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PARMÉNIDES DE ELEA condiciones, se comprende que el método preconizado esté exento


de todo esfuerzo; no hay más que dejarse conducir por un equipo de
EL HOMBRE.
ayudas divinas, a través de un camino sagrado, «muy alejado de los
Diógenes Laercio, que sigue sin duda a Apolodoro, sitúa el
senderos frecuentados por los hombres».
apogeo de Parménides en la misma olimpíada que Heráclito. Pero
Las yeguas, que habitualmente me llevan tan lejos como mi
resulta más verosímil que Parménides sea posterior: la parte po-
corazón desea, me conducían esta vez, después de haberme
lémica de su doctrina apunta, al menos parcialmente, contra «los
introducido en él, cada vez más adelante, por el camino famoso de la
que creen que ser y no ser son una sola y misma cosa»; Platón
diosa, que lleva al sabio mortal a través de todas las ciudades (o,
afirma que Parménides llegó a Atenas a los sesenta y cinco años y
según Jaeger: sano y salvo a través de todo). Por ahí era yo
conversó con Sócrates «efebo», por lo tanto de dieciocho a veinte
conducido; pues por ahí las inteligentes yeguas me llevaban, tirando
años; Plutarco afirma también que Pericles oyó a Parménides en
del carro.
Atenas.
Ahora bien, esta vez me conducían unas doncellas
En Elea, recientemente fundada por emigrados de Masalia,
(fragmento Diels-Kranz 1). Así, el hombre es pasivo: el carro lo lleva,
Parménides es el cantor de una intuición mística y el profesor de una
las hijas del Sol lo conducen, una diosa va a instruirle. Es decir que
deducción implacable.
la verdad es una mujer y que el intelecto no tiene más que dejarse
seducir por la evidencia, pero una evidencia que tiene que obtenerse
LA DOCTRINA. EL MÉTODO. por la oración.

El género literario adoptado por Parménides nos informa del


modo como concibe su empresa: abandonando el dístico utilizado LO DIVINO.
por Jenófanes en la polémica, vuelve al hexámetro y al género
Como se presiente por el tono de este prólogo, el
medio épico medio didáctico de Hesíodo. Pretende rehacer la
racionalismo de Parménides está lejos de excluir toda religiosidad.
teogonía y reemplazarla por la ortología.
Hornero, Hesíodo y sobre todo los misterios han dejado en el poema
A decir verdad, el descubrimiento que aporta se resume en
del eléata su sello religioso. Es la Moira de Hornero (f. 8, verso 37) y
una sola palabra y en una sola idea, evidente por lo demás. En estas
las divinidades de Hesíodo (Verdad, 1, verso 29; Necesidad, 10,
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verso 6; y 8, verso 30; Eros en el f. 13), y sobre todo Dike, la Justicia, goznes estrechamente ajustados por clavos y tachuelas. Por ahí,
cuyo mensaje proclama. Solamente el daimon, que todo lo gobierna pues, a través de ellas, las doncellas conducían por el camino' el
(12, verso 3), recuerda, por este título, a los jonios. Pero, sobre todo, carro y los caballos. Y la diosa me recibió benevolente, tomó mi
el cuadro imaginario evocado por el prólogo y el drama que en él se mano derecha en su mano, y me dirigió la palabra en estos
desarrolla son los que dan una nota religiosa más profunda que toda términos... (1, continuación).
declaración expresa; manifiestamente, Parménides concibe su
Las hijas del Sol evocan tal vez la leyenda de Faetón, que
descubrimiento y su comunicación al público como una verdadera
quiso conducir el carro del Sol, en perjuicio de la vegetación y que,
iniciación mística.
precipitado por Zeus en el río Eridano, fue llorado por las Helíades.
El eje ruidoso de los cubos de las ruedas emita el grito de la Parménides se guarda muy bien de reproducir la falta del
flauta (pues estaba cerrado por ambos lados por los dos círculos que presuntuoso Faetón: se deja guiar por las Helíades.
giraban) cada vez que las hijas del Sol se apresuraban a
Dike evoca, con toda certeza, la espía de Zeus que nos
conducirme, habiendo dejado tras ellas la mansión de la noche, en
revela Hesíodo. Pero aquí, ella abre o no las puertas del saber, y se
dirección a la luz, apartando con sus manos los velos que les
obtiene que abra por medio de una hábil oración.
cubrían la cabeza.
El drama místico, escenario de la iniciación, es
Allí está la puerta de dos hojas de los caminos de la noche y
evidentemente una imaginación de Parménides. Pero ha conservado
del día. Un dintel y un umbral de piedra la mantienen en los dos
un rasgo netamente órfico: la bifurcación de los caminos. En los
extremos.
órficos, la iniciación garantizaba al iniciado que sabría tomar la
La puerta misma, elevada en el éter, está formada por dos dirección que conducía a las islas de los bienaventurados. En
grandes hojas. Parménides es necesario al menos elegir entre el camino de la
verdad que es el de la diosa y el camino por el que van «los mortales
Las llaves las tiene Dike, la de los castigos sin número, con
de doble cráneo». Pero parece que hay bifurcaciones intermedias.
dos fines. Dirigiéndose a ella, las doncellas con dulces palabras la
persuadieron hábilmente para que les apartase el cerrojo clavado Volvemos así al método que, decididamente, preocupa a
sobre tas puertas; éstas, al volar, dejaron un espacio vacío entre los Parménides, y que parece muy cercano al de Heráclito; escuchar al
bastidores cuyos pivotes giraban uno después del otro en sus «verbo» con preferencia a la «verborrea», pedía Heráclito; para ello,
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preconiza Parménides, no hay que dirigirse a las musas existencia, como se dice «hace sol».
(susceptibles de «decir engaños parecidos a las verdades», según
Así pues, ahora te voy a decir (y retén mis palabras después
opinión incluso de Hesíodo), sino con preferencia a Dike incorruptible
de haberlas escuchado) cuáles son los únicos caminos de búsqueda
e infalible.
que es posible concebir: uno, cómo es que hay existencia, y cómo
no es posible que no la haya; es la vía de la persuasión, pues sigue
la verdad. El otro, cómo es que no hay existencia y cómo es
EL SER.
apropiado que no la haya. Este último es un sendero que está juera
Ahora bien, la revelación de la diosa comprenderá dos
de todo alcance, pues no podrías conocer lo que no existe (no puede
partes: Es necesario que lo aprendas todo: por una parte, el corazón
hacerse) ni incluso enunciarlo (2).
intrépido de la verdad bien redondeada; por otra parte, las opiniones
Tal es la epoptia del misterio del ser, comparable, en este
de los mortales, en las que no hay seguridad verdadera. Pero, de
momento culminante, a los ritos de iniciación en los que la divinidad
todos modos, aprende esto también, para saber cómo los objetos de
aparece a plena luz a los ojos de los fieles entusiastas.
opinión deben en realidad existir, ellos reinan a través de todo (1,
fin). Se advertirá el empleo de Εστιν sin sujeto: este verbo no

La intención de Parménides es hacer también él su tratado nombra ninguna naturaleza, sino que enuncia la sola evidencia, a
De la naturaleza (Περι ϕισεως). Pero lo que le revela el examen de la saber: que algo existe, sin tener en cuenta cuál sea su sujeto.
naturaleza es una verdad más evidente, más simple que todas las Gilson piensa que Parménides es el tipo del esencialista,
naturalezas y anterior a todas ellas: mientras los jonios reducían lo porque, siguiendo a los jonios, se pregunta cuál es la materia primi-
real al agua, al infinito, al aire, al fuego, Parménides rompe tiva en que se han tallado todas las cosas.
radicalmente con estas especulaciones sobre la ϕυσις de lo que
Parece, no obstante, que esta cuestión es precisamente la
empieza y deja de ser. Estas teorías son otras tantas «opiniones de
que evita sistemáticamente Parménides. Por ello rompe con el
los mortales». La verdad que enseña la divinidad es la evidencia
naturalismo (o esencialismo), y entra en un camino no recorrido
primordial, inviscerada incluso en las apariencias, de que todo lo
todavía por ningún griego. Más allá de toda physis particular y
conjuga el verbo ser. El sujeto de es queda tail vez como asunto de
perecedera, más allá incluso de toda physis general y eterna,
opinión, pero lo que es evidente es el «es»: hay ser, o: hace
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descubre la verdad evidente: hay existencia. pasos (6). El error manifiesto que consiste en negar la existencia al
ser o concederla al no ser, adopta una forma más atractiva cuando
Verdad evidente: aquí, en efecto, la crítica del conocimiento
se advierte que una cosa que existe puede también dejar de existir.
se identifica con la ontología, cuyo primer paso constituye:
Entonces se siente la tentación de decir, con Heráclito, que los
La realidad del pensar y la del ser es la misma (3). No en el
contrarios coexisten...; de decir, con Pitágoras, que lo vacío separa
sentido (idealista y, por tanto, anacrónico) de que el ser se reduce al
la naturaleza fundamental...; de decir, con los jonios, que lo mismo
acto que lo piensa (esse est percipi...). Sino más bien en el sentido
es a la vez tal principio (agua, aire, fuego, infinito) y tales substancias
(eminentemente realista) de que ser es el objeto formal del
determinadas. En una palabra, aquí se alude a todos los filósofos de
pensamiento, como dirán los escolásticos; que el acto del sujeto
la ϕυσις, los cuales explican las apariencias diciendo que una misma
pensante y el del objeto pensado se identifican, como dirá Aris-
cosa es a la vez ella misma y todo lo demás sin consignar la
tóteles; que el ser y el objeto intencional del pensamiento son
negatividad.
conceptos intercambiables, como dirán los fenomenólogos (R.
Herbertz): «Fuera del ser, no hay nada; fuera de él no se puede pen- Pero tú aparta tu pensamiento de este camino de búsqueda.

sar nada, pues todo lo que no es el ser no es, y solamente se puede Y que la costumbre engendrada por una multitud de experiencias no

pensar lo que es» (Schuhl). te obligue, según este camino, a lanzar una mirada ciega, a aplicar
un oído o una lengua llena de bullicio. Discierne por la razón, el
La proposición contraria es, pues, un error manifiesto: Es
«verbo» de múltiples recursos que yo proclamo (7). La crítica del
preciso decir y pensar que el ser existe, pues le está permitido
conocimiento se acaba aquí con una negación radical del conoci-
existir; mientras que la nada no existe. Es lo que te ruego que
miento sensible: el «verbo», Λογος, no es aquí una función cósmica,
consideres. Es el primer camino de búsqueda contra el que te pongo
como en Heráclito, sino psíquica; no está opuesto a la palabrería
en guardia. Contra este otro también, después, por el que van los
sino a los sentidos.
mortales que no saben nada, cabezas dobles. Pues es la
incapacidad la que mueve en sus pechos sus espíritus errantes. El logos de Parménides: Deducción de los atributos del

Ellos se dejan llevar, sordos y ciegos, atontados, masas sin sujeto de es. El largo fragmento 8 es el primer tratado de metafísica.

discernimiento, por aquellos por quienes ser y no ser es considerado Tomando de nuevo lo que hemos llamado el «principio de

idéntico y no idéntico, y su camino los hace volver a todos sobre sus Jenófanes», Parménides muestra todo lo que no conviene al ser, es
decir:
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Excluye, del sujeto de es, todo devenir: el futuro y el pasado lo que hay pensamiento, tienen la misma existencia; pues sin el ser,
son incompatibles con la totalidad de su presencia; todo proceso en el que se halla expresado, no encontrarás el pensamiento. No
y todo origen son incompatibles con su absoluta existencia. hay nada, no habrá nada distinto y de más que el ser, ya que la
Moira lo encadenó para ser enteramente inmóvil. Así sólo es puro
Por otra parte, ¿qué necesidad (Χρεος) lo hubiese forzado,
nombre todo lo que los mortales han instituido, confiando en que era
más tarde con preferencia a más pronta, a empezar (αρξαµενον) a
verdad: nacer y perecer, ser y no ser, cambiar de lugar y variar de
partir de la nada y a crecer (ϕυν)? (versos 10 y 11). Es porque ni de
brillo en la superficie. Además, puesto que es un límite último, está
nacer ni de perecer la justicia le ha dado licencia, habiendo aflojado
acabado por todas partes, parecido a la masa, de una esfera
sus lazos; por el contrario, ella es quien lo mantiene. Se diría que el
completamente redondeada partiendo del medio con una energía
eléata vuelve a adoptar irónicamente la imaginería jónica; la nece-
igual en todas sus direcciones, pues ni más grande ni más fuerte
sidad y la justicia que regulan, según Anaximandro, el principio
debe ser por un lado o por otro, pues no hay el no ser que podría
(αρχή) y el crecimiento (φύσις), no tienen otra influencia sobre el ser
detenerlo de ir hacia lo idéntico; ni ser que lo haría ser más ser por
que mantenerlo. El nacimiento y la muerte son incomprensibles en el
aquí y menos ser por allá, pues entero es inviolable. Allí donde está,
ser: En efecto, si ha empezado a ser, no es; ni tampoco si debe
por todas partes igual a sí mismo, ocupa igualmente sus límites.
comenzar algún día (verso 20).
Vemos que el descubrimiento de la existencia no ha librado
Excluye toda multiplicidad: versos 22-25, que se harán
al pensamiento de Parménides del peso de las imágenes: el ser es
seguir del fragmento 4 (Diels-Kranz).
imaginable y, por tanto, material.
Siguiendo' a Jenófanes, Parménides excluye del ser, en par-
Observamos sobre todo la oposición al infinito de los jonios.
ticular, todo movimiento mecánico.
Hay que evitar tomar al pie de la letra la metáfora del movi-
Pues la poderosa necesidad en los lazos del límite lo
miento hacia la identidad, que no podría contradecir las exclusiones
mantiene, límite que encierra su contorno. Tampoco el ser tiene
precedentes.
licencia (θέµις) de ser inacabado, puesto que es sin falta; si le faltara
algo, le faltaría todo (versos 30-33).

Volviendo entonces a su intuición básica. Parménides puede EL DEVENIR.

atacar a las intuiciones aparentes contrarias: El pensar, y aquello de


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El devenir está, pues, pura y simplemente excluido del ser. contra los que la ridiculizaban. Su método consistía en deducir de la
tesis adversa unas consecuencias que se contradecían: es la
Pero el fragmento 8 no se termina sin que Parménides
«dialéctica» o «erística». Zenón la aplicaba a la multiplicidad y a la
anuncie la segunda parte de su poema: pone un término al «logos»
movilidad (de donde las famosas dificultades o aporías contra el
fiable y al pensamiento de verdad; va a exponer las opiniones
movimiento: la dicotomía, el Aquiles, la flecha, el estadio, que
(δοξα ) de los mortales. ¿Se trata de opiniones formuladas por
conocemos por Aristóteles).
autores conocidos?, ¿o de la opinión generalmente aceptada de los
destinatarios del poema?, ¿o de opiniones anteriormente expresadas Meliso, de Samos, conciudadano de Pitágoras, se colocaba
por el mismo Parménides? Se han sostenido todas estas en el terreno de los jonios y, también por vía dialéctica, demostraba
interpretaciones. Por otra parte, Heráclito y Pitágoras podrían que la posición de éstos era insostenible.
encontrar su bien en uno u otro detalle de la cosmogonía de Si hubiese pluralidad de seres, sería preciso que cada uno
Parménides. A sí, según la opinión, estas cosas han brotado (εϕυ) y fuese tal como digo que es el uno: que cada cosa permanezca tal
son aún hoy día. Y por consiguiente, partiendo de ahí, se como nos ha parecido en el primer momento, sin cambiar ni
desarrollarán y morirán. A estas cosas los hombres han atribuido un alterarse, que sea siempre lo que es (Diels-Kranz 30, B, 8).
nombre, designación para cada una (19).
Así se halla planteado el problema con el que chocarán
Un último fragmento, reconstruido por Cornford, debía de todos los pensadores del siglo v: puesto que es evidente que el ser
resumir y terminar el poema: es uno e inmóvil, ¿cómo es que ed ser nos parece múltiple y
Pero de ninguno de estos nombres es posible fiarse. Pues la cambiante? Es necesario explicar estas apariencias; hay que salvar
necesidad quiere que único e inmutable sea el nombre del todo. estos fenómenos.

LA ESCUELA DE ELEA.

Parménides había descubierto el «principio de


contradicción». Ahora bien, sabemos por el Parménides de Platón
que un libro de Zenón de Elea defendía la doctrina de su maestro

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