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El Círculo de Viena y Karl Popper ofrecieron los primeros modelos del cambio científico.
Justificar en un modelo lógico las razones del abandono de una teoría por otra que, de
algún modo, se considerase mejor es lo mismo que afirmar la racionalidad de la ciencia.
Lo común de estos primeros modelos es su base lógica y empírica. No obstante, la
diferencia teórica más irreconciliable tiene como centro la inducción y el papel que cumple
en el sistema científico. El modelo de cambio de teorías del Círculo de Viena fue expuesto
por Nagel (1961) en su tesis de reducción de teorías; por su parte, Popper (1992)
presenta la racionalidad del cambio de teorías como un proceso de ensayo y supresión de
errores.
En lo que sigue, se expone ambos modelos del cambio científico. La tesis de la reducción
de teorías de Nagel sintetiza la postura del empirismo lógico del Círculo de Viena respecto
de la racionalidad científica. La propuesta del análisis lógico del lenguaje de Carnap, el
requisito de la verificación de proposiciones de Schlick, así como las contribuciones
teóricas de otros filósofos como Reichenbach, Ayer y Hempel, son parte de los supuestos
asumidos por la tesis de Nagel. Desde sus inicios, el modelo lógico del empirismo
presenta tensiones en su sistema. Es decir, el sistema presenta contradicciones internas
producto del continuo reajuste del mismo frente a las críticas que, desde los años 1930,
Popper y otros filósofos le hacían. Quizá, la contradicción más evidente sea aquella en
que se acepta que la inducción no es un principio lógico de justificación y, sin embargo, se
le otorga un papel importante en la explicación del cambio de teorías. El progreso
científico por prueba y supresión de errores de Popper, por su lado, desestima la
inducción como principio de justificación lógico y, además, no le ofrece papel alguno en la
explicación del cambio de teorías.
Dos ideas guían la exposición. Por un lado, la presentación del modelo del empirismo
lógico sí contempla algunos problemas fundamentales como el relativo a la naturaleza del
conocimiento empírico y del conocimiento lógico. Además, el empirismo lógico se alejó
rápidamente de posiciones extremas como la que exige una verificación absoluta de las
teorías, en el caso de Hempel. Aun con todo, los neopositivistas mantuvieron una posición
justificacionista. Es decir, una posición en que la característica de la ciencia consiste en
que su conocimiento es conocimiento probado y justificado. Por otro lado, el modelo de
Popper sería justificacionista en el sentido que, aunque no busca el conocimiento
probado, sí busca el conocimiento justificado. Su base empírica convencional funciona
como la instancia final en que se decide la cientificidad o no de una teoría. La teoría
corroborada, aquella que soporta los embates de la contrastación, es tomada como mejor
y, en ese sentido, se pretende justificar la creencia de que al menos se está más cerca de
la verdad.
El modelo de reducción de teorías propuesto por el empirista lógico, Nagel, sintetiza una
racionalidad científica cimentada en la lógica. Esto es, en la capacidad para ofrecer
criterios de esta naturaleza que expliquen cómo y por qué una teoría científica es
abandonada para favorecer a otra. Sobre esta base lógica, el progreso científico se
justifica como un aumento de su poder explicativo.
La tesis de la reducción afirma que las teorías, como sistemas de símbolos complejos,
pueden ser subsumidas unas en otras. Esto quiere decir que la ciencia cuenta con
teorías, algunas de las cuales tienen un poder explicativo mayor que otras, porque
explican conjuntos de relaciones de objetos más amplios. Las teorías constituyen
sistemas de símbolos complejos, porque se construyen sobre la base de conceptos, es
decir, sobre la base del lenguaje proposicional. Según Nagel (1972:28 y SS.) los símbolos
de la ciencia tienen diferentes funciones en el sistema. Dos de estas son la función
descriptiva y la función auxiliar. A la primera se le asocian los símbolos que “podrían ser
aplicados por sus usuarios a asuntos que caen dentro de alguna observación controlada o
dentro de un conjunto de observaciones controladas” (Nagel 1972:29). En otras palabras,
estos símbolos con función descriptiva no serían otra cosa que los conceptos que refieren
directamente a los objetos percibidos. Un ejemplo de símbolo descriptivo sería león, casa,
lápiz; estos símbolos son diferentes de otros símbolos como velocidad, energía, electrón,
pues estos últimos pertenecen a la función auxiliar, cuyo “oficio es el de hacer de
eslabones de conexión en un sistema de símbolos, con cuya ayuda puede llegarse a
establecer relaciones lógicas entre símbolos descriptivos” (Nagel 1972:36). Bien puede
apreciarse que la diferencia entre funciones de los símbolos es equivalente a si existe una
percepción directa de lo que representan o no. Así, por ejemplo, los símbolos descriptivos
son conceptos ostensibles, esto es, conceptos cuya definición puede ofrecerse mediante
un señalamiento en la realidad, tal como Schlick los definió (1993: 96). También son
análogos a lo que Carnap, en su teoría de la constitución, llamó conceptos primitivos
(1961:454). Por otro lado, el poder explicativo de una teoría consistiría en la cantidad de
símbolos auxiliares que utilice. El proceso de reducción de teorías sería un proceso de
ampliación de la cantidad de sus símbolos auxiliares que
De vuelta a la reducción, efectivamente, Nagel cree que hay dos maneras en que las
teorías se reducen unas a otras sin contradicciones gracias a su naturaleza lógica. La
primera forma de reducción se lleva a cabo cuando dos teorías abarcan una clase de
cuerpos diferentes y que presentan fenómenos diferentes como el electromagnetismo y el
calor; luego, los símbolos de alguna de aquellas teorías explican los fenómenos que la
otra explica, pero no a la inversa. Entonces, una teoría explicaba una serie de fenómenos
manifestados por una clase de cuerpos restringida, pero luego halló que tales fenómenos
también eran manifestados por otra clase más amplia de cosas (Nagel 1961:338). En la
segunda forma de reducción, el sistema simbólico más amplio fue formulado para explicar
las relaciones fenoménicas de un tipo de cosas, pero el sistema reducido pertenece a un
dominio cualitativamente diferente de fenómenos respecto del primero. En otras palabras,
los símbolos de ambos sistemas poseen un vocabulario distante en que, quizás, haya
términos en una que en la otra no se contemplen. Ello constriñe a que se realice una
traducción (Nagel 1961:339).
El análisis lógico del lenguaje tenía como objetivo caracterizar la racionalidad científica y,
consiguientemente, atacar la metafísica en su pretensión de conocimiento. Los empiristas
lógicos Otto Neurath, Hans Hahn y Rudolf Carnap, en el manifiesto del Círculo de Viena,
caracterizan este análisis:
Que la ciencia utilice proposiciones, significa, entonces, que sus teorías o sistemas de
símbolos se constituyen sobre la base de enunciados que refieren directamente a la
realidad, llamados “proposiciones de observación” por Schlick o “proposiciones
protocolares” por Neurath. La característica fundamental de una proposición, sería, que
puede decidirse su verdad o su falsedad mediante una inspección en la realidad. De este
modo, Nagel supone que la reducción de teorías de la forma segunda puede considerarse
un progreso por el aumento del poder explicativo de unas teorías que traducen símbolos
de otras. La unificación lógica del conocimiento proposicional (científico, entonces) era
una probabilidad muy grande para los empiristas lógicos. La imaginación científica ya
había dado con grandes teorías que subsumían a otras constituyendo un todo integrado
en que, por ejemplo, “la teoría cuántica moderna engloba ahora no solo gran parte de la
física clásica, incluso la mecánica, sino también la química” (Nagel 1972:64)
La posibilidad básica de este análisis lógico y de una gran ciencia universal (Neurath y
otros 1995) supone la posibilidad, también, de que se logre la verificación de las
proposiciones en la experiencia. Así pues, la verificación de las proposiciones es el otro
gran criterio para establecer la racionalidad científica.
El Círculo de Viena mantuvo una postura empirista, pero nunca hubo total acuerdo sobre
la naturaleza de lo que llamaron lo dado. Por un lado, para Schlick, solo tenían sentido
aquellos enunciados cuyos conceptos podían ser constituidos hasta conceptos
ostensibles, es decir, conceptos que designan propiedades o magnitudes fácilmente
observables (Schlick 1993:92). Solo los enunciados que se componen de estos conceptos
pueden llamarse proposiciones, porque solo de ese modo tienen sentido empírico; es
decir, porque sus conceptos son ostensibles, pueden ser las proposiciones verdaderas o
falsas:
Esta constatación sugirió que la verificación de las teorías, que como se sabe serían
sistemas amplios de proposiciones lingüísticas, tenía como núcleo las proposiciones de
observación, pero entendiendo estas como afirmaciones de relaciones de objetos. Antes
de ello, Schlick todavía sugería que la verificación de una proposición tenía como base los
datos sensoriales dados. En efecto, así como Wittgenstein diferenció entre proposiciones
atómicas y moleculares, y estableció la verdad de las últimas como función de las
primeras, el empirismo lógico, en un principio, distinguió entre proposiciones de
observación, cuya causa son lo dado en la experiencia, de las teorías que se componen
de aquellas. De este modo, se relacionó también la experiencia psicológica con la
construcción lingüística; las proposiciones de observación que refieren a lo dado debían
ofrecer
Ayer, por su parte, considera que tampoco las proposiciones sobre lo dado (ni las
concebibles ni las concernientes de facto a experiencias psicológicas directas) sean
concluyentemente referencias a la realidad, pues la experiencia depende de la mente del
sujeto cognoscente y, en tal sentido, las experiencias son contingentes por lo que las
proposiciones sobre lo dado también tienen esa naturaleza. Esto, porque, así como las
teorías, tales proposiciones serían construcciones lógicas de relaciones en el mundo. En
su propuesta, Ayer intenta distinguir con la mayor claridad posible los contenidos
psicológicos de los contenidos lógicos, pues en tanto que construcciones lógicas, las
proposiciones sobre lo dado pueden ser verdaderas o falsas, en cambio, en tanto que
contenidos de sensación, lo dado no puede ser ni verdadero ni falso debido a su carácter
eminentemente subjetivo, pues ¿Cómo pueden comunicarse las sensaciones personales?
Una experiencia sensorial, en tanto que parte de la sensación y no como aprehensión real
de objetos, se define como contenido sensorial orgánico. En ese sentido, la experiencia
no es comunicable entre dos sujetos a los que solo pertenecen sus propios contenidos
orgánicos (Ayer 1971:147). De hecho, Ayer considera que su postura es análoga a la de
Hume, para quien no existe un yo sustantivo, sino que aquello que se llama yo no es más
que la suma de la historia total de experiencias sensoriales (1971:143). También, por ello,
Nagel se esforzó en exponer el cambio de teorías como un proceso lógico en el que
importa el progreso objetivo de la ciencia y, este progreso objetivo, se evidencia en la
amplitud del poder explicativo de las teorías. Además, Ayer y, luego, Hempel en su trabajo
sobre la inducción, redelinearon las investigaciones del empirismo lógico.
Ayer, sobre la distinción entre verificación fuerte y verificación en principio, se esforzará
en distinguir los contenidos psicológicos de los contenidos lógicos del sujeto y, en ese
sentido, asumirá que no existen proposiciones incorregibles. Por un lado, su distinción
entre verificación fuerte y verificación en principio es análoga a la de Schlick:
Sin embargo, considera que estas observaciones que de facto no se han dado son, más
que percepciones, construcciones lógicas consistentes no con otras percepciones, sino
con otras construcciones lógicas. De esto se desprende dos consecuencias. Primero, que
las sensaciones no constituyen conocimiento alguno, pues no pueden ser ni falsas ni
verdaderas. Segundo, que incluso las proposiciones sobre lo dado serían construcciones
lógicas sobre contenidos de experiencias (Ayer 1971:71-74). De este modo, Ayer
desestima la verificación concluyente de las proposiciones y vuelve a un antiguo problema
¿cuál es la base última del conocimiento? En efecto, las sensaciones no constituyen
conocimiento porque no cumplen el requisito de objetividad ni, por eso, el requisito de
sentido. Solo los enunciados, como se vio, pueden ser objetivos y pueden ser verdaderos
o falsos. Sin embargo, no sucede lo mismo con las sensaciones personales. Tampoco los
recuerdos de sensaciones pueden ser conocimiento, a menos que se objetiven en
sistemas de símbolos que, no obstante, por ello mismo, se vuelven lógicos y dejan de ser
contenidos psicológicos:
Decir que un símbolo está constituido por signos que son idénticos entre
sí en su forma sensible, y en su significación, y que un signo no es un
contenido sensorial, o una serie de contenidos sensoriales, que se
emplea para transportar una significación literal, no es decir que un
símbolo sea un conjunto o sistema de contenidos sensoriales. Porque
cuando hablamos de determinados objetos, b, c, d… como elementos de
un objeto e, y de e como constituido por b, c, d,…, no estamos diciendo
que formen parte de e, en el sentido en que mi brazo es una parte de mi
cuerpo, o que un conjunto particular de libros de mi estantería es parte de
mi colección de libros. Lo que estamos diciendo es que todas la frases en
que aparecer el símbolo e pueden traducirse a frases que no contengan
e, ni símbolo alguno que sea sinónimo de e, sino que contienen símbolos
b, c, d,…, (Ayer 1971:72)
Los conceptos, y las proposiciones que los contienen, son construcciones lógicas a partir
de una base sensorial. De este modo, las proposiciones incorregibles no son posibles,
pues se suponen que debían objetivar los hechos sin alteración alguna. Las percepciones
y, por tanto, las proposiciones, pueden variar:
La científica objetividad y la racionalidad, para el empirismo lógico, vendría dada por esta
consistencia lógica de los sistemas de símbolos, que son las teorías, leyes e hipótesis;
consistencia que se evidencia en la mutua traducción o, como Nagel lo llamó, capacidad
de reducción de unas a otras. Queda, no obstante, conocer el papel de la experiencia,
pues el neopositivismo es lógico, pero también empírico. Para Ayer, un empirismo
consistente con un sistema lógico de proposiciones o sistemas de símbolos, solo puede
ser ofrecido por un fenomenalismo. Según esta postura, toda referencia a la existencia de
objetos de lo que no se tenga inmediata percepción constituye una afirmación metafísica.
Pero la referencia fenomenalista de los objetos, es la única posibilidad de referencia. La
certeza, pues, de la sensación no es lógicamente justificable como se creía en el mismo
Círculo de Viena (Ayer 1971:141)
La consistencia del empirismo lógico que desarrolla Ayer lo llevó a desestimar el problema
de la génesis del conocimiento. Esta postura se haría compatible con aquella que
ofrecería como origen de las teorías a la imaginación del científico. Pero además, este
empirismo rechazaría toda referencia al mundo, rechazaría la posición realista, no porque
fuera imposible, sino porque no es lógicamente comprobable:
El rechazo del realismo significa, no solo el rechazo de “un mundo suprasensible, que es
objeto de una intuición puramente intelectual” (Ayer 1971:158), sino que también, un
mundo que está fuera de lo inmediatamente dado en una percepción sensible. De hecho,
Ayer podría afirmar junto con Berkeley: Esse est percipis1. ¿Las cosas, entonces, pueden
existir sin que las percibamos? Al contrario de Berkeley, Ayer dirá que existen razones
para suponerlo, pero como tal enunciado no es empírico, nada puede afirmarse
(1971:171). Entonces, además, ¿sobre qué bases o procesos lógicos se pueden continuar
planeando la vida? ¿Cómo esperar que mi mesa y silla aguardarán al amanecer de la
misma naturaleza y modo en que los dejo de madrugada? Que es lo mismo que ¿cómo la
ciencia, sobre la base de un empirismo consistente, puede ser predictiva?
En la respuesta a esta cuestión, Ayer muestra otra vez que su análisis anticipó futuras
interpretaciones de la racionalidad científica. En efecto, si las teorías toman su significado
de las proposiciones experienciales, que no son absolutamente verificables, ello quiere
decir que la falla en una teoría o una hipótesis traspasa la inconsistencia hacia otras
teorías. La inconsistencia lógica, pues, de una teoría, significaría la inconsistencia lógica
de un conjunto de teorías, como más adelante lo evidenciarán Kuhn y Lakatos:
1
Tradicionalmente comprendido como “ser es ser percibido” (Ayer 1971:165)
papel de justificar, de algún modo, la creencia en el futuro, así como la regularidad y la
explicación científicas,
Se ha visto que la postura del empirismo lógico, desarrollada por Ayer, desestima toda
investigación sobre la realidad del mundo. En ese sentido, se pone en duda la referencia
inductiva inicial de los conceptos hacia objetos reales, tal como lo había requerido Schlick.
En efecto, los enunciados contrastadores de una hipótesis o ley científica, eran
enunciados del tipo “lo que veo, lo veo” (Schlick 1993:225). El fenomenalismo, entonces,
es la postura más coherente con respecto a la posición empirista, pues la existencia del
mundo no puede ser verificada, en cambio las percepciones directas sí, pues son
orgánicas, relativas a las capacidades biológicas del sujeto. Sin embargo, la cuestión
posterior es que el fenomenalismo no justifica la explicación ni la predicción científica. La
inducción, pues, según Hans Reichenbach y Carl Hempel, tendría el papel de justificar el
carácter explicativo y predictivo de la ciencia sin la cual, la objetividad y la racionalidad
científicas, desde el punto de vista del empirismo lógico, se verían mermadas. En lo que
sigue, se expone las posturas de Reichenbach y de Hempel respecto del papel de la
inducción. El primero, asume que la inducción debe justificar el grado de probabilidad de
una ley científica, toda vez que la verificación fuerte no es posible. Hempel, por su parte,
considera que antes que leyes con lo que trabaja el científico son hipótesis, por lo tanto, la
probabilidad es una probabilidad de las hipótesis. En tal sentido, la verificación empírica
es contrastación de un conjunto de hipótesis que ofrecen probabilidad, a su vez, a la
hipótesis contrastada.
Queda, sin embargo, una cuestión que explicar. Las relaciones funcionales permiten
inferir fenómenos no observados, es decir, se espera que la misma función de un conjunto
de hechos observados sea la misma para otro conjunto de hechos no observados. No
obstante, los posibles conjuntos de hechos no observados son infinitos. Es decir, las
relaciones funcionales se verifican para cualesquiera hechos tomados en consideración,
pero de aquellos que no, la universalidad de una ley científica no se comprueba. La
solución de Reichenbach es proponer un principio de probabilidad. El principio de
probabilidad justifica el uso del principio de inducción porque, primero, aquel establecería
un número finito de conjeturas de hechos a los que aplicar la inducción; segundo, por ese
motivo, la probabilidad permite establecer una ley particular de la naturaleza de modo tal
que puede ser puesta a contrastación (Reichenbach 1965:141-150) Luego, obtener una
ley general de la naturaleza implica, otra vez, llevar a cabo una inferencia de probabilidad
que asume que la misma función será obtenida en una secuencia infinita de conjuntos de
hechos:
En otras palabras, se acepta una ley científica como racional debido a su alto grado de
probabilidad. Las ingentes observaciones pasadas y presentes en las que se cumple una
función cualquiera para los fenómenos, hacen muy probable la afirmación de que la
misma función se cumpla en cualesquiera casos no observados, pero empíricamente
observable en principio, de fenómenos. Es razonable, por ejemplo, esperar que cuando se
lance una piedra al aire con la fuerza de las manos esta caiga al piso nuevamente.
Mientras más experiencias se tengan de este fenómeno, más alta su probabilidad en el
futuro será. Esto equivale a decir que se aplica el principio de la inducción.
Por el contrario, Carl Hempel critica la pretensión de que las conexiones causales sean
necesarias. De hecho, Hempel retira el título de regla lógica a la inducción; primero,
porque, a diferencia de lo que creía Reichenbach, los fenómenos no poseen relaciones
causales necesarias, ello implica, segundo, que incluso las leyes científicas son hipótesis,
pues los datos empíricos solo apoyan hipótesis. En cambio, según el mismo Hempel, la
creencia de que los datos empíricos apoyan leyes es producto de lo que él llama la
concepción de la inducción estrecha (1987:25 y SS). Esta supone que la ciencia tiene
cuatro estadios. Estos son la observación, la clasificación, la derivación inductiva o
hipótesis y contrastación de las generalizaciones. Básicamente, esta postura sostiene que
las hipótesis solo aparecen en el tercer estadio y que no influyen en la sistematización de
datos. En efecto, Reichenbach creía que las relaciones funcionales se obtenían de la
experiencia de cualesquiera fenómenos observables. Pero, para Hempel, la
sistematización no es posible de modo relevante sin establecer relaciones empíricas y
lógicas con hipótesis ya asumidas. Por ejemplo, para averiguar ¿por qué las mujeres
parturientas de una sala de hospital A fallecen en mayor medida que las mujeres de una
sala B del mismo hospital?, sin usar hipótesis previas, podría llevar a sistematizaciones
irrelevantes como las relacionadas a la edad, sexo, dieta, estado civil, color de piel, el
temor al demonio, el número de hijos, etc. Pero si la hipótesis es que la comida es la
causante de la muerte, entonces, solo tales datos relevantes y no otros serán necesarios
(Hempel 1987:28). Las hipótesis científicas son inventos de la mente científica que, sobre
la base de datos empíricos, los asume relevantes para explicar un fenómeno o problema:
Toda hipótesis se contrasta junto a teorías auxiliares y condiciones iniciales. Asumir una
hipótesis implica asumir inductivamente que las condiciones iniciales como el medio
ambiente, la temperatura, la altura, la velocidad, etc., son todas correctas respecto de lo
que exige la hipótesis.
En primer lugar, el neopositivismo nace como una metodología normativa, esto es, una
metodología que ofrece reglas y criterios que deberían seguir los científicos. Ahora, toda
metodología tiene sus propios fines y, en ese sentido, el empirismo lógico evolucionó
hacia un fenomenalismo en que difícilmente se podría justificar, primero, la verdad de la
realidad como objetivo y, segundo, la total validez del criterio empírico. Respecto del
primer punto, el fenomenalismo del empirismo consistente de Ayer hace imposible
establecer la verdad de la realidad como objetivo, porque el mismo criterio supone tal
pretensión como “irracional”, es decir, imposible de ser abarcado por él. Todo enunciado
respecto de la “realidad” es necesariamente un sin sentido. Entonces, pues, el empirismo
lógico falla como metodología normativa porque la historia de la ciencia muestra que esta
disciplina se desenvuelve como si las teorías y los conceptos que postulan relaciones
teóricas existen en la realidad. No hay mayor hipótesis a favor de esta pretensión que
cuando se ve la incidencia de la ciencia en la vida humana por medio de la tecnología.
Aceptar que existen otros criterios que unifican las teorías científicas, sería aceptar que
los motivos extra lógicos son gravitantes en la historia de la ciencia y, por eso, la
metafísica también. Sin embargo, no es posible ofrecer ni una metodología normativa ni
una explicación de la actividad científica si no se acepta que los componentes extra
lógicos, como los llama Reichenbach, tienen influencia en la ciencia, aunque sea solo
como una creencia razonable de que existe el mundo. Sino ¿tendría sentido hablar de
investigación científica si no se acepta la existencia de aquel? ¿Qué es lo que la ciencia
pretende conocer? De esto, el conocimiento que sostiene la inducción en el metodología
científica del Círculo de Viena es un conocimiento subjetivo porque se sostiene en la
creencia psicológica de la evidencia empírica: yo veo, yo creo, yo pienso, etc.