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I
La frase de Hegel
Esta conocida frase de Hegel (como su filosofía) levanta vuelo con el crepúsculo.
¿Qué se esconde detrás de esta frase? ¿qué nos quiere decir? ¿qué significan Lutero y la
Reforma para el hegelianismo?
Para Hegel de ningún otro pueblo más que del alemán pudo haber surgido la Reforma, ¿por
qué? Por aquello que es lo propio de su pueblo, que lo constituye como esencia, aquello que
se conoce como el “genio alemán” y el “espíritu alemán” (el deutsche geist). Si bien
diferentes, son conceptos que se implican.
Sólo de la pura intimidad del pueblo germano pudo realizarse la liberación del espíritu.
“Este espíritu es la esencia del sujeto”. El espíritu de la subjetividad manifestándose como lo
objetivo es encarnado por el genio del individuo alemán, y se despliega de lo subjetivo a lo
objetivo. De la misma forma que un individuo encarna el genio, un pueblo también encarna el
genio, como dialéctica, del genio salido del individuo salido del pueblo.
Por esto, para el proyecto filosófico del hegelianismo, Lutero y su Reforma constituyen
eslabones hacia la perfección del Espíritu Absoluto.
“Su yo debe entrar en ella”, es decir, la subjetividad como manifestación del espíritu, ahora
objetivo, entra en la historia. La subjetividad se vuelve un proceso a desenvolverse, una
dialéctica del pueblo, de la religión y de la historia.
Dentro de su complejo y amplio sistema de pensamiento, donde todas las realidades históricas
y espirituales se integran a su filosofía, la religión y las religiones constituyen las etapas de la
evolución del espíritu y su trayecto. En su particular método dialéctico, la Reforma es la
síntesis del cristianismo como la religión perfecta. Es la suma perfección dentro de la propia
historia del cristianismo, el estadio último, y es por esto mismo, la superación de todas las
religiones. En toda la literatura posterior a Hegel, con respecto a este tema, tanto en la
filosofía como en la teología, se impuso para los creyentes esta concepción del filósofo de
Stuttgart. Rudolf Otto, por ejemplo, es uno de los que reescribe esta vasta tradición.
II
La frase de Otto
Cuando el teólogo alemán Rudolf Otto en las primeras décadas del siglo XX nos dice (en Das
Heilige, publicado en 1917 y traducido como Lo santo):
Resuenan aquí todas las vibraciones internas de la tradición que se remontan hasta Hegel.
Existe un progreso en la historia, en el espíritu, en las religiones y la religión. Por esto la
religión (el cristianismo) es un producto de la historia, inmanente a sí misma por su propia
verdad, y como verdad desenvuelta en la historia y vuelta al hombre. La verdad se despliega
como verdad de sí.
La perfección de la religión (de las religiones) se “descubre” no sólo por su verdad inmanente,
sino por el hombre en la historia. Verdad en sí vuelta para sí.
Para Otto no sólo la racionalidad del cristianismo la hace superior a todas las demás (con sus
múltiples variantes, por ejemplo la teología sistemática, desde Santo Tomás de Aquino a Karl
Barth) sino también la importancia y mesura de lo irracional como componente fundamental.
El equilibrio y la profundidad de los elementos racionales e irracionales hacen a la
superioridad de una religión:
Sus analogías pero no su verdad como la verdad. La verdad que se desentraña a sí misma.
Vuelta a sí definitivamente.
Parafraseando podríamos decir que el principio de la subjetividad religiosa introducido por
Lutero no es más que el fondo, el borde, la trama. La religión se eleva a sí misma
III
Conclusión
En resumen, de ninguna otra forma más que por el genio y espíritu alemán, como cristianos y
reformados, ha sido posible el devenir del espíritu universal. La frase de Hegel permanece en
el tiempo como un hecho histórico más en la historia universal. La frase de Otto, como
teólogo a los creyentes, es una vez más la confirmación de la verdad por otros medios.
Como la Filosofía es la perfección del Espíritu Absoluto, su último estadio, la verdad
hegeliana se equipara y funde en la verdad eterna (del cristianismo). La Filosofía, como
quiere Hegel, y la verdad son una misma cosa.
Para decir aún una palabra sobre el enseñar cómo debe ser el mundo, la filosofía
siempre llega demasiado tarde para ello. En cuanto pensamiento del mundo ella sólo
aparece en el tiempo después que la realidad ha perfeccionado y terminado su
proceso de formación. Esto, que el concepto enseña, lo muestra asimismo
necesariamente la historia: sólo en la madurez de la realidad aparece lo ideal frente a
lo real y aquél se concibe al mismo tiempo en su sustancia edificándolo en la
configuración de un reino intelectual. Cuando la filosofía pinta su gris sobre el gris
entonces ha envejecido una configuración de la vida y no se deja rejuvenecer con
gris sobre gris, sino sólo conocer. Sólo cuando irrumpe el ocaso inicia su vuelo …
(Hegel, 2000: 77).
Hegel considera, sin embargo, que es necesario ir más allá de Lutero, ya que la
misma exigencia de su doctrina tiene que desembocar en aquel saber por completo
autónomo, propio de la filosofía. Este saber, por el momento, solo puede
vislumbrarse en el horizonte como el anhelo del entendimiento abstracto que
caracteriza a la Ilustración y que se expresa en su metafísica de la reflexión y su
llamado a pensar por sí mismo, el conocido sapere aude de la exhortación
kantiana (Jorge Aurelio Díaz: 236).
Bibliografía:
- Hegel, Georg W. F.
RASGOS FUNDAMENTALESDE LA FILOSOFÍADEL DERECHO Traducción directa del
alemán: Eduardo Vásquez. Editorial Biblioteca Nueva, Madrid, 2000
- Otto, Rudolf. Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios. Traducción: Fernando
Vela. Madrid: Alianza editorial. 2005.