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Para que el mal triunfe, solo se necesita que los hombres buenos no hagan nada.
Edmund Burke
Si podemos percibir que hay algo incorrecto en el fallo del caso en el que se condena
a Alfred Dreyfus por un crimen que no cometió, no solo es porque con base en las
pruebas con las que contaba el tribunal, había una duda más que razonable sobre
su participación en los actos de traición contra su patria de los cuales fue acusado,
sino, principalmente por las numerosas irregularidades que desembocaron en un
fallo que, no solo fue contrario a los principios básicos de los procesos penales, sino
que resulto antitético de cualquier concepción racional de la justicia que se pueda
llegar a sustentar1. En este breve ensayo, nos proponemos abordar algunas de las
irregularidades suscitadas en torno al proceso de Dreyfus, no solo en lo que se
refiere a las cuestiones netamente jurídicas, sino también abordando aquellas
cuestiones de carácter social que influyeron en el devenir de este caso.
Informarse, reflexionar y discutir son los pasos que idealmente deberían seguirse
para la construcción de una opinión. Desde luego lo anterior se presenta como una
situación ideal, pues lo cierto es que es requiere menos esfuerzo simplemente emitir
una opinión con un conocimiento limitado y/o sesgado de un tema. Parafraseando
a Emil Cioran, uno de los aspectos molestos de las desgracias públicas es que
cualquiera se estima competente para opinar sobre ellas, y lo preocupante es la
seguridad y vehemencia con la que suelen hacerlo. Desde luego, no queremos decir
que las personas no puedan tener una opinión sobre una cuestión en concreto, sin
embargo, el problema radica en la pretensión de verdad que generalmente se
pretende atribuir a la misma. Más aun, teniendo en consideración que en la situación
que nos ocupa, las personas no limitaban sus pretensiones a que su forma de
pensar fuera reconocida como la verdad en el caso Dreyfus, sino que deseaban que
esa verdad fuera judicializada, y de esta forma, impuesta a toda la comunidad. Si a
lo anterior, sumamos la manipulación que los medios de comunicación llevaron a
cabo de las masas sedientas de un chivo expiatorio, el terreno para que germinara
una manifiesta injusticia se encontraba sembrado.
En relación al impacto que la participación de la prensa tuvo en caldear los ánimos
contra Dreyfus, es clara su influencia en este aspecto. En términos generales, los
medios masivos de comunicación, en algún momento de su historia, cambiaron su
perspectiva de la información y le impregnaron el elemento económico.
Comprendieron que el suyo es un negocio cuyo producto es la información,
independientemente de la fiabilidad o veracidad de la misma. Es dable pensar que
el divulgar información poco acertada, por decir lo menos, repercutiría
negativamente en la credibilidad y en los ingresos de los medios de comunicación.
Sin embargo, lo que la realidad nos enseña, es que esto no es así, ya que, por un
lado, lo que la mayoría de las personas buscan no es la verdad, sino apoyo para lo
que ellos consideran que es la verdad, y por otro, hay quienes no buscan ni la verdad
ni apoyo para sus creencias, sino simplemente entretenimiento. Mientras sigamos
empeñados en no escuchar las opiniones que difieren de las nuestras y no estemos
dispuestos a contrastarlas con las evidencias que existan para apoyarlas o
refutarlas, nuestra visión del mundo permanecerá en los límites que el contexto en
el que nos desarrollemos nos imponga.
Cabe por último reconocer la labor de aquellas personas que realizan un esfuerzo
por exponer un punto de vista sustentado en la reflexión y la crítica. No es de
sorprender que un escritor de la talla de Emile Zola haya sido una de las personas
que, una vez contrastado los hechos y las pruebas de los que tenían conocimiento
los partidarios de Dreyfus, se haya convencido de su inocencia y apoyado su causa.
Lo que queda claro es que situaciones como las que vivieron tanto Dreyfus como
sus familiares y amigos nos hacen sentirnos débiles e impotentes ante las injusticias
que son cometidas en el marco institucional de la sociedad y que pueden ser incluso
avaladas por buena parte de sus individuos, pero esta historia, además de dar
testimonio de estas cuestiones, también nos enseña que, si se suman esfuerzos,
es posible hacer frente a lo que a priori parece invencible.
Bibliografía
Comte Sponvillle, Andre, Pequeño tratado de las grandes virtudes, Paidos, primera
edición, argentina, 2008
Onfray, Michael, Antimanual de filosofía, cuarta edición, Edaf ensayo, España, 2007
Sen, Amartya, La idea de Justicia, primera edición, Santillana ediciones, México, 2010