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Ei sol negro
(
^Hútoin de la foUe á l'âge ckusique. Puis, Pion, 1961 ; [Historia de la locura en la /poca cULiica, a.
<le luu loaé UthlU, 7 ed, 2 vob.. México, KX, 1972|; Naissance de la c/mi^m«. Paru, H'F. 1963 |£J
tktcimietUo de la cUnica. Una arqueología de la mirada médica, tr. de Francisco Perujo, México, Sig lo
XXI. 1966]; Raymoml Roussel, Paris. GallimMrd, 1963; Us Mots et les Chotes, PȖ*. Gallimard. 1966
[Latpalabras y ku cotas, tr. <k EUa Cedlia Prott. México, Siglo xxi. 1968); "La pea<éc <hj dehivs".
CM Criáqfte, «ku. 229 lobre Maurice BUndwt, junio 1966, pp. 523-546; L ArcHé
Odiimwd, 1969 {La arqueotogia del saber, ir. de Aurelio Ganióa del Camino. México, Siglo xxi. I970|.
Bajo los pensamientos descubre una "base epistemológica"
que los vuelve posibles. Entre las múltiples instituciones, experien-
cias y doctrinas contemporáneas descubre una coherencia que, por
no ser explícita, no lo es menos la condición y el principio organi-
zador de una cultura. Hay por lo tanto orden. Pero esta "razón" es
un subsuelo que escapa a estas mismas en quienes funda las ideas
y los intercambios. Lo que da a cada uno el poder de hablar, nadie
lo habla. Hay orden, pero bajo la sola forma de lo que no se sabe,
sobre el modo de lo que es "diferente" por relación con la concien-
cia. Lo Mismo (la homogeneidad del orden) tiene la figura de la
alteridad (la heterogeneidad de lo inconsciente o, más bien, de lo
implícito).
A esta primera falla es necesario añadirle una segunda: de
este lenguaje que habla detrás de las voces que lo enuncian, el
análisis puede descubrir un comienzo y un fin. Después de haber
asegurado la "positividad" de un periodo, su "base" se voltea brusca-
mente para dejar aparecer otro subsuelo, un nuevo "sistema de posibi-
lidad" que reorganiza el universo flotante de las palabras y de los
conceptos, y que implica, por medio de sobrevivencias e invencio-
nes, un "campo epistemológico" (una episteme) totalmente diferen-
te. A través de la durabilidad y en el espesor de su propio tiempo,
cada episteme está hecha de lo heterogéneo: lo que ella no sabe de
sí misma (su propio subsuelo); lo que ella nunca puede saber de los
oü-os (después de la desaparición de la "base" que ellos implican);
lo que perecerá para siempre de sus objetos de conocimiento (cons-
tituidos por una "estructura de percepción"). Definidas por una red
de palabras, las cosas se hunden con ella. El orden emerge del
desorden sólo bajo la forma de lo equívoco. La razón, reencontrada
en estas coherencias subyacentes, no cesa de estar perdida pues ella
es siempre inseparable de un engaño. En los libros de Foucault, ella
muere al mismo tiempo que renace.
A través de un método, es una filosofía la que aquí se
expone. Aunque sea útil distinguirlos para presentarlos, los dos son
inseparables. Cierto, cuando emprende "un estudio estructural que
uaia de descifrar en el espesor de lo histórico las condiciones de la
historia misma",^ Foucault inaugura una nueva crítica ("discurso
exü-iiño, estoy de acuerdo")' que tiende a distinguir y aislar las alianzas
Ckosts
Raymcná HtmssH,
de un emblema, abre El nadmienU) de la clínica: 'Este libro trata del
espacio, del lenguaje y de la muerle."^ El lenguaje y los espacios
epistemológicos de la percepción reenvían reiteradamente a la ins-
cripción puesta a laentrada: "Aquí se trata de la muerte". Una ausencia,
que es qtiizás el sentido, es acorralada, descubierta, ahí donde no se le
e.speraba, en la misma racionalidad.
La seriedad de este pensamiento se encuentra en la imposi-
bilidad de separar en él el análisis espectral de la historia cultural y
la revelación de la luminosidad oscura que en ella se difracta. El
discurso filosófico anuncia, en el sentido más físico y mis funda-
mental, una "inquietud del lenguaje", una incertidumbre que sube
de las fluctuaciones subterráneas y que se insinúa en la cohesión de
nuestras evidencias. La afirmación fundamental de una cultura le es
devuelta como una interrogación abierta. Todo discurso tiene su ley en
la muerte, "la bella tierra inocente bajo la hierba de las palabras".^
Para situarla, primero debemos indicarci propósito general
de una obra que se presenta como la historia de las ideas desde hace
cuatro siglos en Europa occidental —y también como su renova-
ción—. El pensamiento es original, pero aún en búsqueda de sí mismo;
imperialista, pero sin llegar a definir con exactitud su ambición y sus
conquistas; y frecuentemente impreciso ahí mismo donde es más
incisivo.® Por otra parte es necesario constatarlo: las críticas avan/an
con prudencia sobre este terreno aún indeciso, aun cuando sea para
cubririo de elogios. Sin duda, eso tiene también que ver con la gravedad
de las preguntas que nos son planteadas y con la manera en que nos son
explicadas. Más que en los análisis históricos de Foucault, yo me
detendré en algunas de estas cuestiones de método y de fondo.
15
atención sobre el equívoco de la continuidad histórica. Al mismo
tiempo, la brutal novedad del presente es reconocida e inquietada: nn
ella tiene tras de sí el vacío de la diferencia. Estas fracturas del (ju
tiempo no autorizan más al pensamiento actual a creerse la verdad co
de lo que lo precedió; él no tiene más este reposo ni este recurso. Él la
conoce, por lo tanto, un nuevo riesgo, sin garantías. Lo heterogéneo
es para cada cultura el signo de su fragilidad al mismo tiempo que re
su propia coherencia. Todo sistema cultural implica una apuesta que nu
se impone a todos stis miembros aunque ninguno de ellos sea ^^
responsable de la misma. Con "un modo de ser del orden", define ^^
una forma de enfrentamiento con la muerte.'*^ pi*
"Un modo de ser del orden":'^ la formula es de Foucault, ^^
¿Qué se debe entender por ella? ¿Cuál es el estatuto de estas P*^
"estructuras históricas"? Aquí Foucault no las define. Solamente se
dedica a hacer su "relato"^® de esas estructuras, a la manera en que 5
su
el etnólogo se ocupa de las sociedades distantes. Pero ya su descrip-
cc
ción debe transmitir indicaciones sobre lo que analiza. En efecto, j.
ofrece al lector "un estudio que se esfuerza por encontrar a partir de
qué conocimientos y teorías han sido posibles": "lo que se quisiera
"e
iluminar es el campo epistemológico, la episteme en donde los conoci-
mientos, considerados fuera de lodo criterio referente a su valor racio-
nal o a sus formas objetivas, profundizan en su positividad y manifies- UÎ
tan de este modo una historia que no es la de su perfección crecicnie, «4
í
sino más bien la de sus condiciones de posibilidad".'^
Para comprender el problema y su objeto es necesario regre- Ij,
sar a su percepción inicial. Esta percepción es una sorpresa. En el ji
inicio de su libro, un texto de Borges expresa lo que fue para \q
Foucault, y lo que pudo ser para otros, este asombro. Este texto cita
"cierta enciclopedia china'' donde está escrito que ''los animales se c*
dividen en a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaes- s(
irados, d) lechones, e) sirenas, O fabulosos, g) perros sueltos, h) n
incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innume- n
rabies, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, 1) et ^
coetera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de le jos parecen ^
éCoQ
' rdackWk a Mto. la crflica saitreana no podría aceptarse sin matices (ver L'Arr. núm. 30. p. V) d
"Refus de rhistoireT: si, si se entiende por ahí el rechazo de explicar cómo se hdtx la hiMi»íia, H
QAceii kxj siitenas. No, y» que cada «ulema irnpl n
U$ Mou et les Choses, pp. 12-13.
"/feirf.p. 13
••20 »
mosciLs "En el asombro de csla taxonomía", añade Foucault, "lo
que se ve de golpe, lo que, por medio del apologo, se nos muestra
como encanto exótico de otro pensamiento, es el límite del nuestrti:
la imposibilidad radical de pensar eso^\
Un índice, nada mils. Sin embargo, a U"avés de él se hace
referencia a otro orden, a o i w "modo del orden", que se (ifrecc a
nuestro pensamiento como lo que le confunde y le fascina. Lo
aberrante es la primera señal de otro mundo; y si agudi/a la curiosidad
ávida de escapar a su propia problematica, esto sucede por la
preocupación de comprender ''los códigos fundamentales de una
cultura" distinta y de reencontrar, más allá de la sorpresa, un
principio de orden. Lo heterónomo es a la vez lo estimulante y lo
inadmisible. Es la herida de un racionalismo. Hay por lo tanto
dos niveles en el desarrollo del problema: por una parte la compren-
sión de un sistema que es diferente', por oira, la exigencia de una
colocación recíproca de sistemas concebidos como "modos de ser
diferentes del orden".
Lo marginal nos envía a una estructura esencial, o a un
44
e s q u e m a " sobre el cual se inscriben y se coordinan analogías u
oposiciones para nosotros impensables. Como la parle emergente
de un iceberg, la excepción rara, una institución, una teoría implica
una coherencia no situada al nivel de las ideas y de las palabras, sino
**por d e b a j o " de ellas. Esta coherencia nos invita a preguntamos
"sobre cuál sistema", ''según cuál espacio de identidades, de simi-
litudes, de analogías" se distribuyen, fuera de nosotros, tantas cosas
diferentes y semejantes. Así sucede con el encerramiento de los
locos, o hasta con la concepción de la gramática en el siglo xvii.
C u a n d o aprendemos a discernir que ayer las ciencias se han
:onstituido, las experiencias se han reflexionado, las racionalidades
se han formado en función de un ' a p r i o r i histórico" diferente del
nuestro, cuando constatamos que *'el orden en función del cual
nosotros pensamos no tiene el mismo modo de ser que el de la época
clásica", nosotros mismos hemos cambiado por este descubrimien-
to. La relación con el prójimo, modificada por la percepción de esta
desigualación cultural, transforma nuestra relación con nosotros
f
<
I
Ihià.. p. 7.
17
La sorpresa que problematiza nuestro a priori se expresa, en
el "relato", por el
\ s^
esfuerzo para localizar las fracturas a partir de los
sistemas que en ellos se precipitando que se abren en estas fronteras.
La pcricxiización de Foucault no es muy original: transición del
siglo XVI al xvn, fin del siglo xviii, mitad del xx. Pero, ella tiene un^
carácter propio debido a la exigencia que la sorpresa desconcierta.
A un pensamiento precKupado de identificar una coherencia, la
fractura se le presenta como un acontecimiento, pero un "aconteci-
miento subterráneo":^' más fundamental que la continuidad consta-
lable en el "movimiento de superficie", una "brusca" modificación
sobreviene (Foucault insiste sobre lo súbito) que puede ser un
"desplazamiento ínfimo pero absolutamente esencial" y que "voltea
lti>do el pensamiento occidental"." Así. ^'algunas veces en pocos
años una cultura cesa de pensar como lo había hecho hasta esc
momento, y se pone a pensar en otra cosa y de otro modo".^^ Algo
fundamental se produce cuando esto sucede, localizado en las
anticipaciones o en las consecuencias, pero que permanece final-
mente inexplicable,^^ "una erosión d^^sde el exterior".^^ Una altera-
ción señala el fin de un "sistema de simultaneidad" y el comienzo
de otro. Las mismas palabras y las mismas ideas son a veces
rculilizadas, pero no tienen más el mismo sentido, no son más
pensadas y organizadas de la misma manera. Esto es un "hecho" con
el cual tropieza el proyecto de una interpretación totalizante y unitaria.
20
e n d XVIII y cn ci xix, pero en realidad, aquí y allá, se traía de
la misma enfermedad".^^ En la exégcsis, cn la teología, hay el
mismo problema que en la medicina. Las mismas palabras no
designan las mismas cosas. Las ideas, los lemas, las clasificxicio-
nes subsisten, pasando de un universo mental a otro, pero cn
cada ocasión determinadas por las estructuras que los organizan
y les dan una significación diferente. Los mismos objetos men-
tales " f u n c i o n a n " de otra manera.
Existe una persistencia en la cual la forma es inversa. En la
historia de las ideas surgen nociones nuevas que parecen anunciar
una estructura de otro tipo. En realidad, en estos casos se trata de
categorías gelatinosas que no determinan d contenido de las estruc-
turas sino que solamente los recubren: nociones aptas para abra/ar
las contradicciones, significantes flotantes cn los que stibreviven las
obsesiones o las ópticas anteriores. Así el miedo que, en el siglo xvi,
exiliaba al loco por temor de un contagio diabólico se procura, cn
el siglo xvni, un lenguaje médico y vuelve a resucitaren las precau-
ciones lomadas contra el aire contaminado de l(\s hospitales.^**
En liírminos más amplios, cada región histórica de la epis-
teme es el silio de una reestructuración dirigida (pero no más
organizada) por las estructuras elaboradas en la época anterior.
Foucault lo muestra, por ejemplo, a propósito del psicoanálisis. La
familia, cuyo prestigio, a fines del siglo xvnu domina al menor
mental y pri)paga su antítesis mítica al **mcdio" social (corruptor de
la naturaleza), prepara la inscripción de la tesis del atentado contra
el padre en el cual Freud reconoce el deslino de toda la cultura
occideiital (y quizás de toda civilización), con solamente extraer del
lenguaje una sedimentación depositada en la conciencia en el curso
del siglo precedente y que Freud detecta y saca de la tumba de las
palabras lo que acaba de ser pueslo en ellas ''por el mito de una
superación de la locura cuando reinaba la pureza patriarcal, y por
una situación realmente alienante dentro de un asilo constituido
- - * 0" bajo el modo f a m i l i a r " . L a culpabilidad también resurge en el
^ % 0 ^f .
i' lenguaje freudiano, pero porque ella ha sido plantada en este len-
••
A't
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guaje por el reemplazamienlo de la coacción por una técnica de la
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22
VA pensamiento del afuera
23
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tlía en el m o m e n t o en que "Sade no deja hablar, c o m o ley sin ley
ilei mundo, más que la crudeza del desco":-^-^ el sadismo, ''hceh(»
cultural m a s i v o que apareció precisamente a Unes del sigh) xviir\
está ligado a la c^poca "en que la sinrazón, encerrada desde hacía
más de un sigK) y reducida al silencio, reaparece, no m i s conn»
figura del mundo, ni c o m o imagen, sino c o m o discurso y deseo'*.^
La muerte s ó l o aparece a través de la red coherente de la
razón, de la posición del hombre en el lenguaje o de la mutación de
los lenguajes. N o es un f e n ó m e n o de la historia, tampoco un hechí)
particular, en c o n s e c u e n c i a no es localizable. Y no se espere aquila
afirmación violenta de un autor que de repente haría irrupción en la
f i l o s o f í a rellexiva rompiendo el tranquilo mobiliario de la concien-
cia e implantando en ella su bandera negra. í'oucauli no anuncia el
fin del hombre, sino de una c o n c e p c i ó n del hombre que pensaba
haber resuello a través del positivismo de las "ciencias humanas"
(ese "rechazo de un pensamiento negalivo")^^ el problema siempre
remanente de la muerte. Dado que cada sistema encuenu-a su ruina
en la ilusión de haber triunfado sobre la diferencia, la cuestión se
plantea hoy a partir de esta alienación en el lenguaje lanío comt>
(pero es la misma cosa) a partir de los hundimientos sucesivos. "El
hecho es que nosotros ya estamos, antes de la menor de nuestras
palabras, dominados y penetrados por el lenguaje"/** he aquí lo que
dirige la investigación del sentido hacia "esta región donde merodea
la muerie",'^^ nacia la literatura en la cual coinciden la ley del
discurso y "la absoluta dispersión del hombre".***^
Por ello, es a propósito de obras literarias que Foucault
revela m i s claramente la ausencia radical que "se ahonda en el
s i g n o que ella hace para que se avance hacia la ausencia c o m o si
fuera posible reunirse con e l l a E s t a ausencia habla en el "yo". No
sólo c o m o lo pensaba Mallarme y c o m o lo repite la nueva literatura, "la
palabra es la inexistencia manifieslade lo que designa", sino que el ser
del lenguaje es la acción visible en la cual se bt)rra el que habla. Un
deseo jamás objeiivable esuí dirigido hacia la nada que la habita, y "el
24
• i"
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•
) podría
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espera
u
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Cuestiones abiertas
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Antaño, bajo lo cómico de sus memorables aventuras. Félix el Galo
era representado en una situación análoga a la que nosotros hemos
u
descrito aquí. El corre a toda velocidad. De repente, se da cuenta, y
u los espectadores junto con él, que le falta el suelo: hace un momento
que dejó el borde del acantilado que recorría. Hasta el momento en
:1 que se da cuenta él, entonces, cae en el vacío. Quizá en esta
a representación se puede evocar el problema y la percepción de los
«^
thid., p. 544
\
ofrece como el omnipresente (ya que tíxJas las heteronomías de la
historia fomian el único relato de su peníamiento), pero también es
el ausente (ya que él no está situado en ninguna parte). Su obra
quiere decir la venJad de los lenguajes, pero esta verdad no se
plantea con relación a ningún límite y en consecuencia a ningún
compromiso del autor. De estos lenguajes, las rupturas son final-
mente superadas por la lucidez de su mirada universal. Dicho de
otro modix hablar de la muerte que funda tcxlo lenguaje, no es aún
afrontarla, es quizis evitar la muerte que alcanza aJ mismo discurso.
Por lo tanto, se le puede plantear una doble cuestión. Prime-
ro, ¿de cuál historia da cuenta Foucault? Desde este punto de vista,
los historiadores tienen la palabra y pueden discutir una lectura que
selecciona lo real, decide ella misma lo que es significativo y se
retira a las "espesuras" de la historia cuando la superficie le resis-
i
I le.*^^ Por otra parte, la determinación filosófica del estatuto del
4
«
^ En e^U historia de l u mentalidad&s, je debe destacar Umhién la qás'i ausencia de las ciencia5
rcligiotas, que sin embargo desempefiaron un papel Cdpit^. cn particular en la elah(>racíón de la
rpisteme propia de la época "clásica".
Por ejemplo, ¿DO debe interrogarse sobre la naturaleza del postulado metodológico (que es el apnon
de Fcucault) según el cual la epistfme es sistema y condición ahistórica de U historia?
jif 45
Les Mois et les Choses, p. 224.
n
Microtécnicas y discurso panóptico: un quiproquo »
27
Como siempre cn la obra de Foucault, el drama se construye
a partir de dos fuerzas cuyas relaciones, por una astucia de la
historia, van a invertirse. De un lado, está la ideologia de la Ilustra-
ción con su tratamiento revolucionario de los problemas de justicia
penal. Los proyectos reformistas del siglo xviii quieren esencial-
mente terminar con la ordalia del Antiguo Régimen, con su riiuali-
zación sangrienta de un cuerpo a cuerpo que aspiraba a dramatizar
el triunfo del rey sobre los criminales cuyo crimen era cargado de
un valor simbólico particular. Tales proyectos implicaban un siste-
ma igualitario de penas, su gradación en proporción al crimen
cometido, su valor educativo umto para el criminal como para la
misma sociedad.
Pero en realidad, los procedimientos disciplinarios en uso
en el ejército y en la escuela vienen rápidamente a prevalecer sobre
el vasto y complejo aparato judicial elaborado por las Luces; las
nuevas técnicas son refinadas y aplicadas, sin recurrir a una ideolo-
gía manifiesta. El desarrollo de la cuadriculación celular (para el
escolar, el soldado, el obrero, el criminal o el enfermo) transforma
el mismo espacio en instrumento utilizable para disciplinar, progra-
mar y mantener bajo vigilancia a cualquier grupo social. En tales
procedimientos, el refinamiento de la tecnología y la atención a los
deulles minúsculos prevalecen sobre la teoría y conducen a univer-
saliz^ una manera uniforme y única de castigar, la prisión misma, que
mina desde el interior las instituciones revolucionarias de las Luces y
sustituye en tcxias partes a la justicia penal con lo penitenciario.
Foucault distingue asidos sistemas heterogéneos. Describe
el triunfo de una tecnología política de los cuerpos sobre un sistema
elaborado de doctrinas. Pero él no se queda ahí: en su descripción
de la institución y de la proliferación triunfante de esUi particular
"instrumentalidad menor^', —la cuadriculación penal—, también
ü-ata de elucidar el funcionamiento de este tipo de poder opaco, que
no es propiedad de ningún sujeto individual, está sin lugar privile-
giado, sin superiores ni inferiores, no es en su acción ni represivo
ni dogmático, posee una eficacia casi autónoma y funciona gracias
a su capacidad de distribuir, clasificar, analizar e individualizar en
el espacio todo objeto dado. Una máquina perfecta. A través de toda
una serie de cuadros clínicos, "panópticos" magníficos, Foucault se
esfuerza por designar y clasificar las ''reglas de método", las "condi-
u
i.» ciones de funcionamiento", las "técnicas" y los "procesos", los
20
%
diferentes mecanismos . '^operaciones", "principios" y "elemento!*"
que constituirían aJgo así como una "microli'sica del poder" Su
texto presenta los secretos de esta máquina, cn una cxpo,sitíón m l:i
que el funcionamiento es doble: I) establecer cJ cv(|ucn»;i de un
estrato particular de prácticas no verbales; 2) fundar un discuiso (|uc
concierna a esas prácticas.
Ver cn particular Gilles Deleuze. "Ecrivain non: un ntiuvcau cartographc". cn Cr/'iytfr, num. 141.
dicicmhrc 1975, pp. 1207-1227; Cesàreo MoraJe.*, "Pf>dcr del discurto". cn Ihtfntut ^ytHÌftiiui, nùm.
8. 1975, p. 39-48; Ilayden White. "Michel Foucault", en John Sturrock fed.). .V/fwriafij/it/fi W . V i m r
Oxford. Oxlord University Press. 1979.
29
prolifcraensuestadoaclual(esencialmcnlenueslraactualiecnolo.
già de las ciencias y de la justicia), y l u e g o se r e m o n t a en el pasado.
Es una operación quirúrgica. C o n s i s t e en u/\s7flr del c u e r p o social
entero el t u m o r c a n c e r o s o y en explicar su d i n á m i c a contempo-
ránea por m e d i o de su génesis d u r a n t e los d o s s i g l o s precedentes.
Apoyado sobre una masa e n o r m e de materiales históricos (en
materia p e n a l , militar, escolar, m é d i c a ) , este m é t o d o destaca los
procesos ópticos y p a n ó p t i c o s , en p r o l i f e r a c i ó n creciente en
nuestra s o c i e d a d ; así identifica los s i g n o s o c u l t o s de un aparato
d
del q u e la estructura d e v i e n e g r a d u a l m e n t e m á s precisa, más
c o m p l e j a y m e j o r d e f i n i d a en el e s p e s o r del t e j i d o o del cuerpo
social entero.
Esta notable "operación" historiográfica plantea al mismo
tiempo dos cuestiones distintas: una, sobre la f u n c i ó n decisiva de
los procesos tecnológicos y de los aparatos para organizar una
sociedad; la otra, sobre el desarrollo excepcional o el estatuto
privilegiado de una categoría particular (el panóptico) enü'e tales
aparatos. También, desde entonces, es necesario preguntarse:
a) ¿ C ó m o explicar el desarrollo privilegiado de la serie
particular constituida por los aparatos panópticos de Foucault? Quizás
esto no es tan sorprendente si se recuerda que la óptica desempeñó
desde el siglo xvi una función fundamental en la elaboración mo-
derna de las ciencias, de las artes y de la filosofía. En este caso, la
máquina panóptica sólo sería un efecto histórico de esta omnipre-
sencia de la ü"adición óptica. Representaría no la victoria de una
novedad, sino la de un pasado, el triunfo de un sistema antiguo
sobre una utopía nueva, liberal y revolucionaria. Un m o d e l o pasado c
de organización regresa y "coloniza" los proyectos revolucionarios
de una época nueva. Este retorno del pasado nos hace pensar en una
historia freudiana.
d
h) ¿Qué ocurrió con todas las otras series de procesos, a
cuyos itinerarios no se ha prestado atención, y que no dieron
nacimiento a una configuración discursiva específica o a una siste-
P'
matización tecnológica? Hay m u c h o s otros procesos al lado de los
P
panópticos. Se podría tenerlos por una inmensa reserva de semillas
o de huellas que posibilitarían desarrollos de nuevas alternativas.
En todo caso, es imposible reducir el funcionamiento de
toda una sociedad a un tipo de proceso dominante y único. Los
trabajos recientes (Serge Moscovici sobre la organización urbana.
30
Pierre Legendre sobre el aparalo jurídico medieval)^ han revelado
la existencia de otras clases de aparatos tecnológicos, que interac- 4.-/1
túan de manera análoga con la ideología y la sostienen por un
tiempo, antes de volver a caer en el gran almacén de los procesos
sociales, mientras que en su tumo otros aparatos les suceden en la
función de "informar" a todo un sistema.
Desde este punto de visla, una sociedad estaría por lo tanto
compuesta, al lado de muchas otras prácticas, de un cierto número
g
de ellas que, desarrolladas de manera selectiva y proyectadas,
organizan sus instituciones normativas. Las otras prácticas, perma-
neciendo "menores", no organizan el mismo discurso, se limitan a
durar, conservando las premisas o los restos de hipótesis institucio-
nales o cienüTicas que difieren de una sociedad a la otra. Con la
doble característica subrayada por Foucault, para todos estos proce-
dimientos, de poder organizar el espacio y el lenguaje sobre modos
dominantes o subordinados.
2) La formación final o forma "acabada" (en este ejemplo,
se trata de toda la tecnología contemporánea de vigilancia y disci-
plina) sirve de punto de partida a la arqueología de Foucault: así se
explica la coherencia impresionante de las prácticas que escogió.
¿Pero podemos verdaderamente suponer que todos los procesos
tuvieron en sí mismos esta coherencia? A priori, no. El desarrollo
excepcional y además canceroso de los procesos panópticos pare-
cería inseparable de su función histórica c o m o arma en contra de
las prácticas heterogéneas y c o m o medio de controlarlas. Así su
coherencia es el efecto de un suceso histórico particular, no es una
característica de todas las prácticas tecnológicas. D e la misma
manera, detrás del " m o n o t e í s m o " de los procesos panópticos domi-
nantes, nosotros podríamos sospechar la existencia y la sobreviven-
cia de un "politeísmo" de prácticas diseminadas u ocultas,
dominadas pero n o borradas por el ü-iunfo histórico de una de ellas.
3. ¿Cuál es el estatuto de un aparato particular, una vez que
se ha convertido en el principio organizador de una tecnología del
poder? ¿Cómo lo afecta el proceso por el cual ha sido aislado del resto,
privilegiado y transformado en aparato dominante? ¿Qué nueva
clase de relaciones mantiene con el conjunto disperso de los otros
^ Scrge Moscovici. Essai sur i'hisíoirr humaine de ¡a nature, Paris, Rammarion. 1968; Pierre
Legendre. Lamour du censeur. Essai sur l 'ordre dogmalique, Paris. Seuil. 1974 [El amor dei censor.
Ensayo sobre el orden dogmático, tr. de Marta Giacomini. BarcelonaL. Anagrama, 1979).
procesos después de que finalmenle ha sido insiiiucionali/ado cn
s i s t e m a penitenciario y c i e n t í f i c o ? Es m u y posible que un ap;i-
rato de esta m a n e r a p r i v i l e g i a d o pierda la e f i c a c i a debido al
origen, s e g ú n Foucault, de sus p r o p i o s a v a n c e s técnicos, níIcn-
c i o s o s y m i n ú s c u l o s . E m e r g i e n d o d e ese e s t r a t o o s c u r o domlc
F o u c a u l t ubica los m e c a n i s m o s d e t e r m i n a n t e s de la sociedad, tai
a p a r a t o bien podría e n c o n t r a r s e en la posición d e una institución
en sí m i s m a c o l o n i z a d a , de m a n e r a i m p e r c e p t i b l e , por otro.^
p r o c e s o s aún m á s silenciosos. En realidad, e s t e s i s t e m a de dis-
c i p l i n a y vigilancia, c o n s t i t u i d o cn cJ siglo xix s o b r e la base de
p r o c e s o s anteriores, está hoy h a c i é n d o s e "vampirí'zar" por otros
p r o c e s o s q u e nos toca revelar.
4. ¿Se puede ir más lejos? En el curso de su evolución, los
mismos aparatos de vigilancia llegaron a ser un objeto de elucida-
ción y una parte del mismo lenguaje de nuestra racionalidad. ¿No
es esto el signo de que cesaron de determinar a las instituciones
discursivas? En el presente, ellos son parte de nuestra ideología.
Los aparatos organizadores que el discurso puede explicar no cum-
plen más la función silenciosa que les ad judica la obra de Foucault.
Encontrándonos en este punto (a menos que supongamos que
analizando las prácticas que le dieron nacimiento, Vigilar y castigar
supera su propia distinción de base entre "ideologías" y "proce-
sos"), nosotros debemos buscar qué aparato determina a su vez el
discurso de Foucault, un aparato subterráneo que por definición
escapa a la elucidación ideológica.
Mostrando, sobre un caso singular, las relaciones heterogé-
neas y equívocas entre los aparatos y las ideoK)gías, Fi)ucauli
constituyó un nuevo objeto de estudio histórico: esta región en la
cual unos procesos tecnológicos tienen efectos específicos de po-
der, obedecen a dinámicas lógicas que les son propias, y producen
giros fundamentales en las instituciones jurídicas y científicas. Pero
nosotros no sabemos aún qué hacer con los otros prtK'csos, igual-
mente infinitesimales, que la historia no privilegió y que continúan
sin embargo prosperando en los intersticios de las tecnologías
institucionales. Es muy exacto el caso de los procesos a los cuales
les falta la condición previa esencial según Foucault, es decir la
posesión de un lugar o de un espacio específico propio donde la
máquina panóptica pudiese funcionar. Tales técnicas, tan operativas
como privadas de lugar, son unas "tácticas" retóricas. Yo creo que
en secreto ellas reorganizan el discurso de Foucauli, colonizan su
texto ''panóptico" y lo transforma en una "ilusión óptica".
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la, cs ulili/^cla para representar la totalidad indefinida de las prácti
cas cn general. Obviamente, este poner aparte sirve para dar seniiUo ^
a )a dinámica específica de una tecnología dada. Sin embargo se ^
uata de un "recorte" etnológico y metonimico. t
En la segunda euipa, la unidad así aislada es invertida. Lo t
que era oscuro, lo no dicho, y culturalmente extraño se convierte cn ^
el elemento mismo que ilumina la teoría y sobre el cual el discur?5o
se funda. En la obra de Foucault, los procesos tomados de los I
sistemas de vigilancia en la escuela, èn el ejército, en los hospitales, <
los microaparatos sin técnica discursiva de lègitimación, completa- 1
mente exü-años a la Aufklarung, lodo se convierte en el principio 5
mismo del orden que da sentido a nuestra propia sociedad transmi- i
tiendo a nuestras "ciencias humanas" su razón de ser. A causa de t
estos procesos, y en ellos como en un espejo, Foucault ve todas las (
cosas y se vuelve capaz de explicarlas. Ellos permiten que a su vez (
su discurso se convierta en teóricamente panóptico. Esta extraña r
operación que consiste en transformar unas prácticas afásicas y (
secretas en eje central de un discurso teórico y en hacer de este ^
corpus nocturno un espejo en el cual trilla con todas sus luces la ^
»
»
razón que decide nuestra historia presente. ^
\ En la obra de Foucault, esta láctica muestra la pertenencia
»
M
í
4á
Esta arte
arte de decir: suspenso, citas
muestras
para sedue
arte
coyunturas
"lector". Su lectura es una caza furtiva. Cazando a través de los
bosques de la historia y en nuestras llanuras de hoy, Foucault
captura en la ü^mpa cosas extrañas que descubre en una literatura
pasada y de las cuales se sirve para perturbar nuestras frágiles
seguridades presentes. Tiene una capacidad casi mágica de poner el
dedo sobre confesiones sorprendentes, en documentos históricos
tanto como en textos actuales, de reunir sistemáticamente estas
curiosidades de ayer y de hoy, y de transformar en pruebas convin-
centes castas revelaciones de prácticas no verbales que determinan
nuestras instituciones políticas y epistemológicas. Su arte retórico,
creador de una evidencia que invierte nuestras convicciones más
evidentes, es el gesto literario de una manera de hacer. Su inmensa
erudición no es la razón principal de su eficacia, es más bien su arte
de decir, que es también un arte de pensar.
Su manera de utilizar un discurso panóptico como máscara
para llevar a cabo intervenciones tácticas en el interior de nuestros
campos epistemológicos es particularmente notable. Él práctica el
arte de "marcarse unos puntos" por medio de ficciones históricas.
Vigilar y castigar se apoya sobre sutiles procedimientos para "ma-
nipular" presentaciones eruditas. Es un recurso alternado y calcula-
do en tres variantes de figuras ópticas: unos cuadros descriptivos
I*. (relatos ejemplares),^ analíticos (listas de "reglas" o de "principios"
X
i%
^ I
ideológicos relativos a un solo fenómeno),^ por último imágenes
) K
A (grabados v fotocrafías de los sielos xvn xix).^ Este sistema combi-
ft s
\
* SurveilUr ef punir, pp. 9-13 (Damicos), pp. 197-201(la ciudad enferma de la pesie), pp. 261-267 (el
t "herrado" de pfcsidiarios), pp. 267-269 Oa "pnsióo rodanle"). P- 288 (Vidocq), p. 296-298 (Béassc),
ele.
C ^ /bul., p. 28 (cuauo reglan generale^«), pp. 96-102 (seis reglas mayores de semíotécoica punitiva), pp.
106>U6 (seis condiciones de funcionamiento del arte de castigar), pp. 143-151 (cuatro técnicas de
<üscípl¡ru>, pp. 159-161 (cuatro procedimientos para capitalizar el tiempo de los individuos), pp.
189-194 (uc» n^canismo« de eiiamen), pp. 211-217 (tres procesos del panoptismo), pp. 238-251 (tres
i principios del sistema penitenciario), pp. 274-275 (siete máxinus universales de la buena "condición
petutenciaría**), p. 276 (los cuatro términos del **si5tema carcelario'*), etc.
a
Ibid., ubKidos ú principio de ia obra, un cuaderno de treinta ilattraciones (grabador y fotografías).
35
na tres clases de vitrinas: relatos de estudios de caso, distinciones
teóricas, imágenes del pasado. Solamente pretende mostrar y no
explicar cómo camina la máquina: poniéndola en escena en tres
decorados panópticos diferentes, hace visible y transparente este
proceso opaco. Organizando una retórica, una escritura de la trans-
parencia, produce un efecto de autoevidencia sobre el público. Pero
este teatro de la transparencia cs una artimaña. Desplaza sistemáti-
camente los campos en los cuales Foucault interviene sucesivamen-
te. Es una operación subversiva, ocultada por y en un discurso
límpido, un caballo de Troya, una ficción panóptica, que utiliza la
transparencia para introducir una alteridad en nuesü-a episteme.
Creyendo que va por sí mismo, el espacio panóptico de nuestro
lenguaje científico contemporáneo es consciente y hábilmente reor-
ganizado por microtécnicas heterogéneas. Es colonizado y vampi-
rizado, pero voluntariamente colonizado por procesos que obedecen a
reglas opuestas.
Esta manera de pensar no puede tener un discurso propio,
pues ella retorna en lo esencial a una práctica del no-lugar. El
espacio óptico es el marco de una transformación interna debido a
su empleo retórico. Deviene una fachada, la artimaña retórica de un
relato. Mientras que el libro analiza la transformación de las ideo-
logías de las Luces por una máquina panóptica, su escritura subvier-
te nuestras concepciones contemporáneas con las técnicas retóricas
de un relato.
En un primer nivel, el texto teórico de Foucault está aún
organizado por los proceso panópticos que elucida. Pero en un
segundo nivel, este discurso panóptico sólo es una escena donde
una máquina narrativa invierte nuestra epistemología panóptica
ü"iunfante. Hay así en el libro de Foucault una tensión interna entre
su tesis histórica (el triunfo de un sistema panóptico) y su propia
manera de escribir (la subversión de un discurso panóptico). El
análisis que pretende borrarse detrás de la erudición y detrás de un
conjunto de taxonomías que manipula activamente lleva a pensar
en un bailarín disfrazado de bibliotecario. Así corre a través del
texto del historiador una risa nietzscheana,
A modo de conclusión, adelantaré dos breves proposiciones
para introducir la discusión:
1. Los procesos no son únicamente objetos para una teoría.
Organizan su misma construcción. Lejos de ser exteriores a la teoría
36
^%
o de quedarse en el umbral, en la obra de Foucault los procesos
proporcionan un campo de operaciones de cónu) producir la misma
^^ teoría. Con Foucault, se reencuentra otra manera de construir una
i ^ teoría, que es el gesto literario de estos mismos procesos.
2. Para clarificar la relación de la teoría con estos procesos
que la producen, como con aquellos que convierte en su objeto de
^^^^ estudio, el medio más fácil sería un discurso que nos cuente una
«rso
historia. Foucault escribe que lo único que hace él son relatos. Poco
^ la a poco los relatos aparecen como un trabajo de desplazamiento, en
^e, relación con una lógica metonímica. ¿No sería tiempo de reconocer
Uro la legitimidad teórica del relato, considerándolo no como un residuo
;or- cuya supresión sería imposible (o aún por realizar), sino más bien
ipj. como una forma necesaria de la teoría de las prácticas? En esta
^ ^ hipótesis, una teoría del relato sería indisociable de toda teoría de
las prácticas, pues ella sería a la vez su condición previa y su
producción.
(Traducción del inglés al francés de Luce Giard)
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un
jo-
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ias
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