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abuso sexual intrafamiliar, riesgos

La pedofilia es una perversión en la que un adulto siente interés sexual por un menor
prepúber. Estos sujetos en principio pueden excitarse con ambos sexos, suele ser más
frecuente su atracción por las niñas Vásquez (2007). Estas conductas son decisivamente
prohibidas no solo por la legislación, sino por la sociedad en general e indudablemente
dejan un alto sufrimiento a quien lo padece. Atipicidades que se logran sostener
durante años debido al secretismo y en muchas ocasiones por la pasividad de la pareja
del ofensor. Así por ejemplo, en la práctica se encuentran casos, donde la agresión
sexual llevaba infringiéndose durante de 6 años hasta que las víctimas deciden revelarlo,
previamente a la etapa de la adolescencia, periodo donde el desarrollo cognitivo
alcanza una capacidad de razonamiento abstracto que permite una mayor compresión
sobre lo vivenciado. En Colombia la intervención que se realiza con las víctimas de
abuso sexual infantil (ASI), va encaminada generalmente a establecer la credibilidad del

en curso
testimonio de los menores de edad, para posteriormente condenar al presunto agresor.
Sin embargo, tanto a la víctima como al victimario conviene hacer una evaluación
psicológica forense adecuada que propenda abordar y explicar desde lo científico la
problemática. Con esto, se ofrece un trato respetable a la víctima, se minimiza la
victimización secundaria y se establece conocimiento sobre los responsables que podría
incidir en acciones para la adecuada prevención y comprensión del delito. No se puede
hablar de un perfil único sobre los agresores sexuales, porque en ellos concurren
diferentes tipologías que varían de acuerdo a los antecedentes de vida o factores de
personalidad. Sin embargo, la investigación ha demostrado características que
comparten estos sujetos y que tiene correlación con sus conductas sexuales atípicas,
como déficit en habilidades sociales, baja autoestima, consumo de alcohol y drogas.
Marshall (2001), en su teoría sobre la delincuencia sexual señala causas que predisponen
a los agresores sexuales, como factores socioculturales (roles machistas, poder y control
hacia la mujer), experiencias juveniles (abuso sexual en la infancia), desinhibición y
oportunidad (estados de ánimo). Para Vázquez (2007), estas personas tienen problemas
de neuroticismo, introversión, inmadurez, socialización e importantes carencias en
valores sociales. Por lo tanto, los resultados de la evaluación forense que incluye todas
las áreas del comportamiento, la personalidad y la salud mental refleja similitudes
importantes en el grupo de agresores intrafamiliares que se exponen a continuación:
Variables sociodemográficas como la edad, determina que oscilan entre los treinta (30) y
los cincuenta (50) años. Contrariamente, en casos específicos de evaluación donde los
agresores han sido jóvenes con edades entre los 18 y 22 años. La victima generalmente
es conocida, el modus operandi difiere al del agresor intrafamiliar, es un delito que los
victimarios colombianos han mal denominado como “el juego de la ruleta sexual”,
tratándose entonces, de abusos sexuales colectivos que deben ser sancionados.

Tienen una problemática importante con la figura paterna, ya sea porque fue negligente
o permisiva, aspectos que coinciden con vivencias negativas en las primeras etapas del
desarrollo asociadas a maltrato físico y psicológico, violencia intrafamiliar y
deprivación económica. Al respecto, Marshall (2001) expone que una relación paterno-
filial pobre y problemas familiares en la infancia pueden derivar en un comportamiento
sexual delictivo. Sin embargo, lo que muestra la evaluación es que si bien se convén con
los postulados del teórico, algunos de los peritados también vivenciaron esos malos
tratos por parte de la figura materna. Investigaciones informan que los agresores
sexuales han sido víctimas de abuso sexual en la infancia, no obstante en la entrevista
niegan ese tipo de maltrato, que se podría explicar por la simulación y disimulación de
síntomas característicos de un proceso de evaluación psicológica forense o porque
probablemente en estos casos en particular no haya ocurrido. Para este grupo de sujetos
los niveles de formación fueron limitados, el que más avanzó curso hasta octavo grado
de secundaria. La inadaptación escolar esta antecedida en bajo rendimiento académico,
deserción escolar, apatía hacia el aprendizaje e insatisfacción con la escuela. Ni los
evaluados, ni los informantes colaterales reportan rechazo a la normativa académica,
enfrentamientos con los iguales o comportamientos inadecuados en esa etapa del
desarrollo. Sin embargo, esos aspectos requieren más profundización, dada la
deseabilidad social que pueden ofrecer en la entrevista forense. La necesidad de un
empleo para superar la deprivación económica es la justificación del fracaso escolar,
variable de riesgo en el perfil de estos agresores. La escuela y los mecanismos de control
que la rigen pueden dar lugar a conductas más prosociales, mientras que saltarse esa
fase del proceso de socialización, en algunos casos ajusta con impulsividad o
irresponsabilidad, aspectos que podrían influir en la conducta desviada actual.
Contrario al estereotipo que se pueda tener sobre estos ofensores, sus perfiles no
sugieren patologías significativas como trastornos de personalidad o alguna psicosis.
Son sujetos en su mayoría heterosexuales adaptados a nivel social y laboral. Todos, con
importantes problemas de adicción al alcohol y con el perfil del maltratador de
violencia de género. Niegan prácticas sexuales de tipo desviado como sadomasoquismo,
fantasías de sexo coercitivo, voyerismo u otras. El locus de control es externo, no hay
acepción de responsabilidad frente a sus actuaciones y no presentan sentimientos de
culpa hacia la víctima. Vásquez (2007) en sus investigaciones sugiere las siguientes
distorsiones cognitivas en los agresores sexuales: a) Las caricias sexuales no son
realmente sexo y, por ello, no se hace ningún mal a nadie. b) Los niños no lo dicen
debido a que les gusta el sexo c) El sexo mejora la relación con un niño d) Cuando los
niños preguntan sobre el sexo significa que desean experimentarlo e) La práctica sexual
es una buena manera de instruir a los niños sobre el sexo f) La falta de resistencia física
significa que el niño desea el contacto sexual g) El menor disfruta con la relación sexual
h) Lo contactos sexuales son una muestra de cariño i) Si no hay violencia, el menor no
va a desarrollar trastornos No obstante, en el contexto colombiano de evaluación, las
explicaciones, excusas o justificaciones que ofrecen los ofensores en la entrevista para
minimizar su comportamiento, incluso si han sido condenados, va conducido a una
negación radical del delito. Sus distorsiones, contrarias a las anteriormente citadas van
en correspondencia con la negación, la culpabilización y la minimización. a) Fue otra
persona quien lo hizo b) Celos de la hija hacia la madre c) Las acusaciones son falsas d)
Previo conflicto con la victima antes de la imposición de la denuncia e) Relaciones
conflictivas entre víctima y agresor durante la convivencia f) No se explican porque las
víctimas los acusan g) No me acuerdo, estaba muy borracho h) Aluden del tamaño de
su miembro viril y como consecuencia de esto la imposibilidad de haber cometido la
penetración. Estas distorsiones actúan como mecanismo de defensa frente a la
vergüenza que sienten por el tipo de delito que se les imputa. En casos donde el examen
del ADN es contundente frente a la responsabilidad de los hechos, la negación continua
siendo persistente. Los delitos sexuales son conductas que la sociedad no tolera, genera
desprestigio, etiquetamiento y rechazo. La negación es el único mecanismo de
protección que tienen para salvaguardar su propia imagen. En Colombia los agresores
sexuales confinados en centros penitenciaros están alejados de los demás reclusos en
aras de garantizarles sus derechos humanos. Suelen tener adecuada adaptabilidad al
centro penitenciario, con aparente estabilidad emocional, reciben apoyo del núcleo
familiar. Cuando se da la revelación del abuso, la progenitora o la conyugue se muestra
ambivalente y denuncia al agresor. Imponer la acusación en algunas ocasiones es la
única opción que tienen, sobre todo cuando los abusos son conocidos por la institución
educativa donde se encuentra el menor de edad. Sin embargo, con el trascurrir de los
días reaccionan con incredulidad, cuestionado la credibilidad del relato de la víctima;
confirmándose en todos los casos que tras la reclusión del ofensor, la madre continuó la
relación de dependencia con éste, facilitando de esta manera la revictimización, la
retractación y un mal pronóstico para las víctimas de este delito. En definitiva, el
análisis de los agresores permite guiar el proceso de evaluación, establecer patrones de
conducta que se repiten en el perfil por medio de sus patologías y pensamientos. No
obstante, en Colombia la evaluación del ofensor esta comisionada la generalidad de
veces al perito de la defensa, quién de manera ética y responsable debe informar sobre
el comportamiento de estos sujetos. Conviene, en todos los casos de presuntos abusos
sexuales realizar una correcta intervención por un experto forense, no solo con la
víctima sino con el victimario, porque los resultados direccionan de forma más precisa
la investigación judicial, conceptualizan, dilucidan el caso y ofrecen comprensión de la
problemática para la prevención del flagelo. Referencias Castro, M., López-Castedo, A.,
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