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Las persona con TAG piensan demasiado en ¨qué pasaría si…¨, lo cual provoca más
ansiedad. Una vez que empiezan no pueden detener su preocupación.
El TAG suele coincidir con otros padecimientos como la depresión; además, las mujeres son
dos veces más propensas que los hombres.
Está influida por todo, desde la genética y las relaciones familiares, hasta los estilos de
pensamiento individual. No es una simple situación de causa y efecto.
Varios medicamentos son capaces de causar síntomas parecidos a la ansiedad: pastillas para
la hipertensión, hormona, asteroides y antidepresivos, así como fármacos de venta libre que
contienen cafeína (jarabe para la tos, descongestionantes).
Quienes padecen TAG suelen consultar primero a un médico sobre sus síntomas físicos y,
por desgracia en algunos casos, estos desprecian tanto las molestias físicas como las
psicológicas. Muchos piensan que la preocupación no es una reclamación legítima de salud
mental porque a todos nos sucede.
Los medicamentos para la ansiedad suelen tener efectos secundarios graves, como letargo,
deterioro cognitivo (con el uso a largo plazo), y en ocasiones, desarrollo de tolerancia, lo que
puede conducir a la adicción.
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Se recomienda por un enfoque no farmacológico a base de relajación y meditación. La
reducción del estrés basada en la atención plena (REBAP), que no tiene efectos secundarios.
Y consiste en prestar atención a la respiración y hacer sondeos mentales del organismo para
aumentar la conciencia de las sensaciones físicas. Reduce el cortisol, la hormona del estrés
que daña el hipocampo y el lóbulo frontal, por lo que podría beneficiar a la memoria y el
pensamiento y mitiga la ansiedad.
En casos leves de TAG, los cambios de estilo de vida puede ayudar. Uno fundamental es el
ejercicio. La actividad física reorganiza el cerebro de tal forma que reduce su respuesta al
estrés, lo cual hace menos probable que la ansiedad interfiera con su funcionamiento normal.
El yoga también es una buena opción, pues mitiga la tensión corporal, así como cualquier
ejercicio que canse y ayude a dormir mejor (hacerlo es esencial). La falta de sueño puede
contribuir a la preocupación excesiva.
También lo que comes puede afectar la capacidad de relajarse. Es bueno reducir el consumo
de cafeína, de alimentos procesados; consumir alimentos frescos, beber agua. Los alimentos
ricos en probióticos pueden proteger contra los síntomas de ansiedad social. También un alto
consumo de ácidos grasos omega 3 genera menores niveles de ansiedad.
Aun cuando es posible reducir, o incluso superar, la ansiedad generalizada, conservar una
salud mental estable es todo un proceso.
Se debe realizar prácticas de atención plena: técnicas de respiración, aprender a soltar los
sentimientos de ansiedad, concentrarse en los sonidos alrededor. Estas técnicas deben
trabajarse con constancia, para que funcionen. Además siendo abierto y receptivo respecto al
trastorno y hablar con sinceridad, es beneficioso.
La parte más aterradora de la ansiedad es la sensación de que eres el único que se siente
así. Al hablar al contar es la oportunidad para que otros también lo hagan, y no sentir que
sólo les pasa a ellos. La idea es controlar la ansiedad y no dejar que ella sea la que controle.
Bibliografía:
Caballo, Vicente E, Título: Manual para la evaluación clínica de los trastornos psicológicos:
estrategias de evaluación, problemas infantiles y trastornos de ansiedad /.
ISBN:9788436820232 Imprenta: Madrid : Pirámide, 2010. 570 p. ; 23 cm +. Notas: Psicología
pirámide Bibliografía: p. [519]-570.
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