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B. Requisitos
Los requisitos del estado de necesidad justificante se
desprenden de lo establecido en el artículo 20", inciso 4 del
Código penal. Si bien se mencionan solamente dos requisitos,
lo cierto es que de la redacción del dispositivo penal se
derivan otros requisitos adicionales.
a.-Situación de peligro
b. La necesidad de la defensa
d. La cláusula de adecuación
A. Fundamento y sistemática
Por razones de seguridad jurídica, no podría resultar punible
una conducta que el ordenamiento jurídico autoriza. La
exigencia de una ausencia de contrariedad en el sistema
jurídico explica la existencia de la causa de justificación de
«actuar por disposición de la ley». Sin embargo, no deben
confundirse estos casos con aquéllos en los que, desde un
principio, no se genera un riesgo penalmente prohibido, pues
en estos últimos no hay una conducta típica justificada por
razones excepcionales, sino la ausencia general de base sufi-
ciente para afirmar la tipicidad de la conducta. Si bien no
hay una diferencia cualitativa entre ambos supuestos, pues al
final de lo que se trata es de lo mismo (determinar si existe
un injusto penal), resulta posible una exposición diferenciada
como pasos de un mismo proceso de imputación. La única
particularidad de las causas de justificación se encuentra en
que su contexto de análisis se hace en el marco de una situa-
ción especial de conflicto. En el caso concreto de los actos
permitidos por la ley, el ordenamiento jurídico autoriza ex-
cepcionalmente una conducta que implica afectar bienes ju-
rídicos de terceros.
4. Obediencia debida
A. Fundamento
El artículo 20", inciso 9 del Código penal establece que
quedará exento de responsabilidad penal el que actúa por una
orden obligatoria de autoridad competente, expedida en ejerci-
cio de sus funciones. Queda claro que la orden debe ser
antijurídica, pues de lo contrario no nos plantearíamos una
situación de justificación por parte de la actuación del
subordinado. El punto de discusión no se ubica, por tanto, en
la antijuridicidad de la orden o no, sino en la cuestión de la
obligatoriedad de una orden injusta respecto del subordinado.
Si asumimos plenamente el principio de autoridad, no cabrá
margen para la negativa a cumplir una orden, aunque el
subordinado la reconozca como antijurídica. La situación
cambia si se vincula la obligatoriedad de la orden con su
legalidad o juridicidad, de manera que a una orden que se
aprecie como injusta no se le debe obediencia. En los Estados
de Derecho se sigue indudablemente esta última interpretación
para decidir la obligatoriedad de las órdenes expedidas por la
autoridad. En nuestro país, por ejemplo, el artículo 36ü,
inciso 2 de la Ley Orgánica de la Policía Nacional establece
como un derecho del personal policial no obedecer órdenes que
constituyan violación de la Constitución, de las leyes o
reglamentos.
B. Requisitos
a. Orden obligatoria
Lo primero que se requiere para admitir un supuesto de
obediencia debida es una orden. La exigencia de una orden
excluye del ámbito de esta causa de justificación el caso de
recomendaciones u opiniones, cuyo seguimiento no es obli-
gatorio. Por otro lado, se ha dicho que no se trata de cual-
quier orden, sino que debe tratarse de órdenes de carácter
público, es decir, expedidas por un funcionario público. En
este sentido, las órdenes emitidas por privados en el marco,
por ejemplo, de una relación laboral, no podrán dar lugar a
una orden obligatoria. En estos casos, las órdenes de los
supe-riores jerárquicos deberán resolverse con las reglas
generales del principio de confianza y la teoría del error.
b.Autoridad competente
La legítima defensa
A. Concepto
B. Requisitos
Los requisitos de la legítima defensa se ordenan en función de
los actos de organización que se presentan en esta causa de
justificación. En cuanto al acto de organización del agresor,
se exige que éste sea ilegítimo y que no exista una
provocación suficiente que de lugar a dicha agresión. En cuan-
to al acto de defensa, se requiere que los medios empleados
sean racionales para impedir o repeler la agresión.
a. La agresión ilegítima
A. Delimitación
Nuestro Código penal sigue la llamada tesis de la dife-
renciación y regula, por tanto, de manera distinta el estado
de necesidad en el que se preserva un bien jurídico predomi-
nante al dañado (artículo 20Q, inciso 4) y el estado de necesi-
dad en el que se preserva la vida, la integridad física o la
libertad (artículo 20, inciso 5). Para explicar esta
regulación diferenciada, la doctrina penal recurre a la
distinta ubicación sistemática de ambos supuestos de necesidad
en la estructura del delito: Mientras el primer estado de
necesidad excluiría la Antijuridicidad (estado de necesidad
justifican te), el segundo estado de necesidad haría lo propio
con la culpabilidad (estado de necesidad exculpante). A partir
de esta distinción sistemática, sólo el estado de necesidad
justificante constituirá, en sentido estricto, una causa de
justificación, quedando la figura del estado de necesidad
exculpante relegada al ámbito de la culpabilidad como un
supuesto de inexigibilidad de otra conducta. Aquí nos vamos a
limitar, por tanto, al llamado estado de necesidad
justificante.
Dentro del estado de necesidad justificante se suelen
distinguir los casos del estado de necesidad agresivo y del
estado de necesidad defensivo. El estado de necesidad es agre-
sivo cuando la acción realizada para eludir el peligro que se
cierne sobre el sujeto recae sobre un tercero ajeno por com-
pleto a dicho peligro. En cambio, el estado de necesidad es
defensivo cuando la acción realizada para eludir el peligro
recae sobre un tercero al que se le puede atribuir la creación
de ese peligro. En ambos casos, si se respetan las exigencias
de proporcionalidad, podrá afirmarse la concurrencia de un
estado de necesidad justificante. Sin embargo, una apreciación
detenida de la estructura de descargo del estado de necesidad
defensivo conduce, más bien, a una conclusión distinta. El
estado de necesidad defensivo no está emparentado realmente
con el estado de necesidad, sino que comparte, más bien, la
estructura de la legítima defensa. Ya que el que crea la
situación de peligro ha realizado un acto de organización,
éste resulta competente por el peligro generado aun cuando no
sea penalmente responsable por ello y, en consecuencia, se le
atribuye el deber de eliminarlo, de asumir los costes de los
daños que produzca o, en caso necesario, ele soportar la
eliminación del peligro por parte del afectado.
B. Requisitos
a. Situación de peligro
El primer requisito para un estado de necesidad es la
existencia de una situación de peligro para un bien jurídico.
La doctrina penal es unánime al aceptar que los bienes sus-
ceptibles de estado de necesidad no son solamente los
personalísimos, sino también aquéllos de carácter patrimonial
o económico como, por ejemplo, la conservación de la plaza de
trabajo. Si bien la regulación positiva menciona expresamente
bienes jurídicos como la vida, la integridad corporal o la
libertad, indica también expresamente que la situación de
peligro puede recaer sobre otro bien jurídico, lo que abre
este requisito del estado de necesidad justificante a cual-
quier otro bien jurídico. Incluso, tal como lo indica ROXIN,
también podrían ser susceptibles de un estado de necesidad los
bienes de la comunidad (bienes jurídicos colectivos), aunque
reconoce que en la práctica esta situación solamente se
presentará en raras ocasiones, pues en estos casos por lo ge-
neral es posible hacer frente al peligro de un modo distinto
(p. ej. llamando a la autoridad).
La situación de peligro para los bienes jurídicos puede ser
tanto para bienes jurídicos propios como ajenos. Así se
desprende del propio texto legal en donde se indica que el
estado de necesidad procede para conjurar peligros «sobre sí o
de otro». En el caso del estado de necesidad justificante
respecto de bienes jurídicos de terceros se ha discutido si es
necesario el consentimiento del beneficiado por la acción de
salvamento. Un sector de la doctrina penal ha sostenido que
como el estado de necesidad no se guía por el principio de
protección individual, no se requiere del consentimiento del
tercero, de manera que el ordenamiento jurídico siempre
admitirá un estado de necesidad si lo que se mantiene es pre-
ponderante sobre lo que se sacrifica. Por nuestra parte, cree-
mos que estos supuestos deben ajustarse a las reglas del con-
sentimiento presunto, en donde el que preserva el bien jurí-
dico asume que el titular del bien jurídico estará de acuerdo
con su preservación. No obstante, la situación se torna com-
pleja cuando el titular del bien jurídico manifiesta de forma
expresa que tolera la realización de peligro actual (por ejem-
plo, una persona que deja conscientemente un objeto de gran
valor expuesto a las inclemencias del tiempo, y en un día de
lluvia el vecino procede a protegerlo utilizando un bien de
menor valor de otra persona). En estos casos, no cabría un
estado de necesidad siempre que se trate de bienes de libre
disposición. Si los bienes son, por el contrario,
indisponibles, el consentimiento no tendrá ningún efecto
justificante, teniendo en cuenta lo previsto en el artículo
20e, inciso 10 del Código penal, en donde se dispone que el
consentimiento sólo resulta válido respecto de bienes de libre
disposición.
A. Fundamento y sistemática
Por razones de seguridad jurídica, no podría resultar punible
una conducta que el ordenamiento jurídico autoriza. La
exigencia de una ausencia de contrariedad en el sistema
jurídico explica la existencia de la causa de justificación de
«actuar por disposición de la ley». Sin embargo, no deben
confundirse estos casos con aquéllos en los que, desde un
principio, no se genera un riesgo penalmente prohibido, pues
en estos últimos no hay una conducta típica justificada por
razones excepcionales, sino la ausencia general de base sufi-
ciente para afirmar la tipicidad de la conducta. Si bien no
hay una diferencia cualitativa entre ambos supuestos, pues al
final de lo que se trata es de lo mismo (determinar si existe
un injusto penal), resulta posible una exposición diferenciada
como pasos de un mismo proceso de imputación. La única
particularidad de las causas de justificación se encuentra en
que su contexto de análisis se hace en el marco de una situa-
ción especial de conflicto. En el caso concreto de los actos
permitidos por la ley, el ordenamiento jurídico autoriza ex-
cepcionalmente una conducta que implica afectar bienes ju-
rídicos de terceros.
A. Fundamento
El artículo 20Q, inciso 9 del Código penal establece que
quedará exento de responsabilidad penal el que actúa por una
orden obligatoria de autoridad competente, expedida en ejerci-
cio de sus funciones. Queda claro que la orden debe ser
antijurídica, pues de lo contrario no nos plantearíamos una
situación de justificación por parte de la actuación del
subordinado. El punto de discusión no se ubica, por tanto, en
la Antijuridicidad de la orden o no, sino en la cuestión de la
obligatoriedad de una orden injusta respecto del subordinado.
Si asumimos plenamente el principio de autoridad, no cabrá
margen para la negativa a cumplir una orden, aunque el
subordinado la reconozca como antijurídica. La situación
cambia si se vincula la obligatoriedad de la orden con su
legalidad o juridicidad, de manera que a una orden que se
aprecie como injusta no se le debe obediencia. En los Estados
de Derecho se sigue indudablemente esta última interpretación
para decidir la obligatoriedad de las órdenes expedidas por la
autoridad. En nuestro país, por ejemplo, el artículo 36",
inciso 2 de la Ley Orgánica de la Policía Nacional establece
como un derecho del personal policial no obedecer órdenes que
constituyan violación de la Constitución, de las leyes o
reglamentos.
B. Requisitos
b. Autoridad competente
Sesión 13
CULPABILIDAD
I. INTRODUCCIÓN
2- Toma de posición
A. El concepto de persona
Sesión 14
1. La imputabilidad
A. Ubicación sistemática
1. La inimputabilidad
La inimputabilidad es una causa de exclusión de la cul-
pabilidad que se presenta cuando quien realiza el injusto pe-
nal no reúne las condiciones para ser sujeto de una imputado
la información se adquiera por fuentes informales. Dentro de
estos supuestos se encuentran no sólo los casos del mandato
general del ciudadano en la gestión de riesgos especiales,
sino también los casos del cumplimiento del deber de socorro
del ciudadano y ciertas vinculaciones institucionales, en los
que, independientemente de la fuente de conocimiento, las
obligaciones se deben cumplir con toda la información
disponible. Por el contrario, en los ámbitos de actuación en
los que no se maneje riesgos especiales, el conocimiento por
vía irregular no sustentará una responsabilidad penal.
LA CULPA
1. Concepto
La culpa presentó un proceso de normativización anterior
incluso al desarrollado en la imputación dolosa. Este proceso
temprano de normativización en la culpa se explica sobre todo
por los problemas que provocó la fundamentación de la llamada
culpa inconsciente, lo que llevó a definirla con independencia
de lo que el autor se representó al momento del hecho. La
configuración normativa de la parte subjetiva de la culpa
constituye aún la interpretación dominante en la doctrina
penal y, como puede verse con facilidad, no se diferencia
sustancialmente de nuestra comprensión de la imputación
subjetiva en los delitos dolosos: no se trata de verificar el
conocimiento del autor, sino de determinar lo que éste debía
conocer. No obstante, debemos precisar que la imputación
subjetiva en los delitos culposos adquiere ciertas
particularidades frente a los delitos dolosos. En la culpa no
se imputa el pleno conocimiento de la aptitud lesiva del hecho
realizado, sino un conocimiento de menor grado que, unido a
criterios normativos, habría llevado a evitar la realización
del tipo penal. No existe, por tanto, una imputación de
conocimiento sobre la actitud lesiva concreta de la conducta
(en cuyo caso estaríamos ante una imputación dolosa), sino una
imputación de conocimiento sobre la posible lesividad de la
conducta que activa el deber de establecer mecanismos de
cuidado.
LA PENA
II. IA PUNIBILIDAD
1, Necesidad, ubicación y fundamento
Por regla general, un injusto culpable es punible. Sin
embargo, en determinados delitos existen circunstancias es-
peciales cuya ausencia o presencia determinan la efectiva im-
posición de la pena. Estas circunstancias se agrupan en la
llamada categoría de la punibilidad que, por no estar presente
en todos los delitos, se le considera inesencial o accidental.
B. La participación
Otro punto de discusión se presenta en relación con las reglas
de participación en el delito. Dos son las cuestiones
problemáticas de la participación que se suscitan en la
punibilidad. En primer lugar está la cuestión de si cabe ha-
blar de una participación cuando se interviene luego de rea-
lizado el delito, pero antes de que tengan lugar los
presupuestos de punibilidad exigidos. La respuesta a esta
cuestión no es tan problemática: una participación punible
sólo es posible mientras se realiza el delito. La intervención
posterior, aunque sea antes de que aparezca el presupuesto de
la punibilidad requerido por la ley, sólo podrá dar lugar a
una intervención post-ejecutiva que abra la posibilidad de
castigar al interviniente como encubridor o como autor de un
nuevo delito, pero, de ninguna manera, podrá fundamentar el
castigo como partícipe en el delito ya consumado.
A, La clase de pena
d. La pena de multa
La pena de multa implica la privación de una parte del
patrimonio del autor de un delito. Esta pena resulta aplicable
a supuestos de escasa o mediana gravedad como, por ejemplo, el
delito de calumnia. La determinación de la cuantía de la multa
sigue en la actualidad el sistema de los días»multa. Por un
lado, se establece un factor de referencia de la multa, el
llamado día-multa, en el que se tiene en consideración el
ingreso promedio diario del condenado, determinado sobre la
base de su patrimonio, rentas, remuneraciones, nivel de gasto
y demás signos exteriores de riqueza. Por el otro, el monto de
la multa se obtiene en función de los días-multa previstos por
cada tipo penal de la parte especial, lo cual depende de la
gravedad del delito. De esta manera, la pena de multa tiene en
consideración no sólo la gravedad del hecho delictivo, sino
también la capacidad económica del delincuente. La pena de
multa puede imponerse de manera exclusiva o conjunta, así como
también convertirse en otra pena en función de las razones de
su incumplimiento. Mecanismos corno la reserva del fallo
condenatorio y la exención de pena proceden igualmente en el
caso de la multa.
Si bien la tendencia en los últimos tiempos ha sido aumentar
las penas de multa en detrimento de la pena privativa de
libertad, la eficacia preventiva de la pena de multa se ha
cuestionado seriamente. En efecto, diversos estudios han de-
mostrado que en la empresa moderna las posibles penas de multa
se contabilizan como un costo de producción que trasladan a
los consumidores, perdiendo así todo efecto preventivo frente
a la empresa. Es más, las empresas recurren con mayor
frecuencia a la figura de los directivos de banquillo, es
decir, personas incorporadas a la estructura empresarial con
la única finalidad de asumir plenamente la responsabilidad
penal por los hechos delictivos cometidos desde la empresa. En
este sentido, la sanción de multa perdería completamente su
virtualidad preventiva si quedase en el directivo individual,
pues la empresa se limitaría sólo a contabilizar el costo de
un director de banquillo frente a los beneficios que le
proporcionaría el desarrollo de la actividad ilícita. Para
evitar esta desvirtualización del efecto preventivo de la
pena, se ha desarrollado la consecuencia accesoria del deco-
miso de ganancias ilícitas, aunque, como se verá más adelante,
la desafortunada forma como se ha regulado en nuestro Código
penal le quitan toda virtualidad operativa. En el plano
doctrinal, BOTTKE ha propuesto como medida adicional a la multa
que evitaría trasladar el maluin de la pena a terceros
(trasladar la multa a los consumidores), un registro de multa
a las empresas al que puedan acceder terceros interesados en
contactar con la empresa. El efecto preventivo de la pena de
multa se vería así reforzado.
a. El principio de legalidad
b. El principio de proporcionalidad
c. Concurrencia de circunstancias
B. Concurso de delitos
El marco penal abstracto resulta afectado también en el caso
del concurso de delitos. En la medida que concurren dos o más
delitos, concurren también dos o más marcos penales. La
solución general asumida hasta hace poco por nuestro Código
penal, no permitía la acumulación de las penas, sino la
absorción de las penas más leves por la pena más grave. En
efecto, los artículos 48°, 49- y 50L> del Código penal
establecían conjuntamente que en los casos de concurso ideal o
real de delitos, así como de delito continuado, la pena
aplicable sería la más grave. Solamente en el delito colectivo
o masa la regla general de la absorción sufría una
modificación, pues el artículo 49- del Código penal dispone un
aumento de la pena en un tercio respecto de la pena máxima
prevista, lo que significa asumir un criterio de exasperación.
La última modificación realizada a los artículos 48- y 50-
del Código penal cambia la regla en el concurso de delitos,
pues asume el criterio de la exasperación en el caso del
concurso ideal (incremento de la pena más grave hasta en una
cuarta parte con el límite de 35 años) y la acumulación de
penas para el concurso real (sumatoria de las penas fijadas
para cada delito hasta un máximo del doble de la pena más
grave sin superar los 35 años), dejando el delito continuado
bajo el criterio de la absorción (la pena del delito más
grave). Así las cosas, tenemos el criterio de la absorción
para el delito continuado, el criterio de la exasperación para
el delito masa y el concurso ideal de delitos, y el criterio
de la acumulación para el concurso real de delitos.
C, La amnistía
El artículo 102-, inciso 6 de la Constitución Política esta-
blece que una de las atribuciones del Congreso de la República
es dictar leyes de amnistía. La amnistía elimina legalmente el
hecho punible a que se refiere e implica el perpetuo silencio
respecto de este delito. Tal como se desprende del sentido
etimológico de amnistía, se trata de un olvido (amnesia) ele
la realización de un hecho delictivo, lo que impide que se
procese o se siga procesando a los autores del delito benefi-
ciados por una amnistía legalmente dispuesta por el Poder
Legislativo. El sentido de este mecanismo de extinción de la
acción penal es superar determinados momentos de crisis social
"(por ejemplo, luego de una guerra interna) o generar las
condiciones para que rija adecuadamente una ley penal (por
ejemplo, dar una amnistía para entregar o regularizar en un
determinado plazo la tenencia de armas). Por ello, no
cualquier ley que disponga una amnistía resulta legítima.
D. El derecho de gracia
E. La cosa juzgada
La llamada cosa juzgada constituye un efecto procesal de la
resolución judicial firme que impide que lo que ya se ha
resuelto sea nuevamente revisado en el mismo proceso o en otro
proceso. Este instituto procesal se encuentra reconocido en el
artículo 139-, inciso 13 de la Constitución Política del Perú,
en donde se establece «la prohibición de revivir procesos
fenecidos con resolución ejecutoriada». En consecuencia, la
cosa juzgada constituye una garantía constitucional de la
administración de justicia, según la cual el objeto de un
proceso que ha concluido con una resolución firme no puede ser
nuevamente juzgado en el mismo proceso o mediante uno nuevo.
El fundamento de la cosa juzgada en materia penal se encuentra
esencialmente en la seguridad jurídica que se le otorga al
ciudadano de que no sufrirá una nueva injerencia estatal por
el mismo hecho que fue objeto ya de una decisión judicial. De
esta forma, el ciudadano resulta protegido frente a la
arbitrariedad o ligereza estatal en el ejercicio del
Juspuniendi, por lo que puede decirse, junto con SAN MARTÍN
CASTRO, que «el Estado sólo tiene una oportunidad para hacer
valer su pretensión sancionatoria, si la pierde, ya no puede
ejercerla, así se invoquen defectos técnicos o diferentes
perspectivas jurídicas para resolver el caso».
El artículo 90- del Código penal dispone que nadie puede ser
perseguido por segunda vez en razón de un hecho punible sobre
el cual se falló definitivamente. En consecuencia, el fallo
definitivo en sede penal constituye una cosa juzgada absoluta
que no puede ser revisada en el mismo proceso o en otro
proceso penal. No obstante, la cosa juzgada extingue la acción
penal no solamente en caso se trate de un fallo expedido en
sede penal, sino que decisiones firmes procedentes de otros
ámbitos pueden también desplegar los efectos de extinción de
la persecución penal. En efecto, el artículo 79-del Código
penal establece que se extingue la acción penal si de la
sentencia ejecutoriada dictada en la jurisdicción civil,
resulte que el hecho imputado como delito es lícito. De la
misma manera, el principio del non bis in ídem, cuyo reconoci-
miento en nuestra legislación ha venido de la mano de los
desarrollos jurisprudenciales del Tribunal Constitucional,
impide que se procese a la misma persona por un mismo hecho en
razón de un mismo fundamento. Al respecto el Tribunal
Constitucional ha señalado que «el elemento consistente en la
igualdad de fundamento es la clave que define el sentido del
principio: no cabe la doble sanción del mismo sujeto por un
mismo hecho cuando la punición se fundamenta en un mismo
contenido injusto, esto es, en la lesión de un mismo bien
jurídico o un mismo interés protegido» (STCN°3194-2004-HC).
B. La prescripción de la pena
C. El cumplimiento de la pena
D. La amnistía y el indulto
De la amnistía ya nos ocupamos como causa de extinción de la
acción penal. La única particularidad que tiene como causa de
extinción de la pena es que la ley entra en vigencia cuando el
autor del delito amnistiado se encuentra ya condenado. En este
sentido, no procede la extinción de la acción penal, sino de
la pena. El indulto, por el contrario, es únicamente una causa
de extinción de la pena, en la medida que suprime la pena
impuesta, es decir, que debe haber ya una condena. Se trata de
una prerrogativa del Presidente de la República prevista en el
artículo 118a, inciso 21 de la Constitución Política, que debe
ejercerse con respeto a la distribución de poderes. En este
sentido, el perdón de la pena dispuesta por el Presidente debe
sustentarse en argumentos de equidad, político-criminales o
humanitarios.
E. La exención de pena