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Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM.

Capítulos 1 y 2

Juan Agüero

Gubernamentalidad
Financiera

Editorial Universitaria. Universidad Nacional de Misiones.


Posadas. Misiones. Argentina. 2013. ISBN 978-950-579-295-5
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

INDICE

Página
Introducción…………………………………………………………………. 4
CAPÍTULO 1
Capitalismo financiero
1. El concepto de gubernamentalidad………………………………………… 9
2. La gubernamentalidad económica…………………………………………. 11
3. La gubernamentalidad financiera………………………………………….. 15
4. Biocapitalismo financiero………………………………………………….. 18
CAPÍTULO 2
Globalización financiera
1. El fenómeno de la globalización…………………………………………… 21
2. La banca mundial…………………………………………………………… 25
3. La informática y las telecomunicaciones…………………………………… 30
4. El proceso de globalización………………………………………………… 33
5. Consolidación del proceso de globalización……………………………….. 37
6. El nuevo orden mundial……………………………………………………. 38

INTRODUCCIÓN

Las finanzas han tenido históricamente diversos sentidos, que se fueron modificando
con los cambios del contexto económico. De una actividad inicial limitada casi
exclusivamente a la tesorería, han pasado a ubicarse actualmente en el máximo nivel de
decisiones de las empresas. De igual manera, de una actividad inicial referida casi
exclusivamente a los mercados e instituciones financieras, han pasado a ubicarse
actualmente en el máximo nivel de decisiones de los gobiernos y organismos
internacionales.
Este cambio de posicionamiento se debe en parte a las propias transformaciones de
del contexto, como también a la influencia de importantes desarrollos teóricos en torno
a los cuales se generaron debates que consolidaron el campo de las finanzas. Sin
embargo, en este libro se demuestra que el auge de las finanzas obedece en realidad a
una razón mucho más profunda. Esta razón es la emergencia y consolidación de una
forma de capitalismo financiero denominada gubernamentalidad financiera.
La gubernamentalidad financiera es el tema central de este libro. Para explicar su
forma de construcción histórica, se sostiene como tesis que la gubernamentalidad
financiera es la tecnología de poder del capitalismo, en su modo actual de desarrollo
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financiero, y opera como un sistema autopoiético, cuyos elementos componentes son la


globalización, los mercados financieros y los gobiernos corporativos.
La globalización es un fenómeno que se expande en el mundo de manera acelerada, a
partir de mediados de la década de 1940, a pesar de que recién en la década de 1980 se
comienza a hablar del fenómeno en los medios académicos de Estados Unidos y luego
en los diarios financieros de Inglaterra.
Se trata de un proceso de doble dimensión: externa e interna. La primera se refiere a
la expansión en el mundo de las relaciones de mercado, no sólo en la economía, sino en
los más diversos ámbitos de la vida social. La segunda tiene que ver con la
intensificación de las relaciones sociales, políticas y económicas entre los países y hacia
el interior de los mismos, de lo cual se deriva a su vez un visible proceso de creciente
interdependencia.
Este fenómeno obedece a una multiplicidad de causas, entre las cuales sobresalen el
sostenido crecimiento de la economía mundial a lo largo de más de tres décadas tras la
finalización de la segunda guerra mundial, el acelerado proceso de desarrollo
tecnológico, la expansión de las grandes corporaciones transnacionales, la
mundialización de la banca, el desarrollo de los mercados financieros internacionales, la
caída del muro de Berlín, la mundialización del capitalismo y la expansión del dinero
electrónico.
A esto se agregan las crisis del petróleo en la década de 1970, la desregulación de la
economía mundial, el modo de producción modular, la declinación del paradigma del
Estado de Bienestar, la formación de grandes bloques económicos y la configuración de
un nuevo orden mundial basado en relaciones económicas y políticas coordinadas por
un grupo de ocho países conocido por la sigla G-8 e integrado por Estados Unidos,
Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia, Inglaterra y Rusia.
En las dos últimas décadas, se han realizado diversas formulaciones teóricas sobre la
globalización como fenómeno (Ianni, 1996), sobre sus consecuencias (Sennett, 1998),
sobre el poder y el contrapoder en la era global (Beck, 1998), sobre la igualdad y la
diversidad (Benhabib, 2006) y sobre la cultura del nuevo capitalismo (Sennett, 2006),
entre otros temas.
Ahora bien, la globalización se desarrolla en el marco de una forma de
gubernamentalidad que podríamos denominar gubernamentalidad financiera y que se
diferencia del ordoliberalismo alemán y el anarcoliberalismo norteamericano (Foucault,
2006). Las diferencias son, entre otras, las tecnologías de poder que se utilizan, la forma
financiera de las relaciones sociales que se establecen, los sujetos que intervienen, el
marco institucional y la localización de los intercambios.
La gubernamentalidad es el conjunto de prácticas constitutivas de un régimen de
gobierno particular de una sociedad, una organización o un grupo social. Comprende
tanto las relaciones de micropoder o microrrelaciones de poder que se dan entre los
sujetos y grupos sociales, como las relaciones de macropoder o macrorrelaciones de
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poder que se dan a nivel de políticas gubernamentales (Foucault, 2007), dentro de un


mismo país o entre diversos países.
La gubernamentalidad financiera se instala antes de la finalización de la segunda
guerra mundial por el acuerdo de Bretton Wood, la fijación del patrón oro y la creación
de los organismos financieros internacionales. Luego sobreviene el Plan Marshall, la
expansión de las corporaciones transnacionales, la banca mundial y el desarrollo
tecnológico.
En la década de 1970 se desarrollan los mercados financieros internacionales,
favorecidos por las crisis del petróleo y las masas de dólares que movilizan las subas de
precios del petróleo y los euromercados formados con los depósitos de petrodólares.
Tambien fueron favorecidos por la desregulación económica y financiera promovida por
Estados Unidos a comienzos de los 70 y la autonomía que adquieren los flujos
financieros al separarse de los flujos comerciales. Además fueron favorecidos por la
caída del muro de Berlín, la hegemonía mundial del capitalismo, el dinero electrónico,
el gobierno del G-8 y el nuevo orden mundial.
Los conceptos de “gobierno”, “gobernabilidad” y “gobernanza” parecen confundirse
con el de “gubernamentalidad”. Para Foucault, la “gubernamentalidad” y el “gobierno”
son dos conceptos que se implican mutuamente, aunque el primero es más amplio que el
segundo, ya que la “gubernamentalidad” define la forma, las condiciones y el tipo de
“gobierno” que se da en un momento histórico dado. Desde este punto de vista, la
“gubernamentalidad” no sería una estructura rígida o invariante de relaciones, sino una
generalidad singular, que debe ser entendida como lógica estratégica o como campo
estratégico de relaciones de poder.
La palabra “gobernanza” o “gobernancia” proviene del vocablo francés gouvernance,
usado por primera vez por Carlos de Orléans en el siglo XV para hacer referencia al
“arte de gobernar”, es decir a la forma de ejercicio del poder y a las actividades de
gobierno. Su equivalente anglosajón governance es de fines del siglo XVII. Sin
embargo, la noción de governance resurge con fuerza en el ámbito de los negocios, en
1937, en Estados Unidos, con los estudios sobre “gobierno corporativo” y luego en la
esfera gubernamental, en la década de 1970, con el programa estratégico sobre
“gobernabilidad del mundo” formulado por la Trilateral Comission en el marco del
proceso de globalización del capitalismo.
De esta manera, en el uso político y social, a partir de la década de 1970 se tiende a
equiparar entre sí los significados de gobierno, gobernanza y gobernabilidad. Como lo
sostiene Roitman (2002), el Consenso de Washington, de fines de la década de 1980,
ratifica el programa de la Trilateral Comission, recomendando la aplicación de políticas
neoliberales para fortalecer la “gobernabilidad”.
De igual manera y haciendo un uso normativo y pragmático de la “gobernanza” y la
“gobernabilidad”, el Banco Mundial (1992) y el Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (1997) recomiendan a los países ejecutar programas de “buena
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gobernanza”, reduciendo la misma al control de la corrupción, la protección de los


derechos de propiedad, la rendición de cuentas, la efectividad gubernamental, la calidad
de la regulación y la estabilidad política (Kaufmann y Kraay, 2001).
Para la ciencia política, la gobernabilidad como categoría de análisis hacía referencia
originariamente a la estabilidad política y a las relaciones entre actores e instituciones
políticas. Sin embargo, luego se amplía su significado, refiriéndose genéricamente al
equilibrio dinámico entre las demandas sociales y las respuestas gubernamentales. Es
decir, se incorpora por un lado la relación entre el gobierno y la sociedad y, por otro
lado, los conflictos sociales.
Para Camou (2001) la gobernanza, gobernancia o governance se refiere a la “acción
y efecto de gobernar y gobernarse” y la gobernabilidad o gobernability a “cómo se
gobierna”. Para este autor, la gobernabilidad se refiere a la capacidad del gobierno para
mantener el orden y la ley, gestionar eficazmente la economía, promover el bienestar
general y controlar el orden político y la estabilidad institucional.
En una definición más descriptiva, Joan Prats (2003) considera la gobernabilidad
como “un atributo de las sociedades que se han estructurado sociopolíticamente de
modo tal que todos los actores estratégicos se interrelacionan para tomar decisiones de
autoridad y resolver sus conflictos conforme a un sistema de reglas y de procedimientos
formales e informales”. Para este autor, la gobernabilidad no sería una cuestión del
gobierno sino de la sociedad.
De igual manera Michel Coppedge, citado por Camou (2001), define la
gobernabilidad como “el grado en el cual el sistema político se institucionaliza”,
entendiendo a su vez la institucionalización como “el proceso por el cual las
organizaciones y los procedimientos adquieren valor y estabilidad”, según la definición
de Huntington (1991).
Por su parte, Kooiman (1993) define la gobernabilidad como “la capacidad de un
sistema sociopolítico para gobernarse a si mismo en el contexto de otros sistemas más
amplios de los que forman parte”. Este concepto se diferencia de gobernanza, ya que
ésta se refiere no a una capacidad sino a los procesos que organizan la interacción entre
los actores y al sistema de regulaciones mediante las cuales una sociedad toma sus
decisiones colectivas, como lo sostiene Calame (2006).
De todas maneras, mientras el concepto de “gobernabilidad” ha sido objeto de
muchos estudios y ha tenido un relativo desarrollo teórico, no sucede lo mismo con el
concepto de “gobernanza”, cuyo contenido varía según el estudio de caso en el cual se
utiliza. Tal el caso, por ejemplo, de Celedón y Orellana (2003) en el estudio de las
políticas de salud y la participación ciudadana, Jully (2003) en la lógica territorial de las
políticas locales, Decoster (2003) en la cuestión ambiental de las comunidades
campesinas afectadas por las explotaciones mineras, Stren (2000) en la gobernanza
urbana, Román y Retolaza (2001) en la gobernancia local y la lucha contra la pobreza y
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Cimadamore (2004) en el estudio de la gobernanza como integración regional, entre


otros.
De lo expuesto se deduce que la “gubernamentalidad” es un concepto más amplio
que el de “gobierno”, “gobernanza” o “gobernabilidad”. Se refiere a las prácticas
constitutivas de un régimen particular de gobierno en un momento histórico y
comprende tanto las microrelaciones de poder que se dan entre actores, sujetos, grupos
sociales e instituciones, como macrorrelaciones de poder que se dan a nivel de políticas
gubernamentales entre diversos países o dentro de un mismo país o región.
La “gubernamentalidad” alude a una estructura dinámica y una lógica estratégica de
relaciones de poder que, como una generalidad singular, define la forma, las
condiciones y el tipo de “gobierno” que se da en un momento histórico. De esta manera,
el proceso de globalización no se daría por fuera de la gubernamentalidad financiera y
tampoco la forma, las condiciones y el tipo de gobierno de las organizaciones.
En este mismo marco de gubernamentalidad financiera, en las últimas dos décadas ha
resurgido el debate en torno al problema de gobierno de las organizaciones o problema
de gobierno corporativo. Este problema, si bien deriva del viejo conflicto de intereses
entre propietarios y administradores de las organizaciones, que ya lo advirtió Adam
Smith en el siglo XVIII, se ha complejizado enormemente, involucrando a otros
interesados como el propio personal, los clientes, proveedores, el Estado y las
comunidades donde operan las organizaciones.
La gubernamentalidad financiera opera en el mundo de manera autopiética. La
noción de autopoiesis fue publicada por los biólogos chilenos Maturana y Varela en
1973 y llevada al campo de las ciencias sociales por Niklas Luhmann. Se refiere a
sistemas sociales constituidos por elementos producidos por los propios sistemas de los
cuales estos elementos son componentes.
De esta manera, estos sistemas funcionan y se reproducen mediante procesos
cerrados, clausurados, circulares y autorreferenciales. Estos mismos atributos se dan en
el caso de la gubernamentalidad financiera. Ella misma fue produciendo los elementos
que a su vez la fueron constituyendo: la globalización desde la década de 1940, los
mercados financieros internacionales desde la década de 1970 y los gobiernos
corporativos desde la década de 1980.
Antes de finalizar la Segunda Guerra Mundial, los países ganadores de la contienda,
principalmente Estados Unidos e Inglaterra, deciden instalar en el mundo una nueva
forma de capitalismo, mucho más sofisticada que las anteriores y de naturaleza
financiera, en reemplazo de las formas comercial e industrial de capitalismo que se
desarrollaron con el surgimiento de la burguesía y con la primera revolución industrial,
respectivamente.
Esta nueva forma de capitalismo, de naturaleza financiera, se inaugura en Bretton
Wood en 1944 y se desarrolla a través de un régimen de gubernamentalidad financiera
que se materializa en el mundo a través de tres instrumentos de gran eficacia y
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eficiencia: la globalización, los mercados financieros internacionales y los gobiernos


corporativos.
Estos tres elementos son producidos por el régimen de gubernamentalidad financiera,
del cual estos mismos elementos forman parte y son componentes constitutivos,
generándose así un proceso circular, interno, cerrado y autónomo, que permite y
posibilita la continuidad del sistema, mediante la reproducción autorreferencial
autopoiética del mismo.
Con el fin de fundamentar la tesis de la gubernamentalidad financiera, en el capítulo
1 de ese libro se discute el significado de esta categoría. En los capítulos 2, 3 y 4 se
explican los tres componentes centrales de la gubernamentalidad financiera: la
globalización, los mercados financieros y los gobiernos corporativos. En el capítulo 5 se
muestra cómo funcionan estos tres componentes como un sistema autopoiético.
Finalmente, en el capítulo 6 se desarrolla el caso de las cooperativas tabacaleras en
Argentina, para mostrar cómo influyó en su desarrollo la gubernamentalidad financiera,
modificando en la práctica los históricos principios cooperativos y transformando a las
cooperativas en complejos agroindustriales, que en la práctica operan de manera similar
a las corporaciones transnacionales que dominan el complejo agroindustrial tabacalero
argentino.
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Capítulo 1

CAPITALISMO FINANCIERO

1. El concepto de gubernamentalidad
En los cursos de 1978 y 1979 en el Collège de France, Michel Foucault utiliza los
conceptos de biopoder y gubernamentalidad para explicar la emergencia del liberalismo
hacia fines del siglo XVIII y el tránsito posterior al neoliberalismo en el siglo XX. Son
dos conceptos claves, que le permite al autor analizar el proceso de surgimiento y
desarrollo de los Estados modernos y de lo que él denomina arte liberal de gobernar.
Estos cursos se publican recién en el 2004 en francés y luego, dos y tres años más tarde,
en español [Foucault, M., 2006 y 2007].
Foucault introduce por primera vez, en su clase del 17 de marzo de 1976, la
problemática del biopoder o biopolítica. Este “poder sobre la vida” surge, para este
filósofo, hacia fines del siglo XVIII, cuando la especie humana entra en una “estrategia
general de poder” que él lo presenta como el esbozo de una “historia de las tecnologías
de seguridad” [Foucault, M., 2000:216-226].
Tras un año de receso, retoma el tema en 1978, pero corre el eje de discusión de la
cuestión del biopoder a la cuestión del gobierno y, luego, a la cuestión de la
gubernamentalidad, modificando su visión en relación al concepto mismo de poder, ya
que deja de lado su idea de una sociedad de la guerra, aquella que lo expresara en su
clase del 28 de marzo de 1973 con la frase “El poder se gana como una batalla y se
pierde de la misma manera” [Foucault, M., 2007:418].
Su nueva visión del poder cambia de eje y se centra en las relaciones entre sujetos.
Este giro es fundamental en Foucault y se extiende hasta su muerte en 1984.
Otra noción fundamental, que también introduce Foucault en su clase del 17 de
marzo de 1976, es la de población, que define como aquella “masa global, afectada por
procesos de conjunto que son propios de la vida, como el nacimiento, la muerte, la
(re)producción, la enfermedad” [Foucault, M., 2000:216-226]. Con esta noción de
población, se produce otro giro fundamental del autor, ya que deja de lado la idea de
sociedad disciplinaria o normalizadora de los cuerpos, que venía sosteniendo desde
1970, reemplazándola por la de sociedad reguladora de la población.
Como él mismo lo aclara, se trata del paso de lo que él denomina anatomopolítica
del cuerpo humano, introducida durante el siglo XVIII, a lo que él llama biopolítica de
la especie humana, incorporada hacia fines del mismo siglo. En realidad, se trata de dos
formas básicas de “poder sobre la vida” que se desarrolla desde el siglo XVII, una
centrada en los cuerpos y otra centrada en la población.
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De esta manera, observamos dos giros fundamentales en el pensamiento de Foucault


de fines de la década de 1970. Estos giros se refieren a su concepción sobre el poder en
general y, en particular, al poder sobre la vida. Por un lado, su concepción del poder,
uno de los temas centrales de toda su labor investigativa y que lo movilizó a lo largo de
toda su vida, el otro es el saber. Indudablemente, en la actualidad, resulta muy difícil
abordar estos temas, sin hacer referencia al pensamiento de Foucault. De su idea del
poder como cosa, cambia bruscamente de dirección hacia la idea del poder como
relación entre sujetos sociales. Este cambio es radical, porque ubica al poder en el
centro de las relaciones sociales, como dimensión constitutiva de la interacción social,
invalidando la hipótesis de la soledad del poder o del general en su laberinto como en
el relato maravilloso de Gabriel García Márquez.
Por otro lado, su concepción del poder sobre la vida, que se desplaza de la vigilancia
y disciplinamiento de los cuerpos a la regulación de las poblaciones. Se trata aquí
también de un cambio brusco de dirección, que implica el inicio de un nuevo ciclo en
Foucault, que se extiende hasta su muerte.
En la clase del 25 de Enero de 1978, el mismo autor explica qué significa este giro, al
sostener que “la temática del hombre, a través de las ciencias humanas que lo analizan
como ser viviente, individuo que trabaja, sujeto hablante, debe comprenderse a partir
del surgimiento de la población como correlato de poder y objeto de saber. Después de
todo (…) el hombre no es, en definitiva, otra cosa que una figura de la población”
[Foucault, M., 2007:108]. Se trata de un giro epistemológico, que busca fundamentar en
la noción de población la construcción de un saber acerca del hombre, pero se trata
también de un giro ontológico, en el sentido de considerar a la población como
fundamento constitutivo del hombre.
En el curso de 1977-1978, denominado “seguridad, territorio, población”, Foucault
se propone abordar el problema de la sociedad de seguridad, analizando el tránsito de la
seguridad del territorio a la seguridad de la población y considerando como antitéticos
territorio y población. Sin embargo, tras el análisis de los dispositivos de seguridad,
formula el concepto de gobierno, en el sentido fisiocrático de gobierno económico,
como técnicas específicas de manejo de las poblaciones. En la clase del 1º de Febrero
de 1978 denomina gobierno al “arte de ejercer el poder en la forma de economía” y
esto le permite definir al liberalismo económico como un arte de gobernar [Foucault,
M., 2007:109-138].
De esta manera, Foucault reemplaza el triángulo problemático “seguridad, territorio,
población”, por “seguridad, población, gobierno” y esto implica un nuevo giro del
curso, que queda más claro cuando introduce el concepto de gubernamentalidad. Con
este concepto, abre un nuevo campo de investigación, deja de lado la historia de las
tecnologías de seguridad y centra su interés en una historia de la gubernamentalidad.
Esto implica una nueva mirada de la sociedad, ya que hay un giro de sujetos de derecho
a sujetos sociales, aquéllos vinculados a la soberanía política, la seguridad y el
territorio, y estos últimos a la gubernamentalidad, la población y la seguridad.
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Como concepto, la gubernamentalidad se refiere al régimen de poder introducido en


el siglo XVIII, que “tiene por blanco principal la población, por forma mayor de saber
la economía política y por instrumento técnico esencial los dispositivos de seguridad”.
También se refiere al proceso que llevó a “la preeminencia del tipo de poder que
podemos llamar “gobierno” sobre todos los demás: soberanía, disciplina, etc”
[Foucault, M., 2007:146].
En la clase del 8 de Febrero de 1978, Foucault explica que se trata de una genealogía
del Estado moderno, donde la gubernamentalidad sería para el Estado lo que la
segregación fue para la psiquiatría, la disciplina para el sistema penal y la biopolítica
para las instituciones médicas, es decir, se trata de una tecnología general del poder. En
los cursos posteriores, sigue desarrollando el concepto de gubernamentalidad. En el
curso de 1978-1979, extiende su significado no sólo a las prácticas gubernamentales
constitutivas de un régimen de poder particular como el liberalismo o el neoliberalismo,
sino a la forma como se conduce la conducta de los hombres. De esta manera, la
gubernamentalidad sirve como grilla para el análisis de las relaciones de poder en
general, ya sea a nivel de micropoderes o microrrelaciones de poder, como a nivel de
políticas gubernamentales [Foucault, M., 2007:139-159).
En el curso de 1981-1982, Foucault aclara que el concepto define el “campo
estratégico de relaciones de poder, en lo que tienen de móviles, transformables,
reversibles” [Foucault, 2002]. En este último sentido, si bien la gubernamentalidad y el
gobierno son dos conceptos que parecen confundirse, porque se implican mutuamente,
sin embargo, Foucault deja bien en claro que la gubernamentalidad es la que define la
forma, las condiciones y el tipo de gobierno en un momento dado. Por lo tanto, la
gubernamentalidad no es una estructura rígida o invariante de relaciones, sino una
generalidad singular, que sólo existe como acontecimiento y debe ser entendida como
lógica estratégica, como campo estratégico de relaciones de poder.
De esta manera, el concepto de gubernamentalidad le permite a Foucault introducir
al Estado en el análisis microfísico del poder. No lo hace por casualidad, sino por
necesidad, porque estudiar poblaciones no es lo mismo que estudiar escuelas,
hospitales, cárceles u otras instituciones, e implica, como él mismo lo señala, “órganos
complejos de coordinación y centralización” que se encuentran a nivel de Estado,
entendido éste como una realidad compleja, como el “efecto móvil de un régimen de
gubernamentalidades múltiples”.
2. La gubernamentalidad económica
En el curso de 1978-1979, denominado Nacimiento de la biopolítica, Foucault
muestra cómo el liberalismo constituye la condición de inteligibilidad de la biopolítica.
La economía política surge como un principio de autolimitación interna de la razón de
Estado, mientras que el principio de autolimitación externa es el derecho. La economía
política tiene la pretensión de constituirse en un conocimiento del “curso natural de las
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cosas” e irrumpe como una nueva racionalidad en el arte de gobernar, que se resume en
la fórmula “gobernar menos, pero con más eficacia” [Foucault, M., 2007].
En esta nueva racionalidad, los sujetos de derecho sobre quienes el Estado ejerce la
soberanía política, son reemplazados por la población. De esta manera, el liberalismo se
constituya en el marco general de la biopolítica, en una razón gubernamental que
desplaza a la razón de Estado. Es una razón gubernamental limitada y controlada por el
mercado, ámbito donde Foucault ubica la cuestión de la verdad o, como él prefiere, de
la veridicción.
El liberalismo no sólo garantiza la libertad como componente central del arte liberal
de gobernar, sino que la produce, para promover y alcanzar sus propios fines. De esta
manera, el liberalismo implica un riesgo, un vivir peligrosamente, por la necesidad de
compatibilizar el libre juego de los intereses individuales con el interés de todos. Ahora
bien, la existencia de este riesgo implica a su vez la necesidad de múltiples mecanismos
de seguridad y, por ende, la “libertad” y la “seguridad” constituyen dos polos opuestos
de intervención del Estado.
Esta oposición entre “sociedad” y Estado para Foucault es una relación paradójica,
ya que la “sociedad” constituye un principio en cuyo nombre el gobierno liberal tiende a
autolimitarse, pero al mismo tiempo es el blanco de intervención gubernamental para
promover y alcanzar las libertades individuales que requiere el arte liberal de gobernar.
Esta paradoja del liberalismo es el origen de lo que Foucault denomina crisis de
gubernamentalidad. Al referirse a esta cuestión, el autor interviene por única vez en un
tema contemporáneo y se pregunta qué crisis de gubernamentalidad caracteriza el
mundo hacia fines de la década de 1970 y qué modificaciones produjo en el arte liberal
de gobernar.
Para responder a esta cuestión, analiza las dos experiencias neoliberales más
importantes del siglo XX, el ordoliberalismo alemán y el anarcoliberalismo
norteamericano. Convengamos que analiza dos formas básicas de gubernamentalidad
económica o de razón gubernamental basada en la economía política. Estas formas de
neoliberalismo se desarrollan como crítica a las políticas económicas keynesianas, al
intervencionismo del Estado y a los programas sociales que implican aumento del gasto
fiscal.
Para Foucault, el liberalismo norteamericano no surge como un principio moderador
de la razón de Estado, sino como demanda básica de independencia y reivindicación
económica. Además, siempre estuvo en el centro del debate de la sociedad
norteamericana y tanto la derecha como la izquierda política lo han defendido como
parte de la tradición norteamericana y de la lucha cotidiana contra un Estado
imperialista y militar. Es decir, en Estados Unidos el liberalismo es un modo de pensar
y una forma de vida, mientras que en Europa es sólo una tecnología de gobierno.
El neoliberalismo alemán se basa en la teoría de la política de sociedad, hace valer la
lógica de la competencia pura en el terreno económico, pero con mercados encuadrados
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en un conjunto de intervenciones estatales. El mercado es el principio regulador del


proceso económico y la formación de precios y la tarea del gobierno es garantizar la
competencia, evitar la centralización, favorecer a las medianas empresas, sostener a las
empresas no proletarias, multiplicar el acceso a la propiedad y proteger el medio
ambiente, es decir, generalizar la forma empresa en el tejido social, multiplicando el
modelo de oferta, demanda, inversión, costo y beneficio en las relaciones sociales, los
grupos, las familias. En esta sociedad de empresa, para que la competencia pueda actuar
en el mercado, es necesario establecer un marco político y moral, donde el Estado se
mantenga por encima de la rivalidad y la competencia y garantice la integración social y
la cooperación entre los hombres.
Por su parte, el neoliberalismo norteamericano se basa en la teoría del capital
humano. Es más radical que el neoliberalismo alemán y busca generalizar las relaciones
de mercado a la totalidad del tejido social. El análisis económico, el modelo de
mercado, de oferta y demanda, se extiende a comportamientos sociales o procesos
sociales tradicionalmente considerados “no económicos”. Así, por ejemplo, en la
relación madre-hijo constituyen inversión en capital humano el tiempo que la madre
pasa con su hijo, la calidad de los cuidados que le brinda, el afecto que le prodiga, la
vigilancia de su desarrollo, la educación que le proporciona y la calidad de la
alimentación a su hijo, entre otros.
Otro ejemplo es la cantidad de hijos que tienen las familias ricas, que tratan de
concentrar en pocos hijos una alta inversión en capital humano. Como estas familias
tienen un capital humano elevado y la transmisión de este capital a sus hijos implica
tiempo, atención educativa e inversiones financieras, esto no sería posible si la familia
fuera numerosa. Otro ejemplo es el matrimonio y la relación de pareja. Como son
unidades de producción, celebran contratos a largo plazo buscando una economía en el
nivel de costos de transacción, ya que de otro modo, deberían celebrar innumerables
contratos diarios o renegociarlos continuamente [Migué, J., 1978].
En el neoliberalismo norteamericano, también las políticas públicas y la acción
gubernamental son evaluadas económicamente según el modelo de empresa y mercado,
de oferta y demanda, de costos y beneficios económicos. Así se construye una crítica de
la razón gubernamental, que no es ni política ni jurídica, sino económica. Con esta
extensión, señala Foucault, se criticaron, por ejemplo, los programas de salud,
educación y segregación social de las décadas de 1960 y 1970 y la acción de los
organismos federales creados en la época del New Deal.
Para Foucault, se evalúa la acción gubernamental con la lógica de un positivismo
económico. En el liberalismo clásico, el Estado debía intervenir lo menos posible en el
mercado, tenía que “dejar hacer, dejar pasar”; en cambio, en el neoliberalismo
norteamericano, esto se invierte y el análisis económico “no deja hacer, ni deja pasar”
al Estado, en nombre de las “leyes naturales del mercado”. Es decir, las políticas
públicas son juzgadas por el tribunal del mercado.
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La teoría del capital humano se basa en el análisis del trabajo humano como factor
de producción. Este análisis fue dejado de lado por la economía política, como una
página en blanco, pero los neoliberales norteamericanos lo retoman en la segunda mitad
del siglo XX. Para la teoría del capital humano, la gente trabaja por un salario,
entendido como ingreso y éste puede definirse como el producto o rendimiento de un
capital. Por lo tanto, si es un ingreso, el salario es la renta de un capital y este capital lo
constituyen los propios trabajadores y está conformado, como lo describe Michel
Foucault, por “el conjunto de los factores físicos, psicológicos, que otorgan a alguien la
capacidad de ganar tal o cual salario, de modo que, visto desde el lado del trabajador,
el trabajo no es una mercancía reducida por abstracción a la fuerza de trabajo y el
tiempo (durante) el cual se lo utiliza. Descompuesto desde la perspectiva del trabajador
en términos económicos, el trabajo comporta un capital, es decir, una aptitud, una
idoneidad; como suelen decir, es una “máquina”. Y por otro lado es un ingreso, vale
decir, un salario o, mejor, un conjunto de salarios; como ellos acostumbran decir, un
flujo de salarios” [Foucault, M., 2007:263].
La teoría del capital humano plantea un giro copernicano en la concepción del
trabajo humano, que se aleja totalmente de la concepción clásica y neoclásica de la
economía política y, obviamente, de la crítica marxista. Ya no se trata del uso de una
cierta cantidad de “fuerza de trabajo”, durante un “período de tiempo” determinado, en
un “proceso de producción” dado, organizado y conducido por un empresario, con el
objetivo de maximizar el beneficio y capitalizar el excedente económico.
Tampoco se trata ya de un problema de combinación eficiente de trabajo, naturaleza
y capital como “factores de producción” en una “unidad de producción” determinada.
Tampoco se trata del trabajo transformado en “mercancía” a que alude Foucault en el
texto transcripto más arriba y menos aún, obviamente, de subordinación y explotación
del proletariado por la burguesía propietaria de los medios de producción.
Se trata de una nueva concepción del trabajo humano, que transforma a los
trabajadores en “empresarios de si mismos” [Pierbattisti, D., 2008]. Ya no hay
explotados ni explotadores, porque ya no hay “trabajadores” sino “empresarios”. El
problema de las clases sociales, las luchas históricas de los trabajadores, el conflicto y la
cuestión social, los movimientos sociales, la teoría marxista, la experiencia del welfare
state, en fin, todo parece diluirse de pronto con esta ficción de empresario de si mismo
creada “científicamente” por los neoliberales norteamericanos. Usando una expresión
histórica de Marx y Engel, que aquí resulta harto elocuente, pareciera que “todo lo
sólido se desvanece en el aire” [Marx, K. y Engel, F., 1975] y las desigualdades
sociales se diluyen y se vuelven “líquidas” [Bauman, Z., 2000] por la acción de esta
ficción empresarial.
En esta nueva concepción, el trabajo humano se compone de capital y renta. El
“empresario de si mismo” tiene un capital, su propia idoneidad y aptitud, que lo
transforma en una inversión económica capaz de generar ingresos futuros. De esta
manera, sostiene Foucault, ya no está la figura de la “fuerza de trabajo” que se vende
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

en el mercado por un precio o salario, sino la idea de “capital-idoneidad” que recibe


“renta-salario” [Foucault, M., 2007:264].
La economía se transforma así en unidades-empresas y también la sociedad, todo se
transforma en empresa, como forma básica de racionalización o lógica del
neoliberalismo norteamericano. Hay un regreso al homo economicus que maximiza el
beneficio como “empresario de si mismo” [Pierbattisti, D., 2008]. Para Gary Becker, el
consumo no es un proceso de intercambio, porque el hombre que consume es un
productor, produce su propia satisfacción. El consumo es una actividad empresaria,
porque el individuo, sobre la base de un capital que dispone, produce su propia
satisfacción [Becker, G., 1983].
Para la teoría del capital humano, éste se compone de elementos innatos y
adquiridos. Los innatos pueden ser hereditarios o simplemente congénitos. La
productividad de un individuo y también su nivel salarial dependen, en un momento
dado de su vida, de la combinación de elementos innatos y adquiridos. A su vez, los
elementos adquiridos dependen del nivel de inversión en salud, educación, etc.,
mientras que los innatos dependen de condiciones genéticas.
Theodore William Schültz sostiene que la composición del capital humano sólo
resulta de interés para el análisis económico, en la medida en que provenga de
“recursos escasos de uso alternativo”, es decir, condiciones genéticas con bajos niveles
de riesgo por enfermedad y que puede utilizarse de diversas maneras [Schultz, T.,
1971]. Esto introduce en el análisis económico la problemática de la reproducción de la
especia humana, la posibilidad de manipulación genética y la problemática racial.
La teoría del capital humano gana terreno en los países “occidentales”,
particularmente a partir de la década de 1970, con la desregulación y apertura de las
economías nacionales impulsadas por Estados Unidos e Inglaterra, países donde en la
década de 1980 se instalan gobiernos neoliberales que aceleran y profundizan los
cambios. En el Consenso de Washington, suscripto hacia fines de la década de 1980, se
establece el programa de reformas neoliberales que, desde el Fondo Monetario
Internacional y el Banco Mundial, se impone a los países miembros e incluyen políticas
de privatización de empresas públicas, achicamiento del Estado, transferencia de los
servicios de salud y educación a las provincias y municipios, disminución y búsqueda
de eficiencia económica del gasto público, flexibilización laboral, apertura y
desregulación económica, libre circulación y garantías para los capitales externos, entre
otras. La caída del muro de Berlín el 9 de Noviembre de 1989 y la desintegración del
bloque de países socialistas, favorecen en la década de 1990 la expansión del
neoliberalismo norteamericano y del modelo de “empresario de si mismo” [Pierbattisti,
D., 2008].
3. La gubernamentalidad financiera
Sin embargo, la expansión del neoliberalismo norteamericano y de la teoría del
capital humano se produce porque, al mismo tiempo y como condición sine qua non, se
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

desarrolla en el mundo, a partir de mediados del siglo XX y con mayor intensidad desde
la década de 1970, un tipo de gubernamentalidad o de tecnología de poder que
podríamos denominar gubernamentalidad financiera y que se diferencia de las formas
de gubernamentalidad económica que Foucault denomina ordoliberalismo alemán y
anarcoliberalismo norteamericano. Las diferencias son varias: las nuevas tecnologías
utilizadas, la forma financiera que adoptan las relaciones que se establecen, el tipo de
sujetos que intervienen, el marco institucional y la localización de los intercambios,
entre otras.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos construye su liderazgo en el
mundo, como lo había hecho Inglaterra durante tres siglos. La participación en la guerra
le permitió a Estados Unidos la entrada en Europa y el desempeño de un papel clave en
la instalación de la gubernamentalidad financiera en el mundo. Fue el país que menos
daño sufrió en la guerra y el que mayormente se benefició con ella, ya que concentró el
80 % de las reservas internacionales de oro; aumentó aceleradamente su producto bruto
interno; proveyó de alimentos, energía, armas y dinero a los países en guerra y se
constituyó en el principal acreedor del resto de países del mundo, con una balanza
comercial superavitaria y una gran industria en expansión, necesitada de nuevos
mercados para colocar sus productos y obtener materias primas. La producción
industrial del año 1945 de Estados Unidos, el último año de guerra, fue más del doble
que la producción industrial acumulada entre 1935 y 1939.
El 14 de Agosto de 1941, Estados Unidos e Inglaterra firman la Carta del Atlántico,
donde establecen algunos principios en los cuales fundaban su esperanza de un futuro
mejor para el mundo. En dos de estos principios acordaban: a) extender a todos los
Estados la posibilidad de acceso en condiciones de igualdad al comercio y a las materias
primas mundiales y b) navegar sin trabas sobre los mares y océanos. La liberación de
los mercados mundiales, luego de la guerra, era el principal interés de Estados Unidos,
por la posición ventajosa que tenía y con el fin de aumentar su riqueza y consolidar su
liderazgo. El 7 de Diciembre de 1941 se produce el ataque de Pearl Harbor y luego la
entrada formal de Estados Unidos a la guerra. El 1 de Enero de 1942, un grupo de 26
países firman la Declaración de las Naciones Unidas, apoyando la Carta del Atlántico.
Tras el desembarco exitoso de Normandía el 6 de Junio de 1944 y las posibilidades
de triunfo en la guerra, se lleva a cabo entre el 1 y el 22 de Julio de 1944, en el Hotel
Mount Washington de Bretton Wood, New Hampshire, la Conferencia Monetaria y
Financiera de las Naciones Unidas, donde participan 44 países. Se discuten dos
propuestas de sistema monetario y financiero mundial para la posguerra, una inglesa y
otra norteamericana. La propuesta inglesa, preparada por John Maynard Keynes,
contemplaba la creación de un organismo internacional de compensación monetaria
denominado International Clearing Union, una moneda internacional denominada
Bancor y un régimen democrático de equilibrio de la balanza de pagos entre países
acreedores y deudores, con pago de intereses sobre las diferencias, para evitar las
ventajas monetarias y financieras de un país sobre otro.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

La propuesta inglesa es rechazada y se aprueba la presentada por Estados Unidos. Se


establece el dólar norteamericano como moneda internacional, con una paridad fija de
35 dólares la onza troy de oro y la libre convertibilidad en oro de la moneda
norteamericana. Todos los demás países debían establecer el valor de sus monedas en
relación con dólar norteamericano y la paridad fija en oro. Para administrar este sistema
monetario, se crean dos organismos financieros internacionales: El Fondo Monetario
Internacional y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento.
El Fondo Monetario Internacional se constituye con un capital inicial de 8.800
millones de dólares y una participación del 31.1 % de Estados Unidos, 13.8 % de
Inglaterra, 13.6 % de Rusia, 6.3 % de China, 5.1 % de Francia y 29.1 % del resto de
países. De esta manera, Estados Unidos y su socia Inglaterra se aseguran una
participación lo suficientemente alta como para influir en las políticas y controlar las
decisiones del organismo, cuyo papel histórico fue la revisión e informe sobre las
cuentas públicas de los países miembros y el asesoramiento en materia de políticas
públicas y el otorgamiento de préstamos a los gobiernos.
El Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento se crea originariamente para la
reconstrucción europea de posguerra, como parte del Grupo del Banco Mundial. En
1956, se crea la Corporación Financiera Internacional para financiar proyectos con
intervención del sector privado. En 1960, se crea la Asociación Internacional de
Fomento, con el fin de reunir fondos para financiar los proyectos del Grupo. En 1966,
se crea el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre Inversiones, con el fin
de ofrecer servicios de conciliación y arbitraje internacional a inversores extranjeros. En
1988, se crea el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones, con el fin de
promover inversiones en los países no desarrollados y proteger a los inversores ante
problemas de expropiación, inconvertibilidad de la moneda, restricción de la salida de
capitales, guerras, entre otros.
Estados Unidos tiene una participación del 16.4 % en el Banco Mundial; Japón una
participación del 7.9 %; Alemania el 4.5 %; Inglaterra, Francia e Italia cada una una
participación del 4.3 %. Al igual que en el Fondo Monetario Internacional, Estados
Unidos siempre tuvo una gran injerencia en las políticas y decisiones del Banco
Mundial, cuya labor principal ha sido financiar proyectos gubernamentales y sectoriales
a largo plazo, mediante la emisión y colocación de bonos en los mercados
internacionales de capitales. Importantes hombres de negocio y políticos
norteamericanos ejercieron la presidencia del Banco Mundial. Tal es el caso, por
ejemplo, de Robert McNamara, ejecutivo de Ford Motors Co. entre 1946 y 1960, que
fue Secretario de Defensa de los Estados Unidos entre 1961 y 1968 y luego presidente
del Banco Mundial entre 1968 y 1981.
La gubernamentalidad financiera, como tecnología de poder del capitalismo
financiero, se desarrolla y opera en el mundo a través de tres mecanismos mutuamente
interconectados: a) la globalización, b) los mercados financieros y c) el gobierno
corporativo. En primer lugar, la globalización se gesta entre las décadas de 1940 y 1970,
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

emerge como fenómeno con las crisis del petróleo en la década de 1970 y luego se
expande rápidamente a escala mundial. En segundo lugar, las crisis del petróleo
implican la circulación de enormes masas de dólares, que se independizan de los flujos
comerciales y constituyen capitales financieros que comienzan a negociarse en los
mercados financieros internacionales, que se desarrollan en las décadas de 1970 y 1980,
favorecidos por la circulación de los capitales financieros y la expansión del dinero
electrónico. En tercer lugar, el proceso de globalización y el desarrollo de los mercados
financieros generan, en la década de 1990, el mecanismo de gobierno corporativo, por la
necesidad de control de las corporaciones y los mercados globalizados.
4. Biocapitalismo financiero
En la gubernamentalidad financiera, los mercados financieros reemplazan a las
poblaciones y la nueva tecnología de poder ya no es la biopolítica sino que son las
computadoras y las bases de datos electrónicas programadas para administrar flujos de
fondos electrónicos desde algún lugar del gran espacio cibernético globalizado. Estos
flujos de fondos son las nuevas mercancías que se negocian en los mercados financieros
como derechos y no como cosas. Estos derechos se identifican por registros electrónicos
que expresan la nueva forma de dinero: el dinero electrónico.
En este sentido, las fábricas, las maquinarias, los procesos físicos y químicos de
producción, los servicios, los insumos y el mismo trabajo humano, se transforman en
dinero electrónico, en flujos de fondos electrónicos, en el mismo momento o antes de la
obtención material de los productos, por la acción de los mercados financieros, que
transforman estos productos en derechos que se pueden negociar especulativamente en
forma ilimitada.
Un ejemplo de lo afirmado precedentemente lo constituyen las commodities como el
petróleo o la soja, cuyo valor no depende de las condiciones materiales de producción,
sino de los mercados financieros internacionales donde se negocian como derechos.
Mientras estos productos se producen y se venden como mercancías en los mercados de
petróleo y de granos, en los mercados financieros se negocian especulativamente varias
veces como derechos, generando flujos de dinero electrónico en los mercados
financieros que pueden superar varias veces su valor económico real.
Esta negociación especulativa de derechos o de flujos de dinero electrónico, permite
que los mercados financieros aumenten artificialmente la tasa de ganancia del capital,
mediante la creación de lo que Marx denomina capital ficticio, refiriéndose al capital-
dinero en el Tomo III de El Capital [Marx, K., 1999, tomo III:381]. De haber seguido
viviendo Marx, seguramente escribiría el tomo IV con el título La plusvalía financiera o
El proceso de creación de capital electrónico.
Indudablemente, el capitalismo ha entrado en la fase de financierización y se ha
transformado en un capitalismo financiero, mucho más sofisticado y potente que las
fases de capitalismo comercial y capitalismo industrial analizadas por Marx. Un autor
brasileño, Reinaldo Carcanholo, habla de capitalismo especulativo y sostiene la tesis de
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

que el capitalismo se encuentra en una crisis económica estructural que tiene como
trasfondo la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y esta fase especulativa sería un
intento del capital de dar una respuesta [Carcanholo, R., 2008].
La tesis de Carcanholo no es sostenible por dos argumentos: la naturaleza de las
crisis en el capitalismo y la naturaleza de la fase de financierización del mismo. En
relación al primer argumento, el capitalismo no está en crisis, ni estructural ni
coyuntural, sino que las crisis son ontológicas en el capitalismo, es decir, son
constitutivas del mismo. En uno de sus tantos significados, las crisis pueden definirse
como cambios o transformaciones y esto es, precisamente, lo constitutivo del
capitalismo, su capacidad de transformación contínua de una cosa en otra.
De hecho, ha adoptado diversas formas y contenidos históricos, se ha adaptado a los
más diversos contextos, cambia constantemente de discurso y produce continuas formas
novedosas de explotación, apropiación, acumulación y reproducción del capital. La
forma financiera electrónica es una más en este notable despliegue histórico del
capitalismo.
En relación al segundo argumento y tal como lo resumí muy brevemente en sendos
párrafos anteriores, la fase financiera del capitalismo no emerge de una situación de
decadencia o declinación económica, ni de una tendencia a la baja de la tasa de
ganancia, al contrario, emerge del crecimiento económico continuado de tres décadas,
del desarrollo tecnológico, de la expansión de los bancos y las corporaciones
transnacionales y de la formación de fenomenales masas de capitales financieros
depositados en los bancos y recolocados en los mercados financieros internacionales.
Es decir, es una fase superior y más compleja del capitalismo, más sofisticada y con
mucho más potencialidad que las anteriores. Y por supuesto con mucho más capacidad
destructiva y explotadora del medio ambiente, de las condiciones de vida y de las
relaciones sociales. Si Marx destina tantas páginas del Tomo III de El Capital a la
reproducción del capital-dinero y del capital-efectivo, producido por los bancos y el
comercio, cuánto más hubiera destinado a la producción y reproducción del capital
financiero electrónico.
Los procesos financieros, como en el caso del petróleo y la soja, se alejan e
independizan de los procesos productivos, pero no de los procesos políticos en los
cuales se generan. Es decir, los mercados financieros crean sus propias condiciones de
existencia y sus propias reglas de funcionamiento, pero no lo hacen por fuera de lo que
aquí denomino gubernamentalidad financiera, que constituye la tecnología de poder
que Foucault llamaría “arte neoliberal de gobernar”.
Sin embargo, este alejamiento financiero de los procesos productivos es sólo
aparente, ya que el capital financiero ha aumentado considerablemente su poder sobre
la vida humana, transformándose en lo que Osorio denomina biocapital [Osorio, J.,
2008]. En efecto, los cambios en el mundo del trabajo, provocados por la
gubernamentalidad financiera y el modelo neoliberal de empresario de sí mismo, han
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

aumentado enormemente la incertidumbre, la indefensión y la fragilidad de los-que-


viven-de-su-trabajo, como denomina el sociólogo brasileño Ricardo Antunes a la clase
trabajadora actual [Antunes, R., 2003].
Para Osorio, el trabajador actual es un esclavo moderno porque, teóricamente, es un
hombre libre pero vive sometido al mando despótico del capital, que diariamente se
apropia de su vida, a través de largas y extenuantes jornadas de trabajo. Además, con los
niveles actuales de productividad generados por los avances tecnológicos y las
posibilidades adicionales de ganancia que proveen los mercados financieros, los
trabajadores aportan cientos de veces más de lo que reciben como salario.
En este sentido, para Antunes, hay un proceso de precarización estructural del
trabajo, que se expresa en figuras como colaborador, emprendedor, trabajo flexible,
cooperativo, voluntario, inmaterial, tercerización, subcontratación, entre otras.
Pierbattisti se refiere a las nuevas identidades en el trabajo, construidas por el
neoliberalismo, analizando el caso de una empresa pública de servicios telefónicos
privatizada en Argentina [Pierbattisti, D., 2008].
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Capítulo 2

GLOBALIZACIÓN FINANCIERA

1. El fenómeno de la globalización
La globalización es un fenómeno que se instala en el mundo de manera acelerada, a
partir de mediados de la década de 1940, a pesar de que recién en la década de 1980 se
comienza a hablar del fenómeno en los medios académicos de Estados Unidos y luego
en los diarios financieros de Inglaterra. Se trata de un proceso de doble dimensión:
externa e interna. La primera se refiere a la expansión en el mundo de las relaciones de
mercado, no sólo en la economía, sino en los más diversos ámbitos de la vida social. La
segunda tiene que ver con la intensificación de las relaciones sociales, políticas y
económicas entre los países y hacia el interior de los mismos, de lo cual se deriva a su
vez un visible proceso de creciente interdependencia [Agüero, J., 2008:15].
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, se inicia en el mundo una etapa de fuerte
expansión económica que se extiende por unas tres décadas. Durante dicho periodo, la
economía mundial creció a un ritmo promedio aproximado del 5% anual. Este
crecimiento fue generado por factores concurrentes tales como la necesidad de
reconstrucción de posguerra de los países europeos, la inversión pública, la inversión
extranjera directa, el auge del comercio mundial, el desarrollo de la industria y la
innovación tecnológica entre otros. Esta expansión económica mundial tiene una
enorme importancia para la explicación del fenómeno de la globalización, por cuanto
significó la configuración de tres fenómenos que constituyen como las “raíces” de lo
que después sería el “árbol” de la globalización: 1) el desarrollo de las corporaciones
transnacionales; 2) el desarrollo de la banca mundial y 3) el desarrollo de la electrónica
y de las telecomunicaciones.
Ante todo, el desarrollo de las corporaciones transnacionales fue el elemento clave en
esta fuerte expansión económica mundial de tres décadas. Tuvieron un rol activo en la
reconstrucción europea de posguerra, llevaron a cabo fuertes inversiones extranjeras
directas, dinamizaron el rápido crecimiento de los flujos de comercio mundial,
aceleraron el desarrollo industrial y realizaron importantes inversiones en
investigaciones y desarrollo tecnológico. El rol desempeñado por las Corporaciones
Transnacionales acompañó el protagonismo que en esta materia también tuvieron los
Estados Nacionales, a través de la actividad de los entes públicos y de las empresas del
Estado, como asimismo de los organismos internacionales creados al concluir la
Segunda Guerra Mundial. Las Corporaciones Transnacionales crecieron en esta etapa
como socias de los Estados Nacionales.
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de los países europeos quedaron
prácticamente destruidos, material y económicamente, como consecuencia de la
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

prolongada contienda bélica. Estados Unidos, en tanto, quedó como la nación más
robustecida luego de la contienda, consolidando su poderío y liderazgo en los campos
político, estratégico-militar y económico. El continente europeo, escenario de la guerra,
con sus enormes necesidades de reconstrucción material y reorganización institucional,
aparecía como poderoso atractivo para las inversiones de las empresas norteamericanas.
El “Plan Marshall” del gobierno norteamericano para ayudar económicamente a las
naciones europeas, la creación del Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) y del Banco
Internacional de Reconstrucción y Fomento (B.I.R.F.), como asimismsmo el
establecimiento del Dólar Estadounidense como medio de pago y de reserva
internacional, fueron los instrumentos para la penetración intensiva de los capitales
norteamericanos en Europa Occidental, iniciándose un proceso de fuertes inversiones
directas en obras de infraestructura, construcciones edilicias, industrias y servicios
básicos, maquinarias y equipamiento.
Por otra parte, la conformación de los bloques estratégico-militares de la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (Oeste) y del Pacto de Varsovia (Este) y
el inicio de la “Guerra Fría” y del armamentismo que originaba la amenaza de una
nueva confrontación bélica mundial, alimentaron una fuerte demanda de bienes y
servicios que movilizaron la industria militar norteamericana. Los países europeos, en
tanto, fueron consolidando sus empresas y creando filiales en sus antiguas colonias de
Africa, Asia y Oceanía. Esas filiales fueron adquiriendo cada vez más autonomía, a
diferencia de las empresas norteamericanas que conservaron la centralización de la
administración.
Esta expansión de empresas norteamericanas en Europa y América y de empresas
europeas en Africa, Asia y Oceanía se realizó a través del mecanismo de “Inversiones
Extranjeras Directas” (IEDs) que generaron una enorme expansión del comercio
mundial, particularmente por el intercambio de bienes y servicios entre las
corporaciones y entre éstas y sus filiales. América Latina, Africa, Asia y Oceanía
proveían las materias primas que Norteamérica y Europa requerían para sus industrias y,
a su vez, demandaban los productos industriales que éstos fabricaban.
Esta especie de “División Internacional del Trabajo” que se dio a partir de la
finalización de la Segunda Guerra Mundial provocó un fuerte distanciamiento en
términos de desarrollo entre países del norte y del sur. Las inversiones extranjeras
directas, el intercambio comercial y el desarrollo tecnológico acentuaron rápidamente
ese distanciamiento. El ritmo de crecimiento del comercio mundial, entre mediados de
la década de 1940 y mediados de la década de 1970, fue superior en términos promedios
al crecimiento de la producción mundial, ubicándose en el orden del 7 al 8% anual. Los
datos publicados por las Naciones Unidas, por ejemplo, nos permiten tener una idea del
vertiginoso crecimiento del comercio mundial:
Cuadro Nº 1
Total de Exportaciones Mundiales Anuales
(En miles de millones de dólares corrientes)
Al finalizar la década de
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

1950 1960 1970 1980


129,1 315,1 2.002,0 3.339,0
Fuente: UNCTAD “World Investment Report”, 1993.

Los países del Norte concentraban, al finalizar la década de 1950, el 66%


del total de exportaciones mundiales anuales. Este porcentaje, al finalizar la
década de 1980, se incrementó a casi el 75%. Este incremento se explica
básicamente a partir de una relación cada vez más favorable de los términos
de intercambio con los países del sur, a raíz de mejoras sustanciales en la
productividad generada por la innovación tecnológica.
Las denominadas “Inversiones Extranjeras Directas” (IEDs) constituyeron
el mecanismo para la expansión de las Corporaciones Transnacionales. Este
mecanismo permitió la instalación de nuevas empresas o la ampliación de las
existentes en países extranjeros respecto al de procedencia de las
Corporaciones Transnacionales. Si bien no se disponen de datos respecto al
volumen de Inversiones Directas Mundiales para el período desde mediados
de la década de 1940 hasta mediados de la década de 1970, con los datos
publicados por las Naciones Unidas podemos observar los siguientes años:
Cuadro Nº 2
Inversiones Extranjeras Directas Anuales
(En miles de millones de dólares corrientes)
ORIGEN 1982 1987 % 1992 %
Estados Unidos 339 33.9 474 24.3
Inglaterra 135 13.5 259 13.3
Alemania 91 9.1 186 9.5
Francia 41 4.1 151 7.7
Japón 78 7.8 251 12.9
Otros 316 31.6 628 32.2
Total Mundial 629 1000 100.0 1949 100.0
Fuente: UNCTAD “World Investmente Report”, 1993.

El cuadro nos permite ver la rápida evolución de las Inversiones extranjeras Directas,
que triplican su volumen en el decenio 1982/1992, llegando a casi 2 billones de dólares.
Es importante observar el acelerado crecimiento de las inversiones japonesas, que en el
quinquenio 1987/1992 triplican su volumen, pasando a representar la mitad del volumen
de inversiones norteamericanas. También es vertiginoso el crecimiento de las
inversiones francesas, incluso a un ritmo mayor que las japonesas, ya que en el mismo
quinquenio aumentan 3,7 veces.
Durante el quinquenio 1987/1992, según el mismo estudio de la UNCTAD, las IDEs
tuvieron los siguientes destinos:
Cuadro Nº 3
Destino de las Inversiones Extranjeras Directas Anuales
(En miles de millones de dólares corrientes)
DESTINO 1987 1992
Estados Unidos 34.2% 32.0%
Europa Occidental 35.7% 41.3%
Sudeste Asíatico 10.6% 10.2%
América L. y Car. 8.4% 7.8%
Otros 11.1% 8.7%
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Fuente: UNCTAD “World Investmente Report”, 1993.

En el siguiente cuadro, se resume la participación de los países desarrollados en el


origen y destino de la Inversiones Extranjeras Directas Acumuladas para el quinquenio
1987/1992:
Cuadro Nº 4
Inversiones Extranjeras Directas Acumuladas
(participación de los países desarrollados en porcentajes)
Origen Destino
Países
1987 1992 1987 1992
Estados Unidos 33.9 24.3 34.2 32.0
Europa Occidental 26.7 30.5 35.7 41.3
Japón 7.8 12.9 8.8 7.2
TOTAL 68.4 67.7 78.7 80.5
Fuente: UNCTAD “World Investmente Report”, 1993.

Los países desarrollados, tal como aparece en el cuadro precedente, generan el 70%
de las inversiones extranjeras directas y reciben el 80% de los capitales. Esto significa
que las corporaciones transnacionales se han venido expandiendo básicamente en los
países desarrollados, canalizando hacia los mismos los flujos de inversiones, que a su
vez generan más expansión económica.
Hacia fines de la década de 1980, según el “Informe sobre las inversiones mundiales
1992: Las Empresas Transnacionales como impulsoras del crecimiento” de las
Naciones Unidas, el número de Empresas Transnacionales alcanzaba a 37.000 casas
matrices, que controlaban a su vez a 174.900 filiales en el exterior. De las 37.000
compañías matrices, el 60% se ubicaban en Estados Unidos, Japón, Alemania,
Inglaterra, Francia y otros países desarrollados, 41% en países en desarrollo y 13% en
países de Europa Central y del Este.
El estudio referido aporta, además, otros datos de gran importancia para el análisis:
 Unas 370 compañías matrices (el 1% de total) eran propietarias de más
del 50% de los flujos de Inversiones Extranjeras Directas.
 Las 100 mayores empresas transnacionales (excluyendo las entidades
financieras) tenían activos por 3,2 billones de dólares (año 1990), de los cuales
1,2 billones estaban fuera de sus países de origen.
 Las ventas anuales de esas 100 compañías alcanzaban a 3,1 billones de
dólares en 1990, de los cuales el 50% eran ventas realizadas en e l exterior.
 Esas 100 empresas empleaban en 1990 a más de 11 millones de personas
y controlaban el 33% del total de Inversiones Extranjeras Directas Mundiales.
 Las 174.900 filiales de las empresas transnacionales realizaron ventas
que fueron estimadas para 1982 en 2,4 billones de dólares y para 1990 en 5,5
billones de dólares.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Además de este número de casas matrices y filiales, las empresas transnacionales


están estructuradas en redes entre sí y con otras empresas, a través de mecanismos de
asociación, licencias, franchisings, joint ventures y otros. Este sistema de redes permite
el control de actividades de investigación y generación de tecnología, favorece el
desarrollo de sistemas modulares de producción integrando a varios países, permite el
diseño de alianzas estratégicas y centraliza la información y el planeamiento,
aprovechando las ventajas comparativas que ofrecen las economías de distintos países y
neutralizando las amenazas del contexto.
2. La banca mundial
Las antiguas colonias británicas y francesas dieron origen a diversos antecedentes de
creación de los primeros bancos internacionales “coloniales”. Estos bancos actuaban
con sedes centrales en Lóndres y París y sucursales en las colonias. Fueron experiencias
de “internacionalización” de la banca, pero limitada a los espacios territoriales
imperiales.
En la colonia británica de la India se instaló el Grinday’s Bank, en las colonias
británicas del Pacífico el Chartered Bank y en las colonias del Afríca el Standard Bank
of South Africa. Los bancos Franceses se intalaron en las colonias francesas del Africa.
Además, existieron algunas experiencias aisladas de bancos que operaban en países no
coloniales, como por ejemplo el Bank of London and South America. Estos bancos sólo
prestaban servicios minoristas locales y básicamente para facilitar el comecio entre las
colonias y sus metrópolis.
El primer antecedente de “banco mundial” lo constituye la creación de una entidad
perteneciente al grupo Barclays Bank, el Anglo-Egyptian Bank y el National Bank of
South Africa. Este primer gran banco internacional reunió en una sola entidad tres tipos
de banca: nacional, colonial y extranjera. Tenía una red amplia de sucursales y operaba
en libra esterlina. Sin embargo, quedó limitada por la vigencia del dólar como patrón
monetario internacional y por la creación de la British Commonwealth, muchos de
cuyos miembros optaron por operar fuera del ámbito de la libra esterlina.
El verdadero inicio de la banca multinacional data de la década de 1960, como
consecuencia de al menos tres factores: a) la expansión de las empresas norteamericanas
en el exterior y la demanda de servicios bancarios que generaban; b) la creación de
euromercados y las nuevas oportunidades de negocio que ello generaba; y c) las
regulaciones vigentes en Estados Unidos.
Si bien hubo una expansión de empresas europea hacias sus antiguas colonias, luego
de la finalización de la Segunda Gerra Mundial, que fue acompañada por la instalación
de bancos coloniales, fue la expansión de las empresas norteamericanas hacia Europa
Occidental la que originó la creación de sucursales de los grandes bancos
norteamericanos en el exterior.
A diferencia de la banca europea y “colonial”, básicamente minorista, los bancos
norteamericanos instalados en el exterior se dedicaron principalmente a prestar servicios
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

a las filiales de empresas norteamericanas. En los Estados Unidos existía una clara
distinción entre las características de la banca del Este y la del Oeste. Los bancos del
Este se dedicaban principalmente a las grandes empresas y a operaciónes mayoristas.
Estaban organizados POR CLIENTE. Algunos bancos de Nueva York, como el
Citibank, el Chase Manhattan, el Manufacturers Hannover y el Chemical, tenían una
pequeña actividad minorista, pero otros, como el J.P.Morgan, eran exclusivamente
mayoristas. En cambio, los bancos del Oeste eran más parecidos a los europeos y se
dedicaban principalmente a la atención minorista. Estaban organizados geográficamente
POR SUCURSAL. Tal el caso de bancos californianos como el Bank of America, el
Segurity Pacific, el Wells Fargo y el Firts Interstate.
En la década de 1960, la expansión de la banca norteamericana en el exterior fue
muy acelerada. Al finalizar la década de 1950, menos de 10 bancos noteamericanos
tenían filiales en el exterior y sus activos extranjeros no alcanzaban los 4.000 millones
de dólares. En 1977, más de 100 bancos norteamericamos tenían filiales en el exterior y
sus activos extranjeros alcanzaban los 257.000 millones de dólares.
La expansión de la banca norteamericana se realizó mediante la apertura de
representaciones y sucursales en los principales centros financieros mundiales y, luego,
en las grandes ciudades comerciales. En muchos países, había restricciones para la
concesión de autorización plena para el funcionamiento. En otros países, como
Australia, Canadá y Suecia, directamente se prohibió la entrada de bancos
multinacionales.
El desarrollo de la banca multinacional obedeció también a la creación de los
euromercados en la década de 1950 y a las opotunidades de negocio que los mismos
generaban. Los euromercados constituyen, técnicamente, operaciones concertadas en
monedas fuera del país de origen de las mismas. Son mercados no regulados por las
autoridades monetarias locales. El núcleo de las operaciones de estos mercados lo
constituyeron en sus comienzos las eurodivisas. Se originaban en transferencias de
divisas a una entidad fuera del pais de origen de las mismas, en pago de bienes o
servicios o como transferencias directa de fondos. Luego, con la evolución de estos
mercados, se desarrollaron diversos instrumentos financieros cada vez más sofisticados,
a medida que se iba incorporando nueva tecnología.
En la década de 1950, en pleno auge de la “guerra fria”, los países del Este
constituyeron una fuente importante de fondos que alimentaron los euromercados, ya
que preferian mantener en el exterior los dólares obtenidos por el comercio, por temor a
confiscaciones. Otra fuente importante fueron los capitales de personas acaudaladas de
países con alto riesgo político o provenientes de evasiones fiscales. En la década de
1970, los euromercados se alimentaron, en su mayor parte, por los petrodólares
generados por las dos crisis del petróleo.
Otro factor clave de desarrollo de la banca multinacional fueron las regulaciones
vigentes en los Estados Unidos. A principios de la década de 1960, estaban vigentes en
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

los Estados Unidos una serie de normas regulatorias que limitaban seriamente la
actividad de los bancos norteamericanos: a) la norma Q de la reserva federal establecía
un techo a los intereses pagados sobre los depósitos bancarios; b) la ley Glass-Steagal
prohibía a los bancos intervenir en los mercados de valores de Estados Unidos; y c) el
impuesto de igualación de intereses y el programa de restricción voluntaria de créditos
extranjeros directos limitaban la salida de capitales al exterior de los Estados Unidos.
Estas normas significaban en gran medida un cierre del mercado de Nueva York y
hacían muy difíciles las operaciones internacionles con base en los Estados Unidos. Los
bancos del Este norteamericano, que operaban con las grandes empresas, optaron por
reforzar su presencia en el exterior, para poder atender a sus clientes y escapar de las
regulaciones. En lugar de repatriar sus capitales a Nueva York, optaron por mantenerlos
como eurodivisas en Lóndres.
Los bancos norteamericanos penetraron fácilmente en los centros financieros y
comerciales europeos, debido a su especilización en grandes empresas, a su agresividad
comercial, a la oferta de servicios internacionales y financiación a largo plazo.
Unicamente resultó difícil la entrada en Alemania Occidental, por la mayor vinculación
de las empresas alemanas con sus bancos. El tipo de organización por cliente de los
bancos norteamericanos permitió la rápida adaptación a las necesidades de las empresas
multinacionales.
Para el análisis de clientes, los bancos norteamericanos utilizaron la técnica de flujos
de fondos y desarrollaron una activa política de ofrecimientos de servicios integralas
que aventajaron ampliamente a los bancos europeos, que tradicionalmente esperaban
pasivamente a sus clientes y sólo analizaban sus antecedentes. Los bancos
norteamericanos medían la capacidad de pago efectiva de los clientes a través del
análisis de flujos de fondos y adecuaban a ella los servicios que ofrecían.
En la práctica bancaria tradicional europea no se conocía el concepto de venta directa
de servicios. La formación de los directivos y del personal era para la operatoria de las
sucursales, no para la atención de clientes. Conceptos como “venta” o
“comercialización” no estaban incorporados en esa formación. En 1974 el Citicorp
fundó el Grupo Corporativo Mundial para prestar servicios especializados a las
multinacionales de todo el mundo. Se designaron directores de cuenta mundial que
coordinaban desde la oficina central todos los servicios que brindaba el banco a unas
460 cuentas de todo el mundo. Había un director cada 10 cuentas.
Con este sistema, se planeaban las utilidades por cliente y por cuenta. De esta
manera, por ejemplo, las pérdidas en la cuenta de un país podían ser compensadas con
las ganancias de otro país, con lo cual se determinaba el resultado o la rentabilidad final
del cliente multinacional. Con el avance de la electrónica y de las comunicaciones, este
sistema permitió obtener información no sólo por cliente y por cuenta, sino también por
cada servicio, lo cual posibilitó el diseño de estrategias de diferenciación de productos y
de segmentación de clientes. Esta organización del Citicorp fue imitada por otros
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bancos norteamericanos, que ampliaron rápidamente su red mundial durante la década


de 1970.
Inicialmente, los bancos se instalaron en Londres, Frankfurt y París, que eran los
principales centros financieros de Europa Occidental. Luego, en Suiza y Grecia.
Posteriormente se instalaron en la cuenca del pacífico: Singapur, Hong Kong, Tokio,
Malasia, Indonesia, Corea Filipinas. A fines de la década de 1970, en China y Australia.
En Latinoamérica, se instalaron en México, Brasil, Venezuela y Argentina.
También se instalaron en centros extraterritoriales como Panamá, Islas Caimanes y
las Bahamas. Esta gran expansión mundial de la banca norteamericana hizo que buena
parte de las ganancias proviniera del exterior de los Estados Unidos. Hacia fines de
1970, estas ganancias del exterior representaban más del 50% de las ganancias totales
obtenidas por los bancos multinacionales norteamericanos.
Los bancos europeos tuvieron muchas dificultades para responder a esta rápida
mundialización de la banca norteamericana. En Francia, el Crédit Lyonnais, el Societé
Générale y el Banque Nationale de París eran estatales. El banco más grande, el Crédit
Agricole, era cooperativo y dedicado principalmente al sector agrícola minorista. En
1966, se suprimió la separación entre banca de inversión y banca comercial. Para poder
expandirse internacionalmente, los bancos franceses optaron inicialmente por formar
“consorcios”, en vez de redes como los norteamericanos. Sólo más tarde, hacia la
década de 1980, crearon sus propias redes.
El sistema de consorcios fue adoptado por muchos bancos europeos, como estrategia
defensiva ante la penetración de la banca norteamericana. Actuaban como “clubes de
bancos”, por ejemplo el European Banks International Co., el Orion Bank, el Banque de
la Société Financiere Europene, el Midland and International Banks, el Inter Alpha y el
Europartners. Sin embargo, los consorcios no pudieron superar las dificultades surgidas
por la competencia de sus propios socios, la falta de mecanismos de resolución de
conflictos, los problemas de dirección y los intereses confrontados. Su principal aporte
fue desarrollar experiencias de internacionalización para muchos bancos.
En Alemania, hasta 1973, los bancos no contaban con ninguna sucursal en el
exterior. El mayor banco, el Deutsche Bank, actuaba a través del consorcio European
Banks International. Sin embargo, la capitalización de la economía alemana hizo que en
las décadas de 1970 y 1980 el Deutsche Bank, el Dresdner Bank, el Commerz Bank y
otros, expandieran sus actividades en el exterior, particularmente para la atención de las
empresas alemanas radicadas en el extranjero, como también para participar en el
mercado internacional de capitales. No obstante, la banca alemana desarrolló sólo una
pequeña red internacional.
La banca inglesa fue la única europea que tuvo una activa estrategia de desarrollo
internacional. Barclays abrió en 1961 una filial en Zurich, en 1965 una filial en
California y posteriormente en todos los principales centros financieros mundiales. En
1971, reorganizó su antiguo banco colonial con el nombre de Barclays Bank
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International, pero más tarde, en 1984, integró todas sus operaciones formando un solo
banco multinacional.
Otro banco inglés, el Midland Bank optó por integrar consorcios para su expansión
internacional. Pero, en 1974, ante el fracaso del sistema de consorcios, se reorganizó
creando sus propias sucursales en el extranjero.
El Lloyds Bank se expandió primeramente en Europa Occidental. En 1971, compró
el British Bank and South America, con sucursales en Latinoamérica. En 1974, integró
todas sus actividades con el nombre de Lloyds Bank Internacional, ampliando su red
internacional.
Otro banco inglés, el National Wesminster Bank, también realizó una agresiva
política de creación de filiales internacionales, compitiendo fuertemente hacia finales de
la década de 1980 con el Barclays por el liderazgo como grupo bancario británico.
No obstante este desarrollo internacional, los bancos europeos no obtuvieron sus
principales ganancias del exterior, sino de su propio país, a diferencia de los bancos
norteamericanos.
Desde mediados de la década de 1970, los bancos japoneses comenzaron a
incursionar fuertemente en el escenario internacional, acompañando la expansión
externa de las grandes empresas japonesas surgidas del fenomenal crecimiento de la
economía japonesa de posguerra.
Hasta fines de la década de 1960, las autoridades japonesas habían mantenido
estrictos controles respecto a los bancos japoneses y sólo el Banco de Tokio tenía
autorización para crear sucursales en el exterior. Este banco se dedicaba básicamente a
las operaciones de cambio y comercio exterior. Esa prohibición se levantó a principio de
la década de 1970 y la banca japonesa comenzó a expandirse en el exterior, en tres
áreas: Estados Unidos, Europa Occidental y la Cuenca del Pacífico.
El Banco Industrial de Japón tenía estrechas relaciones con el gobierno, por su
participación en la construcción del modelo de desarrollo industrial japonés de
posguerra. Junto con el Banco de Crédito a Largo Plazo de Japón y el Nippon Fudosan
Bank, financiaban las inversiones fijas de largo plazo orientadas por el Ministerio de
Industria y Comercio Internacional Japonés. Estos bancos se expandieron en el exterior
cuando tuvieron que acompañar la expansión de las grandes empresas japonesas.
La rápida expansión en el exterior de los bancos japoneses tuvo lugar en los últimos
años de la década de 1970 y los primeros de la década de 1980. Ingresaron a los Estados
Unidos por California. El Sanawa Bank compró varios bancos californianos y fundó el
Golden Gate Sanawa Bank. En 1986, cuadruplicó su red de sucursales adquiriendo la
filial californiana del Lloyds Bank.
En 1983, el Mitsubishi Bank compró el Bank of California y pudo operar también en
los estados de Washington y Oregon. En 1987, el Banco de Tokio compró el California
First Bank, con más de 100 sucursales. Otros bancos japoneses con presencia en
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California son el Mitsui Bank, el Dai-Ichi Kangyo Bank of California y el Sumitomo


bank.
En 1983, el Fuyi Bank compró la sociedad financiera Walter e. Heller & Co con sede
en Chicago y 10.000 clientes en 49 ciudades de todo Estados Unidos. En 1984, los
Estados Unidos absorbían entre el 30 y el 35% del total de la actividad bancaria
internacional japonesa, que a su vez constituía entre el 15 y el 20% de la actividad total
de los bancos japoneses. En 1987, los bancos japoneses se habían convertido en los
principales extranjeros de los Estados Unidos.
La expansión en Europa Occidental de la banca japonesa se concentró en Londres y
Zurich. Luego se amplió a las principales ciudades europeas. En 1984, Europa
Occidental representaba el 25% de las operaciones internacionales de la banca japonesa.
En Londres y Zurich, los bancos japoneses se concentraron en operaciones de inversión,
en los mercados de valores y en los euromercados. Con una política agresiva de precios
y una permanente innovación, su participación creció aceleradamente, desafiando a los
grandes bancos norteamericanos. En 1987, concentraban casi un tercio de las
operaciones del mercado internacional de capitales de Lóndres.
En la cuenca del Pacífico, los bancos se instalaron principalmente en Hong Kong,
representando este área entre un 15 y un 20% de las actividades internacionales de los
mismos. En 1987, los bancos japoneses constituían el 25% de los bancos más grandes
del mundo, en términos de depósitos o activos. La tendencia era de una mayor
participación aún, teniendo en cuenta la elevada tasa de ahorro de la economía japonesa,
el fuerte excedente de su balanza de pagos y la creciente internacionalización de las
empresas japonesas.
3. La informática y las telecomunicaciones
La Segunda Guerra Mundial movilizó la investigación científica. La física, la
química y la matemática fueron las impulsoras del acelerado desarrollo tecnológico
aplicado al campo militar, cuya máxima expresión fueron las terroríficas explosiones
atómicas en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki en 1945. La división Este-
Oeste y la “guerra fría”, que en los hechos significó la continuidad del estado de
beligerancia mundial, aunque con distintos actores, profundizaron las investigaciones
científicas.
Los Estados Unidos y la Unión Soviética destinaron enormes recursos a la
investigación científica y tecnológica. El mundo observaba logros inimaginables hasta
entonces: la primera computadora (1950), el primer satélite artificial (1957), la llegada
del primer hombre a la luna (1969). Desde mediados de la década de 1950 y por 20
años, el Sudeste Asiático se convirtió en el campo de experimento tecnológico-militar
de las dos superpotencias. Estados Unidos invirtió en total en la experiencia de Vietnam
unos 2 billones de dólares (Bernal Meza, 1994).
Apartado del conflicto Este-Oeste, Japón destinó sus recursos a la investigación y al
desarrollo de su economía. Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, Japón
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fue gobernado por un solo partido político. Se aplicó un régimen de planificación


centralizada, dirigido por la Agencia de Planificación Económica, el Ministerio de
Finanzas y el Ministerio de Industria y Comercio Internacional. Entre mediados de las
décadas de 1940 y 1970, la industria japonesa tuvo un gran desarrollo autónomo, basado
en el continuo avance tecnológico vinculado a la electrónica, la informática, la robótica
y la automatización de los procesos productivos y administrativos (Bernal Meza, 1994).
Las corporaciones transnacionales y la banca mundial se beneficiaron ampliamente y
potenciaron sus actividades con los avances tecnológicos, particularmente los
relacionados con la informática y las telecomunicaciones. La aplicación masiva de estos
recursos tecnológicos tuvo lugar en las décadas de 1970 y 1980, luego de la
desregulación económica mundial y los cambios generados por las crisis del petróleo.
La mundialización de las grandes empresas, bancos y mercados, trajo aparejado una
serie de problemas relacionados con las transacciones, la registración, la información y
el control de las operaciones. En Estados Unidos, se fundó, en 1971, la Asociación
Nacional de Cotizaciones de Agentes de Valores (NASDAQ), un sistema electrónico
automático para la negociación de acciones.
En 1985, en este sistema operaban unos 470 agentes, que negociaban más de 4.000
especies de acciones que aparecían en unas 125.000 pantallas. Por este sistema, el
volumen de operaciones pasó de unas 1.200 millones de acciones en 1975 a más de
15.000 millones en 1984.
La Sociedad de Redes Institucionales (INSTINET) era otro sistema de negociación
electrónica de valores. En 1987, ofrecía información de mercado actualizada y
transacciones automáticas de hasta 100 acciones. Un agente podía negociar en tiempo
real más de 8.000 valores cotizados. Este sistema fue comprado luego por Reuters, para
operar las 24 horas.
En 1973, un grupo de 239 bancos de 15 países fundó la Sociedad de
Telecomunicaciones Financiera Interestatal Mundial (SWIFT), como asociación sin
fines de lucro, que en 1987 integraba unos 2.000 bancos de 50 países. Procesaba casi 1
millón de mensajes diarios y su tráfico crecía a un ritmo del 20% anual. SWIFT
estandarizó los mensajes interbancarios haciéndolos inteligibles para los ordenadores.
Por el mismo se realizaban transferencias bancarias, operaciones de cambio y otras
transferencias.
Mediante el uso de estas redes electrónicas, los bancos ofrecían a las corporaciones
transnacionales informes de saldos, extractos de cuentas y facilidades interactivas para
consultas y envíos de órdenes de movimientos de fondos. En 1983, IBM proveyó a los
bancos de terminales inteligentes para su instalación y operación desde las empresas. En
1976, el número de usuarios finales de estos sistemas de administración de fondos era
de 200. En 1983, se amplió a 27.500 usuarios. En 1984, el Citibank tenía instaladas en
los locales de sus clientes de todo el mundo un total de 17.000 terminales inteligentes.
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Estas terminales inteligentes posibilitaban a las corporaciones transnacionales contar


con la información para administrar eficientemente los saldos de efectivo, realizar
operaciones de cambio, controlar los flujos de fondos, verificar las registraciones, anular
los tiempos de intermediación y reducir al mínimo los costos. Estos sistemas se fueron
perfeccionando, posibilitando la integración con otros sistemas de comunicación, por
ejemplo con el SWIFT, que permitía el acceso a la información de otros bancos.
El Citibank, por ejemplo, desarrolló el sistema INFOPOOL, con un gran ordenador
central ubicado en Bruselas que, a pedido de sus clientes, reunía información de sus
sucursales de todo el mundo y de otros bancos, compensaba saldos, efectuaba
operaciones a término, etc. Muchos otros bancos europeos y japoneses diseñaron
sistemas similares.
También se desarrollaron sistemas no bancarios, como el que brinda Servicios de
Información General Electric Co. (GEISCO), el mayor sistema mundial de tiempo
compartido. Servía de conducto principal de procesamiento de datos de muchos
programas, como los del Chemical Bank, Barclays, First Chicago, Morgan Quaranty,
National Westminster, Royal Bank of Canada y National Data Corporation.
Otro sistema no bancario importante era el Automatic Data Processing (ADP), que
ofrecía servicios similares a GEISCO y entre cuyos clientes se encontraba el Midland
Bank. Para poder operar en tiempo real con distintas sucursales, en Estados Unidos
funcionaba el Sistema de Pagos Automatizados de la Cámara de Compensación
(CHIPS) y en Inglaterra el Sistema de Pagos Automatizados de la Cámara de
Compensación (CHAPS). También se utilizaba el Sistema SWIFT.
Hacia fines de la década de 1980, las terminales inteligentes fueron reemplazadas por
el Sistema de Trabajo de Tesorería Empresarial (CTWS), un software integrado de
creación de modelos, soportes de transacción e información de gestión. El CTWS
permitía efectuar simulaciones y construir modelos alternativos; controlar, registrar y
clasificar las transacciones y, finalmente, construir información para la gerencia sobre
movimientos, saldos rendimientos, diferencias de cambio, intereses y otros ítems.
El CTWS fue complementado a su vez por MONITOR REUTER, un servicio de
REUTERS, la agencia de información mundial que brinda datos en tiempo real de más
de 100 bolsas de valores y de productos primarios del mundo. En 1997, había más de
110.000 monitores en todo el mundo.
La Bolsa de Nueva York invirtió más de 100 millones de dólares en incorporación de
tecnología informática y en telecomunicaciones, que le permitió operar volúmenes de
operaciones 10 veces superiores a los defines de la década de 1960. Más del 65% de las
órdenes que recibe la Bolsa se procesan electrónicamente. El 10% de sus agentes sólo
tiene acceso electrónico al recinto. Las bolsas norteamericanas están interconectadas a
través del Sistema de Negociación Intermercados (ITS), que proporciona información
sobre transacciones y cotizaciones y permite trasladar órdenes de una bolsa a otra.
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Al producirse la integración de los distintos mercados mundiales -divisas, valores,


capitales, etc.-, tras la desregulación posterior a las crisis del petróleo, los volúmenes de
negocios y la gama de productos de incrementaron enormemente. Esto provocó la
eliminación de muchos operadores pequeños y empresas sin suficiente capital, que no
pudieron afrontar las nuevas demandas de inversión en tecnología y equipamiento.
La integración de los mercados impulsó la necesidad de información, que fue
satisfecha por redes electrónicas como Reuters, Telearte y Dun & Bradstreet. Luego, se
agregarían el Citicorp, con la compra de Quotron y la asociación entre Merrill Lynch e
IBM. Al aumentar la variabilidad de los mercados financieros, la información monetaria
se volvió tan valiosa como el propio dinero.
Los sistemas electrónicos facilitaron las operaciones en línea y en tiempo real. Los
programas de las computadoras fueron diseñadas para controlar el riesgo, pero, al
accionarse automáticamente, aumentaron aún más la volatilidad de los mercados. El 19
de Octubre de 1984, Wall Street cayó un 25%. El efecto de esta caída se propagó en
pocas horas a todas las bolsas del mundo, por los sistemas electrónicos de negociación
automática.
4. El proceso de globalización
Las crisis del petróleo, de 1973 y 1979, afectaron profundamente la estructura
económica mundial y el ordenamiento institucional establecido luego de finalizada la
Segunda Guerra Mundial. Estas crisis generaron profundos cambios en el sistema
monetario internacional, en la organización de la producción, en el funcionamiento de
los mercados y en las variables macroeconómicas de los países. La crisis de la deuda
externa en la década de 1980, terminó de instalar en el mundo la incertidumbre y la
turbulencia, que alimentarían aún más la volatilidad de las variables económicas y
financieras.
En este contexto se produce, en la década de 1970, la emergencia de la globalización
como fenómeno, al impactar las crisis en todo el mundo económico, financiero, político
y social, prácticamente en tiempo real. Todos los países sufrieron el impacto de las
crisis del petróleo, sin distinción de sistemas económicos o políticos. Por primera vez en
el mundo, las fronteras de las naciones eran trasvasadas totalmente, sin que nada
pudiera frenar el impacto.
Este hecho no hubiera sido posible si antes no se producía su gestación mediante la
expansión de las grandes corporaciones transnacionales, la mundialización de la banca y
el desarrollo de la informática y las telecomunicaciones. El crecimiento de la
globalización fue alimentado y favorecido por determinadas condiciones que aceleraron
su desarrollo: la libre flotación del dólar, la desregulación de los mercados, el desarrollo
del mercado mundial de capitales, la crisis de la deuda externa y la integración
económica y financiera.
El gran desarrollo industrial de Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, logrado
en las tres décadas posteriores a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, se
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basaba en gran medida en la utilización del petróleo barato del Medio Oriente, como
fuente básica de energía. La explicación es muy simple. El costo de producción nacional
de petróleo o del carbón -para los países que contaban con estos recursos naturales- era
muy superior a los 10 á 20 centavos de dólar que costaba el barril del crudo importado
del Golfo.
Esta situación hacía que el mundo industrial desarrollado se tornara cada vez más
dependiente del petróleo del Medio Oriente, convirtiéndolo en una fuente crítica de
energía mundial. Esta vulnerabilidad de los países desarrollados fue aprovechada por la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), al producirse el estallido de
la guerra Árabe-Israelí en octubre de 1973.
Entre octubre de 1973 y enero de 1974, el crudo aumentó más del 400%,
inflacionando los costos de producción de los países desarrollados, que, hasta entonces,
venían obteniendo buenos excedentes en sus balanzas de pago, que eran reciclados
hacia los países menos desarrollados, vía inversiones extranjeras directas o aportes de
organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el
Banco Mundial y otros.
Los flujos mundiales de capitales inmediatamente fueron afectados por esta escalada
del precio del petróleo y las economías del mundo entraron en crisis. Los países de la
OPEP, particularmente los del Golfo Pérsico -Arabia Saudita, Kuwait, Emiratos Árabes
e Irán- obtuvieron en 1974 ingresos en divisas por más de 100.000 millones de dólares.
Estos países destinaron sólo una pequeña parte de estos ingresos a financiar los
desequilibrios externos de los países en desarrollo importadores de petróleo, vía aportes
directos o a través del Banco Mundial o del Fondo Monetario Internacional (Shannon,
1991).
La mayor parte de los ingresos extraordinarios fueron destinados a: a) préstamos
directos a Japón, Canadá y Países Europeos para cubrir sus déficits, b) inversiones
directas en acciones y bienes inmobiliarios de Estados Unidos e Inglaterra, c) depósitos
bancarios en dólares y libras esterlinas en Estados Unidos e Inglaterra, d) compra de
títulos públicos de Estados Unidos e Inglaterra y e) depósitos bancarios a corto plazo en
eurodivisas en los grandes bancos multinacionales.
Salvo los demás países, Estados Unidos e Inglaterra financiaron el mayor costo
derivado del aumento del precio del petróleo, con la afluencia de capitales provenientes
de los mismos países productores de petróleo. En general, los países industrializados
respondieron al aumento del precio del petróleo aumentando a su vez el precio de sus
propios productos manufacturados. De esta manera, si bien desaparecieron los
excedentes económicos que venían acumulando, no sufrieron pérdidas importantes en
términos generales.
El mayor impacto negativo del aumento del precio del petróleo lo sufrieron los países
en desarrollo, que rápidamente se encontraron con fuertes déficits en sus balanzas de
pago, ya sea por aumento del precio del petróleo importado o por aumento de los
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productos manufacturados que importaban de los países desarrollados. Los países en


desarrollo hicieron uso de tres alternativas, principalmente, para financiar sus déficits:
a) endeudamiento en el mercado internacional de capitales, b) reestructuración
económica para reducir la dependencia del petróleo y c) devaluación interna.
Los países de América Latina optaron por el endeudamiento externo y la devaluación
de su moneda. Brasil, además de estas alternativas, intentó disminuir la dependencia del
petróleo desarrollando productos sustitutos de fuente renovable. Los países de Asia y
África, sin acceso al crédito externo y sin aportes de los organismos internacionales,
incrementaron aun más sus niveles de pobreza.
Los bancos multinacionales recibieron una afluencia masiva de fondos de los países
de la OPEP, en forma de eurodepósitos que fueron utilizados a su vez para otorgar
préstamos a los países desarrollados y en desarrollo, para financiar sus déficits. Desde
1974, los bancos multinacionales se constituyeron en los grandes prestamistas de los
gobiernos, convirtiendo a los euromercados en el principal mercado mundial de
capitales.
Cuadro Nº 5
Préstamos en eurodivisas a los gobiernos de países
En millones de dólares
Año Desarrollados En desarrollo Total
1974 23.000 6.300 29.300
1975 12.800 8.200 21.100
1976 17.800 11.000 28.800
1977 28.300 13.500 41.800
1978 43.300 26.900 70.200
1979 47.400 35.400 82.800
1980 42.300 35.100 77.400
1981 88.100 45.300 133.40
1982 43.500 41.500 85.000
1983 41.300 32.900 74.200
Fuente: Morgan Guaranty Trust Co

En los 10 años que muestra el cuadro precedente, el volumen acumulado de


préstamos a los gobiernos ascendió a 643.900 millones de dólares, de los cuales
387.800 millones (60%) se destinó a los países desarrollados y 256.100 millones (40%)
a los países en desarrollo. Este volumen de fondos no fue distribuido masivamente a los
países, sino en forma selectiva. Según el Informe Anual 1979/1980 del Banco de Pagos
Internacionales (BIS), a fines de 1979 el 97,8% del volumen acumulado de préstamos
del euromercado a países en desarrollo estaba concentrado en los siguientes 5 países:
Cuadro Nº 6
Préstamos en eurodivisas a los países en desarrollo
En millones de dólares
Países en Desarrollo Millones de U$S Porcentaje
Brasil 58.597 36.9
México 48.752 30.7
Argentina 20.803 13.1
Corea del Sur 16.356 10.3
Liberia 10.798 6.8
Total 158.800 97.8
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Mientras los países en desarrollo aumentaban su endeudamiento externo y su déficit


de balanza de pagos, los países desarrollados se fueron recuperando rápidamente de la
crisis, gracias al superávit de sus balanzas comerciales, por mayores cantidades de
exportaciones a precios más elevados y gracias también al incremento de productividad,
por la incorporación de tecnología y cambios en los esquemas de producción.
Hacia fines de 1978, los países desarrollados habían superado gran parte de la crisis
del petróleo iniciada en 1973. Los países de la OPEP, en tanto, habían destinado buena
parte de sus excedentes a proyectos faraónicos, a gastos militares y a consumos
suntuarios. En 1979, al haberse reducido sus excedentes, estos países vuelven a disponer
otro fuerte aumento del precio del petróleo, llevando el barril de crudo a 24 dólares.
En 1980, otros aumentos elevaron el precio a más de 35 dólares. La economía
mundial entró en una profunda recesión y la inflación se agudizó. En Estados Unidos
(Ronald Reagan), Inglaterra (Margaret Thatcher) y Alemania Occidental, se instalaron
gobiernos conservadores que profundizaron la lucha contra la inflación, mediante el uso
de políticas monetarias restrictivas que actuaron sobre la cantidad de dinero y los
salarios reales.
Los países desarrollados optaron por otras fuentes alternativas de energía y la
demanda mundial de petróleo cayó ostensiblemente. No obstante, los países de la OPEP
obtuvieron nuevamente importantes excedentes, que en 1980 llegaron a 164.000
millones de dólares, en tanto que los países desarrollados, por la recesión, no pudieron
repetir la experiencia de la anterior crisis del petróleo, de aumentar el precio de sus
productos manufacturados.
Los organismos financieros internacionales no adoptaron ninguna medida ante la
nueva crisis, siguiendo la línea de políticas restrictivas de los gobiernos conservadores.
Los gobiernos, en tanto, debieron recurrir a nuevos préstamos con los bancos
multinacionales, para cubrir sus déficits. Estos créditos fueron atendidos con los nuevos
excedentes de los de los países de la OPEP. Los 9 mayores bancos de Estados Unidos
concentraron sus préstamos en México, Brasil y Argentina.
Entre fines de 1979 y mediados de 1982, los préstamos a estos países crecieron a un
ritmo anual del 35% para México, 15% para Brasil y 30% para Argentina. Estos nuevos
préstamos fueron concedidos a plazos mucho más cortos que los anteriores y
aumentaron la vulnerabilidad externa de los países, sumado esto a la baja de precios de
los productos primarios -excepto el petróleo- por recesión de los países industrializados
y a la suba de las tasas de interés internacionales por la política monetaria restrictiva de
los países desarrollados.
Las crisis del petróleo, de la década de 1970, afectaron globalmente a todos los
países, a todas las economías, a todos los sistemas, instituciones y organismos. Nada ni
nadie quedó a salvo. Por primera vez, se manifestaba con toda su fuerza el fenómeno de
la globalización.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

5. Consolidación del proceso de globalización


Las crisis del petróleo, de 1973 y 1979, provocan la emergencia de la globalización
como fenómeno. Luego, el desarrollo de los mercados mundiales de divisas y de
capitales posibilita el rápido crecimiento y expansión del fenómeno en la década de
1980. En la década de 1990, la globalización se consolida definitivamente, con la
desintegración del régimen socialista soviético, la integración de los mercados y la
expansión del dinero electrónico1. Esta consolidación, tiene como correlato importantes
consecuencias políticas y sociales, originándose -además- una especie de “psicología
financiera”, a partir de la cual se intenta explicar muchos comportamientos humanos en
relación a los mercados.
La caída de “Muro de Berlín”, el 9 de noviembre de 1989, significó simbólicamente
el fin del régimen socialista soviético y el comienzo de la integración Este-Oeste al
amparo del triunfante régimen capitalista. En realidad, más allá del hecho simbólico,
significó la consolidación definitiva de la “Perestroika”, el movimiento renovador pro-
occidentalista liderado por Mijail Gorbaschov, que surgió como alternativa ante el
profundo proceso de deterioro del régimen socialista soviético, por las causas ya
analizadas anteriormente.
La apertura hacia Occidente de los países del Este, abrió un gran horizonte, en
términos de oportunidades de inversión, para las grandes corporaciones transnacionales
y la banca mundial, sólo equiparable al Plan Marshall de la década de 1940 que
reconstruyó la Europa de posguerra. Los países que emergían de la antigua órbita
socialista soviética, tenían enormes necesidades de todo tipo de bienes de capital y de
consumo, para disminuir la brecha tecnológica y de calidad de vida respecto a los países
desarrollados del occidente capitalista. Estas demandas originaron crecientes flujos
comerciales y de inversión hacia los ex países socialistas, que rápidamente fueron
incorporados como nuevos mercados.
El dinamismo económico fue acompañado por acelerados procesos de cambios
políticos y culturales, en algunos casos traumáticos. Países como China y la India, que
en conjunto representan casi el 40% de la población mundial, profundizaron la apertura
de sus fronteras a la influencia del sistema capitalista, transitando por profundos
cambios económicos, políticos y culturales. Esta rápida expansión del capitalismo a
nivel mundial produjo la obsolescencia de muchas ideas vinculadas con el rol del
Estado en la economía y en la organización social.
Los nuevos paradigmas del capitalismo se transmitieron a los países a través de los
diversos organismos internacionales, de los medios de comunicación social y de las
grandes corporaciones transnacionales. Las ideas centrales de liberalización de los
mercados, privatización de la economía, desregulación, apertura económica y reforma
del Estado, fueron adoptadas por muchos países de Europa del Este, Asia, Africa y
América Latina, consolidándose este proceso de mundialización del capitalismo.

1
Para el desarrollo de estos temas se toma como referencia bibliográfica la obra mencionada de N. Minsburg y H.W.Valle (edit.).
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

En lo político e ideológico, fueron diluyéndose las ideas de no alineación y la


capacidad de autodeterminación de muchos países, acrecentándose la dependencia de
los intereses de los Estados Unidos, tanto en el corto como en el largo plazo. La tríada
Estados Unidos-Alemania-Japón se consolidó como poder rector de la economía
mundial, bajo la dirección política de los Estados Unidos.
El ámbito de discusión y control de la economía mundial se concentró en el grupo de
los 7 países (G-7) conformado por Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra,
Francia, Canadá e Italia. Las decisiones del G-7 afectan tanto a los 24 países
desarrollados nucleados en la O.C.D.E. (Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económico), como al resto del mundo.
6. El nuevo orden mundial
La referencia a un nuevo orden mundial parece una obviedad que no merecería
mayor análisis, si tenemos en cuenta su abundante mención en los últimos años por los
medios de comunicación social, organismos internacionales, intelectuales, ideólogos y
políticos. Además, por nuestra propia experiencia cotidiana, difícilmente se nos escape
que estamos hoy en presencia de un nuevo orden, que no se daba hace algunos años
atrás y que asume una serie de rasgos que lo hacen una cuestión propia de estos
tiempos, es decir, de fines del siglo XX y principios del siglo XXI.
No obstante tal aparente obviedad, ¿qué es el nuevo orden mundial?, ¿cuáles son sus
rasgos más relevantes?, ¿por qué es tan importante su referencia? y ¿cuáles son sus
significados político, ideológico y económico? Estos son algunos interrogantes cuyas
respuestas ya no resultan tan obvias y que, por lo tanto, se hace necesario dilucidar, con
el fin de comprender el contexto en el cual se profundiza y expande el proceso de
globalización.
Significado político-ideológico
Como lo sostiene Bernal Meza2, la expresión nuevo orden mundial tiene varios
significados, según sea el ámbito al cual se lo está refiriendo. Particularmente, resultan
de mayor interés los significados político-ideológico y económico. El significado
político-ideológico fue claramente puesto de manifiesto por el entonces Presidente de
Estados Unidos, George Busch, en oportunidad de justificar la intervención de su país
en la llamada “Guerra del Golfo” llevada a cabo contra Irak a comienzos de la década
de 1990. La intervención se justificaba a partir de la vigencia de un nuevo orden
mundial, donde las supuestas naciones democráticas del mundo debían defender la paz
y sancionar, militar y económicamente, a aquellos países que la violaran, como lo había
hecho Irak con su invasión a Kuwait.
Las autodenominadas naciones democráticas del mundo, a que hacía referencia
Busch, eran básicamente las integrantes del denominado grupo de 7 países más
poderosos y desarrollados del mundo, el G-7, conformado, como ya lo señalamos

2
Bernal Meza, R. (1994) “América Latina en la economía política mundial”, Grupo Editor Latinoamericano, Buenos Aires.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

anteriormente, por Estados Unidos de América, Alemania Federal, Japón, Inglaterra,


Francia, Canadá e Italia.
Últimamente, se ha constituido este grupo con 8 países, el G-8, al incorporarse Rusia,
tras la caída del muro de Berlín y como un hecho más bien simbólico y político de
reconocimiento por su apertura e integración al capitalismo mundial. En forma
extensiva, aquella referencia de Busch incluía a las 24 naciones integrantes de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (O.C.D.E.) y algunas
otras naciones democráticas menos desarrolladas.
En este ámbito político-ideológico, el nuevo orden mundial equivale a una compleja
interdependencia mundial entre países “libres”, que deben asegurar la plena vigencia de
reglas de juego internacionales y castigar su trasgresión. Estas reglas de juego son
establecidas en base a negociación y acuerdo, llevados a cabo en el ámbito del G-8 y la
OCDE, entre otros, luego de lo cual se tornan de cumplimiento prácticamente
obligatorio para el resto de las naciones del mundo.
El nuevo orden mundial, en lo político-ideológico, equivale a una “política de
poder”, en virtud de la cual quienes la detentan tienen capacidad para “ordenar” el
mundo. Esta capacidad de ordenamiento se centra en el G-8, pero más acotadamente en
Estados Unidos y Alemania, como cabezas de los dos bloques políticos y económicos
más importantes del mundo, el NAFTA y la Unión Europea, y, más acotadamente aún,
en Estados Unidos, como cabeza hegemónica y garante del capitalismo mundial.
Los organismos internacionales inscriben su desempeño en este nuevo orden
mundial. Actúan, en cierto sentido, como mandatarios de las naciones líderes. En este
marco, por ejemplo, cabe interpretar las intervenciones del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas, que, para cumplir la voluntad de sus mandantes, abandona el
principio de no-intervención que había sostenido históricamente.
Otro ejemplo lo constituyen el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
cuya actuación e intereses se orientan abiertamente a satisfacer los deseos e intereses del
G-8, principalmente de Estados Unidos, dejando de lado los objetivos para los cuales
históricamente fueron creados y que tenían que ver con los desequilibrios de las
balanzas de pago de los países y la necesidad de financiamiento del desarrollo
económico.
La desintegración del bloque soviético y la caída del Muro de Berlín, el 9 de
Noviembre de 1989, constituyen un verdadero hito histórico en este proceso de
construcción de un nuevo orden mundial. En lo estratégico-militar, significó el fin de la
guerra fría y del esquema de poder Este-Oeste. En lo político-ideológico, significa el
triunfo del neoliberalismo como modelo de organización económica. La desaparición
del bloque contestatario soviético significa la desaparición del mundo bipolar y la
aparición de un mundo unipolar y a su vez multipolar. La visión del mundo se unifica,
por la homogeneidad ideológica que provoca el neoliberalismo, pero también se genera
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

un proceso de transición, donde es difícil la gobernabilidad a nivel mundial, por la


dificultad de establecer mecanismos regulatorios de alcance internacional.
Significado económico
Además del significado político–ideológico, el nuevo orden mundial tiene un claro
significado económico y por esto es básicamente un nuevo orden económico mundial.
Son dos significados totalmente complementarios, hasta tal punto que no podríamos
hablar estrictamente de lo político sin lo económico, ni de lo económico sin lo político.
Desde el punto de vista económico, el nuevo orden surge de cambios drásticos en la
distribución del poder mundial, como consecuencia de las nuevas condiciones de
competencia internacional, de los nuevos modos de producción, de la
desnacionalización y regionalización económica, y de la desregulación y liberalización
de las economías.
La competencia internacional ya no es de naturaleza política, militar o estratégica,
como en el viejo orden bipolar Este-Oeste, sino que es de naturaleza económica. Ya no
se trata de dos modelos de acumulación enfrentados entre sí, el capitalismo y el
socialismo, sino de una rivalidad intrínseca, instalada en las entrañas mismas del
capitalismo mundial.
El capitalismo enfrenta, con el nuevo orden, varios problemas que en el viejo orden
estaban ocultos por la confrontación Este-Oeste. En primer lugar, hay varias formas y
concepciones de capitalismo. Desde las formas “europeas” que propugnan diversos
tipos y grados de intervención del Estado en la economía, hasta la forma
“norteamericana” de absoluta libertad de mercado y abstención del Estado. Esto genera
disparidad de criterios y dificulta enormemente el establecimiento de reglas de
aplicación internacional.
En segundo lugar, la inseguridad y el temor que generaba un eventual enfrentamiento
Este-Oeste constituía un factor disciplinador de las naciones europeas, que buscaban,
reconocían o aceptaban, la protección y paternidad de Estados Unidos. Desaparecida
esta amenaza, se liberaron las fuerzas competitivas del capitalismo mundial y se
profundiza el proceso de globalización, regionalización y multipolaridad, constituyendo
esto en gran medida una seria amenaza para la estabilidad y la paz mundial, ya que estas
fuerzas son generalmente contrapuestas, fragmentarias y antagónicas, y no precisamente
complementarias ni unificadoras.
En tercer lugar, los factores determinantes de poder económico están sujetos a una
gran volatilidad que genera inestabilidad e incertidumbre para la economía mundial
capitalista. Estos factores están ligados al acelerado cambio tecnológico, a la
investigación científica y al flujo de grandes masas de capitales, que en su mayor parte
no responden a decisiones de los gobiernos sino de las grandes corporaciones
transnacionales.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

En cuarto lugar, no se han desarrollado aún mecanismos eficientes a nivel


internacional, que sean capaces de contener o por lo menos evitar las crisis, actuando
como mecanismos reguladores. El nuevo orden aparece en este sentido más bien como
un “desorden”, como lo sostiene Minsburg3, al actuar las fuerzas económicas casi
exclusivamente en función de los intereses de las grandes corporaciones antes que en
función de reglas de juego fijadas por las naciones líderes o los organismos
internacionales.
En quinto lugar, la prosperidad de muchos países y regiones beneficiadas por las
inversiones extranjeras directas, realizadas por las grandes corporaciones
internacionales, contrasta de forma creciente con el retraso y la marginalidad de muchos
otros países y regiones, acentuándose cada vez más los desequilibrios macroeconómicos
y demográficos, lo cual constituye una grave amenaza latente para la paz mundial y la
supervivencia del sistema en el largo plazo.
Unipolaridad
El fin del orden bipolar y el surgimiento de la unipolaridad4 comenzó a gestarse ya
hacia fines de la década de 1970, a partir del proceso de desintegración del bloque
soviético, que finalmente tuvo en la caída del muro de Berlín, acaecido el 9 de
Noviembre de 1989, el hecho simbólico más trascendente y elocuente del
desmoronamiento del socialismo como sistema político-ideológico, estratégico-militar y
económico.
Los gérmenes del proceso de desintegración son de origen endógeno y exógeno.
Entre los endógenos, se destacan el anquilosamiento de un sistema político
burocratizado, los enfrentamientos entre reformistas y conservadores y las crecientes
dificultades económicas generadas por el costo de mantener la política de seguridad y
equilibrio estratégico-militar con la O.T.A.N. y el sistema de lealtad de los países
miembros del bloque. Entre los exógenos, se destacan los derivados de las crisis del
petróleo, las ideas neoliberales y el factor religioso.
La crisis del petróleo significó una reasignación de recursos a escala mundial y la
reestructuración tecnológica, productiva y financiera del mundo capitalista. El modelo
estatista soviético, poco flexible y adaptable a los cambios, se vio afectado por la crisis
y no lo pudo superar. Los sucesivos gobiernos conservadores de Ronald Reagan y
Margaret Thatcher instalaron y difundieron las ideas centrales del nuevo paradigma
neoliberal monetarista: la superación de las ideas de Keynes, el mercado como
asignador eficiente de recursos y el Estado como fuente de ineficiencia, atraso y
subdesarrollo.
La reproducción sistemática de estas ideas, a través de medios de comunicación cada
vez más desarrollados, terminó por corroer la base de sustentación ideológica del

3
Minsburg, N. (1994) “América Latina ante la globalización y transnacionalización de la economía” en Minsburg N. y Valle H.W.
(ed.) “El impacto de la globalización. La encrucijada económica del siglo XXI”, Letra Buena, Buenos Aires.
4
Bernal Meza, R., obra citada.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

modelo socialista soviético. A ello contribuyeron, además, como factor religioso, las
ideas de Karol Wojtyla revisando varias líneas del Concilio Vaticano II y unificando la
posición de la Iglesia Católica contra las corrientes eclesiásticas críticas del modelo
capitalista, como ya lo señalaba Bernal Meza en 1994.
Las consecuencias de la desintegración del bloque soviético fueron varias. A nivel
mundial se inició un periodo de transición, caracterizado básicamente por la
inestabilidad y la incertidumbre respecto al futuro, ya que indudablemente la
bipolaridad había desaparecido. Desaparecía el esquema de poder basado en lo político-
estratégico-militar antes que en lo económico y era reemplazado por la unipolaridad,
sustentada básicamente en reglas de juego económicas antes que políticas.
Además, la pérdida del imaginario socialista implicaba el abandono definitivo del
modelo de desarrollo centrado en el Estado de Bienestar o Estado Social, dando paso a
la generalización del modelo de Economía de Mercado, como forma básica de
organización económica unipolar. El mundo unipolar se erige así en el único escenario
para la competencia y la rivalidad económica, para los conflictos potenciales entre
regiones y países de diferentes grados de desarrollo económico y para la lucha por el
poder y la dominación a escala mundial.
Multipolaridad
El fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín corrieron el telón y dejaron a la
vista otra faceta del nuevo orden mundial: La multipolaridad5. Los dos países
principales, derrotados militar, política e ideológicamente en la Segunda Guerra
Mundial, Alemania y Japón, paradójicamente emergían como los dos principales
vencedores de la guerra fría.
La reconstrucción alemana de posguerra implicó fuertes flujos de capitales hacia ese
país, que fueron revalorizando el marco alemán y consolidando políticas de altas tasas
de interés, que favorecieron una alta capitalización interna. Por su parte Japón, luego de
tres décadas de investigación de posguerra, había consolidado en el mundo, tras las
crisis del petróleo, una fuerte hegemonía tecnológica que motivó una rápida expansión
económica y balanzas comerciales altamente favorables.
La unificación alemana, luego de la caída del muro de Berlín, se constituye en el
símbolo del proceso de consolidación política y económica de Alemania en la
Comunidad Económica Europea y, más tarde, en la Unión Europea, donde la hegemonía
germana se hace cada vez más decisiva. Sin embargo, es Estados Unidos el que
mayormente incrementa su presencia y su hegemonía a nivel mundial tras la
desintegración del bloque soviético y la caída del muro de Berlín, y lo hace de varias
maneras: a) concentra el liderazgo político, estratégico y militar; b) impone al mundo
como algo natural y universal su ideología neoliberal, su capitalismo y su cultura; c)
produce alrededor del 25% del producto bruto mundial y d) el crecimiento de las

5
Bernal Meza R., obra citada.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

empresas y bancos transnacionales norteamericanos constituye la causa principal del


proceso de globalización económica y financiera mundial, como ya lo sostenía Bernal
Meza en 1994.
La multipolaridad se basa fundamentalmente en la regionalización de la economía
mundial y en la interdependencia que deviene de esta situación. A nivel mundial,
adquieren una clara individualidad e identificación tres regiones económicas
conformados por: 1) Estados Unidos, Canadá y México, países integrantes del NAFTA
(North American Free Trade Agreement), al que adhieren políticamente varios países
latinoamericanos; 2) Japón y los países del sudeste asiático y 3) Alemania y los países
integrantes de la Unión Europea surgida del tratado de Maastricht de 1992.
La regionalización es un dato clave de la multipolaridad. Estados Unidos, Japón y
Alemania, constituyen polos en torno de los cuales se conforman núcleos regionales,
que interactúan competitivamente en términos de tecnología, capitales y flujos
comerciales. En los comienzos del nuevo milenio, esta fuerte competitividad se da
principalmente entre la Unión Europea y el Nafta, ya que Japón prácticamente se
transformó en un aliado estratégico incondicional de Estados Unidos.
La multipolaridad pone en juego complejos mecanismos de negociación
interregional, que tornan cada vez más difíciles las decisiones que, en materia de
coordinación de políticas macroeconómicas, debe tomar el G-8. Las dificultades son
mayores aún cuando las decisiones responden a intereses de las corporaciones
transnacionales, que actúan en una o más regiones económicas.
Es evidente que la multipolaridad ha incrementado la incertidumbre en el mundo, por
la interdependencia entre las regiones y la lucha por el poder y la dominación
económica que genera cada decisión. A esto tenemos que agregar la presencia cada vez
más gravitante en el mundo de otras naciones que no pertenecen a estos bloques: China
y la India. Estas dos naciones se han convertido en un nuevo polo de inversión de las
corporaciones transnacionales y constituyen poderosos mercados consumidores de todo
tipo de bienes y servicios.
Como ya lo afirmaba Bernal Meza en 1994, la multipolaridad provoca la
regionalización de las inversiones extranjeras directas. El marco de éstas está definido
sólo por lo político y económico regional. Las corporaciones transnacionales invierten
donde maximizan sus retornos, en función de las ventajas que obtienen en términos de
costo de la mano de obra, cargas impositivas, exigencias legales, entre otras.
Esto produce la necesidad de una rápida estandarización de las políticas económicas
de los núcleos regionales, para responder a la dinámica de las inversiones extranjeras
directas y por los peligros de marginalidad y desequilibrios que pueden acarrear en
algunos países. Los núcleos regionales ejercen, de esta manera, una fuerte presión hacia
los países no integrantes de los mismos, y éstos, a su vez, ven cada vez más reducidos
sus márgenes de maniobras y sus posibilidades de crecimiento económico al margen de
los lineamientos regionales.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Transnacionalización
El concepto clásico de soberanía afirmaba que un pueblo que habitaba un territorio
definido con fronteras, determinaba su propio devenir histórico, a través de sus
instituciones políticas nacionales, y el cambio se generaba en el interior de cada
sociedad. En el nuevo orden mundial, las fronteras nacionales han perdido sentido en
términos económicos, los estados nacionales deben reformular continuamente su rol, el
concepto clásico de soberanía ha entrado en crisis y los cambios sociales devienen
básicamente de factores exógenos antes que endógenos.
La globalización impone patrones universales de cultura, estilos de vida y formas de
pensamiento. Es un proceso de estandarización y masificación que se refuerza y
realimenta continuamente, cada vez con mayor intensidad, especialmente por la acción
de los medios de comunicación social, las corporaciones transnacionales y el consumo
cada vez más generalizado de tecnologías de información y comunicación.
Como ya lo describía Minsburg en 1994, las grandes corporaciones transnacionales
han impuesto sus marcas de productos en el mundo, sin límites de fronteras. El mundo
es un único mercado. El consumo de marcas de productos como Motorola, Samsung,
Nokia, Coca Cola, IBM, Sony, Goldstar, McDonald’s y muchos otros, es un fenómeno
mundial. Las producciones televisivas pueden ser transmitidas en directo y vistas en
forma simultánea por más de 3.000 millones de personas en el mundo.
Los patrones alimentarios, las formas de vestir, las costumbres, modas, creencias y
valores, son asimiladas rápidamente por millones de personas. El inglés se ha
transformado en el idioma universal, como el latín en el imperio romano de la
antigüedad. Es el idioma de los medios de comunicación social, del transporte,
comercio, finanzas, de la información, la política y los organismos internacionales.
Nuevo paradigma
La apertura y desregulación económica aparece como un fenómeno natural,
resultante del proceso de transnacionalización que caracteriza el nuevo orden mundial.
La ideología neoliberal presenta como natural lo que en realidad es el resultado de
procesos históricos configurados desde el poder político y económico.
Naisbitt y Aburdene6 resumían, al inicio de la década de 1990, las ideas
fundamentales del nuevo paradigma neoliberal como “El cambio básico del régimen
gubernamental al individual: de vivienda pública a casa propia, de servicios nacionales
de salud a opciones privadas, de reglamentación oficial a mecanismos de mercado, de
beneficencia a regreso al trabajo, de colectivismo a individualismo, de monopolio
oficial a empresa competitiva, de industrias estatales a compañías privatizadas, de
industrias del Estado a trabajadores propietarios, de planes gubernamentales de
seguro social a seguro privado e inversión, de cargas tributarias a reducción de
impuestos”.

6
Naisbitt, J. y Aburdene, P. (1990) “Megatendencias 2000. Diez nuevos rumbos para los años 90”, Norma, Buenos Aires.
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

Este paradigma define las nuevas reglas de funcionamiento de la economía mundial,


que son impuestas como marcos políticos a los gobiernos nacionales y a los cuales les
resulta muy difícil sustraerse de las mismas, por las presiones que ejercen los capitales
financieros internacionales y el poder económico acumulado por las corporaciones
transnacionales y, además, porque este paradigma se instala en el imaginario colectivo,
a través de la política, las instituciones sociales, los medios de comunicación social, los
centros de investigación y formación, las publicaciones y los personajes que se encargan
de reproducirla sistemáticamente como el nuevo catecismo de la fe y el progreso
humano. Este discurso hegemónico se constituye así en pensamiento único, fuera del
cual sólo hay herejía.
A pesar de este mesianismo discursivo de fines del siglo XX y comienzos del XXI, el
nuevo orden mundial, como hemos señalado anteriormente, tiene profundas grietas
internas que generan incertidumbre. Esto se refleja a diario en la volatilidad de los
mercados mundiales y en el aumento del riesgo de las decisiones públicas y privadas.
No hay una posición monolítica de los países que detentan el poder mundial, ni de las
corporaciones transnacionales ni de los organismos internacionales. Por el contrario,
hay cambios diarios de posiciones de fuerza, hay disputa por el poder y choque de
intereses entre países y bloques económicos, entre el dólar y el euro, entre mercados
económicos y financieros, entre corporaciones transnacionales, grupos económicos y
capitales financieros internacionales.
La unipolaridad del capitalismo mundial y su hegemónica expresión neoliberal,
contrasta a diario con la multipolaridad de intereses políticos y económicos,
particularmente de las grandes corporaciones transnacionales y su influencia en los
gobiernos y organismos internacionales. La globalización es un proceso autónomo, que
implica la desnacionalización de la economía mundial. El papel de “protección” contra
los impactos de la economía mundial, que ejercían los Estados, ha sido reemplazado por
un nuevo papel de “adaptación” al nuevo orden y al nuevo paradigma. De esta manera,
los procesos económicos implican procesos políticos de adaptación de los Estados y de
las economías nacionales a las condiciones globales del nuevo orden, limitándose cada
vez más la capacidad de maniobra interna en cuanto a la fijación de políticas nacionales.
A modo de conclusión, la globalización ha implicado cambios profundos: a) en las
relaciones entre los países, b) en la naturaleza del poder mundial, c) en la distribución
del poder mundial, d) en el modo de producción, e) en el modo de vida y f) en las
creencias y valores. Las relaciones entre países tenían como marco el derecho
internacional, la diplomacia y las relaciones políticas internacionales. Incluso la guerra,
en la concepción estratégica clásica, era una continuación de la política, por otros
medios.
Con la globalización se establece un nuevo orden, basado en la fuerza, no en el
derecho. En todo caso, en el derecho de unos pocos países de usar la fuerza. Se rompe el
pie de igualdad entre los países. Hay un regreso a un estadio anterior al derecho, más
cerca de la barbarie y la brutalidad que de la civilización. La política es reemplazada por
Agüero, Juan (2013) Gubernamentalidad Financiera. Editorial UNaM. Capítulos 1 y 2

la economía. Ya no se discuten derechos, sino intereses. Ya no hay sujetos, sino


agentes, que actúan en representación, actores, personajes.
El poder ya no es de naturaleza política, estratégica o militar. Es de naturaleza
económica. Se basa en la competencia, no en el derecho. El poder ya no está distribuido
territorialmente en bloques políticos, diferenciados ideológica y militarmente. La nueva
distribución del poder es estrictamente económica. Resulta de la puja competitiva por
mercados. Se basa en estrategias competitivas diseñadas por las grandes corporaciones
transnacionales.
El modo de producción responde a estas estrategias competitivas. Ya no hay
concentraciones de fábricas o procesos productivos en determinados países. Se produce
en muchos lugares, a veces muy distantes entre si. Se produce de forma muy diversa, no
estandarizada ni masiva, en partes que luego se ensamblan de muchas maneras en
distintos lugares.
Finalmente, la globalización ha modificado el modo de vida, las creencias y valores.
El trabajo ha dejado de ser un factor de desarrollo humano e integración familiar y
social, para transformarse en contingencia y precariedad. La incertidumbre torna difícil
la planificación y afecta las condiciones de vida y las posibilidades de desarrollo
humano. Se han modificado muchas creencias y valores en relación a las parejas, las
familias y las relaciones sociales.
El individualismo y el interés personal han reemplazado a la acción colectiva y el
interés público. El utilitarismo, a la solidaridad y la cooperación. En el capítulo
siguiente, se analizan algunas consecuencias de la globalización en la economía
argentina, tomando como caso el impacto de la crisis mejicana de mediados de la
década de 1990, con el fin de comprobar empíricamente algunas de las afirmaciones
hechas en este capítulo.
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