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RESUMEN:

“Lecciones de poesía para niños inquietos” de Luis García Montero, supone un alegato
al mundo poético. A través de sus 23 capítulos, el lector inicia un viaje que le llevará a
acercarse paulatinamente al mundo de la lectura y la escritura poéticas.

SUMMARY:

Luis Garcia Montero’s “Poetry lessons for inquiring children” is a plea on behalf of
poetic world. Through its 23 chapters, the reader starts a travel that will lead him little
by little to approach the world of poetic’s reading and writing.

PALABRAS CLAVE:

Poesía, humanismo, aprender a mirar, tiempo, palabra, imaginación, cuarto propio.

WORD KEYS:

Poetry, humanism, to learn to look, time, Word, imagination, own room.

Aunque en primer lugar parezca destinado a un público infantil, “lecciones de poesía


para niños inquietos” es un libro que no dejará indiferentes a los adultos que decidan
beneficiarse de su lectura. Y es que en la actualidad el mero hecho de ser capaces de
disfrutar de la poesía es un reto difícil de abordar tanto por niños como por adultos.
Ello quizás se deba a que una gran mayoría de las personas convierten
inconscientemente la poesía en una afrenta. Dicha animadversión no es tan
inconcebible si tenemos en cuenta que desde pequeños se nos ha acostumbrado a
observar la poesía desde fuera, como si fuera un ente racional, rígido: buscar el
significado plasmado por el poeta, ser capaces de reconocer el tipo de rima, las figuras
estilísticas, contar los versos… olvidando la finalidad principal de la poesía que no es
otra que la del placer estético, ya promulgando por Jakboson. Leer un poema debe de
suponer tal y como dice Montero “emocionarnos con él, comprenderlo, descubrir las
relaciones que hay entre la historia que nos cuenta y nuestra propia vida”.
Tan sólo el hecho de forjarnos verdaderamente dueños del poema podrá evitar que la
poesía se vea abocada a terminar convertida en polvo de estrellas.
Como decía Federico García Lorca, “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes.”
He ahí la finalidad de este libro, la de formar verdaderos entusiastas de la poesía;
quienes cuales caballeros de brillante armadura, puedan enfrentarse a los molinos de
la ignorancia, del miedo y la deshumanización tan presentes en nuestras sociedades
occidentales; las cuales parecen haber sustituido los valores humanistas por los de
una vida acelerada entregada al placer hedonista.
Observando la estructura del libro, podemos apreciar que los capítulos actúan a modo
de pequeño manual de instrucciones, cuyo fin es asentar en el lector los cimientos de
una renovada visión de la poesía para poder empezar a disfrutar de ella una vez
terminada su lectura. Si bien es cierto, es importante indicar que dichas ideas no se
encuentran condenadas al libre albedrío, sino que siguen un orden lógico cuyo origen
parte del hecho de desmitificar la poesía para perderle ese miedo que nos impide
aproximarnos hasta ella, hasta conseguir llegar paulatinamente al abrazo íntimo y
sincero que se produce entre el receptor y la propia literatura, una vez afianzados los
lazos que proporcionan cierto bagaje cultural al lector.
Los dos primeros capítulos del libro representan la desacralización de la poesía.
El autor pretende demostrar que la poesía es accesible a todos los públicos, incluidos
los niños; para ello crítica los tópicos propios de la poesía infantil, aquellos que
transforman un poema en un desfile de diminutivos y ripios que sólo proporcionan a
los niños tal y como diría Roald Dahl, una existencia dulcificada y azucarada;
considerándolos meros domadores en un circo de peluches cuando son capaces de
sentir, al igual que los adultos, sentimientos tan profundos y humanos como son la
tristeza, la alegría, el paso del tiempo y la pérdida de un ser querido.
Además, el abuso de artificios y florituras en la poesía hacen que ésta pierda el
contacto con la realidad, asemejándose más a la mentira, a una ficción del país de la
piruleta que no beneficia a nadie; pues la poesía es al fin y al cabo un reflejo de los
anhelos, sentimientos y vivencias del ser humano.
En los próximos capítulos el autor se centra en algo indispensable como es el aprender
a mirar. Tal y como indica Montero la poesía nace de una mirada, porque “los versos,
metáforas, los adjetivos precisos, las palabras mágicas, los juegos y los cambios de
sentido son una forma especial de ver el mundo. Es importante aprender a mirarse a
los ojos y aprender a mirar el mundo.” Sin duda es cierto que es indispensable
aprender a mirar si se quiere ser poeta, pero también lo es en mi opinión para
otorgarse la condición de persona. Los seres humanos somos “zoon logon agathon” es
decir, somos animales éticos que buscan y dan sentido de alguna forma a todo lo que
les rodea. El hecho de formarnos como seres críticos y reflexivos nos ayudará a
fundamentar nuestras propias conclusiones, llegando a forjar una visión propia y
personal del mundo que nos ayudará a su vez a tener un mayor conocimiento sobre la
vida y sobre nuestra propia esencia humana. En dicha misión de aprender a mirar la
rima tiene un gran papel, pues es capaz de captar la atención del lector y establecer
con él una complicidad. En esta forma de “revolver” al lector es clave también el uso
de figuras retóricas tales como la metáfora, la prosopopeya y la metonimia.
Otro elemento al que le da gran relevancia es el tiempo, pues “la mirada de los poetas
está llena de tiempo (…) aprender a mirar significa descubrir cómo pasa el tiempo
sobre las cosas, como llega, como se va, como se para un momento para sonreírnos.”
Los seres humanos estamos hechos de tiempo, somos guardianes de la memoria
capaces de arrancarle un trozo de tiempo a nuestro cerebro, detenerlo en un instante
interminable o desterrar a la torre del olvido un recuerdo. En ocasiones basta, como
indica Montero; un sabor, un olor o una palabra, para que se active la máquina del
tiempo. Los poetas son conscientes de ello y por eso saben que “los armarios de la
ropa vieja se abren el mismo día que las puertas de los probadores de la ropa nueva.”
Una vez que el autor ha recalcado la importancia de aprender a mirar, parece dedicar
un capítulo a inyectar ánimos a los lectores, ya que quizás éstos se hayan podido sentir
un tanto intimidados o temerosos ante la dificultad de tener que observar el mundo
con “ojos de poeta”. Para ello responde a la eterna pregunta de si un poeta nace o se
hace, recalcando el valor del esfuerzo y la disciplina cuando se quiere alcanzar una
meta. “serás poeta cuando tú te hagas poeta, con disciplina, esfuerzo y amor; como un
atleta de la palabra.”
Son las palabras las que nos hacen humanos y el lenguaje literario está lleno de ellas.
“las palabras son importantísimas porque las personas vivimos en sociedad, porque
pensamos con un lenguaje que es de todos, que está en la memoria común del
diccionario, esperando que lo utilicemos a nuestro modo.” Montero lo sabe muy bien y
por ello “la palabra” es la protagonista de los siguientes capítulos.
Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza y por ende, no nos guardamos
las palabras para nosotros mismos como si formaran parte de un tesoro escondido,
sino que las compartimos con los demás de manera que palabras como amor, miedo,
alegría o la tristeza, adquieren nuevos significados de manera continua y muchas
veces de forma casi imperceptible debido a la imaginación del idioma compartido.
“la palabra<<palabra>> es blanca (…) va nombrando el mundo.”
Los poetas no podían ser menos ante esta realidad, y cual mensajeros de los dioses, se
ocupan de transmitir todos aquellos sentimientos profundos que nos van definiendo
como personas “la poesía es el resumen de una sociedad, de una lengua, de un
tiempo.” Esta cimentación de la palabra compartida fruto de la memoria del tiempo no
sería posible sin ese gran vehículo transmisor que es la imaginación, la cual actúa a
modo de tablero de ajedrez en el que se disputa la partida entre la realidad y la ficción.
“la realidad es una caja de sorpresas, una competición sorprendente de trucos de
magia, una sopa de ilusiones y desengaños que se enfría en la cuchara cuando vamos a
tomárnosla. Por eso resulta tan importante la imaginación, porque podemos ajustarle
las cuentas a la realidad, salirnos con la nuestra, controlar los posibles finales de la
jugada.”
Ese ajuste de cuentas es plasmado por el poeta mediante la escritura. Un poema se
convierte en “una maleta mágica, sin fondo, en la que caben las ciudades y los ríos, los
barcos y las autopistas, los grandes rascacielos y las islas salvajes, los amores y las
tristezas, las ilusiones y los desengaños.”
La poesía proporciona ese balance equilibrado entre nuestra inteligencia y nuestro
corazón y sólo nosotros somos los encargados de sentirnos parte del poema, de
“emocionarnos con él, comprenderlo y descubrir las relaciones que hay entre la
historia que se nos cuenta y nuestra vida.” El viaje que inicia el lector a través de las
palabras del autor conlleva el propósito de llegar a ver por fin la poesía como lo que es,
una fuente de conocimiento e indagación estética en la que confluyen la comunicación
y el diálogo sincero entre el poema y el receptor. Esta visión humanista de la poesía
presente a lo largo de todo el libro, nos muestra la oportunidad que nos brinda la
literatura de contar con nuestro propio espacio, una habitación propia que nos
recuerda a la de Virginia Wolf y en la que podemos desarrollar nuestra imaginación,
nuestra creatividad y dedicar un tiempo a nuestras preocupaciones, ilusiones y
esperanzas; a la vez que nos liberamos de los espectros de la rutina, el tedio y la
alienación. “la literatura es como tener un cuarto propio, un fuego personal para
calentarnos cuando sentimos frío.” Ese cuarto no es de uso personal y exclusivo del
lector, sino que éste puede abrir y cerrar sus puertas a su antojo, de forma que pueda
compartir su mundo poético con los demás, pues al fin y al cabo somos animales
sociales. Todas estas ideas se ven reflejadas de manera constante a lo largo del libro,
conformando una especie de manifiesto acerca de la visión personal que tiene el
autor respecto a la creación poética. No hay que olvidar que “cuando un poeta habla
de poesía está hablando siempre de su propia poesía.” Por ello Montero dedica el final
del libro a proporcionar unos últimos consejos (entre ellos el de la imitación de
autores), que le sirvan al receptor para poner en práctica lo aprendido y que le
ayudarán bien a iniciarse a la poesía, bien a mejorar su técnica poética; de forma que
poco a poco se vaya forjando una conciencia poética en el lector que le haga disfrutar
verdaderamente.
En cuanto al lenguaje utilizado a lo largo del libro podemos observar que el autor se
atiene a la realidad lingüística del niño pero sin renunciar a utilizar un lenguaje
correcto, literario, propio de un público más adulto. Este lenguaje resulta divulgativo
pero a su vez accesible al público menos curtido en materia poética.
Destaca la destreza lingüística; el libro es rico en metáforas, comparaciones,
personificaciones y demás recursos literarios propios de la poesía. Esta yuxtaposición
del habla coloquial con la literaria facilita que el lector se sienta cómplice en el proceso
de comprender y vivir la poesía que nos plantea el autor. No es tan raro que Montero
busque dicha complicidad ya que la literatura debe cumplir una doble función ética y
estética, por lo que no debe limitarse solo a ajustarse a la norma literaria sino a ir más
allá, pretendiendo penetrar en el corazón del lector, de forma que se establezca ese
feedback que consigue atar al receptor a una obra literaria.
Montero es muy consciente de la complejidad del mundo del niño y por ello utiliza un
uso sutil del lenguaje, apoyándose en múltiples ejemplificaciones, lo que hace que
paulatinamente se rompan las barreras (que si no todas, muchas de ellas) que impiden
a los niños acercarse al disfrute de la literatura poética.
A lo largo del libro el autor anima acérrimamente al lector a aplicar de forma práctica
los conocimientos expuestos: lectura en voz alta de poemas, leer y copiar autores,
construcción de sus propios versos jugando con el lenguaje y las palabras etc.
Entre todos ellos destaca un hecho tan importante como es el de contemplar la poesía
no como una obligatoriedad sino como un goce placentero y una forma
multidisciplinar de acceder al conocimiento.
Ese carácter eminentemente práctico del libro conforma un aspecto muy positivo del
mismo que no nos debe dejar indiferentes y que sin duda constituye una defensa a
ultranza de la verdadera visión de la poesía, aquella que pugna por algo tan
aparentemente quimérico como es alimentar la inmensa despensa de la indagación
estética y el conocimiento humano.
Las ilustraciones que acompañan al libro son cálidas y atrayentes, hecho que refuerza
la amenidad del libro. Lecciones de poesía para niños inquietos es sin duda un material
de referencia muy recomendable para todo aquel, niño o adulto, que decida un día
emprender ese largo viaje hacia el conocimiento de la poesía; viaje que iniciamos un
día vacíos de equipaje pero que paulatinamente se llenará de sentimientos,
experiencias y recuerdos que ya nunca más se marcharán, pues forman parte de la
misma esencia de la vida, de nuestra propia génesis humana.

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