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INTRODUCCIÓN
El pueblo ha empezado a marchar, no por su propia iniciativa, sino por la iniciativa del
cazador. El pueblo cede cuando escucha cánticos bonitos de las sirenas, se deja hundir
pero ríe como pollino sintiéndose orgulloso. El pueblo cree cuando las palabras llenas
de demagogia salen de la boca del pez mayor. El pueblo no se inmuta y no se interesa
por su bienestar; está conforme alimentando a los que considera que están arriba.
La corrupción es un fenómeno que nos aqueja y del cual refunfuñamos diariamente; sin
embargo, no conocemos qué es lo que pasa, ni nos interesamos, sólo deglutimos sin
rechistar. Si Colombia ostenta una gran fama mundial por su riqueza natural, por su
diversidad, por su cultura vasta y hermosa; ¿por qué se presentan los problemas del
orden que se presentan? Al acercarnos a estudiar lo disfuncional de la nación, es
menester revisar la historicidad que enmaraña la problemática; es por esto que se
propone estudiar parte de las bases históricas que han contribuido al desarrollo de la
corrupción como fenómeno desgastante en Colombia y, vincularlo con otros fenómenos
del orden social, comportamental y ético que son adyacentes.
Para abordar este aspecto y entender por qué se debió empezar a marchar desde tiempos
ancestrales y no sólo desde ayer, es necesario comprender las raíces y significado de la
palabra corrupción así como la historicidad de dicho fenómeno en Colombia. La RAE
confiere varias acepciones para el término; algunas de las que más llaman mi atención
para efectos del actual escrito son las siguientes: “Acción y efecto de corromper o
corromperse”, “En las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica
consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho,
económico o de otra índole, de sus gestores” (Real Academia Española, 2014).
Etimológicamente corrupción deriva del latín corruptio, que “se refiere a la acción y
efecto de destruir o alterar globalmente por putrefacción, también acción de dañar,
sobornar o pervertir a alguien” (Diccionario Etimológico, 2001). Es decir, que la
corrupción es en otras palabras, una forma de perversión, de desvío del cauce natural de
las cosas para obtener ganancias personales e intereses propios.
Lo que se está abordando aquí son aspectos directamente éticos, o diríamos más bien,
un vacío ético que ha caracterizado particularmente a gran parte de los dirigentes que ha
tenido el país. Para Remolina (1991), existe hoy por hoy en el discurso de los hombres
de buena voluntad de nuestro país y también en sus conciencias, la constatación de un
vacío ético, una seguridad de la existencia del mismo, que se manifiesta en la conducta
individual y social de las gentes que pisan estas tierras y que “[..] va engullendo en su
espiral los extraordinarios recursos materiales y humanos de nuestra herencia común e
imposibilita consecuentemente la realización de nuestras legítimas aspiraciones
sociales” (Remolina, 1991). El vacío ético al que se está aludiendo, se refiere a la falta
de la ética como facultad orientadora de la vida personal y colectiva, y a la carencia de
un sistema de valores morales y sociales que direccionen el actuar.
Desde hace algún tiempo, se han venido creando partidos políticos llamados de
izquierda, que promulgan dentro de sus ideales, la batalla contra la corrupción y la
abolición de la misma; recogiendo ideologías de varios grupos semejantes que han
perseguido la misma filosofía; sin embargo, hay un puto en el que fallan y han
ingresado en un círculo vicioso desesperanzador, donde caen presos de aquello contra lo
que precisamente han luchado: es el caso del M19 y algunos grupos insurgentes que en
sus inicios tenían una conciencia ética de compromiso social, pero terminaron al
servicio de la corrupción en sus múltiples formas; esto afirma lo que Ortega y Gasset
(1930) en La rebelión de las masas postuló: “Ser de la izquierda es, como ser de la
derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil:
ambas, en efecto, son formas de la Hemiplejía moral” (Ortega y Gasset, 1930).
Tal vez no sólo basta con tener una conciencia moral que inste a actuar de una manera
más colectiva que individual; también hace falta una gran sensibilidad en términos de
Remolina (1991), que impulse a abandonar las apetencias personales del propio
egoísmo; pues éste entra en conflicto directo con el bien común. Esto podría ocasionar
varios fenómenos positivos para el país, como el buen manejo del poder por parte de los
dirigentes, y el acatamiento de las normas y leyes jurídicas de una manera concienzuda
y no coercible por parte del pueblo. Pues en este orden de ideas, las personas velarían
por un funcionamiento social acorde con las necesidades de todos, la colectividad sería
parte imprescindible para cada uno de los individuos; el reconocimiento del otro sería
imperativo, pero además necesario.
Todos quieren vivir por y para el dinero, es el proyecto de vida de muchos de los
habitantes de Colombia, entre ellos sus dirigentes; quienes han visto en el poder la
oportunidad perfecta para la consecución de ese aspecto imprescindible de la vida: el
dinero. Algunos de ellos lo consiguen y se van; otros lo consiguen pero cometen algún
error –que usualmente tiene que ser de dimensiones exorbitantes para que se le castigue-
y son sancionados; otros lo consiguen, cometen errores, no son sancionados, quieren
más y adicionalmente la población les cree; cuantas veces alguien con demagogia quiera
obtener algo del pueblo colombiano, el pueblo estará dispuesto a acceder; inocente del
vacío ético que impera alrededor, y que llena el aire, no de smog, pero sí de cinismo y
ruina. Por eso desde luego que hay que salir a marchar, pero no detrás de nadie, hay que
marchar por lo que nos es vulnerado todos los días, y no hay que hacernos los de la vista
gorda ante las situaciones donde los cazadores nos quieran utilizar como anzuelo para
pescar la cena.
CONCLUSIÓN
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Restrepo Arcila, N., Osorio Tamayo, P. A., & Alzate Castro, W. A. (2006). Los efectos
socio-económicos por la presencia de corrupción en el gasto público.
Adversia(1). Obtenido de
https://aprendeenlinea.udea.edu.co/revistas/index.php/adversia/article/viewFile/1
1300/10333