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A pesar que adorar a Dios es uno de los privilegios más grandes que se le ha
dado a los humanos, en la actualidad a su significado le ha ocurrido lo que ha
muchas palabras; se ha diluido, pues mientras más la usamos más se pierde su
significado original.
un canto de adoración,
servicio de adoración,
un levita, “Un verdadero adorador”,
intimidad con Dios…
¡Que cuadro!... Nos da indicios de que cuando empezamos a cantar los domingos
por la mañana, no estamos solos. En efecto somos simplemente un puñado de los
innumerables creyentes que a través de la historia se han sumado a la canción de
adoración, ante el trono en el cielo. Estamos viviendo un anticipo de lo que es la
adoración en la presencia de Dios…..
¡Y se llega tarde!, que al cabo solo son las alabanzas, o lo que dice nuestro
pastor, ¡No hagan playback! Me avergüenza reconocer que hasta hoy comprendí
lo que significa.
Recuerde que no sólo fue llamado al ministerio; también fue creado para adorar a
Dios. Es posible que haya estado luchando en esta guerra, sin saber realmente el
porqué. Tal vez se sienta como si lo estuvieran distrayendo continuamente para
que no adorara a Dios como usted quisiera adorarlo. Quizá hasta se le haga difícil
concentrarse en la adoración, ya sea de forma colectiva con el Cuerpo de Cristo, o
en sus momentos de adoración personal en su casa. Si usted está librando esta
batalla en estos momentos, quiero que sepa que Dios lo va a liberar. Él va a poner
de nuevo su cántico en el corazón de usted. Lo mejor que Dios tiene para usted se
halla aún en el futuro, pero primero tendremos que hacer un poco de limpieza.
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Dios lo diseñó a usted para que fuera un adorador. Él no quiere que usted se limite
a apartar momentos de adoración como parte de su vida. Lo que quiere es que su
vida entera se convierta en una adoración dirigida a Él.
En la tierra de la adoración hay algunos gigantes grandes contra los cuales hay
que luchar. Dios le revelará los nombres de esos gigantes, y le dará los planes
para que obtenga la victoria. Pero primero necesitamos decidir que vale la pena
hacer la guerra por la adoración. Las batallas exigen gran energía y enfoque
espiritual. Para salir de ellas victoriosos, no podemos entrar a ellas sin
preparación. Necesitamos una estrategia para triunfar.
1. "Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de
Dios, porque para él son locura...
Para el hombre carnal, la adoración es algo que él hace; no algo que es. La
adoración es una pequeña tajada de su vida. Tiene un lugar en la vida, pero no es
la vida. Por eso, el hombre carnal adora en los cultos y en la iglesia, pero nunca
adora en casa con su familia, o en el trabajo mientras labora para ganarse el
sustento. O sea, que el hombre carnal considera la adoración como un deber
necesario, cumplido por lo general en una o dos horas los domingos.
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Puede adorar sin cesar, porque ha sometido su vida entera al Espíritu Santo para
que la guíe. Tiene comunión de hijo con el Padre en todo cuanto hace y dice. "Y
por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el
cual clama: ¡Abba, Padre!", (Gl 4:6). Su anhelo de adorar al Padre es tan intenso
el lunes por la mañana, como el domingo. Adora a Dios con tanta pasión en el
trabajo y en su casa, como en un culto de la iglesia. En lugar de que una parte de
su vida sea adoración, el hombre espiritual halla que toda su vida es adoración.
sus creencias, la persona regirá su comportamiento según una cierta moral e incurrirá en
determinados ritos (como el rezo, las procesiones, etc.) . Para mantener a Dios a una
distancia segura. Los humanos sustituyeron la relación con Dios por su religión.
Las tradiciones son las cosas que hacemos porque así las hemos recibido de
otros. Los principios enseñados por hombres que no tienen sus raíces en la
Palabra de Dios, son tradiciones de hombres. Una tradición de hombres enseña a
la gente las formas de acercarse a Dios con religiosidad; formas que tienen la
apariencia de ser adoración a Dios en el ambiente de una iglesia. Pero la
adoración inventada por el hombre sólo es un servicio externo, y con frecuencia el
corazón de las personas se halla muy lejos de Él.
La trampa del juicio. Los seguidores de una tradición son rápidos para juzgar y
condenar a los seguidores de otra. La gente amiga de criticar siempre está
sumergiendo a los que "no son como ellos" en malas noticias. La Palabra dice:
"Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que
juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que
juzgas haces lo mismo", (Ro 2:1).
La trampa de las quejas. Las quejas siempre provocan la ira de Dios. Construyen
una muralla de dudas y desconfianza entre nosotros y Su presencia. Se centran
en un problema o una persona, en lugar de centrarse en Jesús. Tenemos el
ejemplo del pueblo israelita que torno un viaje de días, en 40 años, sin poder llegar
a la tierra prometida Y cuál fue el problema? ¡Quejarse una y otra vez! Tenían sed,
querían ¡carne!, y aunque la Biblia no lo dice, como miembro del género “débil”
estoy segura que era interminable el quejar de muchas de esas mujeres por no
tener “que ponerse”… ¡Imagínese 40 años con los mismos zapatos, ropa… ¡Que
depresión!... un pueblo desagradecido, ciego y necio y si esto es reflejo de la
actualidad es mera coincidencia. Así que si quiere permanecer en la tormenta,
desierto o maremoto…..!Quéjese sin cesar! Quiere ver un gran cambio, alábele,
que es adoración.
CONCLUSIÓN:
Volviendo al pasaje de Hebreos 12:22-25, quiero enfatizar donde dice “no
rechazar al que habla”. El encuentro con Dios es el resultado de escuchar la
Palabra de Dios con fe a través del poder del Espíritu Santo. Las Escrituras no son
solo datos divinos para nuestra observación, ni tampoco es una verdad antigua.
Es la Palabra de Dios que es viva y eficaz y que hace su obra en aquellos que
creen (Hb. 4:12; 1 Ts. 2:13).
No hay que limitar nuestro encuentro con Dios solo cuando cantamos o
experimentamos algo físico. Si solo analizamos nuestras experiencias
emocionales y la piel de gallina cuando adoramos a Dios, vamos a terminar
frustradas e insatisfechas. Pero si con fidelidad y entusiasmo escuchamos su voz
en su Palabra inmutable, nos volveremos a encontrar con El una y otra vez.
(Hinn, 2003)