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arte islámico
Publicado en enero 27, 2018
Para muchos, la silenciosa teología del arte islámico puede hablar más
profunda y claramente que el tratado más brillante y su belleza puede ser
más evidente y persuasiva que el argumento más sólido. El Qur’ān no fue
revelado como un conjunto de silogismos o pruebas racionales prosáicas 2,
sino como una recitación de inigualable belleza lingüística, llena de
símbolos, historias, metáforas y expresiones poéticas. De hecho, su belleza
formal inspiró muchas de las primeras conversiones al islam. Antes de que
aparecieran los primeros libros de fiqh (ley islámica) o kalām (teología), las
primeras generaciones de musulmanes habían creado obras maestras de
arquitectura islámica, tales como la mezquita de Kairouan en Túnez y el
Domo de la Roca en Jerusalén; un arte caligráfico sin precedentes y una
tradición literaria completamente nueva. Sin embargo, aunque el arte
islámico es tan esencial e importante para la tradición islámica, como la ley
y la teología, junto con la extraodinaria ética que desarrolló a lo largo de los
siglos, lamentablemente ha sido olvidado en épocas recientes. Aunque esta
es una pérdida significante para la humanidad, es particularmente trágica
para los musulmanes. Como dice el ḥadīth: “Dios es bello y Ama la
belleza”, por lo tanto, la indiferencia hacia la belleza es equivalente a la
indiferencia hacia lo divino.
Dicho de una forma más simple, el arte islámico cultiva el iḥsān porque los
motivos de las alfombras de oración tradicionales; los diseños geométricos
y la caligrafía que ornamentan las mezquitas y los hogares islámicos; así
como la arquitectura de las casas, mezquitas y madrasas nos ayudan a
adorar a Dios como si “Lo viéramos” a través de estas muestras de belleza,
porque “Dios es bello y Ama la belleza”. Este “como si” (ka anna en árabe)
Lo vieras se da través de la “imaginación” (khayāl), un término que en el
discurso islámico tiene una definición técnica distinta del significado
cotidiano en otros idiomas.
Ibn ʿArabī, al-Ghazālī y muchos de los grandes eruditos del islam han
argumentado que la razón y la imaginación deben trabajar juntas para
comprender e interpretar correctamente los signos de Dios, tanto en Sus
Libros como en los libros del cosmos y el alma humana. . Esto está
claramente ilustrado en uno de los versos más profundamente paradójicos
del Qur’ān: “No hay nada como Él, sin embargo, Él es El Que Oye, El Que
Ve” (42:11). La primera parte del versículo aparentemente declara la
incomparabilidad y trascendencia de Dios (tanzīh) y, de acuerdo con Ibn
ʿArabī, está dirigida a nuestra razón, mientras que la segunda mitad del
versículo declara la semejanza e inmanencia de Dios (nosotros también
vemos y escuchamos) y está dirigida a nuestra imaginación. Solo
entendiendo ambas mitades del verso, “viendo con dos ojos” -tanto la
razón como la imaginación- podemos llegar a conocer a Dios a través de
Sus signos.
Abandonada a sus propios recursos, la razón puede deducir que Dios debe
estar por encima y ser distinto de todo lo que percibimos, pero la razón es
incapaz de percibir la presencia de lo divino en los fenómenos (excepto en
un sentido causativo abstracto) o declarar algo positivo sobre la naturaleza
de Dios. Solo a través de los relatos y las revelaciones proféticas poéticas y
mediante el uso de la facultad imaginal para contemplar los signos de Dios,
podemos comprender y percibir los atributos positivos de lo divino. Si Dios
fuera simplemente el Ser Necesario (al-wājib al-wujūd) o la primera causa
de las pruebas de teología o filosofía, la gente no lo amaría más de lo que
ama al Big Bang.
Así, la belleza del arte islámico atrae el amor, tanto humano como divino.
Ya sea rezando o simplemente visitando las hermosas mezquitas de
Estambul o Isfahan, uno no puede evitar sentir amor y ser amado,
independientemente de las circunstancias externas. Esta suave presencia
de la belleza y el amor genera sakīnah -la paz profunda engendrada por la
conciencia de la presencia de Dios- que es uno de los rasgos más
característicos de la arquitectura de todas las mezquitas tradicionales. La
armonía de su geometría hace que la barakah (presencia sagrada) del
espacio sea tangible, ayudando a equilibrar nuestras almas.
La esposa del profeta ﷺ, ʿĀisha, lo llamó “ ﷺel Qur’ān caminando sobre
la tierra” y las artes del adab nutren a la creación de este carácter.
Prácticamente todas las obras de la literatura islámica son, de una manera
u otra, comentarios sobre el Qur’ān. Incluso la poesía profana de Abū
Nuwās o al-Mutanabbī lleva la impronta de la revelación en su lenguaje,
imágenes, expresiones y ritmos. Las sofisticadas y bellas letras de al-Jāḥiż,
al-Ḥarīrī, Niżāmī y Saʿdī agudizan no solo las facultades lingüísticas sino
también las intelectuales y morales de sus lectores. Las alegorías filosóficas
de los Hermanos de la Pureza -Ibn Sīnā, Suhrawardī e Ibn Ţufayl- recurren
a narrativas y conceptos coránicos, al tiempo que integran e inspiran la
imaginación y el intelecto.
La influencia del Qur’ān es aún más evidente en las obras más sagradas del
adab, como el Mathnawī de Jalāl al-Dīn Rūmī; el Manţiq al-ţayr de Aţţār;
el Hikam de Ibn ‘Aţā ‘Allāh y la poesía de al-Būśīrī, Hafiz, Ibn al-Fāriđ,
Yūnus Emre, Amīr Khusrow, Ĥamzah Fansūrī, Shaykh Aĥmadu Bambā, el
shaykh Ibrāhīm Niasse, y muchos otros, cuyos significados, estructuras,
estilos e incluso sonidos se asemejan a los del Qur’ān. 13 Estas obras de
adab son como lagunas que se abren al océano del Qur’ān, que a su vez se
abre a la realidad divina. Las obras de adab nos acercan al Qur’ān y acercan
el Qur’ān a nosotros: nos entrenan para leer e interpretar versículos que
tienen múltiples niveles de significado, leer versículos e historias desde
múltiples perspectivas, y bucear en sus profundidades en búsqueda de las
perlas de sus significados. Nos enseñan a leer y vivir el Qur’ān y la Sunnah.
En resumen, cultivan adab.
Muchos de los que saben poco sobre música o saben poco sobre el islam
proclaman muy seguros que “no existe la música islámica” debido a la falta
de consenso sobre la condición de la música en la ley islámica. En primer
lugar, es importante distinguir el término inglés music (o castellano
música) del árabe mūsīqā. Aunque ambos se derivan de la misma palabra
griega que significa “el arte de las musas”, tienen significados y
connotaciones ligeramente diferentes. Mientras que un hablante nativo de
inglés (o de castellano) clasificaría el canto de poesía religiosa, las
plegarias, el adhān o el Qur’ān como música o musical, no se los
considerarían mūsīqā, porque ésta tiene la connotación de incluir
instrumentos y no ser religiosa. Del mismo modo, la música instrumental y
vocal (en el sentido occidental) que acompaña a algunas ceremonias sufíes
rara vez se considera mūsīqā; más bien, se la llama samāʿ (audición) o
dhikr (recuerdo).
NOTAS:
3 Para ser más precisos, khayāl tiene tres significados: (1) todo lo que no es
la Realidad Absoluta; (2) la facultad humana que une las formas
sensoriales a las ideas puras; y (3) un nivel específico de realidad
experimentado en sueños y visiones verídicos, entre los niveles físico y
espiritual de la realidad (aunque estos niveles se consideran parte de
khayāl en el primer sentido). Este tercer significado de khayāl tiene dos
aspectos: khayāl muttaśil, el reino subjetivo de los sueños personales, y
khayāl munfaśil, un nivel objetivo de la realidad que es más real que el
físico pero menos real que el espiritual, y que sirve como un puente entre el
dos. Es el reino de las visiones verdaderas, donde “los espíritus están
encarnados”, como en la visión de un ángel en forma humana, y donde “los
cuerpos están espiritualizados”, como en las experiencias sensoriales que
ocurren después de la muerte.
8 Ver Nasr, S.H. Knowledge and the Sacred (Albany: SUNY Press, 1989),
300.
11 Según una declaración divina famosa (hadith qudsī), Dios declara: “Mi
amor se materializa por aquellos que se aman los unos a los otros por amor
a Mí, que son honestos entre sí por Mi causa, que se dan caridad unos a
otros por Mi causa, y que se visitan unos a otros por Mi bien “. Mālik 2007,
Ibn Ĥanbal 22080, 22002.
16 Del Rasā’il del Ikhwān al-Śafā’, trans. by S.H. Nasr in Islamic Patterns:
An Analytical and Cosmological Approach, ed. Keith Critchlow (London:
Thames and Hudson, 1983), 7.
20 Nasr escribe: “A largo plazo, [la revitalización del arte] puede resultar
más efectiva desde el punto de vista religioso que muchos de los
movimientos políticos, sociales y económicos que comienzan con objetivos
grandiosos pero rara vez logran alcanzar cualquier cosa que sea
auténticamente islámica, ya que no comienzan desde el corazón y la mente
del creyente musulmán. Esta renovada atención hacia el arte islámico
tradicional no puede dejar de tener una gran importancia desde el punto
de vista de la religión islámica misma, ya que el arte está inextricablemente
ligado al corazón del mensaje islámico. El arte sagrado del islam es un
regalo del Cielo lleno de barakah. En todos los sentidos, este arte es una
bendición que proviene, en última instancia, de la Divina Misericordia, al-
Raḥmah”.Nasr, Islamic Art and Spirituality, 200.