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- Del Aguila (2010, p.8) propone entender el Perú decimonónico como una “República
corporativa” debido a que persistían estructurales virreinales en la conformación de la república
y a que la concepción organicista –un cuerpo dividido en partes que sumado otorga sentido al
todo- continuaba determinando las políticas de esta.
- El criterio original para incluir a los ciudadanos en los censos electorales fue el económico (Del
Aguila, 2010, p. 16): la posesión de determinado nivel de propiedades económicas o materiales.
- En América Latina, el vínculo entre los derechos ciudadanos y de elección con la población tiene
una raíz gaditana: “la idea de capacidad racional se traducía no en incluir un reducido número
de electores entre los funcionarios o profesionales del país (como en Francia), sino en la
incorporación de la condición de letrado para sufragar” (p. 18); ello aun cuando en la
Constitución de Cádiz, el saber leer y escribir era una condición para los que sufragarían recién
a partir de 1830, por lo que en la práctica el proceso electoral para las Cortes Ordinarias no
exigieron tal condición.
- Basta echar una mirada a los altos mandos peruanos en el bando patriota. La gran mayoría se
habían convertido a la causa independentista pocos meses antes de la proclamación en Lima.
Este fue el caso de José de La Mar (nacido en Cuenca), Agustín Gamarra, Antonio Gutiérrez de
la Fuente, entre otros. Pero no sólo la elite social y los oficiales mostraron esa actitud
inicialmente poco comprometida frente al proyecto de independencia. Otro intelectual de la
época, Manuel Lorenzo de Vidaurre, no abandonó sus posiciones fidelistas sino hasta 1823
cuando, invitado por Bolívar a colaborar con él en el Perú, abjuró de sus lealtad monárquica en
una carta dirigida a Fernando VII desde Estados Unidos. Se encontraba de camino a España,
donde le esperaba un puesto en la administración (p. 31).
- La suspicacia particular sobre ellos radicaba en la identificación entre el poder español y la clase
alta de la antigua capital del virreinato peruano. Ciertamente, los lazos de familia y, en general,
conexiones sociales, hacían difícil separar sin más a los criollos de la elite de los españoles
peninsulares afincados allí. (p. 32)
-
- La población de españoles en la capital hacia fines del s. XVIII representaban el 36% del total,
proporción que no era superada en otra ciudad, aun cuando congregaran mayor cantidad de
españoles como Arequipa o Cusco (Del Aguila, 2000, p. 34).
De igual forma, el componente indígena había disminuido y aumentado los negros. En 1790, los
primeros representaban solo el 8.2% de la población de Lima; mientras los segundos eran los
más numerosos, aproximadamente según Marcel Velásquez (2005, p. 45), constituían ellos el
46% de la población total.
- Hacia 1812, la población de la Intendencia de Lima ascendió a 154,944. En 1813, sin embargo,
la población era de aproximadamente 56, 282 (Del Águila, 2002, p. 34)
- Según los censos de 1791 y 1827, en todo el país habría habido un crecimiento moderado del
0.56% anual, pasando 1´239,197 a 1´516,693 habitantes. Sin duda, ello fue posible porque, a
diferencia de Venezuela (Nueva Granada en general) y otros países del continente, en el Perú
no se libró una “guerra a muerte”, radical y extendida (Del Aguila, 2000, p. 35).
- Entre 1816 y 1821, el trigo sufrió en Lima un alza del 1,200% (Sánchez, 2001: 249), lo que,
obviamente, tuvo efectos negativos sobre la salud y bienestar de la población.
- Las epidemias acaecidas en el virreinato peruano tuvieron terribles efectos, sobre todo por la
precaria situación sanitaria y alimenticia, y por las pésimas condiciones de muchos
asentamientos militares. En 1821, el cólera causó la muerte de al menos 1,500 soldados
realistas acantonados en Lima, a lo cual se agrega un temblor ocurrido en Arequipa el 10 de
julio de 1821 que se sintió hasta la capital; por todo ello, San Martín decidió no tomar por la
fuerza la ciudad de Lima convencido de que entraba a una ciudad desabastecida y en crisis.
(Del Aguila, 2000, p. 36)
- De los ricos comerciantes de Lima, la mayoría españoles, sólo 17 miembros del Tribunal de
Consulado firmaron el Acta de independencia, huyendo 43 a las dos semanas de hecha la
proclamación. De la Real Audiencia, sólo uno firmó, mientras seis se negaron a firmar, pero
lograron obtener el permiso de San Martín para permanecer en la ciudad. Sin embargo, otros
siete sí tuvieron que migrar (Rizo Patrón, 2001: 414).
- Hubo una situación dramática de los españoles radicados en Lima y de un sector de los
criollos. Al poco tiempo de declarada la independencia, por ejemplo, 43 de los 64 miembros
del Consulado y casi la mitad de la nobleza huyo del Perú (Del Aguila, 2000, p. 38).