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Nación

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Este aviso fue puesto el 17 de septiembre de 2017.


Para una lista de periódicos con este nombre, véase La Nación.
La palabra nación tiene dos acepciones: la nación política, en el ámbito jurídico-político,
es un sujeto político en el que reside la soberanía constituyente de un Estado; la nación
cultural, concepto socio-ideológico más subjetivo y ambiguo que el anterior, se puede
definir a grandes rasgos como una comunidad humana con ciertas
características culturales comunes, a las que dota de un sentido ético-político. En sentido
lato, nación se emplea con variados significados: Estado, país, territorio o habitantes de
ellos, etnia, pueblo y otros. Este concepto ha sido definido de muy diferentes maneras por
los estudiosos en esta cuestión sin que se haya llegado a un consenso al respecto.1
Anthony D. Smith define la nación de la siguiente forma: «una comunidad humana con
nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de
antepasados, que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura
compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites».2 Según Benedict
Anderson, una nación es «una comunidad política imaginada como inherentemente
limitada y soberana».3 Roberto Augusto afirma que «una "nación" es lo que los
nacionalistas creen que es una "nación"», porque ese concepto «no significa nada fuera de
la teoría que lo ha creado para sus propósitos».4 Ernest Gellner da dos definiciones de
este concepto, que califica de provisionales e insuficientes:
A. Dos personas son de la misma nación si comparten la misma cultura, entendiendo por
cultura un sistema de ideas y signos, de asociaciones y de pautas de conducta y
comunicación.
B. Dos personas son de la misma nación siempre y cuando se reconocen como
pertenecientes a esa misma nación.
En otras palabras, las naciones hacen a la persona; las naciones son los constructos de
las convicciones, fidelidades y solidaridades de las personas. Una simple categoría de
individuos (por ejemplo, los ocupantes de un territorio determinado o los hablantes de un
lenguaje dado) llegan a ser una nación y cuando los miembros de la categoría se
reconocen mutua y firmemente ciertos deberes y derechos en virtud de su común calidad
de miembros. Es ese reconocimiento del prójimo como individuo de su clase lo que los
convierte en nación, y no los demás atributos comunes, cualesquiera que puedan ser, que
distinguen a esa categoría de los no miembros de ella.5
Para Eric Hobsbawm no son las naciones las que crean el nacionalismo, sino a la inversa,
es el nacionalismo quien inventa la nación.6

Índice
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 1Nación política
 2Nación cultural
o 2.1La nación cultural y el Estado
o 2.2La nación cultural y la religión
 3Otros usos
 4Historia
o 4.1Etimología
o 4.2Antecedentes
o 4.3La nación liberal
o 4.4La nación romántica
o 4.5El Estado-nación
o 4.6La nación socialista
o 4.7La nación fascista y nacional-socialista
o 4.8La nación poscolonial africana y asiática
 5Nación en España
o 5.1Constitución de 1978
 6Nación en América
 7Véase también
 8Notas
 9Bibliografía
o 9.1Consultada
o 9.2Otra
 10Enlaces externos

Nación política[editar]
La nación política es el titular de la soberanía cuyo ejercicio afecta a la implantación de las
normas fundamentales que regirán el funcionamiento del Estado. Es decir, aquellas que
están en la cúspide del ordenamiento jurídico y de las cuales emanan todas las demás.
Han sido objeto de debate desde la Revolución francesa hasta nuestros días las
diferencias y semejanzas entre los conceptos de nación política y pueblo, y por
consiguiente entre soberanía nacional y soberanía popular. Las discusiones han girado,
entre otras cosas, en torno a la titularidad de la soberanía, a su ejercicio, y a los efectos
resultantes de ellos.
Una distinción clásica, con respecto a la mencionada Revolución, ejemplifica en
la Constitución de 1791 la soberanía nacional, ejercida por un parlamento elegido
por sufragio censitario (visión conservadora), y la soberanía popular en la Constitución de
1793, en la que el pueblo es entendido como conjunto de individuos, lo que conduciría a
la democracia directa o el sufragio universal (visión revolucionaria). Sin embargo, estos
significados ya se difuminaron en la misma época revolucionaria, en la que varios autores
emplearon los términos de otra forma. Según Guillaume Bacot7 las diferencias fueron
prácticamente terminológicas y desde 1789 a 1794 hubo en el fondo un mismo concepto
revolucionario de soberanía.
En 1789 el abate Sieyès usó, con un fuerte carácter socio-
económico, nación y pueblo como sinónimos. Pero poco después modificó su significado,
estableciendo una diferencia fundamental para su idea de la soberanía y del Estado
constitucional. Concibió entonces la nación como propia del Derecho natural, anterior al
Estado (Derecho positivo), y al pueblo como determinado a posteriori. En síntesis, para
Sièyes la nación es titular de la soberanía, ésta se ejerce mediante el poder constituyente,
y después, tras el "establecimiento público" (Constitución), quedaría definido el pueblo
como titular del poder constituido. Así pues, el pueblo sería para el abate la nación
jurídicamente organizada.
Nicolas de Condorcet sólo emplea el término pueblo, pero coincide con Sièyes al hacer
énfasis en la distinción entre poder constituyente y poder constituido como base para el
buen funcionamiento del Estado liberal y democrático.
Para estos dos autores, el papel del titular de la soberanía (llámese nación o pueblo) se
agota tras el ejercicio del poder constituyente. Tan sólo quedaría, en estado latente, como
"recordatorio" del fundamento del Estado, y podría manifestarse excepcionalmente para
rebelarse contra la opresión de una eventual tiranía.
De los mencionados argumentos de Sieyès y Condorcet se deriva una idea básica
respecto al Estado constitucional, que perdura hasta hoy, según la cual, como señalan, por
ejemplo, Martin Kriele e Ignacio de Otto, en dicho Estado no hay soberano. Esto se basa
en que si consideramos la soberanía como summa potestas o poder ilimitado (y por tanto
con facultad para crear leyes sin ningún freno a priori), ello es incompatible con la
existencia de una norma fundamental que establezca su supremacía. Otros autores8
sostienen que el proclamar la soberanía nacional tiene por objetivo propugnar o establecer
una estructura constitucional propia del Estado liberal de Derecho: al atribuir la titularidad
(que no el ejercicio) de la soberanía a un ente unitario y abstracto, se proclaman como no
originarios los órganos estatales, evitando que cualquiera de ellos reclame para sí poderes
que considere anteriores a la Constitución, lo que además favorece la articulación
policéntrica de dichos órganos (pues ninguno prevalecería sobre los demás).
Internacionalmente hablando, la nación no es sujeto de Derecho, característica que sí
posee el Estado.

Nación cultural[editar]
Este artículo o sección necesita referencias que aparezcan en una publicación
acreditada.
Este aviso fue puesto el 25 de septiembre de 2012.

El concepto de nación cultural es uno de los que mayores problemas ha planteado y


plantea a las ciencias sociales, pues no hay unanimidad a la hora de definirlo. Un punto
básico de acuerdo sería que los miembros de la nación cultural tienen conciencia de
constituir un cuerpo ético-político diferenciado debido a que comparten unas determinadas
características culturales. Estas pueden ser la lengua, religión, tradición o historia común,
todo lo cual puede estar asumido como una cultura distintiva, formada históricamente.
Algunos teóricos[cita requerida] añaden también el requisito del asentamiento en un territorio
determinado.
El concepto de nación cultural suele estar acoplado a una doctrina histórica que parte de
que todos los humanos se dividen en grupos llamados naciones. En este sentido, se trata
de una doctrina ética y filosófica que sirve como punto de partida para la ideología
del nacionalismo. Los (co)nacionales(n1) (miembros de la nación) se distinguen por una
identidad común y generalmente por un mismo origen en el sentido de ancestros comunes
y parentesco.
La identidad nacional se refiere especialmente a la distinción de características específicas
de un grupo. Para esto, muy diferentes criterios se utilizan, con muy diferentes
aplicaciones. De esta manera, pequeñas diferencias en la pronunciación o diferentes
dialectos pueden ser suficientes para categorizar a alguien como miembro de una nación
diferente a la propia. Asimismo, diferentes personas pueden contar con personalidades y
creencia distintas o también vivir en lugares geográficamente diferentes y hablar idiomas
distintos y aun así verse como miembros de una misma nación. También se encuentran
casos en los que un grupo de personas se define como una nación más que por las
características que comparten por aquéllas de las que carecen o que conjuntamente no
desean, convirtiéndose el sentido de nación en una defensa en contra de grupos externos,
aunque éstos pudieran parecer más cercanos ideológica y étnicamente, así como en
cuestiones de origen (un ejemplo en esta dirección sería el de "Nación por Deseo"
(Willensnation), que se encuentra en Suiza y que parte de sentimientos de identidad y una
historia común).
Básicamente existen dos tipos de nacionalismos:
- El nacionalismo liberal o "voluntarista" tuvo como máximo de defensor al filósofo y
revolucionario italiano Giuseppe Mazzini (1805-1872), se desarrolló en Italia y Francia,
muy influido por las ideas de la Ilustración. Mazzini consideraba que una nación surge de
la voluntad de los individuos que la componen y el compromiso que estos adquieren de
convivir y ser regidos por unas instituciones comunes. Es pues, la persona quien de forma
subjetiva e individual decide formar parte de una determinada unidad política a través de
un compromiso o pacto. Según este tipo de nacionalismo, cualquier colectividad humana
es susceptible de convertirse en nación por deseo propio, bien separándose de un estado
ya existente, bien constituyendo una nueva realidad mediante la libre elección. La
nacionalidad de un individuo estaría por lo tanto sujeta a su exclusivo deseo.
- El nacionalismo conservador u "orgánico" tuvo como máximos defensores
a Herder y Fichte ("Discursos a la nación alemana", 1808), y fue defendido por la mayoría
de los protagonistas de la unificación alemana. Según este punto de vista, la nación es un
órgano vivo que presenta unos rasgos externos hereditarios, expresados en una lengua,
una cultura, un territorio y unas tradiciones comunes, madurados a lo largo de un largo
proceso histórico. La nación poseería entonces una existencia objetiva que estaría por
encima del deseo particular de los individuos que la forman, es decir, quien pertenece a
ella lo hace de por vida, independentemente del lugar donde se encuentre. Por lo tanto,
esta visión de nacionalismo sería como una especie de "carga genética" a la que no es
posible sustraerse mediante la voluntad.
La nación cultural y el Estado[editar]
Un Estado que se identifica explícitamente como hogar de una nación cultural específica
es un Estado-nación. Muchos de los Estados modernos están en esta categoría o intentan
legitimarse de esta forma, aunque haya disputas o contradicciones en esto. Por ello es que
en el uso común los términos de nación, país, tierra y Estado se suelan usar casi como
sinónimos.
Interpretaciones del concepto de nación cultural únicamente por razón de etnia o "raza"
llevan también a diversas naciones sin territorio como la nación gitana o la nación negra en
los EE. UU. (pese a que los últimos, de origen, pertenecerían a diferentes naciones
africanas, así como existen diferentes "naciones blancas"). Según este punto de vista, sin
embargo, queda claro que una nación cultural no necesita ser explícitamente un Estado
independiente y que no todos los Estados independientes son naciones culturales, sino
que muchos simplemente son uniones administrativas de diferentes naciones culturales o
pueblos, en ocasiones parte de naciones geográficamente más grandes. Algunas de estas
uniones se ven, a sí mismas como naciones culturales, o intentan crear un sentimiento o
historia nacional de legitimación.
Otro ejemplo de nación cultural sin Estado propio es el del pueblo judío antes de la
aparición del Estado de Israel o el del pueblo palestino, cuyos miembros se encuentran en
diferentes países, pero con un origen común, según el sentido de la diáspora. También se
encuentran pueblos como los kurdos o los asirios, que se describen como naciones
culturales sin Estado. Igualmente se puede ver a Estados
como Bélgica (valones y flamencos), Canadá (la provincia francófona de Québec, ante la
mayoría anglófona del resto de las provincias) o Nueva Zelanda (los maorí) como
compuestos por varias naciones culturales. En España se encuentra esto también,
partiendo especialmente de diversificaciones lingüísticas. No obstante, hay que tener en
cuenta que, aunque común, es erróneo identificar por principio comunidad lingüística con
nación cultural, por lo que las naciones culturales en España, como la vasca, gallega o la
catalana, no sólo parten de su diferenciación lingüística, sino también de otros aspectos
culturales comunes en tales naciones como sus tradiciones y su historia, motivo por el cual
fueron acuñadas como "nacionalidades históricas de España" en la Constitución Española
de 1978 (para identificar una realidad nacional propia y diferenciada del resto del Estado o
Nación-Estado). El hecho de que ciertas corrientes políticas identifiquen una comunidad
lingüística como nación, así como que otras corrientes políticas no identifiquen una
nacionalidad histórica como nación, es objeto de estudio como fenómeno político–
ideológico, pero no necesariamente sociológico.
La nación cultural y la religión[editar]
El concepto de nación cultural cambia, si para definir a la nación se da mayor relevancia a
la religión. El Estado alemán, en este sentido, tradicionalmente se divide
en católicos y luteranos (religión dada originalmente, de acuerdo a la religión del señor
feudal: cuius regio, eius religio), de facto en más. El Estado español, así como el Italiano,
por ejemplo, tradicionalmente no se subdivide entonces. La interpretación de nación
cultural por base religiosa tuvo una mínima importancia en la formación de los Estados
europeos (por formarse las bases de los Estados antes de la aparición del concepto de
nación); éstos ven muchas veces su origen especialmente en las divisiones dadas
tras Carlomagno y en las divisiones romanas clásicas, cuando la religión no tomaba un
papel para ello (la cristianización de la Germania y Alemania no era total en esas fechas e
incluso Carlomagno se dejó bautizar muy tarde) o era clara (en el Imperio Romano tardío,
la religión oficial era la católica). El caso de España, por ejemplo, es más complejo, pues
apareció básicamente en lo que era la Hispania romana, pero tomando la religión un
carácter especial, que se encuentra en el concepto de la Reconquista del Emirato de
Córdoba. A diferencia de en Europa Central, donde apareció tras la caída del Imperio
romano un Estado supranacional (el Imperio Franco) que se dividió a grandes rasgos de
manera tal que aparecieran las futuras naciones, en España aparecieron señoríos y reinos
diferentes que más adelante se unificaron bajo el concepto del Reino de España y
del Rey español). Sin embargo, la religión toma un papel muy diferente en la aparición de
los Estados-Nación de África del Norte y del concepto de nación de Medio Oriente y
del Islam. En estos países, el Estado suele estar íntimamente relacionado con la religión y
los miembros de estos países suelen verse como parte de una nación islámica, en muchas
ocasiones, por sobre diferencias étnicas o lingüísticas, también de origen histórico de
grupos especiales (excepción suele ser hasta cierto grado Irán, que suele basar su sentido
nacional en el origen persa, así como se suele excluir a Turquíapor su origen otomano,
cuyo imperio dominó el Medio Oriente y al cual se suele ver como una razón de
inestabilidad actual).
Igualmente se puede encontrar el pueblo judío, que se ve como nación especialmente con
base en la religión común, con o sin la existencia de un Estado propio (que actualmente
es Israel).

Otros usos[editar]
Además de los dos usos rigurosos de nación antes expuestos, existen otros latos, y
algunos de ellos son muy frecuentes en el lenguaje coloquial y en el periodístico.
En ocasiones el término nación (política) se equipara, por extensión, a Estado, incluso
cuando éste no es democrático. Así, por ejemplo, la llamada Organización de las Naciones
Unidas en puridad hace referencia a Estados. También se emplea como territorio, país, o
«conjunto de los habitantes de un país regido por el mismo gobierno».9
El vocablo nación se encuentra también como sinónimo de grupo étnico, cultural o
lingüístico, pero desprovisto del sentido ético-político que caracteriza a la definición estricta
de nación cultural. En este sentido puede coincidir con alguno de los usos de la palabra
que se daban antes del surgimiento del concepto de nación cultural a principios del siglo
XIX. En tal caso, su aplicación como concepto histórico a dichos grupos anteriores a las
mencionadas fechas sí sería ajustado.

Historia[editar]
El concepto de nación (tanto política como cultural) tal como lo entendemos hoy, es decir,
con su intrínseco componente político, no surge hasta fines del siglo XVIII, coincidiendo
con el fin del Antiguo Régimen y el inicio de la Edad Contemporánea. Es entonces cuando
se elaboran las primeras formulaciones teóricas sólidas de la nación y su plasmación en
movimientos políticos concretos. Es decir, las obras de los ilustrados de fines del s. XVIII y
las Revoluciones Americana y Francesa. Desde entonces los dos tipos de nación han ido
evolucionado entrelazadamente hasta hoy. Sin embargo el término, de origen latino, existió
antes, con otros significados.
Etimología[editar]
La palabra nación proviene del latín nātio (derivado de nāscor, nacer), que podía
significar nacimiento, pueblo (en sentido étnico), especie o clase.10 Escribía, por
ejemplo, Varrón (116-27 a. C.): Europae loca multae incolunt nationes ("Son muchas las
naciones que habitan los diversos lugares de Europa").11 En los escritos latinos clásicos se
contraponían las nationes (bárbaros no integrados en el Imperio) a la civilitas (ciudadanía)
romana. Dice Cicerón: Todas las naciones pueden ser sometidas a servidumbre, nuestra
ciudad no.12
En la Edad Media y Moderna el término se continuó empleando en sentido étnico, al
margen de que ahora las naciones estuvieran integradas en diversas entidades políticas
como Reinos e Imperios. También se usaba para designar a grupos de personas según su
procedencia, siguiendo un criterio muy variable (a veces simplemente geográfico), con el
fin de distinguir a unos de otros.
En el año 968, el obispo Liutprando de Cremona, en enfrentamiento con el emperador
bizantino Nicéforo II en pos del patrón Otón I, emperador del Sacro Imperio Romano,
declara en su crónica: «lo que dices que pertenece a tu Imperio, pertenece, como lo
demuestran la nacionalidad y el idioma de la gente, al Reino de Italia».13
En las universidades medievales, cuya lengua académica era el latín, los estudiantes
(provenientes de toda Europa) solían agruparse en naciones, en función de su lengua
materna vernácula o su lugar de nacimiento. En 1383 y 1384, mientras estudiaba teología
en París, Jean Gerson fue electo dos veces procurador de la nación francesa (esto es, de
los estudiantes francófonos de la Universidad). La división en París de estudiantes
en naciones fue adoptada por la Universidad de Praga, donde desde su apertura en 1349
el Studium Generale se dividió entre bohemios, bávaros, sajones y en diversas naciones.
En los grandes mercados de la Edad Media los comerciantes se reunían en naciones,
identificándose así el origen de los productos en venta.
Antecedentes[editar]
Existen antecedentes de la nación a los que se ha otorgado diversa importancia en función
del punto de vista del investigador.
Algunos autores han tratado de buscar unos fundamentos antropológicos primigenios de la
nación cultural, que son inciertos, y las disputas en cuanto a ellos conforman un capítulo
importante de la teoría del nacionalismo. Existen teorías biológicas de sus orígenes que
ven al humano como animal territorial y a la nación como a un territorio en este sentido.
Sin embargo, la mayoría de los teóricos rechazan esta teoría por simplista y tratan a las
naciones como a una agrupación social humana relativamente nueva. El filósofo Avishai
Margalit en La Ética de la Memoria (2002) discute el papel principal de la memoria en
formar naciones: "Una nación", dice acérbicamente, "se ha definido como una sociedad
que alimenta un embuste sobre los ancestros y comparte un odio común por los vecinos.
Por lo tanto, la necesidad de mantener una nación se basa en memorias falsas y el odio a
todo aquél que no lo comparte."
Históricamente hablando, la tardía aparición de la nación se explica por la existencia de
elementos de cohesión infra-estatales y supra-estatales entre las gentes. De los primeros,
por ejemplo, la ciudad-estado, el feudo o la secta. Entre los segundos, la persecución de
un ideal común por encima de entidades políticas separadas. Hasta el siglo XV este ideal
fue el Estado universal y su más importante materialización el Imperio romano, cuyo influjo
se mostró en la Edad Media en los conceptos de Sacro Imperio
Romano (Carolingio y Germánico) y de Res publica christiana("república" o "comunidad
cristiana").
Un síntoma de formación entre ciertas élites culturales del concepto de nación es la
evolución en ellas de la idea de civilización, que pasará progresivamente de tener carácter
de norma cultural universal a vincularse fuertemente a un Estado determinado. En la Edad
Media se consideraba que existía una sola civilización unida básicamente por una religión
y una lengua culta común (p.ej. Cristianismo y latín, Islam y árabe, etc.). Lo mismo ocurría
en el Renacimiento respecto al saber clásico greco-romano. Poco después se tomaba a
Francia como modelo cultural válido para toda Europa. Pero todo esto empezará a cambiar
a partir de finales del siglo XVIII, cuando de la mano de intelectuales y literatos surge un
concepto de civilización ligado a las características culturales preponderantes de un
Estado en particular. Así, por ejemplo, se hace hincapié en el conocimiento y desarrollo de
la lengua madre vernácula como aquella en la que todo individuo debería ser instruido
para alcanzar una formación plena.

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