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Reflexión sobre el retorno a la democracia desde el año 79 en adelante

Introducción

El Ecuador volvió a la democracia a partir de 1979 con la nueva constitución del gobierno de
Jaime Roldós Aguilera, a partir de la salida del poder por parte de la junta militar. La
democracia representa un sistema que permite la organización de las personas, en el cual el
poder no pertenece a un solo individuo, sino que se reparte entre todos los cuidados de un país.
Por tanto, las decisiones se toman entorno al dictamen de a mayoría. Por otra parte, la
democracia también representa el conjunto de reglas que determinan la convivencia política y
social, cuya base se establece en el respeto a los derechos de todos los ciudadanos. Sin embargo,
la democracia ecuatoriana a partir de 1979 ha sido descrita como crisis cuestionando su carácter
democrático, desencadenando tres aspectos: primera la naturaleza formal de la democracia;
segundo su incapacidad para resolver conflictos sociales y económicos y finalmente sus
delgados conductos de participación ciudadana que han sido abiertos desde y por el Estado, sin
que manifiesten demandas procesadas y formuladas desde la sociedad.

Desarrollo:

La relación entre democracia y conflicto es tan estrecha, ya que la democracia nace a partir del
conflicto y existe para procesarlo. Necesariamente la democracia debe establecer los canales
para la expresión y procesamiento del conflicto social, solamente cuando se establezca dichos
canales en la medida que se reconozca la existencia de un conflicto y se instituyan herramientas
para solucionarlo se habla de una verdadera democracia. La democracia se caracteriza por
establecer reglas que, a la vez que regula conflictos, establezca límites para el juego político y
asegure deberes y derechos para todos los ciudadanos. Se puede decir entonces que la
democracia se caracteriza por establecer reglas que definan quien debe tomar las decisiones
colectivas y que procedimientos aplicará. Estas reglas están definidas por tres elementos que
constituyen condiciones de la democracia: el primero es la capacidad de incluir los diversos
intereses existentes en la sociedad; el segundo es la vigencia de mecanismos que aseguran la
participación igualitaria de los individuos y tercero el reconocimiento de un marco de libertades
que permitan el ejercicio de aquella participación.

De ahí que la democracia es orden y normatividad: un marco en el que se precisa el conflicto,


dentro de las condiciones específicas de cada sociedad. Por ello, el criterio para definir una
democracia puede resumirse diciendo que es la libertad legal para formular y proponer
alternativas políticas con derechos correspondientes a la libertad de asociación, libertad de
expresión y otras libertades básicas de la persona; competencia libre y no violenta entre líderes
con una revalidación periódica de su derecho para gobernar; inclusión de todos los cargos
políticos efectivos en el proceso democrático y medidas para la participación de todos los
miembros de la comunidad política, cualesquiera que fuesen sus preferencias políticas.

La existencia de reglas democráticas supone una conjugación de voluntades, libertades y reglas


y es pertinente diferenciar entre régimen que hace referencia a la normatividad que regula el
juego político y sistema político que se refiere a las prácticas concretas o a los procedimientos
políticos que interactúan en un entorno. Si el régimen político apunta a las instituciones y
normas, necesariamente nacen dos preguntas: la primera es acerca de cómo se construye y la
segunda cuál es su función en términos de consolidar un orden democrático. En el primer
aspecto es fundamental que exista un proceso de institucionalización, entendido como la
expresión material y normativa de las relaciones sociales. En segundo aspecto es necesario que
el régimen político asegure la continuidad del orden democrático y que a la vez impulse su
propia transformación.

La condición democrática del régimen se mide por la capacidad de incluir en lo normal a todas
las manifestaciones del conflicto social. Por tanto, una de las características del régimen
democrático es su capacidad de transformación. Esto es posible cuando la constitución del
régimen político ha sido proceso de institucionalización. La posibilidad de cambios se
encuentra principalmente en la interacción constante entre el régimen y el sistema político, es
significa entre el marco global para la acción y la práctica concreta de los actores sociales.

El 10 de agosto de 1979 señala el comienzo de la democracia en Ecuador; tras este hecho yacen
dos procesos históricos importantes: primero, la fecha recibe su sentido con relación a un
periodo histórico discreto; entre 1971 y 1978, las Fuerzas Armadas en el poder, la clase política
y la clase dominante se embarcaron en un largo y complejo proceso de transición desde el
régimen militar al gobierno civil. El segundo proceso, es la inauguración de la democracia
como una nueva forma de sociedad, la cual no puede analíticamente reducirse a un sistema
electoral o en general, a un sistema de instituciones.

El 15 de enero de 1978, como parte del proceso de cambio, y debido a la presión de organismos
internacionales al gobierno militar para que este posibilite el retomo a la democracia, el pueblo
ecuatoriano votó en un plebiscito por una forma política nueva, es decir un texto constitucional
nuevo - la Constitución de 1978, en lugar de una forma política antigua, es decir la reforma de
la Constitución de 1945, a través de una consulta popular en la cual no se introdujeron las
demandas de la sociedad. En consecuencia, las mas importantes partes de la consulta hicieron
relación directa con el sistema político, quedando de lado las que se utilizaron como señuelo
de la adhesión popular: la descentralización, reforma del sindicalismo público, penalizaciones,
cambios en el sistema judicial. El resultado de la consulta popular fue el rechazo del pueblo a
los 11 temas planteados, que aparecían patrocinados por el gobierno. Con el triunfo del no en
las 11 preguntas, se ratificó la tradición electoral y al gobierno se le desmoronó la ilusión de
hacer una reforma política neoliberal con consentimiento popular.

La redemocratización de Ecuador estuvo asociada con una concepción del sistema partidario.
Los partidos políticos fueron concebidos como escuelas y mediadores de la demanda social. El
desmoronamiento político centrada en el Estado, tuvo una necesaria consecuencia en los
partidos que, se aspiraba a que fueran el espacio de organización de la sociedad para participar
en la democracia. Con la democracia, los partidos elaboraron modelos de intervención política
y de estructura institucional, que eran sinónimos de modernización. La sociedad ecuatoriana
comienza a entonces a cuestionar a los partidos desde dos perspectivas. Las posiciones más
tradicionales critican a los partidos como monopolios de acceso al poder y, de esta forma, las
califican como instancias naturales de la corrupción y desde la otra perspectiva los
movimientos sociales cuestionan la capacidad de resolución de los principales temas políticos
por parte de los partidos.

Para muchos movimientos sociales, la democracia se ha convertido de expectativa a frustración


pues no alcanzó a desarrollar respuestas a ordenes productivos y distributivos, económicos y
políticos y a las necesidades simbólicas y materiales insatisfechas, ni crear una
institucionalidad integradora. Y por otra parte están los sujetos de los movimientos sociales,
las mujeres, jóvenes, pobladores, indios, obreros, campesinos, pero no la práctica colectiva y
su potencial creador.

La representación de la nación en términos puramente contractuales ha conducido


históricamente a tres tipos de problemas: primero, la desestabilización de la nación en el
espacio y el tiempo; segundo tal concepción genera la necesidad compulsiva porque los
ciudadanos renuevan continuamente sus actos de lealtad a la comunidad política; tercer, dadas
esas condiciones se produce una politización general de la sociedad. La Constitución de 1978,
representó un sesgo reformista especialmente en cuanto a abolir las representaciones
funcionales del Congreso, extender el sufragio universal y mandar el desarrollo de un sector de
propiedad comunal de la economía.
Los movimientos sociales han dejado se ser practicas colectivas y solo existen los sujetos que
potencialmente las encarnarían. El sistema político que se estructura en la actualidad es
excluyente de los movimientos sociales por su lógica mercantil, por el retorno a las identidades
sociales clásicas y por la consolidación de minorías consistentes, grupos de control tecnológico,
monopolio de contrato externo, concentradores de modernidad. También es excluyente por la
ausencia de Estado, que deja sin interlocutor a los movimientos sociales.

Se ha intentado explicar la ausencia de participación ciudadana por los grados de pobreza


prevalecientes en el país. Es evidente la relación que existe entre pobreza y ciudadanía. El
esparcimiento de la ciudanía y su participación es un factor importante para el vencimiento de
la pobreza. El ejercicio de la ciudadanía y de la participación requiere de ambientes políticos,
sociales y culturales específicos para concertar situaciones que atañen a la organización del
Estado y de la sociedad.

Que la democracia realmente exista, tiene sus diferencias en cuanto a la forma de su origen, es
decir de izquierda o de derecha. La izquierda se refiere a su carácter formal y a su relativa
incapacidad para implantar un régimen de justicia social y por tanto hacerse cargo fe los
problemas de la pobreza y de la equidad, todos ellos se originan en un mismo concepto de
democracia: un sistema que garantice la participación y que haga posible la igualdad no
solamente en termino políticos, sino fundamentalmente en términos sociales y económicos. La
izquierda al centrar su propuesta en una mayor participación no solamente ha sacrificado
algunos aspectos, sino que además ha planteado el mismo tema de participación de una manera
que aporto poco al fortalecimiento y a la profundización de la democracia. En esa propuesta se
puede detectar cuatro factores que constituyen su debilidad: primero, es extremadamente
general en tanto se mantiene en el nivel de las declaraciones de principios, como la que opone
a la democracia participativa a la democracia representativa sin señalar caminos concretos para
consolidad la primera; segundo y derivado de la primera es insuficiente debido a que no asume
a la representación como un problema central de la democracia; tercero es confusa en la medida
en que no se definen los canales de participación y finalmente, es restringida ya que tiende a
regalar la participación a su connotación social, dejando de lado el contenido político.

Por otra parte, la derecha reduce la democracia a la vigencia de determinadas instituciones y


mecanismos, como el derecho al voto, la alternabilidad de los mandatarios, la división de
poderes, etc., mientras que sus rendimientos son vistos desde una perspectiva estrictamente
técnica. Los problemas políticos, sociales y económicos tienen, según esta perspectiva, una
solución eminentemente instrumental: unos en el ámbito jurídico, otros en la teoría económica.
Su objetivo y su resultado es la despolitización de la democracia; en si misma, esta pasa a ser
un problema técnico para técnicos. Esta critica derecha destaca el tema de la eficiencia, pero lo
ve solamente como un problema de manejo técnico de las variables económicas. En esta
perspectiva está ausente toda reflexión que lleva a comprender los problemas económicos y
sociales como una parte del tema mas amplio de la conducción política, de la constitución de
identidades, de los mecanismos de representación y de la capacidad de las instituciones para
ofrecer respuestas a las demandas de la sociedad.

Cabe destacar que en los primeros años de vida constitucional el país comenzó a sentir los
efectos de la crisis. Esto dio lugar al aparecimiento de una las rarezas del actual proceso: la
construcción del orden democrático debió producirse en el marco de las condiciones menos
favorables para su desarrollo. Se puede decir entonces que la crisis provoco una profunda
transformación de los actores políticos y sociales; esta ha producido cambios en las demandas
sociales que, por su parte, ponen en cuestión la capacidad de respuesta institucional del Estado.
A su vez, esta ultima se ha visto mermada por le impacto de la crisis, que ha reducido los
recursos disponibles para responder a las demandas sociales. En Ecuador durante los quince
años de vigencia del ordenamiento constitucional demuestra la existencia de lo que se ha
denominado déficit de gobernabilidad, en el sentido de que no se crearon las condiciones que
posibilitan la definición de los objetivos nacionales a largo plazo, que dotan de eficiencia y
eficacia y coherencia al sistema político en especial al desempeño gubernamental.

Conclusión:

La democracia constituye un sistema de gobierno en el cual el poder reside en el pueblo, y es


la ciudadanía quien decide quienes son sus representantes, a través del voto electoral; es
importante entonces que los ciudadanos que habitan el país se comporten como un pueblo
demócrata, consientes de sus derechos deberes y obligación como parte de una sociedad y de
un Estado. Por eso actualmente el presidente de la República convocó a consulta popular con
el único fin de poder refrescar la democracia.

Bibliografía:

Burbano, F. (2003). Democracia, gobernabilidad y cultura política. Quito: FLACSO, Sede


Ecuador.

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