Sepan quantos esta carta de declaraciones graues y descargos de consiencia vieren, como el otorgante Mateo Rosas de Oqucndo, que otro tiempo fue Juan Sanchez. vezino de Tucuman donde oi un curso de artes y aprendí nigromancia para alcanzar cosas grandes, puesto ya el pie en el estribo para salir dcstas partes a tomar casa en el mundo dexando los arrabales, en lugar de despedida determino confesarme y descargar este pecho antes que vaia a embarcarme, porque si en la mar rebiento al tiempo del marearme, para salir de sus ondas sera pequeña la nave. Dcxen todos sus ofisios y vengan luego a cscuchanne; los casados, sus muxeres, las muxeres sus axuares, los poetas sus consetos, los músicos sus compases, los yndios sus sementeras, sus libros los colcsialcs, las damas sus exersisios, sus paseos los galanes, sus silletas los comunes y sus estrados los graues; dexen el gato las negras, , los negros sus atabales, los pulperos sus medidas, las pulperas sus dedales, la justicia sus corchetes, los corchetes sus maldades. los alguasiles su ronda la ronda sus disfrazes. Venga todo el pueblo junto, no dexe de oírme nadie, que no abra vno entre todos a quien no le alcance parte. y los que su propio onor por el inicies trocaren, dando en sus casas lugar para que otros las reparen, Vengan a oír mis sermones y sabrán, si no lo saben, que el mas amigo se rie de su proseder infame. Oiganme con atension, . ninguno tosa ni parle, que en cada rason que pierden pierden un amigo grande. ………………………….. Una vez fui en Tucuman debajo del estandarte, atronado de trompetas de pifanos y atabales, y caminamos tres dias unos llanos adelante, fundamos una ciudad, si es ciudad cuatro corrales, y quando el Gobernador tuvo nombrados alcaldes, hizome juez oficial de las haciendas reales. Xuntamonos en cabildo todos los capitulares escribimos al Virrcv un pliego de disparates, que por franquear el sitio para pueblos y heredades, fuimos con mucho trabajo para romper adelante ; que peleamos tres dias con veinte mil capaianes, salimos muchos heridos sin haber quien nos curase; que en pago deste servicio nos acudiese y honrase enviandonos esenciones, ió franquezas y libertades. Mas pues viene la cuaresma, y tengo de confesarme, yo restituyo la honra a los pobres naturales, que ni ellos se defendieron, ni dieron tales señales, antes nos dieron la tierra con muy buenas voluntades, y partieron con nosotros" de sus haciendas y ajuares ; y no me de Dios salud si se saco onza de sangre. Y en esto de pretensiones, si tiene de aprovecharme, como a otros valen mentiras, válganme a mi las verdades ; aunque con haber tan pocas, son muy poco lo que valen. Vosotros, soldados pobres, solos, tristes, miserables; los que sin ir a Palacio andáis por los arrabales, y en conservar vuestras vidas mostráis ingenios mas graves que Juanelo en su artificio y en los reloxes que haze, que el saca el agua del rio, vosotros el pan del aire ; aborrecidos del mundo, corridos por las ciudades, hechos fantasmas de noche. y de dia mendigantes ; de los casados celosos enemigos capitales, perdonaldes su rencor, que al fin coméis de sus carnes : ellos abrieron la tienda en quo vosotros comprastis. en sus despensas comistis, en sus saguanes scnastis, bestistis a costa de unos \ a costa de otros calsastis, y alguna vez que faltaron en su cama os acostastis, y viniendo de la guerra, en su casa dcsarmastis, \ os saludaron las aguas quando a sus fuentes llegastis. Oid deste compañero mil avisos importantes que a rompido todo el mundo para alcansar lo que sabe. O que trabaxosa vida ! que lastima tan grande ! Que compasión os tendra quien se llegare a escucharme ! Que batallas de fortuna, que de golpes, que de sangre ! que de presunciones vanas, fundadas en disparates ! Cuantas veces vais al rio a ver si ay quien os labe ! De cuantas negras sois negros, de cuantas mestizas paxes ! de cuantas feas escuderos ! de cuantas indias galanes ! De cuantas negras de noche tomáis el plato en la calle cuantas hurtáis juguetes para dar en otras partes! Que almidonados los cuellos ! las camisas sin lavarse, porque tienen mas banderas que el entierro de un Infante. Desdichado el de vosotros que para calificarse gasta la vida en la guerra sin dormir ni desnudarse. y el bellacon que se ocupa en exercicios infames, canonizado del vulgo, va el domingo a pasearse, si a su lado os ponéis, i dice que sois un bergante, y todo el pueblo le acude y a vos no os acude nadie.
La Sátira a las cosas que pasan en el Pirú es un romance satírico de más
de dos mil versos. Pedro Lasarte define el poema como: “...denuncia satírica, que recae principalmente sobre las actividades sexuales de las mujeres y la ostentación y oportunismo de la corte, llega[ndo] a crear una imagen global denigrante de la vida virreinal” (Lasarte 1990: xix). La sátira adopta la forma de sermón y testamento y comienza con la convocación de todos los miembros de la sociedad limeña que tienen “ofisios”, desde los casados y sus mujeres, pasando por poetas, músicos, indias, colegiales, damas, comunes, negras y negros, pulperos y pulperas, hasta llegar a los alguaziles y la rronda (vv. 23-42). El narrador tiene el objetivo de transmitir de manera crítica una experiencia de la que él mismo participa, convirtiéndose así en actor; tal convocación también tiene como propósito explícito la despedida, ya que la voz narrativa anuncia su decisión de abandonar el Perú.
Oquendo introduce en su lenguaje
voces caribes, nahuas, que dan como resultado un español que ha dejado de ser ibérico para pasar a ser netamente americano. juzgo pertinente convocar a estas tablas universitarias a un poeta sui generis: Mateo Rosas de Oquendo, para que nos ofrezca con su obra una singular claraboya desde la cual podamos mirar al mundo colonial de fines del siglo XVI y principios del XVII desde una perspectiva inédita. I Aunque la obra de este poeta no es muy extensa (por lo menos hasta donde se tiene noticia), hay en ella elementos muy valiosos que nos ayudarán a comprender tanto la vida cotidiana de la Ciudad de México de aquellos días, como algunas particularidades de su devenir social. Por ello, la producción que reviste mayor interés para su comentario es aquella donde la sátira se erige como el aliento vivificador del texto, dado que en ella el poeta vuelca no sólo sus mejores aciertos estilísticos, sino que lo lleva —quizá sin conocimiento de causa— a fijar de manera literaria lo que bien podemos denominar como albur primitivo. Oquendo, como muchos autores de la época, es un autor que presenta problemas desde que se intenta establecer su identidad e historia, elementos que, en su caso, serían de gran utilidad para enunciar con mayor seguridad los juicios que se han de emitir sobre su obra. Nace probablemente en Sevilla cerca de 1559 y en algún momento de su vida viaja hacia América, sin que se sepa la razón de este viaje, ¿placer?, ¿problemas con la Inquisición?, ¿líos de faldas?, él mismo en uno de suspoemas dice “por muxer perdí mi patria”. Su periplo en el continente comienza en el Perú, a donde llega aproximadamente en 1584, para después viajar hacia la Nu eva España a principios del siglo XVII, lugar donde redacta un documento seudo histórico cuya fecha es el último signo que hay sobre la existencia de Oquendo: 1612; posteriormente a esta fecha no se sabe nada de él. Si regresó o no a España, el año y lugar de su muerte, y otros datos de su existencia aún están por establecerse. Los problemas con su identidad no terminan aquí, ya que incluso la veracidad del nombre por el cual lo conocemos hoy día se encuentra en tela de juicio por dos razones fundamentales: que ni en el Archivo de Indias (1577-1584), ni en las actas de pasajeros a Indias (1575-1577) se han encontrado indicios de nadie llamado Mateo Rosas de Oquendo, y que por el uso reiterado de seudónimos en su obra (Andronio, Lucino, Jerónimo, Juan Sánchez) se puede sostener la hipótesis en la cual el susodicho precisa de la máscara para poder actuar, entonces, por extensión, Mateo Rosas de Oq u e n d o puede también ser un seudónimo. Una vez que ha quedado en claro (¿?) la condición “fantasmal” y por tanto proteica de nuestro poeta, hay que considerar varios aspectos particulares de la escritura oquendiana. En primer lugar, es preciso comentar que los originales de los poemas que cito en este ensayo se encuentran en un manuscrito catalogado con el número 19387 ubicado en la Biblioteca Nacional de Madrid bajo el título Papeles varios de varios poetas.1 Si bien los textos se encuentran escritos de manera homogénea en cuartetas octosilábicas (con ciertas excepciones, producto del descuido), la ortografía presenta u n a anarquía tal, que sólo podemos atribuirla a una conciencia transgresiva radical, o a que nuestro poeta era un analfabeta funcional. Los comentarios a su obra los comenzaremos con un breve recorrido por la parte “seria” de ella, para que, a través de la comparación, podamos aquilatar la valía de sus textos satíricos. Entre sus crónicas encontramos la Memoria de las cosas notables y de memoria que an susedido en esta ciu - dad de la Nueba España desde el año de 1611 asta hoy, sinco del mes de mayo de 1612 (sic). Este texto se encuentra enmarcado en una “moda” muy de la época: redactar relaciones de sucesos notables. Por lo quecuando en 1612 hubo un levantamiento de negros y mulatos, Oquendo registra este hecho desde la pretendida objetividad que otorga el estar presente en el suceso histórico, la óptica desde la cual parte para redactar su crónica, a diferencia de la hecha por su contemporáneo Mateo Alemán, tiene todos los elementos de lo que hoy día denominaríamos como amarillismo periodístico. Es decir, que la prosa de Oquendo hace alarde en el uso de la hipérbole en cuanto a la descripción de las acciones que observa, así como de los elementos que las constituyen; por otro lado, explota el morbo de la gente al presentar en detalle los sucesos sangrientos. Veamos un ejemplo: el miércoles 18 de abril la ciudad es anunciada de que mil negros van por la calzada de la Piedad, por lo que “salió todo México a pie y a caballo con grandísimo ánimo (...) ubo muchas luces (...) porque hasía muy escuro y estaba lloviendo” (nótese cómo prepara psicológicamente al lector por medio de la ambientación) continúa: “(...) los pobres españoles (iban) por el lodo, y las muxeres y los niños llorando a las puertas y ventanas, que daban gran dolor”, (si Goya hubiera estado ahí) la tragedia está ya cerca... la matanza sanguinaria de niños y mujeres a manos de negros endemoniados se acerca, pero... “no ubo negro ninguno” ni mártires, ni nada. II Existe un texto que si bien está ya escrito bajo la inspiración de la sátira, aún no llega a ser el punto álgido de la expresión lúdica de Oquendo. Me refiero a la Sátira2 que hizo un galán a una dama criolla que le alaba - ba mucho a México (en adelante Sátira ) donde el poeta toma el papel de parodiador desmitificador. En este poema escrito a su llegada a la Ciudad de México, Oquendo se burla de la fisonomía de la ciudad, de las costumbres y sus gentes. La pluma del poeta desacraliza la visión idílica de México propuesta por Bernardo de Balbuena, todo lo alto, lo “noble”, lo que los poetas cultos suelen cantar con la mano en el pecho y la pluma de ganso en el sombrero es puesto por los suelos, mientras que lo socialmente condenable es elevado a alturas mal vistas por las buenas conciencias y las normas de comportamiento.3 Veamos el asunto con m a yor detenimiento, la dama “Mi señora mexicana” es amenazada de ser golpeada “que si le doy coplas hoy /mañana le daré azotes” si persiste en su afán de loar a México, y Oquendo nos dice que “ Yo no vine de Cast illa / a beber cacao pinole /ni a ver en México damas, / sus plazas, calles, ni coches”. En este texto, a través de la c o mparación constante con España, Oquendo nos muestra una ciudad donde la ve rdad es excepción y la mentira gobierna holgadamente, donde sus casas son tan sólo “cuatro adobes” infestadas de chinches y ratones, inclusive uno de los productos culinarios que América le dio al mundo, el cacao, es duramente vituperado pues “caca no se come”. Para Oquendo, en la época en que escribe la Sátira, la Nueva España no es más que el reflejo de los vicios de la península, todos ellos están aquí y de manteles largos, a éstos habría que sumarle los vicios propios de los naturales, entre los que se encuentra la homosexualidad: “(...) en la misma miseria / do se afeminan los hombres / y los hijos que producen / ellos de serlo se corre n”. Es curioso observar la burla que hace del lenguaje indígena, para él son nombres dignos “de la barca de Aqueronte”, sin embargo usa estos vocablos a lo largo de su producción poética, y no pre c i s a m e nte desde el ángulo de la sátira, sino como un elemento lingüístico necesario e intrínseco a su escritura, cuya asimilación tiene como resultado un lenguaje mestizo. III Hay en la producción oquendiana verdaderas joyas de lo que se puede llamar el estilo popular o, por lo menos, obras profundamente influenciadas por éste, debido quizás a que él, en su vida de poeta diletante, conoció los arrabales, las pulquerías y los callejones tapizados con multicolores prostitutas; lo importante no es sólo que conociera a esa gente y su entorno, sino sus usos del lenguaje. Para Oquendo la escritura no era sólo un g o zo estético o un oficio pagado por la nobleza, era fundamentalmente una forma de sobrevivir, componiendo coplas y jugando a las cartas como todo un lazarillo sanguinolento. Gracias a las razones anteriores y seguramente a su interés lingüístico (probablemente inconsciente) Oquendo i n t roduce en su lenguaje voces caribes, nahuas, que dan como resultado un español que ha dejado de ser ibérico para pasar a ser netamente americano. Existe un romance que amén la riqueza de vocabulario mexicano utilizado y sus referencias gastronómicas, tiene como protagonista por vez primera a un mestizo, de ahí que sea de suma importancia comentarlo. El texto comienza con una suerte de exordio: “ ¡Hay, señora Juana! / Busarsé perdone / y escuche las quexas / de un mestiso pobre;4 / (...) hidalgo y noble, (y de padres) hixos, / de conquistadores” el mestizo, llamado Juan de Diego (nótese la semejanza con el Juan Diego al que se le aparece supuestamente la Virgen María) pretende conquistar a una mujer llamada Juana. Si bien el texto está escrito siguiendo los cánones clásicos pertinentes al caso, el uso de los tiempos de la primera y la tercera persona es muy original, ya que en primera instancia parece ser que el yo poético le h abla a un tú, y nosotros escuchamos directamente al yo dialogar, pero en verdad sabemos de sus cuitas gracias a un tercer personaje que se encuentra fuera de la escena como testigo: “Aquesto cantaba / Juan de Diego el noble”. Ahora bien, este mestizo es valiente, puesto que capa toros, y no le tiene miedo a los españoles que en su boca pasan a ser “esos” es decir, los otros, algo completamente ajeno, de aquí podemos deducir que la conciencia de ser americano, ya no indio, ya no español, está ya más que en ciernes. Entre la variedad de referencias gastronómicas que contiene el texto encontramos: “tamales”, “elotes”, “xolote”, “camotes”, etcétera, pero hay una en especial que llama la atención por su permanencia desde los tiempos de la Conquista en las crónicas, me refiero al “chismole”. Recordemos cómo los primeros cronistas, entre ellos Bernal Díaz del Castillo, cuando temían perder la vida a manos de la “costumbre antropofágica” de los indígenas, siempre hacían referencia a que se los iban a comer en chismole. In t e resante es observar cómo años después, Juan de Diego lo utiliza de la misma manera, cuando dice que no le teme a los arcabuces, ni a los perdigones de los españoles sino que “de contento” se los come en “chismole”. IV Después de los aperitivos anteriores es momento de abordar un texto en prosa donde encontramos al Oquendo alburero; en este escrito tenemos la primera referencia fijada literariamente del albur mexicano tal como lo conocemos. El albur en un principio se refería únicamente al juego de cartas, posteriormente tomó el sentido de juego de palabras con referencias a lo sexual donde se busca burlar al otro, provocando al mismo tiempo la risa. Este tipo especial de lenguaje precisa de un código de desciframiento compartido entre el emisor y el receptor. 5 En este acto de comunicación encontramos también cierto espíritu carnavalesco, en el tratamiento de lo escatológico y de familiaridad en que se encuentran los individuos que se alburean. El texto al que aludí al principio de esta sección se titula Carta que enbia un aperador a su señora. Es este escrito una relación del estado en que se encuentran los bienes de cierta “señ ora,” así como de un pequeño recuento del devenir social del lugar. Sólo citaré los ejemplos que a mi juicio representan la mejor muestra del primitivo albur mexicano en voz de Antón Calco el Romo, 6 quien al dirigirse a su señora le dice: (...) (ha) abido buena cosecha, y os lo tengo todo adentro, que no hay nada de enzerrar (...) el montón de las bellotas eché xunto al de los garbansos, y como estava uno cerca del otro, se rrebolvían. Yo os arrempujé todas las bellotas hasía la parte de dentro, y os saqué el garbanso un poco fuera... Y un párrafo más abajo dice: “No falta, mi ama, otra cosa sino que os metan este año más que os metieron en el pasado, porque siendo ansí, estaréis más contenta, ya mí no me pesará de ello”. Con los siguientes renglones nos muestra Oquendo su agilidad en el manejo del equívoco en el lenguaje. “Mi ama: buestros vinos están muy buenos; sólo la cuba de medio se salía por el aguxero”. Por otro lado tenemos el elemento grotesco- carnava l e sco que es una suerte de relato inserto: Con Antón Be r m e xo, que fue Alcalde el año pasado, t uvo un fuerte pleito Pascual de Antoxa, sobre la burra que le acreo; porque abía muerto una lechona de María Alonso, la prieta. Descárgase al Alcallde con desir que ay ley que quien mata muera; y asi me parece que ahorcarán a la triste burra. Al final de su misiva, cuando el lector ya no guard a sospecha alguna de que remitente y destinatario no sólo guardan relaciones laborales sino íntimamente sexuales, el amante le dice a su segundo frente que “el motilón os hará entender lo que se trabaxó en rro p e ros el pedaso de enmedio, que cae entre el monte negro y la tierra del majuelo barbechado”. La interpretación de estos textos es obvia, mas, como en la sección de los griegos y los romanos del Libro de Buen Amor, que cada quien interprete según su sapiencia, su conciencia y su malicia. Como hemos visto a través de este rápido recorrido por la obra de nuestro poeta novohispano, su carácter lúdico lo lleva a trastocar todas las reglas (gramaticales, sociales); su actitud recuerda en más de una ocasión al modelo del pícaro, y, por supuesto, al Arc i p reste de Hita, ya que los dos, a través del equívoco y de la sátira, toman determinada actitud crítica que se ve acentuada gracias a que recurren a la risa. Risa que obliga al que ríe y al que la provoca a llevar a cabo operaciones mentales en las que dos elementos antitéticos chocan frontalmente, produciendo un tercer elemento que contiene en su seno una polisemia que supera la suma de sus constituyentes. Hasta aquí el periplo. Y como bien diría Oquendo tras la máscara de Andronio “adiós, que la pluma es mala, / y es torpe mi tosco inxenio”, vale.