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Rivalidad entre hermanos


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La rivalidad entre hermanos es tan natural como la vida misma. Será más o menos
intensa dependiendo de la interacción de diferentes variables como las diferencias de
edad, el número de hermanos, la personalidad de cada niño, la experiencia, el manejo de
los padres… pero de alguna u otra forma, más explícita o más encubierta, nos la vamos
a encontrar. ¿Por qué? Porque todos los niños desean tener el amor exclusivo de sus
padres. Los padres son los seres más importantes de la vida de un niño, y tener un
hermano inevitablemente conllevará menos atención por parte de éstos.

La relación con nuestros hermanos provoca sentimientos muy intensos tanto positivos
como negativos y puede tener repercusiones importantes en nuestra forma de ser y de
relacionarnos. Aunque es verdad que una relación conflictiva puede llegar a hacer
mucho daño a alguno de los niños y que sin duda provoca gran malestar en los padres,
la rivalidad también cumple funciones importantes: les ayuda a desarrollar habilidades
de afrontamiento, a resolver conflictos en entornos seguros, aprenden a defenderse, a
luchar por lo que quieren, a compartir, a comprometerse e incluso a desarrollar las ganas
por superarse.

La tarea de los padres no es tratar de pretender que no exista la rivalidad ni que los
hermanos sean amigos, sino de trasmitir a cada niño que se puede sentir seguro, que es
especial y además, ayudar a descubrir las recompensas de compartir y cooperar para que
algún día, esos hermanos se vean como figuras de ayuda y bienestar. Será importante
tratar de enseñarles valores y habilidades para manejarse ante los inevitables conflictos.

Algunas recomendaciones a tener en cuenta:

 Reconoce los sentimientos negativos entre los hermanos. Cuanto más intentemos
evitarlos “tienes que querer a tu hermano” “No digas eso”, más aparecerán. Todos
necesitamos poder expresar nuestros sentimientos negativos, los niños también. Ojo,
permitir sentimientos no es permitir actos, debemos enseñarles a expresar su enfado
sin dañarse. Cuando un hermano viene quejándose del otro o se enfada con él,
tratemos de ponerle palabras a sus sentimientos “no te gusta que…” “te molesta…”
“esto te enfada…” y de expresar sus posibles deseos “te gustaría que…”. Muchas
veces, únicamente con eso, el niño se siente comprendido y su angustia disminuye.
Otra posibilidad es la de ayudar a demostrar el enfado de formas creativas: con un
muñeco, dibujando, escribiendo…
 Siempre tendremos que impedir la agresión física, separarles y pedirles que expresen
su enfado y lo que desean con palabras. Es importante dejar claro, que en vuestra
familia nadie pega.
 Fomenta la empatía, no sólo con el hermano
 No compares. Ni para bien ni para mal. Las comparaciones intensifican más la
rivalidad. Es necesario valorar a cada niño de forma individual y si hay que compararlo,
hacerlo sólo consigo mismo. Describe lo que ves, lo que te gusta, lo que te disgusta, lo
que tiene que hacerse… pero sin mencionar al otro hermano.
 No repetirles constantemente que “como son hermanos se deben llevar bien” , “deben
jugar juntos” cuando les vemos en dificultades para hacerlo. Es preferible reconocer
que hoy no están para jugar bien juntos y que es mejor que se separen.
 No trates a los niños por igual. Cada uno tiene un trato único. Es importante
mostrarles que a cada uno los quieres de forma especial, que cada uno tiene sus
cualidades y darles según sus necesidades individuales como seres únicos.
 Asigna responsabilidades a cada niño adecuadas a su edad.
 No les encasilles ni permitas que se encasillen “siempre le estás fastidiando” “eres un
envidioso”. Las etiquetas (“el responsable”, “el inquieto”, “el inteligente”…) tanto
positivas como negativas suponen una gran carga para los niños. Muchos niños que
vienen a consulta (y muchos adultos también) sufren grandes problemas de ansiedad
al tratar de mantener las etiquetas positivas con las que cargan y sentir que están
defraudando si no las cumplen. Señala los comportamientos que te gustan y los que
no, pero en la medida que puedas, no lo atribuyas al cumplimiento de un rol dentro de
la familia.
 Fomenta la cooperación: elogiando cuando consiguen realizar alguna tarea juntos,
propiciando actividades en familia, haciéndolos partícipes de los proyectos familiares…
Y a la vez respeta su individualidad, no tenemos que apuntarles a las mismas cosas ni
obligarles a realizar las mismas actividades si tienen gustos diferentes. Es necesario
mantener un equilibrio entre el tiempo que compartimos en familia y el espacio
personal de cada niño. Cada niño necesita un tiempo a solas con su progenitor de vez
en cuando, un tiempo en el que no se hable del otro hermano. Tampoco podemos
obligarles a pasar mucho tiempo juntos si no tienen buena relación. Los hermanos no
se eligen, y no tienen porqué ser amigos ni tener caracteres compatibles. Buscaremos
actividades que compartir sin abusar de ellas. Es preferible que pasen poco tiempo
juntos y separarlos antes de que comience el conflicto, poquito a poco podremos ir
aumentando este tiempo si la relación va mejorando.
 Cuando ellos estén presentes, evita hablar con otras personas de sus desacuerdos y
haz hincapié en sus momentos buenos juntos.
 Los hermanos no tienen por qué compartirlo todo. Habrá cosas que sean de ambos, y
en otras cosas cada niño tendrá derecho de decidir cuales presta y cuales no.
 Ayúdales a manejar los conflictos: Lo primero de todo es importante ser conscientes
de cómo nosotros manejamos nuestros propios conflictos con nuestra pareja, con
nuestros hijos y con el entorno en general… delante de los niños. El ejemplo siempre
será lo que tenga más fuerza.

Ante las peleas cotidianas sin importancia, aunque nos sea difícil, la mejor opción es la
de tratar de mantenerse al margen, confiando en que sean ellos los que solventen el
problema por sí mismos. Si la pelea va en aumento y pensamos que se hace
necesaria nuestra intervención, una posible manera de actuar sería la siguiente:

1. Reconoce el enfado entre ellos “me parece que estáis enfadados”.

2. Escucha las diferentes opiniones y verbalízalas para que vean que has comprendido
por un lado, y para que ellos mismos escuchen sus motivos de boca de otro.
3. Describe un resumen del problema “Vaya, parece que aquí hay dos niños que
quieren jugar con el camión”

4. Reconoce la dificultad para resolver el problema

5. Expresa convencimiento en que ellos serán capaces de encontrar una solución que sea
justa para los dos. Si pensamos que puede ser difícil podemos hacerles un par de
sugerencias pero siempre dejando la decisión en sus manos.

6. Márchate y espera

Si no funciona, si hay abuso, si interfiere demasiado en la vida doméstica o si se repite


con mucha frecuencia tendremos que optar por tomar una decisión nosotros dejando
después un espacio para poder hablar de ello y consensuar unas normas que seguir ante
problemas parecidos.

Cuando las dos partes están satisfechas, aunque no nos parezca justo, sería
recomendable no intervenir.

En el caso de las peleas que son peligrosas y los niños llegan a las manos es necesario
pararlo de inmediato:

1. Describe lo que ves, para que se hagan más consciente de lo que está ocurriendo
2. Deja claro los límites
3. Si no pueden resolver calmadamente lo que ha sucedido, sepáralos. A ser posible sin
que ninguno se quede en la zona del conflicto. Si finalmente tenemos que castigar, es
preferible que sea una consecuencia natural de su comportamiento “si no os ponéis de
acuerdo en el programa que queréis ver, apagamos a tele”.

Y para terminar, un apunte más, cuando es uno de los niños el que pega al otro, muchas
veces la tendencia es a prestar atención al agresor, regañándolo. Una buena opción es
dirigir esa atención a la parte agredida “vaya, ¿Te duele? Deja que lo vea. Tu hermano
tiene que aprender a pedir las cosas con palabras aunque esté enfadado”. No
olvidemos que nuestra atención es un poderoso reforzador para bien o para mal

BIBLIOGRAFÍA:

Hermanos, no rivales (2011). Adele Faber y Elaine Mazlish Ed: Medici

Ilustración sobre empatía tomada de Escuela de Superpadres

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