del sentido, que
ha determinado las significaciones y en la que cada elemento envía
reflejando a los otros. Bajo esta mediación se ofrece una 'Ya/ón" que
es en realidad un m(xJo de ser significado por el sistemade la.s palabras.
Un orden aparece, que es el de las ''estnjcturas".
Por ello, lo que le da a la crítica la posibilidad de rigor es el
principio de distinciones radicales. En efecto, a medida que el
análisis de las relaciones y de las interferencias permite constatar
(por ejemplo, en el siglo xvin, a propósito de las instituciones y de
las ideas sobre la locura) que "este sistema de contradicciones
depende de una coherencia oculta",'^ a medida que reijne así una
**esüiictura histórica" (la "estructura de la experiencia que una cultura
puede hacer de la locura"),''* ella constata también que esta cohe-
rencia constituye en la historia un bloque homogéneo pero limitado.
Hay regiones de coherencia y, de una a oü*a, bruscas transiciones.
Clásica en historia, la noción de periodicidad es aquí
profundizada en la de una discontinuidad entre dos bloques
mentales. Este desplazamiento se refiere, por otro lado, a una
situación global de la conciencia; en cincuenta años esta situación
se ha invertido. Ayer, la periodicidad se elaboraba en la perspectiva
del progreso en el que las etapas sucesivas tendían a confirmar la
confianza en la posición terminal; se paru'a de la certeza presen-
te, y desde la altura de ella se veía venir hasta ahí una verdad que
desde ese momento era conocida, pero lentamente liberada de
ilusiones y errores que la recubrían. Hoy, Foucault establece su
pensamiento en el clima de una coexistencia entre culturas
heterogéneas o entre experiencias irreductiblemente separadas
por las simbolizaciones primitivas del sujeto (es aquí capital el /
papel de la etnología y del p s i c o a n á l i s i s ) , P o r ello, llegó a
descubrir, bajo la continuidad de la historia, una discontinuidad más
radical aún que la heteronomía constatable bajo la ficticia homoge-
U neidad de nuestro tiempo. Su lucidez sobre la ambigüedad de una
monocultura universal o de una comunicación empática llama su

Hisioire de la folie, p. 624.


Ibid., p. 478, n o u I.
" Us Mots et les Chases, pp. 385-398.

15
atención sobre el equívoco de la continuidad histórica. Al mismo
tiempo, la brutal novedad del presente es reconocida e inquietada: nn
ella tiene tras de sí el vacío de la diferencia. Estas fracturas del (ju
tiempo no autorizan más al pensamiento actual a creerse la verdad co
de lo que lo precedió; él no tiene más este reposo ni este recurso. Él la
conoce, por lo tanto, un nuevo riesgo, sin garantías. Lo heterogéneo
es para cada cultura el signo de su fragilidad al mismo tiempo que re
su propia coherencia. Todo sistema cultural implica una apuesta que nu
se impone a todos stis miembros aunque ninguno de ellos sea ^^
responsable de la misma. Con "un modo de ser del orden", define ^^
una forma de enfrentamiento con la muerte.'*^ pi*
"Un modo de ser del orden":'^ la formula es de Foucault, ^^
¿Qué se debe entender por ella? ¿Cuál es el estatuto de estas P*^
"estructuras históricas"? Aquí Foucault no las define. Solamente se
dedica a hacer su "relato"^® de esas estructuras, a la manera en que 5
su
el etnólogo se ocupa de las sociedades distantes. Pero ya su descrip-
cc
ción debe transmitir indicaciones sobre lo que analiza. En efecto, j.
ofrece al lector "un estudio que se esfuerza por encontrar a partir de
qué conocimientos y teorías han sido posibles": "lo que se quisiera
"e
iluminar es el campo epistemológico, la episteme en donde los conoci-
mientos, considerados fuera de lodo criterio referente a su valor racio-
nal o a sus formas objetivas, profundizan en su positividad y manifies- UÎ
tan de este modo una historia que no es la de su perfección crecicnie, «4
í
sino más bien la de sus condiciones de posibilidad".'^
Para comprender el problema y su objeto es necesario regre- Ij,
sar a su percepción inicial. Esta percepción es una sorpresa. En el ji
inicio de su libro, un texto de Borges expresa lo que fue para \q
Foucault, y lo que pudo ser para otros, este asombro. Este texto cita
"cierta enciclopedia china'' donde está escrito que ''los animales se c*
dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaes- s(
irados, d) lechones, e) sirenas, O fabulosos, g) perros sueltos, h) n
incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innume- n
rabies, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, 1) et ^
coetera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de le jos parecen ^
éCoQ
' rdackWk a Mto. la crflica saitreana no podría aceptarse sin matices (ver L'Arr. núm. 30. p. V) d
"Refus de rhistoireT: si, si se entiende por ahí el rechazo de explicar cómo se hdtx la hiMi»íia, H
QAceii kxj siitenas. No, y» que cada «ulema irnpl n
U$ Mou et les Choses, pp. 12-13.
"/feirf.p. 13
••20 »
mosciLs "En el asombro de csla taxonomía", añade Foucault, "lo
que se ve de golpe, lo que, por medio del apologo, se nos muestra
como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestrti:
la imposibilidad radical de pensar eso^\
Un índice, nada mils. Sin embargo, a U"avés de él se hace
referencia a otro orden, a o i w "modo del orden", que se (ifrecc a
nuestro pensamiento como lo que le confunde y le fascina. Lo
aberrante es la primera señal de otro mundo; y si agudi/a la curiosidad
ávida de escapar a su propia problematica, esto sucede por la
preocupación de comprender ''los códigos fundamentales de una
cultura" distinta y de reencontrar, más allá de la sorpresa, un
principio de orden. Lo heterónomo es a la vez lo estimulante y lo
inadmisible. Es la herida de un racionalismo. Hay por lo tanto
dos niveles en el desarrollo del problema: por una parte la compren-
sión de un sistema que es diferente', por oira, la exigencia de una
colocación recíproca de sistemas concebidos como "modos de ser
diferentes del orden".
Lo marginal nos envía a una estructura esencial, o a un
44
e s q u e m a " sobre el cual se inscriben y se coordinan analogías u
oposiciones para nosotros impensables. Como la parle emergente
de un iceberg, la excepción rara, una institución, una teoría implica
una coherencia no situada al nivel de las ideas y de las palabras, sino
**por d e b a j o " de ellas. Esta coherencia nos invita a preguntamos
"sobre cuál sistema", ''según cuál espacio de identidades, de simi-
litudes, de analogías" se distribuyen, fuera de nosotros, tantas cosas
diferentes y semejantes. Así sucede con el encerramiento de los
locos, o hasta con la concepción de la gramática en el siglo xvii.
C u a n d o aprendemos a discernir que ayer las ciencias se han
:onstituido, las experiencias se han reflexionado, las racionalidades
se han formado en función de un ' a p r i o r i histórico" diferente del
nuestro, cuando constatamos que *'el orden en función del cual
nosotros pensamos no tiene el mismo modo de ser que el de la época
clásica", nosotros mismos hemos cambiado por este descubrimien-
to. La relación con el prójimo, modificada por la percepción de esta
desigualación cultural, transforma nuestra relación con nosotros
f
<
I

mismos. El suelo de nuestras seguridades tiembla a medida que se


I-
revela el hecho de no poder pensar m i s un pensamiento de ayer.

Ihià.. p. 7.

17
La sorpresa que problematiza nuestro a priori se expresa, en
el "relato", por el
\ s^
esfuerzo para localizar las fracturas a partir de los
sistemas que en ellos se precipitando que se abren en estas fronteras.
La pcricxiización de Foucault no es muy original: transición del
siglo XVI al xvn, fin del siglo xviii, mitad del xx. Pero, ella tiene un^
carácter propio debido a la exigencia que la sorpresa desconcierta.
A un pensamiento precKupado de identificar una coherencia, la
fractura se le presenta como un acontecimiento, pero un "aconteci-
miento subterráneo":^' más fundamental que la continuidad consta-
lable en el "movimiento de superficie", una "brusca" modificación
sobreviene (Foucault insiste sobre lo súbito) que puede ser un
"desplazamiento ínfimo pero absolutamente esencial" y que "voltea
lti>do el pensamiento occidental"." Así. ^'algunas veces en pocos
años una cultura cesa de pensar como lo había hecho hasta esc
momento, y se pone a pensar en otra cosa y de otro modo".^^ Algo
fundamental se produce cuando esto sucede, localizado en las
anticipaciones o en las consecuencias, pero que permanece final-
mente inexplicable,^^ "una erosión d^^sde el exterior".^^ Una altera-
ción señala el fin de un "sistema de simultaneidad" y el comienzo
de otro. Las mismas palabras y las mismas ideas son a veces
rculilizadas, pero no tienen más el mismo sentido, no son más
pensadas y organizadas de la misma manera. Esto es un "hecho" con
el cual tropieza el proyecto de una interpretación totalizante y unitaria.

Las discontinuidades de la razón

Las rupturas que cuartean y finalmente delimitan las culturas se sitúan


en el "lúvcl" en que el análisis ha reconocido un "sistema de simulta-
neidad** que organiza la múltiple variedad de los signos culturales. De
aquí surge el problema: ¿cuál es la validez, cuál es la naturaleza de este
"nivel" caracterizado como el del "subsuelo" o de la "base epistemoló-
gica"? Por todo elemento de respuesta, tenemos la manera en la que las
/
estmcturas aparecen en el relato de Foucault Pero por este camino se
- - V.-V c

P « o qwxAi 9*w^àtmt9U ei k> q^e Foucault t$ iKftptz o so te preooipa por expiicw


° Lm Umi
J"
H Ut Otate», p. 64.
ií >
encucnira borroso el hecho de que este ''nivel" es definido por un
método, o también que el relato describe un proceso de investiga-
ción. Hay reciprocidad entre la técnica de análisis y, por otro lado,
el tipo de ordenación d e los hechos que es proporcionado a los
instrumentos q u e utiliza un sistema de interpretación. Por esto las
rupturas de la historia se plantean ahí donde se detiene la explica-
ción estructuralista del historiador.
Q u e la i n t e r f e r e n c i a entre su m é t o d o y sus resultados no
sea e l u c i d a d a p o r F o u c a u l t — o , m á s bien, que este p r o b l e m a sea
t r a s l a d a d o al e s t u d i o d e u n a " p r ó x i m a o b r a " — , es lo que explica
la m o l e s t i a d e l lector. P e r o con todo y sintiendo s e m e j a n t e
d i s c r e c i ó n s o b r e un p u n t o central q u e sin d u d a habría llevado a
F o u c a u l t a s i t u a r s e en la historia por su manera de leer en ella
los a v a t a r e s d e la r a z ó n , le d e b e m o s r e c o n o c e r que la cuestión es
p l a n t e a d a en el c o n j u n t o de la obra, c o m o ya lo h e m o s constata-
do. E l l a r e s u r g e aquí. U n p r o b l e m a de fechas, largo t i e m p o
c l a s i f i c a d o e n t r e los datos d e la investigación histórica, se con-
vierte e n un p r o b l e m a epistemológico. Se presenta bajo dos for-
mas e q u i v a l e n t e s : ¿ p o r q u é estas a l t e r a c i o n e s del o r d e n c o n s t i -
t u t i v o d e u n a c u l t u r a ? ; ¿ p o r q u é e s t a s interrupciones en el
d e s a r r o l l o d e la e x p l i c a c i ó n ? Cierto, en el m o m e n t o en q u e la
c r o n o l o g í a t o m a la s i g n i f i c a c i ó n de un discurso filosófico, nos
p o d e m o s p r e g u n t a r si Foucault no ha adoptado simplemente, p e r o
para c o n s t r u i r el c u e r p o de la historia, el vestido ya preparado,
s e g ú n c r i t e r i o s d i s t i n t o s a los s u y o s , por los m i s m o s historiado-
res a los q u e con razón les critica el método. Pero, d e s d e este
p u n t o d e vista, los análisis de la Historia de la locura y del
Nacimiento de la clínica son aptos para contestarla d e s d e sus
o b j e t i v o s , p u e s ellos m u e s t r a n , con una notable precisión, c ó m o
el t r a j e d e las f e c h a s d e t e r m i n a todo el e s p e s o r de la realidad.
La razón es por lo tanto cuestionada por su historia. Una
heterogeneidad quiebra su identidad consigo misma; ella se manifiesta
en la sucesión de los ''mcxlos de ser" del orden, figuras no progresivas,
J sino discontinuas. Si Foucault pudiese definir lo que son los "subsue-
los", podría referirse a una totalidad y superar la heteronomía de las
í
"razones" históricas por el llamado a una razón que las abrazase a
tíxlas.^^ Ahora bien, es esto lo que él considera imposible. Por esto, él
i-.

2« aparece sin embargo con la niKÍón. mal definida, de '*pQ5


no tiene, para decirlo, m i s que el camino de un "reíalo" en donde
se encuentran planteados con la misma precisión el problema del
orden y el del método. En los términos de un rigor técnico (desig--
némoslo, a pesar de Foucault, c o m o historia de las ideas), formula
filosóficamente una cuestión actualmente " f u n d a m e n t a l " (término
que él aprecia): la posibilidad de la verdad. No hay ninguna filosofía
y, a fortiori, ninguna fe que no sea confrontada a tal problemática e
incluso (pero es el punto a debaür) no la evite.

Los equívocos de la continuidad: la ^^arqueología''

El análisis de Foucault es demasiado agudo para no captar una


continuidad a través de las metamorfosis y de las reestructuraciones
que caracterizan a cada periodo epistemológico. Las palabras y las
cosas lleva por subtítulo "una arqueología de las ciencias huma-
nas", anunciando de antemano el movimiento que, segijn la obra,
c o n d u j o al pensamiento occidental de la época clásica a la forma-
ción de las ciencias humanas por la mediación de los tres modelos
(característicos del siglo xix) de la biología, de la economía y de la
filología —raíces de la psicología, de la sociología y de la lingüís-
tica—, y que lleva actualmente a la contestación de estas ciencias
por la historia, la etnología y el psicoanálisis. En el sentido anahiico
del término, las escenas primitivas habitan y determinan un desa-
rrollo. Bajo los desplazamientos culturales, sobreviven las heridas
originarias y los impulsos organizadores que son discemihles en los
pensamientos que han olvidado a estas heridas y estos impulsos.
La evolución constituye en consecuencia una "serie". En
recorrido pascaliano, Foucault hace ver la continuidad ahí donde se
afirmaba la ruptura, como al momento siguiente ya mostraba una
discontinuidad que destruye la homogeneidad de un devenir de la
ciencia. Pero esta continuidad es indisociable del equívoco; ella es
lo que persiste sin que la conciencia lo sepa, y bajo el modo del
engaño. Las sobrevivencias de diversos tipos descubiertas por el
análisis se traducen en una forma de impostura.
En un primer nivel, se tiene una p e r m a n e n c i a de superfi-
cie, aquella que, a pesar de los deslizamientos del subsuehi, j
mantiene idénticas las palabras, los conceptos o los lemas sim- i
bólicos. Un simple ejemplo: se habla del " l o c o " en el siglo xvi, i
/
é
\ Hi

20
e n d XVIII y cn ci xix, pero en realidad, aquí y allá, se traía de
la misma enfermedad".^^ En la exégcsis, cn la teología, hay el
mismo problema que en la medicina. Las mismas palabras no
designan las mismas cosas. Las ideas, los lemas, las clasificxicio-
nes subsisten, pasando de un universo mental a otro, pero cn
cada ocasión determinadas por las estructuras que los organizan
y les dan una significación diferente. Los mismos objetos men-
tales " f u n c i o n a n " de otra manera.
Existe una persistencia en la cual la forma es inversa. En la
historia de las ideas surgen nociones nuevas que parecen anunciar
una estructura de otro tipo. En realidad, en estos casos se trata de
categorías gelatinosas que no determinan d contenido de las estruc-
turas sino que solamente los recubren: nociones aptas para abra/ar
las contradicciones, significantes flotantes cn los que stibreviven las
obsesiones o las ópticas anteriores. Así el miedo que, en el siglo xvi,
exiliaba al loco por temor de un contagio diabólico se procura, cn
el siglo xvni, un lenguaje médico y vuelve a resucitaren las precau-
ciones lomadas contra el aire contaminado de l(\s hospitales.^**
En liírminos más amplios, cada región histórica de la epis-
teme es el silio de una reestructuración dirigida (pero no más
organizada) por las estructuras elaboradas en la época anterior.
Foucault lo muestra, por ejemplo, a propósito del psicoanálisis. La
familia, cuyo prestigio, a fines del siglo xvnu domina al menor
mental y pri)paga su antítesis mítica al **mcdio" social (corruptor de
la naturaleza), prepara la inscripción de la tesis del atentado contra
el padre en el cual Freud reconoce el deslino de toda la cultura
occideiital (y quizás de toda civilización), con solamente extraer del
lenguaje una sedimentación depositada en la conciencia en el curso
del siglo precedente y que Freud detecta y saca de la tumba de las
palabras lo que acaba de ser pueslo en ellas ''por el mito de una
superación de la locura cuando reinaba la pureza patriarcal, y por
una situación realmente alienante dentro de un asilo constituido
- - * 0" bajo el modo f a m i l i a r " . L a culpabilidad también resurge en el
^ % 0 ^f .

i' lenguaje freudiano, pero porque ella ha sido plantada en este len-
••

A't
• •
guaje por el reemplazamienlo de la coacción por una técnica de la
,

tn
Í
• r

Hníotre Je la folie, p. 250.


y I
"/W.P.4M.
>
pp.
A*
. •"ih ^
•ki A ^
21
confesión en los asilos filantrópicos a fines del 5ÍkIo kviii.^* I>c I4
misma manera, la valorización de la pareja inótlico cnícrn»o (tam-
bién fechable en el siglo xvin) y la conccniracíón de U icrap<*uiica
sobre el personaje del médico inaugura, sin ijuc los invcni<»rei lo
sepan, la desmitificación por Freud de todas las i)lr;LS cstructuríi5 de
asilo y el fortalecimiento (olvidadizo de sus orígenes) del lugar
acordado al analista que, evadido detrás del enfcmio, lo ju'/ga, lo
gratifica, lo frustra, y se convierte al mismo tiempo, según Foucault,
en la "llave" y en la "figura alienante" de la relación terapéutica.'*
Contraria a las intenciones que dirigieron la elaboraci<^n de
una fórmula, olvidada por los que la retoman de mtKlo diferente, la
continuidad está gobernada por el equívoco, lis real, pero vivida
bajo el modo de los contrasentidos, entre la época de la hermenéu-
tica (siglo xvi), la de la "representación" (xvn.xviii), del positivis-
mo o de una objetivación de "lo interior" (xix) y el tiempo presente.
»

No se ü-ata en ese desarrollo de una relación que va de la ilusión a la


verdad (como le gustaría hacerlo creer a la mitología del progreso),
\
I pues la impostura es recíproca. Es-una relación de lo distinto a lo
distinto. El equívoco común a los intercambios entre culturas o a su
sucesión no anula la realidad de una comunicación, pero ésta designa
la naturaleza de este intercambio. La ambigüedad de la comunicación
nos devuelve a una "inquietud" que anuda la continuidad de la historia
y la discontinuidad de sus sistemas: la diferencia.
Es, en efecto, la diferencia la que talla en la homogeneidad
del lenguaje las rupturas del aislamiento y que, inversamente, abre
en cada sistema los caminos de lo distinto. La inestabilidad interna
de los ciclos y el equívoco de sus relaciones no son dos problemas.
Bajo estas dos formas, como relación con lo otro y como relación
con sí, una incesante confrontación trabaja la historia, legible en las
rupturas que hacen voltear los sistemas, en las coherencias que
tienden a rechazar una alteración interna. Hay continuidad v discon-
tinuidad, ambas engañosas, porque sobre el "modo de ser del
orden" que le es propio, cada tiempo epistemológico lleva en sí una
alteridad que toda representación busca suprimir objetivándola,
pero sin jamás poder esconder el oscuro trabajo, ni prevenir su
veneno mortal.

^íbUi., pp. 596-597.


" / b ú / . p p . 608-612.

22
VA pensamiento del afuera

Quien se queda cu la Icsis hislorica lie la conlinuiclad piensa escapar


a la muerte aptiy:ímlt)SC cn la licción de una pcrmancncia real.
Quien se recluye cn hi forialc/a de los sistemas discontinuos crcc
poder situar a la muerte conn> ini piohlema exterior, localizable en
ci aconteeimienio absindo quo pone lìn a un orden; huye de la
pregunta que ya plantea el orden en cuanto tal y que surge, primero,
bajo la figura de un "líniitc" interno - e l de otro mundo, divino o
demoniaco, en el sij?lo xvi; el tlcl "no ser" bestial o imaginario del
siplo xvii; el de una dimensión "interior" (el pasado, la fuerza o el
sueño), en el siglo xix
Una finitud inicma niega I:ls estructuraciones que intentan
superarla y en las i|uc se despliega la defensa de lo Mismo, es decir
de la identidad consigo mismo, Im alteridad reaparece siempre y,
fundamentalmente, en la naturaleza misma del lenguaje. Una ver-
dad es dicha por la orjíani/ación de una cultura, que escapa a
aquellos que son sus colaboradores. Las relaciones predeterminan
a los sujetos y les hacen significar cosas distintas de las que ellos creen
decir o poseer. Ser hablado ignorándolo, esto es estar muerto sin
saberlo; es anunciar la muerte creyendo triunfar sobre ella, es confesar
lo contrario de lo que se afirma. Ésta es la ley que descubre el
historiador, desde el momento en que debe distinguir del lenguaje las
intenciones conscientes. "La presencia de la ley, dice Foucault a propó-
sito de Blanchot, es su disimulación".^^ La alienación no es solamente
un hecho terminal, al final de una cultura, sino su norma intema y la
relativización de toda conciencia individual. La evidencia del "yo soy"
es, por lo tanto, puesta en peligro por su propio lenguaje, es decir, por
"este afuera donde desaparece el su jeto que habla".^^ Tcxlo'pensamien-
to tiene su verdad en un "pensamiento del afuera".
Este "pensamiento del afuera", ''bien se puede suponer que
nació de aquel pensamiento místico que, desde los textos de Pseu-
do-Dcnys, ha estado merodeandi) por los confines del cristianismo;
quizás se ha mantenido, un milenio más o menos, en las formas de
una teología negativa".^ Ocasional, la referencia sugiere el tipo del
problema del cual F'oucault se hace el intérprete. El lo ve puesto al

" Pensée du deh«*«", of^. nt., p. 534.


" íbuí., p. 525.
**/buí , p . 526.

23

Ü
tlía en el m o m e n t o en que "Sade no deja hablar, c o m o ley sin ley
ilei mundo, más que la crudeza del desco":-^-^ el sadismo, ''hceh(»
cultural m a s i v o que apareció precisamente a Unes del sigh) xviir\
está ligado a la c^poca "en que la sinrazón, encerrada desde hacía
más de un sigK) y reducida al silencio, reaparece, no m i s conn»
figura del mundo, ni c o m o imagen, sino c o m o discurso y deseo'*.^
La muerte s ó l o aparece a través de la red coherente de la
razón, de la posición del hombre en el lenguaje o de la mutación de
los lenguajes. N o es un f e n ó m e n o de la historia, tampoco un hechí)
particular, en c o n s e c u e n c i a no es localizable. Y no se espere aquila
afirmación violenta de un autor que de repente haría irrupción en la
f i l o s o f í a rellexiva rompiendo el tranquilo mobiliario de la concien-
cia e implantando en ella su bandera negra. í'oucauli no anuncia el
fin del hombre, sino de una c o n c e p c i ó n del hombre que pensaba
haber resuello a través del positivismo de las "ciencias humanas"
(ese "rechazo de un pensamiento negalivo")^^ el problema siempre
remanente de la muerte. Dado que cada sistema encuenu-a su ruina
en la ilusión de haber triunfado sobre la diferencia, la cuestión se
plantea hoy a partir de esta alienación en el lenguaje lanío comt>
(pero es la misma cosa) a partir de los hundimientos sucesivos. "El
hecho es que nosotros ya estamos, antes de la menor de nuestras
palabras, dominados y penetrados por el lenguaje"/** he aquí lo que
dirige la investigación del sentido hacia "esta región donde merodea
la muerie",'^^ nacia la literatura en la cual coinciden la ley del
discurso y "la absoluta dispersión del hombre".***^
Por ello, es a propósito de obras literarias que Foucault
revela m i s claramente la ausencia radical que "se ahonda en el
s i g n o que ella hace para que se avance hacia la ausencia c o m o si
fuera posible reunirse con e l l a E s t a ausencia habla en el "yo". No
sólo c o m o lo pensaba Mallarme y c o m o lo repite la nueva literatura, "la
palabra es la inexistencia manifieslade lo que designa", sino que el ser
del lenguaje es la acción visible en la cual se bt)rra el que habla. Un
deseo jamás objeiivable esuí dirigido hacia la nada que la habita, y "el

Ullt\totte df la folie., p. 437.


17
Wui., p. 213.
U.i Molt es ¡es CHosr.t, p. 311.
>9
tbtd.,p 395.
40ihid., p. 397.

La Pca^cí du dcínirs". op. at., p. 531.

24
• i"

J1

) podría
%

espera
u

(S
Cuestiones abiertas
à
Antaño, bajo lo cómico de sus memorables aventuras. Félix el Galo
era representado en una situación análoga a la que nosotros hemos
u
descrito aquí. El corre a toda velocidad. De repente, se da cuenta, y
u los espectadores junto con él, que le falta el suelo: hace un momento
que dejó el borde del acantilado que recorría. Hasta el momento en
:1 que se da cuenta él, entonces, cae en el vacío. Quizá en esta
a representación se puede evocar el problema y la percepción de los
«^

que el libro de Foucault es el testimonio,


c La caída sólo es el aspecto secundario de una constatación:
'à la desaparición del suelo sobre el cual creíamos caminar y pensar.
C| Ella devuelve la reflexión a la necesidad de "dejar hablar" lo que se
o^ dice e n el hombre, sin que se pueda, en adelante, confiar en el
:1 crédito que se le daba a la conciencia, ni a los objetos que habían
creado una organización del conocimiento. Se presenta un universo
nuevo del pensamiento. Puede tener el carácter de una calásü-ofe,
pero solamente para aquellos que únicamente saben caminar sobre
la antigua *'base epistemológica". Mientras el **yo" ocupaba antaño
''el lugar del rey" en la r e d de las representaciones, es ahora el
lenguaje el que dice, ante él, su verdad; mientras el yo era puesto
ill
como el centro invisible del mundo percibido, ahora ha sido rein-
^ U'oducido en las relaciones de la percepción y se inscribe únicamente
^^ como uno de los términos definidos por una combinatoria subyacen-
te y fundamental; mientras la continuidad era tanto la seguridad como
da priori de un sistema, es a partir de la discontinuidad que se plantea
icr ahora un riesgo y un problema novedoso,
n Para indicar esta mutación, Foucault tiene la agudeza apre-
cl miante del doctor Folamour. Anuncia la nueva era con análisis que
pemianecerán, pero su discurso deja pendientes las cuestiones abiertas
por él. ¿El profeta de esta episteme será también su filósofo? ¿Pues
quién es él, para saber lo que nadie sabe, lo que tantos pensamientos
han ''olvidado" antes o ignoran actualmente de ellos mismos? El se

thid., p. 544

\
ofrece como el omnipresente (ya que tíxJas las heteronomías de la
historia fomian el único relato de su peníamiento), pero también es
el ausente (ya que él no está situado en ninguna parte). Su obra
quiere decir la venJad de los lenguajes, pero esta verdad no se
plantea con relación a ningún límite y en consecuencia a ningún
compromiso del autor. De estos lenguajes, las rupturas son final-
mente superadas por la lucidez de su mirada universal. Dicho de
otro modix hablar de la muerte que funda tcxlo lenguaje, no es aún
afrontarla, es quizis evitar la muerte que alcanza aJ mismo discurso.
Por lo tanto, se le puede plantear una doble cuestión. Prime-
ro, ¿de cuál historia da cuenta Foucault? Desde este punto de vista,
los historiadores tienen la palabra y pueden discutir una lectura que
selecciona lo real, decide ella misma lo que es significativo y se
retira a las "espesuras" de la historia cuando la superficie le resis-
i
I le.*^^ Por otra parte, la determinación filosófica del estatuto del
4
«

discurso, la elucidación de la relación entre su particularidad'y su


ü proyecto (en la obra de Foucault, ¿quién habla, y de dónde?), la

elaboración de las nociones que utiliza (base, subsuelo, positividad,
etc.) definen el terreno donde el prestigioso "relato" debe metamor-
iÉ fosearse en filosofía.'^
Ahí está una obra abierta, capital e incierta, desmitificadora y
I
' aún mítica. ¿Mefistófeles se convertirá en Fausto? Por el momento,
JH fascina a unos e inquieta a otros, lanzada a interpretaciones conümlic-
\ ] lorias, por haber evocado, "debajo de la representación, una inmensa
^ capa de sombra que nosotros üatamos ahora de redibujar como pode-
] mos, en nuesu^o discurso, en nuesü^ libertad, en nuestro pensamiento.
^ Pero nuesü-o pensamiento es tan corto, nuesü-a libertad tan sumisa,
nuestro discurso tan reiterativo que tenemos que comprender que, en el
fondo, esta sombra de abajo es un mar a beber''.'^'

^ En e^U historia de l u mentalidad&s, je debe destacar Umhién la qás'i ausencia de las ciencia5
rcligiotas, que sin embargo desempefiaron un papel Cdpit^. cn particular en la elah(>racíón de la
rpisteme propia de la época "clásica".
Por ejemplo, ¿DO debe interrogarse sobre la naturaleza del postulado metodológico (que es el apnon
de Fcucault) según el cual la epistfme es sistema y condición ahistórica de U historia?
jif 45
Les Mois et les Choses, p. 224.
n
Microtécnicas y discurso panóptico: un quiproquo »

n Vigilar y castigar,^ Michel Foucault examina la organización


í
de la ''vigilancia" penal, escolar y médica en los inicios del siglo
XIX. Multiplica sinónimos y evocaciones en su esfuerzo por nom-
brar los agentes silenciosos de su historia (como si escaparan a toda
posibilidad de identidad verbal): "aparatos", ''instrumentos", "téc-
nicas", "mecanismos", "máquinas", etcétera. Esta incertidumbre,
esta inestabilidad de la terminología es ya sugestiva. Sin embargo
la historia de base que constituye el tema del libro —enorme
quiproquo, true<jue sociohistórico— postula una dicotomía funda-
mental entre ideologías y procesos técnicos, construye el mapa de
sus evoluciones e intersecciones respectivas. En realidad, Foucault
analiza un quiasmo: cómo el lugar que ocupan al final del siglo xvin
los proyectos humanitarios y reformistas es luego colonizado,
"vampirizado" por estos procedimientos disciplinarios que desde
entonces, cada vez más, organizaron al espacio social mismo. Esta
novela policiaca cuenta una historia de sustitución de cadáveres, un
tipo de intercambio que le hubiera gustado a Freud.

* La palabra francesa quiproquo pixlría traducirse corm) "malcDlcndido**. pero tambiéo d e n o u un


significado mis preciso, como el de "lomar a una cosa o a una persona en lugar de otra**. En este easayo
remite a una equivocación inconsciente; por ello su uso está enmarcado en la teoria freuilíaAa. Por
estas razones decidimos dejarla en francés. (N. del T.).
' Michel Foucault, Surveiller et punir. Satssance de la prison, Paris, Gallinwd, 1975 {Vigtiar y
castigar, tr. de Aurelio Cartón del Camino. México. Siglo XXl, 1976). Para un análisis de los trabajos
anteriores de Foucault, ver aniba en el capítulo primero.

27
Como siempre cn la obra de Foucault, el drama se construye
a partir de dos fuerzas cuyas relaciones, por una astucia de la
historia, van a invertirse. De un lado, está la ideologia de la Ilustra-
ción con su tratamiento revolucionario de los problemas de justicia
penal. Los proyectos reformistas del siglo xviii quieren esencial-
mente terminar con la ordalia del Antiguo Régimen, con su riiuali-
zación sangrienta de un cuerpo a cuerpo que aspiraba a dramatizar
el triunfo del rey sobre los criminales cuyo crimen era cargado de
un valor simbólico particular. Tales proyectos implicaban un siste-
ma igualitario de penas, su gradación en proporción al crimen
cometido, su valor educativo umto para el criminal como para la
misma sociedad.
Pero en realidad, los procedimientos disciplinarios en uso
en el ejército y en la escuela vienen rápidamente a prevalecer sobre
el vasto y complejo aparato judicial elaborado por las Luces; las
nuevas técnicas son refinadas y aplicadas, sin recurrir a una ideolo-
gía manifiesta. El desarrollo de la cuadriculación celular (para el
escolar, el soldado, el obrero, el criminal o el enfermo) transforma
el mismo espacio en instrumento utilizable para disciplinar, progra-
mar y mantener bajo vigilancia a cualquier grupo social. En tales
procedimientos, el refinamiento de la tecnología y la atención a los
deulles minúsculos prevalecen sobre la teoría y conducen a univer-
saliz^ una manera uniforme y única de castigar, la prisión misma, que
mina desde el interior las instituciones revolucionarias de las Luces y
sustituye en tcxias partes a la justicia penal con lo penitenciario.
Foucault distingue asidos sistemas heterogéneos. Describe
el triunfo de una tecnología política de los cuerpos sobre un sistema
elaborado de doctrinas. Pero él no se queda ahí: en su descripción
de la institución y de la proliferación triunfante de esUi particular
"instrumentalidad menor^', —la cuadriculación penal—, también
ü-ata de elucidar el funcionamiento de este tipo de poder opaco, que
no es propiedad de ningún sujeto individual, está sin lugar privile-
giado, sin superiores ni inferiores, no es en su acción ni represivo
ni dogmático, posee una eficacia casi autónoma y funciona gracias
a su capacidad de distribuir, clasificar, analizar e individualizar en
el espacio todo objeto dado. Una máquina perfecta. A través de toda
una serie de cuadros clínicos, "panópticos" magníficos, Foucault se
esfuerza por designar y clasificar las ''reglas de método", las "condi-
u
i.» ciones de funcionamiento", las "técnicas" y los "procesos", los

20
%
diferentes mecanismos . '^operaciones", "principios" y "elemento!*"
que constituirían aJgo así como una "microli'sica del poder" Su
texto presenta los secretos de esta máquina, cn una cxpo,sitíón m l:i
que el funcionamiento es doble: I) establecer cJ cv(|ucn»;i de un
estrato particular de prácticas no verbales; 2) fundar un discuiso (|uc
concierna a esas prácticas.

Naturaleza y análisis de las mícrotécnicas

¿Cómo describir tales prácticas? Por una estrategia muy caracterís-


tica de su obra, Foucault aisla el gesto que organiza el esfKu io
discursivo, no, como en su Historia de la locura, el gesto epistemo-
lógico y social de encerrar a un loco con el lm de crear el espacio
de la razón, sino un gesto minúsculo, en todas partes reproducido,
que recorta el espacio visible con el fin de someter a los habitantes
a la vigilancia. Los procesos que repiten, amplifican y perfeccionan
este gesto, organizan a su vez el discurso bautizado mas tarde con
el nombre de "ciencias humanas" (Geisteswissenschaften). De esta
manera, en la idea de Foucault, los procesos del siglo xvm que
constituyen un gesto no verbal han sido privilegiados (por razones
históricas y sociales), y después han sido articulados por el discurso
de las ciencias sociales contemporáneas.
Las nuevas perspectivas^ abiertas por este análisis podrían
también ser prolongadas por toda una estilística, un método de
análisis del gesto no verbal que organiza el tcxlo del pensamiento.
Pero éste no es aquí mi propósito. Yo quisiera más bien plantear
diferentes preguntas relativas a estas prácticas.
1. En su ''arqueología de las ciencias humanas" (su proyecto
explícito desde Las palabras y las cosas) y en su búsqueda de la
*'matnz" común (la "tecnología del poder'') que organizaría a la vez el
código penal (cómo castigar a los hombres) y las ciencias humanas
(cómo conocerios), Foucault fue llevado a hacer una elección entre
el conjunto de procesos que forman el tejido de la actividad social
en los siglos xviii y xix. Comienza por examinar un sistema que

Ver cn particular Gilles Deleuze. "Ecrivain non: un ntiuvcau cartographc". cn Cr/'iytfr, num. 141.
dicicmhrc 1975, pp. 1207-1227; Cesàreo MoraJe.*, "Pf>dcr del discurto". cn Ihtfntut ^ytHÌftiiui, nùm.
8. 1975, p. 39-48; Ilayden White. "Michel Foucault", en John Sturrock fed.). .V/fwriafij/it/fi W . V i m r
Oxford. Oxlord University Press. 1979.

29
prolifcraensuestadoaclual(esencialmcnlenueslraactualiecnolo.
già de las ciencias y de la justicia), y l u e g o se r e m o n t a en el pasado.
Es una operación quirúrgica. C o n s i s t e en u/\s7flr del c u e r p o social
entero el t u m o r c a n c e r o s o y en explicar su d i n á m i c a contempo-
ránea por m e d i o de su génesis d u r a n t e los d o s s i g l o s precedentes.
Apoyado sobre una masa e n o r m e de materiales históricos (en
materia p e n a l , militar, escolar, m é d i c a ) , este m é t o d o destaca los
procesos ópticos y p a n ó p t i c o s , en p r o l i f e r a c i ó n creciente en
nuestra s o c i e d a d ; así identifica los s i g n o s o c u l t o s de un aparato
d
del q u e la estructura d e v i e n e g r a d u a l m e n t e m á s precisa, más
c o m p l e j a y m e j o r d e f i n i d a en el e s p e s o r del t e j i d o o del cuerpo
social entero.
Esta notable "operación" historiográfica plantea al mismo
tiempo dos cuestiones distintas: una, sobre la f u n c i ó n decisiva de
los procesos tecnológicos y de los aparatos para organizar una
sociedad; la otra, sobre el desarrollo excepcional o el estatuto
privilegiado de una categoría particular (el panóptico) enü'e tales
aparatos. También, desde entonces, es necesario preguntarse:
a) ¿ C ó m o explicar el desarrollo privilegiado de la serie
particular constituida por los aparatos panópticos de Foucault? Quizás
esto no es tan sorprendente si se recuerda que la óptica desempeñó
desde el siglo xvi una función fundamental en la elaboración mo-
derna de las ciencias, de las artes y de la filosofía. En este caso, la
máquina panóptica sólo sería un efecto histórico de esta omnipre-
sencia de la ü"adición óptica. Representaría no la victoria de una
novedad, sino la de un pasado, el triunfo de un sistema antiguo
sobre una utopía nueva, liberal y revolucionaria. Un m o d e l o pasado c
de organización regresa y "coloniza" los proyectos revolucionarios
de una época nueva. Este retorno del pasado nos hace pensar en una
historia freudiana.
d
h) ¿Qué ocurrió con todas las otras series de procesos, a
cuyos itinerarios no se ha prestado atención, y que no dieron
nacimiento a una configuración discursiva específica o a una siste-
P'
matización tecnológica? Hay m u c h o s otros procesos al lado de los
P
panópticos. Se podría tenerlos por una inmensa reserva de semillas
o de huellas que posibilitarían desarrollos de nuevas alternativas.
En todo caso, es imposible reducir el funcionamiento de
toda una sociedad a un tipo de proceso dominante y único. Los
trabajos recientes (Serge Moscovici sobre la organización urbana.

30
Pierre Legendre sobre el aparalo jurídico medieval)^ han revelado
la existencia de otras clases de aparatos tecnológicos, que interac- 4.-/1
túan de manera análoga con la ideología y la sostienen por un
tiempo, antes de volver a caer en el gran almacén de los procesos
sociales, mientras que en su tumo otros aparatos les suceden en la
función de "informar" a todo un sistema.
Desde este punto de visla, una sociedad estaría por lo tanto
compuesta, al lado de muchas otras prácticas, de un cierto número
g
de ellas que, desarrolladas de manera selectiva y proyectadas,
organizan sus instituciones normativas. Las otras prácticas, perma-
neciendo "menores", no organizan el mismo discurso, se limitan a
durar, conservando las premisas o los restos de hipótesis institucio-
nales o cienüTicas que difieren de una sociedad a la otra. Con la
doble característica subrayada por Foucault, para todos estos proce-
dimientos, de poder organizar el espacio y el lenguaje sobre modos
dominantes o subordinados.
2) La formación final o forma "acabada" (en este ejemplo,
se trata de toda la tecnología contemporánea de vigilancia y disci-
plina) sirve de punto de partida a la arqueología de Foucault: así se
explica la coherencia impresionante de las prácticas que escogió.
¿Pero podemos verdaderamente suponer que todos los procesos
tuvieron en sí mismos esta coherencia? A priori, no. El desarrollo
excepcional y además canceroso de los procesos panópticos pare-
cería inseparable de su función histórica c o m o arma en contra de
las prácticas heterogéneas y c o m o medio de controlarlas. Así su
coherencia es el efecto de un suceso histórico particular, no es una
característica de todas las prácticas tecnológicas. D e la misma
manera, detrás del " m o n o t e í s m o " de los procesos panópticos domi-
nantes, nosotros podríamos sospechar la existencia y la sobreviven-
cia de un "politeísmo" de prácticas diseminadas u ocultas,
dominadas pero n o borradas por el ü-iunfo histórico de una de ellas.
3. ¿Cuál es el estatuto de un aparato particular, una vez que
se ha convertido en el principio organizador de una tecnología del
poder? ¿Cómo lo afecta el proceso por el cual ha sido aislado del resto,
privilegiado y transformado en aparato dominante? ¿Qué nueva
clase de relaciones mantiene con el conjunto disperso de los otros

^ Scrge Moscovici. Essai sur i'hisíoirr humaine de ¡a nature, Paris, Rammarion. 1968; Pierre
Legendre. Lamour du censeur. Essai sur l 'ordre dogmalique, Paris. Seuil. 1974 [El amor dei censor.
Ensayo sobre el orden dogmático, tr. de Marta Giacomini. BarcelonaL. Anagrama, 1979).
procesos después de que finalmenle ha sido insiiiucionali/ado cn
s i s t e m a penitenciario y c i e n t í f i c o ? Es m u y posible que un ap;i-
rato de esta m a n e r a p r i v i l e g i a d o pierda la e f i c a c i a debido al
origen, s e g ú n Foucault, de sus p r o p i o s a v a n c e s técnicos, níIcn-
c i o s o s y m i n ú s c u l o s . E m e r g i e n d o d e ese e s t r a t o o s c u r o domlc
F o u c a u l t ubica los m e c a n i s m o s d e t e r m i n a n t e s de la sociedad, tai
a p a r a t o bien podría e n c o n t r a r s e en la posición d e una institución
en sí m i s m a c o l o n i z a d a , de m a n e r a i m p e r c e p t i b l e , por otro.^
p r o c e s o s aún m á s silenciosos. En realidad, e s t e s i s t e m a de dis-
c i p l i n a y vigilancia, c o n s t i t u i d o cn cJ siglo xix s o b r e la base de
p r o c e s o s anteriores, está hoy h a c i é n d o s e "vampirí'zar" por otros
p r o c e s o s q u e nos toca revelar.
4. ¿Se puede ir más lejos? En el curso de su evolución, los
mismos aparatos de vigilancia llegaron a ser un objeto de elucida-
ción y una parte del mismo lenguaje de nuestra racionalidad. ¿No
es esto el signo de que cesaron de determinar a las instituciones
discursivas? En el presente, ellos son parte de nuestra ideología.
Los aparatos organizadores que el discurso puede explicar no cum-
plen más la función silenciosa que les ad judica la obra de Foucault.
Encontrándonos en este punto (a menos que supongamos que
analizando las prácticas que le dieron nacimiento, Vigilar y castigar
supera su propia distinción de base entre "ideologías" y "proce-
sos"), nosotros debemos buscar qué aparato determina a su vez el
discurso de Foucault, un aparato subterráneo que por definición
escapa a la elucidación ideológica.
Mostrando, sobre un caso singular, las relaciones heterogé-
neas y equívocas entre los aparatos y las ideoK)gías, Fi)ucauli
constituyó un nuevo objeto de estudio histórico: esta región en la
cual unos procesos tecnológicos tienen efectos específicos de po-
der, obedecen a dinámicas lógicas que les son propias, y producen
giros fundamentales en las instituciones jurídicas y científicas. Pero
nosotros no sabemos aún qué hacer con los otros prtK'csos, igual-
mente infinitesimales, que la historia no privilegió y que continúan
sin embargo prosperando en los intersticios de las tecnologías
institucionales. Es muy exacto el caso de los procesos a los cuales
les falta la condición previa esencial según Foucault, es decir la
posesión de un lugar o de un espacio específico propio donde la
máquina panóptica pudiese funcionar. Tales técnicas, tan operativas
como privadas de lugar, son unas "tácticas" retóricas. Yo creo que
en secreto ellas reorganizan el discurso de Foucauli, colonizan su
texto ''panóptico" y lo transforma en una "ilusión óptica".

Microtécnicas de producción de una fícción panóptica I


i

Cuando, en lugar de ser un discurso sobre otros discursos que lo


preceden, la teona se arriesga en dominios no verbales o preverba-
les donde sólo se encuenü'an prácticas sin discurso que las acompañe,
h
surgen ciertos problemas. Hay un cambio brusco, y la fundación, de
;
ordinario tan segura, que ofrece el lenguaje, entonces falta. La m

operación teórica se encuentra de inmediato en el extremo de su t


i

terreno normal, igual que un coche que llega al borde de un acanti-


lado. Más allá, no hay más que mar. Foucault trabaja al borde del
acantilado, intentando inventar un discurso para tratar prácticas no
discursivas.
Pero nosotros podemos considerar las microtécnicas c o m o
las que edifican la teoría en lugar de ser ellas su objeto. La cuestión
no concieme más a los procesos que organizan la vigilancia y los
castigos sociales, sino a los que producen el m i s m o texto de Fou-
cault. En realidad, las microtécnicas no solamente entregan el
proceso
cocma
encuentran aquí finas "recetas" para extraer, de lo p r o f u n d o de las
manera
receta de cocina está repleta de imperativos de acción (mezcle.
forma
puede resumirse en dos etapas: una extracción, luego una inversión.
Primero el gesto "etnológico" de aislar algunas prácticas para darse
un "objeto" científico, luego la inversión lógica de este objeto
oscuro en el centro luminoso de la teoría.
La primer etapa es un corte: en una tela de una sola pieza, él
aisla un motivo hecho de algunas prácticas, para constituirlas en un
corpus separado y distinto, un todo coherente, extraño sin em-
bargo al lugar e n d o n d e se p r o d u c e la t e o r í a . Es el c a s o d e los
procesos p a n ó p t i c o s d e Foucault, aislados de una multitud de
oü"as prácticas. Reciben de Foucault una forma eüiológica. En el
intervalo, el género particular así aislado es tomado c o m o la meto-
nimia de la especie entera: un^ parte, observable porque circunscri-

33
la, cs ulili/^cla para representar la totalidad indefinida de las prácti
cas cn general. Obviamente, este poner aparte sirve para dar seniiUo ^
a )a dinámica específica de una tecnología dada. Sin embargo se ^
uata de un "recorte" etnológico y metonimico. t
En la segunda euipa, la unidad así aislada es invertida. Lo t
que era oscuro, lo no dicho, y culturalmente extraño se convierte cn ^
el elemento mismo que ilumina la teoría y sobre el cual el discur?5o
se funda. En la obra de Foucault, los procesos tomados de los I
sistemas de vigilancia en la escuela, èn el ejército, en los hospitales, <
los microaparatos sin técnica discursiva de lègitimación, completa- 1
mente exü-años a la Aufklarung, lodo se convierte en el principio 5
mismo del orden que da sentido a nuestra propia sociedad transmi- i
tiendo a nuestras "ciencias humanas" su razón de ser. A causa de t
estos procesos, y en ellos como en un espejo, Foucault ve todas las (
cosas y se vuelve capaz de explicarlas. Ellos permiten que a su vez (
su discurso se convierta en teóricamente panóptico. Esta extraña r
operación que consiste en transformar unas prácticas afásicas y (
secretas en eje central de un discurso teórico y en hacer de este ^
corpus nocturno un espejo en el cual trilla con todas sus luces la ^
»
»
razón que decide nuestra historia presente. ^
\ En la obra de Foucault, esta láctica muestra la pertenencia
»

¥ de su historia a la misma especie que las prácticas que analiza. i


Seguramente, Foucault ya estudia la determinación del discurso por c
¡ ím procesos en el caso de las "ciencias humanas". Sin embargo, su
propio análisis traiciona la presencia de un aparato análogo a esos
; de los que pudo revelar el funcionamiento. Pero sería interesante,
con relación a la teoría de estas microtécnicas, considerar las dife-
rencia.^ entre los procesos panópticos de los que habló Foucault y el (
gesto gemelo realizado por su propio relato, aislando un cuerpo
extraño de procesos e invirtiendo su contenido oscuro en fuente
luminosa-
B. Un arte de componer ficciones panópticas. En este
5cniido, la teoría de Foucault también forma parte del arte de
*^marcarse unos puntos". No escapa a su objeto, los microprocesos.
Es un efecto de los microprocesos y un procedimiento panóptico.
Ho hay ruptura epistemológica y jerárquica enu^e el texto teórico y
las mícrotécnicas. Tal continuidad constituye la novedad filosófica
del uabajo de Foucault.

M
í

Esta arte
arte de decir: suspenso, citas
muestras
para sedue
arte
coyunturas
"lector". Su lectura es una caza furtiva. Cazando a través de los
bosques de la historia y en nuestras llanuras de hoy, Foucault
captura en la ü^mpa cosas extrañas que descubre en una literatura
pasada y de las cuales se sirve para perturbar nuestras frágiles
seguridades presentes. Tiene una capacidad casi mágica de poner el
dedo sobre confesiones sorprendentes, en documentos históricos
tanto como en textos actuales, de reunir sistemáticamente estas
curiosidades de ayer y de hoy, y de transformar en pruebas convin-
centes castas revelaciones de prácticas no verbales que determinan
nuestras instituciones políticas y epistemológicas. Su arte retórico,
creador de una evidencia que invierte nuestras convicciones más
evidentes, es el gesto literario de una manera de hacer. Su inmensa
erudición no es la razón principal de su eficacia, es más bien su arte
de decir, que es también un arte de pensar.
Su manera de utilizar un discurso panóptico como máscara
para llevar a cabo intervenciones tácticas en el interior de nuestros
campos epistemológicos es particularmente notable. Él práctica el
arte de "marcarse unos puntos" por medio de ficciones históricas.
Vigilar y castigar se apoya sobre sutiles procedimientos para "ma-
nipular" presentaciones eruditas. Es un recurso alternado y calcula-
do en tres variantes de figuras ópticas: unos cuadros descriptivos
I*. (relatos ejemplares),^ analíticos (listas de "reglas" o de "principios"
X
i%
^ I
ideológicos relativos a un solo fenómeno),^ por último imágenes
) K
A (grabados v fotocrafías de los sielos xvn xix).^ Este sistema combi-
ft s
\
* SurveilUr ef punir, pp. 9-13 (Damicos), pp. 197-201(la ciudad enferma de la pesie), pp. 261-267 (el
t "herrado" de pfcsidiarios), pp. 267-269 Oa "pnsióo rodanle"). P- 288 (Vidocq), p. 296-298 (Béassc),
ele.
C ^ /bul., p. 28 (cuauo reglan generale^«), pp. 96-102 (seis reglas mayores de semíotécoica punitiva), pp.
106>U6 (seis condiciones de funcionamiento del arte de castigar), pp. 143-151 (cuatro técnicas de
<üscípl¡ru>, pp. 159-161 (cuatro procedimientos para capitalizar el tiempo de los individuos), pp.
189-194 (uc» n^canismo« de eiiamen), pp. 211-217 (tres procesos del panoptismo), pp. 238-251 (tres
i principios del sistema penitenciario), pp. 274-275 (siete máxinus universales de la buena "condición
petutenciaría**), p. 276 (los cuatro términos del **si5tema carcelario'*), etc.
a
Ibid., ubKidos ú principio de ia obra, un cuaderno de treinta ilattraciones (grabador y fotografías).

35
na tres clases de vitrinas: relatos de estudios de caso, distinciones
teóricas, imágenes del pasado. Solamente pretende mostrar y no
explicar cómo camina la máquina: poniéndola en escena en tres
decorados panópticos diferentes, hace visible y transparente este
proceso opaco. Organizando una retórica, una escritura de la trans-
parencia, produce un efecto de autoevidencia sobre el público. Pero
este teatro de la transparencia cs una artimaña. Desplaza sistemáti-
camente los campos en los cuales Foucault interviene sucesivamen-
te. Es una operación subversiva, ocultada por y en un discurso
límpido, un caballo de Troya, una ficción panóptica, que utiliza la
transparencia para introducir una alteridad en nuesü-a episteme.
Creyendo que va por sí mismo, el espacio panóptico de nuestro
lenguaje científico contemporáneo es consciente y hábilmente reor-
ganizado por microtécnicas heterogéneas. Es colonizado y vampi-
rizado, pero voluntariamente colonizado por procesos que obedecen a
reglas opuestas.
Esta manera de pensar no puede tener un discurso propio,
pues ella retorna en lo esencial a una práctica del no-lugar. El
espacio óptico es el marco de una transformación interna debido a
su empleo retórico. Deviene una fachada, la artimaña retórica de un
relato. Mientras que el libro analiza la transformación de las ideo-
logías de las Luces por una máquina panóptica, su escritura subvier-
te nuestras concepciones contemporáneas con las técnicas retóricas
de un relato.
En un primer nivel, el texto teórico de Foucault está aún
organizado por los proceso panópticos que elucida. Pero en un
segundo nivel, este discurso panóptico sólo es una escena donde
una máquina narrativa invierte nuestra epistemología panóptica
ü"iunfante. Hay así en el libro de Foucault una tensión interna entre
su tesis histórica (el triunfo de un sistema panóptico) y su propia
manera de escribir (la subversión de un discurso panóptico). El
análisis que pretende borrarse detrás de la erudición y detrás de un
conjunto de taxonomías que manipula activamente lleva a pensar
en un bailarín disfrazado de bibliotecario. Así corre a través del
texto del historiador una risa nietzscheana,
A modo de conclusión, adelantaré dos breves proposiciones
para introducir la discusión:
1. Los procesos no son únicamente objetos para una teoría.
Organizan su misma construcción. Lejos de ser exteriores a la teoría

36
^%
o de quedarse en el umbral, en la obra de Foucault los procesos
proporcionan un campo de operaciones de cónu) producir la misma
^^ teoría. Con Foucault, se reencuentra otra manera de construir una
i ^ teoría, que es el gesto literario de estos mismos procesos.
2. Para clarificar la relación de la teoría con estos procesos
que la producen, como con aquellos que convierte en su objeto de
^^^^ estudio, el medio más fácil sería un discurso que nos cuente una
«rso
historia. Foucault escribe que lo único que hace él son relatos. Poco
^ la a poco los relatos aparecen como un trabajo de desplazamiento, en
^e, relación con una lógica metonímica. ¿No sería tiempo de reconocer
Uro la legitimidad teórica del relato, considerándolo no como un residuo
;or- cuya supresión sería imposible (o aún por realizar), sino más bien
ipj. como una forma necesaria de la teoría de las prácticas? En esta
^ ^ hipótesis, una teoría del relato sería indisociable de toda teoría de
las prácticas, pues ella sería a la vez su condición previa y su
producción.
(Traducción del inglés al francés de Luce Giard)

Da
un
jo-
cr-
ias

un
un
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