Vous êtes sur la page 1sur 2

Comentario a “Fausto” y “Cartas gauchas”, por Omar Lobos

Podría decirse que el llamado “Fausto criollo” es una obra rara dentro de la poesía
gauchesca, porque “no trata sobre el gaucho”. Sin embargo, la condición fundamental
del género no es el tema, sino la caracterización de la voz que narra, y el sistema de
valores que esa voz representa. Así, la literatura gauchesca es tal, primero que nada,
porque el yo poético, el yo que cuenta y discurre, emula el lenguaje del gaucho (por más
que siempre el que escribe sea un autor culto y urbano). Dicha convención es la madre
del género.
Así las cosas, el poema de marras es gauchesco por el solo hecho de que su narrador
es el gaucho Anastasio el Pollo. Tal era el seudónimo con que Estanislao del Campo
firmaba sus obras. Se lo puso en referencia paródica al de Aniceto el Gallo con el que
firmaba su amigo Hilario Ascasubi, cuando el 13 de agosto de 1857 publicó en el diario
“Los Debates” la “Carta de Anastasio el Pollo sobre el beneficio de la sra. La Grua”.
Este breve poema humorístico sobre un gaucho que concurre a la ópera es el
antecedente, por varias razones, de su obra más importante –escrita una década
después– que es el Fausto. El Pollo cae a Buenos Aires, y va a parar al teatro Colón
cuando se presenta la ópera “Safo”, de Giovanni Pacini. En semejante brete, confunde
lo que le alcanza de la ficción teatral y musical con la realidad misma. El poemita abusa
hasta el artificio del supuesto modo “bárbaro” de hablar del gaucho (cosa que será
moderada en el Fausto), y que quizá sea uno de los blancos de crítica de don José
Hernández cuando dice en el prólogo de Martín Fierro que “hacer reír a costa de su
ignorancia [la del gaucho]... se halla autorizado por el uso en este género de
composiciones”. Comienza así este primer poema de Del Campo:

Si me quieren emprestar un caso que me ha pasao


caballeros su atinción, a causa de haber dentrao
velay con satisfaición antinoche al caserón
me arremangaré a puntiar, que es el Treato de Carlón
porque pretiendo contar asigún me han indilgao.

Escribe esto a los 23 años, en un registro que lo hará famoso y que sus lectores le
reclamarán. No obstante, cuando en agosto de 1866 ponga mano a su obra de más
renombre, este colorido excesivo –y estilísticamente artificial y vulgar– se verá
atenuado. Compárese:

Como a eso de la oración


aura cuatro o cinco noches,
vide una fila de coches
contra el tiatro de Colón.

Como se ve, la motivación es la misma: Anastasio el Pollo va a dar al teatro Colón


cuando se estrena esta vez allí la ópera “Fausto”, de Charles Gounod, basada en el
drama homónimo de Goethe. El relato y la interpretación que de ella le hace a su
paisano Don Laguna es lo que llena los seis cantos de Fausto, Impresiones del gaucho
Anastasio el Pollo en la representación de esta ópera. No obstante, el pintoresquismo
humorístico del primer canto, que relata las peripecias del Pollo en la ciudad y en la
llegada al teatro, va enseguida a dejar paso a las valoraciones que el gaucho hace del
drama que ve en la escena: todo su mundo moral y su interpretación de la existencia
humana se pone en juego en los juicios que realiza, así como los arranques de auténtica
poesía con que hilvana sus reflexiones:

Y en las toscas, es divino


mirar las olas quebrarse,
como al fin viene a estrellarse
el hombre con su destino.

Cuando el lector se quiere dar cuenta, el Fausto se ha convertido en una cosa seria.
Las Cartas gauchas de Nicolás Granada, a pesar de haber sido escritas cuando el
género gauchesco y el gaucho mismo como tal pertenecían al pasado, encuentran su
parentesco con la obra de Del Campo en el hecho de plantar a su narrador en un ámbito
extraño a él como es la gran ciudad. En este caso, el gaucho Martín Oro llega a Buenos
Aires en los días en que se celebra el Centenario de la Patria (1910), y en una serie de
seis cartas –cuyo lenguaje tampoco abusa de los llamados “barbarismos”– le va
contando a su mujer Benita Chaparro sus peripecias y sus asombros: los edificios de la
gran ciudad, los tranvías y automóviles, los fastos con que se celebra el 25 de mayo, la
exposición rural. Por supuesto que la mirada de un gaucho sobre estas cuestiones aporta
su nota humorística, pero lo que prima es la exaltación del progreso y el sentido fervor
patriótico con que se viven los festejos. Todo ello, a la vez, sirve de motivo para la
reivindicación de una esencia gauchesca que estaría en la base de la nacionalidad. Como
le escribe a Oro el criollo que le regala finalmente el caballo (que aquel no pudo
comprar porque le habían robado todo el dinero):

“La tradicional y sana que fundaron los destinos


honradez del gaucho viejo de esta patria y sus grandezas
vi en luminoso reflejo dije: –Por esta memoria
surgir de su alma paisana, el gaucho, que es el pasado,
y al recordar las proezas ¡bien merece ser honrado
de mil gauchos argentinos, tras de cien años de gloria!”...

Vous aimerez peut-être aussi