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Universidad de
Inglaterra: Revolución
Industrial y Desarrollo
del Capitalismo
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Inglaterra: Revolución Industrial y Desarrollo de Capitalismo 1
Presentación
La educación superior se ha convertido hoy día en prioridad para el gobierno
Nacional y para las universidades públicas, brindando oportunidades de superación
y desarrollo personal y social, sin que la población tenga que abandonar su región
para merecer de este servicio educativo; prueba de ello es el espíritu de las
actuales políticas educativas que se refleja en el proyecto de decreto Estándares
de Calidad en Programas Académicos de Educación Superior a Distancia de la
Presidencia de la República, el cual define: "Que la Educación Superior a Distancia
es aquella que se caracteriza por diseñar ambientes de aprendizaje en los cuales
se hace uso de mediaciones pedagógicas que permiten crear una ruptura espacio
temporal en las relaciones inmediatas entre la institución de Educación Superior y
el estudiante, el profesor y el estudiante, y los estudiantes entre sí”.
Introducción
A fines del siglo XVIII en el marco de la edad moderna se dio como principal hecho
histórico la Revolución Industrial, lo cual supuso una profunda transformación en la
economía y la sociedad mundial. Acontecimiento que enmarca el desarrollo de
muchos países, en diferentes condiciones, pero que en últimas circunstancias
determina el inicio de nuevas formas y estructuras organizacionales a todo nivel.
Donde median diversos factores que impulsan el inicio de una nueva era, entre
ellos la mentalidad progresista de la clase emergente burguesa, las guerras que se
vivían en algunas naciones para ese entonces, la evolución tecnocientífica, el papel
del Estado cuya intervención fue mucho mayor en unos países mientras, que el
sector privado fue más importante en otros, condiciones que permitieron un
cambio profundo en las relaciones sociales que se mantenían hasta entonces.
Tiene sus inicios en Inglaterra, pero rápidamente empieza a extenderse por otros
países y a finales del siglo XX, este fenómeno o sus efectos habían alcanzado
prácticamente a todos los rincones del mundo. Y aunque ofrece nuevas
posibilidades de desarrollo y avances, lo cual implica un nuevo orden social, a la
vez, instaura nuevas tensiones que determinan sucesos de lucha, conflictos que
provocan conmociones revolucionarias, es una de ellas, el triunfo del liberalismo
como ideología que legitima el despegue de la revolución. Además está el auge de
la burguesía que empieza a controlar el Estado, garantía que asegura el libre juego
de las relaciones económicas y de los ordenamientos sociales, hecho que implica a
su vez el cambio del antiguo régimen por un Estado moderno constitucionalista
que conduce al capitalismo a su madurez. Por otra parte, el ascenso de la ciencia
y la tecnología, elementos que alcanzan su gran esplendor y no menos importante,
es el fortalecimiento de las condiciones económicas a partir de la consolidación del
mercado de capitales y la expansión de las empresas capitalistas.
Horizontes
• Estudiar las fuerzas económicas que dinamizaron el cambio europeo en el siglo
XIX.
• Analizar la revolución industrial de tipo burgués y su contribución en la
transformación del absolutismo en un régimen parlamentario.
• Comprender las condiciones que permitieron el despegue en el desarrollo
europeo.
• Describir el desarrollo y los resultados de los adelantos científicos e inventos
sobre el proceso de industrialización.
• Estructurar el nuevo orden social que surge como resultado del sistema
capitalista y la industrialización de Europa.
• Analizar las nuevas tendencias ideológicas que dinamizaron y legitimaron el
sistema naciente.
Fue uno de ellos la revolución agraria, hecho que pasó por cuatro momentos: en
primer lugar, las unidades consolidadas de cultivo en gran escala las cuales
sustituyeron a los campos abiertos cultivados, en franjas discontinuas por los
campesinos con derechos de pasto, combustible y de caza sobre las tierras
comunales; en segunda instancia, el cultivo se extendió a los eriales y las tierras
comunales y se adoptó la ganadería intensiva; en tercero, se transformó la aldea
campesina autosuficiente en una comunidad de trabajadores agrícolas cuyo nivel
de vida básico dependía de las condiciones de los mercados nacionales e
internacionales más que de las circunstancias climáticas; y en cuarto, el gran
aumento de la productividad agrícola, es decir, el volumen por unidad de fuerza de
trabajo en plena dedicación (full-time).
Horizontes
• Establecer el marco político desde el cual se puede concebir la revolución
agraria inglesa como producto de los intereses de clase.
Proceso de Información
1.1 LA REVOLUCIÓN AGRARIA DE INGLATERRA EN EL SIGLO XVI
Ya en los siglos XIV y XV, las peculiaridades del régimen agrario de Inglaterra se
dibujaron con suficiente relieve. El sistema de renta en especie o en dinero estaba
muy difundido. La conmutación llegó mucho más lejos que en otros países,
haciendo imposible la restauración del sistema de las prestaciones personales en el
período de fines de la Edad Media. El absoluto predominio de las rentas en dinero
En el siglo XVI crecieron las cosechas, e incluso los cultivos cerealistas se hicieron
más rentables: entre 1466 y 1612, la cosecha media de trigo por acre aumentó
desde unos 8,5 bushels hasta 11, y la cuota máxima de rendimiento pasó de 14,6
a 35,4 bushels. Incrementándose, así mismo, la productividad del centeno, la
cebada y la avena. Se establecieron nuevos cultivos: desde fines del siglo XV
comenzó a plantarse el lúpulo, traído de Holanda, en el este de Inglaterra, y a
principios del XVII fue importado, también de Holanda, el cultivo de las raíces
comestibles, que posteriormente había de representar un singular papel en el
desarrollo de la agricultura inglesa. Durante el siglo XVI subió el valor de la tierra,
pues sólo los deslindes elevaron su precio en el 25 por ciento.
Hemos de señalar, no obstante, que la Inglaterra del siglo XVI, país agrario en lo
fundamental, seguía exportando trigo a los mercados del continente europeo. Por
el Estatuto de 1463 se prohibió la importación de este cereal, pero los primeros
Tudores (Enrique VII y Enrique VIII) la autorizaron para compensar la reducción
de los cultivos cerealistas provocada por la conversión de tierras de labor en
pastizales. Junto con ello debemos anotar que, en el siglo XVI, los mercaderes
ingleses se apoderaron del comercio exterior de Inglaterra. En él desempeñaba el
máximo papel la famosa compañía de comerciantes-aventureros, llamada
oficialmente corporación de Santo Tomás de Canterbury. Fundada en el siglo XV,
y especializada en la exportación de tejidos, competía victoriosamente con la
Hansa y sostenía una lucha encarnizada con la compañía de los staplers, que
gozaba de privilegios y se dedicaba a la exportación de lana. A comienzos del siglo
XVI, la compañía en cuestión agrupaba de 300 a 400 exportadores y 3.500
aprendices.
tenia 50.000 habitantes en el año de 1500, aumentó hasta los 225.000 en 1605, o
sea, que se cuadruplicó con creces en sólo un siglo. Al mismo tiempo siguió
creciendo Norwich, centro de la industria textil, así como New Castle, puerto
hullero, Yarmouth, centro de la industria pesquera, y otras ciudades. De acuerdo
con el desarrollo económico de la Inglaterra del siglo XVI, la política económica de
los Tudores fue, en líneas generales, mercantilista. Enrique VII implantó un
sistema de pesas y medidas, obligatorio para todo el país, estimulando por todos
los medios el comercio inglés, y especialmente la penetración de los tejidos en el
continente. Enrique VIII puso los cimientos del poderío naval británico,
revigorizando las viejas leyes que protegían la navegación y dictando otras nuevas,
en 1540 se promulgó un Acta referente al incremento de la flota.
Pero la política mercantilista más enérgica fue la llevada a cabo por Isabel. Esta
soberana estableció tarifas mayores para los buques extranjeros y alentó las
expediciones marítimas de los comerciantes ingleses; prohibió el deterioro
intencionado de la moneda de plata; para estimular la industria nacional, mandó
traer especialistas de Alemania en 1565, y concedió numerosos monopolios para
producir y vender las mercaderías más diversas: sal, hierro, pólvora, lona, potasa,
vinagre, botellas, salitre, estaño, azufre, vidrio, papel, acero, ollas, naipes, aceite
de ballena, etc. En 1570 fue fundada la Bolsa de Londres por el famoso
comerciante real Tomás Gresham. Isabel alentó las actividades de los piratas, y
John Hawkins repartía con ella el botín de sus robos en alta mar y del contrabando
de negros africanos. Al famoso pirata Francis Drake llegó a concedérsele un titulo
nobiliario. Por último, Isabel protegió las actividades de las compañías comerciales
fuera de Inglaterra y los primeros intentos de expansión colonial.
Inglaterra es el único país europeo que presenta una historia continua del
desarrollo capitalista, desde la época del primer capitalismo hasta el capitalismo
monopolista. En todos los otros países el desarrollo, desde las primeras formas
capitalistas hasta el capitalismo industrial, se interrumpió durante un largo período,
ocupado por la decadencia del feudalismo. Lo que en si debería ser algo normal,
algo para aplicar sin más, es algo singular, fuera de lo común y necesita una
explicación un poco más profunda. El desarrollo del primer capitalismo comenzó
en Inglaterra más tarde que en la mayor parte de los países del continente
europeo. Y con esto no sólo pensamos en las ciudades, sino también en el campo.
Como en los otros países de Europa, también en Inglaterra la disolución de los
séquitos feudales en el campo tuvo lugar de un modo relativamente lento antes de
1
Tomado de Breve Historia de la Economía. Jürgen Kuczynski, 1975.
Son varias, las razones que explican la relativa debilidad de la reacción feudal en
Inglaterra. Ante todo, pese a las rupturas ocasionales y de cierta duración, la
posición del poder central en Inglaterra era económicamente más fuerte que en
cualquier otro país de Europa, porque después de la conquista normanda se había
asegurado una considerable fuente de ingresos en los gigantescos bienes de la
corona fuente directa e independiente de los otros señores feudales. Ahora, ya
que el soberano basaba sus entradas sobre todo en pagos en dinero, su fuente de
ganancias superó largamente a la extensión de sus posesiones territoriales;
numerosas personas que no eran directamente siervos ni sierros de la gleba le
debían tributos en dinero y, en consecuencia, no tenía ningún interés sustancial en
las contribuciones de corvées. Exigía tributos en moneda que podían ser tanto
mayores, cuanto menores eran las contribuciones que debían los campesinos a
cada uno de los grandes propietarios terratenientes feudales. Esta situación de
hecho, por lo menos en parte debió impedir la imposición de nuevas obligaciones
para los campesinos o bien el aumento de las contribuciones personales previstas
por las relaciones de dependencia existentes.
También por este motivo, el bajo fraude perpetrado por los grandes terratenientes
en perjuicio de los campesinos, después de la guerra campesina de 1381 no
condujo a una reacción cargada de consecuencias tan negativas como, por
ejemplo, la que acarrearía la derrota de los campesinos alemanes, 150 años más
tarde. Sin embargo, para Inglaterra hubo aún otro importante factor que
contribuyo a la disolución de las relaciones feudales en el campo. La economía
agrícola feudal es en general ante todo cultivo de los campos con arado, o sea una
economía fundada en el trabajo intensivo. Pero Inglaterra siempre había poseído
una cría de ganado, sobre todo de ovejas muy fuerte para las relaciones feudales.
En el curso del siglo XVI una parte considerable de la producción agrícola inglesa
comenzó a ser de conducción capitalista y la técnica de la agricultura, la cría de los
ovinos y también el cultivo de los campos, gracias al mejor abono, elevaron su
nivel. A diferencia del proceso en curso en el continente -donde entre otras cosas,
a causa de la apropiación de los pastizales comunes por los señores feudales, la
cría del ganado y el abono señalaron un retroceso- la renta de la agricultura
aumentó y la agricultura misma se desarrolló progresivamente, pasando también
las relaciones de dependencia a nuevas formas, aunque subsistieran numerosos
restos del mundo feudal. Si ahora comparamos las usurpaciones, los hurtos de
tierras comunales cumplidos en esta situación por los grandes terratenientes
ingleses, con los hechos análogos realizados en el continente, y si observamos en
particular el proceso allí cumplido durante el siglo XVI, debemos reconocer que se
trataba de acontecimientos exteriormente similares, pero totalmente distintos en
su sustancia. En Inglaterra se robaba la tierra para elevar la renta producida de
modo capitalista. Se actuaba con toda la brutalidad de una clase que ve delante
suyo un futuro grandioso, que ha cumplido el tránsito a nuevos métodos de
producción y que no reconoce límites para su ascenso. Por el contrario, en el
continente encontramos a los grandes terratenientes en la posición de una clase
en plena decadencia, desde el punto de vista económico, con una renta feudal en
disminución; una clase que trata de mantenerse en pie con los viejos métodos e
intensificando el tradicional proceso de explotación. El proceso desarrollado en
Inglaterra, la terrible miseria en que se precipitaron tantos trabajadores agrícolas,
era el fenómeno que acompaña a todo progreso en una sociedad en la que existen
explotadores y explotados. La ruda vida a que fueron condenados los campesinos
en el continente era el efecto de los fenómenos de decadencia de un sistema
superado, en el cual la reacción sólo podía mantenerse en pie mediante el terror y
la crueldad.
Aún falta considerar otro momento que en Inglaterra facilitó el paso a nuevas
formas de producción, y que estuvo ausente en el continente. La Guerra de los
Cien Años entre Inglaterra y Francia, que terminó a mediados del siglo XV con la
victoria de Francia y que había costado a la clase dominante inglesa pérdidas
elevadas, no sólo de hombres, sino también de posiciones, pasó casi directamente
a ser la Guerra de Las dos Rosas: en ella unos quisieron recobrarse a expensas de
los otros de las pérdidas sufridas a manos francesas, pero de hecho la alta nobleza
feudal sólo logró exterminarse a sí misma hasta quedar reducida a menos de
doscientas familias, cuyos hijos reflejaban la disolución moral de posguerra en cate
nervio del dominio feudal. Ellos eran a medias de origen nobiliario e inclinados a
las aventuras no sólo de naturaleza personal sino también económica. Eran
hombres de nuevo tipo no nacidos en el seno de la vieja tradición feudal. La
antigua aristocracia había sido devorada por las guerras feudales, y la nueva era
ya una hija de los tiempos, de unos tiempos en los que el dinero es la potencia de
las potencias.
La nobleza que Enrique VII convocó para su primer Parlamento a fines del siglo
XV, no era ni siquiera la mitad, en cuanto a número, de la que se había presentado
al primer Parlamento del mismo siglo. Este proceso facilitó una ulterior
transformación en las relaciones sociales, que se puede designar como la gran
revolución agrícola ya señalada antes, y consistente en inmensas transferencias de
propiedad luego de la Reforma inglesa. Como la alemana, también esta Reforma
había comenzado primero como movimiento nacional contra el dominio extranjero
de la Iglesia. Y como la alemana, la Reforma inglesa también tenía su causa
económica muy real en las gigantescas sumas que la Iglesia percibía de los
distintos países por intermedio de los diezmos y opresiones financieras, realizadas
en sus propias posesiones territoriales, fuera de Italia. Los viejos señores
feudales, así como los jóvenes capitalistas, se rebelaron contra esta fuga de
Pero naturalmente, era imposible llevar a cabo en la agricultura una revolución tan
efectiva como la que tuvo lugar en Inglaterra sin que también se hicieran sentir
sus consecuencias en “la industria”. A decir verdad, el desarrollo de la industria
capitalista en Inglaterra no fue distinto al continental. Sin embargo, fueron
distintas las dimensiones de este desarrollo y la composición de los “grandes
capitalistas” en la industria. Las dimensiones eran mucho mayores, en cuanto en
En los primeros decenios del siglo XVII había comenzado seriamente la reacción en
el continente, conduciendo a término la propia contrarrevolución en forma
victoriosa y en escaso tiempo. En todos los países, nuevamente predominaban en
la agricultura las relaciones feudales de dependencia, esto se puede afirmar
mientras declinaba el capitalismo urbano tanto para la católica Italia como para la
Holanda, protestante. La dirección de la reacción feudal estaba a punto de pasar
de la España de los Habsburgo a Francia.
La única isla capitalista en este mundo feudal era Inglaterra y no sorprende que
los restos del mundo feudal que aún resistían en este país se aliaran con sus
colegas, dominadores en el continente, para colocar de nuevo en el poder al
feudalismo, también en Inglaterra, los intervencionistas más grandes eran Francia
y la Iglesia católica romana; sus principales puntos de sostén, los señores feudales
que dominaban en algunas regiones de Inglaterra, y en parte la corona misma
durante los sucesos del reinado de Isabel. Se asociaron a ellos monopolistas no
ligados a la agricultura, que en cierto modo eran como los amos de corporaciones,
desarrollados en formas gigantescas y que se servían de todos los métodos
posibles de producción y de comercio para obstaculizar el desarrollo industrial.
Con Carlos I, que tenía por mujer a una francesa, la reacción parte al asalto y llega
a conquistar posiciones, en parte creando nuevos monopolios en el campo
industrial, en parte ubicando terratenientes feudales en importantes puestos de
gobierno. Debido a intereses económicos muy concretos, la reacción contó, como
fuertes propagandistas, con funcionarios dirigentes de la Iglesia católica.
Pero “y esto muestra toda la fuerza del capitalismo inglés” las instituciones
democráticas del país, el Parlamento y a menudo también la administración
provincial, relativamente independiente de los órganos ejecutivos del rey, cierran
el camino al feudalismo. Se llega a un conflicto entre el rey y el Parlamento, que
conduce a una dictadura, declarada por la corona hasta lograr imponerse. Pero
cuanto mas dictatorialmente procede la reacción, tanto más fuerte se hace la
resistencia de las fuerzas capitalistas, a las que también se unen estratos urbanos
que, aun no produciendo en forma capitalista sufren, como muchas corporaciones,
el peso de los monopolios. Las fuerzas progresistas reciben ayudas ulteriores, no
solo de muchos grandes terratenientes enriquecidos poco antes, y que temen, en
caso de restauración del feudalismo, el verse obligados a devolver todo lo robado
en los últimos cien años y que representa entre los poderosos del país el mayor
sostén del capitalismo; reciben también ayuda de los numerosos grandes
campesinos o pequeños señores que, con el feudalismo, se encontraban sujetos
nuevamente a relaciones de dependencia y debían dividir con los grandes señores
feudales el plusproducto del que se apropiaban.
El crecimiento del imperio colonial inglés continúa durante los siglos XVII y XVIII;
materias primas y productos alimenticios afluyen a la metrópoli a precios
relativamente módicos y la flota inglesa asegura para el país un monopolio
comercial en amplias zonas del mundo. Hasta se puede afirmar que si el siglo XIX
lleva a Inglaterra al dominio mundial en el sector de la fabricación, este dominio es
sólo un elemento que acompaña al monopolio comercial inglés y va detrás suyo.
Por lo general, las colonias no pueden exportar las materias primas importantes
para la producción Industrial si no es a Inglaterra. Y tampoco pueden importar
productos elaborados de otras regiones que no sea Inglaterra. A veces les está
vedado producir productos elaborados para hacer de ellos un mercado exclusivo
de la industria inglesa. También para el tráfico debe utilizarse sólo naves inglesas.
Solución de Problemas
• ¿El proceso vivido en Inglaterra durante los siglos XV y XVI se puede entender
como una revolución agraria o como un capitalismo agrario?
• ¿Podría haberse presentado la revolución industrial sin que hubiese existido una
oferta progresiva de mano de obra libre?
• ¿Qué diferencia existe entre el comerciante-productor y el productor-
comerciante?
Autoevaluación
• ¿Qué se entiende por revolución agraria?
Repaso Significativo
• Socializar con los miembros de la Cipa el esquema conceptual elaborado en la
síntesis creativa y a partir de ello elaborar un esquema en común para el grupo
de trabajo.
Bibliografía Sugerida
A, EFIMOV y otros. Historia moderna de 1642 a 1918. México: Editorial Grijalbo,
1975.
Como la revolución industrial se produjo por primera vez en Gran Bretaña, este
país se convirtió durante mucho tiempo en el primer productor de bienes
industriales durante gran parte del siglo XVIII. Se constituye un creciente
comercio exportador, tanto de textiles como de artículos industriales (siderurgia),
inicialmente, pero los nuevos métodos y tecnologías se fueron extendiendo a otras
ramas de la producción como el transporte (ferrocarriles), la comunicación
(invención del telégrafo) y el comercio (nacimiento de grandes almacenes).
Para comprender este proceso, estos los hechos constituyen el marco central de la
presente unidad, a continuación se describen desde su contexto, para así lograr un
mayor acercamiento a la época estudiada.
Horizontes
• Analizar las transformaciones que en orden político, económico y social se dan
en Inglaterra durante el proceso de la revolución industrial.
• Comprender los fenómenos que empiezan a surgir a partir del cambio en los
medios y modos de producción inglesa.
• Determinar las condiciones bajo las cuales surge la clase obrera proletaria y su
protagonismo en el desarrollo de la revolución industrial estudiando las
Proceso de Información
2.1 PAPEL DE INGLATERRA EN LA HISTORIA DEL CAPITALISMO2
Ello se debe a que la Inglaterra de los siglos XVIII y XIX desempeñó un papel de
extraordinaria magnitud en la historia del capitalismo. Ciertamente, no se le debe
exagerar. Es errónea la opinión de que Inglaterra fue la cuna del capitalismo. Las
primeras formas de producción capitalistas, encarnadas en el sistema
manufacturero, surgieron en Italia en los siglos XIV y XV, pero la auténtica patria
del capitalismo manufacturero fueron los Países Bajos, en los siglos XVI y XVII. A
ello se debe que Marx subrayase que los holandeses del siglo XVII constituían la
nación más desarrollada en el sentido capitalista. Pero Inglaterra fue la cuna del
sistema fabril, una fase mas madura del capitalismo, que posibilitó el triunfo
general del régimen de producción capitalista.
2
Tomado de Historia Económica de los Países capitalistas. Y. F. ANDAKOV y F. Y. POLIANSKI. Grijalbo.
antifeudal de Francia a fines del siglo XVIII. De este modo, el régimen feudal
europeo sufrió un golpe demoledor. La victoria del capitalismo sobre el feudalismo
se hizo más indiscutible, acelerándose la desintegración del sistema feudal incluso
en Alemania, Polonia, Rusia, Japón y China. A partir de la revolución industrial en
Inglaterra, iniciase la marcha triunfal del capitalismo por el globo. Con ayuda de
las mercancías baratas, el capitalismo “como decía Marx” iba derribando todas las
murallas chinas erigidas por la historia. Se trataba de una expansión insólita de la
esclavitud asalariada, que pasó a ser el destino de los artesanos y campesinos
libres, y no sólo de los antiguos siervos. Cientos de millones de personas se
convirtieron en objeto de cruel explotación.
Para montar la industria fabril se requerían grandes inversiones, muy diversos tipos
de materias primas y materiales auxiliares. Los recursos económicos necesarios
para ello fueron, en buena parte, producto del trabajo de otros pueblos a los que
la burguesía inglesa explotaba en gran escala. Ya en el siglo XVII, los burgueses
afirmaban que “la riqueza de Inglaterra está en el comercio exterior”, como
escribía el ideólogo del mercantilismo T. Man. Este tipo de comercio
proporcionaba a los ingleses enormes ganancias y constituyó la fuente de grandes
capitales.
En todo caso no cabe duda, que la revolución industrial inglesa se basó en los
recursos económicos de muchos países, cuya explotación comercial proporcionó a
la burguesía inglesa enormes capitales. Los mayores recursos fueron obtenidos
mediante el inaudito saqueo de las colonias en los siglos XVII y XVIII. Las
posesiones coloniales representaban una fuente inagotable de materia prima
barata, muchas veces gratuita. Dándose cuenta del valor del botín colonial, la
burguesía inglesa Iba extendiendo su garra sobre las colonias. Según es notorio,
el Célebre Cromwell, tan glorificado por los historiadores burgueses, perpetró en
irlanda una matanza que duró desde 1649 hasta 1652 y que fue acompañada del
pillaje de sus territorios y de incontables calamidades para sus habitantes. Irlanda
se convirtió en una colonia interior del capitalismo inglés. En 1655 fue ocupada
Jamaica, que luego paso a ser un importante centro de esclavitud en las
plantaciones. En el siglo XVIII se entabló una dura lucha con Francia por el
dominio colonial. Como resultado de la Guerra de Sucesión española, Inglaterra,
con arreglo a la paz de Utrecht, de 1713, se apoderó de Gibraltar, Terranova y la
zona de la bahía de Hudson. Tras la Guerra de Siete Anos fue conquistado el
Canadá, que pertenecía a Francia. La India cayó en manos de los ingleses, que,
en 1765, hicieron suya Bengala y la región de Madrás, así como los grandes
principados de Aud, Benarés, Karnatic y otros. La conquista de la India llevó
aparejado su saqueo. En 1778, Australia fue declarada colonia inglesa, y en 1796,
el yugo colonial cayó sobre Ceilán. Aprovechando la debilidad de Holanda durante
la época de las guerras napoleónicas, Inglaterra ocupó en 1806 la colonia de El
Cabo, poniendo comienzo a su dominación en el África del Sur. Los colonizadores
ingleses resultaron los peores enemigos de los pueblos de Asia, de África y de
América.
Así, pues, en la segunda mitad del siglo XVIII y a comienzos del XIX se verificó la
revolución agraria. Fue precisamente ella la que creó enormes reservas de obreros
asalariados. La esclavitud en las colonias y el pauperismo en la propia Inglaterra
constituyeron el fundamento de su desarrollo industrial. Una peculiaridad de la
evolución del agro inglés consistió en que la expropiación de los campesinos había
sido consumada. En ningún país del mundo fue tan dura la supresión del régimen
feudal en el campo como en Inglaterra. Ello, indudablemente, fortaleció las
posiciones del capitalismo. La destrucción del régimen feudal en el campo inglés
duró siglos y se llevó a cabo en las condiciones más difíciles para los campesinos.
En el siglo XVIII siguió progresando la agricultura inglesa. Por tal razón extendióse
mucho el área de cultivo. En 1688 se labraban 9 millones de acres. En este siglo,
la superficie cultivada creció en 4 millones de acres. El nabo y la alfalfa pasan a
ser la base del nuevo sistema agrícola. Al finalizar el siglo se difunde el cultivo de
la patata, que rinde de 200 a 300 bushels por acre. Gracias a loa nuevos métodos
agrícolas, indisolublemente vinculados a la liquidación del sistema de "campos
abiertos", la productividad del trigo se elevó desde 15 hasta 25 bushels por acre, y
la de cebada, desde 24 hasta 40. Inglaterra comenzó a producir tantos cereales,
que no sólo bastaban para satisfacer las necesidades internas, sino que llegó a
exportarlos en considerable cantidad.
Un papel análogo fue el que desempeñaron las desproporciones que surgían entre
determinadas fases del proceso de producción. Marx hacía constar especialmente
la importancia de estas desproporciones en el aceleramiento de la revolución
industrial. Por ejemplo, el empleo de la lanzadera dio lugar a una escasez de
hilatura, y la utilización de las máquinas de hilar de Hargreaves, Arkwright y
Crompton, a un exceso de ella y al retraso de los tejidos. El uso del carbón de
piedra en los altos hornos incrementó extraordinariamente la fundición de hierro,
pero su transformación en hierro maleable quedó atrasada. Surgió una
desproporción que sólo fue eliminada al introducirse el método del pudelado, que
aceleró la fundición. Al estudiar las premisas de la revolución industrial no
debemos descartar la importancia de las ventajas geográficas y de los recursos de
materias primas de Inglaterra. Después de los grandes descubrimientos
geográficos y del desplazamiento de las rutas comerciales al océano Atlántico, la
situación insular del país cobró una trascendencia excepcional por hallarse situado
en la confluencia de dichas rutas, por cuya razón, su comercio podía desarrollarse
sobre una base más sólida en los siglos XVI al XVIII. La situación insular de
Inglaterra la preservaba de las guerras devastadoras. Dada la nueva situación
histórica, adquirieron singular importancia los yacimientos de minerales y de hulla,
que habían permanecido intactos cientos de años y que en los siglos XVI y XVII se
utilizaron en muy escasa medida. Por último, es de señalar que la revolución
industrial en Inglaterra tuvo sus premisas políticas.
Esta fábrica, que existió hasta 1764, no produjo gran efecto; fue una de las
primeras golondrinas de la primavera que había de representar la revolución
industrial.
ponerlo en duda, reduciéndolo todo a un simple cambio del carbón vegetal por
carbón de piedra. Pero, ya de por sí, este mismo cambio provocó grandes
modificaciones en la organización de la industria metalúrgica en los años sesenta
del siglo XVIII. Aumentó bruscamente el volumen de esta industria. La
explotación de un número mayor de obreros requería una organización compleja,
dándosele carácter fabril. El empleo de los fuelles cilíndricos de Smeaton a partir
de 1761 y, posteriormente, de la máquina de vapor, hizo más complicada la
producción metalúrgica. El papel de la maquinaria iba creciendo sin cesar. Ya en
1782, Watt montó un martinete a vapor para las fábricas Wilkinson, que realizaba
ciento cincuenta percusiones por minuto.
Las materias primas baratas y los comestibles se hicieron mas accesibles. Marx
señalaba en El Capital que en 1831-1835, la importación de cereales se evaluaba
en un millón de quarters al año, y en 1866 había alcanzado ya los 16.400.000
quarters. Parecía que iban a salir perjudicados los terratenientes. Pero sus
Los principios del librecambio son declarados eternos y además, los únicos
factibles. Sin embargo, el libre cambio inglés resultó efímero, y ya a fines del siglo
XIX comenzó en Inglaterra la tendencia al proteccionismo una de las
consecuencias de la revolución industrial en Inglaterra fue el cambio radical de la
estructura de la población. Los sectores sociales iban polarizándose: ruina y
expropiación de los pequeños productores; formación de la burguesía industrial y
de la clase obrera.
Comenzó la ruino masiva de los menestrales. Los hilanderos libres pasaron a las
fábricas desde fines del siglo XVIII y se convirtieron en operarios asalariados. En
un principio, los tejedores salieron beneficiados con la introducción de las
máquinas de hilar, pues creció mucho la demanda de sus productos. Pero
posteriormente, en las décadas del veinte y del treinta del siglo XIX, lee llegó a
ellos la hora da arrumarse. Marx señalaba en El Capital que el telar a vapor vino a
azotar a los 800.000 tejedores de algodón que en Inglaterra habían congregado
las máquinas de hilar. En la segunda mitad del siglo XIX, la industria artesana
perdió el terreno que la hacia vivir. La formación de la clase obrera entró en una
nueva fase. Su número creció con celeridad. En 1858, la industria textil
algodonera del Reino Unido ocupaba a 379.000 hombres, cifra que diez años más
tarde se elevó a 401.000. La aparición de la clase obrera como fuerza
revolucionaria representó una importante consecuencia de la revolución industrial.
La implantación del sistema fabril del capitalismo trajo consigo las crisis
económicas de superproducción. Ya durante el propio período de la revolución
industrial se dejaron sentir las llamadas crisis comerciales. Pero éstas dependían
de factores externos y sólo en parte eran crisis de superproducción: la primera
que lo fue realmente estalló en Inglaterra en 1825. Posteriormente, y de manera
periódica, se repitieron en 1837, 1847, 1857, 1866, 1872, etc.
Pero existieron también otras, para la burguesía inglesa era algo característico la
política de concesiones. También tuvo su importancia y desempeñó un papel la
tradición histórica. Ya en los siglos XVI al XVIII se recaudaba en las islas
británicas una contribución especial destinada a un fondo para favorecer a los
pobres. Y a medida que iba creciendo el número de indigentes e incrementándose
el pauperismo, iba aumentando dicho impuesto.
Pero la política de las trade-unions fue la del reformismo, y sus líderes traicionaron
prácticamente los intereses vitales de la clase obrera. El tradeunionismo inglés
pasó a ser una reserva política del reformismo burgués, y con su actitud contuvo y
paralizó los ímpetus revolucionarios de las masas obreras. Tal actitud se explica,
en buena parte, por el hecho de que las trade-unions agrupaban principalmente a
empleados, mecánicos, maestros cualificados, que, en comparación con el grueso
de la masa trabajadora, se encontraban en condiciones muy favorecidas. De sus
filas salieron los numerosos funcionarios sindicales que van a la zaga de los
liberales, los llamados “lugartenientes del capital”. Sin embargo, la influencia
decisiva en la desmoralización política de la clase obrera de Inglaterra la tuvo la
circunstancia de que la burguesía inglesa, explotando a otros pueblos mediante el
intercambio no equivalencial y el pillaje colonial, tenía posibilidad de sobornar a la
denominada “aristocracia obrera”.
Solución de Problemas
• ¿El movimiento obrero buscó la mejora de sus condiciones o el derrumbe del
sistema capitalista?
Autoevaluación
• Determinar los factores que permitieron la acumulación de capitales en Gran
Bretaña.
• ¿Cuál fue la influencia de los nuevos inventos en la transformación de la
producción y de las relaciones sociales?
• Establecer los elementos que promovieron el cambio de mentalidad en la
sociedad inglesa.
• ¿Hasta qué punto el incremento demográfico se puede considerar como una de
las fuerzas que impulsaron el despegue económico de Inglaterra?
Repaso Significativo
• Explicar los fenómenos que propiciaron la crisis del status quo y que produjeron
nuevas formas sociales.
• ¿Cómo se explica que el sistema parlamentario establecido en Inglaterra
produjera un giro en las formas políticas y de gobierno?
• Mediante un escrito plantear y explicar los factores que estabilizaron
definitivamente el capitalismo como sistema preponderante del siglo XVIII.
• Analizar el proceso de industrialización desde el surgimiento del proletariado.
Bibliografía Sugerida
A, Efimov y otros. Historia moderna de 1642 a 1918. México: Editorial Grijalbo,
1975.
Las características que marcan las nuevas tendencias de estos países, aunque no
de igual manera, pero que permiten su desarrollo económico son: las
transformaciones de la agricultura, la evolución demográfica, los inventos técnicos
y las innovaciones, los sectores motrices, los transportes, el papel protagónico de
la empresa privada o del Estado en unos y otros casos; estos a su vez son el
objeto central de la presente unidad cuando se plantea como elemento de estudio
el análisis los procesos de capitalización que se vivieron en países como Francia,
Estados Unidos, Alemania, Rusia y Japón, en esa carrera de modernización de los
modos y medios de producción.
Horizontes
• Determinar la influencia que sobre los países de economía capitalista tuvo la
revolución industrial inglesa.
Proceso de Información
3.1 INDUSTRIALIZACIÓN Y CRECIMIENTO DE LA ECONOMÍA
FRANCESA3
3
Tomado del texto Historia de los hechos históricos contemporáneos de Maurice Niveau, Barcelona: editorial
Ariel, 1971.
Francia redujo su natalidad más pronto y de manera más rápida que cualquier otro
país. El aumento de la población fue cada vez más débil, y una parte del
crecimiento neto no fue otra cosa que el resultado del alargamiento de la
longevidad. La consecuencia ha sido un envejecimiento demográfico mayor en
Francia que en los demás países. Desde mediados del siglo XIX, la proporción de
ancianos es mayor en Francia que en los demás grandes países industriales. Lo
que realmente importa no es el aumento global, sino la renovación de las
generaciones que evita el fenómeno del envejecimiento. "Sustituir
indefinidamente jóvenes por viejos, gracias al alargamiento de la vida, lleva a la
caída definitiva" (A. Sauvy). Lejos de tener un nivel de vida y de desarrollo más
elevado que sus vecinos, Francia sufrió un declive incontestable que se manifestó
hasta la segunda guerra mundial.
Para precisar las fases principales del crecimiento del producto de la agricultura
nos vamos a apoyar en los trabajos de J. C. Toutain. La encuesta estadística “a
pesar de sus márgenes de error” nos ofrece una información mucho más
adecuada sobre la evolución de los progresos reales de la producción que la
descripción cualitativa. Desde mediados del siglo XVIII hasta la primera guerra
mundial podemos distinguir cuatro grandes períodos caracterizados por ritmos de
crecimiento diferentes:
La mayoría de los autores estiman que el comienzo del desarrollo agrícola se sitúa
hacia mediados del siglo XVIII. Es sólo a partir de 1750 cuando la agricultura
francesa revisará, lentamente, unos métodos de trabajo que no habían variado
desde la Edad Media. No es casualidad que en esta época nos encontremos con
Quesnay y la escuela fisiocrática que predicaba las virtudes del desarrollo agrícola.
El período 1865-1895, viene marcado por una reducción sensible del ritmo de
crecimiento de la producción y de la productividad. Entre las posibles causas de
estas dificultades hay que situar en un lugar preeminente las guerras del Segundo
Imperio.
Hay que señalar también un doble movimiento de los precios: alza de 1852 a
1875; baja de 1875 a 1896. ¿Tuvo la legislación librecambista de 1861 una
importancia decisiva en esta "crisis"? Es difícil precisarlo. Evidentemente, la
competencia de los países de ultramar fue más viva. ¿Pero puede decirse que el
régimen proteccionista, restablecido por Méline en 1892, pusiese fin a la crisis?. Si
bien contribuyó a paliar las dificultades del momento, no fue un factor de
desarrollo a largo plazo. La productividad agrícola aumentaría sensiblemente junto
con la producción a finales del siglo XIX y hasta la primera guerra mundial.
Como en el caso inglés, la industria textil y la industria del hierro fueron las dos
primeras industrias motrices en el proceso de paso de una economía artesanal a
una economía industrial.
La Industria Textil
Hacia mediados del siglo XVIII existía en Francia una industria textil rural. Un
edicto de 1792 había concedido a los habitantes del campo el derecho de fabricar
telas sin necesidad de formar parte de una corporación. Este edicto no había
hecho sino consagrar una práctica remota. Se trabajaban a domicilio el lino y el
algodón. Muy a menudo los campesinos hiladores y tejedores trabajaban para un
comerciante que les proporcionaba la materia prima. Este tipo de actividad casera
desapareció “como en Inglaterra”, con la introducción de las primeras máquinas
que fueron instaladas en fábricas. Esta transformación se inició en la segunda
mitad del siglo XVIII.
Dejando aparte el sector de la seda, para el que Jacquard inventó el primer telar,
los métodos de mecanización fueron importados de Inglaterra. No era fácil
procurarse máquinas inglesas cuya exportación permaneció durante mucho tiempo
prohibida. Sin embargo, una parte no despreciable de la información técnica era
publicada y por tanto accesible para todo el mundo.
La Industria Siderúrgica
El desarrollo de la industria del hierro estuvo influida en gran medida por las
técnicas importadas de Gran Bretaña. Volveremos a encontrar en este sector la
participación conjunta del Estado francés y de los técnicos británicos. En el siglo
XVIII, Francia llevaba un gran retraso en la producción de hierro con respecto a
Inglaterra y a Alemania. La industria se beneficiaba de una fuerte protección
aduanera y solamente se utilizaba el mineral de hierro de Lorena que era de
calidad mediocre. Además, ni siquiera existía competencia interior debido a la
ausencia de medios de transporte. Cada productor tenía un monopolio en la zona
geográfica en la que estaba radicada su empresa.
En 1722 y 1762 Réaumur había publicado unos tratados sobre el hierro forjado y el
hierro fundido. El gobierno deseaba desarrollar la producción de armamentos y
John Holker quería producir el equipo necesario para la industria textil. El
subdesarrollo de la siderurgia francesa constituía, pues, un verdadero
estrangulamiento que había que suprimir. John Holker ayudó a un metalúrgico
inglés, Michael Alcock, a construir una fundición en Charité-sur-Loire en 1757.
Alcock recibió 2.400 libras del gobierno francés para contratar obreros cualificados
ingleses. De 1760 a 1786, Alcock fundó varias empresas metalúrgicas y
mecánicas, una de ellas en Roanne en 1767. En 1764 el gobierno francés envió a
Inglaterra a un joven ingeniero de Lión, Gabriel Jars, con el fin de que pudiese
estudiar los métodos de producción del hierro y del acero. Realizó las primeras
Francia se mantuvo muy por detrás de Gran Bretaña. Mientras que en 1806 el
97% de la producción de fundición inglesa era fabricada con coque, por este
procedimiento se obtenía menos del 2% de la fundición francesa. También se
utilizó en Francia la máquina de vapor de James Watt, en la época de la fundación
de Le Creusot. Unos años antes, en 1778, los hermanos Périer compraron a
Boulton y Watt dos bombas de vapor que fueron instaladas en Chaillot en agosto
de 1781. Posteriormente, los propios Périer fabricaron este tipo de máquina. Pero
fue Ignacio de Wendel quien importó la primera máquina de vapor rotativa para su
empresa en Le Creusot en 1784. El ejemplo no fue seguido con demasiado calor
por los industriales franceses: en 1810, la industria francesa contaba solamente
con 200 máquinas de vapor frente a unas 5.000 en Gran Bretaña.
Llegaron estudiantes de todos los países del continente europeo y de los Estados
Unidos para estudiar la técnica enseñada por los ingenieros franceses. La École
Polytechnique sirvió a menudo como modelo para la fundación de escuelas de
ingenieros en Praga en 1806, en Viena en 1815, en Estocolmo en 1825, en
Alemania entre 1820 y 1830, en Lieja en 1825, y Zurich en 1848. La escuela
militar de West Point en los Estados Unidos fue fundada con la ayuda de un
politécnico que Napoleón había exiliado por sus simpatías republicanas. Es cierto
que los imitadores extranjeros, si bien sabían inspirarse en la calidad científica de
los programas de las escuelas francesas no siempre importaban el espíritu militar
Entre los más célebres cabe citar a Frédéric Le Play, ingeniero de minas y
sociólogo que recorrió Europa y se trasladó a Rusia en 1837 y 1844 por invitación
del zar para organizar las minas de carbón y los complejos metalúrgicos del Donetz
y de los Urales. Fue seguido por numerosos condiscípulos que organizaron la
industria rusa. La mayoría de los países europeos y algunos de los países de
Sudamérica pidieron la colaboración de los ingenieros franceses.
El precio del carbón era mucho más elevado en Francia que en los restantes
países industriales: según cálculos efectuados por el Comité des Forges, debía
haber sido de 11,07 francos la tonelada entre 1885 y 1890 frente a 6,96 en
Inglaterra, 9,37 en Bélgica y 6,59 en los Estados Unidos. Esto no representa
una pequeña desventaja en una época en que el carbón era la primera fuente
de energía. Francia no descubrió su riqueza en mineral de hierro hasta muy
tarde, y sufrió un duro golpe “ya lo hemos señalado” con la anexión de
Alsacia y Lorena en 1871.
Probablemente más de la mitad del ahorro francés se canalizó por estas dos
direcciones. Es cierto que el Estado habría podido emplear este ahorro para
fines productivos, pero normalmente servía para financiar los déficits
presupuestarios. Por último, a los franceses siempre les ha gustado atesorar
oro, y la situación monetaria del siglo XIX se prestaba fácilmente a este tipo de
operación.
Los efectos del dominio económico de Gran Bretaña: tres obstáculos principales
frenaron la industrialización de los Estados Unidos, inmediatamente después de la
independencia: el dominio económico de la antigua metrópoli, la escasez de mano
de obra y la ausencia de vías de comunicación.
productos coloniales (azúcar, tabaco, algodón, índigo) a otro país que no fuese
Inglaterra. En 1699, los intercambios entre las colonias fueron prohibidos para
ciertos productos manufacturados tales como los textiles de lana y los sombreros.
Las Antillas inglesas escapaban a este régimen, pero no proporcionaban más que
una quinta parte de la melaza necesaria a las colonias americanas. Los colonos
soportaban la doble desventaja que significaban la prohibición sobre la exportación
de los productos agrícolas y la política de monopolio de Gran Bretaña. Esta política
mercantilista llevó al gobierno británico a aumentar progresivamente los aranceles
aduaneros hasta el momento en que estalló la revuelta de las colonias con el
célebre tea-party de Boston: el 16 de diciembre de 1773, los colonos echaron al
mar la carga de té de los barcos ingleses anclados en el puerto de Boston. Sin
embargo, fueron necesarios diez años de sangrientas luchas para conseguir la
independencia.
Otro índice del dominio económico inglés nos viene dado por la evolución de los
intercambios entre Inglaterra y sus antiguas colonias. La reducción de los
intercambios revela una indudable asimetría desde el momento en que se compara
la disminución de las importaciones recíprocas de ambos países. Los Estados
Unidos, país nuevo, difícilmente podían pasar sin los productos manufacturados
ofrecidos por Gran Bretaña mientras que este país podía encontrar con más
facilidad nuevos mercados para aprovisionarse de productos agrícolas y de
materias primas. Tocqueville, en su obra sobre La démocratie en Amérique,
recuerda esta fuerza competidora de Inglaterra: "no hay ninguna voluntad
soberana ni existen prejuicios nacionales que puedan luchar contra el buen
mercado. Difícilmente podría encontrarse un odio más profundo que el que existe
entre los americanos de los Estados Unidos y los ingleses. A pesar de estos
sentimientos hostiles, los ingleses proporcionaron a los americanos la mayoría de
los objetos manufacturados, por la única razón de que los hacen pagar menos
caros que los demás pueblos. La creciente prosperidad de América revierte así, a
pesar del deseo de los americanos, en beneficio de la industria manufacturera
inglesa". Un testigo insospechado, el príncipe de Bénevent, nos explica en una
Mémoire sur les relations commerciales des Etats-Unis avec l'Angleterre que los
americanos efectuaban mucho más comercio con sus enemigos los ingleses que
con sus aliados los franceses, ya que podían comprar en Inglaterra más barato y
con unos plazos de pago mucho más amplios. Talleyrand escribe en esta
Mémoire: “América tiene necesidad de recibir de Europa no solamente una gran
parte de lo que consume interiormente, sino también una gran parte de lo que
emplea para su comercio exterior. Sin embargo, todos los objetos son
proporcionados a América de una manera tan total por Inglaterra, que cabe dudar
de que en la época de la más severa prohibición, Inglaterra gozase con mayor
exclusividad de este privilegio con lo que entonces eran sus colonias que ahora,
con los Estados Unidos independientes. Las causas de este monopolio voluntario
no son por otra parte fáciles de localizar: el volumen de fabricación de las
manufacturas inglesas, la división del trabajo, a la vez principio y consecuencia de
esta fabricación..., han permitido a los manufactureros ingleses reducir el precio de
todos los artículos de uso cotidiano por debajo de aquél al que las restantes
naciones han tenido que librar sus productos hasta la actualidad. Además, los
grandes capitales de los negociantes ingleses les permiten conceder unos créditos
más amplios que cualquier negociante de cualquier otra nación podría hacerlo. El
resultado es que el negociante americano que obtiene sus mercancías de
Inglaterra no emplea casi ningún capital propio en el comercio y lo realiza casi
completamente con capitales ingleses. Es pues en realidad Inglaterra quien realiza
el comercio de consumo de América. Entre estos intereses recíprocos y
cimentados por una larga costumbre, es casi improbable que una tercera nación
consiga intervenir”.
Sin embargo, los americanos han manifestado una notable aptitud para vencer las
dificultades, y el espíritu de empresa nunca ha abandonado a este pueblo de
pioneros. No solamente supieron adaptar los inventos británicos sino que tuvieron
sus propios inventores en su revolución industrial.
Los Estados Unidos se beneficiaron, como los países del continente europeo, de la
técnica inglesa. Una de las primeras experiencias de industrialización fue realizada
por un inmigrante inglés, Samuel Slater, quien fabricó en 1789, a partir del modelo
de Arkwright la primera máquina de hilar algodón. Construyó una fábrica
importante en Pawtucket en la isla de Rhodes en 1790. Esta fábrica empleaba
energía hidráulica. Durante la primera mitad del siglo XIX se empleó muy a
menudo como fuerza motriz el agua. La difusión general de la máquina de vapor
no tendría lugar antes de los años 1850-1860.
En 1792, el Congreso había votado una ley que creaba dos arsenales nacionales y
subvencionaba las empresas privadas que fabricasen armas ligeras para el
gobierno. Eli Whitney poseía una fábrica de armas ligeras y había inventado en
1790 la primera máquina desmotadora del algodón. Fue él quien en 1800,
construyó por primera vez en Hamden, Connecticut, armas con piezas estándar e
intercambiables. Este invento causó una verdadera revolución técnica: la
producción podía acelerarse en un proceso de montaje en cadena, mientras que
las reparaciones del objeto fabricado resultaban extraordinariamente simplificadas.
3.3.1 El Zollverein
En 1818, Prusia estableció un nuevo arancel aduanero mucho más suave y más
simple que el que se venía aplicando. Desde aquel momento, y a pesar de la
competencia inglesa, un gran número de productos manufacturados no soportaban
más que un gravamen del 10%. Prusia adoptaba de esta manera una posición
favorable a un librecambio relativo. Los restantes Estados alemanes tenía perfecta
conciencia de la necesidad de establecer una unión aduanera entre ellos, pero las
complejas rivalidades y la oposición entre una Austria proteccionista y una Prusia
librecambista paralizaban las iniciativas. El 18 de enero de 1828, Baviera y
Wurtemberg decidieron realizar entre ellos una unión aduanera. El 14 de febrero
de 1828 se fumaba un acuerdo con el mismo objeto entre Prusia y Hesse-
Darmstadt. Fue entonces cuando los demás Estados se asustaron y formaron "la
Unión comercial de la Alemania media", que no tenía más finalidad que la de
oponerse al Zollverein y a la hegemonía prusiana. No adoptaron un arancel común
y fueron incapaces de ampliar su red de carreteras a pesar de haber manifestado
esta intención. Motz se encargó de la construcción de las carreteras destinadas a
enlazar las uniones aduaneras de Hesse-Darmstadt y de Baviera-Wurtemberg.
Este mercado único que comprendía todos los Estados alemanes era una condición
(una precondición según la terminología de Rostow) de arranque del crecimiento
industrial. Apenas hay necesidad de insistir -puesto que se trata de una cuestión
de doctrina más que de lógica- para demostrar que una treintena de pequeños
Estados soberanos y separados por barreras aduaneras difícilmente habrían
construido sus vías de comunicación y en cambio habrían frenado los movimientos
de mano de obra y de capitales. En la espera de la unificación política de 1871,
Alemania había conseguido, gracias al Zollverein, crear una unidad económica
favorable al inicio del proceso de industrialización y al crecimiento.
La historia económica de Alemania nos enseña que el papel del Estado no fue
despreciable en el proceso de industrialización. Nos basta con recordar aquí que,
en la construcción de los ferrocarriles, la explotación de las minas, la banca, los
seguros y la propiedad rural, el gobierno prusiano jugó un papel determinante.
las causas habituales de esta evolución hay que añadir en este caso las
consecuencias del abandono del régimen feudal.
del siglo XVIII. Estos recursos eran directamente necesarios para la fabricación
de armamento y de bienes de producción.
La industrialización de Rusia no tuvo lugar hasta fines del siglo XIX, en un país
extraordinariamente atrasado con respecto a sus vecinos europeos. El sistema
feudal se prolongó hasta muy entrado el siglo, cuando había desaparecido
completamente en Europa occidental. Las estructuras políticas, económicas,
sociales y mentales ofrecieron una gran resistencia al progreso técnico, pero Rusia
“bajo el impulso del Estado” pudo aprovechar los conocimientos adquiridos en los
restantes países capitalistas industrializados. El modelo de desarrollo ruso hasta la
Revolución de 1917, presenta, pues, unos rasgos particulares que no se
encuentran “al menos en el mismo grado” en los demás países.
De hecho, los señores que poseían tierras fértiles (en Ucrania, por ejemplo)
conservaron en su poder la mayor parte de sus tierras, mientras que los
poseedores de tierras pobres no dudaron en venderlas a los siervos emancipados
para obtener la correspondiente indemnización. Por otra parte, esta indemnización
fue fijada muy a menudo por encima de su valor en el mercado y un elevado
número de campesinos se vio obligado a pagar más para cultivar una superficie
menor. El título de propiedad era una pobre compensación. Más aún por el hecho
de que la propiedad efectiva, es decir, la distribución de las tierras y el control de
los trabajos, estaba confiada en su totalidad a la comunidad campesina (mir). De
período en período el mir debía redistribuir las tierras entre sus miembros a
suertes, y era todo el pueblo el responsable de la indemnización que el Estado
adelantaba. Se comprende por qué el mir se convirtió en el nuevo amo de los
siervos "emancipados" e impidió a los habitantes abandonar el pueblo en que
residían. Desde el momento en que una familia partía sin ser sustituida, la carga
financiera de todos los que quedaban aumentaba. En el mismo interior de la
familia, el cabeza debía autorizar la partida definitiva de uno de sus miembros. Y
en general estaba poco dispuesto a permitirlo, puesto que en el próximo reparto
de las tierras se la reducía la superficie que le era asignada. Como muy a menudo
las tierras poseídas por el mir eran insuficientes con respecto a la mano de obra
disponible, esta inmovilización de los obreros agrícolas no podía menos de
bloquear “o incluso reducir” la productividad de la agricultura. Al mismo tiempo
la industria no recibía la mano de obra que habría podido necesitar.
Pero un último factor de ineficacia era inherente al funcionamiento del mir: los
trabajos de todas las familias debían hacerse en el mismo momento con el fin de
dejar los barbechos para pastos el máximo tiempo posible. En estas condiciones
se llegaba a paralizar toda iniciativa individual; se institucionalizaba la rutina. En el
plano técnico, la reforma agraria fue un desastre completo, y en el plano político
no hizo otra cosa sino avivar el descontento de los campesinos, que querían la
libre propiedad de sus tierras sin verse aplastados por unas deudas a favor de sus
antiguos señores o del Estado. Desde hacía mucho tiempo, los campesinos
estaban en estado de semirrevuelta; los encontraremos de nuevo en 1905 y 1917
luchando contra un régimen que para ellos no representaba más que miseria e
injusticia. Entre 1860 y 1870-1875, parece como si el gobierno ruso no hubiese
juzgado necesario industrializar rápidamente al país. Rusia vivía de la exportación
de los productos agrícolas y especialmente de los cereales; podía pues permanecer
agrícola tanto más cuanto que ello favorecía la comodidad y la pereza de los
grandes propietarios y de la oligarquía en el poder. La caída de los precios
mundiales de los cereales después de 1870 sacudió nuevamente la inercia de los
dirigentes, algunos de los cuales comprendieron la urgencia de las
transformaciones que había que llevar a cabo. Si a esto se añaden las hambres de
1891-1892 y de 1902 y los alzamientos que siguieron a la derrota de Rusia en la
guerra contra el Japón en 1905, no es extraño que el gobierno del zar pensase en
algunas nuevas reformas para calmar el descontento de las masas. En 1906,
Stolipin llevó a cabo una nueva reforma agraria que conducía a la supresión de las
comunidades campesinas y a la completa extinción de las deudas que todavía
quedaban a cargo de los campesinos. Entre 1907 y 1915, 2.500.000 campesinos
se convirtieron en propietarios individuales de sus tierras escapando de este modo
al dominio del mir. Por otro lado, el gobierno organizó y fomentó la migración
hacia la Rusia asiática con el fin de poner en cultivo tierras vírgenes. Pero la
guerra de 1914 vino a poner fin a esta nueva serie de reformas. Este nuevo
cataclismo iba a permitir una revolución llamada a cambiar la faz del mundo
actual. Pronto la ideología marxista, pero, sobre todo, la mediocridad
conservadora y el egoísmo de la clase que detentaba el poder, daría lugar al
comunismo. Los países capitalistas que habían conseguido su industrialización
iban a escapar de la sacudida revolucionaria; Rusia no disponía de la excusa del
progreso y de la posición ventajosa que otorgaba un alza sensible del nivel de
vida. Los nobles que habían recibido unas indemnizaciones importantes como
compensación de las tierras cedidas a sus antiguos siervos no se preocupaban por
el desarrollo agrícola e industrial. Demasiadas veces utilizaron los fondos recibidos
para defender sus privilegios y su tren de vida, y se mostraron incapaces “al
contrario de los grandes propietarios ingleses y alemanes” de invertir de manera
productiva para ellos y para la economía nacional. La ausencia de una clase
empresarial impedía el avance de la industria. W. O. Henderson señala la ineptitud
de los propietarios y directores de empresa rusos que no se hallaban sometidos a
la competencia extranjera y que gozaban de un semimonopolio en el mercado
interior, las mayores empresas fueron fundadas por empresarios y capitales
extranjeros.
La Industrialización
a partir de los años 1880-1890 fue el cambio de política del gobierno. Sin
exagerar demasiado, podría decirse que el gobierno llevó a cabo la revolución
industrial; al menos fue un promotor. A partir de este vuelco de la estrategia
gubernamental, la demanda de productos manufacturados por parte de los
campesinos fue menos necesaria a la expansión industrial. Alexander
Gerschenkron explica cómo la política presupuestaria sustituyó a la desfallecida
demanda interior. Incluso va más lejos cuando afirma: "Reducir el consumo
de los campesinos permitía aumentar la parte de producto nacional disponible
para la inversión. Esta reducción permitía aumentar las exportaciones,
estabilizar la moneda, aumentar las posibilidades de obtener préstamos en el
extranjero y hacer previsión de divisas extranjeras para el servicio de la deuda
exterior". Parece, pues, que la presión fiscal fue bastante gravosa para los
campesinos, a finales de siglo, en una época en que el gobierno financiaba la
construcción de las carreteras, de los ferrocarriles y de las industrias. La
demanda y la iniciativa públicas sustituían en Rusia los estimulantes que se
habían obtenido con la expansión de los mercados libres en los países
capitalistas occidentales. Para invertir, el Estado recurría al ahorro forzoso de
la población agrícola, que representaba la inmensa mayoría del país.
Pero el Estado fue mucho más lejos en este esfuerzo por sustituir unos factores
de producción inexistentes o ineficaces. La mano de obra rusa era
indisciplinada y su rendimiento escaso; la clase poseedora se mostraba incapaz
para las funciones empresariales; había pues que buscar la colaboración de
empresarios extranjeros capaces de importar las técnicas de producción más
modernas. Orientando las inversiones hacia la siderurgia y la fabricación de
máquinas, el gobierno ruso sustituía el factor trabajo deficiente por el factor
capital. Dicho de otro modo, las inversiones llevaban a una economía de mano
de obra (eran labour-saving). Preocupada por beneficiarse de las técnicas más
modernas, Rusia buscó más colaboración, a finales de siglo, en Alemania y en
Estados Unidos que en Inglaterra. Gerschenkron va aún más lejos en este
interesante análisis de la sustitución de factores y de la asignación de los
recursos bajo el impulso del Estado: estima que la fuerte concentración de las
grandes empresas y la formación de los cárteles gigantes respondía a la
penuria de empresarios. De esto modo un número más pequeño de
innovadores, extranjeros y nacionales, dirigían y controlaban una mayor
cantidad de recursos. Fue así como en 1902 se fundó un cártel de las
industrias mecánicas al que se dio el nombre de Prodameta. Agrupaba unas
treinta empresas metalúrgicas de las que un gran número había recibido
importantes capitales franceses. En 1910 un representante de la Banque de
l'Union de París fue elegido presidente del cártel.
sociales bajo la presión extranjera. China se había visto obligada por Inglaterra
a abrir sus puertos al comercio exterior a raíz de la "guerra del opio", que
terminó con el tratado de Nankín, en 1842. Los países europeos y los Estados
Unidos buscaban nuevos mercados en Extremo Oriente, enfrentándose con el
Japón, cuyos puertos estaban cerrados a los occidentales. Cuando en 1846 los
Estados Unidos ampliaron su territorio hasta Oregón y, luego, en 1848, hasta
California, teniendo por tanto salida directa al Pacífico, empezaron a interesarse
por el comercio con China. En su camino se encontraron con el Japón, todavía
cerrado a toda influencia occidental. El gobierno japonés había rehusado
recibir una misión comercial americana. Se mandó entonces al almirante Perry
con su escuadra para transmitir un mensaje del presidente de los Estados
Unidos al shogun. Perry llegó a la bahía de Yedo el 8 de julio de 1853, lo que
ya representaba una violación de las leyes japonesas. Partió disparando
algunas "salvas de honor" destinadas a ejercer un efecto psicológico y volvió
en marzo de 1854 con una escuadra algo más poderosa. Se firmó un primer
tratado el 31 de marzo de 1854: dos puertos nipones fueron abiertos al
comercio americano y otros cinco lo iban a ser en los años venideros. Entre
1854 y 1859, Inglaterra, Rusia, Holanda, Francia y Portugal firmaban con el
Japón tratados análogos al obtenido por los Estados Unidos. Pero mientras
China se encerraba en su particularismo y sus tradiciones familiares, una élite
dirigente japonesa tomaba conciencia del beneficio que se podría obtener de
estos nuevos contactos con Occidente. Nacía así una corriente reformista y
nacionalista.
El problema que había que resolver era el siguiente: para conseguir sus
objetivos económicos el gobierno tenía necesidad de recursos financieros; los
obtuvo de la principal actividad del país: la agricultura. Sin embargo, a pesar
de la abolición de los vínculos feudales, los que realmente soportaron los
gastos de la operación no fueron los grandes propietarios sino los pequeños
campesinos. La reforma se fue realizando progresivamente a partir de 1869,
fecha en la que los cuatro daimíos del Sudoeste restituyeron sus tierras y sus
habitantes al emperador. El gobierno les nombró entonces gobernadores de su
región. En 1871, las regiones fueron suprimidas y sustituidas por provincias.
Pero la industrialización era el primer objetivo del gobierno que veía en ella el
único medio de conseguir el poder militar y, en consecuencia, la posibilidad de
alcanzar una plena independencia económica y política. Este deseo de
independencia no excluía unos objetivos imperialistas. Los comienzos de la
industrialización tuvieron lugar en el marco de un verdadero capitalismo de Estado
durante el período 1868-1880. El Estado asumió todas las iniciativas y financió la
mayoría de las operaciones fundando o comprando las empresas. Invitó a técnicos
europeos y mandó expertos al extranjero con el fin de que aprendiesen allí las
técnicas occidentales ya muy desarrolladas. Por aquellas fechas tanto Inglaterra
como Francia y los Estados Unidos habían superado ya la etapa de la revolución
industrial. Esto constituía una ventaja considerable con respecto a las experiencias
anteriores. El gobierno no sólo importó máquinas destinadas a nuevas fábricas
sino también para servir de modelos. Estas máquinas eran distribuidas entre las
autoridades provinciales que invitaban a los industriales japoneses a examinarlas
para conocer su funcionamiento. El Estado creó escuelas profesionales, mandando
también a provincias a profesores volantes. No existió sector en el que el Estado
no fundase empresas: textiles, del vidrio, del papel, de máquinas herramientas,
fundiciones, astilleros navales, minas, ferrocarriles, telégrafos; en todas partes la
iniciativa pública dio la señal de partida. En 1872, se construyó la primera línea de
ferrocarril por parte de ingenieros ingleses entre Tokio y Yokohama gracias a un
préstamo de Londres. Pero el nacionalismo y la voluntad de independencia exigían
que los japoneses pudiesen hacer lo mismo sin ayuda exterior. Esto se realizó
algunos años más tarde con la construcción de la línea Kyoto-Otsu.
A principios de la era Meiji, el Japón no poseía los cuadros necesarios para dirigir la
industria naciente. La ausencia de una clase de empresarios obligaba al gobierno
a innovar. Sin embargo, hacía falta suscitar vocaciones comerciales e industriales
y los antiguos samurais se mostraron incapaces de ser reconvertidos en este
sentido. Después de 1882 el gobierno abandonó una parte de sus empresas en
manos de la iniciativa privada vendiéndolas a precios relativamente bajos para
atraer a los compradores. Estos fueron, esencialmente, grandes capitalistas
capaces de financiar por sí mismos sus empresas y que poseían la confianza del
Estado. Así tomó cuerpo una poderosa oligarquía de los negocios que favoreció la
concentración económica en los Zaibatsu (trusts). La industria pesada se
desarrolló rápidamente a finales del siglo XIX y fue estimulada con la creación, en
1901, de la fundición nacional de hierro en Yawata. Tras la I guerra ruso-japonesa
de 1905, el avance de esta industria fue aún más rápido gracias al carbón y al
hierro de Manchuria y de Corea (anexionadas a Rusia), pero también a la política
de armamento. Por último, la primera guerra mundial permitió que la economía
japonesa, que se había mantenido al margen del conflicto, lograse una gran
prosperidad. Los exportadores japoneses sustituyeron sin ninguna dificultad en los
grandes mercados mundiales a los productores desfallecidos cuyos recursos
estaban movilizados por la guerra. Hasta la segunda guerra mundial, el
imperialismo japonés no había conocido más que guerras victoriosas que fueron
favorables al desarrollo económico del país: guerra con China 1894-1895; guerra
con Rusia 1904-1905; invasión de Manchuria en 1931. Todos los autores que han
estudiado la evolución económica del Japón están de acuerdo en afirmar que cada
uno de estos conflictos ejerció un efecto acelerador sobre la inversión y el
progreso técnico. Veamos cuál fue el ritmo de crecimiento económico del Japón a
lo largo de esta transformación de una economía feudal a una economía industrial
moderna.
El Ritmo de Crecimiento
Japón se vio obligado a importar una parte de los productos alimenticios que
consumía (el 20% en 1930).
El aumento del producto nacional neto por habitante nos da una vaga idea de la
evolución del nivel de vida. Entre 1880 y 1912 el producto por habitante aumentó
alrededor del 50% mientras que casi se duplicó entre 1910 y 1937. Pero mientras
que el producto total se multiplicaba por cinco entre 1883-1887 y 1933-1937, el
producto por habitante no hacía sino triplicarse. Aquí, de nuevo, dejó sentir sus
efectos la presión demográfica particularmente fuerte. En vísperas del segundo
conflicto mundial, el Japón se había convertido en una de las grandes potencias
industriales del mundo, pero su renta percápita no era más que 86 dólares frente a
519 en los Estados Unidos, 465 en Gran Bretaña, 335 en Alemania y 260 en
Francia.
Solución de Problemas
• En Europa se puede entender el surgimiento del capitalismo desde la crisis del
sistema feudal, por esta razón se puede interpretar la industrialización como el
proceso por el cual se afianzan las relaciones capitalistas de producción. Pero
en el caso asiático “Japón y Rusia”, ¿cómo se puede explicar el capitalismo y la
industrialización si en este continente no hubo feudalismo?
Autoevaluación
• ¿Por qué la revolución industrial se presenta primero en Inglaterra y luego en
Francia?
Repaso Significativo
• Cada uno de los miembros de la Cipa debe escoger un país y elaborar un mapa
conceptual de la temática escogida; exponerlo y entregar una copia a cada
compañero.
Bibliografía Sugerida
NIVEAU, Maurice. Historia de los hechos económicos contemporáneos. Barcelona:
editorial Ariel, 1971.
Por tal motivo, y como una de las fuerzas que legitiman el surgimiento y desarrollo
de los procesos de industrialización de los países capitalistas, en la presente unidad
se estudiarán las propuestas de los líderes de esta doctrina como son: Adam
Smith quien defendió en su obra Ensayo sobre la naturaleza y causa de la riqueza
de las naciones, las premisas de libre competencia, libertad de empresa, libertad
comercial y de consumo, entre otras; J. S. Mill, D. Ricardo, R, Malthus, quienes
ampliaron las propuestas de Smith, que rigieron la economía de las naciones
capitalistas desde mediados del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX.
Horizontes
• Comprender la propuesta teórica liberalista, como producto de la dinámica
histórica del modo de producción capitalista, determinado en gran parte por el
proceso de industrialización y las relaciones macroeconómicas que éste
produjo.
Proceso de Información
4.1 LOS FUNDAMENTOS MICROECONÓMICOS DE LA RIQUEZA DE LAS
NACIONES4
4
Tomado del texto Historia de la teoría económica y de sus métodos. Robert B. Ekelund, J.R. y otro. Tercera
edición. Madrid: MacGrawHill, 1999.
La palabra valor tiene dos significados distintos: unas veces expresa la utilidad de
un objeto particular, y otras veces la capacidad de comprar otros bienes que
confiere la posesión de tal objeto. Podemos llamar al primero “valor en uso” y al
otro “valor en cambio”. Las cosas "que tienen un gran valor en uso,
frecuentemente apenas tienen valor en cambio; y, por el contrario, aquellas que
tienen un gran valor en cambio apenas tienen valor en uso. Pocas cosas hay más
útiles que el agua, pero con ella no se puede comprar casi nada. Por el contrario,
un diamante apenas tiene valor en uso y, sin embargo, se puede cambiar por una
gran cantidad de bienes (La Riqueza de las Naciones, p. 113).
Precios
El dinero es, por supuesto, la medida más común del valor, pero Smith era
igualmente consciente de los defectos de las medidas monetarias, dado que el
valor del dinero cambia con el tiempo. Así, se esforzó por distinguir
cuidadosamente entre precios reales y precios nominales. Por ejemplo, señaló que
puede decirse que el trabajo, como las mercancías, tiene un precio real y un precio
nominal. Se puede considerar que su precio real consiste en la cantidad de las
cosas necesarias y convenientes de la vida que se entregan a cambio de él, y su
precio nominal en la cantidad de dinero. El trabajador es rico o pobre, está bien o
mal retribuido, según el precio real de su trabajo y no según su precio nominal
(La Riqueza de las Naciones, p. 119).
Las economías capitalistas están marcadas por la acumulación de capital y por los
derechos de propiedad individuales sobre la tierra y otros recursos. Así, en las
sociedades más avanzadas, según Smith, el valor de mercado se resuelve en tres
partes componentes.
Los salarios, el beneficio y la renta son las tres fuentes originarias de todo el
ingreso, así como de todo valor de cambio. Cualquier otro ingreso (intereses,
impuestos, etc.), se deriva en última instancia de alguna de esas tres (La Riqueza
de las Naciones, p. 136).
Existe evidencia de que Smith no se sintió enteramente cómodo con las nociones
abstractas de precio y equilibrio. Como muestra claramente un examen de la
economía escolástica, había dos “teorías” que se disputaban el predominio: la
del lado de la oferta y la del lado de la demanda. Dado que el precio de mercado
debe cubrir los costes de producción a largo plazo, el valor tiene que ser una
función de los recursos utilizados en la producción. Por otra parte, la demanda
formula su propio derecho a ser un determinante del valor porque la gente está
dispuesta a pagar por algo en proporción a la intensidad de su deseo. Smith
observó que el valor puede verse influido por la utilidad (demanda), pero no
siguió adelante por este lado del análisis. Su contribución a la teoría de la
demanda se limita en gran medida a una distinción entre demanda absoluta
(deseo agregado) y demanda efectiva (deseo + poder adquisitivo). La demanda
efectiva es la demanda de los compradores que están dispuestos a pagar el
“precio natural”, que es el precio suficiente para cubrir los costes de producción.
Hay dos puntos que es necesario destacar en cuanto a lo que hizo Smith. El
primero es que Smith tendía a considerar el precio natural no sólo como un precio
de equilibrio (el precio central hacia el que gravitan continuamente los precios de
todas las mercancías), sino como un patrón invariable a largo plazo. En lenguaje
moderno, vio una curva de oferta a largo plazo horizontal. Dado que este tipo de
curva de oferta a largo plazo existe solamente en las industrias caracterizadas por
costes de producción constantes, la teoría del valor de Smith se adapta solamente
a un caso especial. En la actualidad, los economistas reconocen que muchas
Los entendidos en vinos saben, por ejemplo, que toda la tierra adecuada para la
producción de clarete Mouton-Rothschild no puede satisfacer la demanda efectiva,
por lo que el precio de este vino es muy superior a su coste de producción. Adam
Smith pensó que era poco lo que se podía hacer ante los caprichos de la
naturaleza y que los secretos comerciales e industriales no podrían mantenerse por
mucho tiempo. Pero las regulaciones del gobierno eran otra historia. La economía
británica, en la época de Smith, estaba llena de prácticas restrictivas que impedían
que el mercado alcanzase el equilibrio, y por lo mismo limitaban el volumen del
comercio, interior y exterior, dificultando la división del trabajo y retrasando el
crecimiento económico. Smith señaló inmediatamente el paralelismo entre las
concesiones gubernamentales de privilegios de monopolio y los secretos
comerciales: otorgar un monopolio a un individuo o a una empresa tiene el mismo
efecto que un secreto en el comercio o en la manufactura. Al mantener el
mercado continuamente desabastecido, esto es, al no cubrir totalmente la
demanda efectiva, los monopolistas venden sus mercancías por encima del precio
natural y elevan sus ganancias, bien sean estas salarios o beneficios, por encima
de su tasa natural (La Riqueza de las Naciones, p. 145).
En su modelo, una determinada variación de los flujos de renta primarios entre las
tres clases socioeconómicas de la sociedad, genera las correspondientes
Tal vez sea tan importante la comprensión, por parte de Smith, de los principios
que determinan los precios de mercado de los productos, como su apreciación de
la interdependencia entre los mercados de productos y los mercados de factores.
En otras palabras, según Smith, los precios de los productos no pueden estar en
equilibrio a largo plazo, a menos que los precios de los factores también estén en
equilibrio a largo plazo. Un examen de las palabras de los autores que precedieron
a Adam Smith aumenta el aprecio por el avance teórico incorporado en su teoría
del valor natural.
Con todo, hay algo obsesionantemente tautológico en todo esto. La teoría del
valor natural explica el precio en términos del coste de producción. Pero los costes
son precios. Se realizan pagos para adquirir (o alquilar) los diversos factores de
producción. Entonces, en esencia, la teoría del valor natural explica los precios por
medio de los precios. Una teoría completa del valor no puede detenerse aquí, sino
que también tiene que explicar la causa y determinación de los pagos que se
efectúan a cada uno de los factores de producción.
decirse, por ejemplo, que Smith ofreció hasta tres explicaciones de los salarios,
tres explicaciones de la renta y tal vez dos explicaciones del beneficio. En lo que
sigue, no es la elegancia analítica de las ideas de Smith lo que se destaca tanto
como el amplio abanico de penetrantes intuiciones que consideró en el tema de la
distribución de la renta.
Salarios
Smith comienza su discusión de los salarios como lo hizo con su discusión del
valor, recordando “ese estado originario de la sociedad que precede a la
apropiación de la tierra y a la acumulación del capital”. En esta sociedad primitiva,
los salarios están determinados por la productividad, porque “en ese estado
originario de la sociedad el producto total del trabajo pertenece al trabajador. No
tiene terrateniente ni patrón con el que compartirlo”. (La Riqueza de las Naciones,
p. 148).
La persona que cultiva la tierra rara vez tiene lo suficiente para mantenerse hasta
la recolección. Su mantenimiento lo obtiene generalmente del capital del patrón
que le emplea, y que no tendría interés alguno en hacerlo a menos que participe
en el producto de su trabajo o a menos que reponga su capital con un beneficio
(La Riqueza de las Naciones, p. 149).
En el concepto del fondo de salarios, Smith reúne los ingredientes esenciales del
proceso del crecimiento económico. La existencia de un fondo de salarios es,
simultáneamente, un elemento para racionalizar el ahorro (es decir, la
acumulación), una explicación de los salarios y del beneficio, y un determinante del
crecimiento de la población. La doctrina sostiene que los trabajadores dependen
de los capitalistas para que éstos les provean de las herramientas necesarias para
el trabajo y de los alimentos, vestido y abrigo (es decir, los “bienes saláriales de
subsistencia”), a fin de que puedan sobrevivir. La única manera de aumentar el
stock de bienes salariales consiste en inducir a los capitalistas a que ahorren, y el
único modo de hacer esto es aumentar los beneficios, que, en opinión de Smith,
constituyen la única fuente de ahorro. En otras palabras, los ahorros tienen que
encontrar una salida en el proceso de producción: si se usan para contratar más
trabajadores, el fondo de salarios crece, y lo mismo sucede con los pagos
(medios) a los trabajadores. En consecuencia, los trabajadores gastan más en
bienes salariales, aumenta la demanda agregada y se produce más en el siguiente
período de producción. En este sistema es importante advertir que el dinero se
considera solamente como un medio de cambio, no como un depósito de valor. El
atesoramiento se considera irracional (es decir, costoso) y, por tanto, todos los
ahorros se invierten. Esto es, los ahorros van al fondo de salarios. Una variante
particular de esta opinión se conocería después como “ley de Say”, por el
economista francés y discípulo de Smith, J. B. Say.
Sin embargo, en otro lugar Smith ofrece una teoría “contractual” de los salarios y,
de nuevo, una teoría de la “subsistencia”. Advierte, por ejemplo, que los salarios
corrientes del trabajo dependen del contrato establecido entre dos partes cuyos
intereses no son, en modo alguno, idénticos. Los trabajadores desean obtener lo
máximo posible, los patronos dar lo mínimo. Los primeros se unen para elevarlos,
los segundos para rebajarlos (La Riqueza de las Naciones, p. 149).
Está claro que existe un límite mínimo para los salarios, continúa Smith, o para la
actividad coordinada de los empleadores, porque “cualquier hombre ha de vivir
siempre de su trabajo, y sus salarios deben ser suficientes para mantenerle; a
veces incluso han de ser mayores, ya que, si no, le resultaría imposible mantener
una familia, y se acabaría en una generación la raza de los trabajadores” (La
Riqueza de las Naciones, p. 151).
Entonces, a medida que crece el fondo de salarios puede soportar una población
mayor, de modo que a medida que los salarios medios suban lo suficiente por
encima del nivel de subsistencia, los trabajadores aumentarán su número en virtud
de la propagación de la especie. Sin embargo, el crecimiento de la población no
puede continuar indefinidamente, porque una población mayor aumentaría la
carga que debe soportar el fondo de salarios. Así, es probable que las tasas de
salarios a largo plazo tiendan a los niveles de subsistencia.
Incluso a largo plazo, la tendencia de los salarios puede ser creciente, porque una
mayor demanda de trabajo origina unos salarios medios más altos e induce un
incremento de la población, que tendrá lugar con un retraso temporal suficiente.
iniciaba esta discusión con brevedad característica: los oficios que reclaman más
tiempo para perfeccionarse en ellos, o más habilidad y esfuerzo, deben ser,
naturalmente, los mejor pagados. Un ebanista hábil deberá recibir por su tarea un
precio más alto que un carpintero común, y un buen relojero más que un herrador.
Las artes y oficios que llevan consigo ciertos riesgos y peligros, como en el caso de
los fundidores, marineros, mineros de plata, etc, deben ser pagados en proporción
a dichos riesgos. Cuando, además de los peligros, se exige habilidad, la paga será
todavía más alta; tal ocurre con los pilotos, buzos, ingenieros, etc. Cuando se
precisa capacidad y confianza se paga todavía más caro el trabajo, como ocurre
con los joyeros, tenedores de libros, cajeros y otros (Ensayo, p. 24). Al respecto
sigue un breve resumen de sus principales puntos Según Smith:
• Los salarios varían en proporción inversa a lo grato del empleo. “El empleo
más detestable de todos, el de verdugo, está, en proporción a la cantidad de
trabajo realizado, mejor pagado que ningún otro”.
Beneficio e Interés
Sobre estos mismos factores que afectan a los salarios, Smith observó que los
beneficios sólo se ven afectados por el primero y el último, es decir, “lo agradable
En definitiva, las oscilaciones del interés pueden orientarnos sobre las variaciones
del beneficio (La Riqueza de las Naciones, p. 117).
También aclaró los efectos que la competencia tendría probablemente sobre los
beneficios: el aumento del capital, que eleva los salarios, tiende a disminuir el
beneficio cuando los capitales de muchos ricos comerciantes se invierten en la
misma actividad, la competencia mutua disminuye sus beneficios, y cuando existe
un aumento del capital en todas las diferentes actividades de una misma sociedad,
la competencia mutua debe producir un efecto similar en todas ellas (La Riqueza
de las Naciones, p. 170). Generalmente se acepta que Smith consideró el
beneficio como un residuo o excedente, tal vez porque éste fue el sentido que
adoptó el principal discípulo de Smith en Gran Bretaña, David Ricardo. Sin
embargo, el siguiente extracto del capítulo de Smith sobre los beneficios desafía
esta sabiduría convencional.
En realidad, los beneficios elevados tienden mucho más que los salarios altos a
elevar el precio de la obra. Nuestros comerciantes y fabricantes se quejan mucho
de los malos efectos de los salarios altos porque elevan el precio, disminuyendo en
consecuencia sus ventas tanto en el interior como en el extranjero. Pero no dicen
nada en cuanto los malos efectos de los altos beneficios (La Riqueza de las
Naciones, p. 180).
Renta
Smith definió la renta simplemente como “el precio que se paga por el uso de la
tierra”. La suma de la renta anual se determina generalmente mediante un
acuerdo contractual entre el propietario y el arrendatario, en el que el Propietario
tiene la ventaja, y de ahí que la renta se considere un rendimiento de monopolio.
Finalmente, Smith sostenía que las rentas diferenciales pueden explicarse sobre la
base de los costes alternativos. En Europa el grano es el principal producto
agrícola que sirve inmediatamente como alimento del hombre. Por ello, y con
excepción de algunas situaciones particulares, la renta de las tierras cerealistas
regula en Europa la de otras tierras cultivadas. Si en un país el alimento vegetal
más corriente y preferido por el pueblo se obtuviese de una planta que, en la tierra
más común, rindiese una cantidad mayor que la que de trigo produce la tierra más
fértil, la renta del propietario sería necesariamente mucho mayor (La Riqueza de
las Naciones, pp. 237-238). En otras palabras, la renta de la tierra dedicada a un
Joseph Schumpeter ha observado que para Adam Smith la división del trabajo
“(es) prácticamente, el único factor del progreso económico”. (Historia del
análisis económico, p. 229). Aunque esta valoración tiende a ser un tanto
exagerada, no está fuera de lugar. La discusión de la división del trabajo que
realiza Smith en el Libro 1, proporciona un análisis excepcionalmente lúcido de las
ganancias de la especialización y el intercambio: principios sobre los que descansa
la teoría de los mercados.
Smith concluyó que la división del trabajo tiene tres ventajas, cada una de las
cuales lleva a una mayor riqueza económica: primero un aumento de la habilidad y
destreza de cada trabajador, segundo un ahorro de tiempo, y tercero la invención
de maquinaria. Esta última ventaja resulta de la concentración de la atención del
individuo en un objeto particular, a causa de la división del trabajo. Como dijo
Smith: “los hombres son más propensos a descubrir métodos más fáciles y
expeditos para alcanzar un objetivo cuando toda la atención de sus mentes está
concentrada en un objeto, que cuando se disipa entre una gran variedad de cosas”
(La Riqueza de las Naciones, p. 90).
Aunque la división del trabajo (que Smith consideraba una tendencia inherente en
la sociedad) pone en marcha el proceso de crecimiento, es la acumulación de
capital la que lo mantiene. Los elementos clave del proceso de crecimiento son la
naturaleza, la acumulación y el empleo del stock. Por “stock”, Smith entendía lo
que en términos modernos es riqueza, una parte de la cual (o toda) se reserva
para el consumo y otra puede reservarse para producir una renta adicional, por
medio de la inversión. Cuanto mayor sea esta última proporción, mayor será el
potencial de crecimiento de cualquier nación. Hay que recordar que la
acumulación de capital amplía el fondo de salarios, lo que a su vez permite que un
mayor número de trabajadores se incorpore a la actividad productiva,
incrementando de este modo el tamaño del producto nacional.
Los trabajadores agotan el fondo de salarios a lo largo del tiempo, a medida que
obtienen del mismo los adelantos necesarios para su subsistencia durante el
proceso de producción. Sin embargo, al final del período de producción, los bienes
producidos se venden, ordinariamente con un beneficio, de manera que se repone,
e incluso aumenta, el stock de bienes salariales (capital), por la suma que
representa el beneficio obtenido. De este modo, a través de la acumulación del
beneficio, el stock de capital crece a lo largo del tiempo, sosteniendo así un mayor
número de trabajadores y un mayor producto en el siguiente período de
producción.
Por tanto, el principio central de la filosofía de Bentham era que el interés de cada
individuo debe identificarse con el interés general, y que la tarea del legislador
consistía en producir esta identificación a través de la mediación directa. Así,
Bentham adoptó en primer lugar el principio de utilidad en forma de un marco de
identidad artificial de intereses. Su doctrina fue conocida como utilitarismo.
Todo esto presupone una especie de “aritmética moral”, que Bentham consideró
análoga a las operaciones matemáticas requeridas por la física newtoniana. Sin
embargo, no todas las operaciones de aritmética moral son de la misma clase. Los
valores de los diferentes placeres se suman para los individuos, pero el valor de un
placer dado debe multiplicarse por el número de gente que lo experimenta, y los
diversos elementos que forman el valor de cada placer también tienen que
multiplicarse mutuamente. Una faceta económica singular de esta teoría del
bienestar radica en la elección que hace Bentham del dinero como medida del
dolor y del placer. Por supuesto, el dinero está sujeto a la utilidad marginal
decreciente a medida que se adquiere en cantidades progresivamente mayores, lo
que Bentham reconoció, aunque no exploró el principio marginalista tan a fondo
como hicieron algunos de sus sucesores. En otras palabras, Bentham fue más un
utilitarista que un marginalista.
• Su proximidad o lejanía.
• Su fecundidad, o la posibilidad de que las primeras sensaciones fuesen
seguidas de otras de la misma clase (es decir, placer seguido de más placer, o
dolor seguido de más dolor).
• Su pureza, o la posibilidad de que las primeras sensaciones no fuesen seguidas
de otras de la clase opuesta (por ejemplo, el parto tiene un bajo índice de
pureza, porque representa una mezcla de dolor y de placer).
• Su extensión, esto es, el número de gente afectada.
Bentham también explicó detalladamente el mecanismo por medio del cual debían
efectuarse los cálculos de bienestar. “Entonces, para hacer un cálculo exacto de la
tendencia general de cualquier acto que afecte a los intereses de la comunidad”,
exhorta a “proceder como sigue”: comiéncese con cualquier persona de aquellas
cuyos intereses parecen afectados de forma más directa por él (acto); y hágase
un cálculo:
• Del valor de cada placer identificable que parezca producido por él en primer
lugar.
• Del valor de cada dolor que parezca producido por él en primer lugar.
• Del valor de cada placer que parezca producido por él después de la primera
sensación. Esto constituye la fecundidad del primer placer y la impureza del
primer dolor.
• Del valor de cada dolor que parezca producido por él después de la primera
sensación. Esto constituye la fecundidad del primer dolor y la impureza del
primer placer.
• Súmense todos los valores de todos los placeres por una parte y los de todos
los dolores por otra. El saldo, si es favorable al placer, nos dará la tendencia
buena del acto en conjunto, con respecto a los intereses de ese individuo; si es
favorable al dolor (dará) la tendencia mala del acto en conjunto.
• Realícese un cálculo del número de personas cuyos intereses parecen estar
implicados, y repítase el proceso anterior con respecto a cada uno. Súmense
los números que expresan los grados de la tendencia buena en relación con el
Bentham no pensaba que fuese erróneo hacer un mal cálculo; se podía ser
estúpido, pero probablemente la estupidez podía corregirse por medio de la
educación. Efectivamente, el utilitarismo insistió mucho en la educación como
medio de reforma social.
El título completo del Ensayo sugiere el motivo que subyace en él, Malthus
reaccionaba contra el optimismo extremo de los filósofos Godwin y Condorcet.
1803, 1806, 1807, 1817 y 1826. Finalmente, culminó en A Summary View 01 the
Principie 01 Population, publicado en 1830. A pesar de las numerosas
modificaciones introducidas en sus diversas ediciones, sin embargo, el principio
esencial del primer Ensayo no varió.
Este dilema de la población planteaba una cuestión teórica y una cuestión práctica;
la cuestión teórica se centraba en la identificación de los frenos reales del
crecimiento de la población; la cuestión práctica se refería a las soluciones del
problema, es decir, qué frenos debían ser estimulados más que otros. Malthus
discutió ambas cuestiones, comenzando con el problema de la identificación.
Como teoría, el principio de población nos dice que ésta aumentará siempre que el
efecto acumulativo de los diversos frenos sea menor que el de la procreación, que
disminuirá siempre que el efecto acumulativo de los frenos sea mayor que el de la
procreación y que permanecerá invariable siempre que los efectos combinados de
los frenos y de la procreación se compensen.
Por una parte, la teoría de la población de Malthus es neutral con respecto a los
supuestos y a las conclusiones. Dados unos factores empíricos relevantes para el
cuadro 6.1, la teoría es capaz de explicar todas las variaciones de la población:
crecimiento, de población o estancamiento. Por otra parte, Malthus infirió el hecho
de que se pudiera llegar realmente a una economía de subsistencia porque la
tendencia a procrear dominaría de hecho el efecto acumulativo de los frenos en
acción. Malthus afirmaba que esta consecuencia era inevitable, aunque, de hecho,
las economías avanzadas del mundo han hecho mucho para evitarlo.
También se puede achacar a Malthus que pasase por alto otros frenos que pueden
evitar su conclusión pesimista. En primer lugar, no consiguió separar,
conceptualmente, sexo y procreación. Con todo, en un mundo de técnicas
modernas de control de nacimientos y otros mecanismos de planificación familiar,
esta distinción se hace con frecuencia. Muchas familias limitan el número de sus
vástagos por razones que no son financieras, por ejemplo, un deseo de libertad
personal y movilidad o una carrera. No puede descartarse el “motivo estético” en
el control de nacimientos: demasiados niños pueden perjudicar el aspecto, la
comodidad y el bienestar de la madre. Estos frenos adicionales son capaces de
reducir la disparidad entre la multiplicación de la especie y el crecimiento de la
oferta de alimentos.
Sin embargo, como ley económica, los rendimientos decrecientes rigen sólo en un
estado constante de la tecnología. Y en las economías avanzadas, el rápido
progreso de la tecnología ha logrado ahuyentar el espectro malthusiano. Por
supuesto, esto no niega la amenaza, auténticamente real, de la subsistencia en el
mundo subdesarrollado. Allí, el espectro malthusiano se presenta como una
auténtica amenaza para los objetivos prácticos del crecimiento y desarrollo
económicos.
Ricardo tuvo un impacto mucho mayor que Malthus sobre la futura dirección de la
teoría económica. Pero como antagonistas teóricos, cada uno de ellos jugó un
papel importante en el desarrollo del sistema analítico del otro. Malthus vio un
vínculo estrecho y directo entre el nivel general de salarios y el precio del grano.
Argumentó en favor de las Leyes de Granos, porque pensó que la libre importación
de granos reduciría los precios interiores del cereal (y de los salarios) y
precipitaría una depresión. Para Ricardo, sin embargo, las Leyes de Granos
significaban un aumento de salarios y una disminución de los beneficios, y de este
modo, menos acumulación de capital y el fin del crecimiento económico.
Pero toda teoría de la distribución de la renta tiene que descansar en una teoría
del valor, y Ricardo procedió a modificar la teoría del valor de Smith para su propio
uso. En particular, Ricardo apreciaba ciertas deficiencias en la doctrina de Smith
sobre el “valor natural”. Según Smith, un aumento en el precio de un factor (por
ejemplo, los salarios) aumentaría el precio de los bienes producidos por aquel
factor (trabajo).
Ricardo pensó que, con determinadas modificaciones, la teoría del valor trabajo
proporcionaba la mejor explicación general de los precios relativos, y que la
limitación de la teoría del trabajo a una “economía primitiva”, como hacía Smith,
era innecesaria. Para Ricardo, la relación entre valor y tiempo de trabajo
empleado en la producción era una relación bien simple: “cualquier aumento de la
cantidad de trabajo debe elevar el valor de este bien sobre el que se ha aplicado,
así como cualquier disminución debe reducir su valor”. (Principios de economía
política y tributación, p. 11). Aunque Ricardo nunca modificó esta posición básica,
sin embargo, añadió varías cualificaciones necesarias para hacer más realista la
teoría. En este proceso, su teoría del valor dejó de ser una teoría del valor pura.
Pero Ricardo, consistentemente, esquivó sus propias cualificaciones en el análisis y
en la política posteriores, e hizo uso de una teoría simple del valor, a fin de llegar a
conclusiones generales.
Supongamos que uno de los propietarios de las máquinas utilice una de éstas, con
la ayuda de cien hombres, al año siguiente, para fabricar paño, y que el propietario
de la otra máquina la use también, con igual ayuda de cien hombres, en la
fabricación de tejidos de algodón, mientras el agricultor sigue empleando los
mismos cien hombres que antes para cultivar maíz. Durante el segundo año,
todos habrán empleado la misma cantidad de trabajo, pero los productos y la
máquina del fabricante de paño, e igualmente los del fabricante de tejidos de
algodón, serán el resultado del trabajo de doscientos hombres empleados durante
un año, o, más bien, del trabajo de cien hombres durante dos años, mientras que
el maíz será producido por el trabajo de cien hombres por un año. En
consecuencia, si el maíz tuviera un valor de 500 libras, la máquina y el paño del
primer fabricante deberían tener un valor de 1.000 libras, y la máquina y los
tejidos de algodón del otro fabricante también deberían tener un valor equivalente
al doble que el del maíz. Pero de hecho tendrían un valor mayor que eso, ya que
las utilidades de capital de los dos manufactureros en el primer año han sido
agregadas a sus capitales, mientras que las del agricultor han sido gastadas y
disfrutadas. Por consiguiente, y debido a los diferentes grados de durabilidad de
sus capitales, o, lo que viene a ser la misma cosa, al tiempo que debe transcurrir
hasta que un conjunto de bienes pueda llevarse al mercado, tendrán un valor no
precisamente proporcional a la cantidad de trabajo utilizada en ellos sino algo
mayor, para compensar el mayor lapso de tiempo que debe transcurrir hasta que
los bienes más valiosos puedan situarse en el mercado (Principios de economía
política y tributación, pp. 25-26).
El ejemplo de Ricardo ilustra claramente que reconoció las dos maneras en las que
el capital afecta al valor de los bienes: primero el capital utilizado en la producción
constituye una adición al valor del producto, y segundo el capital empleado por
unidad de tiempo tiene que ser compensado (al tipo de interés corriente). Este
reconocimiento, por Ricardo, de que el tiempo, como el trabajo, es un elemento
importante del valor, constituía una auténtica contribución a la economía, por la
que le concedieron poco o ningún crédito.
Entonces, desde un punto de vista analítico, está claro que Ricardo basó el valor
en los costes reales de trabajo y capital. Su teoría difería de la de Smith en que
excluía la renta de los costes. Pero desde un punto de vista empírico, Ricardo
sostenía que las cantidades relativas de trabajo utilizadas en la producción son los
principales determinantes de los valores relativos. En el frente metodológico,
Ricardo representa el razonador abstracto y deductivo. Prefería basar los
principios de su sistema analítico en una sola variable dominante más que en un
número de variables menores de dudoso efecto. Con este fin, advertía a sus
lectores (después de destacar los anteriores efectos del capital sobre el valor):
“en la parte subsiguiente de la presente obra, aunque de modo ocasional habré de
referirme a esta causa de variación (es decir, el tiempo), consideraré también
todas las notables variaciones, del valor relativo de los bienes producidos por una
mayor o menor cantidad de; trabajo que pueda necesitarse en distintas épocas
para producirlos”. (Principios de economía política y tributación, p. 28). Ricardo,
por lo menos, estaba menos expuesto a la crítica que se ha dirigido a algunos
teóricos modernos, es decir, no establecer explícitamente los supuestos que
subyacen en la propia construcción analítica.
buscando ante todo una medida del valor de mercado, éste es un argumento
circular. En segundo lugar, excluir la renta de los costes sólo puede justificarse si
la tierra no tiene usos alternativos (lo que Ricardo suponía, de modo nada
realista). Además, la teoría del valor rícardiana limitaba el papel de la demanda a
una clase especial de bienes (no reproducibles).
Ricardo reconocía que no existe una medida del valor perfecta, porque cualquier
medida que se elija varía con las fluctuaciones de las tasas de salarios y beneficios.
Hemos visto que las diferentes durabilidades del capital y las diferentes
proporciones entre el capital fijo y el circulante influirán en los precios de mercado
de modo distinto si los salarios varían respecto a los beneficios. Así, Ricardo ideó
un artificio gramatical la “empresa media”, en la que tanto la proporción entre el
capital y el trabajo como la duración del capital se supone que son iguales a las del
promedio de la economía. Ricardo estaba preparado para resolver el problema de
la distribución de la renta y sus variaciones a lo largo del tiempo.
Aunque en régimen de competencia los beneficios son los mismos para todas las
empresas de una industria dada, la tendencia inevitable de los beneficios será la
de su disminución a medida que aumenta el producto. Con el tiempo, se llega a
una tasa de beneficio mínima, en la que se detiene la nueva inversión (es decir, la
acumulación adicional de capital). Ricardo describió esto como el “estado
estacionario”. Teóricamente, esta tasa mínima de beneficio es cero; sin, embargo,
en la práctica, puede estar ligeramente por encima de cero.
El proceso que describía Ricardo puede, por tanto, replantearse como una
paradoja: ¡el resultado lógico del crecimiento económico es el estancamiento! El
sistema analítico de Ricardo no tiene en cuenta el progreso tecnológico y acepta
de modo acrítico el principio de la población; puede ser atacado en estos dos
terrenos. Pero teniendo en cuenta los supuestos de Ricardo, es un sistema
lógicamente consistente. En su versión final, el estado estacionario aparece del
modo siguiente. La tasa media de salarios se determina por la proporción entre el
capital fijo y circulante (es decir, el fondo de salarios) y la población. Mientras los
beneficios son positivos, el stock de capital aumenta, y el aumento de la demanda
de trabajo incrementará temporalmente la tasa media de salarios. Pero cuando la
tasa de salarios se eleva por encima del nivel de subsistencia, entran en juego las
“delicias de la vida doméstica”, y la población aumenta. Una población mayor
exige una mayor oferta de alimentos, de manera que, poniendo barreras a las
importaciones, el cultivo debe extenderse a las tierras de calidad inferior. A
medida que ocurre esto, las rentas agregadas aumentan y los beneficios
disminuyen, hasta que, en último término, se llega al estado estacionario.
Solución de Problemas
• ¿Realmente el liberalismo ha proporcionado el camino para la libertad y la
igualdad de los ciudadanos?
Autoevaluación
• ¿Qué significa el utilitarismo para la economía liberal?
Repaso Significativo
• Cada cipa se organizará en parejas. Cada pareja seleccionará el pensador de
su preferencia. Tras preparar el contenido propio del pensamiento de ese
autor, un participante de la pareja defenderá frente a sus demás compañeros
de Cipa las posturas económicas de ese pensador, mientras que el otro
participante de la pareja atacará esas posturas críticamente y con
argumentación científica.
Bibliografía Sugerida
EKELUND, Robert B., J. R. y otro. Historia de la teoría económica y de sus
métodos. Tercera edición. Madrid: MacGrawHill, 1999.
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
A, Efimov y otros. Historia moderna de 1642 a 1918. México: Editorial Grijalbo,
1975.