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CLAVES INTERPRETATIVAS DE LA EXHORT. APOST. "PASTORES DABO VOBIS"


(J. Esquerda Bifet)
Presentación
Un documento del magisterio es siempre la palabra del Señor
"predicada" y explicada por la Iglesia en unas circunstancias
concretas de aquí y de ahora. El Papa Juan Pablo II dice de la
Exhort. Apost. "Pastores dabo vobis": "Es el fruto del trabajo
colegial del Sínodo de los Obispos de 1990... Juntos hemos
elaborado un documento, muy necesario y esperado, del Magisterio
de la Iglesia, que recoge la doctrina del Concilio Vaticano II y
también la reflexión sobre las experiencias de los veinticinco
años transcurridos desde su clausura"1. El Papa dirige el
documento "al corazón de todos los fieles y en particular al
corazón de todos los sacerdotes" (n.4). Los Obispos durante el
Sínodo, como el Papa en el presente documento, han deseado lo
mejor para delinear la figura del sacerdote del tercer milenio.
Si hablamos de "claves" de lectura, no significa más que
hacer notar unas líneas fuerza o perspectivas que brotan del mismo
documento, si se lee con espíritu de fe, con la alegría de ser
sacerdote "imagen viva de Jesucristo Cabeza y Pastor" (n.42) y con
la esperanza y la decisión de corresponder a la voz que el
Espíritu Santo dirige hoy a la Iglesia. Podría servir de punto de
referencia la "clave" central que indica el mismo documento: "La
referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria
para la comprensión de las realidades sacerdotales" (n.12).
"Pastores dabo vobis" es un "proyecto", un "itinerario" una
tarea que hay que convertir en realidad a base de años de
reflexión y de compromiso (nn. 2-3, 78-79). La línea de "caridad
pastoral" es predominante y está ya indicada en el título (Jer
1
Carta a los sacerdotes para el Jueves Santo de 1992, n.1. La
Exhortación Apostólica lleva fecha del 25 de marzo de 1992
(Anunciación del Señor). Comentario a la Exhortación: Os daré
pastores según mi coraón, Valencia, edit. EDICEP 1992. El texto
con introducciones, comentarios breves y notas bibliográficas:
Pastores dabo vobis, Casale Montferrato, PIEMME 1992. Para los
documentos del Sínodo: G. CAPRILE, Il Sinodo dei Vescovi 1990, La
Civiltà Cattolica 1991. El texto completo de las "propositiones"
finales votadas y entregadas el Santo Padre no se ha publicado;
pero la exhortación recoge el contenido de todas ellas y las cita
casi integramente.
2

3,15) y en la referencia continua al Buen Pastor (Jn 10), a su


"corazón" (nn.49, 82) y a sus "sentimientos" sacerdotales (Fil
2,5) . Se trata de un documento "vivencial" que invita a vivir la
propia realidad de gracia en el ejercicio del ministerio (como
relación personal y sintonía con Cristo y seguimiento suyo) y al
servicio de los hermanos (n.24), en el contexto del Presbiterio de
la Iglesia particular y en una línea de disponibilidad hacia la
Iglesia universal. Como "expresión" o "signo" de Cristo y
"representación sacramental" suya (n.15), el sacerdote se hace
servidor de la Iglesia misterio, comunión y misión en el mundo de
hoy (nn.12,16,59,73).

1. Visión de conjunto
Los títulos bíblicos de los capítulos son un verdadero
"evangelio de la vocación" (n.34), que sigue aconteciendo en la
Iglesia y en el mundo de hoy.
La situación actual de la sociedad (cap. I) hace recordar que
el sacerdote es un hombre "tomado de entre los hombres" (Heb.
5,1). En medio de nuevas dificultades y nuevas posibilidades, el
Señor sigue llamando a personas que deben ser formadas para estas
circunstancias. La naturaleza y misión del sacerdote, es decir su
identidad (cap. II), se presenta a partir de la consagración y
misión de Cristo comunicadas al sacerdote ministro: "Me ha ungido
y me ha enviado" (Lc 4,18). El sacerdote queda configurado con
Cristo Sacerdote y Buen Pastor, para prolongarle en la Iglesia. La
espiritualidad o vida espiritual del sacerdote (cap. III) se
explica como vida en el Espíritu: "El Espíritu del Señor sobre mí"
(Lc 4,18). Es el mismo estilo de vida del Buen Pastor y del
"seguimiento evangélico" de los Doce. La pastoral vocacional (cap.
IV) es un trasunto de la pedagogía usada por Jesús cuando dijo:
"Venid y lo veréis" (Jn 1,39). Esta pastoral "es esencial y
connatural en la pastoral de la Iglesia" (n. 34). La formación
inicial de los candidatos (cap. V) es como la continuación de la
labor de Jesús respecto a sus discípulos: "Instituyó doce para
estuvieran con él" (Mc 3,14). Se desarrolla en cuatro niveles
armónicamente relacionados: humano, espiritual, intelectual,
pastoral. La formación permanente de los sacerdotes equivale a
poner en práctica la recomendación de San Pablo: "Te recomiendo
3

que reavives el carisma de Dios que está en ti" (2Tim 1,6). Es una
formación que incluye un proyecto de vida sacerdotal en el
Presbiterio de la Iglesia particular.
Esta línea bíblica del documento postsinodal quiere poner de
relieve la presencia de Jesús en la Iglesia y en el mundo, de
suerte que los llamados se sientan invitados a adoptar una actitud
profundamente relacional: "El que nos ha llamado y nos ha enviado
sigue junto a nosotros todos los días de nuestra vida, ya que
nosotros actuamos por mandato de Cristo" (n.4).2
La Iglesia continúa hoy la misma acción formativa de Cristo.
La exhortación postsinodal quiere delinear, sin dejar espacio para
las dudas, la figura del sacerdote de hoy a la luz de la fisonomía
permanente de Cristo Sacerdote y Buen Pastor. Y lo hace con un
decisivo tono de esperanza.3

2. Las claves de lectura indicadas en la introducción del


documento
La línea bíblica y pastoral de la exhortación aparece clara
desde la introducción del documento. Se trata de formar pastores
según el modelo del Corazón de Cristo Buen Pastor. Se glosan
algunos textos bíblicos sobre el pastor (Jer 3,15; Jn 10; Heb
13,20; 1Pe 5,2) y se relacionan con algunos textos de misión (Jn
21,15ss; Mt 28,19; Lc 22,19; 1Cor 11,24).
En un momento de profundos cambios se necesita afrontar una
nueva evangelización y, consiguientemente, se necesitan nuevos
evangelizadores. La Iglesia continúa siempre la obra formativa de
Cristo, pero "hoy se siente llamada a revivir con un nuevo
esfuerzo lo que el Maestro hizo con sus apóstoles, ya que se
siente apremiada por las profundas y rápidas transformaciones de
la sociedad y de las culturas de nuestro tiempo" (n.2). Al
presentar el "evangelio de la vocación" (cf. n.34), la Iglesia
quiere constatar "la absoluta necesidad de que la nueva
evangelización tenga en los sacerdotes sus primeros nuevos
2
Es cita textual del Mensaje de los Padres Sinodales, 28 oct.
1990, III: "L'Osservatore Romano", 29-30 octubre 1990.
3
El documento de Juan Pablo II ha sido llamado "Exhortación
postsinodal de la esperanza". Ver la presentación oficial a cargo
de Mons. Schotte en: "L'Osservatore Romano", 8 abril 1992, p.17.
4

evangelizadores" (n.2).4
Se trata de presentar un "proyecto" o "propuesta" vocacional,
un "itinerario" y "programa" formativo, que abarque toda la vida
desde el despertar de la vocación (nn.2-3; cf. n.79). La figura
sacerdotal delineada es clara, sin dejar espacio para las dudas,
aunque siempre hay lugar para la aplicación de nuevas gracias en
las nuevas situaciones. Se necesitaba "dirigir a las nuevas
generaciones una nítida y valiente propuesta vocacional" (n.2) y
trazar unos "programas capaces de sostener el ministerio y la vida
sacerdotal" (n.3). Esta "propuesta" es "la voz de las Iglesias
particulares" corroborada por el Papa y dirigida a los sacerdotes
como de corazón a corazón (n.4).5
El documento del Papa refleja un hecho de gracia que está
siguiendo su curso y que urge a adoptar actitudes más evangélicas.
Este hecho de gracia queda reflejado en la abundante documentación
actual sobre el sacerdocio6. Se trata de formar a los "primeros

4
Es interesante notar que el documento postsinodal habla de
"poner en práctica la doctrina conciliar sobre este tema y hacerla
más actual e incisiva en las circunstancias actuales" (n.2,
citando textualmente la "proposición" n.1).
5
La "identidad" no se presenta como duda, sino como
profundización en los aspectos evangélicos de llamada, encuentro,
seguimiento, fraternidad eclesial y misión. Para formar "signos
personales del Buen Pastor", hay que partir de la configuración
con el ser sacerdotal de Cristo, que capacita para prolongar su
misma misión y que hace posible y urge a vivir su mismo estilo de
vida.
6
El documento postsinodal aprovecha toda la documentación
referente al Sínodo (se puede ver en la publicación de Caprile,
citada en la nota 1), además de los documentos conciliares
(especialmente LG, PO, OT) y postconciliares (especialmente la
"Ratio fundamentalis": AAS 62, 1970, 321-384). Entre los
documentos sinodales, además de las "proposiciones" finales, hay
que destacar "Lineamenta" e "Instrumentum laboris" (éste último
fue el más apreciado y sirvió de esquema para las
"proposiciones"). Se citan también, entre otros documentos del
Papa, algunas alocuciones dominicales durante el "Angelus" (1989-
1991). Las "proposiciones" finales son el fruto de las
aportaciones de los Padres, que fueron cristalizando en las
"proposiciones" de cada uno de los 13 grupos de trabajo, hasta
elaborar una lista única que fue la que se votó. En el discurso
final, el Papa había dicho sobre los documentos postsinodales: "El
5

cooperadores en el ministerio apostólico", puesto que de ello


"depende el futuro de la Iglesia y su misión universal de
salvación" (n.4). La Iglesia es consciente de que cuenta con la
presencia de Cristo resucitado que sigue llamando y formando a
"los suyos" (Jn 13,1) (cf. n.4).

3. A partir de la configuración con Cristo Sacerdote, Cabeza,


Pastor, Siervo, Esposo
La persona de Jesús es el punto de referencia para comprender
el sentido de la vida y del ministerio sacerdotal. La consagración
y misión de Jesús hacen ver su realidad de Sacerdote y Víctima,
Cabeza, Pastor, Siervo y Esposo. Todos estos títulos se van
repitiendo en el documento, aunque son más numerosas las frases
que hablan de "Cabeza y Pastor". En las explicaciones, prevalece
el tono de "Pastor" (caridad pastoral), "Siervo" (autoridad de
servicio), "Esposo" (donación de amor esponsal a la Iglesia). "La
referencia a Cristo es, pues, la clave absolutamente necesaria
para la comprensión de las realidades sacerdotales" (n.12).
No se presenta directamente una cristología sistemática, sino
la misma persona de Jesús vivida a la luz de la fe y de la
contemplación: "Jesús se presenta a sí mismo como lleno del
Espíritu, 'ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva'; es
el Mesías, el Mesías sacerdote, profeta y rey. Es éste el rostro
de Cristo en el que deben fijarse los ojos de la fe y del amor de
los cristianos. Precisamente a partir de esta 'contemplación' y en
relación con ella, los Padres sinodales han reflexionado sobre el
problema de la formación de los sacerdotes en la situación actual"
(n.11).
En el momento de discernir la figura del sacerdote de hoy, es
necesario partir de la realidad de Cristo resucitado presente en
la Iglesia (n.4). Es, pues, un "discernimiento evangélico" que "se
fundamenta en la confianza en el amor de Jesucristo, que siempre e
incansablemente se cuida de su Iglesia". Es la "fe en el amor
indefectible de Cristo" (n.10) la que hace posible una lectura
evangélica de los "signos de los tiempos" (n.11).
Si no se pierde de vista este punto de referencia, las
documento postsinodal se inspira en lo que fue programado en
común, y se podría decir que lo contiene" (27 de octubre de 1990).
6

exigencias evangélicas encuentran su lógica intrínseca en el


contexto de la caridad del Buen Pastor: "Jesucristo, que en la
cruz lleva a perfección su caridad pastoral con un total despojo
exterior e interior, es el modelo y fuente de las virtudes de
obediencia, castidad y pobreza, que el sacerdote está llamado a
vivir como expresión de su amor pastoral por los hermanos... El
sacerdote debe tener 'los mismos sentimientos' de Jesús,
despojándose de su propio 'yo', para encontrar, en la caridad
obediente, casta y pobre, la vida maestra de la unión con Dios y
de la unidad con los hermanos (cf. Flp 2,5)" (n.30).
La "representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor"
(n.15), arranca del hecho de participar en su ser o consagración,
para prolongar su misma misión (Lc 1,18-19; Is 61,1-2). En quien
ha recibido la imposición de manos por el sacramento del Orden,
hay una acción permanente del Espíritu Santo que modela el ser, el
obrar y el estilo de vida: "Nuestra fe nos revela la presencia
operante del Espíritu de Cristo en nuestro ser, en nuestro actuar
y en nuestro vivir" (n.33).
La referencia a Cristo, "el rostro definitivo del presbítero"
(n.5), acentúa la importancia de la actitud de sintonía con sus
sentimientos o amores sacerdotales. El documento postsinodal cita
frecuentemente el texto de la carta a los Filipenses: "Tener entre
vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (Fil 2,5). Estos
amores quedan resumidos en la expresión "Corazón de Cristo", como
resumen de sus amores: "Formar a los futuros sacerdotes en la
espiritualidad del Corazón del Señor supone llevar una vida que
corresponda al amor y al afecto de Cristo Sacerdote y buen Pastor:
a su amor al Padre en el Espíritu Santo, a su amor a los hombres
hasta inmolarse entregando su vida" (n.49; cf. n.82).7
La "representación sacramental" de Cristo como Cabeza y

7
Es el texto de la "proposición" 23 de los Padres sinodales,
que deja entrever el tema de las "tres miradas" sacerdotales de
Cristo, según la escuela sacerdotal francesa y la doctrina de San
Juan de Avila. Ver: Escuela sacerdotal española del siglo XVI:
Juan de Avila, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica
1969, p.53 (referencia al Tratado del amor de Dios y al Audi
Filia). El texto de la exhortación indica frecuentemente esta
actitud de vivir de los sentimientos de Cristo: nn.26, 30, 49, 53,
57, 72, 82.
7

Pastor (n.15) se puede calificar también de "personificación",


puesto que el sacerdote, por ser "instrumento vivo de Cristo",
"personifica de modo específico al mismo Cristo" (n. 20, citando a
PO 12). La expresión "imagen viva" se va repitiendo, en referencia
a Cristo Esposo (n.22), Cabeza y Pastor (n.42). Se trata de "vivir
íntimamente unidos a Jesucristo" (n.46).
La representación de Cristo es precisamente en vistas al
servicio eclesial. Es una inserción peculiar "en" la Iglesia y, al
mismo tiempo, "al frente" de la Iglesia: "El sacerdote, en cuanto
que representa a Cristo Cabeza, Pastor y Esposo de la Iglesia, se
sitúa no sólo en la Iglesia, sino también al frente de la Iglesia"
(n.16, citando la "proposición" 7). Es que "los apóstoles, y sus
sucesores, revestidos de una autoridad que reciben de Cristo
Cabeza y Pastor, han sido puestos -con su ministerio- al frente de
la Iglesia, como prolongación visible y signo sacramental de
Cristo" (n.16).
Esta representación de "autoridad", como configuración con
Cristo "Cabeza", tiene el sentido de servicio, a imitación de
"Cristo Siervo": "Jesucristo es Cabeza de la Iglesia su Cuerpo. Es
'Cabeza' en el sentido nuevo y original de ser 'Siervo', según sus
mismas palabras... (Mc 10,45)... (Fil 2,7-8). La autoridad de
Jesucristo Cabeza coincide, pues, con su servicio, con su don, con
su entrega total, humilde y amorosa a la Iglesia. Y esto en
obediencia perfecta al Padre; él es el único Siervo doliente del
Señor, Sacerdote y Víctima a la vez... La vida espiritual de los
ministros del Nuevo Testamento deberá estar caracterizada, pues,
por esta actitud esencial de servicio al pueblo de Dios (cf. Mt
20,24ss; Mc 10,43.44) ... (cf. 1Pe 5,2-3)" (n.21).8
La configuración con Cristo, en cuanto al ser, al obrar y a
la vivencia, es una acción permanente del Espíritu Santo, como
consecuencia de la "consagración" obrada por medio del sacramento
del Orden. En esta base teológica se apoya la exhortación para
pasar a la descripción de la figura del sacerdote que hay que
delinear y construir para servir a la Iglesia y al mundo de hoy.9

8
Es la línea de servicio acentuada por el Vaticano II: "Son
promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey" (PO 1;
cfr. LG 24).
8

4. Líneas de fuerza comunes en todo el contenido del documento


A partir de la figura de Cristo Sacerdote, Cabeza y Buen
Pastor, y de la configuración del sacerdote ministro con Cristo
(de que hemos hablado en el apartado anterior), cabe destacar unas
líneas de fuerza comunes que aparecen o se dejan entrever en todos
los apartados del documento: actitudes relacionales de encuentro
con Cristo, seguimiento y misión; acción permanente de Espíritu
Santo en la vida y ministerio sacerdotal; servicio a la Iglesia
como misterio, comunión y misión; caridad pastoral como
participación en los amores de Cristo Buen Pastor; seguimiento
evangélico al estilo de los Apóstoles; esperanza apoyada en la
presencia de Cristo resucitado; cercanía al hombre concreto y a la
situación sociológica e histórica. El itinerario formativo es
permanente y armónico en sus cuatro niveles: humano, espiritual,
intelectual, pastoral. Algunas de estas líneas serán objeto de
reflexión especial en los apartados siguientes.
A partir de una llamada, que se hace "sígueme" permanente, la
vida y ministerio sacerdotal se realiza en una actitud relacional
de encuentro traducida en un seguimiento "esponsal" y en un
compromiso de comunión y misión. El trasfondo es eminentemente
relacional. No se trata de "cosas", sino de personas y
comunidades, a comenzar por la "comunión" trinitaria que debe
reflejarse en la comunión eclesial para construir la comunidad

9
Ver el tema de la "configuración" en los nn. 3, 15, 18, 20-
22, 25, 27, 31, 42, etc. El tema de la acción (unción) del
Espíritu Santo en los nn. 1, 10, 27, 33, 69, etc. La
"consagración", en los nn. 9, 20, 22. El tema del sacramento del
Orden, carácter, gracia sacramental, en el n. 70. Estos temas
siempre tienen la perspectica de la vivencia de la caridad
pastoral y de las exigencias evangélicas: "Con la efusión
sacramental del Espíritu Santo que consagra y envía, el presbítero
queda configurado con Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia y
en enviado a ejercer el ministerio pastoral. Y Así, al sacerdote,
marcado en su ser de una manera indeleble y para siempre como
ministro de Jesús y de la Iglesia, e inserto en una condición de
vida permanente e irreversible, se le confía un ministerio
pastoral que, enraizado en su propio ser y abarcando toda su
existencia, es también permanente. El sacramento del Orden
confiere al sacerdote la gracia sacramental, que lo hace partícipe
no sólo del 'poder' y del 'ministerio' salvífico de Jesús, sino
también de su 'amor'" (n.70; comenta 2Tim 1,6).
9

humana universal. "Se puede entender así el aspecto esencialmente


relacional de la identidad del presbítero. Mediante el sacerdocio
que nace de la profundidad del inefable misterio de Dios, o sea,
del amor del Padre, de la gracia de Jesucristo y del don de la
unidad del Espíritu Santo, el presbítero está inserto
sacramentalmente en la comunión con el Obispo y con los otros
presbíteros, para servir al Pueblo de Dios que es la Iglesia y
atraer a todos a Cristo, según la oración del Señor... que sean
uno como nosotros ... (Jn 17,11.21)" (n.12).
La consecuencia de esta actitud relacional es la de "ofrecer
la totalidad de su amor a Jesucristo" (n.44), en un nivel de
"amistad" profunda con él (n.46). Por esto el itinerario
permanente de la formación sacerdotal consiste en "buscar a Jesús,
seguirlo y permanecer en él" (n.34).10
La acción permanente del Espíritu Santo en la vida y
ministerio sacerdotal no es sólo por la configuración ontológica
como participación de la consagración de Cristo, ni tampoco sólo
por la acción eficaz pneumatológica por medio de los servicios
ministeriales, sino que, al mismo tiempo, el Espíritu Santo es "el
gran protagonista de su vida espiritual" (n.33), es decir, el que
hace posible ser "imagen viva" de Cristo Buen Pastor (nn. 42, 46).
El hace posible las "virtudes evangélicas" y comunica la "fuerza
que sostiene su desarrollo hasta la perfección cristiana" (n.27).
Siendo "el protagonista por antonomasia de la formación", comunica
"el don de un corazón nuevo, configura y hace semejante a
Jesucristo el Buen Pastor" (n.69).
La figura del sacerdote queda descrita en una "eclesiología
de comunión", que "resulta decisiva para descubrir la identidad
del presbítero, su dignidad original, su vocación y su misión en
el Pueblo de Dios y en el mundo" (n.12). El sacerdote es el

10
Esta actitud relacional se hace patente en casi todos los
números del documento. La configuración con Cristo y el servicio a
la Iglesia y a los hombres, tienen este trasfondo de sintonía
vivencial con la realidad de Cristo presente, sus criterios, sus
amores, su estilo de vida. De esta relación con Cristo, se pasa a
la relación con la Iglesia (donde está Cristo bajo signos) y con
todo ser humano (donde espera Cristo). El servicio ministerial es
santificador por sí mismo, en cuanto que es un signo e instrumento
de la presencia activa de Cristo (n.26).
10

servidor de la Iglesia misterio, comunión y misión. No se trata de


la Iglesia en abstracto, sino en cuanto "signo" o "sacramento", es
decir, "esencialmente relacionada con Jesucristo" (n.12). La
Iglesia, como "misterio", es un conjunto de signos de la presencia
activa de Cristo resucitado. "Es en el misterio de la Iglesia,
como misterio de comunión trinitaria en tensión misionera, donde
se manifiesta toda identidad cristiana, y por tanto también la
identidad específica del sacerdote y de su ministerio. En efecto,
el presbítero, en virtud de la consagración que recibe con el
sacramento del Orden, es enviado por el Padre, por medio de
Jesucristo, con el cual, como Cabeza y Pastor de su pueblo, se
configura de un modo especial, para vivir y actuar con la fuerza
del Espíritu Santo al servicio de la Iglesia y por la salvación
del mundo" (n.12). Es, pues, un "misterio de comunión" que se
expresa en la "misión" del anuncio, celebración y comunicación de
la persona y del mensaje de Jesús a todos los hombres.11
En esta eclesiología de comunión deriva el amor a la Iglesia,
como "total donación de sí a la Iglesia" (n.23), que tiene su
fuente en el amor a Cristo: "El don de sí mismo a la Iglesia se
refiere a ella como cuerpo y esposa de Jesucristo. Por esto la
caridad del sacerdote se refiere primariamente a Jesucristo:
solamente si ama y sirve a Cristo Cabeza y Esposo, la caridad se
hace fuente, criterio, medida, impulso del amor y del servicio del
sacerdote a la Iglesia, cuerpo y esposa de Cristo" (n.23). Este

11
La mejor explicación de esta tema se encuentra en el
capítulo II (sobre la naturaleza y misión del sacerdocio
ministerial). De ahí lo irá tomando el documento para aplicarlo en
otros capítulos más prácticos: "... el sacerdote ministro es
servidor de Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y
misión. Por el hecho de participar en la 'unción' y en la 'misión'
de Cristo, puede prolongar en la Iglesia su oración, su palabra,
su sacrificio, su acción salvífica. Y así es servidor de la
Iglesia misterio porque realiza los signos eclesiales y
sacramentales de la presencia de Cristo resucitado. Es servidor de
la Iglesia comunión porque -unido al Obispo y en estrecha relación
con el presbiterio- construye la unidad de la comunidad eclesial
en la armonía de las diversas vocaciones, carismas y servicios.
Por último, es servidor de la Iglesia misión porque hace a la
comunidad anunciadora y testigo del Evangelio" (n. 16, citando
Instrumentum laboris 16 y la Propositio 7). Ver otros apartados
que explican la misma trilogía: nn. 59 y 73.
11

amor se expresará en la disponibilidad efectiva para la Iglesia


particular y universal.
La caridad pastoral es el resumen del estilo de vida de
Cristo Buen Pastor y, consiguientemente, de la vida del sacerdote
ministro. En ella se inspira la espiritualidad "específica"
sacerdotal (cf. nn. 20, 23-25). El seguimiento evangélico, al
estilo de los doce apóstoles, es la concretización de la caridad
pastoral y es también parte esencial del estilo de vida de todo
sacerdote, con las mismas exigencias evangélicas para los
diocesanos y para los religiosos. Estos dos temas los estudiamos
en los apartados siguientes.
Se puede decir que todo el documento postsinodal tiene una
línea de esperanza. No se trata de indicar sólo dificultades y de
señalar sólo exigencias, sino se subrayar principalmente las
posibilidades de afrontar una realidad actual con una figura
sacerdotal verdaderamente evangélica. "Si bien se pueden
comprender los diversos tipos de 'crisis', que padecen algunos
sacerdotes de hoy en el ejercicio del ministerio, en su vida
espiritual y también en la misma interpretación de la naturaleza y
significado del sacerdocio ministerial, también hay que constatar,
con alegría y esperanza, las nuevas posibilidades positivas que el
momento histórico actual ofrece a los sacerdotes para el
cumplimiento de su misión" (n.9). El Espíritu Santo, comunicado de
modo especial en el sacramento del Orden y presente en la Iglesia,
hace posible una respuesta alegre y generosa a las exigencias
sacerdotales (cf. nn.23, 33, 69).
La cercanía al hombre concreto en su situación sociológica,
cultural e histórica, es una consecuencia de la encarnación del
Verbo. Se participa y se prolonga la misma cercanía de Cristo
Sacerdote y Buen Pastor. De ahí deriva una misión sin
condicionamientos ni fronteras, así como "la opción preferencial
por los pobres" (n.30 y 49). "El sacerdote es el hombre de la
caridad" (n.49). La aplicación de este principio llega también a
la inserción en las culturas por un proceso de "inculturación",
que es siempre de respeto, purificación y sublimación: "El
evangelio penetra vitalmente en las culturas, se encarna en ellas,
superando sus elementos culturales incompatibles con la fe y con
la vida cristiana y elevando sus valores al misterio de la
12

salvación que proviene de Cristo" (n.55).


Estas y otras líneas de fuerza se integran mutuamente en la
armonía de un itinerario formativo permanente que tiene cuatro
niveles: humano, espiritual, intelectual y pastoral. La
configuración con Cristo Sacerdote y Buen Pastor se va haciendo
cada vez más intensa y auténtica en el ser, obrar y vivencia. Si
se habla de formación humana (nn.43-44, 72), es para desarrollar
la personalidad (con sus criterios, valores y actitudes) como
"imagen viva" de Cristo. La formación espiritual es ciertamente el
"centro vital que unifica su ser sacerdote y su ejercer el
sacerdocio" (n.45), pero precisamente por ello reclama los otros
niveles de formación. La formación intelectual es "base de la
entrega personal total a Jesús y a la Iglesia" (n.52) y "opera una
relación personal del creyente con Jesucristo" (n.53). La
formación pastoral tiene también una prioridad, puesto que se
trata de formar pastores, en sintonía con los "sentimientos de
Cristo Buen Pastor" (n.57; cf. Fil 2,5), a la luz de la palabra
contemplada y estudiada, a la luz de la celebración de los
misterios y para construir la comunidad en la caridad (n.57; cf.
OT 4). De este modo, el sacerdote se forma continuamente para ser
"testigo de la caridad de Cristo" (n.58) y para servir a "la
Iglesia misterio, comunión y misión" (n.59).

5. Sucesores en el ministerio apostólico y en el seguimiento


evangélico de los Doce
El documento postsinodal da mucha importancia a la relación
del sacerdocio ministerial (de los presbíteros) con la sucesión
apostólica. Aunque la doctrina es tradicional (si bien poco
conocida y profundizada), se puede decir que es la primera vez que
un documento magisterial hace hincapié en la sucesión apostólica
para hacer ver las consecuencias de tipo ministerial y las
exigencias de vida evangélica. El tema es lógico: quienes están
llamados a vivir la "vida apostólica" son principalmente los
sucesores de los Apóstoles (los Obispos) y sus inmediatos
colaboradores (los presbíteros). La exhortación usa frecuentemente
la expresión "seguimiento evangélico" ("sequela Christi") y
"radicalismo evangélico", como algo connatural al sacerdocio de
los Doce y de sus sucesores. Las exigencias evangélicas son las
13

mismas para el sacerdote diocesano como para el sacerdote


religioso.
La sucesión apostólica o del ministerio apostólico une
estrechamente Obispos y presbíteros (que forman parte del mismo
Presbiterio, presidido por el Obispo). En el Mensaje de los Padres
sinodales, citado por la exhortación, los Obispos dicen: "Vosotros
sois nuestros primeros cooperadores en el servicio apostólico" (n.
4 de la exhortación postsinodal). En realidad, "el sacerdocio de
segundo orden se incorpora a la estructura apostólica de la
Iglesia. Así el presbítero, como los Apóstoles, hace de embajador
de Cristo (cf. 2Cor 5,20)... Por tanto, el ministerio ordenado
surge con la Iglesia y tiene en los Obispos, y en relación y
comunión con ellos también en los presbíteros, una referencia
particular al ministerio originario de los apóstoles, al cual
'sucede' realmente, aunque respecto el mismo tenga unas
modalidades diversas" (n.16).
Uno de los párrafos más explícitos sobre la sucesión
apostólica es el n. 42 del capítulo V ("Instituyó doce para que
estuvieran con él"... "vivir como los Apóstoles, en el seguimiento
evangélico"). Antes de pasar a los cuatro niveles de formación
(humana, espiritual, intelectual y pastoral), el documento quiere
dejar claro que se trata de una formación para la vida apostólica
de los Doce: "dejarse configurar con Cristo Buen Pastor" y, por
tanto, aprender en la "escuela del Evangelio", a "vivir en el
seguimiento de Cristo como los Apóstoles" (n.42)12. El tema se
repite al hablar del Seminario como "continuación en la Iglesia,
de la íntima comunidad apostólica formada en torno a Jesús...
12
La exhortación cita literalmente el Mensaje de los Padres
sinodales al Pueblo de Dios (28 octubre 1990), IV: "L'Osserv.
Romano", 29-30 octubre 1990. La expresión "sucesores de los
Apóstoles" se aplica a los Obispos, en cuanto que sólo ellos
presiden las Iglesias particulares con su Presbiterio. La
exhortación postsinodal relaciona a los presbíteros con la
sucesión apostólica o con el ministerio apostólico (sin llamarles
explícitamente "sucesores", para evitar confusión). Lo que importa
es la misma realidad de una sucesión apostólica en cuanto al
ministerio y en cuanto a las exigencias evangélicas y misioneras.
Cfr. nn. 4-5, 15-16, 22, 24, 42, 46, 60. La actuación del carisma
episcopal es indispensable no sólo para cuestiones jurídicas, sino
principalmente para hacer posible la "vida apostólica" en el
Presbiterio (n. 74; cfr. CD 15-16; PO 7-8).
14

comunidad promovida por el Obispo para ofrecer, a quien es llamado


por el Señor para el servicio apostólico, la posibilidad de
revivir la experiencia formativa que el Señor dedicó a los Doce".
De este modo el Seminario será "fiel a los valores evangélicos en
los que se inspira y capaz de responder a las situaciones y
necesidades de los tiempos" (n.60).
Hay que recordar que la "vida apostólica" de los Doce se
delinea por la vida comunitaria, el seguimiento evangélico y la
disponibilidad misionera. Los tres puntos son muy explícitos en el
documento y se repiten insistentemente. En los apartados
siguientes nos detendremos en el aspecto comunitario (Presbiterio)
y misionero (caridad pastoral sin fronteras). Si no hubiera la
conciencia y el compromiso generoso de seguimiento evangélico (con
la práctica concreta, aunque no necesariamente profesión, de los
llamados "consejos evangélicos"), la vida fraterna y la
disponibilidad misionera no se harían efectivas ni duraderas.
El llamado "radicalismo evangélico" (n.27) no es más que la
misma caridad pastoral con todas sus exigencias, tomando como
modelo a Cristo Buen Pastor y expresándola con el seguimiento de
Cristo al estilo de los Apóstoles. No se trata primariamente de la
vida religiosa en general, sino del mismo seguimiento evangélico
(que puede adoptar una forma "religiosa" con compromisos
especiales o una forma de vida "incardinada" en la Iglesia
particular y en el Presbiterio diocesano). Este seguimiento
evangélico con la exigencia de la práctica de los "consejos
evangélicos" forma parte de la identidad de los presbíteros como
inmediatos colaboradores de los Obispos: "Expresión privilegiada
del radicalismo son los varios consejos evangélicos que Jesús
propone en el Sermón de la Montaña (cf. Mt 5-7), y entre ellos los
consejos, íntimamente relacionados entre sí, de obediencia,
castidad y pobreza; el sacerdote está llamado a vivirlos según el
estilo, es más, según las finalidades y el significado original
que nacen de la identidad propia del presbítero y la expresan"
(n.27).
Al hablar de cada uno de los "consejos evangélicos" (nn.28-
30), el documento sinodal expone detalladamente la obediencia,
castidad y pobreza, a la luz de la caridad pastoral. Se trata de
imitar "los mismos sentimientos de Jesús, despojándose de su
15

propio 'yo', para encontrar, en la caridad obediente, casta y


pobre, la vida maestra de la unión con Dios y de la unidad con los
hermanos (cf. Flp 2,5)" (n.30).
A la luz de la caridad pastoral, las virtudes evangélicas
aparecen como eminentemente sacerdotales. La obediencia (n.28)
debe ser "apostólica", centro de la comunión de Iglesia (Papa,
Colegialidad Episcopal, Obispo propio), "comunitaria" (inserción y
corresponsabilidad en el Presbiterio), con "carácter de
pastoralidad" (disponibilidad misionera).
La "virginidad" (n.29), a la luz de la caridad pastoral,
tiene sentido "esponsal", como "donación personal a Jesucristo y a
su Iglesia". Entonces aparece el celibato con su "valor profético
para el mundo actual", como "estímulo de la caridad pastoral"
(citando PO 16) y como signo del amor esponsal de Cristo a su
Iglesia: "La Iglesia, como Esposa de Jesucristo, desea ser amada
por el sacerdote de modo total y exclusivo como Jesucristo Cabeza
y Esposo la ha amado. Por esto el celibato sacerdotal es un don de
sí mismo en y con Cristo a su Iglesia y expresa el servicio del
sacerdote a la Iglesia en y con el Señor" (n.29). Se trata de
"ofrecer la totalidad de su amor a Jesucristo" (n.44).
Es la misma caridad pastoral la que da sentido a la pobreza
evangélica haciéndola eminentemente sacerdotal. Se hacen resaltar
sus "connotaciones pastorales", que se concretan en la imitación
de Cristo pobre y crucificado, en la disponibilidad misionera, en
la vida fraterna del Presbiterio, en la cercanía y "opción
preferencial por los pobres". Entonces "la pobreza sacerdotal"
aparece en todo su "significado profético" (n.30).
No se pueden separar las tres virtudes sacerdotales
evangélicas, puestro forman una unidad, como "transparencia" de la
caridad del Buen Pastor. La actitud relacional y amistosa con
Cristo hace ver en esas virtudes el modo más concreto de compartir
su misma vida, para ser "signo" personal y "transparencia" suya
(nn. 12, 15-16, 22, 42-43, 49). La caridad del Buen Pastor fue así
y sigue siendo así (n.30). No se trata principalmente de
"exigencias" a modo de obligaciones, sino de la consecuencia de un
enamoramiento y amistad, como "signo del amor de Dios a este
mundo" (n.29). Así aparece el "valor gozoso del seguimiento de
Jesús" (n.10) como "testimonio máximo de amor" (PO 11). La caridad
16

pastoral hace posible "transparentar y testimoniar de manera


original el radicalismo evangélica" (n.20).

6. Una espiritualidad sacerdotal específica: caridad pastoral sin


recortes ni fronteras
La "vida espiritual" o "espiritualidad" del sacerdote se
presenta en la exhortación apostólica "Pastores dabo vobis" a
partir de la llamada universal a la santidad que consiste en la
caridad (n. 19; cf. LG 40). "Espiritualidad" es equivalente a
"vida animada y dirigida por el Espíritu hacia la santidad o
perfección de la caridad" (n. 19). Para el sacerdote ministro hay
una nota específica de esta perfección: "la caridad pastoral".
Ella "constituye el alma del ministerio sacerdotal" (n.48; cf.
n.16) y es "alma y forma de la formación permanente del sacerdote"
(n.70).
Esta vida espiritual ("espiritualidad") o vida según el
Espíritu tiene, pues, una peculiaridad o "especificidad" cuando se
trata del sacerdote. Es una "vocación 'específica' a la santidad"
(n.20). Los elementos básicos de esta espiritualidad específica,
que fundamentan la caridad pastoral son los siguientes, según el
documento postsinodal: "consagración" como configuración con
Cristo Cabeza y Pastor, "misión" de ser "instrumentos vivos de
Cristo Sacerdote", representación personal ("personificación") de
Cristo, estilo de vida "llamada a manifestar y testimoniar de
manera original el radicalismo evangélico" (n.20, citando a PO 2 y
12).
La exhortación, en diversos apartados, señala algunas
características específicas que derivan de la caridad pastoral:
santificación en los mismos actos del ministerio (nn.24.25),
seguimiento evangélico expresado en los llamados "consejos
evangélicos" como imitación de la "vida apostólica" (nn.27-30),
pertenencia a la Iglesia particular en unión con el propio Obispo
y con los demás sacerdotes del Presbiterio (esta pertenencia,
expresada en la "incardinación", es un hecho de gracia especial
para los sacerdotes diocesanos) (nn.31-32, 74), disponibilidad
para la misión en la Iglesia particular y universal (nn.16-18, 31-
32). Esta disponibilidad misionera es expresión de una caridad sin
fronteras. El seguimiento evangélico al modo de los Apóstoles lo
17

hemos resumido más arriba; es la caridad pastoral sin recortes. La


pertenencia a la Iglesia particular, como un hecho de gracia, lo
estudiamos en el apartado siguiente.
Cada una de estas características representa todo un programa
de vida espiritual. Todas ellas se complementan, derivan de la
configuración y relación con Cristo, y se concretan en sintonía de
sentimientos y de actitudes del mismo Cristo, como expresión de la
caridad pastoral. Es participación de la misma caridad de Cristo,
donación total de sí, expresión del sacerdocio como "officium
amoris" (San Agustín)13. "El principio interior, la virtud que
anima y guía la vida espiritual del presbítero en cuanto
configurado con Cristo Cabeza y Pastor es la caridad pastoral,
participación de la misma caridad pastoral de Jesucristo: don
gratuito del Espíritu Santo y, al mismo tiempo, deber y llamada a
la respuesta libre y responsable del presbítero. El contenido
esencial de la caridad pastoral es la donación de sí, la total
donación de sí a la Iglesia, compartiendo el don de Cristo y su
imagen" (n.23).
En el documento postsinodal esta expresión ("caridad
pastoral") se repite continuamente como nota característica de
todos los aspectos de la vida espiritual del sacerdote. No es un
término abstracto, sino la "donación" de sí mismo que hace el Buen
Pastor y que debe expresarse en la vida de los sacerdotes
ministros. El estilo de vida de caridad pastoral deriva del hecho
de participar en la misma consagración y en la misión de Cristo:
"Gracias a esta consagración obrada por el Espíritu Santo en la
efusión sacramental del Orden, la vida espiritual del sacerdote
queda caracterizada, plasmada y definida por aquellas actitudes y
comportamientos que son propios de Jesucristo, Cabeza y Pastor de
la Iglesia y que se compendian en la caridad pastoral" (n. 21).
La santificación por los mismos actos del ministerio recibe
en la exhortación una atención particular (nn.24-26). De hecho se
comenta el texto conciliar de "Presbyterorum Ordinis" nn.12-13 y
hace la aplicación a cada uno de los ministerios: servicio de la
Palabra, de los sacramentos y de animación de la comunidad (nn.26,
47-49). Se trata de santificarse "por las mismas acciones sagradas
13
Repetidas veces se cita esta expresión de San Agustín: In
Iohannis Evangelium Tractatus 123,5: CCL 36,678.
18

de cada día" (PO 12) o "a través del ejercicio del ministerio"
(n.25; cf. PO 13). Siempre es a partir de la "caridad pastoral" y
de la "relación" personal e íntima con Cristo (n.25). Entonces se
realiza la "unidad de vida" (n.23; cf. PO 14) que supera la
dicotomía entre la vida espiritual y la acción apostólica. Hay una
estrecha relación entre el hecho de santificarse por los actos del
ministerio y la vida santa del ministro que influye en la misma
acción ministerial (n.25). "Existe, por tanto, una relación íntima
entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su
ministerio... Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros
contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio
ministerio... La relación entre la vida espiritual y el ejercicio
del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a
partir de la caridad pastoral" (n.24).
La vida sacerdotal se hace oblación "sacrificial" por la
"caridad pastoral", que es "principio interior y dinámico capaz de
unificar las múltiples actividades del sacerdote" (n.23). En esta
línea sacrificial de una vida de donación, la Eucaristía
reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central,
tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la
Eucaristía" (n.26; cf. nn. 23, 38, 46, 48; PO 5).
Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone
una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore
los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental
(liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de
la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida
comunitaria, etc. (nn.45-50).
La vida espiritual (con su "especificidad" característica de
"caridad pastoral") inserta al sacerdote en el misterio del hombre
a la luz del misterio de Cristo para "buscar a Cristo en los
hombres" (n.49). Así se concretiza su realidad de ser "tomado de
entre los hombres y constituido a favor de los hombres" (Heb 5,1).
La disponibilidad para la Iglesia universal dimana, por una
parte, de la misma naturaleza del sacerdocio ministerial. El
documento postsinodal cita y comenta "Presbyterorum Ordinis" n.10
y "Optatam totius" n.20, puesto que "cualquier ministerio
sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión
confiada por Cristo a los Apóstoles" (PO 10). Así, pues, "por la
19

naturaleza misma de su ministerio, deben estar llenos y animados


de un profundo espíritu misionero" (n.18). El sacerdocio de
Cristo, en su ser, en su misión y en su entrega, tiene las
características de universalismo. Esas mismas características han
pasado al sacerdocio participado por los Apóstoles y, por tanto,
por sus sucesores e inmediatos colaboradores (los presbíteros). No
es posible hacer recortes a lo que por su misma naturaleza es para
todos los redimidos.
Por otra parte, esta disponibilidad universal deriva también
del hecho de pertenecer a la Iglesia particular y al Presbiterio y
colaborar en la responsabilidad misionera del Obispo, siempre en
la línea de universalismo: "La pertenencia y dedicación a una
Iglesia particular no circunscriben la actividad y la vida del
presbítero, pues, dada la naturaleza de la Iglesia particular y
del ministerio sacerdotal, aquellas no pueden reducirse a
estrechos límites... (cita PO 10)... sino a la misión universal"
(n.32). La Iglesia particular es el eco y concretización de la
Iglesia universal, como corresponsable de la misma misión
universalista (cf. nn.31-32, 65, 74). El Obispo con su Presbiterio
es responsable de hacer efectiva esta misión, en la que deben
participar todos los componentes de la comunidad eclesial y, de
modo particular, los presbíteros como colaboradores necesarios de
los Obispos en el "servicio apostólico" (nn.4, 16-18, 31-32).14
Estas exigencias de la caridad pastoral, especialmente en
cuanto al seguimiento evangélico (ver arriba en el apartado 5) y a
la disponibilidad misionera universal, no deben considerarse como
un peso, sino como un compartir esponsalmente la misma vida de
Cristo Buen Pastor: "signo sacramental de Cristo" (n.16),
"representación sacramental de Jesucristo Cabeza y Pastor" (n.15),
para "revivir en su vida espiritual el amor de Cristo Esposo con
la Iglesia esposa" (n.22), "llamados a imitar y vivir su misma

14
La responsabilidad misionera se presenta también en el
contexto de la trilogía Iglesia misterio, comunión y misión,
relacionando los tres elementos: la Iglesia es misionera siendo
portadora de Cristo (misterio) como fraternidad imagen de la
Trinidad (comunión), que debe construir la comunión universal de
hermanos en Cristo. El sacerdote ministro sirve a esta Iglesia que
es, pues, misionera por su misma naturaleza. Cf. nn.12, 16, 59,
73.
20

caridad pastoral" (n.22), como "credibilidad de su testimonio del


Evangelio" (n.5). Las exigencias del hecho de ser "signo" y
"transparencia" de Cristo sólo se comprenden a partir de un
enamoramiento, como "partícipes de su amor" (n.70). "Por tanto,
los presbíteros son llamados a prolongar la presencia de Cristo,
único y supremo Pastor, siguiendo su estilo de vida y siendo como
una transparencia de el en medio del rebaño que les ha sido
confiado" (n.15).
"Pastores dabo vobis" es un documento muy rico en datos sobre
la espiritualidad sacerdotal. Este tema merecería un estudio
especial. Al tema de "la vida espiritual del sacerdote", la
exhortación postsinodal le dedica especialmente todo el capítulo
tercero: "El Espíritu del Señor está sobre mí" (Lc 4,18), la vida
espiritual del sacerdote. Es, pues, a partir de la consagración y
misión de Cristo que puede vislumbrarse todo el contenido de este
tema. Precisamente por ello, la vida espiritual se presenta como
"centro vital que unifica y vivifica su ser sacerdote y su ejercer
el sacerdocio" (n.45). Al señalar importancia y centralidad de la
vida espiritual, el documento deja entrever esta línea de fuerza
en todos y cada uno de los capítulos.15
La caridad pastoral, como quintaesencia de la espiritualidad
sacerdotal hay que estudiarla y vivirla según diversas
dimensiones, a las que hemos aludido sucintamente en este
apartado: Trinitaria, pneumatológica, cristológica, eclesiológica
y mariológica, contemplativa, misionera, antropológica...
La dimensión mariana de la espiritualidad sacerdotal es una
síntesis de las otras dimensiones. Como Madre de Cristo Sacerdote
y como figura de la Iglesia, modelo de fidelidad a la vocación,
ella está presente en todas las etapas del proceso vocacional
15
Ver un estudio más amplio en: Espiritualidad sacerdotal y
formación espiritual del sacerdote, en: Comentario a "Pastores
dabo vobis", Os daré pastores según mi corazón. Valencia, EDICEP
1992. Los estudios actuales sobre la espiritualidad sacerdotal
recogen estas líneas. Ver especialmente estas obras de conjunto:
AA.VV., Espiritualidad del Presbiterio, Madrid, EDICE 1987; AA.VV.
Espiritualidad sacerdotal, Congreso, Madrid, EDICE 1989. Recojo
bibliografía actual sobre cada tema en: Teología de la
espiritualidad sacerdotal, Madrid, BAC 1991. Estudios también de
contexto latinoamericano en: Signos del Buen Pastor,
espiritualidad y misión sacerdotal, Bogotá, CELAM 1991.
21

inicial y permanente: "Cada aspecto de la formación sacerdotal


puede referirse a María como la persona humana que mejor que nadie
ha correspondido a la vocación de Dios; que se ha hecho sierva y
discípula de la Palabra hasta concebir en su corazón y en su carne
al Verbo hecho hombre para darlo a la humanidad... Con su ejemplo
y mediante su intercesión, la Virgen santísima sigue vigilando el
desarrollo de las vocaciones y de la vida sacerdotal en la
Iglesia" (n.82).16
Para que "la nueva evangelización tenga en los sacerdotes sus
primeros nuevos evangelizadores" (n.2), urge construir la
fisonomía sacerdotal como imagen de Cristo buen Pastor. "Hoy, en
particular, la tarea pastoral prioritaria de la nueva
evangelización, que atañe a todo el Pueblo de Dios y pide un nuevo
ardor, nuevos métodos y una nueva expresión para el anuncio y el
testimonio del Evangelio, exige sacerdotes radical e integralmente
inmersos en el misterio de Cristo y capaces de realizar un nuevo
estilo de vida pastoral, marcado por la profunda comunión con el
Papa, con los Obispos y entre sí, y por una colaboración fecunda
con los fieles laicos" (n.18).17

16
El tema mariano queda intercalado en varios pasajes del
documento. Al hablar de la pastoral de las vocaciones (cap. IV),
se presenta a María como modelo de respuesta vocacional: "En
íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre ha sido la
criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque
nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor
inmenso de Dios" (n.36, citando la "proposición" 5). La Iglesia
pide vocaciones, reunida en Cenáculo con María (n.38). Durante la
formación inicial (cap. V), los candidatos viven en "confianza
filial" con María, entregada por Jesús "como madre al discípulo"
(n.45, citando OT 8).
El domento sinodal termina con una oración a María, que resume
todos sus títulos eclesiales y sacerdotales: "Madre de Jesucristo
y Madre de los sacerdotes... Madre de Cristo Sacerdote... Madre de
la Iglesia..., Reina de los Apóstoles"... (n.82).
17
La "nueva evnagelización" exige una renovación por parte de
los sacerdotes y, consecuentemente, debe llegar a redimensionar
todo el proceso de la formación sacerdotal. Ver: COMISION
EPISCOPAL CLERO, Sacerdotes para la nueva evangelización, Madrid
1990; CELAM, Nueva evangelizción, génesis y líneas de un proyecto
misionero, Bogotá 1990; J. ESQUERDA BIFET, Renovación eclesial y
espiritualidad misionera para una nueva evangelización,
"Seminarium" 31 (1991) n.1, 135-147.
22

7. Espiritualidad específica del sacerdote diocesano y del


sacerdote religioso en el Presbiterio de la Iglesia particular
Una lectura apresurada del documento puede dar la impresión
de preferencia por el "sacerdote diocesano", por el hecho de
referirse a él explícita y ampliamente en algunos apartados
(nn.17, 31-32, 68, 74). En realidad esta "preferencia" es una
impresión objetiva en cuanto que aclara realidades y conceptos que
hasta ahora no habían sido expuestos por los documentos
magisteriales de manera tan explícita. Era necesario hacer estas
aclaraciones para el bien de todos. Ya es interesante notar que el
documento hable de sacerdotes "diocesanos" y "religiosos", si usar
el término "secular".18
Hay que tener en cuenta (como hemos visto hasta ahora) que la
base fundamental del ser, del actuar y de la espiritualidad
sacerdotal, es común a diocesanos y religiosos. La configuración
con Cristo Sacerdote, Cabeza y Pastor, exige para todos el mismo
seguimiento radical (vida apostólica de los Doce), la misma
disponibilidad misionera (local y universal) y la misma vida de
"comunión" con los demás presbíteros del Presbiterio de la Iglesia
particular, cuya cabeza es el Obispo. Las exigencias de "vida
apostólica", al estilo de los Doce, son las mismas. La caridad
pastoral es la quintaesencia de la espiritualidad sacerdotal, sea
del sacerdote diocesano que del religioso.
Ahora bien, todas estas realidades de gracia quedan matizadas
por otras gracias, que podrían resumirse, para el sacerdote
"diocesano", en la "incardinación", como pertenencia especial a la
Iglesia particular y al Presbiterio, y como dependencia espiritual
y ministerial respecto al Obispo; todo ellos "como valor
espiritual del presbítero" (n.31).
18
Los documentos conciliares no usan el término "secular" para
el sacerdote, puesto que prefieren usar este término para la línea
"laical" (inserción en lo "secular"). El nuevo Código habla de
sacerdotes "seculares" (no dice "diocesanos"). Hay siempre un
campo de "secularidad" para todo sacerdote. Es cuestión de
terminología, que siempre hace referencia a un aspecto objetivo.
El documento postsinodal, siguiendo la línea de los documentos
conciliares, parte de realidades teológicas, sin excluir (aunque
no use) la terminología del Código. Sería un contrasentido querer
hacer de este hecho terminológico un caballo de batalla.
23

En cuanto al sacerdote "religioso" (o de instituciones


analógicas), estas realidades de gracia quedan matizas por el
"carisma fundacional", que se concreta en compromisos especiales
de seguimiento evangélico y en modos peculiares de vida
comunitaria y de misión. Ambos cleros pertenecen al Presbiterio
diocesano y dependen pastoralmente del carisma episcopal. También
dependen del Obispo respecto a la espiritualidad general cristiana
y sacerdotal. Los religiosos tendrán una cierta autonomía
(precisada por el derecho) respecto a la concretización del
carisma específico.19
Para el sacerdote diocesano todos estos hechos de gracia
(pertenencia permanente a la Iglesia particular y al Presbiterio,
relación especial con el Obispo, incardinación) serán como su
"carisma específico" y tendrán una aplicación especial: "En esta
perspectiva es necesario considerar como valor espiritual del
presbítero su pertenencia y su dedicación a la Iglesia particular,
lo cual no está motivado solamente por razones organizativas y
disciplinares; al contrario, la relación con el Obispo en el único
presbiterio, la coparticipación e su preocupación eclesial, la
dedicación al cuidado evangélico del Pueblo de Dios en las
condiciones concretas históricas y ambientales de la Iglesia
particular, son elementos de los que no se puede prescindir al
dibujar la configuración propia del sacerdote y de su vida

19
Hablar, pues, del sacerdote "diocesano" no significa
"reivindicación" ni exclusivimo. Tampoco sería justo calificar de
"religiosos" algunos elementos esenciales de vida sacerdotal (vida
comunitaria, contemplativa, de seguimiento evangélico y de misión
universal). Si el sacerdote "incardinado" (diocesano) no llega a
vivir su propia espiritualidad específica (de radicalismo
evangélico, de vida comunitaria y de misión), tampoco sabrá
apreciar los matices especiales de gracia de la vida religiosa
respecto al seguimiento evangélico, a la vida fraterna y a la
misión. Para el sacerdote incardinado, esta misma diocesaneidad es
el modo más auténtico de vivir su amor y sumisión al Sucesor de
Pedro. La pastoral vocacional no pude basarse en presentar la vida
religiosa como el único camino de seguimiento evangélico, como
tampoco se debe decir que el sacerdocio diocesano es el único
camino de caridad pastoral. Estas sensibilidades deben superarse
por la vivencia auténtica del propio carisma, que siempre es de
aprecio de los demás carismas. Pero será difícil superar un vacío
de siglos respecto a la "vida apostólia" en el Presbiterio...
24

espiritual. En este sentido, la 'incardinación' no se agota en su


vínculo puramente jurídico, sino que comporta también una serie de
actitudes y de opciones espirituales y pastorales, que contribuyen
a dar una fisonomía específica a la figura vocacional del
presbítero... Estar en una Iglesia particular constituye, por su
misma naturaleza, un elemento calificativo para vivir una
espiritualidad cristiana" (n.31). Estos hechos de gracia matizan
el modo de seguir a Cristo obediente, casto y pobre,
analógicamente a como el carisma fundacional y los compromisos
concretos (v.g. los votos) matizan el seguimiento evangélico de
los religiosos.
La espiritualidad del sacerdote religioso, con sus
características peculiares de un carisma fundacional, es un
estímulo y una riqueza imprescindible para la Iglesia particular y
para el Presbiterio; este sacerdocio expresado por la vida
"consagrada" pertenece a la herencia apostólica que todo sacerdote
(diocesano o religioso) debe custodiar. "El don de la vida
religiosa, en la comunidad diocesana, cuando va acompañado de
sincera estima y justo respeto de las particularidades de cada
Instituto y de cada espiritualidad tradicional, amplia el
horizonte cristiano y contribuye de diversa manera a enriquecer la
espiritualidad sacerdotal, sobre todo respecto a la correcta
relación y recíproco influjo entre los valores de la Iglesia
particular y los de la universalidad del Pueblo de Dios" (n.74;
cf. n.31).
Es importante notar que para todo sacerdote (diocesano y
religioso), las exigencias de seguimiento evangélico y de misión
(que son las mismas para ambos) se inspiran en el Buen Pastor y en
el seguimiento apostólico: "Mediante el sacerdocio del Obispo, el
sacerdocio de segundo orden se incorpora a la estructura
apostólica de la Iglesia. Así el presbítero, como los apóstoles,
hace de embajador de Cristo (cf. 2Cor 5,20). En esto se funda el
carácter misionero de todo sacerdote" (n.16).
La pertenencia a la Iglesia particular y al Presbiterio
concretiza la existencia sacerdotal, dentro de la línea de
sucesión apostólica. Para todo sacerdote, "el Presbiterio en su
verdad plena es un mysterium: es una realidad sobrenatural que
25

tiene su raíz en el sacramento del Orden" (n.74)20. Hay Iglesia


particular y Presbiterio donde hay un sucesor de los Apóstoles. El
servicio a la Iglesia misterio, comunión y misión tendrá, pues
estas connotaciones que indican, al mismo tiempo, comunión con el
sucesor de Pedro y apertura a la Iglesia universal.
"Concretamente, el sacerdote está llamado a madurar la conciencia
de ser miembro de la Iglesia particular en la que está
incardinado, o sea, incorporado con un vínculo a la vez jurídico,
espiritual y pastoral. Esta conciencia supone y desarrolla el amor
especial a la propia Iglesia. Ese es, en realidad, el objetivo
vivo y permanente de la caridad pastoral que debe acompañar la
vida del sacerdote y que lo lleva a compartir la historia o
experiencia de vida de esta Iglesia particular en sus valores y
debilidades, en sus dificultades y esperanzas, y a trabajar en
ella para su crecimiento. Sentirse, pues, enriquecidos por la
Iglesia particular y comprometidos activamente en su edificación,
prolongando cada sacerdote, y unido a los demás, aquella actividad
pastoral que ha distinguido a los hermanos que les han precedido"
(n.74).
La caridad pastoral queda, pues matizada con estas
circunstancias eclesiales de gracia: el aquí y el ahora de la
Iglesia particular, en la comunión y misión de la Iglesia
universal. Todo sacerdote está al servicio de toda la comunidad

20
El decreto conciliar "Presbyterorum Ordinis" calificar de
"fraternidad sacramental" (PO 8) la comunión en el Prebiterio, por
el hecho derivar del sacramento del Orden (LG 28). El contexto
conciliar indica también la "sacramentalidad" de signo eficaz, por
ser una concretización de la Iglesia "sacramento" (cf.LG 1; Jn
17,23; Puebla 663). El sacerdote es signo personal y comunitario
(siempre "sacramental") de Cristo Sacerdote, Cabeza y Buen Pastor.
En su visita al Pontificio Colegio Español de Roma (28 marzo
1992), dijo Juan Pablo II: "Debéis ser pastores de la unidad con
vuestro Obispo y en la unidad fraterna con el propio Prebiterio.
Vuestro ministerio sólo puede tener sentido en la vinculación
ontológica y sacramental de vuestro sacerdocio con el Obispo y con
vuestros hermanos sacerdotes... Por esto la comunión de cada
sacerdote con el Obispo y el propio Presbiterio diocesano debe ser
imagen del misterio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, para edificar así la comunidad eclesial y humana según el
mandato del amor" ("L'Osservatore Romano", 30-31 marzo 1992, pp.
14-15).
26

eclesial y es garante (con el Obispo) de una herencia de gracia


que enraíza con la tradición apostólica. El sacerdote
"incardinado", por el hecho de su pertenencia más permanente, es
el que debe apreciar, cuidar y armonizar con más atención todos
los carismas existentes en la Iglesia particular, sean de tipo
laical, de vida consagrada o de vida sacerdotal (cf.74). Es "la
genuina opción presbiteral de servicio a todo el Pueblo de Dios,
en la comunión fraterna del Presbiterio y en obediencia al Obispo"
(n.68).
El carisma episcopal, del que depende todo presbítero según
diversas modalidades (que hemos indicado sucintamente más arriba),
es imprescindible para hacer realidad la "vida apostólica" (vida
fraterna, seguimiento evangélico, disponibilidad misionera) en el
Presbiterio de la Iglesia particular (cf. CD 15-16; PO 7). "La
fisonomía del Presbiterio es la de una verdadera familia" (n.74;
cf. CD 28). Pero esto no será realidad mientras no actúe o no se
deje actuar el carisma de quien preside la Iglesia particular y su
Presbiterio. "Dentro de la comunión eclesial, el sacerdote está
llamado de modo particular, mediante su formación permanente, a
crecer en y por el propio Presbiterio unido al Obispo... La unidad
de los presbíteros con el Obispo y entre sí no es algo añadido
desde fuera a la naturaleza propia de su servicio, sino que
expresa su esencia como solicitud de Cristo Sacerdote por su
Pueblo congregado por la unidad de la Santísima Trinidad" (n.74).21
La vida comunitaria, según diversas posibilidades, es
esencial para la vida sacerdotal ("vida apostólica") en el
Presbiterio. Este debe ser siempre "una verdadera familia", que
"se concreta en las formas más variadas de ayuda mutua, no sólo
espirituales, sino también materiales". Y aunque esta fraternidad
"no excluye a nadie", no obstante "puede y debe tener sus
preferencias" o modalidades (n.74). Siempre es posible "la vida

21
En el documento postsinodal se acentúa esta actuación del
carisma episcopal en todas las etapas de la formación y de la vida
sacerdotal, tanto para la espiritualidad como para la pastoral y
las expresiones de vida práctica: nn.4, 28, 31, 35, 41, 50, 65,
74, 79, 80. Este tema es imprescindible para la buena marcha de
todas las orgnizaciones y servicios del Presbiterio: Seminario,
Consejo Presbiteral, formación permanente, convivencia sacerdotal
como familia de hermanos, etc.
27

común o fraterna entre los sacerdotes" (ibídem) o, como dice el


concilio, "alguna manera de vida común" o de tipo asociativo (PO
8). "Hay que recordar las diversas formas de vida común entre los
sacerdotes, siempre presentes en la historia de la Iglesia, aunque
con modalidades y compromisos diferentes" (n.81).22
El tema de la "soledad" (n.74) encuentra solución adecuada
(además de en la propia vida de relación personal con Cristo) en
la fraternidad del Presbiterio, e insta a "meditar sobre una
doctrina que el concilio Vaticano II había puesto nuevamente de
manifiesta: la doctrina de la realidad del Presbyterium (cf. LG
28; PO 7-8). Se invita a los Obispos y a los sacerdotes a que
vivan esta realidad que es fuente de una rica espiritualidad y de
una fecunda acción apostólica".23

8. Hacia un proyecto de vida sacerdotal en el Presbiterio de cada


Iglesia particular
El capítulo final (cap. V: formación permanente de los
sacerdotes), si se lee en el contexto de todo el documento, es la
parte que compromete más. Porque no se trata sólo de organizar

22
En diversos lugares del documento postsinodal se invita a
esta vida fraterna y comunitaria: nn.17, 29, 44, 50, 60, 73-74,
76-77, 81. Tanto para el seguimiento evangélico como para la vida
comunitaria, los sacerdotes que forman parte del mismo Presbiterio
pueden encontrar diversas posibilidades: iniciativa privada
(grupos, equipos, "cenáculos"), equipo de trabajo pastoral y vida
espiritual (v.g. arciprestazgos o decanatos), asociaciones
sacerdotales, asociaciones de vida apostólica, Institutos
seculares, Instituciones religiosas, etc. (nn.81, 31, 74). Que un
sacerdote sienta la llamada a vivir una de estas formas (aunque
sea sin incardinación a la diócesis), es una cosa normal (como en
cualquier otra institución); pero sería un contrasentido que, por
no encontrar el propio Presbiterio organizado, tuviera que entrar
en una organización para la cual no tiene vocación. En cuanto a
las "asociaciones" sacerdotales, hay que recordar que la "Unión
Apostólica" es un servicio de intercambio de experiencias de "vida
apostólica" en el Presbiterio, a partir de la iniciativa de los
mismos grupos o equipos de nivel territorial (pastoral) o de
amistad (revisión de vida, etc.).
23
Juan Pablo II, Discurso en la clausura del Sínodo Episcopal,
27 octubre 1990. No hay que olvidar la importancia de la propia
dirección espiritual (nn.40, 50, 81) como medio de santificación
sacerdotal.
28

unos cursos para ponerse al día, sino de estructurar toda la vida


del Presbiterio, de suerte que el sacerdote encuentre los medios
necesarios para vivir su identidad sacerdotal con todas las
exigencias de "vida apostólica" en el Presbiterio de la Iglesia
particular (según las diversas modalidades que ya hemos indicado:
diocesano, religioso, etc.).
Hay que elaborar "programas capaces de sostener... el
ministerio y vida sacerdotal" (n.3). Se trata de "programar y
llevar a cabo un plan de formación permanente, que responda de
modo adecuado a la grandeza del don de Dios y a la gravedad y
exigencias de nuestro tiempo" (n.78). En este campo "es
fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del
Presbiterio" (n.79). Las estructuras del Presbiterio deben
orientarse a una puesta en práctica de las orientaciones
conciliares y postconciliares. El documento postsinodal compromete
a todos. "Esta responsabilidad lleva al Obispo, en comunión con el
Presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces
de estructurar la formación permanente no como un mero episodio,
sino como una propuesta sistemática de contenidos, que se
desarrollo por etapas y tiene modalidades precisas" (n.79).24
La exhortación postsinodal es un texto que da las pautas
necesarias para estructurar el Presbiterio de la Iglesia
particular de acuerdo con la "vida apostólica". Los candidatos al
sacerdocio (diocesanos y religiosos) encuentran en él una
posibilidad de vivir el sacerdocio con generosidad evangélica.
Ahora ya pueden ver que es posible poner en práctica las
indicaciones del nuevo Código: "deben prepararse para una unión
fraterna con el Presbiterio diocesano, del cual serán miembros
para el servicio de la Iglesia" (can. 245, par. 2). Este
Presbiterio, al cual son invitados, ya existe en potencia...25
24
La participación del Obispo es vital, como compartiendo la
misma vida y la misma suerte de su Presbitetio. "El Obispo vivirá
su responsabilidad no sólo asegurando a su Presbiterio lugares y
momentos de formación permanente, sino haciéndose personalmente
presente y participando en ellos convencido y de modo cordial"
(n.79; cf. CD 15-17.28; PO 7).
25
Hay que reconocer que la "vida apostólica" en el Presbiterio
(para el clero diocesano), salvo casos individuales y de algunos
grupos excepcionales, tiene un vacío de siglos. La doctrina
29

"Pastores dabo vobis" pertenece a un hecho de gracia, que


aflora principalmente en las indicaciones del Vaticano II y de los
documentos postconciliares, y que recoge un despertar sacerdotal
anterior, especialmente a partir de San Pío X ("Haerent animo").
Este hecho necesita encontrar los santos sacerdotes del
postconcilio. Se han dado grandes pasos que preanuncian un
resurgir en las nuevas generaciones sacerdotales.26
Los números 80-81 de "Pastores dabo vobis" indican unas
pautas generales sobre los momentos, las formas y los medios de la
formación sacerdotal permanente en el sentido indicado de proyecto
global de vida. Se podrán indicar pautas para los cuatro niveles:
humano, espiritual, intelectual (nn.71-72). Pero debe quedar claro
que se trata de toda la vida sacerdotal en el Presbiterio. La
formación permanente tiene esta finalidad: "Debe ser más bien el
mantener vivo un proceso general e integral de continua
maduración, mediante la profundización, tanto de los diversos
aspectos de la formación -humana, espiritual, intelectual y
pastoral-, como de su específica orientación vital e íntima, a
partir de la caridad pastoral y en relación a ella" (n.71).
Las pautas de este "proyecto" (que podría llamarse
"Directorio") no serán nuevas obligaciones, sino indicaciones que
eclesial se ha mantenido gracias al magisterio y a la vida de
santos sacerdotes. Llevar a término esta empresa supondrá crear
mentalidad y buscar pautas concretas. Probablemente será cuestión
de muchos años y de grandes sacrificios, para arrinconar hábitos
"legitimados", privilegios y derechos adquiridos. También en
algunas instituciones religiosas o análogas la "vida apostólica"
ha quedado anquilosada, olvidando la vitalidad del carisma
fundacional o dándose a una problemática al margen de los
criterios evangélicos y eclesiales. Por esto la crisis sacerdotal
ha sido común (con las mismas proporciones) para el clero
diocesano y religioso.
26
Ver este tesoro documental en: El sacerdocio hoy, documentos
del magisterio eclesiástico, Madrid, BAC 1985. A mi entender, el
paso actual, salvando las diferencias, se podría comparar al paso
trascendental de Trento respecto al los Seminarios, a la vida
sacerdotal y al ministerio episcopal. Entonces se fue aplicando el
concilio gracias a santos sacerdotes del postconcilio (San Carlos
Borromeo, San Juan de Avila, San Juan de Ribera, San Ignacio de
Loyola, San Juan Eudes, San Vicente de Paul, San Gregorio
Barbarigo, etc.). ¿Estamos hoy preparados para poner en práctica
la "Pastores daboo vobis"?
30

recojan todo lo contenido en el concilio y postconcilio, para que


el sacerdote pueda "desempeñar su función en el espíritu y según
el estilo de vida de Jesús Buen Pastor" (n.73). Es la respuesta a
"un sígueme que acompaña toda la vida" (n.70).27
Esta tarea es posible. La llamada del Espíritu Santo a la
Iglesia de hoy va unida a su presencia activa. La caridad
pastoral, con todas sus consecuencias de "vida apostólica" en el
Presbiterio, comienza a ser una realidad. El documento postsinodal
parte de una actitud de fe y de esperanza: "Nuestra fe nos revela
la presencia operante del Espíritu de Cristo en nuestro ser, en
nuestro actuar y en nuestro vivir" (n.33). "El Sínodo... es
consciente de la acción constante del Espíritu Santo en la
Iglesia"(son palabras que hace suyas el Papa: n.1).
La invitación de Juan Pablo II indica las pistas de un
"Cenáculo" permanente, en el que, gracias a la presencia activa de
María, "Madre de los sacerdotes" y "Reina de los Apóstoles", tenga
lugar "una extraordinaria efusión del Espíritu de Pentecostés...
La Iglesia está dispuesta a responder a esta gracia" (n.82).

27
Se podrían delinear las pistas de los cuatro niveles
indicados (humano, espiritual, intelectual, pastoral) o trazar
unas líneas de vida personal (contemplación, estudio, vida
sacramental, seguimiento evangélico, dirección espiritual, medios
concretos...), vida comunitaria (equipo de revisión de vida,
convivencia, solidaridad, ayuda mutua en todos los niveles...),
vida pastoral (equipo apostólico, pastoral de conjunto en el campo
profético-litúrgico-caritativo...), etc. También podría
especificarse un "Directorio" o proyecto sacerdotal a partir de
actitudes: actitud relacional con Cristo, actitud de seguimiento
evangélico, actitud de comunión y fraternidad, actitud de misión.

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