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Don Quijote necesita para ser un verdadero caballero andante una dama a quien dedicar
su esfuerzo y sus aventuras, y la halla en su misma aldea. Ya en el primer capítulo
cuando cae en la cuenta de que necesita una dama, escoge a una moza labradora llamada
Aldonza Lorenzo de la que él anduvo enamorado. D Quijote la escoge para hacerla
señora de sus pensamientos. En su imaginación Aldonza Lorenzo no responde a la
persona real que habita en la aldea; ésta se ha transformado en una princesa y gran
señora dotada de todas las virtudes de las damas librescas. D Quijote encuentra
necesario acomodar el nombre a las novelas y así, le parece que Aldonza Lorenzo no
hace honor a su dama y lo cambia por un nombre más pomposo y literario, el de
Dulcinea. Y como ella es natural del Toboso, la llamará Dulcinea del Toboso.
No obstante hemos de considerar que D Quijote veía en todo momento la realidad, solo
en su imaginación existía Dulcinea, pero, del mismo modo como una persona padece
alucinaciones o algún tipo de trastorno esquizoide, D. Quijote creía plenamente en su
dama y la adoraba como si existiese. En el capítulo XXV cuando Sancho descubre
quién es verdaderamente Dulcinea se asombra de que su amo la haya escogido siendo
no muy agraciada y ruda. Pero D. Quijote le responde:
-Por para lo yo quiero a Dulcinea del Toboso, tanto vale como la más alta princesa de
la tierra. No todos los poetas que alaban damas las tienen en realidad. ¿Piensas tú que
las Amarilis, las filis, las Silvias, las Dianas, las Galateas, las Fílidas y otras tales de
que los libros, los romances, los teatros de comedias están llenos, fueron
verdaderamente de carne y hueso? Las más las fingen por dar sujeto a sus versos y
porque los tengan por enamorados y por hombres de valor. Y así bástame pensar y
creer que la buena de Aldonza Lorenzo es hermosa y honesta; y yo me hago cuenta que
es la más alta princesa de este mundo... Y para concluir con todo, yo imagino que todo
lo que digo es así, y píntola en mi imaginación como la deseo, así en belleza como en
principalidad, y ni la llega Elena ni la alcanza Lucrecia.