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─¡Martín, ya no soporto más esta situación que vivo contigo! ¡Tú y tu maldita
garrafa de caña de tres litros!; ¡pero yo soy la única culpable, porque con tal de
tenerte contento, yo misma asisto al expendio a comprártela, sorteando las
indecencias de las que soy objeto por parte de los ebrios y holgazanes que me
encuentro en el camino!
La vez pasada que estabas arreglando, según tú, el contacto para enchufar el
refrigerador, acompañado de tu maldito botellón, y me dijiste que girara el tornillo.
Me dio un tremendo sacudón la corriente; solo te justificaste con “perdóname,
mujer, fue un accidente casero”. Luego resultó que el enchufe nada tenía que ver,
pues la intensidad de la energía era muy baja y eso impedía que el aparato
enfriara bien. Y el otro día que venías borracho, para variar con tu garrafa, y nos
pasaste a matar al rebasar sin precaución a aquel taxi con número económico
1910 que terminó colisionando con nosotros… Como siempre, saliste con tu
“perdóname, mujer, fue un accidente automovilístico”. Bien recuerdo el número del
taxi porque es el de una fecha memorable aquí en México.
Qué decir de aquella tarde en que estábamos haciendo las figuras geométricas,
trabajo manual de nuestra única hija; tú con tu inherente garrafa me dijiste que
tomara el cartoncillo de ambas esquinas para que lo cortaras con el cúter… y
¡tras!, me cortaste el dedo anular. Hasta ahora me duele cuando hay frío. O
aquella mañana que mañosamente para desviar mi enfado, desde temprano te
pusiste el mandil que me regalaron el día de las madres, para cocinar aquellas
horripilantes lentejas que más bien parecían municiones de plomo con otras
aleaciones, pero que tú te autoeximiste diciendo: “Excuseme my love, fue un
accidente gastronómico”. ¡Uy, qué feas estaban! Así nos las comimos.
─¡Conque accidente, eh! ¿Y… qué accidente es, Martín?, ¿me podrías informar?
─Está bien, te serviré un traguito de la garrafa como todos los días, como en todos
los accidentes: caseros, automovilísticos, de trabajo, gastronómicos… y…
gramaticales.
Oye mujer, este trago sabe diferente. ¿Qué me… ser…viste…? ¡Ouch! ¡Ay! ¿Qué
es… es…to…, muj…er? #$%&¡?!#=. Esto no es aguar… diente…
Moraleja:
Cuídate de los accidentes gramaticales… porque después… podría ser garrafal.