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Pontificia Universidad Javeriana

Departamento de Literatura
Curso de Literatura europea de los siglos XVI y XVII
Profesor Augusto Pinilla
Segundo semestre de 2017

El noble trabajo de educar príncipes:


De la Época Clásica al Renacimiento
Por: Carlos Palacio Páez

El Renacimiento, ubicado históricamente entre los siglos XV, XVI y XVII, no puede

entenderse como una época aislada, que aparece flotando como una isla en el mar de la

historia. Al contrario, pensar en dicha época presupone pensar también un recorrido por la

evolución de la humanidad en términos políticos, religiosos, culturales, intelectuales y

artísticos. El Renacimiento, entendido así, se gesta a través de procesos ya existentes, que

provienen de tiempo pasados: la alta edad media, y la antigüedad clásica (Grecia).

¿Qué es lo que “renace” en el Renacimiento? Bajo esta pregunta se podrían articular varios

discursos posibles. Hay un renacimiento de cierta tradición clásica, mucho más visible en

las obras artísticas que retoman temas de la mitología griega y latina. Y, por otro lado,

desprendido de cierta tradición latina (mejor, romana) un renacimiento de los valores

cristianos, que, desde la baja edad media se cultivaron en Europa.

Pensar el Renacimiento europeo es también pensar el contexto sociopolítico y económico

que atravesaba el “viejo mundo”. Recién empezado el siglo XVI, en Europa amanece una

noticia: la existencia de un continente nunca antes explorado. La expansión, así, de las


ambiciones coloniales y el control, militar, cultural y político sobre otras tierras (figuras

propias del imperialismo) aparecen (o quizá nunca se fueron) dentro del pensamiento de

reyes, príncipes y cortes reales. Así pues, encontramos un renacimiento de ideales políticos:

desde el antiguo proyecto de Alejandro Magno hasta su (re) materialización renacentista en

la consolidación del naciente Imperio Español, en manos de Carlos V y sus herederos, por

casi largos tres siglos.

Encontramos así, puntos de conexión importantes que nos llevan a pensar el Renacimiento

(época histórica) y el Renacimiento (época y clima intelectual y artístico) desde la

perspectiva de sus motivadores: en este caso, por un lado, los reyes imperiales y, por el

otro, los intelectuales humanistas que se encargaron de educarlos. En el Renacimiento,

entonces, se realza una figura muy clara del pensador de la antigüedad griega: el filósofo

como educador de príncipes, reyes y políticos.

Esta relación latente entre la intelectualidad y la política puede pensarse históricamente

desde diversos momentos, pero la conclusión, incluso reforzada por épocas recientes,

siempre será la misma: el daño que representa, para unos y para otros (especialmente para

lo primeros, es decir, los intelectuales), dicha relación. Es incluso nociva la naturaleza de

tal unión en cualquiera de sus posibilidades: el intelectual político, el político intelectual, el

intelectual asesor y educador de políticos, todos ponen al servicio del mezquino poder, los

posibles frutos desinteresados del pensamiento.

Es interesante, pues, ver de qué manera las actitudes que combinan las ocupaciones de

reyes y pensadores, desde la antigüedad hasta la llamada época del Renacimiento, han

tomado lugar. Y de que manera, en estas actitudes renacentistas de los educadores de


príncipes, encontramos justamente el Renacimiento, como proceso cultural y social, de

valores cristianos y valores de la sociedad clásica.

La relación que quizá más nos sirva para ilustrar tal elemento la encontramos en Aristóteles

y su educando, Alejandro Magno. El célebre filósofo griego, que cultivó su pensamiento en

casi todas las áreas posibles de su época: la retórica, la política, la ética, la metafísica, etc.,

sirvió como educador del joven príncipe Alejandro, desde los 15 años hasta los 18, edad en

la que tomó el trono y empezó su campaña conquistadora por regiones de Europa, África y

Asia. Preconfigurando así, lo que sería luego el gran Imperio Romano.

Si bien no encontramos en la obra aristotélica un tratado (a la manera de la Edad Media)

pensado en su formación a Alejandro, es posible pensar que su pensamiento político,

expuesto en su libro Política, fuese la principal fuente de enseñanza y de formación para

con el joven príncipe. De igual manera, la idea de que Alejandro fuese educado por el

filósofo también correspondería a que el emperador en formación adquiriera nociones de lo

que podría llamarse cierta “virtud”, fundamentada en la figura del buen ciudadano de la

polis.

Podemos entonces analizar como estas dos figuras, el pensador y el príncipe, renacen en los

siglos XV y XVI. Alimentados, además, por procesos expansivos que se asemejan a los

proyectos del antiguo imperio romano: como el caso ya mencionado antes de España y su

expansión colonial al naciente continente americano.

Las figuras claves entonces de este periodo, las encontramos en, por un lado, Erasmo de

Rotterdam y su educando, Carlos de Gante, o Carlos V, que sería luego el gran heredero de

este imperio mítico, que tuvo su auge gracias a su labor como emperador y que se
consolidaría, tiempo después, en el reinado de su descendiente Felipe, como el gran imperio

donde “nunca se ocultaba el sol”.

Pues bien, en 1516 Erasmo de Rotterdam escribiría Educación del príncipe cristiano, cuya

finalidad sería la educación del futuro rey Carlos V. Como su título lo indica, la aparición

del adjetivo “cristiano” marca ya una diferencia para con nuestro primer ejemplo.

Encontramos así, entre una época y otra, el surgimiento de toda una agrupación de ideas y

de planteamientos epistemológicos que marcaría el desarrollo de muchos ámbitos sociales,

entre esos, claramente el político: el cristianismo.

Y estos valores son los que vemos renacer en el Renacimiento. Incluso desde Dante (alta

Edad Media) ya encontramos en su Comedia el resurgimiento y la puesta en cuestión de

estos valores en la sociedad.

En ese sentido, vemos cómo en el Renacimiento y en la previa alta Edad Media, con

Maquiavelo y su Príncipe, encontramos este resurgimiento de valores clásicos, por un lado,

correspondientes a una lectura de los poetas Homero y Hesiodo y toda la tradición griega,

y, por el otro, las enseñanzas de la Sagradas Escrituras y de la vida de un dios negro,

humanado, llamado Jesús. Este resurgimiento lo vemos, primero, en la figura misma del

emperador formado en el humanismo de la época y defensor de la religión católica y,

segundo, en los textos, pues, que se producen también durante la época.

Lo anterior, dilucidando una larga tradición en las relaciones de la intelectualidad con la

política, sin incluir la participación misma del pensador humanista en las cortes reales: caso

de Tomás Moro, del mismo Erasmo, que trabajan también desde el pensamiento de
sociedades ideales, en el caso de la Utopía, donde también renacen valores clásicos de la

República platónica, y de las decisiones de los reyes.

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