Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
*SUMARIO
PREFACIO e INTRODUCCIÓN
Las sectas son uno de los principales peligros que acechan a la
democracia. Algunos países han decidido dejar que se desarrollen con el pretexto
de la libertad de expresión o la tolerancia religiosa: se puede hablar, a este
respecto, de modelo "americano". Por fortuna, Francia no ha seguido ese camino.
Hace tiempo que sabemos que las sectas no constituyen la expresión de una
libertad, sino una amenaza para ésta: amenaza para la libertad individual, ya
que las sectas practican la manipulación mental, aniquilan la libre determinación
del individuo, y para las libertades públicas, debido a que pueden desestabilizar e
incluso gangrenar todos los ámbitos de la vida política, económica, cultural o
social.
El interés específico del libro, que ofrece una extensa visión de las sectas a lo largo
y ancho del mundo, radica en un enfoque original del fenómeno. Los autores nos
muestran de qué modo se aprovechan las sectas de las nuevas reglas económicas,
políticas y culturales que traen consigo la mundialización o globalización. Estas
reglas debilitan al individuo y facilitan su manipulación. Crean asimismo nuevos
ámbitos de intervención en el que las sectas pueden proliferar directamente, por
medio de sus empresas transnacionales o penetrando organizaciones
internacionales. Esta labor de zapa mina la democracia, sus principios y sus
valores, y se opone especialmente a nuestra concepción de la infancia, la educación
y la laicidad.
Los lectores descubrirán, por tanto, que tras doctrinas presuntamente humanistas,
se esconde el “totalitarismo” sectario y, en último término, que el velo de la
felicidad disimula en realidad la esclavitud impuesta a sus víctimas.
INTRODUCCIÓN
UN FENÓMENO NUEVO
Las denuncias de las víctimas o su entorno no siempre eran aceptadas por la justicia:
si habían niños de por medio, podían eventualmente tramitarse, pero no solían
prosperar porque, por lo general, los menores afectados eran llevados fuera del país.
Las denuncias de tipo financiero o sexual no eran viables: se trataba de adultos, y ni
el policía ni el juez podían creer que habían aceptado tales grados de sumisión "en
contra de su voluntada". En cuanto a las víctimas, antiguos adeptos, eran acosadas o
amenazadas. De repente, el político tuvo que responder a las preguntas de las
familias de las víctimas, al igual que los investigadores: el debate se centró en la
manipulación mental que ejercían aquellos grupos, y el Estado, consciente del papel
que asume en defensa de los más débiles, menores y víctimas, aumentó los medios
disponibles para su defensa y protección.
También salió a relucir, aunque de modo menos visible, el poder financiero, y por
tanto económico, de estos grupos, sus intentos de infiltración y debilitación de los
poderes públicos. Hoy en día, se estima que el presupuesto de la Cienciología es
comparable al del Benelux y que los chaebol, es decir, las multinacionales de la secta
Moon, representan el 25% de la economía surcoreana antes de las crisis bursátiles
asiáticas. También se sabe que tras penetrar en los países del antiguo bloque
comunista, proponiendo recursos y un sistema educativo prêt-à-porter, la
Cienciología se ha infiltrado en el entorno del presidente Putin. En Japón, el partido
político de la Soka Gakkai, el Komeito, tiene representación parlamentaria y cuenta
con varios ministros en sus filas, por no hablar de los interrogantes que suscitan en
Francia ciertos jueces y algunos senadores y diputados. Se puso de manifiesto, por
último, la capacidad de transformación permanente de estos grupos, su capacidad
de adaptación a la demanda social. Por tomar un ejemplo, los "disidentes" de una
conocida tradición religiosa pueden transformarse en un grupo curandero, en
dispensadores de formación personal o profesional, en lobbys políticos, escuelas de
arte, de estimulación o de enseñanza. La secta se infiltra dondequiera que la sociedad
deje un hueco, ya sea para el individuo o para la colectividad: en Francia, la crisis de
las religiones tradicionales se ha visto acompañada de la emergencia irresistible de
"nuevas religiones", entre las cuales hay muchas sectas. La crisis de las
ideologías políticas y el derrumbe de la utopía comunista propician el
desarrollo de grupos sectarios en torno a temas ecologistas o humanitarios, La falta
de estructuras eficaces de apoyo escolar permite a los grupos sectarios "ofrecer"
nuevos servicios a los niños y a sus padres. Los fracasos de la medicina
científica en ciertos ámbitos son el caldo de cultivo de grupos de curanderos.
Desde finales de la década de 1990, ya nadie puede ignorar el peligro que suponen
los grupos sectarios para los bienes, las personas y la sociedad democrática.
Es preciso volver la mirada un poco atrás para recordar brevemente cómo eran las
cosas, qué es lo que hemos visto transformarse en nuestras economías, en nuestras
sociedades y en las relaciones internacionales, a fin de describir lo que vemos
despuntar bajo el nombre de "globalización". Tras la Segunda Guerra Mundial, los
Estados supervivientes se reconstruyeron con la divisa "nunca más". Se imputó la
barbarie nazi a la política proteccionista de entreguerras y se impuso la doctrina
económica del neoliberalismo (o neokeynesianismo). "Liberalismo": se trató una vez
más del laissez-faire, laissez-passer (dejen hacer, dejen pasar) y se encomendó al
GATT el diseño de una política antiproteccionista, "Neo" porque, a diferencia de las
políticas económicas clásicas, ya no brindaba apoyo a la oferta, esto es, a las
empresas, por medio de rebajas fiscales y subvenciones. Se favoreció la
demanda: se llevó a cabo una política redistributiva, se adoptaron políticas de
seguridad social. Quienes solían quedar al margen del consumo (mujeres, jubilados,
inválidos, enfermos) pudieron consumir a su vez y alimentar un crecimiento
exponencial.
Este crecimiento, del 5 al 20% según los Estados, provocó una carestía de mano de
obra: las mujeres accedieron en masa al mundo laboral remunerado y las colonias,
hasta entonces explotadas en función de sus recursos minerales y agrícolas, se
convirtieron en reservas de obreros no cualificados, poco protegidos, que se podían
contratar a bajo precio. Esto tuvo dos consecuencias:
El Plan Marshall -y las relaciones soviéticas- precipitó la división del mundo en dos
bloques. El statu quo de la guerra fría permitió que una de las dos grandes potencias
explotara a los países del Este y la otra sometiera a una dependencia neo-colonial al
resto del mundo, incluida Europa, aunque ésta se entregase a la fantasía de una
unificación "del Atlántico a los Urales" y ensayase formas de aproximación
esencialmente económicas. Este mundo de la posguerra se derrumbó a partir de
1965, momento en el que el endeudamiento de Estados Unidos, acelerado por la
guerra de Vietnam, frenó el crecimiento norteamericano, lo que llevó a una crisis
monetaria de 1971 y a un crack bursátil en 1986 que hundieron al mundo en una
recesión. Fue entonces cuando se cuestionó el keynesianismo de favorecer la
inflación y minar los beneficios de un crecimiento que, si bien había perdido
velocidad, nunca había desaparecido. La cobertura social de protección a los más
desfavorecidos, procedimiento clave de las políticas keynesianas, bloqueó el libre
funcionamiento del mercado laboral. El paro se disparó en todas partes, superando
ampliamente los índices registrados en 1929. Se volvió entonces a las viejas fórmulas
del liberalismo, rebautizado como "política de la oferta". Se recortaron los fondos
sociales para disminuir las obligaciones de las empresas; se finiquitaron las
conquistas sociales: escala móvil de salarios, salario mínimo, contratos de larga
duración, etc. Se extendió la precariedad y los salarios bajaron por doquier. Se
aceleró la degradación de las condiciones de los intercambios comerciales con los
países del Sur, lo que provocó una crisis por sobre-endeudamiento de estos países
de crecimiento hipotecado.
La sociedad dual se impone en todas partes, con un desfase creciente entre algunos
ricos que lo son cada vez más y un número de pobres en constante ascenso. ¿Es
preciso recordar que un inglés o un americano de cada diez vive por debajo del
umbral de la pobreza y que se trata en la mayoría de los casos de mujeres con hijos a
su cargo?
Todo eso no deja de tener graves repercusiones sobre las ideologías y las filosofías
políticas, que se radicalizan. Asistimos al resurgir de la extrema derecha, a la
adopción de teorías nazis por parte de algunos grupúsculos. Las derechas clásicas
recurren a los tópicos de la seguridad, predican el mantenimiento de la pena de
muerte. Se cuestionan los derechos conquistados por las mujeres. También están los
partidarios de regresar a los valores tradicionales, familia y religión, que no dejan de
recordar las tres K del conservadurismo alemán (Kinder, Kirche, Küche: hijos, iglesia
y cocina).
Este mundo ofrece un semblante terrible y no proporciona más certeza que ésta: el
capitalismo persigue siempre los mismos objetivos, los mismos
instrumentos, los mismos modos de intervención.
LA CUESTIÓN DE LA DEMOCRACIA
Así pues, tienen "mercancías" que vender; su propia producción sectaria -las técnicas
de manipulación mental-, sus producciones económicas, su gigantesco volumen de
mano de obra sometida, sus estrellas. Se venden al mejor postor a cambio de dinero
o poder, al servicio de una ideología o de un Estado. Pero el matrimonio dura sólo
una temporada y en función de misiones específicas. El dogma globalizador se
complementa con dogmas sectarios: las sectas son un minilaboratorio del futuro.
Todo puede venderse, ya sean los niños o los vientres de sus madres, como se ha
puesto de manifiesto con los proyectos de clonación del movimiento raeliano.
Gracias a su masa de adeptos y especialmente a las "plumas", mujeres seleccionadas
y reservadas a su uso personal, Claude Vorilhon, alias "Rael", ha logrado poner en
marcha un nuevo proyecto: Clonaid. Tiene recursos para pagar a científicos y montar
laboratorios, y va a llevar a cabo experimentos. De este modo amasa su fortuna,
seduciendo a padres que han perdido a sus hijos. También les hace el juego a los
grupos industriales contrarios a las leyes bioéticas. En su Mundo feliz hay un cariz
mercantil que no existía en la novela de Aldous Huxley.
Las sectas se dotan paulatinamente de los medios y recursos necesarios para desafiar
a los Estados: valgan como ejemplo los representantes norteamericanos de la OSCE.
Durante una sesión de esta organización en París, las autoras de este libro los
recibieron en una sala de reuniones de la Asamblea Nacional, en presencia de
diplomáticos franceses del Quai d'Orsay y de representantes de la embajada
estadounidense en París. Su objetivo era impedir la aplicación de la ley About-Picard,
para lo cual aducían imaginarias persecuciones religiosas emprendidas en Francia
contra grupos religiosos. La conservación, de por sí agria y estéril, naufragó a raíz de
una comparación entre la situación de los derechos humanos en China y en Francia.
Pero nada de eso impidió que el senador de New Jersey, Chris Smith, y el asesor
particular del presidente Clinton, Tancredo, transmitieran un comunicado de prensa
a Reuters dando pábulo a estas falacias y comparaciones malintencionadas sobre los
objetivos de la ley. Smith se dice católico, pero la anterior representante de la misma
delegación, la difunta Karen Lord, pertenecía a un grupo sectario, Church of the
Greater Grace, que en Francia ha sido dado a conocer por el Instituto Teológico
Nîmes.
Con esta obra nos hemos fijado, pues, tres objetivos: denunciar un desarrollo masivo
del sectarismo, favorecido por las nuevas reglas económicas, políticas y culturales de
lo que llamamos globalización; comprender las relaciones de fuerza que se forman
en el escenario internacional y que convierten a las sectas en brazos armados del
imperialismo; y combatirlas en pos de la supervivencia de nuestro sistema
democrático.