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Introducción a las Técnicas

de la Terapia Gestáltica (del libro la vieja y


novísima Gestalt de Claudio naranjo)
Las técnicas de la terapia gestáltica son muchas y cubren un amplio
espectro de conductas —verbales y no verbales, estructuradas y
no estructuradas, introspectivas e interpersonales, dirigidas hacia
adentro y hacia afuera, simbólicas y no simbólicas. Algunas de estas
técnicas no son exclusivas de la terapia gestáltica.

La peculiaridad de la terapia gestáltica no yace a un nivel molecular


de componentes técnicos elementales ni a un nivel molar
de actitud, sino que a un nivel intermedio donde una actitud da
forma al material técnico.

A un nivel técnico, la terapia gestáltica es sobre todo una síntesis.


Lo típico de ella es el particular “giro” dado a antiguas formas, el
lugar y significado que cada una de éstas ha tomado en el contexto
de las demás, el sentido orgánico con el cual el terapeuta se mueve
de una a otra manteniendo su atención más bien sobre algún asunto
que sobre alguna fórmula.

Durante su vida, Perls incrementó su repertorio con cualquier cosa


que le sirviera a su objetivo de convertir a sus pacientes en personas
más conscientes y responsables.

De la asociación libre conservó la idea de la atención permanente,


que vemos en el continuum de la atención, trasladando,
sin embargo, su interés desde el contenido a la forma; de Reich
tomó su comprensión de la defensa como un evento motor y su
reconocimiento de la importancia de la expresión; de la “tiranía de
los debiera” de Karen Horney, posiblemente derivó, con el paso del
tiempo, la personificación del “mandón”1; del sicodrama, la actuación
de conflictos; de la dianética, la reactuación de episodios traumáticos
y las técnicas de repetición de oraciones; del budismo Zen, la regla
de minimizar la intelectualización, y así sucesivamente.

Prácticamente todas las técnicas de la terapia gestáltica podrían


ser consideradas como una corporeizarían particularizada de la
amplia prescripción: “percátate”.

Del mismo modo, podemos ver a casi todas las técnicas de


la terapia gestáltica como la cristalización particular de la prescripción:
“hazte responsable, vivénciate como el agente de tus
acciones, vivénciate”.
Esta prescripción, a su vez, es una expresión de la creencia del terapeuta de
que únicamente cuando somos lo que somos, podemos decir que estamos
viviendo; que con el solo hecho de comenzar a ser nosotros mismos vamos a
encontrar una realización mayor que aquella producida por la satisfacción de
cualquier deseo en particular.

En cierto sentido, estamos “vivenciando” algo todo el tiempo. Sin


embargo, estamos en un pobre contacto con nuestras experiencias,
apenas medio despiertos a la realidad. En ese sentido, podemos decir
que no estamos verdaderamente vivenciando.

El ansia de vivenciar es parte de toda vida. Sin embargo, a menudo


esto toma la forma de un deseo de seguir adelante, cada vez más,
hacia otras experiencias que las que están a la mano. Un añorar por
más reemplaza la necesidad de profundidad que podría ser nuestro
modo natural de contactarnos con el mundo.

Intuitivamente, cuando buscamos esa profundidad o plenitud de la toma de


conciencia que es nuestro
derecho innato, y no la encontramos, entonces buscamos una estimulación
ambiental: comidas muy aliñadas, escalar rocas, automóviles
rápidos, juegos competitivos, tragedias en las pantallas.

El enfoque de la terapia gestáltica es todo lo contrario. Se busca


vivenciar, pero no mediante la estimulación, sino que a través de
la sensibilización. El gestaltista considera al despertar-desde-afuera
como una forma de apoyo ambiental no necesaria para aquel que
ha desarrollado el despertar-desde-adentro, por lo tanto, que ha recuperado
sus sentidos.

Existen dos formas en que las técnicas de la terapia gestáltica


pueden ser de ayuda para que el paciente se contacte con su experiencia.
Una forma de vivenciar es detener la evitación, dejar
de cubrir la experiencia. La otra, es poner nuestras energías para
movernos rápidamente hacia el contenido de la conciencia en la
forma de una atención intensificada o exageración deliberada. A
pesar de que éstas dos son interdependientes, en el sentido de que
las técnicas supresivas y expresivas podrían ser consideradas como las
manos derecha e izquierda del sicoterapeuta.
TECNICAS SUPRESIVAS
El primer requisito para vivenciar lo que potencialmente podemos
vivenciar, es dejar de hacer alguna otra cosa. Una serie de actividades,
distintas a las de atender y expresar, nos mantienen tan ocupados
que apenas nos queda algo de atención para el momento en que estamos
viviendo. Si sólo pudiéramos dejar de jugar algunos de nuestros
juegos habituales, encontraríamos que el vivenciar ya no es algo que
tenemos que buscar, sino algo que no podemos evitar. De hecho,
como dijéramos antes, en cierto grado siempre estamos vivenciando
algo con lo cual sólo estamos en contacto en forma intermitente
y con lo cual no nos identificamos.
Para vivenciar tenemos que estar presente, tenemos que estar
aquí y ahora
En la conversación común hay poco lugar para el ahora. Gran
parte de lo que decimos es un relato de anécdotas, compartir planes,
comunicar creencias u opiniones.
Por medio de la sencilla técnica de dejar de hacer cualquier
otra cosa que no sea vivenciar, el terapeuta y el paciente por igual
pueden poner a prueba la validez de esta suposición.
La experiencia de no hacer nada excepto atender a los contenidos
de la conciencia, puede conducir, como la ingestión de una droga
sicodélica, a un contacto auto-gratificante con la realidad o a una
incomodidad intensa. Cuando somos dejados con nada excepto lo
obvio, nuestras actitudes hacia nosotros mismos y hacia nuestra
existencia se hacen aparentes.

Si hemos
vivenciado el ejercicio de la atención como incómodo o doloroso,
no tendremos dificultad para aceptar que nuestra tendencia a vivir
en el pasado, el futuro o en la abstracción, constituye una evitación
de tal incomodidad.
La supresión de las evitaciones generalmente conduce a una experiencia
en particular a la cual los gestaltistas le asignan especial
importancia —la experiencia de la nada.
Para mí es valiosa la experiencia de la nada y donde más he podido
saborearla es en terapia. Aquí la maestría del terapeuta es importante así
como importante haber pasado por la experiencia de la nada y confiar en la
regulación organimística. Yo la experiencia más clara que he tenido ha sido la
de atravesar mi apatía en una sesión terapéutica. No conectaba con nada,
sólo eso apatía y me daba cuenta cómo intentaba encontrar contenido con
los que engancharme y salir del estado en el que me encontraba o cómo
intentaba “darle” a mi terapeuta para que no se aburriera. (comérmelo
hablando en plata). Después de intentarlo todo, nada me sacaba de la apatía,
casi a los últimos 5 minutos me abandoné a este estado y me qudé conmigo.
Lo que pasó después es que explot´´e en una rabia muy genuina y sin
esfuerzo.
Hce poco he vuelto a revivir lo mismo. Sentía hostilidad contra el mundo. No
podía encontrarme y me sentía desconectada y bloqueada. Buscaba mil
maneras de salir de ahí, me decía que pasaría. Y no hay forma. Es estar ahí y
como la vida cambia estando ahí, con toda la incomodidad y el bloqueo
exploté en alegría.
La “nada” constituye un limbo donde se han
abandonado los juegos de superficie de la personalidad y el auto percatarse
aún no ha tomado su lugar.
La vergüenza, la culpa y la ansiedad, por ejemplo, no
son puramente experiencias de una realidad, sino que el resultado
de actitudes con las cuales estamos contra la realidad, negándola o
resistiéndola, temiendo percibirla. De la misma forma, la experiencia
de la nada, o el vacío, es donde hacemos juicios acerca de nosotros
mismos y pronunciamos el veredicto: “No es suficiente”. La nada,
el vacío, la falta de significación, la trivialidad, son todas experiencias
en que no hemos abandonado totalmente las expectativas, o los
estándares, mediante los cuales medimos la realidad. No surgen de
un puro darse cuenta sino que de comparaciones.
La importancia de esta experiencia de la nada deriva de la observación
de que ella constituye un puente entre la evitación y
el contacto, o, como lo expresara Perls, entre las capas fóbicas y
explosivas de la personalidad. Perls le asignaba tanta importancia
a esta fase del proceso terapéutico, que él incluso definió la terapia
gestáltica en sus términos: “La terapia gestáltica es la transformación
del vacío estéril al vacío fértil”.
¿Cómo podemos entender esto? La “nada” sólo es nada mientras
estemos bajo la compulsión de hacer de ella un algo. Una vez que
aceptamos la nada, todo se nos da por añadidura. La nada, entonces,
se convierte en una pantalla sobre la que podemos ver todas las cosas,
un “fondo” ante el cual surgen libremente todas las “figuras”. Una
vez que no tenemos que ser creativos, cualquier cosa que hagamos
es nuestra creación; una vez que no tenemos que estar iluminados,
nuestra toma de conciencia del momento es iluminación; una vez
que dejamos de estar preocupados de esto o aquello y sentimos una
nada con respecto a tales estándares, nos percatamos de que somos
lo que somos. (“La experiencia de la nada es abandonarse”).
Volviendo a las técnicas supresivas, los principales no-no de la terapia
gestáltica:
contar historias, anticipación, acercadeísmo, debeísmo y
manipulación.
1. Acercadeísmo.
En la situación
terapéutica, las manifestaciones más frecuentes de esta actitud son
la ofrenda de información, la búsqueda de explicaciones
causales, la discusión de asuntos filosóficos o morales o del significado
de las palabras. Todos éstos, junto con los clichés de las buenas
costumbres, son materia de tabú en terapia gestáltica por constituir
una manifestación de verborrea. Como lo ha dicho
Perls: “Por qué y porque son palabras sucias en terapia gestáltica.
Sólo conducen a racionalizaciones y pertenecen a la segunda clase
de producciones de verborrea
Tres clases de producciones verborréicas podrían ser:chickenshit (caca de
pollo), ‘buenos días’, ‘cómo le va’, etc; bullshit (caca de toro) :a esto es
‘porque’, racionalizaciones, excusas y elephantshit (caca
de elefante) ;que es cuando uno habla de filosofía, terapia gestáltica
existencial, etc.

La terapia gestáltica es esencialmente un enfoque no-interpretativo,


porque su objetivo es la experiencia, el percatarse, y no la introvisión
intelectual. El sicoanálisis se basa en el hallazgo de que la introvisión
intelectual puede conducir a una introvisión emocional. La terapia
gestáltica se apoya en la creencia de que, aun cuando eso sea posible,
lo más frecuente es que la introvisión intelectual se convierta en
sí misma en una trampa, un sustituto o una muleta que reemplaza
para siempre a la experiencia acerca de la cual habla. De cualquier
forma, la toma de conciencia se puede estimular por medios más
directos que la formulación intelectual de sus probables contenidos.

Si le pedimos a nuestros pacientes que sigan la regla


de la no auto-interpretación y acepten nuestra propia regla de la
nointerpretación, estaremos en mejor contacto con ellos que si
implícitamente consideramos sus “porque” como evitaciones o “sabotaje”.
Claudio comenta que en su propia práctica hace una declaración en el
sentido de que la
necesidad de interpretaciones puede estar basada en suposiciones
erróneas, e invita a mis pacientes a experimentar con una situación
donde no haya lugar para interpretaciones. Cuando un paciente no
se somete a una regla que él ya ha aceptado, se puede inferir que
1. En ese momento está vivenciando algo que debe evitar;
2. Su deseo de jugar el juego “vean cuán inteligente soy”, u otro
semejante, es mayor que su deseo de compartir su experiencia;
3. No se atreve a confiar en el terapeuta y/o en el método empleado
por él.
En cualquiera de estas instancias, el fracaso del paciente para
persistir en la conducta prescrita (de meramente verbalizar sus experiencias),
es al menos tan importante para el terapeuta como lo
son sus éxitos. Si se mantiene alejado de las intelectualizaciones,
tarde o temprano va a:
1. Darse cuenta que no las necesita para obtener auto-conocimiento;
2. Encontrarse con los “hoyos” de su personalidad: las áreas de
impotencia, parálisis, incapacidad para aceptar la experiencia, etc.,
lo que da origen a la experiencia del vacío. Como hemos visto, esto
es en sumo grado deseable.
Si, en forma alternativa, el paciente explica o busca explicaciones
en él o en su terapeuta, éste puede seguir uno de estos dos cursos
de acción:
1. Insistir en la regla;
2. Dirigir su atención a su experiencia del momento: la necesidad
de evitar una incomodidad hasta aquí no reconocida, la compulsión
de explicar las cosas o justificar en términos de eventos pasados,
su deseo de sentirse aceptado como un paciente con capacidad de
introvisión, su elección de su propio enfoque en lugar de aquel sugerido
por el terapeuta, etc

En instancias como las enumeradas, el que el paciente no siga


la regla es tomado como una clave, y la regla, indirectamente, ha
servido entonces la función de hacer aparente la clave. Parte del
éxito del terapeuta en cualquier enfoque, depende de su capacidad
para captar, en el tramo del discurso del paciente o en el flujo de
su percatarse, las claves de los aspectos significativos, la expresión
de tales aspectos en su personalidad que requieren confrontación.
Las reglas supresivas de la terapia gestáltica constituyen un medio valioso para detectar
aquellos momentos en la experiencia del paciente que necesitan ser sacados a la luz.

La regla del no-acercadeísmo, que involucra las reglas de la no explicación o


búsqueda de explicación, del no-filosofar o búsqueda
de otra verdad que no sea la evidencia, del no-diagnóstico de la personalidad
o reunir información conducente a interpretaciones (además de discusiones
sobre el tiempo, las noticias matinales,etc.), no sólo se aplica al paciente
individual, sino que es particularmente efectiva en situaciones de interacción
grupal.
En una situación grupal, una explicación lleva a otra y a
otra y a otra, de modo que tal nivel de discurso se establece en
que nada significativo puede ocurrir. Por otra parte, la simple regla
de suprimir la verbalización de opiniones, ideas, opiniones acerca
de los sentimientos de otros miembros, etc., es, por sí misma,
una garantía de que algo significativo va a ocurrir en la sesión:
porque el compartir experiencias gatilla otras experiencias, y en
una atmósfera de no evitación, es probable que la expresión de
sentimientos “menores” evolucione —así como las chispas que
aumentan hasta convertirse en una hoguera— hasta llegar a ser
un compromiso dramático.

La regla de la no-intelectualización no sólo se aplica a la verbalización.


Ya se trate de terapia individual o grupal, éste puede ser un
ejercicio útil para realizar en forma privada, extendiéndolo a todo
nuestro pensar.
La técnica de apagar la “computadora” puede ponernos en mejor disposición
para contactamos con nuestra
experiencia en curso, la que puede involucrar el deseo de prefigurar
el futuro o no. De hecho, la naturaleza de gran parte de nuestro
pensamiento es tipo ensayo y habla de una necesidad de controlar
el futuro. En la búsqueda de esta “seguridad”, podemos evitar perder
y que nos duela, pero si nos hemos convertido en computadoras,
tampoco podemos vivir.

II. Debeísmo
El decirnos a nosotros mismos, o a otros, lo que debiera ser, es,
como el acercadeísmo, otro modo de no vivenciar lo que es.
El evaluar es un paso más allá de la experiencia, o vivencia,
porque en el primero estamos intentando hacer calzar una pauta
prestada de experiencias pasadas o extrapoladas al futuro. Si, de
acuerdo a nuestros juicios, el grado de calce es suficiente, entonces
“aceptamos”.
No es amor por lo peculiar de
la vivencia que está a la mano, o goce de ella por sí misma. Además,
no hay descubrimiento, sólo un sello de aprobación basado en el
hacer calzar estándares preestablecidos. Hay seguridad. Se puede
mantener el status quo. Sin embargo, cada vez que el grado de calce
entre los patrones y la actualidad no es suficiente, prestamos atención
a lo que está faltando en lugar de a lo que está presente. Gran parte
de lo que llamamos nuestras “experiencias”, son los sentimientos
desagradables originados por la frustración de nuestras expectativas,
y no por la conciencia de lo que está ahí para ser captado. No existe
el vivenciar algo, sino que el “vivenciar” la nada.
Podremos abandonar temporalmente tanto nuestra postura
enjuiciadora hacia la realidad como nuestra actividad computacional.
Hacer esto significa, por ejemplo, dejar de jugar el juego de la
“autotortura” o el del “auto-mejoramiento”. Si somos capaces de
hacerlo, podremos descubrir un rango insospechado de verdaderos
sentimientos que nuestro simplista mecanismo de aceptación-rechazo
estaba cubriendo.

Uno de los objetivos de la terapia gestáltica es ser capaz de vivir


de tal manera en el presente, que
ningún estándar del pasado oscurezca nuestra toma de conciencia;
que seamos tanto lo que somos, que ningún sentido de debiera nuble
nuestra identidad. Sin embargo, ¿podemos hacer esto ahora?
Y algo también típico de la terapia gestáltica es que nos dice
que hagamos ahora lo que nos gustaría lograr mañana. Al igual que
su prescripción hacia el ideal de centrarse en el presente es: “Vive en
el presente, ahora”, su prescripción hacia el ideal de ser libre del debeísmo
es: “Detén ahora las auto-acusaciones y los auto-elogios.

La regla de la no-evaluación es más difícil de seguir que la regla


relacionada con ésta de no pensar, y esto se debe, en parte, a la
mayor sutileza de la actividad de enjuiciamiento.

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