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internacional euroasiático.
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Licenciado en Historia Universal egresado de la Universidad de la República (UDELAR), y Master en
Estudios Culturales y Sociales egresado de la Universidad de Montevideo (UM). Encargado de la Cátedra
Estudios Asiáticos de la UM.
Palabras clave: Rutas, Seda, Comercio, Asia Central.
Introducción
Por tanto, lejos de ser historia muerta, las “Rutas de la seda” están hoy
más activas que nunca y en dirección al futuro cercano. De hecho, su
existencia se materializa en el puente terrestre euroasiático –denominado a
veces la “Nueva Ruta de la Seda”- que es recorrido en gran parte por una vía
férrea que conecta China con Kazajistán –el
http://en.wikipedia.org/wiki/Silk_Road
Estado más poderoso de la región- un
vínculo directo entre el gigante asiático y el
corazón del continente (Unesco, 2008, Vol.
VIII). Y también se hace visible en el
denominado “corredor del mar Negro de la
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Petróleo, gas, manganeso, oro, cobre, algodón, granos y obviamente seda, se cuentan entre
las producciones más importantes de la región.
Gran Ruta de la Seda” que impulsara la Unión Europea y la Agencia de
Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), junto con Grecia,
Turquía, Georgia y Armenia en pro del fomento y la expansión comercial de los
cuatro países (RIA Novosti, 2013; Nature, 1987: 329, 757).
Visto entonces el gran interés que concita Asia Central en el mundo, ¿no
es obvio que América Latina debe tomar nota de lo que pasa en esta vasta
región, con miras a ampliar sus mercados e instalar nuevas empresas en ella
como ya lo ha hecho en China?3 ¿En qué medida puede ayudar a los nuevos
negocios internacionales entender las características y la historia de esta
región del mundo? (Bausero, 2013:70-ss.) Una adecuada respuesta a estos
interrogantes requiere de un buen conocimiento de fondo, es decir, el relativo a
la historia y la cultura de los países centro-asiáticos con los que se ha de tratar,
los cuales crecieron, se expandieron y aun se desenvuelven en torno a las más
antiguas y exitosas vías que el comercio internacional haya tenido nunca…
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Uruguay comercia desde los años ’90 del siglo XX, aunque de modo irregular, con Armenia,
Azerbaiyán, Georgia, Kazajistán, Uzbekistán y Turkmenistán, ex repúblicas soviéticas
(Bausero, 2013:85).
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La cultura china siempre estuvo consciente del inmenso valor de la seda y mantuvo en
secreto su producción durante miles de años. Pero, ¿desde cuándo se usa la seda en China?
Por los datos suministrados por la arqueología sabemos la seda se usaba en China desde el III
milenio a.C. o más. En el yacimiento de Qianshanyang (provincia de Zhejiang) se hallaron
hilos, cintas y tejidos de seda que fueron fechados en el entorno del año 3000 a.C.
Herramientas de hilado, tejidos de seda y otros fragmentos situados en el río Yangzi recibieron
un fechado aun mayor, en este caso entre los 6000 y 7000 años antes del presente. Como
puede entenderse el origen de la sericultura se pierde en el tiempo.
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Los viajes de Marco Polo, su identidad y existencia han sido puestos en duda más de una vez
por los historiadores.
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En italiano recibió el nombre “Il milione” o “Libro del millón”, aunque originalmente se le llamó
“Libro de la división del mundo”.
pueblos centroasiáticos. Sin embargo, mucho antes que Marco Polo otros
tantos viajeros y misioneros europeos, hindúes y musulmanes –como Al-
Juarizmi o Ibn-Battuta- habían recorrido la Ruta y registrado sus impresiones
en diarios de viaje. Pero la denominación en sí, es decir “Ruta(s) de la seda”
fue creada recién en la segunda mitad del siglo XIX por el geógrafo alemán
Ferdinand Freiherr von Richthofen en sus “Diarios de China” (1877). Richthofen
denominó “Seidenstrasse” –Ruta de la seda- o “Seidenstrassen” –Rutas de la
seda- a la vasta red de 7.000 km. de caminos que desde tiempos antiguos
atravesaban el corazón de Asia (Waugh, 2007, vol. 5, 3-4).
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La Ruta marítima dejó de ser servir a Europa durante el siglo XV debido a que los turcos
otomanos dominaron Constantinopla (1453), impidiendo el paso del comercio Occidental.
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El prehistoriador francés André Leroi-Gourhan incluso afirmaba que la “Ruta” estaba activa ya
en el Paleolítico (2002). La ruta del jade precedió a la de la seda –que calcó sus movimientos
sobre la primera- y para el segundo milenio antes de nuestra era ya existía un comercio regular
entre China y Badakhshan (Afganistán), punto de contacto con Occidente.
lugar y tiempo), restringido al momento (año 138 a.C.) en el que el explorador
chino Zhang Qian marchó hacia el oeste en una misión diplomática (Wood,
2002:51). Comúnmente se sostiene que fue sobre su trayecto que surgió la
Ruta de la seda. La realidad se nos presenta mucho más compleja ya que,
como se verá, la seda china había llegado al Mediterráneo varios siglos antes
de la fecha supracitada. Y lógicamente, como no hay comercio sin rutas es
obvio que ya existían trayectos “instalados” y “definidos” entre China y el
Mediterráneo. De allí que sea ineludible reconstruir la interacción y la
transmisión de los patrones culturales que paulatinamente la hicieron posible.
Casi no hace falta decir que por estos itinerarios transitaron durante
siglos mucho más que mercancías. También filosofías, religiones, artes,
técnicas, personas, pueblos y ejércitos siguieron su recorrido, forjando
identidades. Las influencias externas han sido un factor clave para el desarrollo
cultural. Y en aquellos tiempos su tránsito estaba más activo que en tiempos
anteriores, lo que favoreció la amalgama intercultural. Una de cuyas evidencias
se aprecia en el arte greco–búdico originado en el reino helenístico de
Bactriana (Daxia para los chinos). De hecho, el rey bactriano Euthydemo I
(230-200 a.C.) buscando extender sus dominio organizó varias expediciones
militares a Kashgar en Xinjiang (China), en lo que se considera fue uno de los
primeros encuentros directos entre griegos y chinos. Sobre este particular el
geógrafo griego Estrabón diría que los greco-bactrianos “extendieron su
imperio aun en lo que respecta a Seres”, es decir China o sus proximidades
(Estrabón, 2003). Y de hecho, el posterior Imperio Parto (An Hsi o Anxi de los
chinos) y el Kushan (Guishuang) –que en sus respectivos apogeos dominaron
amplias zonas de Asia Central- mantuvieron negocios directos tanto con China
como con Roma y Bizancio oficiando de intermediarios (Lingyu–Weimin,
2004:57).
Esta preciada fibra natural tampoco faltaría en las tumbas ucranianas del
Mar Negro ni en los sepulcros cartagineses de Sabratha –en la Libia del siglo I-
o la remota Londres de la segunda centuria de nuestra era, donde se
consideraba un símbolo de estatus social. Incluso Julio César intentaría
acaparar el comercio de la seda en beneficio de sus allegados. También del
emperador romano Antonino –según Herodiano, historiador del siglo III- que
“detestaba los vestidos romanos y griegos (…) solo le gustaban los tejidos de
los Seres” –es decir los de seda-. Tan importante fue la seda que tras sitiar
Roma en 408, el rey visigodo Alarico demandó a los romanos el envío de
cuatro mil túnicas de seda como una de las condiciones para nos destruir la
ciudad (Jordanes, 1995).
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Considerando que la palabra “Si” significa “seda” en chino, es probable que de allí proceda la
palabra persa “chin” así como la hebrea “sin” y la griega “Sinae” que pasó al latín como “Sinus”.
Teniendo en cuenta que los persas fueron durante siglos los intermediarios entre el Lejano
Oriente y el Mediterráneo es de suponer que la palabra “China” fuera tomada del idioma farsí al
sustituirse “si” por “chi”, de lo que se derivarían las pronunciaciones “chinae” y “chinus” (sinus).
Es de notar que el término “China” no denominó oficialmente al país hasta la creación de la
República en 1912 por el líder Sun Yat-sen. Hasta entonces los chinos llamaron a sus tierras
“Zhongguo” (“Estado del Centro”). Debido al impacto de la dinastía Han y de las rutas de la
seda, el chino fue conocido en Occidente como “hombre Han”.
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Un viajero y geógrafo persa llamado Al-Juarizmi (siglo IX) llamó de esta forma, “Magnus
Sinus” (“Bahr as-Sin”), al mar de China.
a un navegante fenicio al que estima como “el mejor de los cartógrafos”, Marino
de Tiro (60–130 d.C.?) y a los escritos perdidos de Alejandro Magno, anotados
por sus oficiales. Por lo que se puede deducir de la documentación de
Ptolomeo, el fenicio Marino de Tiro conocía la ubicación de India (Smith,
1995:7-8) e Indonesia, y había imaginado paralelos y meridianos sobre un
planisferio indicando que las tierras habitadas se prolongaban de norte a sur
desde la tierra de Thule (¿Noruega?) hasta más allá del trópico de Capricornio
(Etiopía); y desde las “Islas Afortunadas” (Canarias) hasta Sera o Sinae
(China). Que los datos eran más “exactos” y el conocimiento del otro crecía, lo
deja ver el historiador romano Amiano Marcelino quien escribiría que Sérice
estaba rodeada por una gran muralla y que en sus tierras corrían dos grandes
ríos (¿Huan Ho y Yenisei?) teniendo por capital una ciudad llamada “Sera”. No
queda duda de que esta descripción recuerda a la China de los Han, con su
gran muralla en construcción.
Conclusiones
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Si bien la identificación es insegura y los lexicógrafos modernos utilizan otras traducciones
para meschi como “tela preciosa” (NM, 1987; RH, 1989), sin embargo no consideramos que
deba descartarse hasta no contar con mejores datos.
una zona tan lejana y aparentemente poco accesible? ¿Es de interés para los
negocios internacionales latinoamericanos? Sin duda, porque en esta zona de
Eurasia se concentrarán (y ya se concentran) las mayores actividades
económicas del mundo de los próximos años. Por esto, percibir cómo se
establecieron, estructuraron y funcionaron las relaciones comerciales y
culturales en esta zona del mundo, requiere de un buen conocimiento de fondo,
que enriquezca la percepción de su realidad y dé elementos para tratarla
adecuadamente. Al encarar una empresa en territorios tan lejanos, el
conocimiento se vuelve un factor fundamental para el éxito. Alcanzar a la
región y a sus “rutas humanas”, por así decirlo, hace necesario estar al tanto de
cómo se formó y aun funciona uno de los espacios económicos más atractivos
del mundo.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
FUENTES PRIMARIAS
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FUENTES SECUNDARIAS