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1) Investigación sobre tema con estas palabras análisis crtico es posible…

La filosofía de Platón

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Biografía Obras Cronología Filosofía y
contexto Textos Ejercicios Curiosidades
4.1. La teoría del conocimiento: el análisis del
conocimiento en Platón
El análisis del conocimiento en Platón no es objeto de un
estudio sistemático, abordado en una obra específica
dedicada al tema, sino que, como ocurre con otros aspectos
de su pensamiento, se plantea en varios de sus diálogos, por
lo general en el curso de la discusión de otras cuestiones no
estrictamente epistemológicas, si exceptuamos el Teeteto,
diálogo en el que el objeto la discusión es el conocimiento.
El análisis del conocimiento
A los planteamientos iniciales de la teoría de la
reminiscencia, expuesta en el Menón y en el Fedón, con
ocasión de la demostración de la inmortalidad del alma,
seguirá la explicación ofrecida en la República (libro VI)
donde encontramos la exposición de una nueva teoría -la
dialéctica- que será mantenida por Platón como la
explicación definitiva del conocimiento. En el Teeteto, obra
posterior a la República, no encontraremos ninguna
ampliación de lo dicho en ésta respecto al conocimiento, sino
una crítica a la explicación del conocimiento dada por los
sofistas, basada en la percepción sensible, con objeto de
definir cuáles son las condiciones que debe cumplir el
verdadero conocimiento, condiciones que se habían
planteado ya en la República al explicar la teoría dialéctica.
La explicación del conocimiento en los filósofos
anteriores

El problema del conocimiento había sido abordado ya por los


filósofos presocráticos. Recordemos la distinción hecha por
Parménides entre la vía de la opinión y la vía de la verdad.
Existen, para Parménides, dos formas de conocimiento: una
basada en los datos de los sentidos y la otra basada en la
razón. La vía de la opinión, en la medida en que remite a los
datos sensibles, procedentes de un mundo aparentemente en
devenir, no constituye un verdadero conocimiento: su
falsedad le vendría de la aceptación del no ser, fuente de
todas las contradicciones; en efecto, si el no ser no es ¿cómo
confiar en el conocimiento que derive de su aceptación? El
verdadero conocimiento nos lo ofrece la vía de la razón, al
estar basada en el ser y rechazar, por lo tanto, toda
contradicción. Por lo demás, el ser es inmutable, por lo que
el verdadero conocimiento ha de ser también inmutable. La
verdad no puede estar sometida a la relatividad de lo
sensible.
Para los sofistas, sin embargo, el conocimiento sensible es,
simplemente, el conocimiento. La verdad o falsedad no
pueden existir como absolutos, estando sometidas a la
relatividad de la sensación. Si prescindimos de la sensación,
prescindimos del conocimiento. Lo que me parece frío, es
frío, según Protágoras, aunque a otro le pueda parecer
caliente: y para él será caliente. La razón debe partir de los
datos sensibles para realizar sus operaciones, por lo que
depende absolutamente de ellos. No tiene sentido hablar de
un conocimiento racional como si fuera algo distinto y aún
opuesto al conocimiento sensible.
La crítica de Platón a las explicaciones anteriores
En el Teeteto, sin embargo, Platón realizará una crítica de
las explicaciones del conocimiento dadas por Protágoras
negando:1) que el conocimiento se pueda identificar con la
percepción sensible, ya que la verdad se expresa en el juicio
y no en la sensación; 2) que ni siquiera se puede identificar el
conocimiento con el "juicio verdadero" ya que podría
formularse un juicio que resultara verdadero y estuviera
basado en datos falsos; 3) que tampoco se puede identificar
el conocimiento con el "juicio verdadero" más una razón,
pues ¿qué podría añadirse, mediante el análisis, a un "juicio
verdadero" que no contuviera ya, y que le convirtiera en
verdadero conocimiento? Platón admite, con Protágoras, que
el conocimiento sensible es relativo; pero no admite que sea
la única forma de conocimiento. Cree, por el contrario, con
Parménides, que hay otra forma de conocimiento propia de la
razón, y que se dirige a un objeto distinto del objeto que nos
presenta la sensibilidad: las Ideas. El verdadero
conocimiento ha de versar sobre el ser, no sobre el devenir, y
no puede estar sometido a error, ha de ser infalible. El
conocimiento sensible, pues, no puede ser el verdadero
conocimiento ya que no cumple ninguna de esas
características.

2) Investigación

2. ¿La búsqueda de la realidad o de la verdad?

Las preguntas ¿qué es conocer? y ¿qué es la verdad? han preocupado a los filósofos
desde a Grecia clásica hasta los días de hoy. No es en vano, puesto que los
científicos que se basan en corrientes fenomenológicas, hermenéuticas y
autorreferenciales (en el sentido dado por la sociobiología), dudan de la existencia
de una realidad universal y procuran una forma interpretativa o subjetiva de
la verdad.

El debate epistemológico y las controversias no surgen con el inicio de la sociología,


sino que hay que buscarlas entre los pensadores de la Grecia clásica. Aristóteles se
fundamenta en dos premisas. La primera es que la verdad estaría en el
pensamiento o en el lenguaje y no en otra cosa. La segunda premisa se basa en el
hecho de que la verdad, o su reificación, es externa a ella. Refiriéndose a estos
primeros pensadores, Ferrater Mora en el Diccionario de Filosofía escribe que, para
ellos, la verdad es igual a la realidad y esta es igual al pensamiento, aunque este
pensamiento debe tener una visión inteligible, o sea, un método riguroso.

Una forma ilustrativa de exponer qué entendemos por verdad, es referirnos a la


alegoría de la caverna de Platón. Platón imagina que los prisioneros que están
agrupados en un muro en el interior de la caverna, están allá desde su nacimiento
y su cabeza está dirigida solo para el interior de la caverna. Atrás de ellos se
encuentra un fuego y un camino para salir. A través del camino circulan personas y
animales que proyectan sus sombras en la pared del fondo de la caverna. Los
prisioneros dentro de la caverna apenas pueden percibir sus sombras, de tal forma
que acreditan que estas sombras son reales, siendo las únicas que han visto
durante toda su vida. Un día, uno de los prisioneros es liberado, pudiendo salir de
la caverna. Las llamas y el sol lo deslumbraran completamente, poco a poco se
acostumbra a ver el mundo real alrededor de él. Este hecho abre un proceso de
diferenciar los objetos y de reconocer la pobreza en la cual había sido sometido
durante muchos años. Posteriormente, el prisionero es forzado a volver a su
posición original en la caverna, viendo y distinguiendo el mundo de las sombras del
mundo real que había visto. Sus compañeros, entretanto, siguen creyendo que el
mundo real es el mundo de sombras, pues nunca tuvieron la oportunidad de
experimentar el mundo real. La parábola de Platón muestra que la mayoría de la
humanidad se contenta en vivir en un mundo de apariencia. Pero también podemos
extraer otra lección: la verdad y la luz son la única realidad, porque ella es todo lo
que vemos. En el idealismo, la consciencia puede equivaler a la luz de la caverna.

Con el mito de la caverna de Platón es posible percibir diferentes interpretaciones y


la importancia que adquiere la convivencia. La mayoría de los filósofos concuerda
que con la idea de verdad, se trata de una interpretación mental de la realidad
transmitida por los sentidos. De ser así, la interpretación subjetiva de la realidad
filtrada a través de los sentidos nos muestra la verdad, en su caso inclusive
posibles verdades. Entretanto, debemos recordar que la interpretación mental
incluye creencias, valores y, en última instancia, la consciencia, porque pueden
engañarnos una vez que filtran la verdad a partir de nuestra subjetividad,
construyendo una verdad solamente para nosotros mismos. Definiciones
normativas nos ofrecen una aproximación a la idea que tratamos. El Dicionário
Aurélio define la verdad como "la identidad de una representación con la realidad
representada", y amplía que se trata de un "cierto principio constante". Similar es
la definición dada por el Deutsche Duden der Sprache en el que la verdad es
descrita como: "la realidad de las situaciones dadas; la auténtica situación". En
ambas definiciones, la verdadaparece como reflejo de la realidad de las situaciones.
No nos proporciona una clarificación sobre su búsqueda, pues, en este caso, se
deberá profundizar las raíces fenomenológicas del concepto.

¿En qué premisas y significados se basa la filosofía? Entre las corrientes de


pensamiento filosófico y su vinculación con las ciencias sociales, destacamos la
filosofía analítica (el análisis del significado de los enunciados) y la filosofía basada
en el racionalismo crítico (en oposición directa al positivismo lógico).

La filosofía analítica, cuyas raíces se encuentran en el positivismo denominado


operacionista y en el Círculo de Viena, establece una síntesis de pensamiento entre
la ética y la lógica. Se debe al filósofo Ludwig Wittgenstein, en el Tractatus Lógico-
Philosophicus, el planteamiento de la vinculación estructural entre el lenguaje y el
mundo. Considera los hechos como "estados de cosas" y extrae la idea central de la
teoría de la figuración y de la verdad. Una proposición será significativa o tiene
sentido en la medida que representa un estado de cosas lógicamente posible.
Puede ocurrir que un significado sea fragmentado en varios sentidos, o el mismo
desintegrarse en la incoherencia. Profundiza el concepto de verdad y la relación con
las proposiciones llegando a preguntarse: "¿Qué es y qué significa: la verdad de
una proposición sea cierta?" La verdad es relativizada a partir de la interpretación
subjetiva de los hechos. La utilización que realiza Wittgenstein de la expresión
"verdadero o falso" es un tanto "engañadora" y equivale a decir "ajustarse al hecho
o no" y lo que verdaderamente está en cuestión es el significado de "ajustarse".
Uno de los requisitos de la búsqueda de la verdad constituye la identidad. La
identidad de un significado tiene lugar a partir de diferentes interpretaciones que
las personas atribuyen al significado: "los límites de un lenguaje son los límites de
mi mundo". La identidad del significado vuelve posible la verdad.

Además de la filosofía analítica de Wittgenstein, se desarrollaron diversas


corrientes. Una filosofía denominada continental representada por Martin Heidegger
y la posibilidad de trascendencia histórica y cultural en busca de una situación
social de Hans-Georg Gadamer, así como la caracterización del método científico, el
dominio de la falsabilidad, y el criterio de comprobación racionalista de Karl Popper.

3) Investigación

- "La filosofía, destino y pasión por la verdad". D. José Francisco del Corral Sánchez.
Licenciado en Filosofía, en Ciencias Religiosas y en Teología. Profesor del Seminario y del
Instituto de Ciencias Religiosas de Málaga. Miércoles 27 de octubre de 2010, 19:00 h.

LA FILOSOFÍA,
DESTINO Y PASIÓN POR LA VERDAD
(EXTRACTO DE LA CONFERENCIA ESCRITA)

1. MEMORIA DE LOS ORÍGENES Y FUNDAMENTOS ANTROPOLÓGIC$OS DE LA VERDAD

Esta conferencia tiene por objeto defender que la Filosofía encuentra su sentido y destino en la
búsqueda y consecución de la verdad. Incluso en la misma etimología de la palabra “filosofía”,
amor a la sabiduría, podemos entrever que se supone la verdad como la meta del filosofar, pues
la sabiduría no puede ser ajena a la posesión de la verdad.

Esta pasión por la verdad, que es el filosofar, hunde sus raíces en la estructura del ser que
llamamos “hombre”: «¿Qué desea el hombre más ardientemente que la verdad?» . Hay en el
hombre un deseo y una tendencia por conocer la verdad de las cosas, la verdad del mundo en
el que vive, la verdad de los otros y la verdad sobre sí mismo. Pruebas de este deseo de verdad
son:

 La vida cotidiana nos muestra que todos experimentamos el disgusto, el malestar y, a


veces, el dolor, que nos produce la mentira. Queremos conocer la verdad: «Muchos he
tratado a quienes gusta engañar; pero que quieran ser engañados, a ninguno» .

 La historia, la investigación histórica y la narración histórica se legitiman como


narración verdadera de lo que ha ocurrido. Incluso la hermenéutica histórica nos hacer
ver que distinguimos entre interpretaciones verdaderas y falsas de los hechos.

 De la misma manera, la historia de la ciencia y de la filosofía ponen de manifiesto


esta búsqueda de la verdad. El Siglo de las Luces es el ejemplo más cercano para ver
como la empresa cultural cobra sentido en la medida en que divulga las nuevas verdades
descubiertas de la ciencia y de la filosofía. La luz de la razón se concibió como el
instrumento por excelencia para alcanzar la verdad. Aceptando, en parte, la visión
hegeliana del devenir histórico, podríamos considerar que cada época histórica es un
momento en la marcha hacia la verdad total o, siendo más realistas y menos
pretenciosos que lo fue el mismo Hegel, hacia las verdades posibles. La historia de la
cultura mostraría, a nuestro juicio, que la verdad es una necesidad y un ideal al que
aspira la humanidad.

Así, podemos decir, que la filosofía es una concreción más de la apetencia humana de verdad,
porque, como dijo Aristóteles, «todo hombre, por naturaleza, apetece saber» , la apetencia
de saber es apetencia por conocer la verdad de las cosas. Ahora bien, la filosofía como conquista
de la verdad ha de ser conquista de la razón. En esto consiste lo que se llama “el paso del mito al
logos”. Renunciar en filosofía a la verdad sería como desfondar a la filosofía, convertirla en
palabrería, desvitalizarla, pues la fuente que revitaliza a la filosofía es la pasión por la verdad.

El pensamiento cristiano y la filosofía como pasión por la verdad

Esta orientación de la filosofía griega hacia la verdad será acogida por la mayor parte del
pensamiento cristiano a partir del siglo II. No en vano el mismo cristianismo se presenta como la
plenitud de la verdad. «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn 14,6). Indudablemente, esta
verdad de la que habla el evangelio no es, sin más, la verdad filosófica. Sin embargo, tampoco es
ajena a la filosofía. Para los Padres de la Iglesia, verdad cristiana y verdad filosófica no se pueden
ignorar, sino que han de entrar en diálogo.

La historia de la filosofía y de la ciencia recibieron del espíritu cristiano energías que la orientaban
en la búsqueda de la verdad. No es posible pararnos en los autores del pensamiento cristiano
antiguo más relacionados con la filosofía, pero digamos algo sobre el más conocido y sobre el que
también más influjo ha tenido en la historia de la filosofía: San Agustín. Éste concibe la filosofía
como sabiduría y a ésta como búsqueda de la verdad. Búsqueda que es condición para la vida
feliz. Imposible para Agustín alcanzar la felicidad sin la verdad: «Pues no llegarás a ver la
verdad misma de no consagrarte totalmente a la Filosofía (…) creed al que dijo: “Buscad y
encontraréis” (Mt 7,7). No hay que perder la esperanza de conocer la verdad» .

Pero Agustín no se conforma con la búsqueda de la verdad, sino que da un paso más. Al
joven Licencio del Contra Académicos le responderá que no basta con perseguir la verdad para
ser feliz, sino que es necesario alcanzarla. Ahora bien, la posesión de la verdad supera la
capacidad humana. Por ello, responde al escepticismo de los académicos desde la fe cristiana: el
hombre sólo puede conocer la verdad, y con ella, alcanzar la sabiduría, la plenitud de la filosofía,
con la ayuda divina.

En lo que respecta a nuestro tema de la filosofía y la verdad, la impronta del


pensamiento cristiano antiguo, y la agustiniana en particular, por el amor a la verdad a través de
la filosofía, pasará a la cultura medieval europea. La filosofía medieval es, por ello, una
persecución de la verdad. La filosofía moderna, por su parte, muchas veces silenciando sus
raíces, heredó de la filosofía medieval la pasión por la verdad.

2. IMPORTANCIA DE LA VERDAD

 Con respecto a las relaciones humanas

El ser humano es un ser relacional y comunicativo. Pero no sólo desea comunicarse con los otros,
sino que aspira a la amistad, a relaciones afectivas entrañables e íntimas con otros, deseando en
la hondura de su ser la comunión con otros.
Este mundo de relaciones y comunicaciones no sólo está sostenido y atravesado por los
sentimientos, los afectos, sino también por el conocimiento. Al estar el conocimiento presente en
todas nuestras interacciones con la realidad, con el mundo y con los otros, es esencial que el
conocimiento se oriente hacia la verdad y trate de poseerla, pues, de lo contrario, se falsearía
nuestra relación con la realidad y la posibilidad misma de la convivencia humana. Prueba de esto
último es la experiencia que tenemos del daño que hace al hombre, y a la comunicación humana,
la manipulación o falseamiento de la información. Cuando esto se produce desde el mismo
Estado, entonces estamos en camino de caer en manos de un Estado totalitario, que impone su
ideología y doctrina como única verdad, no permitiendo disidencias y silenciándolas, si es preciso,
por la fuerza (que puede tomar diversas formas). Pero no es sólo el poder político el que tiene la
exclusiva de la manipulación de la verdad, sino que con él, o sin él, los otros poderes de la
sociedad: el económico, el cultural, el de los medios de comunicación, etc.

 Con respecto a la libertad

La humanidad ha ido tomando cada vez más conciencia de que los seres humanos somos seres
libres y de que queremos serlo. Como también hemos ido descubriendo el “miedo a la libertad”.

Junto con la creciente sensibilidad con respecto a la libertad, también se ha venido produciendo
una creciente separación entre libertad y verdad. La libertad se llega a presentar como el bien
supremo al que hay que subordinar todos los demás bienes. La separación entre verdad y
libertad es una amenaza para la propia libertad. Una libertad sin verdad es una libertad
destructiva de la persona y de la sociedad.

La libertad cobra todo su valor y su sentido cuando se orienta hacia la verdad.


La tradición cristiana ha destacado que el hombre «está llamado a la alegría en la luz de la
verdad», lo que significa que hay que orientar la libertad desde la verdad y hacia la verdad.
Destacando aquí el conocimiento de la verdad sobre nuestro bien como personas y sobre los
bienes para la persona, como ha señalado la encíclica de Juan Pablo II Veritatis Splendor.

 Con respecto a la educación

Después de años estamos volviendo a ver la necesidad de educar en la excelencia. Para hacer al
educando excelente, la educación ha de buscar, amar y ser fiel a la verdad. Si la educación no
educa en la verdad y hacia la verdad, la educación no acaba produciendo personas. La persona
sólo llega a ser humana en la medida que ancla y vive su existencia en la verdad.

La vida entera hay que considerarla como tiempo de educación. Sólo la educación que
sensibilice para amar la verdad puede ser considerada excelente, generadora de excelencia. Esto
exige a los educadores ser veraces y educar para la verdad.

3. EXISTENCIA HUMANA Y VERDAD

Dos formas de verdad inseparables son: la verdad sobre sí mismo y la verdad sobre el
sentido de la realidad y del existir humano.

Cuando con los sofistas y con Sócrates entró en la reflexión filosófica la cuestión antropológica
aparece en la filosofía la necesidad de conocernos a nosotros mismos. Desde entonces, todos los
períodos de la historia de la filosofía se han ocupado de las cuestiones y los problemas
antropológicos. Ya Kant, en el quicio de la modernidad a la contemporaneidad, hará también de
la pregunta antropológica, “qué es el hombre”, la cuestión central y resumen de la filosofía. A lo
largo del siglo XX ha vuelto a renacer con fuerza la necesidad existencial y filosófica del
conocimiento sobre el hombre. La filosofía y la cultura en general del siglo XX nos ofrecen
abundantes testimonios de que el hombre necesita, más que nunca, conocerse y responderse a
los grandes interrogantes de su existencia, a fin de encontrar un valor y un sentido a su propia
vida. Porque el hombre «no se resigna al sinsentido, no puede vivir sin pensar e interpretar, ni
puede morir sin preguntar, dejado al aturdimiento envilecedor o a la desesperación
aniquiladora». Un testigo cualificado de ello es el escritor-filósofo Albert Camus con su afirmación
emblemática: «Juzgar si la vida vale o no vale la pena vivirla es responder a la gran pregunta
fundamental de la filosofía» .

Ante la crisis de sentido del siglo XX, muchos se vieron atraídos o fueron arrastrados por el poder
de ideologías totalitarias. Éstas se presentaban como la “verdad total” sobre el hombre y su
felicidad. Pronto desengañaron y dejaron de ser tótems sagrados. Pero, cuando mueren los
dioses ¿habrá que inventar nuevos dioses?, ¿o se podrá vivir cimentados en el puro nihilismo y
en el escepticismo? La era del vacío es insoportable, la pérdida del significado de la vida, sobre
todo de la propia y personal, es insostenible para la mayoría. El desarrollo de la propia misión
vital y existencial orienta la propia existencia y plenifica al sujeto que la porta, pero siempre que
se realice en un contexto de verdad y de libertad, belleza, bien y amor.

Insuficiencia de las ciencias experimentales y del pensamiento objetivo-causal para


lograr la verdad sobre el hombre y sobre el sentido de la realidad

Las preguntas y las respuestas antropológicas no tienen a la filosofía como la única


materia que las puede acometer. Sin embargo, es desde la filosofía como se tratan de un modo
más reflexivo. Así lo ha reconocido la encíclica Fides et ratio .

Ante estas cuestiones sobre el hombre y su sentido, el pensamiento objetivo y causal,


propio de la ciencias empíricas, no es el más apropiado, porque no se acerca a la realidad
mirando al sentido de ella, ni tiene presente la orientación concreta de la vida, como tampoco
puede entrar en su campo de mirada lo que es más sujeto que objeto, la persona humana. Este
tipo de pensamiento, que pretende conocerlo todo y someterlo todo al dominio de la razón, no es
capaz de encontrar la verdad o verdades que ahora buscamos, incluso puede dificultarlas. Si el
pensamiento objetivo y causal se constituye en el único modo de acercamiento válido a la
realidad, cierra al hombre a las grandes perspectivas que la poesía, el arte, el cine, la religión y la
filosofía aportan.

Henry Bergson habló de pensamiento intuitivo, otros de pensamiento existencial y metafísico. El


nombre es lo de menos. Estas otras formas de pensamiento nos ofrecen al menos dos cosas que
consideramos muy válidas para las cuestiones antropológicas y de sentido:

 Una actitud acogedora de la realidad en su misterio y en sus dimensiones trascendentes.


Es un pensamiento más contemplativo que pragmático y utilitarista, venera la realidad en
su misterio y límites y la acepta en lo que es, dejándola ser .

 El preconocimiento de la realidad antropológica como misterio de libertad y de


espiritualidad enraizada en el misterio del ser. Preconocimiento que es tanto la intuición
que nos guía, como los conocimientos previos de la tradición filosófica, religiosa y cultural
de la que venimos, amén de la propia experiencia personal.

La verdad no surge de aplicar los esquemas racionales a la realidad experiencial, sino


que se anuncia por sí sola. Es una verdad que exige escucha y acogida. Verdad que no explica
nada, ni busca dominar, sino que «sólo indica el sentido que la realidad tiene o puede tener para
el hombre» .

Sean cuales sean las formas de pensamiento que pongamos en acción para alcanzar la
verdad sobre el hombre y sobre el sentido de la existencia, no es tarea fácil dar con ella.

Pero a pesar de la dificultad, no podemos renunciar a las preguntas antropológicas: el


mero hecho de vivir nos mueve a ello. Desde nuestro punto de vista, son caminos válidos para
ello y no excluyentes:

 La hermenéutica de los mitos.


 Las ciencias humanas.
 La literatura, el arte y el cine.
 Las religiones. En especial, para quien escribe esto, la revelación bíblica.

Y, evidentemente, la filosofía. Pero sabiendo que en ninguna filosofía se encuentra la


respuesta última y definitiva. Muchos filósofos han caído en la “soberbia filosófica” de querer
erigir la propia perspectiva como verdad universal .

La verdad que buscamos ha de ser personal y ha de servir para personalizarnos,


evitando aquello que Heidegger llamaba la caída, la caída en lo impersonal, la caída en el “se
hace”, “se piensa”, “se dice”, etc., que no es más que caer en la disolución de uno mismo en el
ser de los demás. Ser uno mismo, ser en consonancia con la vocación profunda que surge de
nosotros, se muestra como una tarea titánica. No cabe duda que la persecución de la verdad nos
ayudará en la lucha por la libertad y por la vocación a la que todos estamos llamados, a saber:
ser uno mismo, ser individual y socialmente personas y realizar lo que nuestro propio ser
personal nos reclama. Sin ello, la felicidad posible será imposible.

4. CONDICIONES NECESARIAS PARA LOGRAR LA VERDAD

Hay actitudes y capacidades que consideramos básicas para la consecución de la verdad.


A la misma filosofía, en cuanto paideia, le corresponde despertar y desarrollar estas actitudes y
capacidades de la naturaleza humana. Algunas de ellas serían:

 Amor por la verdad.

 Capacidad para dejarse asombrar. Esta capacidad, connatural al hombre, necesita ser
despertada por la educación y por la compañía de otros. Pero, ¿qué nos asombra? No
sólo el mundo exterior, sino nuestro propio mundo interior, y aquello que la humanidad
ha ido creando a lo largo de su historia (arte, literatura, música, cine, etc.), pero,
también, la propia vida.
 Apertura consciente a la realidad. Hemos de ir a la realidad dejándonos enseñar y
sorprender por ella. La verdad buscada por la inteligencia exige a ésta no plegarse en sus
propias construcciones, no imponer a la realidad ideas preconcebidas.

 Apertura a la propia conciencia. Hay una verdad que surge del corazón humano, que
ha de ser escuchada y sometida a examen.

 Actitud crítica. Ésta conduce a replantearse las cosas dichas y establecidas. Pero
cuando esta actitud se extralimita, conlleva un riesgo: el de que cosas valiosas puedan
negarse y puedan perderse verdades alcanzadas por el camino. Por ello, la tarea crítica
de la filosofía es imprescindible. De lo contrario, la filosofía se parecería más a
adoctrinamiento que a indagación de la verdad.

 Actitud dialogante. La verdad no es cosa de uno solo. En su sentido


etimológico diálogo(“diav-logo"”) sería alcanzar por medio de la palabra o del discurso o
de la razón un objetivo. Éste puede ser perfectamente la verdad.

 Libertad e independencia frente a las diversas clases de poder. No se trata de


mera rebelión contra los poderes de la sociedad, sino de ser críticos ante ellos y de
someterlos al juicio de la verdad.

 Actitud humilde. Admitiendo el dicho socrático «sólo sé que no sé nada», que hoy sigue
siendo válido como antídoto frente a las tentaciones prepotentes y soberbias que nos
pueden hacer creer que lo sabemos todo o casi todo.

Esta actitud de humildad frenaría el rechazo que tantas veces produce la verdad. San Agustín, en
las Confesiones, se preguntaba por qué «la verdad pare el odio», y contestaba que: «Odian la
verdad por causa de aquello mismo que aman en lugar de la verdad» .
La humildad de la que estamos hablando nos ayudará también a reconocer que la verdad no es
tanto conquista humana, como don que viene al hombre. Sólo desde esta actitud, el camino de la
verdad se puede abrir a la aceptación de Dios y su revelación.

San Agustín, In Ioan., 26, 5.

San Agustín, Confesiones, X, 23,34, B.A.C., Madrid, 91998, p. 421.

Aristóteles, Metafísica, I, 1, en: Aristóteles, Obras, Aguilar, Madrid, 21977, p. 909.

San Agustín, Contra Académicos, II, 3, 8, en: San Agustín, Contra los Académicos, Encuentro,
Madrid, 2009, pp. 77-78.

Tomamos esta expresión de la obra de Erich Fromm El miedo a la libertad. Con ella queremos
indicar lo que el mismo Fromm desarrolla en su libro: los hombres tienen miedo de tomar
decisiones por sí mismos, de ser responsables y de afrontar las consecuencias de sus libres
elecciones; prefieren la seguridad al riesgo de la libertad.

Como bienes para la persona, la encíclica señala la protección de la vida humana, la comunión de
las personas en el matrimonio, la propiedad privada, la veracidad y la buena fama, que, como
dice la misma encíclica, son los bienes que los preceptos negativos del Decálogo tratan de
salvarguardar (Cf. Veritatis Splendor, 13).

O. González De Cardedal, La entraña del cristianismo, Secretariado Trinitario, Salamanca 1997,


p. 336. Véase, también, Gaudium et spes, 10, en donde vemos cómo el concilio Vaticano II se
hizo eco de las preguntas antropológicas, y Fides et ratio, 1b.

Albert Camus, El mito de Sísifo, Alianza-Losada, Madrid, 1981, p. 15.

Ver Juan Pablo II, Fides et ratio, 3a.

No puedo menos de pensar que tras el aborto buscado y premeditado hay una actitud propia del
pensamiento dominador.

Joseph Gevaert, o.c., p. 172.

Cf. Juan Pablo II, Fides et ratio, 4b.

San Agustín, Confesiones, X, 23,34, en edición citada: p. 421

4investigacion : Si Es posible que el hombre puede alcanzar la


verdad cristica positiva

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