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El SER EN PSICODRAMA

Punto de encuentro entre la filosofía, el arte y la ciencia.

Dr. Raúl Sintes

RESUMEN

El autor relaciona las nociones de espontaneidad y creatividad en psicodrama


con la Teoría del Ser, desarrollada por el psicoanalista uruguayo Héctor
Garbarino.

ABSTRACT

The author establishes the relations between some conceptions belonging to


psychodrama such as spontaneity and creativity with the Theory of Being,
developed by the uruguayan psychoanalyst Héctor Garbarino.

PALABRAS CLAVE

Psicodrama, Espontaneidad, Creatividad, Psicoanálisis, El Ser.

EL SER EN PSICODRAMA

Espontaneidad y creatividad desde otra perspectiva.

Una de las nociones más debatidas de la teoría clásica del psicodrama ha sido la
de espontaneidad-creatividad que, como es sabido, constituía la clave de lo que
podría llamarse la cura en el psicodrama terapéutico. En efecto, según Moreno,
la posibilidad de acceder a la espontaneidad mediante el caldeamiento, es la
forma en que el sujeto y el grupo pueden encontrar esa respuesta adecuada, y
por lo tanto creativa, que supera la repetición neurótica actualizada en la
transferencia.
No nos detendremos ahora en reseñar las opiniones de múltiples autores que
han tratado de dilucidar el alcance de estas afirmaciones y de relacionar a la
espontaneidad con conceptos provenientes de otras concepciones teóricas.
En realidad lo que interesa resaltar en este momento proviene de la pura
experiencia vivencial.
En algunas ocasiones, luego de un intenso y adecuado caldeamiento, y ya en
plena dramatización, es posible sentir un estado muy especial en el que las
coordenadas témporo espaciales habituales se modifican. En esas condiciones el
protagonista, y muchas veces todo el grupo no está en un estado de conciencia
habitual, aunque no pierde la conciencia de la realidad, y tiene claro que la
acción se desarrolla en esa zona de imbricación de realidad y fantasía llamada
como si.
En esos casos hemos observado que se producen las dramatizaciones mas
espontáneas y creativas, llegándose a dramatizar escenas profundamente
elaborativas y resolutivas.
Moreno decía que la creación estaba en el proceso creativo y no en la obra
terminada. Numerosos artistas han expresado que, mientras están creando,
sufren una transformación en la que pierden las coordenadas habituales,
sienten que se funden con su creación, constituyen una sola cosa con la
naturaleza, etc.
Dalí, por ejemplo, dice:
“Participo en el ritmo de una pulsión cósmica. Mi espíritu está en ósmosis con el
mar,
los árboles, los insectos, las plantas, y con ello adquiero un equilibrio real que se
traduce en mis cuadros.”
Más adelante agrega:
“... mi genio es como un protón de sustancia absoluta. (...) es estar en conexión
directa con el alma cósmica”[1]
Por su parte Henry Miller en “Reflexiones sobre la escritura” dice:
“Escribir, como la propia vida, es un viaje de descubrimiento. La aventura es de
condición metafísica: es una manera de acercarse indirectamente a la vida, de
adquirir una perspectiva total, en vez de parcial, del Universo.”

Como decíamos más arriba, todos los que hemos dramatizado hemos sentido
algunas veces esta sensación de acceso a una totalidad, a una comprensión de
las cosas mas absoluta y abarcativa en la que el razonamiento no juega en las
coordenadas habituales.
Alcanza con haber dramatizado alguna vez para saber que se puede llegar a
sentir una especie de íntima y total integración con la situación que se juega en
la escena, y que en esas ocasiones se accede a un nivel de creatividad
sorprendente.
Estas dramatizaciones son sumamente gratificantes para el grupo y se
desarrollan con una armonía y estética en la interacción corporal que, vistas de
afuera, recuerdan a un ballet o una escultura.
En esas ocasiones, los participantes suelen decir que “algo cambió en ellos”, o
que “llegaron a tener una percepción muy diferente de las cosas”.
Otras veces, algunos participantes manifiestan algo inefable que describen
diciendo que parece como si se “hubieran sentido integrados al todo” o se
hubieran “fundido con el todo”.
Naturalmente el origen histórico del psicodrama nos hace plantear su similitud
con el fenómeno artístico, y la propia palabra creatividad remite al arte.
Se nos plantea, entonces, la primera pregunta: ¿Será que en la dramatización,
gracias al caldeamiento, se accede a una situación psíquica similar a la que vive
el artista en el momento del proceso creativo?

Esto nos llevó a pensar que la espontaneidad, a la cual se refería Moreno como
el archicatalizador capaz de promover esa llama divina que es la creación, sólo
podría alcanzarse en un estado psíquico especial.
En este punto de nuestro razonamiento, en el cual se entrecruzan nociones
tradicionalmente atribuídas a la filosofía (y en especial a la metafísica), al arte y
a la ciencia, nos topamos con la llamada Teoría del Ser en psicoanálisis,
desarrollada por un eminente psicoanalista uruguayo de vasta trayectoria: el Dr.
Héctor Garbarino.

[
Los antecedentes
Las opiniones de muchos literatos, plásticos, músicos, etc. han sido coincidentes
en afirmar que en el estado de creación se vive una situación especial, una
suerte de pérdida de las nociones témporo-espaciales habituales. La
electroencefalografía parece confirmar estos hechos, ya que en el estado creativo
aparecen ondas eléctricas cerebrales que son diferentes a las registradas en
vigilia y que se parecen a las observadas en estado de “shamadi” de los
practicantes avanzados de yoga.
Volviendo al psicodrama, la situación está poéticamente expresada por
Kesselman y Pavlovsky[2]:
“No se puede jugar a medias
si se juega, se juega a fondo
para jugar hay que apasionarse
para apasionarse hay que salir del mundo de
lo concreto
salir del mundo de lo concreto es incursionar
en el mundo de la locura
del mundo de la locura hay que aprender a
entrar y salir
sin meterse en la locura no hay creatividad
sin creatividad uno se burocratiza
se torna hombre concreto,
repite palabras de otro”

El Ser
Héctor Garbarino[3] describe una instancia psíquica genéticamente anterior al
yo, percipiente, y poseedora de un narcisismo ligado a la psicosis y a los estados
fronterizos, pero que se manifiesta normalmente en la creación artística y en los
estados de éxtasis místico. A esta instancia la llama Ser el cual sería, entonces, la
percepción de una instancia inicial, anterior al yo, anterior a toda identificación.
En esa instancia (en el sentido etimológico de instante, de lo presente) el ser se
halla en unión no discriminada con la madre-universo, provisto únicamente de
una sola dimensión, sin límites y sin tiempo, infinito y eterno.
Garbarino diferencia claramente al yo del ser, y piensa que ambas instancias
tienen una vinculación diferente con el narcisismo, de manera que podemos
hablar de un narcisismo del ser diferente al narcisismo del yo, atribuyéndole al
primero la capacidad creadora. Para que surja la creatividad es necesario
trascender los límites de las coordenadas témporo-espaciales del yo, e instalarse
en un espacio y tiempo míticos. Ese es el tiempo del narcisismo del ser, donde
no se establecen coordenadas en términos de pares de opuestos y por lo tanto la
muerte es hermana y compañera de la vida, y no opuesta a ella. Mientras para el
narcisismo del yo la muerte se presenta como algo ajeno, el narcisismo del ser la
siente como parte de la vida.
Tanto en la experiencia mística como en la creatividad, una intensa investidura
libidinal del objeto de la creación puede producir una disminución de la libido
narcisista del yo, con la consecuente abolición o empequeñecimiento del yo y la
conexión con la instancia del ser.
Es obvio que esta concepción no se refiere a un ser individual sino

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transindividual; un ser que trasciende el aparato psíquico.
En su trabajo “El Ser en la creatividad”, Garbarino postula que el ser puede
poner en actividad la posibilidad creativa presente en todos, pero lo impide la
sujeción a la que el yo lo somete (No podemos dejar de subrayar la similitud de
esta afirmación con las concepciones de Moreno sobre la espontaneidad-
creatividad y su relación con lo que llamó conservas culturales).
Freud describió la génesis del yo de dos formas diferentes en distintas etapas del
desarrollo de su teoría. Por un lado habló de un yo que surge del ello. Este yo,
que va desarrollándose a partir de las capas más superficiales del ello, en su
relación con el sistema percepción conciencia y con la realidad exterior, somete
a su influencia porciones cada vez más vastas y profundas del ello.
Por otra parte, y a partir sobre todo de los desarrollos teóricos que siguieron a la
introducción del concepto de narcisismo, Freud afirma que el yo aparece como
una formación que tendría su origen en ciertas percepciones privilegiadas
provenientes de los primeros vínculos del sujeto: las identificaciones.
Desde esta segunda perspectiva, pues, podemos concebir la génesis del yo como
el resultado de múltiples procesos identificatorios. A éste yo Garbarino lo
denomina el yo de las identificaciones, para distinguirlo del yo del ello, el cual
tiene un acceso al ser que se da sin mediación alguna, es directo.
Son las identificaciones las que hacen posible la aparición de una imagen o
representación de sí que permite la separación de esa unión indiscriminada con
el Todo que es característica del narcisismo del ser.
El ser como instancia psíquica anterior al yo sería percepción pura del Ello,
carecería de campo representacional y de coordenadas témporo-espaciales. Esto
le permitiría funcionar independientemente de pares de oposición, entre otros
los de interior-exterior, perdiendo así las referencias corporales del yo.
El sentimiento o presentimiento oscuro con el que nace el niño de sensaciones
del ello, anterior a la constitución del aparato psíquico, es lo que Garbarino
define como Ser.
En los primeros meses de vida se producen los fenómenos que desembocan en
las identificaciones primarias a través de la relación entre la madre y el niño. Y
es a través de esta relación, de sus experiencias y sensaciones, que el niño podrá
distinguir paulatinamente el cuerpo propio del cuerpo ajeno, constituyéndose el
yo corporal. Mientras ocurre este complejo proceso de constitución del yo, el ser
va perdiendo vigencia, siendo paulatinamente sujetado y subsumido por el yo.
Cuando hablamos del ser, dice Garbarino: estamos hablando de una existencia
que está más allá o más acá del yo individual, que trasciende el modelo tópico de
Freud de la mente.
Para Freud se nace con un ello y se debe esperar que advenga “un nuevo acto
psíquico” para que se configure el yo. El ello al que hace referencia Freud es un
ello delimitado, pero Garbarino recurre a la noción de ello ilimitado de
Groddeck el cual es esencialmente infinito.
Según Garbarino, naceríamos con un ello ilimitado, y el recién nacido,
favorecido por el desequilibrio narcisista que provoca el nacimiento, es capaz de
percibir este ello ilimitado. Llama entonces narcisismo del ser al narcisismo
originario que, a diferencia del narcisismo yoico, no inviste la propia imagen,
sino que inviste al universo, en un movimiento centrífugo sin límites.
La percepción interna del ello ilimitado da origen a la instancia que Garbarino
llama ser. El ser simplemente es, es decir solamente tiene un pre-sentimiento de
presencia, porque no hay un yo capaz de percibirse a sí mismo ni de percibir
sentimientos.
Estas percepciones internas serían anteriores a las representaciones, porque no
exigen para su aparición, un espacio psíquico diferenciado del mundo externo.
El ser es comparado por el autor que hemos tomado como referencia, con un
telar radial cuyos hilos se pierden en el infinito en todas direcciones, recorridos
por la corriente narcisista originaria. Este telar básico cuyo régimen topológico
es unidimensional deberá ser limitado por el vínculo madre-hijo, de modo que
las identificaciones resultantes de esta vinculación tejen una tela que delimita
una superficie que, proyectada, constituirá el yo corporal, cuyo régimen
topológico es bidimensional.
Es claro que en la psicosis el derrumbe del yo afecta tanto al entramado de las
identificaciones como a la urdimbre de base, lo cual trae aparejado la afectación
profunda del ser que es vivido como un no ser.
En cambio en la creación artística y en la experiencia extática, parece
conservarse aún fresca y activa la huella de la experiencia del ser, a la manera de
los niños pequeños, de manera que es posible presentificar con facilidad esa
instancia potencial.[4]
El yo del hombre creador logra suspender momentáneamente las
identificaciones que lo insertan en el mundo cotidiano, aflojar, por así decirlo, la
atadura yoica, permitiendo la aparición del escenario en el que se despliega el
narcisismo del ser.
Por mediación del ser:
...las representaciones disuelven sus oposiciones y se enlazan de mil maneras;
los símbolos universales adquieren relieve y mayor poder de resonancia; la
muerte aparece con una presencia que antes no tenía, todo lo cual se traduce en
nuevas formas creativas que nos hablan de otro mundo. [5]

Empezando a dejar espacio para los debates.


Es lícito pensar, creemos, que el estado que Moreno describió como espontáneo
y creativo, y que vivimos a menudo en el transcurso de una dramatización,
coincide en muchos aspectos con las características descritas por Garbarino en
aquellas situaciones normales en las que se manifiesta el narcisismo del ser, es
decir aquéllas vinculadas con la creación artística y la experiencia de éxtasis
místico.
Esto nos conduce a pensar que esta situación que aparece en forma natural e
imprevisible en el caso del artista, es buscada mediante métodos muy diversos
en el caso de las experiencias místicas, y provocada por el caldeamiento y la
dramatización en psicodrama. En esas situaciones quizás se perciban
oscuramente sensaciones propias de la instancia del ser relacionadas con
símbolos y arquetipos universales y cósmicos. En este estado que
frecuentemente es descrito, debido a su inefabilidad, como estar en conexión
con el Todo, se potencian extraordinariamente estructuras y experiencias
inéditas en la vida vigil habitual,.
Hemos visto, además, coincidiendo con lo que Correale y Neri denominan
Estado Grupal Naciente,[6] que ese particular estado psíquico es facilitado por la
participación en pequeños grupos. Es decir que, por el mero hecho de
constituirse en grupos, los sujetos suelen experimentar sensaciones y
percepciones extraordinarias desde la perspectiva anímica habitual.

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Los integrantes del grupo experimentan por el mero hecho de constituirlo,
intensos sentimientos y emociones, pérdida de las coordenadas
témporoespaciales y aún alteraciones en los límites yoicos. Esto hace que
frecuentemente se perciba al grupo como un todo o un cuerpo, capaz de
potenciar las posibilidades creativas de sus integrantes y de vincularse con
experiencias propias de un tiempo mítico que aportan un conocimiento y un
saber que es universal, pero al que el grupo solamente tiene acceso por el propio
hecho de actuar como tal.
Somos concientes de que el tema que planteamos es profundamente polémico y
recurre a experiencias que deben aún ser estudiadas profundamente, y no
pretendemos en esta comunicación más que abrir la discusión a un aspecto de
nuestra experiencia con grupos de psicodrama que coincide con observaciones
hechas por autores que pertenecen a otras líneas teórico-técnicas.
Es obvio, además, que los confines del estado que Garbarino describe como el
del Ser, resultan difícilmente objetivables y se prestan a múltiples conjeturas,
siendo por lo tanto profundamente inquietantes desde una perspectiva
científica. Sin embargo, no podemos negar que, si es cierto que podemos
reproducir situaciones como las anteriormente descritas, los caminos que
separaban radicalmente a la ciencia, la filosofía y el arte se vuelven cada vez más
cercanos.
Vivimos un momento histórico en el que los paradigmas científicos han sido
profundamente cuestionados. Compartimos una práctica, que pretende ser
científica, con colegas que toman nociones de filosofías tradicionales y místicas.
La psicología y la psiquiatría deben tratar de dar cuenta, en el lenguaje que le es
propio, de actividades que no podemos seguir negando. Multitud de psicólogos
y psiquiatras alternan sus prácticas tradicionales tomadas del modelo médico
hasta ahora hegemónico, con saberes y quehaceres tomados del arte, de la
filosofía Zen, de experiencias transpersonales, de nociones hinduístas acerca de
energías cósmicas, y muchas veces de religiones de origen afrobrasileño.
Creo que no podemos seguir demorando el intento de comprender
científicamente algunas bases de estas prácticas que, en la mayoría de los casos
ni sus propios adeptos occidentales conocen en toda su profundidad filosófica.
[
1] Dalí, S. “Confesiones inconfesables”, 1975, ed. Bruguera, España.
[
2] Pavlovsky,E. y Kesselman,H. “Espacios y creatividad”. Ed. Búsqueda. Bs.As.
1980.
[
3] Garbarino, H. “ El Ser en Psicoanálisis”. Ed.. EPPAL. Montevideo 1990.
[
4] Garbarino, H. Op.cit.
[
5] ibid.
[
6] Correale, A. y Neri, C. “El estado grupal naciente”. Revista de la A.A.P.P.G.
Roma, Italia. 1986.

RAÚL SINTES

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Teléfono: (2) 903 31 22
Correo electrónico: raulsintes18@hotmail.com

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