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ROMEO Y JULIETA

Dentro de la producción literaria de Shakespeare se encuentra la obra de Romeo y


Julieta, que forma parte de las grandes tragedias.
Esta obra se inspira en una historia italiana que probablemente obtuvo influencias
de La Celestina. Los protagonistas, unidos por su amor más que por el odio que se
tienen sus familias, han traspasado todas las épocas como modelos de un amor
juvenil que supera todo tipo de obstáculos y vicisitudes.
Como todo teatro isabelino, esta obra rompe con las reglas de las tres unidades: no
hay unidad de lugar, puesto que las escenas no se dan en el mismo sitio (alcoba,
palacio, jardín…); tampoco hay una unidad de tiempo, ya que la acción no transcurre
en el mismo día (va desde un domingo a un jueves); y por último, no hay unidad de
acción, puesto que existen dos ejes fundamentales en la obra (la rivalidad existente
entre las familias y el amor que existe entre los dos amantes).

Las distensiones familiares se manifiestan ya en el primer acto, aunque sin darle


demasiada importancia; en el tercer acto alcanza su auge, al morir Tybalt (miembro
de una de las familias enemistadas) y Mercutio (pariente del Príncipe). El resultado
es el exilio de Romeo. En el quinto acto se alcanzará el desenlace de los
acontecimientos: los herederos de ambas familias perderán la vida trágicamente.
Esta situación llevará a las familias a lamentar su enemistad y adoptar una actitud
de reconciliación bajo la atenta mirada del Príncipe, que tiene papel de juez.

Las emociones de las familias cambian en cada uno de los tres encuentros: en el
primer encuentro de informalidad, en el segundo de furia, y en el tercero de tristeza.
En los tres encuentros Shakespeare manifiesta una unidad de cambio cualitativo de
sus comportamientos que corresponde a inicio, clímax y desenlace respectivamente.
Es importante destacar la ausencia de una persona joven en la última escena.

OBRA DE SHAKESPEARE
Shakespeare no es sólo un gran dramaturgo, sino también uno de los más grandes
poetas líricos y narrativos ingleses. Nos limitaremos a citar su largo poema Venus y
Adonis, y a destacar que sus sonetos (más de ciento cincuenta) figuran entre lo más
hermoso de la lengua inglesa y suponen una de las cimas de la poesía amorosa de
todos los tiempos.
Su obra dramática se compone de treinta y siete piezas, entre tragedias, comedias y
dramas. Pero la limitación en cantidad le hizo ganar en intensidad dramática y en
perfección poética. Examinaremos los principales rasgos formales de su
construcción teatral.

El sistema dramático de Shakespeare desborda los moldes y reglas del arte clásico.
Al hablar de teatro isabelino, no encontraremos en su obra ni unidades (de tiempo,
de lugar y de acción) ni uniformidad de estilo: las formas métricas serán variadas, e
incluso se mezclarán la prosa con el verso en una misma obra. Interesa insistir,
especialmente, en la mezcla de lo trágico con lo cómico (el bufón en El rey Lear y los
clowns en Hamlet). Esta inclusión de una veta cómica hasta en las más
estremecedoras tragedias es un contrapunto cómico que realza los temas y episodios
más graves, oponiéndoles como un espejo irónico o deformante.
Su obra dramática puede dividirse en tres grandes bloques: las comedias, los dramas
históricos y las grandes comedias.

LAS COMEDIAS
Shakespeare partió de una fórmula ya consagrada: la comedia novelesca y de
enredo, de raíces terencianas e italianas. Nos encontraremos con amorosas,
salpicadas de dificultades, celos, malentendidos provocados por parecidos entre
personajes, etc. Pero Shakespeare enriquece esta situación: le da una inconfundible
hondura humana. Los tipos estereotipados, propios de aquel género, se convierten
en criaturas vivas, individualizadas. Por otra parte, la poderosa imaginación del
autor renueva continuamente el placer de los espectadores con giros inesperados, o
le llevan a mezclar la fantasía con la realidad. Todo ello se observa en las comedias
de su primera época (El sueño de una noche de verano, y las “comedias sombrías”
de 1601 a 1604) y finalmente, la serenidad y el optimismo caracterizan sus últimas
comedias, como Cuento de invierno o La tempestad, prodigio esta última de lirismo
y fantasía.
LOS DRAMAS HISTÓRICOS
La inspiración en temas nacionales es esencial en el teatro isabelino. A esta línea
corresponden diez de las obras de Shakespeare. Los dramas históricos de
Shakespeare abarcan unos dos siglos de historia de Inglaterra. Ya en sus antecesores,
el drama histórico tenía como función el llevar ante el pueblo la propia historia, pero
Shakespeare no es un historiador: en sus dramas se interesa más por los hombres
que por los acontecimientos (busca lo humano; de ahí, el alcance universal de sus
dramas). Por lo demás, Shakespeare encierra en sus dramas históricos aquella
violencia tan del gusto de la época.
Además de la historia de Inglaterra, podemos adjuntar a este epígrafe sus “piezas
romanas”; también en estas el autor supera lo histórico y atiende los conflictos
interiores de los personajes. Su fuente es Plutarco).

LAS GRANDES TRAGEDIAS


Aparte de las que ya hemos citado entre los dramas (insistamos en que es difícil
establecer la frontera entre drama y tragedias aquí), sabemos que Shakespeare había
cultivado ya este género en su primera época, del que es muestra famosa Romeo y
Julieta y luego vendría la época de madurez trágica, con obras como:
Otelo: basado en una novela italiana (de Cinthio), es la tragedia de los celos. El
protagonista, hombre de natural violento, se ve arrastrado por las sospechas que
hace nacer en él Yago.
El rey Lear: basado en una leyenda céltica, es el drama de la ingratitud filial. Lear se
ve arrastrado a la desesperación, la locura y la muerte, sin que pueda impedirlo el
tierno amor de su tercera hija, a la que él había desheredado.
Macbeth: desarrolla un suceso de la historia de Escocia. Lady Macbeth, impulsando
a su marido al asesinato del rey Duncan, se ha convertido en modelo de la funesta
ambición.
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