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SECTAS, DEMOCRACIA Y

MUNDIALIZACIÓN LA FALSA ESPIRITUALIDAD


Anne Fournier y Catherine Picard

*SUMARIO

*Prefacio, Raymond Forni /Introducción

· Un fenómeno Nuevo · Grupos peligrosos · ¿Por qué relacionar sectas, democracia y


mundialización o globalización? · ¿Qué entendemos por "mundialización" o
“globalización"? · La cuestión de la democracia · ¿En qué sentido funcionan las sectas
como instrumentos de la mundialización? · Las sectas, brazos armados en diversos
países

PREFACIO e INTRODUCCIÓN
Las sectas son uno de los principales peligros que acechan a la
democracia. Algunos países han decidido dejar que se desarrollen con el pretexto
de la libertad de expresión o la tolerancia religiosa: se puede hablar, a este
respecto, de modelo "americano". Por fortuna, Francia no ha seguido ese camino.
Hace tiempo que sabemos que las sectas no constituyen la expresión de una
libertad, sino una amenaza para ésta: amenaza para la libertad individual, ya
que las sectas practican la manipulación mental, aniquilan la libre determinación
del individuo, y para las libertades públicas, debido a que pueden desestabilizar e
incluso gangrenar todos los ámbitos de la vida política, económica, cultural o
social.

En Francia, los poderes públicos se mantienen en estado de alerta. Se han


implementado estructuras de análisis, de formación y de vigilancia: el
Observatorio Interministerial de las Sectas y la Misión Interministerial de Lucha
Contra las Sectas [MILS]. El parlamento francés presta una atención constante al
tema, puesto que se trata de un mal insidioso y permanente. En los últimos siete
años se han elaborado dos informes parlamentarios: "Las sectas en Francia", en
1995 (informe del diputado Jacques Guyard) y "Las sectas y el dinero", en 1999
(informe del diputado Jean-Pierre Brard). La ley del 18 de diciembre de 1998, que
tiende a reforzar el control de la obligación escolar, está destinada a combatir el
proselitismo sectario en materia escolar. La ley del 15 de junio de 2000 permite que
las asociaciones de lucha contra las sectas ejerzan los derechos reconocidos a la
parte civil. La ley del 12 de junio de 2001, "tendente a reforzar la prevención y la
represión de los movimientos sectarios que vulneren los derechos humanos y las
libertades" es la última manifestación de este empeño del legislador, que ha querido
de este modo reforzar el arsenal del derecho penal.

La publicación de esta obra, que constituye un nuevo aporte al conocimiento del


fenómeno sectario y a la necesaria toma de conciencia de los daños que causa, me
llena de satisfacción. Deseo que todos los responsables hagan el mejor uso posible
de ella y que los ciudadanos descubran una realidad acaso insospechada para ellos.

El interés específico del libro, que ofrece una extensa visión de las sectas a lo largo
y ancho del mundo, radica en un enfoque original del fenómeno. Los autores nos
muestran de qué modo se aprovechan las sectas de las nuevas reglas económicas,
políticas y culturales que traen consigo la mundialización o globalización. Estas
reglas debilitan al individuo y facilitan su manipulación. Crean asimismo nuevos
ámbitos de intervención en el que las sectas pueden proliferar directamente, por
medio de sus empresas transnacionales o penetrando organizaciones
internacionales. Esta labor de zapa mina la democracia, sus principios y sus
valores, y se opone especialmente a nuestra concepción de la infancia, la educación
y la laicidad.

Los lectores descubrirán, por tanto, que tras doctrinas presuntamente humanistas,
se esconde el “totalitarismo” sectario y, en último término, que el velo de la
felicidad disimula en realidad la esclavitud impuesta a sus víctimas.

RAYMOND FORNI Presidente de la Asamblea Nacional de 2000 a 2002

INTRODUCCIÓN
UN FENÓMENO NUEVO

Los grupos sectarios son un fenómeno reciente en la esfera social y política.


Aparecieron primero en Estados Unidos en la década de 1960 y se extendieron con
rapidez al mundo entero. Se considera que en Francia el número de adeptos de ha
estabilizado, alrededor de las 250.000 personas, pero en el resto del mundo
experimenta un crecimiento exponencial. Las sectas han entrado en el antiguo
imperio soviético junto al jean y la Coca-Cola.

Lo que en sus inicios dificulta la visibilidad del fenómeno sectario es la multiplicidad


de formas que puede adoptar. ¿Qué tienen en común una comunidad New Age,
grupos que buscan su salvación en los extraterrestres, estrellas que encuentran paz
espiritual en las tradiciones del lejano oriente, hinduistas o budistas, o grupos
terapéuticos en busca de curación o desarrollo personal?

Al principio, estos grupos proteiformes sorprendían por lo extraño de sus


indumentarias o discursos, y eran acogidos con tolerancia, ya que las Constituciones
de nuestros Estados laicos y secularizados garantizan a cada ciudadano el derecho a
creer lo que le plazca.

Esos grupos de "locos tranquilos" o pseudorreligiosos se caracterizan por dejar atrás


una legión de víctimas de extorsiones de fondos, expolios, abusos sexuales o
asesinatos más o menos bien maquillados como suicidios colectivos.

Las denuncias de las víctimas o su entorno no siempre eran aceptadas por la justicia:
si habían niños de por medio, podían eventualmente tramitarse, pero no solían
prosperar porque, por lo general, los menores afectados eran llevados fuera del país.
Las denuncias de tipo financiero o sexual no eran viables: se trataba de adultos, y ni
el policía ni el juez podían creer que habían aceptado tales grados de sumisión "en
contra de su voluntada". En cuanto a las víctimas, antiguos adeptos, eran acosadas o
amenazadas. De repente, el político tuvo que responder a las preguntas de las
familias de las víctimas, al igual que los investigadores: el debate se centró en la
manipulación mental que ejercían aquellos grupos, y el Estado, consciente del papel
que asume en defensa de los más débiles, menores y víctimas, aumentó los medios
disponibles para su defensa y protección.

También salió a relucir, aunque de modo menos visible, el poder financiero, y por
tanto económico, de estos grupos, sus intentos de infiltración y debilitación de los
poderes públicos. Hoy en día, se estima que el presupuesto de la Cienciología es
comparable al del Benelux y que los chaebol, es decir, las multinacionales de la secta
Moon, representan el 25% de la economía surcoreana antes de las crisis bursátiles
asiáticas. También se sabe que tras penetrar en los países del antiguo bloque
comunista, proponiendo recursos y un sistema educativo prêt-à-porter, la
Cienciología se ha infiltrado en el entorno del presidente Putin. En Japón, el partido
político de la Soka Gakkai, el Komeito, tiene representación parlamentaria y cuenta
con varios ministros en sus filas, por no hablar de los interrogantes que suscitan en
Francia ciertos jueces y algunos senadores y diputados. Se puso de manifiesto, por
último, la capacidad de transformación permanente de estos grupos, su capacidad
de adaptación a la demanda social. Por tomar un ejemplo, los "disidentes" de una
conocida tradición religiosa pueden transformarse en un grupo curandero, en
dispensadores de formación personal o profesional, en lobbys políticos, escuelas de
arte, de estimulación o de enseñanza. La secta se infiltra dondequiera que la sociedad
deje un hueco, ya sea para el individuo o para la colectividad: en Francia, la crisis de
las religiones tradicionales se ha visto acompañada de la emergencia irresistible de
"nuevas religiones", entre las cuales hay muchas sectas. La crisis de las
ideologías políticas y el derrumbe de la utopía comunista propician el
desarrollo de grupos sectarios en torno a temas ecologistas o humanitarios, La falta
de estructuras eficaces de apoyo escolar permite a los grupos sectarios "ofrecer"
nuevos servicios a los niños y a sus padres. Los fracasos de la medicina
científica en ciertos ámbitos son el caldo de cultivo de grupos de curanderos.
Desde finales de la década de 1990, ya nadie puede ignorar el peligro que suponen
los grupos sectarios para los bienes, las personas y la sociedad democrática.

¿POR QUÉ RELACIONAR SECTAS, DEMOCRACIA Y LA MUNDIALIZACIÓN O


GLOBALIZACIÓN?

¿QUÉ ENTENDEMOS POR "MUNDIALIZACIÓN" O POR "GLOBALIZACIÓN"?

Es preciso volver la mirada un poco atrás para recordar brevemente cómo eran las
cosas, qué es lo que hemos visto transformarse en nuestras economías, en nuestras
sociedades y en las relaciones internacionales, a fin de describir lo que vemos
despuntar bajo el nombre de "globalización". Tras la Segunda Guerra Mundial, los
Estados supervivientes se reconstruyeron con la divisa "nunca más". Se imputó la
barbarie nazi a la política proteccionista de entreguerras y se impuso la doctrina
económica del neoliberalismo (o neokeynesianismo). "Liberalismo": se trató una vez
más del laissez-faire, laissez-passer (dejen hacer, dejen pasar) y se encomendó al
GATT el diseño de una política antiproteccionista, "Neo" porque, a diferencia de las
políticas económicas clásicas, ya no brindaba apoyo a la oferta, esto es, a las
empresas, por medio de rebajas fiscales y subvenciones. Se favoreció la
demanda: se llevó a cabo una política redistributiva, se adoptaron políticas de
seguridad social. Quienes solían quedar al margen del consumo (mujeres, jubilados,
inválidos, enfermos) pudieron consumir a su vez y alimentar un crecimiento
exponencial.

Este crecimiento, del 5 al 20% según los Estados, provocó una carestía de mano de
obra: las mujeres accedieron en masa al mundo laboral remunerado y las colonias,
hasta entonces explotadas en función de sus recursos minerales y agrícolas, se
convirtieron en reservas de obreros no cualificados, poco protegidos, que se podían
contratar a bajo precio. Esto tuvo dos consecuencias:

El trabajo asalariado de las mujeres transformó la sociedad y la vida política: la


sociedad tuvo que absorber la esfera privada de la educación de los niños más
pequeños, o de cuidar a los mayores; y las mujeres accedieron por fin a la mayoría
de edad gracias al derecho al voto. Las colonias lucharon por su independencia, con
el apoyo de los dos Grandes: Estados Unidos y la URSS.

Cambió el papel del Estado, que se convirtió, al menos en Francia, en productor de


bienes y servicios "no rentables en la esfera privada"; se convirtió en Estado del
bienestar, redistribuyendo los recursos a través de mecanismos de protección social.
Se convirtió también en árbitro, muy especialmente en lo tocante a la repartición de
beneficios entre empresarios y empleados.

Los horrores de la guerra y el terror provocado por la bomba de Hiroshima


impulsaron a los dos grandes vencedores a acelerar la creación de organismos de
regulación de las relaciones internacionales, en torno a la ONU y de sus estructuras.

El Plan Marshall -y las relaciones soviéticas- precipitó la división del mundo en dos
bloques. El statu quo de la guerra fría permitió que una de las dos grandes potencias
explotara a los países del Este y la otra sometiera a una dependencia neo-colonial al
resto del mundo, incluida Europa, aunque ésta se entregase a la fantasía de una
unificación "del Atlántico a los Urales" y ensayase formas de aproximación
esencialmente económicas. Este mundo de la posguerra se derrumbó a partir de
1965, momento en el que el endeudamiento de Estados Unidos, acelerado por la
guerra de Vietnam, frenó el crecimiento norteamericano, lo que llevó a una crisis
monetaria de 1971 y a un crack bursátil en 1986 que hundieron al mundo en una
recesión. Fue entonces cuando se cuestionó el keynesianismo de favorecer la
inflación y minar los beneficios de un crecimiento que, si bien había perdido
velocidad, nunca había desaparecido. La cobertura social de protección a los más
desfavorecidos, procedimiento clave de las políticas keynesianas, bloqueó el libre
funcionamiento del mercado laboral. El paro se disparó en todas partes, superando
ampliamente los índices registrados en 1929. Se volvió entonces a las viejas fórmulas
del liberalismo, rebautizado como "política de la oferta". Se recortaron los fondos
sociales para disminuir las obligaciones de las empresas; se finiquitaron las
conquistas sociales: escala móvil de salarios, salario mínimo, contratos de larga
duración, etc. Se extendió la precariedad y los salarios bajaron por doquier. Se
aceleró la degradación de las condiciones de los intercambios comerciales con los
países del Sur, lo que provocó una crisis por sobre-endeudamiento de estos países
de crecimiento hipotecado.

Aparecieron la desregulación y la deslocalización, y a medida que se frenó el


crecimiento del "pastel" se habló de abolir todo lo que limitara una competencia cada
vez más encarnizada. Para eso, hubo que doblegar políticamente a los que
molestaban. En Gran Bretaña, Margaret Thatcher dejó que el hambre hiciera mella
en los huelguistas en un conflicto que se prolongó a lo largo de un año, Salvador
Allende aumentó, en nombre de los intereses del Sur, el precio de las materias
primas, especialmente del cobre chileno; fue derrocado por los militares y la CIA. La
guerra del Golfo castigó las pretensiones de los países petroleros de establecer una
gestión equitativa y de largo plazo de sus recursos de hidrocarburos. Desapareció
cualquier margen de maniobra tanto dentro de los países como en el ámbito de las
relaciones internacionales.

Las relaciones internacionales salieron del statu quo de la guerra fría, se


multiplicaron los conflictos y subió la tensión entre el Este y el Oeste: el presidente
Reagan habló de "guerra fresca" y destinó grandes sumas de dinero a una carrera
armamentística -la "guerra de las galaxias"- que precipitó el derrumbe definitivo de
la economía soviética.
La década de 1990 asistió a la irrupción de la globalización; se la podría
caracterizar como un mundo en busca de sus modalidades de desarrollo
económico. La aparición y el crecimiento acelerado de las nuevas tecnologías
transformaron los modos de producción. Cualquier trabajo intelectual o de servicios
podía desplazarse surgiendo una "pseudonueva" economía dedicada a la
información y a la producción virtual, pero sujeta a las mismas estructuras que las
demás empresas y caracterizadas a menudo por una explotación aún mayor de los
asalariados.

Se abandonaron los modelos de organizaciones nacionales o zonales. El


marco nacional parecía obsoleto y destinado a ser sustituido por una Europa de las
regiones que ya empezaba a perfilarse, y se criticó el marco europeo. A falta de una
construcción europea social y política, se dijo que el proyecto naufragaba. Quienes
veían antaño una ventaja económica en la construcción europea desde entonces se
han deslocalizado ampliamente y frenan una construcción sociopolítica que
renovaría los obstáculos a este liberalismo de tomo y lomo.

Y es que a falta de nuevos modelos, se vuelve a recurrir a los antiguos modelos, de


principios de siglo. El mundo se ha convertido hoy en un lugar imprevisible e
inestable, como un castillo de cartas, Asistimos al retorno de viejas herramientas
como la versión ultraliberal del Estado. Éste debe desempeñar las funciones clásicas
(protección, diplomacia y moneda) al menor coste posible (punto final a la función
pública y a los servicios públicos). Esta sangría del Estado permite tanto bajar los
impuestos (menos obligaciones para las empresas y mayor consumo de los
asalariados) e incrementar la explotación: cuanto más ínfima sea la expresión del
Estado, tanto menor será su capacidad de ejercer de árbitro, e incluso de luchar por
su propia supervivencia.

La sociedad dual se impone en todas partes, con un desfase creciente entre algunos
ricos que lo son cada vez más y un número de pobres en constante ascenso. ¿Es
preciso recordar que un inglés o un americano de cada diez vive por debajo del
umbral de la pobreza y que se trata en la mayoría de los casos de mujeres con hijos a
su cargo?

La geoestrategia económica que vemos imponerse excluye a sectores enteros de la


humanidad: África, gran parte de América Latina, el corazón de Asia. Incluso en las
sociedades más aventajadas brotan bolsones de pobreza y zonas en las que impera
totalmente la ley de la selva, como las antiguas metrópolis inglesas de Manchester,
Liverpool o Leeds. El trabajo industrial escasea como resultado de la deslocalización
y la automatización, y una porción cada vez mayor de la población vive ya sin
esperanza alguna de conseguir empleo y depende de estructuras sociales cada vez
más debilitadas o que no han existido nunca.

Se multiplican las zonas en guerra y la guerra económica hace estragos. Todo se


convierte en mercancía y el GATT, convertido en Organización Mundial del
Comercio, sanciona a los países que intentan proteger su cultura. "La libre
circulación de los hombres y las ideas" proclamada en Helsinki en 1975, con motivo
de la creación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa
(OSCE), se transforma en una libertad meramente mercantil: todo está en venta,
tanto la educación como las creencias, los jugadores de fútbol o las bonitas chicas del
Este.

Todo eso no deja de tener graves repercusiones sobre las ideologías y las filosofías
políticas, que se radicalizan. Asistimos al resurgir de la extrema derecha, a la
adopción de teorías nazis por parte de algunos grupúsculos. Las derechas clásicas
recurren a los tópicos de la seguridad, predican el mantenimiento de la pena de
muerte. Se cuestionan los derechos conquistados por las mujeres. También están los
partidarios de regresar a los valores tradicionales, familia y religión, que no dejan de
recordar las tres K del conservadurismo alemán (Kinder, Kirche, Küche: hijos, iglesia
y cocina).

Este mundo ofrece un semblante terrible y no proporciona más certeza que ésta: el
capitalismo persigue siempre los mismos objetivos, los mismos
instrumentos, los mismos modos de intervención.

LA CUESTIÓN DE LA DEMOCRACIA

El capitalismo ha dejado de necesitar a la democracia; la democracia es


ahora antiproductiva. Y el liberalismo, su cobertura ideológica tradicional, está en
aprietos. Contrariamente al siglo XIX, cuando era importante que el Estado
financiase las carreteras o la formación de la mano de obra proveniente
del mundo agrícola, hoy en día ya no resulta rentable mantener un Estado
fuerte. Ya no es útil pagar el alto precio de las infraestructuras: existen en
todas partes y sólo las grandes rutas resultan interesantes, por lo que se las privatiza;
las demás, a cargo de poderes públicos locales, se degradan. De todas formas han
perdido su función de vector del éxodo rural. Tampoco resulta ya útil invertir en la
formación de gente que no desempeñará un papel productivo y que, gracias a esa
formación, podría criticar, organizarse, en pocas palabras: resistir a la explotación.
Se elude la formación, se la orienta paulatinamente hacia los aspectos
técnicos en lugar de hacia el desarrollo y la realización del individuo. El
objetivo más o menos confeso de ese sistema es rentabilizar el sistema educativo. Por
otro lado, los representantes políticos intentan preservar a sus regiones de las
deslocalizaciones, y proteger a sus electores de la pauperización. Así es que hoy en
día vemos a liberales caer en la trampa de su propio discurso. Reclaman
subvenciones para las actividades de su circunscripción, rechazan cualquier
deslocalización que afecte a su territorio. Y pese a todo, se oponen a un verdadero
control democrático de Europa y a reformas que resultan no obstante necesarias.

¿EN QUÉ SENTIDO FUNCIONAN LAS SECTAS COMO INSTRUMENTOS DE


LA MUNDIALIZACIÓN O GLOBALIZACIÓN?

En este nuevo contexto globalizado, en el que la democracia recibe cada


vez más ataques, tanto de los poderes económicos y sus esbirros como de una
población harta de que se apliquen siempre las mismas políticas que agravan su
explotación, despliegan su poder las sectas. Explotan las carencias creadas
progresivamente en la sociedad. Proponen formación, apoyo escolar en los países del
Este y ofrecen posibilidades de promociones en las sociedades más clasistas;
también combaten la drogadicción. En resumen, proponen un modelo más
"humano" que el de la sociedad global y asumen como propios los objetivos sociales
que los Estados globalizados van abandonando. Los grupos sectarios asimilan la
idiosincrasia ideológica de las sociedades en las que se infiltran. Deploran el
"exceso", el consumo, el vacío espiritual de las sociedades desarrolladas, cultivan la
"pseudobúsqueda de sentido". Se basan en la "escasez" de los países marginales para
proponer otras formas de riqueza o sustituir a una oposición política inexistente o
difícil de estructurar.

Las sectas tienen técnicas precisas y generan consentimiento, sumisión,


obediencia ciega en sus adeptos. Han adaptado toda clase de técnicas
desarrolladas por diversas escuelas de psicoterapia a un objetivo alienante.
Manejan el asedio y la amenaza, y usan el descrédito y la propaganda
negra contra sus adversarios (presiones psicológicas, chantaje). Gracias
a sus variadas técnicas de "captación" de fondos constituyen imperios económicos:
industrias, como Moon, servicios (formación, ingeniería) y "nueva economía" como
la Cienciología. Gracias a su masa de adeptos funcionan como reservas de mano de
obra prácticamente gratuita y explotable, como ocurre con el "voluntariado" de los
testigos de Jehová. También pueden convertirse en centros de experimentaciones
científicas, como en el caso de los raelianos.

Las sectas también han creado, a semejanza de la Cienciología y sus Celebrity


Centres, activas redes de lobbystas: estrellas de la pequeña o gran pantalla,
deportistas de élite y también parlamentarios, abogados, sociólogos, psicólogos, etc.
Se trata al mismo tiempo de influir en la opinión pública y de infiltrarse en las esferas
de poder, como hizo John Travolta, amigo íntimo de Bill y Hillary Clinton, pero
también de llevar adelante una permanente batalla ideológica, con la coartada de
una cruzada por "los derechos religiosos de la humanidad". Al igual que la mafia, las
sectas tienen a corruptos a sus servicios. Éstos no han sido iluminados por la verdad
revelada, pero sí generosa y regularmente remunerados.

Así pues, tienen "mercancías" que vender; su propia producción sectaria -las técnicas
de manipulación mental-, sus producciones económicas, su gigantesco volumen de
mano de obra sometida, sus estrellas. Se venden al mejor postor a cambio de dinero
o poder, al servicio de una ideología o de un Estado. Pero el matrimonio dura sólo
una temporada y en función de misiones específicas. El dogma globalizador se
complementa con dogmas sectarios: las sectas son un minilaboratorio del futuro.

Las sectas son grupos totalitarios. Como ha demostrado en su informe Jacques


Michel, constituyen zonas de no derecho, ya que el gurú o los dirigentes ejercen a la
vez los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Como bajo el nazismo y el estalinismo,
todas las esferas de la vida están bajo control y los adeptos son extorsionados y
obligados a obedecer y consumir. ¿Puede imaginarse algo más ventajoso para una
globalización reñida con la democracia, a la que percibe como una molestia y un
freno?

Sobre los escombros de la utopía comunista prospera un creciente individualismo.


Las sectas lo intensifican: Ya no se trata de luchar por un mundo mejor sino de estar
en armonía con el mundo, de estar a gusto con uno mismo y de gozar de buena salud,
algo que exige una energía constante. La pérdida de espíritu crítico permite "dar gato
por liebre" e imponer cualquier clase de productos, desde "polvos milagrosos" hasta
talleres de auto perfeccionamiento; desde el voluntariado militante hasta la
semiesclavitud; desde la dominación intelectual hasta la sumisión sexual. Dentro de
la secta, nada escapa a la lógica mercantil: ni la asistencia médica, ni la alimentación,
ni la enseñanza, etc.

Todo puede venderse, ya sean los niños o los vientres de sus madres, como se ha
puesto de manifiesto con los proyectos de clonación del movimiento raeliano.
Gracias a su masa de adeptos y especialmente a las "plumas", mujeres seleccionadas
y reservadas a su uso personal, Claude Vorilhon, alias "Rael", ha logrado poner en
marcha un nuevo proyecto: Clonaid. Tiene recursos para pagar a científicos y montar
laboratorios, y va a llevar a cabo experimentos. De este modo amasa su fortuna,
seduciendo a padres que han perdido a sus hijos. También les hace el juego a los
grupos industriales contrarios a las leyes bioéticas. En su Mundo feliz hay un cariz
mercantil que no existía en la novela de Aldous Huxley.

LAS SECTAS, BRAZOS ARMADOS EN DIVERSOS PAÍSES

Las sectas se dotan paulatinamente de los medios y recursos necesarios para desafiar
a los Estados: valgan como ejemplo los representantes norteamericanos de la OSCE.
Durante una sesión de esta organización en París, las autoras de este libro los
recibieron en una sala de reuniones de la Asamblea Nacional, en presencia de
diplomáticos franceses del Quai d'Orsay y de representantes de la embajada
estadounidense en París. Su objetivo era impedir la aplicación de la ley About-Picard,
para lo cual aducían imaginarias persecuciones religiosas emprendidas en Francia
contra grupos religiosos. La conservación, de por sí agria y estéril, naufragó a raíz de
una comparación entre la situación de los derechos humanos en China y en Francia.
Pero nada de eso impidió que el senador de New Jersey, Chris Smith, y el asesor
particular del presidente Clinton, Tancredo, transmitieran un comunicado de prensa
a Reuters dando pábulo a estas falacias y comparaciones malintencionadas sobre los
objetivos de la ley. Smith se dice católico, pero la anterior representante de la misma
delegación, la difunta Karen Lord, pertenecía a un grupo sectario, Church of the
Greater Grace, que en Francia ha sido dado a conocer por el Instituto Teológico
Nîmes.

Como si de una dinámica mafiosa se tratara, el alumno sectario supera


paulatinamente al maestro político. Todavía no se puede saber a ciencia cierta quién
se hará finalmente con el poder, pero quienes observan el fenómeno con atención se
lo preguntan con creciente inquietud. Este libro no propone un nuevo análisis de los
mecanismos sectarios. Éstos ya han sido detectados, tanto en lo que se refiere a la
demanda individual o social, incluida la búsqueda espiritual, como en lo tocante a
las dinámicas grupales perversas que alimentan la capacidad de influencia sectaria.

Con esta obra nos hemos fijado, pues, tres objetivos: denunciar un desarrollo masivo
del sectarismo, favorecido por las nuevas reglas económicas, políticas y culturales de
lo que llamamos globalización; comprender las relaciones de fuerza que se forman
en el escenario internacional y que convierten a las sectas en brazos armados del
imperialismo; y combatirlas en pos de la supervivencia de nuestro sistema
democrático.

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