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CAPÍTULO IV

NATURALEZA, ESPIRITUALIDAD Y NORMAS DE LA INFANCIA Y


ADOLESCENCIA MISIONERA

I. NATURALEZA DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERA

I.1 Identidad

La Obra Pontificia de la Santa Infancia o Infancia Misionera debe su nombre al deseo de


ponerla bajo la protección de Jesús Niño. Con el convencimiento de que los niños pueden ser
una fuerza espiritual y social para una verdadera transformación del mundo, intenta suscitar
un movimiento de niños cristianos dedicados a ayudar a otros niños. Mantiene su genuino
carácter misionero e incluye también un compromiso en la denuncia y condena de las causas
de las múltiples violencias sufridas por los niños en el mundo, aportando concretas iniciativas
de ayuda. Este compromiso es tanto más eficaz cuanto más estrechamente esté unido en la
apertura a las Iglesias locales y en sintonía con las familias, las parroquias y las escuelas.1

1.2 Instancias de comunión

1.2.1 Organismos de cooperación misionera2.

La Iglesia, que es comunión y misión, tiene la tarea de promover la comunión con Dios, entre
nosotros y con el mundo, para la salvación de todos3. De esta comunión espiritual, brota la
necesidad de una comunión visible y orgánica, de modo que las diversas responsabilidades
y funciones estén unidas y relacionadas ordenadamente entre sí.

La Congregación para la Evangelización de los Pueblos es el organismo que favorece la


unidad entre los responsables de la cooperación misionera, en diferentes niveles, y garantiza
que sus actividades se desarrollen ordenadamente, de modo que todos “dediquen sus fuerzas
de forma unánime a la construcción de la Iglesia”4.

Para incrementar la animación y cooperación misionera, la Congregación para la


Evangelización de los Pueblos se sirve especialmente de las cuatro Obras Misionales
Pontificio Episcopales.

En las Iglesias locales, tanto a nivel nacional, con las respectivas comisiones de misiones de
las Conferencias Episcopales, como a nivel diocesano, se tiene un cometido semejante en su
propio ámbito.

1
Estatutos, 13
2
CM, 3
3
Cfr. BOTÍA APONTE, JULIO DANIEL; Hacer Discípulos y Misioneros para Jesús, Ediciones Paulinas, Bogotá,
Colombia 2009, p. 189
4
AG 28; RMi, 75
La Infancia y Adolescencia Misioneras tiene identidad específica por ser una de las cuatro
Obras Misionales Pontificio Episcopales, que gozan de estatutos aprobados por el Santo
Padre.

1.2.2 Directrices para la coordinación de animación, formación y cooperación


misionera

Para favorecer y garantizar una buena coordinación de las actividades de animación,


formación y cooperación misionera de la Infancia y Adolescencia Misionera en comunión y
coordinación con las Obras Misionales Pontificio Episcopales, es necesario tener presente
estas directrices:

a) Mediante una colaboración activa y fiel la Infancia y Adolescencia misionera y las


demás Obras Misionales Pontificio Episcopales impulsa en su propio ámbito la
misión ad gentes.

b) Las actividades de la Infancia y Adolescencia Misionera se integran en los programas


pastorales del país, específicamente de la Dimensión Episcopal de la Catequesis así
con la pastoral educativa. Esta integración se logra con las propuestas conjuntas
hechas por Dirección Nacional de las Obras Misionales Pontificio Episcopales de
México, y por la Dimensión Episcopal Mexicana de la Catequesis y pastoral
Educativa, buscando que la animación, formación y cooperación misionera se integre
verdaderamente en el contexto de la catequesis de acuerdo a la edad y no resulte un
elemento aislado o una formación paralela. Lo que se dice con respecto a la
promoción misionera en la nación vale análogamente para cada una de las Diócesis.

c) Las iniciativas y actividades misioneras organizadas por la Infancia y Adolescencia


Misionera estén coordinadas y vinculadas con la Dirección Nacional si se trata de un
evento nacional, y con el Director Diocesano si se trata de un evento particular y/o
diocesano. De este modo la Infancia y Adolescencia Misionera podrá desarrollar con
más facilidad su tarea de unidad de espíritu y de propósitos con las directrices y
opciones operativas de los Pastores, de sus parroquias y de las Diócesis.

1.2.3 La Infancia y Adolescencia misionera en la comunidad parroquial

1.3 Objetivo general.

El objetivo general de la Infancia y Adolescencia Misionera es: Ayudar a los educadores a


despertar progresivamente en los niños y adolescentes una conciencia misionera universal
y a moverles a compartir la fe y los medios materiales con los niños de las regiones y de las
iglesias más necesitadas” (Estatutos III, 17).

1.4 Objetivos específicos.


a) Ayudar a los educadores a despertar progresivamente la conciencia misionera
universal en los niños y adolescentes, sin la cual, la fe no puede ser auténticamente
cristiana.
Estos educadores son principalmente los padres de familia, los maestros, los
catequistas y los párrocos.
b) Favorecer las vocaciones misioneras: es una de las grandes inquietudes que tiene la
Obra.
c) Promover la cooperación espiritual para las misiones: oración, una vida cristiana
ejemplar, sacrificios personales y el ejercicio de la caridad con los pequeños, los
pobres, los enfermos, etc.
d) Ayudar económicamente al sostenimiento de las Obras Misioneras en favor de los
niños y adolescentes.
e) Objetivos específicos educacionales: educación a la universalidad, educación a la
solidaridad, educación a la fraternidad, educación a la comunión y educación a la
Misionariedad.

1.5 Lema.

Nuestro lema <<Que los niños ayuden a los niños>> es el pensamiento que anima a esta
obra en la que se le invita a los niños y adolescentes a ser solidarios con los niños más
necesitados.

Esta obra tara de ayudar a los educadores a despertar progresivamente en los niños y
adolescentes una conciencia misionera universal y a moverles a compartir la fe y los medios
materiales con los niños y adolescentes de las regiones y de las Iglesias más desprovistas a
este respecto.

Las cuotas y las ofrendas de los niños de todos los países contribuyen a formar un fondo de
solidaridad que tiene por fin ayudar a las obras y a las instituciones en favor de los niños más
pobres.
2. ESPIRITUALIDAD DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERA

2.1 El niño y adolescente misionero es alguien que ha tenido un verdadero encuentro


con Cristo.

“Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado
nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y
obras es nuestro gozo” (DA 29)

Nadie ama lo que no conoce. Si no amas a Jesús, no podrás nunca entregarte con alegría y
entusiasmo a hacerle conocer a los demás.

Por eso, el niño y adolescente aprenderá a conocer a Jesús, como modelo de vida.

2.2 Acercase a Dios en la oración y sentir a los demás niños y adolescentes como
hermanos.

Nuestro Señor nos enseñó que los niños son muy queridos de Dios. Por eso su oración es
especialmente escuchada. Además es lo mejor que puede hacer un niño y adolescente
cristiano por sus hermanos de la misión: alcanzar de Dios que ellos sean también un día sus
hijos, y así lograr lo que Jesús quería al enseñarnos a decir: Padre Nuestro que estás en el
cielo, venga a nosotros tu Reino. Para que a ese Reino entren más de mil millones de niños
que aún no saben nada de su Padre Dios, es necesaria la oración.

2.3. La Eucaristía, fuente y cumbre de la espiritualidad del niño y adolescente misionero

Esta espiritualidad lo demuestra participando y viviendo la Eucaristía en la perfección, la


última meta de la vida cristiana. Solamente “el que come mi carne y bebe mi sangre tendrá
vida eterna” (Jn 6,54).

El sacrificio de la Cruz, que se renueva en el sacrificio de la Misa de una manera misteriosa


pero real, es la suprema acción redentora y Salvadora de Jesús; es decir, es su máxima acción
misionera, porque en el divino Sacrificio de la Eucaristía se ejerce la obra de nuestra
Redención.

Por lo tanto, la Santa Misa y la Sagrada Comunión deben ser los actos principales de un
pequeño misionero. La formación, en este sentido, es fundamental para la Infancia y
Adolescencia Misioneras, porque allí se realiza el encuentro personal del niño y del
adolescente con Jesús.

2.4. Ofrecer sacrificios

El sacrificio es la mayor expresión de la adoración a Dios y de nuestro amor.

“Nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13). Y para cumplirlo,
Él mismo murió en la cruz por nosotros.
Nuestros pequeños y grandes sacrificios serán la mejor oración ante Dios por la conversión
de los hombres y por los misioneros.

Perdonar una ofensa, cumplir con exactitud el deber, sacrificar una golosina, prestar un favor
aunque nos cueste, obedecer sin impaciencia, en fin, tantas oportunidades que tiene el niño y
el adolescente de vencerse a sí mismo. Además, este control personal es magnífica escuela
para la formación del temperamento, para las buenas relaciones a cumplir siempre el deber.

No debemos olvidar que el ideal del niño y del adolescente misioneros es ser siempre el
mejor.

2.5 Salir al encuentro de los demás

Es decir, vivir nuestro compromiso bautismal, de preocuparnos porque el conocimiento de


Jesús llegue a todos los hombres; ese es el fin de la Iglesia que fundó Jesús y a la que
pertenecemos por el bautismo.

La obligación de ser cristiano no termina con nuestra conversión personal, ni con llegar a ser
buenos. Exige además que compartamos nuestra fe, llevándola a otros, es decir, nos obliga a
ser misioneros.

Ser misioneros exige ser valiente, esforzado, constante. Esto no lo puede cumplir cualquier
niño despreocupado, egoísta o exigente. Es para las almas generosas que aman de verdad a
Jesús.

2.6. María en la vida del niño y adolescente

El niño y adolescente misionero debe ver en María la síntesis de una espiritualidad misionera.
En la vida de María podemos descubrir muchos aspectos y rasgos de esta espiritualidad que
venimos presentando.
Nos centramos en algunos momentos de su vida: anunciación, visitación, magníficat,
natividad, huida a Egipto, cruz, cenáculo... En todos ellos, se ve una persona para quien la
presencia de Dios y la realización de su Reino universal son realidades más importantes que
sus propios intereses.
3. NORMAS DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA MISIONERA

Art. 1 Miembros de la Infancia y Adolescencia Misionera

Pueden ser miembros de la Infancia y Adolescencia Misionera todos los niños y adolescentes
bautizados hasta los 15 años.

Hasta los siete años, están en la sección de pequeñitos que van siendo educados de acuerdo
a su edad y comprensión

De los 7 a los 15 años, ya pueden entrar a formar parte de los Equipos IAM, según la
organización propia de la Obra.

Después de los 15 años, pasan a formar parte de la Liga Misional Juvenil.

Art. 2 Sugerencias para formar los equipos IAM

1er. Paso: PROMOVER Y DESPERTAR LA CONCIENCIA MISIONERA

Para promover y despertar la conciencia misionera en los niños y adolescentes, es necesario


que en las reuniones de catecismo parroquial o en las clases de educación de la Fe en los
colegios, se les exponga y motive sobre:

- La vocación misionera de todo bautizado.


- La miseria material y espiritual en que viven millones de niños y adolescentes en los
países de misión.
- El bien que se les puede hacer.
- Lo que Cristo y la Iglesia esperan de ellos.
- Lo que es la Infancia y Adolescencia Misionera.

Finalmente se les pregunta quiénes están dispuestos a responder a su propio compromiso


bautismal por medio de la Obra Pontificia de la Infancia y Adolescencia Misionera.

2º. Paso: FORMACIÓN DEL EQUIPO

- Los niños o adolescentes que quieran ser miembros de la IAM, se forman en equipos
de doce, a ejemplo de los Apóstoles, puede ser mixto.
- Cada miembro del Equipo escoge el nombre de un Apóstol a quien tratará de conocer
e imitar.
- Los miembros escogen un nombre para su Equipo y también un Patrono, a quien le
rezarán especialmente en cada reunión.
- Se nombra a un jefe del Equipo.
- Se le entrega a cada uno la credencial que lo acredita como miembro activo de la
Infancia y Adolescencia Misionera.
- Se elige un lema o pregón, que les distinga y manifieste su ideal misionero.
- Se determina la periodicidad de las reuniones del Equipo, se sugiere que sea semanal.
3er. Paso: ACTIVIDAD INTERNA DEL EQUIPO

El equipo, a imitación de los doce Apóstoles, se reúne a:

- ESCUCHAR Y COMENTAR la Palabra de Dios.


- CONOCER la situación en la que viven millones de niños y adolescentes en los países
de misión.
- ORAR por toda la humanidad, en particular por los niños y adolescentes que no
conocen a Dios.
- COMPARTIR con los demás miembros del Equipo su Fe, su entusiasmo y alegría.
- PRIVARSE de comprar un dulce o una golosina y su costo ofrecerlo para las
misiones.

Al iniciar y terminar la reunión se rezan las oraciones que dirige el Jefe del Equipo.

Durante la reunión se canta el Himno, otros cantos misioneros, se hacen juegos educativos,
siempre se toma la asistencia y se recoge la cuota asignada por el asesor, además se pueden
leer y comentar historietas misioneras o la vida de Santos Misioneros.

Un instrumento muy útil para la reunión del Equipo será la Revista de la Infancia y
Adolescencia Misionera “SEMBRADORES”.

4º. Paso: PROYECCIÓN APOSTÓLICA DEL EQUIPO

Los miembros de los Equipos de la IAM no pueden permanecer inactivos, sino que deben
tener una proyección apostólica universal, pensando en aquellos niños y adolescentes tanto
de su propio lugar como de otros países donde no conocen al Único y Verdadero Dios ni a
su enviado Jesucristo. Para esto:

- COMPARTIR con la familia y amigos la experiencia del Equipo.


- OBSERVAR buena conducta en la casa, en la escuela, y en todas partes.
- Ser estudiosos, obediente y trabajador.
- VISITAR a los enfermos.
- DAR catecismo.
- REZAR el Rosario Misionero.
- RECIBIR, LEER Y PROPAGAR la Revista Misionera de la IAM
“SEMBRADORES”.
- FORMAR NUEVOS EQUIPOS con la ayuda de los asesores.

Para el mantenimiento entusiasta de los Equipos no se pueden descuidar estos tres puntos:

I. FORMAR: Los Equipos deben llegar a tener conciencia de que ser bautizados es ser
misioneros.

Es necesario la formación de una conciencia misionera: conocer la vocación misionera de


cada cristiano y de la Iglesia.
Esta formación se ampliará constantemente en las reuniones de Equipo, con charlas, lecturas,
fotografías, proyección de películas y a través de la REVISTA “SEMBRADORES”.

II. MOTIVAR: El niño y el adolescente deben sentir el entusiasmo de la vocación misionera


como un ideal de humanidad, de cristianismo, de fraternidad. El gozo de sentirse testigo de
Cristo en el mundo.

Al tiempo que se les imparten conocimientos, se les cultiva el corazón en los mejores
sentimientos de generosidad.

El ejemplo de sus Patronos y la historia de la Iglesia y de la vida actual de los misioneros


serán su mejor motivación.

Todo esto lo llevará a ofrecer, cada día, sus oraciones y sacrificios, tanto en Equipo como
individualmente, y así ir sintiéndose parte de la Iglesia Universal, ante la realidad de tantos
millones de niños, sus pequeños hermanos, que viven en tanta miseria y aún lejos de Jesús.

III. ACTUAR: La formación y motivación quedarán reducidas a su mínima expresión si el


niño o el adolescente no tiene una actividad apostólica que les entusiasme y en la cual
descarguen sus energías.

Es una fe, un amor que busca el mejor objeto digno de su entrega.

El niño y el adolescente necesitan esa actividad; y lo que oyeron, lo deben aprender a poner
por obra.

Su trabajo de equipo, las pequeñas responsabilidades compartidas, los trabajos de apostolado


que a cada uno le corresponden, obras de caridad, iniciativas, todo ello va formando en la
práctica al futuro apóstol de Jesús.

Art. 3 El asesor de la IAM

El asesor de la Infancia y Adolescencia Misionera tiene un papel de vital importancia dentro


de la iglesia, es la persona que orienta a los niños y adolescentes dejando que ellos asuman
las responsabilidades en las distintas actividades.

El asesor debe contagiar su entusiasmo y amor por la Iglesia Misionera.

El asesor de uno o varios Equipos es el que orienta las reflexiones y las actividades; educa a
sus pequeños discípulos en el comportamiento cristiano; dirige el trabajo de sus equipos;
aclara las dudas, completa las ideas y obras con un buen sistema pedagógico o corrige
bondadosamente los errores que aparecen en la reflexión.

El asesor deberá cuidar su sólida formación misionera, actualizándose en contenidos y en


métodos de la misma Obra.
Favorecerá encuentros entre los niños y adolescentes y entre los asesores de diversos Equipos
o centros.

Condiciones para ser asesor:

- Tener una opción de fe. Se trata de comunicar, desde la vida de fe, una dimensión de esa
vida.
- Buscar con claridad la maduración en la fe de todos y cada uno de los componentes del
Equipo.
- Tener una sensibilidad suficientemente desarrollada hacia la dimensión misionera
universal de la iglesia y querer actualizarla con una formación adecuada.
- Tener una actitud de entrega.
- Asumir el papel de sembrador, de constructor del futuro.

Funciones del asesor de la IAM:

Iniciar, en muchos casos, e impulsar siempre la dimensión misionera universal de la


comunidad cristiana en la que se encuentra.

Programar de tal manera la acción que haga posible que la animación misionera se conciba
como una tarea continuada dentro de la vida ordinaria de la comunidad y no como una cosa
aislada.

Estar dispuesto y ofrecerse a formar y animar equipos misioneros en los que los miembros
profundicen su formación y refuercen su compromiso de servicio. Estos equipos le ayudarán
en la tarea de animar a toda la comunidad.

Asumir, dentro de esos equipos, el ministerio de catequista, que acompaña a cada uno de los
miembros del equipo, en su proceso personal de maduración en la fe, subrayando la
dimensión misionera y las consecuencias que la misma comporta para la opción del
individuo.

Ser vehículo de comunión y coordinación del equipo con los demás equipos misioneros
dentro de un movimiento y con los demás grupos cristianos dentro de una pastoral de
conjunto diocesano.

Cuidar que exista una programación corresponsablemente realizada y oportunamente


evaluada.

Formar y enseñas a los pequeños jefes de Equipo en todo cuanto necesiten para dirigir su
equipo.

Hacer reunión con los pequeños jefes de Equipo de organización y de evaluación.

Dar, ante todo, a su equipo o equipos un testimonio de auténtica vida cristiana y de amor por
la Iglesia y especialmente por los niños de las misiones, de acuerdo con la identidad de la
Infancia y Adolescencia Misionera.
Representar al Equipo ante el Párroco y ante el Director Diocesano de Misiones y, de ser
posible, ser miembro del Equipo Diocesano y Parroquial de Misiones.

Conocer los programas anuales de la Obras Misionales Pontificio Episcopales Diocesana y


Nacional, y el contenido e interés de la Revista AD GENTES y SEMBRADORES, de las
que será el mejor propagador y se esmerará por conseguir suscripciones.

Recoger las cuotas asignados a los niños y adolescentes para entregarlas oportunamente.

Mantener comunicación con la Dirección Diocesana de Misiones para obtener el material


pedagógico, para las suscripciones de las Revistas y para recibir las orientaciones necesarias
en el cumplimiento de su servicio misionero.

Los miembros de la Liga Misional Juvenil pueden ser excelentes asesores. Para lograrlo,
deben recibir cursos especiales de formación, información y adiestramiento.

Art. 4 El jefe del equipo

El Asesor asigna al Equipo un jefe, o también puede ser elegido por el mismo Equipo.

El niño o el adolescente jefe debe ser el animador y el responsable de los compromisos del
Equipo, y lo representa ante el Asesor y el Párroco.

Ayuda a sus compañeros a vivir los compromisos y consignas de la Infancia y Adolescencia


Misionera y ejerce un verdadero liderazgo entre ellos.

Recibe la información necesaria para ello por parte de los Asesores y de su Párroco.

Ser el mejor compañero entre sus amigos y les dará ejemplo de servicialidad, de
cumplimiento, de respeto por las demás personas grandes y pequeñas, de piedad y de amor a
Jesús, a la Virgen, al Papa y a las misiones.

Debe conocer muy bien los programas, lemas y actividades que, cada año, señala la Dirección
Diocesana para el trabajo de la Infancia y Adolescencia Misionera.

Reunir a su equipo, motivar y estimular a sus compañeros para que cada día amen más a la
Infancia y Adolescencia Misionera, y las reuniones sean siempre alegres e interesantes.

Controlar la asistencia de los niños a las reuniones y recordarles las cuotas asignadas.

Dirige la oración del Equipo al principio y al final de la reunión y lo anima a ofrecer oraciones
y sacrificios personales por los niños de las misiones.

Coordina el trabajo del Equipo, de acuerdo a las indicaciones del Asesor y de su propia
iniciativa.
Art. 5 Compromisos de los miembros de la Infancia y Adolescencia Misionera

Asistir con regularidad y puntualidad a las reuniones del Equipo y participar activamente.

Esforzarse por conocer el Evangelio y las necesidades de las misiones.

Rezar diariamente un Padre Nuestro y un Ave María, con las invocaciones:

“Virgen Santísima, ruega por nosotros y por todos los niños del mundo que no conocen
a Jesús”.
“San Francisco Javier, ruega por las misiones”
“Santa Teresita del Niño Jesús, ruega por las misiones”.
“María, Reina de las Misiones, ruega por nosotros”

Dar una cuota mensual, señalada por el Asesor, fruto de sus pequeños ahorros y sacrificios,
para los niños de las misiones.

Comportarse siempre bien, buscando ser el mejor en la casa, en el colegio y con las demás
personas.

Ser siempre buen amigo (a).

Cultivar una devoción sincera y permanente a la Sagrada Eucaristía, a la Santísima Virgen y


al Papa: son los distintivos de un niño y adolescente misionero.

Art. 6 Organización y Gobierno general

La Infancia y Adolescencia Misionera es una de las cuatro Obras Misionales Pontificio


Episcopales.

A nivel nacional, las Obras Misionales Pontificio Episcopales son coordinadas por el Director
Nacional, nombrado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos5, quien a su
vez delega su autoridad, en lo que compete, al Secretario Nacional de la Infancia y
Adolescencia Misionera.

A nivel diocesano, las Obras Misionales Pontificio Episcopales son coordinadas por el
Director Diocesano de Misiones, nombrado por el Obispo, quien a su vez puede nombrar a
un Asesor Diocesano de la Infancia y Adolescencia Misionera.

A nivel parroquial, compete al Párroco la animación misionera, y en coordinación con el


Director Diocesano de OMPE, nombrar al asesor parroquial de la Infancia y Adolescencia
Misionera.

Art. 7 El Director Nacional de las OMPE

5
CM 7-8
El Director Nacional de OMPE México, a tenor de los artículos 51 al 53 del Estatuto de las
OMP, es la autoridad máxima y primer responsable de la animación misionera en cada una
de las Obras Misionales y programas auxiliares. Compete a él, en comunión con los Obispos
de la Dimensión Episcopal de Misiones, tomar las decisiones necesarias para el caminar de
la Infancia y Adolescencia Misionera en lo general y particular, así como otorgar los
nombramientos necesarios.

En el caso de México el Director Nacional de OMPE además tiene el nombramiento de la


Conferencia Episcopal Mexicana como Secretario de la Dimensión Episcopal de Misiones
que opera dentro de la Comisión Episcopal para la Pastoral Profética6.

Art. 8 El Secretario Nacional de la IAM

El Director Nacional delega su autoridad en un Secretario Nacional de la Infancia y


Adolescencia Misionera, para ejercer la toma de decisiones, quien a su vez debe promover,
coordinar y asesorar ésta a nivel nacional, auxiliado siempre por los Directores Diocesanos
de Misiones.

Art. 9 El Director Diocesano de las Obras Misionales Pontificio Episcopales

En cada Diócesis, el Obispo es el primer responsable de la animación y cooperación


misionera, por ello es conveniente que nombre a un Director Diocesano de las Obras
Misionales Pontificio Episcopales para que le ayude a ejercer esta tarea7.

El Director Diocesano, de ordinario, presta también el servicio de Delegado Episcopal para


las Misiones8.

El Director Diocesano de las Obras Misionales Pontificio Episcopales puede, si lo considera


necesario, presentar al Obispo un candidato para ser Asesor Diocesano, que le ayudará con
su labor entre los grupos de la Infancia y Adolescencia Misionera.

El Director Diocesano está en comunión con el Asesor Diocesano de la Dimensión de


Catequesis y de Pastoral Educativa para una mayor integración en el Plan Diocesano de
Pastoral.

6
CM, 14b; Estatuto OMP, Art. 58 y 59
7
Estatuto de OMP Art. 60
8
CM, 9; CIC, C. 791,2

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