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“REPUBLICA N° 69”
Valle de Parral
“HOMENAJE A LA PATRIA”
Así nace la patria nueva por siempre libre y soberana en los brazos de
tantos que estuvieron dispuestos a dar la vida por la libertad. Así, en la
alborada emergente de la patria, son tantos los valientes, héroes anónimos y
otros conocidos que entregan su aguerrido espíritu, dando aliento y sustento
a las ideas y anhelos independientes de la naciente república; que da sus
primeros pasos vacilantes de la mano de los libertadores. Y en los aciagos
días cuando la patria vieja sucumbe en Rancagua, son sus aguerridos
próceres los que rescatan retazos de bandera en la que ya se han prendido el
heroico espíritu libertario, para alzarla nuevamente victoriosa en Maipú a
golpes de sable y de coraje.
Como nunca antes este año hemos podido conocer a esos héroes
anónimos, que difícilmente van a aparecer en los libros de historia, pero que
enfrentados a la adversidad, al desafío y al dolor, supieron responder con la
misma grandeza y generosidad que los héroes de antaño. Tantos hombres y
mujeres que hacen patria, colaborando en terremotos, inundaciones e
incendios que nos azotan cada cierto tiempo y con mayor frecuencia en los
últimos años.
Es por eso que nuestra Orden Q.Q.H.H. tiene una responsabilidad con
nuestra patria desde los primeros tiempos, por ello es imperativo que
nosotros tomemos la posta dejada por nuestros antecesores. La construcción
de un destino mejor, de un país más próspero y justo.
Conclusión
En momentos en que nos aprontamos a conmemorar nuestro 207 años de vida
independiente, pocas cosas pueden ser más oportunas y más necesarias que reflexionar
sobre lo que significa ser chilenos e intentar desentrañar de nuestra identidad, aquello
que nos caracteriza y, en cierto modo, aquello que nos distingue de los demás pueblos de
esta Tierra.
Sin duda podrían existir muchas respuestas a esta pregunta, pero sin duda
tendríamos que señalar con claridad, que somos un pueblo formado en la adversidad y el
rigor, al que nada le ha resultado fácil, en que todo se ha conquistado con esfuerzo y en
que cada progreso, aún el más insignificante, ha significado sacrificio, compromiso y
perseverancia de muchos chilenos.
Un país pequeño y en el fin del mundo, un país separado de los demás por los
desiertos más áridos del mundo, por las cordilleras más altas del mundo y por el Océano
más hermoso del mundo. Y, al mismo tiempo, un país que ha sido golpeado tantas veces
por las fuerzas duras e incontrolables de la naturaleza, pero que siempre ha demostrado
ese temple y esa tenacidad que es parte del alma de nuestro pueblo y que nos enorgullece
como chilenos.
Pero más importante aún, yo diría que es precisamente ahí donde reside nuestra
mayor fortaleza, porque a partir de la adversidad siempre hemos ido forjando un temple y
una tenacidad, una resiliencia para recuperarnos frente a los golpes del destino o de la
naturaleza, que han hecho de Chile un país seguro de sí mismo y que es capaz de pararse
frente a este mundo moderno, muy firme en sus pies y saber integrarse con la fortaleza de
nuestras tradiciones y, al mismo tiempo, buscando integrarnos a esta sociedad global y a
este nuevo mundo que emerge ante nuestros propios ojos.
Y sin duda estamos preparados para ello, porque es un país que sabe pararse en
sus propios pies, como muy bien lo dijo Alonso de Ercilla en La Araucana, cuando hablaba
de que "la gente que lo habita es tan granada, tan altiva, gallarda y belicosa, que no ha
sido por rey jamás regida ni a dominio extranjero sometida".
Porque si hay algo que hemos aprendido en la historia, es que los países necesitan
recordar a sus héroes, para no perder el rumbo, para inspirarse en su heroísmo y para
reafirmar su propia identidad. La Patria tiene una constelación de héroes: O'Higgins,
Carrera y Rodríguez. Como Prat, como los 77 héroes de la Concepción y tantos otros
héroes anónimos a lo largo de nuestra historia, pero cuyos ejemplos de generosidad y
grandeza hemos conocido tantas veces.
En esta ocasión tan importante para nuestro país, no sólo es importante rendir
homenaje a los próceres de antaño, sino que también, y es igualmente importante, nos ha
permitido descubrir a los héroes del presente.
Como nunca antes este año hemos podido conocer a esos héroes anónimos, que
difícilmente van a aparecer en los libros de historia, pero que enfrentados a la adversidad,
al desafío y al dolor, supieron responder con la misma grandeza y generosidad que los
héroes de antaño. Tantos hombres y mujeres que hacen patria, colaborando en
terremotos, inundaciones e incendios que nos azotan cada cierto tiempo y con mayor
frecuencia en los últimos años.
Porque antes que esta década concluya, Chile habrá alcanzado el desarrollo y
superado la pobreza.
Un desarrollo integral, que traerá oportunidades de progreso material y espiritual
para todos sus hijos, como nuestra patria no ha conocido jamás.
Ese fue mi principal compromiso como candidato y será mi mayor motivación como
Presidente.
Todos sabemos que se trata de una meta ambiciosa y exigente. Y que el camino a
las altas cumbres siempre es arduo y dificultoso. Pero sabemos también que, con unidad
nacional, el aporte de todos y la ayuda de Dios, seremos capaces de cumplirla.
Durante los próximos cuatro años, nuestro gobierno va a promover y el Congreso
deberá debatir y pronunciarse sobre los temas más trascendentes para el futuro de Chile.
Porque las decisiones que en el Congreso se adopten o dejen de adoptarse, definirán,
para bien o para mal, el país en que vivirá no sólo nuestra generación, la generación del
Bicentenario, sino también la de nuestros hijos y las chilenas y chilenos que están por
venir.
Es verdad. De acuerdo a nuestra Constitución, el deber de dar cuenta al país del
estado de la Nación, cada 21 de mayo, corresponde al Presidente de la República. Pero la
responsabilidad de construir un país mejor compromete a todos, y especialmente, a
quienes
estamos hoy reunidos en este Congreso Nacional. Porque el Presidente y el Congreso son
aliados, y no rivales, en la causa de traer progreso y bienestar para Chile y los chilenos.
Hoy el viento de Septiembre estremece nuestra memoria. Hoy las imágenes actuales de
este territorio, no son las mismas de ayer.
Desde este mes de septiembre comienzan los festejos por los 207 años de la formación
de Chile como nación independiente de la Corona Española.
Usualmente, los historiadores definen este período como aquel comprendido por el
establecimiento de la Primera Junta Nacional de Gobierno el 18 de septiembre de 1810 y
la renuncia de Bernardo O’Higgins al cargo de Director Supremo, el 28 de enero de 1823.
Este período es además subdividido en tres etapas importantes: la llamada Patria Vieja
(de 1810 a 1814), la Reconquista o Restauración Monárquica (de 1814 a 1817) y la Patria
Nueva de (1817 a 1823).
El segundo gran momento del proceso emancipador se inicia en 1814 con el retorno de
Fernando VII al trono español. Es la segunda coyuntura histórica, configuradora de la
política de restauración y pacificación emprendida por la corona española en América y
que, en Chile, se prolonga hasta el año 1817. Su desenlace será la propagación de la
rebelión desde el Río de la Plata, la única región que se había levantado hasta entonces, y
la difusión en el pueblo de sentimientos separatistas, lo cual termina por afianzar la
independencia.
El tipo de gobierno instaurado por O’Higgins fue el de una dictadura de corte civil. En su
ejercicio se afianzó la independencia al eliminar los últimos restos del ejército realista en
territorio continental y al formar la Escuadra Libertadora del Perú. También ensayó
política y administrativamente a la nación con la dictación de las Constituciones de 1818 y
1822.
La guerra de guerrillas, liderada por Manuel Rodríguez, logra dispersar a las tropas
realistas que se encuentran desorganizadas al momento de la invasión criolla proveniente
de Mendoza. El Ejército de Los Andes, organizado en Argentina por Bernardo O'Higgins
Riquelme y José de San Martín, vence en la batalla de Chacabuco, coyuntura que marca el
inicio de "La Patria Nueva". Los españoles abandonan la ciudad de Santiago y se repliegan
en el sur del país. La derrota definitiva de las fuerzas peninsulares se concreta en la
batalla de Maipú, en 1818. Para ese entonces O'Higgins ha sido nombrado Director
Supremo por un cabildo abierto, sin límites a su autoridad. La declaración de
independencia se firma en Concepción el 1 de enero de 1818. La proclamación data del
12 de febrero del mismo año y es celebrada con actos públicos de diferentes ciudades.
Durante la Patria Nueva se crea el Ejército Nacional con unidades de infantería,
caballería, artillería y una maestranza donde se reparan las diferentes armas. Se funda
también la Escuela Miliar y se organizan la Escuadra Nacional y la Expedición Liberadora
del Perú. El ordenamiento del Estado, principal preocupación de los estadistas de la
época desemboca en un primer intento, por regular las funciones públicas. La
Constitución de 1818 incluye el diseño de los tres poderes del Estado -aunque todavía
éstos no revelan un completa independencia-, y resguarda los principales derechos de los
individuos. Cuatro años más tarde se promulga la Constitución de 1822 que establece
claramente la separación entre los poderes Ejecutivo, Legislativo y el Judicial, propone un
sistema bicameral para el segundo y crea los ministerios de Gobierno y Relaciones
Exteriores, Hacienda, y Guerra y Marina. Las reformas sociales implementadas por
O'Higgins, entre ellas la abolición de los mayorazgos, y el carácter autoritario de su
gobierno, sumados a la creciente presencia de diferentes grupos políticos en formación,
precipitarán su caída. El Director Supremo abdica en 1823 poniendo fin a lo que se
conoce como el período de Independencia. Lo sucede el también general Ramón Freire
Serrano.