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DERECHO ADMINISTRATIVO I
ces era excepcional), Gumersindo de Azcárate presentó en las Cortes una proposición
de Ley que se convertiría en “la primera Ley del mundo sobre el procedimiento admi-
nistrativo”, pues fue aprobada y promulgada en 1889, el mismo año que el Código civil
y uno después que la Ley contencioso-administrativa de Santamaría de Paredes. Co-
mo recordaría setenta años después Laureano López Rodó en su discurso de presen-
tación de la LPA de 1958 ante las Cortes: “No es escaso el valor que entonces tenía
aquella ley. Piénsese que se adelantó en casi cuarenta años a la austriaca de 1925,
considerada como fuente de todas las de los países centroeuropeos (...) Pues bien,
toda esa serie de leyes extranjeras muy posteriores no suponen ningún avance sus-
tancial respecto de la nuestra de 1889”1.
La siguiente Norma con rango de Ley fue la Ley de Procedimiento Administrativo de
1958. En el Estado de 1958 -más social- ya no bastaba el incipiente régimen jurídico-
administrativo ideado para el Estado liberal de 1898. En las palabras de López Rodó,
referidas al tiempo en que se había promulgado la primera ley: “No se había producido
todavía el desastre colonial. Eran ocho los Departamentos ministeriales –Estado, Gra-
cia y Justicia, Guerra, Hacienda, Marina, Gobernación, Fomento y Ultramar- cuya sola
enumeración basta para subrayar la práctica ausencia de acción administrativa en
materias económicas, sociales y laborales. (...) Bien claramente se advierte el abismo
que nos separa de la Administración de entonces”. En la doctrina científica se apunta-
ba en la misma línea: “Aumentada la actividad de la Administración en la época con-
temporánea, la extensión de su actuación económico-social requiere la extensión y
ampliación del régimen jurídico. Si la vida impone éste y la Administración es acción,
es vida, la Administración debe estar sometida a un régimen jurídico, base actual de
desarrollo del Derecho administrativo.2
La ley de 1958 supuso otro importante paso adelante en el proceso codificador del
procedimiento administrativo, pero tampoco lo culminó. Puede por ello decirse que la
Ley combinó “unidad y diversidad del procedimiento”.
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La Ley de 1889 sentó 18 bases bastante escuetas y remitió el resto de la regulación de los
procedimientos administrativos a su desarrollo mediante los reglamentos que debían aprobar
y publicar cada uno de los Ministerios “para todas las dependencias centrales, provinciales y
locales del mismo”. Así pues, la ley supuso un importante avance codificador pero era todavía
expresión de “un Derecho procedimental embrionario” (López Menudo en Barnes, coord.,
1993: 116) y dejaba un amplio margen para la dispersión regulatoria entre los departamentos
de la administración.
Digo que supuso un avance codificador porque, pese a su concisión (toda la ley cupo en una
sola página de la Gaceta de Madrid), las bases legales aprobadas en 1889 ya fijaban algunos
criterios normativos nada desdeñables con el objetivo de sentar unas garantías mínimas a los
particulares que mantuvieran relaciones jurídicas con la administración, cualquiera que fuera su
objeto y forma de iniciación.
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Información disponible en http://laadministracionaldia.inap.es/noticia.asp?id=1506243.
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Derecho Administrativo I TEMA 2. Cuestiones Generales del Procedimiento.
Por otro lado, el art. 149.1.18ª reserva como competencia exclusiva del Estado el pro-
cedimiento administrativo común, sin perjuicio de las especialidades derivadas de la
organización propia de las Comunidades Autónomas.
Sobre la base de que el procedimiento administrativo es la forma de ejercicio de una
actividad administrativa, el TC entiende que la competencia para regular el procedi-
miento administrativo está en conexión con la competencia para regular el régimen
sustantivo de cada actividad o servicio de la administración.
Así, cuando la competencia legislativa sobre una materia ha sido atribuida a una Co-
munidad Autónoma, a ésta le corresponde también la aprobación de las normas de
procedimiento administrativo especial –rationae materiae- para encauzar la realiza-
ción de esa concreta actividad administrativa. Porque si al Estado le correspondiese la
competencia sobre el procedimiento administrativo, podría condicionar el ejercicio de
sus propias competencias por las Comunidades Autónomas mediante la regulación
detallada de los procedimientos de ejercicio de las mismas.
No obstante, la función constitucional de la competencia estatal no es tanto la de or-
denar un procedimiento general sino la de establecer unas garantías mínimas y por
ello, las normas de las Comunidades Autónomas deben respetar las garantías míni-
mas ordenadas en la Ley básica sobre procedimiento administrativo común.
De este modo la Ley 30/1992, de 26 de noviembre, de Régimen Jurídico de las Admi-
nistraciones Públicas y del Procedimiento Administrativo Común se dictó en el ejerci-
cio de esa competencia estatal. Esta norma sufrió importantes modificaciones como la
Ley 4/1999, de 13 de enero.
Actualmente y desde el 1 de octubre la 2016 estas normas han sido derogadas por la
Ley 39/2015, de 1 de octubre, del Procedimiento Administrativo Común de las Admi-
nistraciones Públicas que, como la anterior norma derogada, al amparo del art. 103,
105 y 149.1.18ª de la CE, regula el procedimiento administrativo común, garantiza el
adecuado equilibrio entre la eficacia de la actuación administrativa y la imprescindible
salvaguarda de los derechos de los ciudadanos y las empresas, que deben ejercerse
en condiciones básicas de igualdad en cualquier parte del territorio, con independencia
de la Administración con la que se relacionen sus titulares; regula los derechos y ga-
rantías mínimas que corresponden a todos los ciudadanos respecto de la actividad
administrativa, tanto en su vertiente del ejercicio de la potestad de autotutela, como de
la potestad reglamentaria e iniciativa legislativa, reforzando las garantías de los intere-
sados, la audiencia y participación de los mismos.
La Ley 39/2015, de 1 de octubre, de procedimiento administrativo común se compone
de 133 artículos, distribuidos en siete títulos, cinco disposiciones adicionales,
cinco disposiciones transitorias, una disposición derogatoria y siete disposiciones fina-
les. Dentro del Título IV. de la presente Ley, se regula el procedimiento administrativo
común, consta de 43 artículos, que engloba los artículos a 53 a 95 inclusive.
Destacan como principales novedades, la utilización de los medios electrónicos
y la incorporación al procedimiento común los procedimientos que regulan la
potestad sancionadora y la responsabilidad patrimonial, constituyendo especiali-
dades dentro del procedimiento común y eliminándose sendos procedimientos espe-
ciales, con el objeto de simplificar la actuación de la administración con los interesa-
dos.
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Otras normas completan este mandato, como es el caso del art. 76 de la LRBRL que estable-
ce que "Sin perjuicio de las causas de incompatibilidad establecidas por la Ley, los miembros
de las Corporaciones locales deberán abstenerse de participar en la deliberación, votación,
decisión y ejecución de todo asunto cuando concurra alguna de las causas a que se refiere la
legislación de procedimiento administrativo y contratos de las Administraciones Públicas. La
actuación de los miembros en que concurran tales motivos implicará, cuando haya sido deter-
minante, la invalidez de los actos en que hayan intervenido."
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art. 7 del RD 33/1986.
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Es decir, si el resultado final del acto no está afectado por la intervención del recusado
o cuando su actuación no sea determinante para decisión final, el acto puede mante-
nerse válido
La jurisprudencia también ha considerado que, en los actos procedentes de los órga-
nos colegiados, si el voto del incurso en la causa de abstención no fue determinante
para el resultado final, el acto debe permanecer válido. Y sólo cuando el voto del re-
cusado tuvo una influencia decisiva en la formación de la voluntad del órgano colegia-
do es cuando debe ser anulado.
2.4.3.- Los interesados.
La LPA (art. 4) establece que interesados en el procedimiento administrativo son:
a) Quienes lo promuevan como titulares de derechos o intereses legítimos indi-
viduales o colectivos.
b) Los que, sin haber iniciado el procedimiento, tengan derechos que puedan
resultar afectados por la decisión que en el mismo se adopte.
c) Aquellos cuyos intereses legítimos, individuales o colectivos, puedan resultar
afectados por la resolución y se personen en el procedimiento en tanto no haya recaí-
do resolución definitiva.
En definitiva son las personas que pueden participar en el procedimiento, pero no toda
persona puede participar sino que la Ley requiere que ostente “legitimación”, es decir,
una cualificación específica.
La distinción entre derecho subjetivo e interés legítimo a los efectos de la legitimación
para ser parte en los procedimientos brota del contenido del art. 24 de la CE como
proyección de la tutela judicial efectiva.
El derecho subjetivo es el poder de exigencia de una prestación frente a otro sujeto, ya
sea de contenido patrimonial o no, y cualquiera que sea el título en que tenga su ori-
gen (legal, contractual o contractual).La titularidad de un derecho subjetivo confiere el
grado máximo de legitimación para intervenir en un procedimiento, por ello, lo titulares
de los derechos son siempre interesados necesarios.
El concepto de interés es aquel que, de llegar a prosperar la acción entablada, origi-
naría un beneficio jurídico o material a favor del accionante, sin que sea preciso que
ese interés encuentre apoyo en precepto expreso legal concreto y declarativo de dere-
cho; o bien aquel interés que deriva del eventual perjuicio que pudiera crear al ciuda-
dano el acto combatido en el proceso. En este caso sólo serán interesados si se per-
sonan en el procedimiento.
Aunque, es más cierto que la propia LPA establece en su art. 8, prevé que si durante
la instrucción de un procedimiento que no haya tenido publicidad, se advierte la exis-
tencia de personas que sean titulares de derechos o intereses legítimos y directos cu-
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ya identificación resulte del expediente y que puedan resultar afectados por la resolu-
ción que se dicte, se comunicará a dichas personas la tramitación del procedimiento.
Además en el art. 18.2 se impone que los interesados en un procedimiento que co-
nozcan datos que permitan identificar a otros interesados que no hayan comparecido
en él tienen el deber de proporcionárselos a la Administración actuante.
Por último también se recoge en el art. 4.3 también se prevé que cuando la condición
de interesado derivase de alguna relación jurídica transmisible, el derecho-habiente
sucederá en tal condición cualquiera que sea el estado del procedimiento.
Y no sólo cabe pensar en una legitimación individual sino también colectiva por la vía
del art. 4.2 LPA al establecer que las asociaciones y organizaciones representativas
de intereses económicos y sociales serán titulares de intereses legítimos colectivos en
los términos que la Ley reconozca. En este sentido debe entenderse la remisión hecha
a la legislación específica para los distintos sectores: consumidores y usuarios, medio
ambiente, etc.
Sin perjuicio de que, en determinados ámbitos en los que pudiera brotar un inequívoco
interés colectivo, cualquier ciudadano pudiera participar sin la exigencia de un título
específico, en un procedimiento. Por ejemplo, en el art. 109.1 Ley 22/1988, de 28 de
julio, de Costas (Será pública la acción para exigir ante los órganos administrativos y
los Tribunales la observancia de lo establecido en esta Ley y en las disposiciones que
se dicten para su desarrollo y aplicación); el art. 8.2 de la Ley 16/1985, de 25 de junio,
del Patrimonio Histórico Español, entre otras.
2.4.4.- La representación.-
Los interesados con capacidad de obrar podrán actuar por medio de representante,
entendiéndose con éste las actuaciones administrativas, salvo manifestación expresa
en contra del interesado revocando la representación (art. 5.1 LPA).
Por otra parte, no existen requisitos específicos para actuar como representante, pues
según establece el art. 5.2 “las personas físicas con capacidad de obrar y las personas
jurídicas, siempre que ello esté previsto en sus Estatutos, podrán actuar en represen-
tación de otras ante las Administraciones Públicas.”
Deberá acreditarse la representación para:
- formular solicitudes,
- presentar declaraciones responsables o comunicaciones,
- interponer recursos,
- desistir de acciones y renunciar a derechos en nombre de otra persona.
Porque para los actos y gestiones de mero trámite se presumirá la representación (art.
5.3).
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Cuando los interesados utilicen un sistema de firma de los previstos en este artículo,
su identidad se entenderá ya acreditada mediante el propio acto de la firma (art. 10).
Con carácter general, para realizar cualquier actuación prevista en el procedimiento
administrativo, será suficiente con que los interesados acrediten previamente su iden-
tidad a través de cualquiera de los medios de identificación previstos en esta Ley.
Según el art. 10 de la LPA, las Administraciones Públicas sólo requerirán a los intere-
sados el uso obligatorio de firma para:
a) Formular solicitudes.
b) Presentar declaraciones responsables o comunicaciones.
c) Interponer recursos.
d) Desistir de acciones.
e) Renunciar a derechos.
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Quienes de conformidad con el artículo 3, tienen capacidad de obrar ante las Adminis-
traciones Públicas, son titulares, en sus relaciones con ellas, de los siguientes dere-
chos:
a) A comunicarse con las Administraciones Públicas a través de un Punto de Ac-
ceso General electrónico de la Administración.
b) A ser asistidos en el uso de medios electrónicos en sus relaciones con las Ad-
ministraciones Públicas.
c) A utilizar las lenguas oficiales en el territorio de su Comunidad Autónoma, de
acuerdo con lo previsto en esta Ley y en el resto del ordenamiento jurídico.
d) Al acceso a la información pública, archivos y registros, de acuerdo con lo pre-
visto en la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información
pública y buen gobierno y el resto del Ordenamiento Jurídico.
e) A ser tratados con respeto y deferencia por las autoridades y empleados públi-
cos, que habrán de facilitarles el ejercicio de sus derechos y el cumplimiento de sus
obligaciones.
f) A exigir las responsabilidades de las Administraciones Públicas y autoridades,
cuando así corresponda legalmente.
g) A la obtención y utilización de los medios de identificación y firma electrónica
contemplados en esta Ley.
h) A la protección de datos de carácter personal, y en particular a la seguridad y
confidencialidad de los datos que figuren en los ficheros, sistemas y aplicaciones de
las Administraciones Públicas.
i) Cualesquiera otros que les reconozcan la Constitución y las leyes.
Estos derechos se entienden sin perjuicio de los reconocidos en el artículo 53 refe-
ridos a los interesados en el procedimiento administrativo.
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