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Los mitos nos cuentan de una forma simbólica las historias de personajes

extraordinarios cuyas actuaciones son ejemplo y enseñanza para quienes ya no


pueden participar del pasado glorioso en que se desarrollaron aquellas aventuras.
Los mitos griegos tienen además la peculiaridad de no estar incluidos en un libro
sagrado por lo que, a lo largo de toda la historia, se han reinterpretado en el arte, la
literatura y otros campos del saber cómo un código bien conocido por todos.
A veces se han alterado algunos detalles, pero no se ha perdido su esencia, pues
salvando las distancias, los mitos nos cuentan historias profundamente humanas.

Pese a ser uno de los protagonistas del ciclo homérico, Paris también llamado
Alejandro es presentado en todas las fuentes con las características de un
antihéroe. El honor es para él algo secundario, tal y como demuestra una y otra vez
en el campo de batalla. Prefiere sobrevivir para gozar de las bondades de la vida a
cosechar la gloria en el combate. Aunque tiene momentos de valentía, suele
comportarse de forma cobarde, huyendo de toda situación de riesgo y dejando que
su diosa protectora, Afrodita, le salve del peligro. Su habilidad con las armas es
escasa, y sólo destaca por el uso del arco y las flechas, instrumentos para herir a
distancia, considerados como poco honorables en época homérica y posterior.

El campo que domina Paris es el amor y la seducción. Todas las fuentes le muestran
como un joven hermoso y delicado capaz de seducir a cualquier mujer, siendo éste
un don de la diosa Afrodita después del juicio de las tres diosas. Como raptor de
Helena, se considera a Paris el principal culpable del estallido de la guerra de Troya.

NACIMIENTO E INFANCIA

Hécuba, reina de Troya y madre de muchos príncipes y princesas, se encontraba


encinta cuando soñó que daba a luz una tea encendida cuyas llamas se extendían
e incendiaban toda la ciudad. Siguiendo el consejo de los adivinos y sacerdotes, el
rey Príamo decidió que el niño, tras su nacimiento, fuera expuesto en el monte para
que muriera. Sin embargo, el criado encargado de hacerlo se apiadó de la criatura
y la crió como si fuera un hijo suyo en las laderas del monte Ida.

De este modo, Paris se crió como un pastor, ignorando su origen regio. Ya en su


adolescencia se desarrolló su belleza y su capacidad para seducir a todo tipo de
mujeres. La primera en caer ante sus encantos fue la ninfa Enone, con la que Paris
mantuvo relaciones durante años.

EL JUICIO DE PARIS

Mientras Paris vivía como un pastor, en el Olimpo se celebraban las bodas de la


nereida Tetis y el héroe Peleo. A la fiesta habían sido invitados todos los dioses,
con excepción de Eris, diosa de la discordia. Ésta, enfurecida, se presentó en el
banquete y arrojó una manzana de oro en medio de las diosas, declarando que su
destinataria era la divinidad más hermosa. De inmediato, todas las dioses
comenzaron a disputarse tan preciado galardón, por lo que El juicio de Paris Zeus
decidió delegar en un mortal la tarea de juzgar quién debía quedarse la manzana.

Como no se ponían de acuerdo entre ellas pidieron a Zeus que decidiese a cuál de
ellas correspondiera pero el Dios temeroso de las envidias que pudieran derivar de
su decisión decidió delegar semejante responsabilidad a Paris.

El motivo que llevó a los dioses a escogerme como árbitro fue el hecho de qué
después de haber manifestado que tenía en mi rebaño el toro más hermoso de toda
la región no tuviera reparos para rectificar haber un segundo toro aún más hermoso
que el de Paris que no era más que el propio Ares disfrazado de dicho animal.

El mortal elegido fue el joven Paris, al que el dios Hermes le entregó la manzana
tras darle instrucciones de lo que debía hacer. Una tras otra, las principales dioses
se presentaron ante Paris para ofrecerle sus dones a cambio de ser elegidas. Hera
le ofreció a Paris el poder político y la estabilidad familiar; Atenea le ofreció el don
de la sabiduría; Afrodita, el regalo de ser amado por la mujer más bella de la tierra.
Paris eligió a Afrodita, ganándose de inmediato el favor de la diosa del amor y el
odio de las otras dos. Hera y Atenea, conocedores de la estirpe a la que pertenecía
Paris, juraron odio imperecedero a los troyanos.

PARIS COMO PRÍNCIPE TROYANO

El rey Priamo, para aplacar su pesar por la muerte de su hijo recién nacido,
celebraba cada año unos juegos funerarios que incluían sacrificios y competiciones
atléticas. Como premio, Príamo entregaba los mejores animales nacidos en su
reino, por lo que el pastor Paris fue obligado a entregar en la corte un espléndido
toro blanco que él mismo había criado.

Para recuperarlo, decidió participar en los juegos, resultando vencedor y


despertando las iras de los príncipes troyanos. Éstos, enfurecidos, decidieron matar
al plebeyo que había osado derrotarlos. Sin embargo, en ese momento intervino
Casandra, que gracias a sus dotes como adivina sabía el verdadero origen de Paris,
origen que reveló a todos. Priamo, a pesar de la profecía de que aquel joven traería
la destrucción a Troya, decidió acoger al príncipe de nuevo en su palacio.

Paris comenzó a vivir como un miembro más de la familia real, asumiendo cada vez
más competencias en el gobierno del reino. Cuando se planteó la necesidad de
viajar a Salamina para requerir al rey griego Telamón que devolviera a Hesíone,
hermana de Príamo secuestrada décadas atrás, se encargó a Paris que dirigiera la
expedición. Tras fracasar en el intento de recuperar a su tía, Paris visitó la ciudad
de Esparta, en cuyo palacio real fueron acogidos él y Rapto de Helena sus hombres.
El rey de Esparta, Menelao, se encontraba en ese momento en la isla de Creta, por
lo que los invitados fueron recibidos y atendidos por la reina Helena, hija de Zeus y
Leda. Helena era, a decir de muchos, la mujer más hermosa del mundo. Al verla,
Paris quedó prendado de ella. Helena, bien fuera por intervención de la diosa
Afrodita, que pagaba de ese modo su deuda con Paris, bien por pasión propia, cayó
enamorada del joven Paris.

Aprovechando la ausencia de Menelao, Paris y Helena escaparon juntos de


Esparta. En lugar de dirigirse directamente hacia Troya, Paris y sus hombres
saquearon algunas ciudades de la costa oriental del Mediterráneo, como Sidón, por
lo que cuando regresaron a su patria iban cargados de grandes riquezas. La llegada
del príncipe a Troya supuso una gran conmoción, pues todos conocían las
consecuencias bélicas que tendría el secuestro de Helena.

Mientras algunos príncipes y princesas, como Casandra, pidieron a Príamo que


devolviera a la joven a su patria, otros clamaron para que se defendiera el amor que
Paris sentía por ella. Príamo, confiado en la fortaleza de sus murallas y el número
de sus ejércitos, decidió aceptar a Helena como nuera y asumir las consecuencias
de su acto.

Cuando descubrió la ausencia de su esposa, Menelao montó en cólera, y exigió que


todos los reyes griegos hicieran honor al juramento realizado años atrás, según el
cual todos se comprometieron a defender al esposo de Helena de cualquier
agresión que tuviera como objeto robársela. En un último intento por evitar la guerra,
los griegos enviaron a Troya un grupo de mensajeros, que fueron despedidos con
frialdad. La guerra de Troya había comenzado.

PARIS EN LA ILÍADA

En su obra, Homero (link is external) no duda en presentar a Paris como un cobarde


que antepone su propia seguridad y la obtención del placer a cualquier tipo de
consideración con la patria e incluso con su propio honor.

Mientras los griegos iniciaban los preparativos de la guerra y luchaban para abrirse
paso hasta las costas de Troya, Paris disfrutó de los dones de Afrodita junto a
Helena durante años. A diferencia de su hermano Héctor (link is external), que se
preparó a conciencia para el conflicto, Paris se limitó a ver pasar el tiempo en brazos
de su amada.

Cuando estalló el conflicto, Paris mostró su cobardía y su incapacidad en el campo


de batalla desde los primeros enfrentamientos. Su escasa fuerza física le hacían un
torpe combatiente, por lo que normalmente se mantenía en segunda fila o en las
murallas de la ciudad, hiriendo a los enemigos desde lejos con su arco.
A sabiendas de su nulidad como guerrero, Menelao propuso a los troyanos un
acuerdo. Él se enfrentaría a Paris en combate singular a muerte y el vencedor se
quedaría con Helena, poniéndose fin a la guerra. Paris no pudo negarse pese a
saber que Menelao era mucho mejor guerrero que él.

En el combate, el rey de Esparta derrotó con facilidad al joven Paris, que fue
salvado en el último momento por la diosa Afrodita, su protectora, que lo cubrió con
una nube y lo llevó volando hasta el lecho nupcial, donde Helena le aguardaba para
consolarle en su derrota.

La huída de Paris invalidó el acuerdo, por lo que la guerra continuó. En un segundo


intento de ponerse en primera línea de las tropas troyanas, Paris se encuentra con
el rey griego Diomedes, al que hiere con una flecha en el pie antes de huir hacia la
retaguardia.

PARIS DESPUÉS DE LA ILÍADA

La tradición es unánime en señalar que Paris fue el responsable de la muerte del


héroe Aquiles, bien por si mismo, bien porque el dios Apolo guiara su brazo. Paris
empleó su arma, el arco y las flechas, para herir a Aquiles desde las murallas,
alcanzándole en el talón, su único punto débil. El mismo Paris murió también debido
a una herida de flecha, lanzada por el héroe Filoctetes, antiguo compañero de
Herácles y heredero de su arco.

Aunque la herida no era en absoluto mortal, las flechas de Filoctetes estaban


emponzoñadas con un poderoso veneno, que poco a poco fue minando la salud del
príncipe troyano. Sólo una persona podía salvar a Paris, la ninfa Enone, su antigua
amante. Éste, pese a las súplicas de Helena, se negó a curar al que la había
abandonado años atrás, por lo que Paris murió entre atroces dolores. La propia
Enone, arrepentida de haber actuado así, se inmoló en la pira en la que ardían los
restos del príncipe troyano.

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